500 años.

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Aradia no creía haber cometido un error tan grave como para que su padre la castigase de esa forma. ¡Lo de la riqueza del continente Europeo no había sido culpa suya! ¿Y qué si había marcado el inicio de los grandes imperios? No era culpa suya. Definitivamente. 

𝔉𝔬𝔯𝔱𝔲𝔫𝔞. Ese había sido el don concedido por Diana tras su nacimiento. 

Bueno, don o 𝓂𝒶𝓁𝒹𝒾𝒸𝒾𝑜́𝓃, como ella propiamente lo denominaba cada mañana al levantarse. 

La gloria era lo que esperaba a la primogénita del ángel caído. Creada para liderar los ejércitos demoníacos y obtener el trono del infierno, Aradia había nacido y sido separada de la diosa Diana desde el primer instante. 

Ese hecho, obviamente, no le sentó bien a la señora de todas las brujas. Sabiendo que pocas alternativas tenía, no le quedó más remedio que "bendecir a su hija" con Fortuna. Un encantamiento tan antiguo que solo las estrellas del cosmos lo conocen. 

Fortuna, como su nombre indica, conlleva que Aradia se convirtió en... bueno. Como su padre lo había descrito alguna vez: una suerte de pata de conejo. A su alrededor, todos los que la rodeaban parecían siempre tener buena suerte. Así, sin trampa ni cartón, sin extrañas maldiciones, sin altos precios que pagar a posteriori. La gente alrededor de Aradia era feliz; y experimentaban emociones positivas e intensas, porque todo los bueno les pasaba a ellos.

Obviamente, ser un imán de suerte no es una forma idónea de corromper las almas de los inocentes.

Duh.

El alzamiento de la Edad Moderna había sido el límite para Lucifer, quien había envuelto a Aradia en una hermosa cinta de regalo y la había dejado en las puertas del aquelarre principal de Diana con una nota y una bonita cesta de frutas.

El problema ahora consistía en que Aradia se había criado para ser perversa. Despreciaba las enseñanzas sobre la naturaleza, el amor libre y la paz. Le aburrían las clases sobre conjuros y disfrutaba sádicamente de los espectaculos de sus "hermanas" en las hogueras (los cuales consistían en puro teatro, porque la única forma de librarse de una bruja es mediante magia).

Su único objetivo era regresar al infierno, junto a su padre, y la jugosa promesa del trono supremo.

Pero, primero, debía deshacerse de aquella dichosa Fortuna.

Estafadora, ladrona, asesina en ocasiones, torturadora y maníaca; lleva quinientos años tratando de escapar del "don" de su madre. Ahora dirige un consultorio de tarot millonario, y se dedica exclusivamente a dar terribles consejos a las personas. 

Su objetivo es conseguir enviar 500 000 almas al infierno. De esa forma, su padre dejará de ignorarle, y su madre no tendrá más remedio que expulsarla del aquelarre, retirándole los dones concedidos.

Es un plan perfecto.

Salvo por un mínimo, ᵐᶤᶰᵘ́ˢᶜᵘˡᵒ detalle.

En 500 años, Aradia solo ha enviado 3 almas al infierno. Y ni siquiera está segura de que eso haya sido responsabilidad suya.