El escenario se hallaba en oscuridad total, tan solo se podía apreciar la escasa luz que se colaba a través de los enormes ventanales que con su translucido cristal apenas se distinguía el mismo cristal que se mezclaba con la oscuridad de la noche. Y en el centro de la pista se distinguía la varonil silueta que ingresaba por un portón que se había abierto de par en par mostrando dicha silueta caminar.

— Ven, acércate a disfrutar de una velada inolvidable, baile, misterio, amor y magia, todos y cada uno de estos elementos se unen para dar como resultado la velada que ha de unir a todos y cada uno de los asistentes…. ¿Yo? Soy el Conde de Saint Germain, pero puedes llamarme Claude.—

Recitaría aquella figura que se ocultaba en las tinieblas. Un chasquido por parte de aquella silueta hizo el portón cerrarse a sus espaldas, un segundo chasquido sonó para encender una llamarada cobriza sobre sus manos logrando iluminar el sonriente rostro del hombre que se hallaba en su centro.

— Que la diversión comience… ¡Ignis!—

Exclamó aquella última palabra para que aquella llamarada que sostenía sobre sus dedos se expandiera en un anillo de fuego que incluso se expandió hacia el techo, encendiendo así los incontables candelabros para dar vista de aquel lujos salón adornado con cientos de rosas carmesí y blancas mientras un leve aroma a las mismas inundaba el sitio.

En el centro, el Conde de Saint Germain se mantenía en pie sobre aquel piso marmoleado con algunos pétalos de rosa cubriendo el mismo; luciendo un lujoso traje de gala adornado con algunas gemas, como era su costumbre. Del lado izquierdo de aquella puerta por donde había ingresado se hallaba la orquesta que comenzó a interpretar una suave tonada introductoria mientras éste, mecía sus manos para guiar a los músicos con gracia y alegría.

Y repentinamente, aquel subió las mangas de su abrigo y camisa, para mostrar sus antebrazos los cuales se encontraban tatuados con diferentes figuras y patrones, pero en especial, predominaban algunos patrones de mariposas. Su aura apareció cubriendo su cuerpo en un destello carmesí el cual se impregnó sobre los brazos de éste y…. como por acto de magia, aquellas mariposas comenzaron a vibrar, a cobrar vida, a despegarse de sus brazos para emprender el vuelo. Unas adquirieron un tono rojizo, otras blancas y otras un tono dorado, aquellas revolotearon a su alrededor hasta dirigirse hacia las mesas del salón principal para tomar entre sus patas las invitaciones. Y con un ligero pero seguro vuelo, éstas emprendieron el viaje hacia sus destinatarios en todos los rincones de “Ficrol”, para poder dar aviso de aquel magno evento que buscaba unir los corazones en un baile el cual viviría en sus memorias y en sus corazones.

Y mientras aquellas mariposas salían de aquel salón, el Conde de Saint Germain, alzó paulatinamente ambos brazos para intensificar la llamas de las velas de los candelabros, parecía que estaba totalmente sincronizado con el fuego de éstas, pues aquellas comenzaron a despedir chispas de distintos colores, serpenteando algunos patrones, parecían fuegos artificiales, tronando y emitiendo algunos silbidos como éstos, todo un espectáculo visual que buscaba atraer la atención de chicos y grandes.

— Los estaremos esperando… Al Baile de los Corazones. —

Diría aquel rubio manteniendo su sonrisa y regalando un guiño a quienes lograsen apreciar dicha presentación.