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#AUTORROL 

#FLASHBACK

📍 Edenia.

📅 Hace una semana. 

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La densa jungla de Edenia, con sus altos árboles cuyas hojas destellaban un verde fosforescente bajo la luz de los dos soles, era un laberinto de vida y color. 

Las enredaderas colgaban como serpientes inmóviles, y el aire estaba cargado con el aroma de flores exóticas y el murmullo de criaturas desconocidas. 

Entre las sombras se movía rápida y sigilosa una figura: Lina, una de los Nekomara. Los Nekomara eran una de las especies dominantes en aquel mundo. Se podían describir como seres cuya apariencia era mitad humana, mitad gato. 

Lina había adoptado su postura cuadrúpeda y huía con el corazón desbocado y la respiración entrecortada. 

Su piel, cubierta por algunas zonas de un suave pelaje blanco, se erizaba con cada ruido extraño.

Edenia estaba sitiado por los que los Nekomara llamaban "los que vienen del cielo", y aquel día había sido la tribu en la que vivía Lina, la tribu Sylari, la castigada por las hordas de militares.

Los invasores eran seres de otro mundo, con armas que destellaban luces mortales, y varios de aquellos invasores la perseguían con una determinación fría y metódica. 

Lina, galopando a toda velocidad, sentía la presión constante de las botas militares a sus espaldas y el zumbido amenazante de sus drones sobrevolando los árboles. 

Su mente, aguda y adaptada para la supervivencia, intentaba trazar una ruta de escape en el laberinto verde, pero las opciones se agotaban rápidamente.

De repente, el suelo cedió bajo sus patas. Un crujido, un chasquido metálico y el mundo giró de cabeza. 

Lina se encontró atrapada en una trampa, una jaula de gruesos barrotes metálicos que se cerró sobre ella con un golpe seco. 

El pánico se apoderó de sus instintos. La nekomara arañó y mordió los barrotes, pero su fuerza felina era insuficiente contra la frialdad del metal alienígena.

Desde la oscuridad de la jungla, los hombres emergieron como sombras insidiosas con sus rostros ocultos tras máscaras imponentes. 

Uno de ellos, alto y de figura autoritaria, se acercó a la jaula y miró a Lina con ojos que reflejaban más curiosidad que compasión. Era el líder de aquel escuadrón militar.

Observó a la Nekomara, evaluándola con un interés clínico y desprovisto de empatía.

"Interesante espécimen," murmuró. "Llevémosla a la base."

Por supuesto Lina no entendió ni una sola palabra de las que dijo. 

Lina, atrapada, sentía una mezcla de rabia y desesperación. Sus orejas se aplanaron contra su cabeza y su cola se movía frenética, golpeando los barrotes con frustración. Pero, en el fondo de sus ojos, una chispa de desafío seguía ardiendo, una promesa de lucha y resistencia. 

Los Nekomara, hijos de la selva de Edenia, no se rendían fácilmente. Y aunque la jaula la mantenía prisionera, su espíritu seguía libre, aguardando el momento para volver a luchar.

Los hombres levantaron la jaula y la transportaron hacia su base, ajenos a la tenacidad indomable que brillaba en los ojos de Lina. Edenia podría estar bajo asedio, pero su espíritu guerrero nunca se doblegaría.