Nombre: Shieda Kayn
Apodo: Kayn/La guadaña de las sombras
Edad: 21 (Kayn) 4398 (Rhaast)
APARIENCIA
Kayn es un hombre asiático de complexión delgada pero algo musculosa que usualmente va con la parte superior del cuerpo desnuda, mide 1,77m y pesa 70 kilos. Su brazo izquierdo, ojos izquierdo y una parte de su pecho izquierdo están cubiertos por lo que parece ser una especia de piedra negra que hace que parezca llevar una de una armadura.
En cuanto a su cara, es un chico bastante atractivo, con rasgos asiáticos, de pelo color negro, largo, y con unas mechas azules en el lado derecho del flequillo, sus ojos son de distinto color, el izquierdo es rojo y el derecho azul
PERSONALIDAD
Debido a su pasado y a la corrupción que Rhaast ejerce sobre el, Kayn ha enloquecido aún más y su personalidad se ha vuelto mucho más caótica, capaz de matar a la primera persona que se encuentre por la calle solo por creer que le ha mirado mal, también es muy arrogante, subestimando a sus oponentes y creyéndose más fuerte que ellos desde el principio. Sin embargo, en el fondo sigue teniendo una esencia de humanidad, por lo que se puede volver más agradable cuando alguien se gana su confianza, como Zed
HISTORIA
Shieda Kayn, noxiano de nacimiento, y otros como él fueron reclutados como niños soldados, una práctica cruel que solo llevaban a cabo los comandantes más retorcidos del imperio de Boram Darkwill. Tras la desastrosa batalla en el Placidium de Navori, la invasión se convirtió forzosamente en una larga guerra de desgaste. La compasión jonia era una debilidad que había que explotar: sus guerreros solían dudar antes de acabar con la vida de un supuesto inocente. Así pues, apenas capaz de levantar el arma que se le había facilitado, se esperaba que el primer día de Kayn en la batalla fuera también el último.
En un ataque contra la provincia de Bahrl, las fuerzas noxianas desembarcaron en la desembocadura del río Epool. Kayn y el resto conformaban una vanguardia titubeante que se enfrentaba a bandas desorganizadas de lugareños que defendían su hogar contra estos invasores reincidentes. Mientras sus jóvenes camaradas morían o huían del campo de batalla, Kayn se mostró impertérrito. Dejó caer su pesada espada, cogió una hoz del suelo y se volvió hacia los jonios estupefactos al tiempo que los militares noxianos acometieron desde el flanco.
La matanza fue impresionante: granjeros, cazadores e incluso un puñado de vastaya... todos masacrados sin preámbulos.
Dos días más tarde, una vez que la noticia se había extendido por todas las provincias del sur, la Orden de la Sombra se encontró con el espeluznante escenario. Su líder, Zed, sabía que esa zona no tenía ninguna relevancia táctica. El propósito de la masacre era enviar un mensaje: Noxus no tendría clemencia.
Un reflejo parpadeante de acero llamó su atención. Un niño, no mayor de diez años, yacía en el barro apuntando con su hoz rota hacia el maestro asesino y con los nudillos llenos de sangre, blancos por la tensión. Los ojos del muchacho albergaban un dolor impropio de su edad, aunque ardían con la furia característica de un guerrero curtido. Esa tenacidad no era algo que se pudiera enseñar. Zed vio en ese niño, ese superviviente noxiano abandonado, un arma que podría poner en contra de quienes lo habían enviado allí a morir. El asesino le tendió la mano y acogió a Kayn en la Orden de la Sombra.
Tradicionalmente, los acólitos pasaban años entrenando con una sola arma de su elección, pero Kayn las dominaba todas: para él, no eran más que meras herramientas, él era el arma. La armadura le parecía una incómoda carga; en su lugar, se cubría con las sombras y asesinaba a sus enemigos rápida y sigilosamente. Estas raudas ejecuciones infundían miedo en el cuerpo de los afortunados a los que Kayn perdonaba la vida.
Y a medida que crecía la leyenda de Kayn, también lo hacía su arrogancia. Creía de verdad que algún día su poder eclipsaría incluso al del propio Zed.
Esa soberbia condujo a Kayn a aceptar su prueba definitiva: buscar un arma oscura recientemente descubierta en Noxus e impedir que jamás fuera utilizada contra los fatigados defensores de Jonia. Accedió sin vacilar, sin ni siquiera cuestionarse por qué había sido él el elegido para dicha misión. Como era de esperar, mientras que cualquier otro acólito habría destruido la guadaña viviente conocida como Rhaast, Kayn se apropió de ella.
La corrupción emanó en el instante en que sus dedos empuñaron el arma, lo cual enzarzó a ambos en una lucha fatídica. Rhaast llevaba tiempo aguardando al huésped perfecto con el fin de reunirse con sus hermanos oscuros y devastar el mundo, pero Kayn no se dejaría dominar fácilmente.
HABILIDADES
Kayn (normal)
Kayn es experto en artes marciales y en el uso de cualquier arma blanca gracias al entrenamiento al que se sometió como acólito de la orden de la sombra, también gracias a esto se ha convertido en un asesino implacable e indetectable
Por otro lado, Rhaast le da a Kayn otros poderes más sobrenaturales, el primero de estos es el propio Rhaast en su forma de guadaña, con el que además de poder causar graves daños a espíritus, demonios o incluso a dioses, Kayn puede esconderse dentro del cuerpo de cualquier ser que haya sido cortado por Rhaast. Rhaast también le permite a Kayn volverse intangible por unos segundos, regenerarse y tener unos reflejos sobre humanos
Rhaast
Cuando Rhaast logra dominar a Kayn y tomar el control de su cuerpo, recupera tanto su forma original como sus poderes en su máximo esplendor, obteniendo una fuerza implacable, una piel impenetrable y su regeneración inmediata. Además de las otras habilidades que tiene Kayn, Rhaast puede permanecer dentro de un cuerpo ajeno varias horas
Kayn (dominando a Rhaast)
Cuando Kayn asimila el alma de Rhaast, se vuelve tan rápido que es indetectable para el ojo humano, la intangibilidad dura más tiempo y también aumenta su velocidad aún más, puede meterse en el cuerpo de enemigos desde más lejos que antes y cambiar de cuerpo en cuerpo. Además también tiene el resto de habilidades que tenía originalmente