ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤWαnted deαd or αlıve﹣ Bon Jovı

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Tenía la firme intención de escribir acerca de Jody, Alex y Patience.... Tenía la esperanza de que eso me ayudara a superarlo... Pero lo cierto es que no me veo con fuerzas para ponerlo por escrito, para hacerlo tan definitivo.
De modo que ya que he encontrado un momento de relativa paz... Y siendo que al parecer este diario se ha convertido en libro de despedidas, creo que debería contaros como fue aquella primera perdida, la que, estoy segura, desencadenó toda esta locura. Él, más que nadie merece su lugar aquí, para no ser olvidado cuando sea yo quien muera. Hecho que, ahora tengo claro, que ocurrirá tarde o temprano.

En fin, esta es mi visión de lo que ocurrió:


Dean Winchester. No, no podía ser cierto. Jodie tenía que estar equivocada. ¿Cómo iba a ser verdad? ¿Cómo iba a morir Dean así? Habían superado demasiadas cosas. Habían salvado el mundo sin que nadie fuera consciente de ello, demasiadas veces. Si, habían sufrido. Como nadie. Pero joder, los Winchester estaban hechos de otra pasta. No eran humanos, no humanos corrientes al menos. Habían engañado, apostado, lidiado, negociado y esquivado a la muerte de todas las formas posibles.
De modo que no. No podía creerme que el mayor de los hermanos hubiera encontrado su final. El definitivo. No de ese modo, y no tan pronto. Pero… ¿cómo era posible que Jodie estuviera equivocada? Aquello no era como un malentendido normal.
En aquel momento, recostada sobre el capó de mi coche, en mitad de un campo, acompañada únicamente por el sonido de los grillos, y con un cielo completamente despejado y lleno de estrellas encima de mi, simplemente no podía aceptar que fuera verdad. Si hubiera muerto, el mundo no podría seguir tan quieto, tan apacible.
Mi mano derecha daba vueltas al móvil. Si lo desbloqueaba, en la pantalla iluminada se podía leer directamente el número y el nombre de Sam. Había decidido llamarlo unas veinte veces desde que había colgado a mi madre. Y había decidido no hacerlo, el mismo número.
Si aquello no era un mal sueño, suponía que Sam no estaría como para llamadas. Y si realmente era todo una pesadilla, ¿para qué iba a molestarlos de madrugada?
De nuevo mi dedo pulgar acaricia la pantalla y esta revive. Convirtiéndose en la única luz en muchos kilómetros a la redonda y esperando la decisión en la vigésimo primera oportunidad. Esa vez no vuelvo a bloquear el aparato. Presiono encima del número y me llevo el móvil al oído.
Espero un tono, dos, tres… Alguien descuelga, y durante un segundo la línea conserva el silencio hasta que soy yo quien lo rompe.

— ¿Sam? —

Agradecía que la carretera estuviera despejada. Eso hacía más sencillo ver a través de las lágrimas. No, no eran lágrimas de pena, eran de enfado, de una ira que pugnaba por salir a oleadas desde lo más hondo de mi pecho y ante la imposibilidad de hacerlo se convertían en lágrimas.
La conversación no había durado demasiado. No había mucho que decir. Y tampoco es que yo me caracterizara por mi don de la palabra. ¿Qué a donde me dirigía? No es algo que hubiera decidido. No tenía un destino fijo. No tenía ningún trabajo, ningún lugar al que acudir. Podría ir a casa de Jodie, seguramente Alex estaría allí al enterarse de la noticia.


Pero no me parecía una opción que pudiera aceptar en ese momento. No cuando ambas mujeres tratarían de consolarse con palabras vacías, con clichés que a nadie le servían nunca para nada. No. Yo estaba demasiado enfadada como para soportar aquello. Porque aquella primera persona en quien había confiado después de que mi vida se fuera a la mierda, quien me había tendido siempre una mano de ayuda, aquel que nunca había faltado a su palabra de estar ahí para mi, a pesar de haberle apuntado con una pistola, haberle tendido una emboscada, y llenarlo de desprecios con mi mal talante de adolescente rebelde y dolida. Mi primer "amigo" en ese mundo de mierda en el que vivía ahora, se había ido, ya no estaba.


Irónicamente quien me hubiera entendido, quien hubiera comprendido mi humor de mierda, la rabia y aquella ira que tapaba la tristeza o el duelo, era justo él. Yo no era, no soy, como Jodie, Alex o Sam. Apenas podía mantenerme en un buen día, de modo que no iba meterme en aquella casa donde tendría que tragarme todo aquello y poner buena cara.

En lugar de eso hice recuento mental de todo de cuanto disponía y que estaba guardado en el maletero del coche.
No tenía alcohol, pero en su defecto había dos machetes, pistolas y escopetas de sal.
Tan solo necesitaba algo a lo que decapitar.
Y con aquella resolución y los ojos ya secos, mi pie se hundió en el acelerador, mientras tras darle al "play" del reproductor "Wanted dead or alive" llenó el silencio.