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Mi historia, no es una historia bonita, no hay una moraleja de la que tengas que aprender, no hay un final feliz y tampoco tiene se componente absurdo de las historias de superación y edificación que tanto gustan a los humanos, no, no es así.
Mi historia es como el invierno, cruda, gélida y desoladora, no existe un pequeño remanzo de luz y calor donde descansar y sentirte mejor, por suerte o por desgracia, a los seres como yo, se nos ha negado el privilegio de la paz.
Si eres creyente probablemente creas saber quién soy yo, te lo han contado muchas veces, pero esa historia que tú "conoces" es la versión de aquellos que, asentados en sus tronos de poder y gloria, juzgaron mis acciones como incorrectas, desafiantes e incluso insultantes y me condenaron al destierro, arrebatándome todo lo que me pertenecía y obligándome a ser alguien que en realidad no era. Los villanos, queridos amigos, no nacen, se hacen y yo fuí hecho para ser el más formidable de los villanos porque el enemigo debe ser del mismo tamaño que el héroe, ¿no creen?
Yo era el hijo favorito de Dios, me había creado con especial esmero, vivía a su lado y compartía con él todo, él era mi fuente de vida y conocimiento, era especial para él pues depositó en mí muchos secretos que ningún otro ser en el cielo o la tierra poseían, yo era su lucero, su luz, su alegría, hasta aquí no parece ser tan terrible, ¿cierto?, bueno, no, no lo era, vivía en la Ciudad de Plata o el Jardín celestial como le quieras llamar y mi alrededor había belleza, paz, calma, todo era perfecto...era...
Mi padre, amaba a su creación, el mundo era hermoso y todo era bueno, pero a pesar de eso, llegó un punto en el que lo invadió el hastío, de pronto su familia dejo de llenar ese corazón que al parecer tenía amor para todos menos para los suyos y comenzó a cocinar en su divina idea un proyecto nuevo, algo novedoso, después de habernos creado a mi y a mis hermanos, Padre decidió que quería experimentar con algo menos complejo, quería crear algo que fuera suyo pero no como nosotros, quería algo que pudiera habitar y hacer crecer todo aquello que había armado en su pequeña maqueta llamada Tierra, y entonces decidió crear a la humanidad, esos seres absurdos, egoístas, ignorantes, hipócritas y despreciables a quienes mi padre amo más que a todos nosotros, más que a mí. Era su capricho y, ¿quién le dice que no al Gran Creador?, no pensamos lo lejos que llegaría con aquel absurdo.
Una vez creados sus muñequitos de barro (Adán y Eva), mi padre me llamó, necesitaba hablarme sobre su juguete nuevo, estaba satisfecho con su invento, eran algo torpes pero era normal, tampoco es que fueran brillantes pero eran curiosamente obedientes, entonces yo pregunté lo que nadie se atrevía a preguntar pero que todos queríamos saber.
-Padre, dime, ¿has creado a esa extraña raza a la que llamas humana para servirnos?, ¿cuál es el punto de su existencia.
Mi padre me miró con esa mirada que en otro tiempo me había parecido tierna y dulce, como cuando miras a un niño que dice incoherencias nacidas de su tierna ignorancia, lo que yo ignoraba era que esa, sería la última vez que mi padre me miraría así, o peor, que me miraría siquiera.
-No, Samael, no, he creado a estos seres para que ustedes, mis amados ángeles, les sirvan, ustedes me conocen mejor que nadie porque me han visto, porque nacieron de mí y existen por y para mí, ustedes serán los guías de mis creaciones, guardianes y consejeros...una compañía, un alma amiga.
Yo no podía creer lo que escuchaba, no podía ser cierto, mi padre pretendía que nosotros...que yo...me rebajara a ser el sirviente de un ser que ignoraba hasta su propia identidad...eso no era posible, ¿cómo podía creer yo que mi padre esperara que sus hijos se conviertieran en las mascotas de los seres más estúpidos, ignorantes y burdos que existirían?, no, no había manera de que yo me dejara subyugar de esa forma.
Le plantee a mi padre mis objeciones sobre el particular pero él insistía en que para eso habíamos nacido, pero se equivocaba, porque sí, a pesar de lo que te han dicho toda tu vida, Dios sí se equivoca y su primer error fue tratarme como un sirviente cuando yo era un príncipe. Enfurecido, inicié una rebelión, porque claro, no era el único que no estaba dispuesto a soportar semejante humillación, esto no le sentó bien a mi padre y antes de que lograra mi cometido, que básicamente era destronarlo y tomar el mando, envió al más servil, rastrero y estúpido de mis hermanos a exterminarme, naturalmente no lo logró pero mi padre, para cubrir su vergüenza por haber intentado matar a uno de sus hijos, me pidió que me rindiera, que suplicara perdón y que mis "pecados" serían olvidados, pero no, jamás pediría perdón por haber peleado por defender mi dignidad, mi ser, jamás. Así que fuí desterrado, fuí arrojado de la Ciudad de Plata a un lugar donde no había nada, ni luz, ni sombras, nada...
Cuando el shock inicial pasó, la ira tomó el lugar de la tristeza y la rabia se convirtió en mi combustible, de mis manos llenas de la sangre de mis traidores hermanos empezaron a salir ríos de fuego intenso y abrasador, mis ojos antes llenos de lágrimas se apagaron y en su lugar quedaron sólo un par de agujeros negros sin vida, sin color, sin alma y las lágrimas, las lágrimas se convirtieron en cascadas de sangre caliente y mi cuerpo...ardió en medio de mi ira y mi furia y fue así como nació lo que ahora llamamos infierno, me condenaron a permanecer en ese lugar preso de mi propia alma en llamas, con lo que mi padre no contaba es que él mismo me daría la llave de salida.
¿Quieres saber más?, acércate, dime lo que más deseas y podremos conversar...