FICHA TÉCNICA – OLIVIA ROMERO 

Nombre completo: Olivia Romero

Edad: 24 años

Profesión: Modelo de ropa y lencería / Actriz en ascenso

Nacionalidad: Española (Madrid)

Altura: 1,70 m

Cabello: Rubio, largo hasta la mitad de la espalda, ligeramente ondulado

Ojos: Azul claro, brillantes y expresivos

Piel: Clara, luminosa, con un toque de dorado natural

Físico: Figura esbelta pero curvilínea, con cintura definida, piernas largas y porte felino.

Tatuajes/Peculiaridades: Un pequeño tatuaje en la parte interior del muslo izquierdo, que sólo muestra si quiere.

✨ PERSONALIDAD 

Sensualidad sin esfuerzo. Olivia no necesita provocar: su sola presencia ya enciende el ambiente. Tiene un magnetismo natural, esa mezcla entre dulzura y peligro que atrae como un imán. Su voz es suave, con una entonación pícara que hace que cada frase parezca un juego.

Coqueta por naturaleza. No lo finge, no lo fuerza: Olivia es coqueta. Juega con las miradas, con los silencios, con el movimiento de su cuerpo y la forma en que dice las cosas. Le gusta provocar reacciones, aunque a veces finja que no se da cuenta.

Juguetona, libre, impredecible. Es la típica mujer que entra en una habitación y la vuelve escenario. No le gustan las rutinas. Vive el momento. Tiene esa alegría descarada que hace que siempre parezca que está a punto de hacer una travesura… y probablemente ya la haya hecho.

Profesional y ambiciosa. A pesar de su actitud desenfadada, Olivia sabe muy bien lo que quiere. Ha trabajado duro para estar donde está, y no deja que nadie la subestime por su belleza. Como actriz, busca papeles intensos, sensuales y con carácter. Como modelo, su especialidad es la lencería de lujo, donde puede mostrar su lado más seductor con elegancia.

Frase que la define: “No hay nada más peligroso que una mujer que se divierte.”

PASADO / HISTORIA PERSONAL

Olivia creció en un entorno hostil, donde la violencia y el abandono eran parte de lo cotidiano. Su padre, alcohólico y adicto, la maltrataba tanto física como psicológicamente desde muy pequeña. Su madre, atrapada también en sus propias adicciones, apenas era una sombra ausente en casa.

A los 16 años, con el corazón roto y los sueños intactos, Olivia se marchó de casa sin mirar atrás. Dormía donde podía, trabajó de camarera, de modelo para academias, incluso limpiaba camerinos por las noches con tal de mantenerse a flote. Pero nunca perdió esa chispa en la mirada, ese deseo casi feroz de libertad.

Su infancia le enseñó a sobrevivir. Su adolescencia, a brillar con su propia luz. Desde entonces, Olivia ha construido su propio mundo con las manos, con el cuerpo, con la voz… Y aunque nunca habla de su pasado con detalle, quien la conoce bien sabe que esa fuerza que la rodea no vino gratis.

Ella no busca lástima. Olivia es la prueba viviente de que se puede salir del infierno… y caminar por la pasarela como si siempre hubiese pertenecido allí.