Largos días habían pasado desde que Reena le informó que habían sido invitados a la Gala del Primer Aniversario de FicRol.
FicRol podría considerarse como su hogar, el lugar en el que sus caminos se habían unido más que nunca, el lugar en el que se dieron su primer beso, el lugar en el que pasaron su primera noche juntos, y el lugar que les había unido para siempre.
El Rey Mazoku sabía que los aniversarios solían ser algo importante para los humanos; sin embargo, para él, no significaban nada... Cuando eres inmortal y tienes más de mil años, un año más, un aniversario, no es más que un pestañeo. O, quizá habría que decir que el tiempo para él no había significado nada hasta que conoció a Reena.
Xellos no le temía a nada ni a nadie, sin embargo, por primera vez en su vida temía a algo: al desgaste que el tiempo causaba en los humanos. De hecho, no estaba dispuesto a permitir que fuera el paso del tiempo el que le arrancara a Reena de su vida y fue, desde ese momento, en que empezó a valorar y respetar el tiempo.
La ilusión que aquella Gala de Aniversario causaba en Reena, era lo que le había empujado a decidir acompañarla. Quería estar con ella, verla feliz y disfrutar junto a ella de cada instante.
Las galas de los humanos no eran su lugar favorito. De hecho, aunque su misión fuera salvar su mundo del crudo y letal azote que supondría Abismo, no sentía especial simpatía por los humanos, salvo contadas excepciones. Veía en la mayoría de seres humanos la maldad y la hipocresía en su máximo esplendor y, después, el ser humano acusaba de maldad a los Mazokus de su mundo, cuando ellos realmente buscaban la paz, paz que perturbaban los humanos con sus guerras, paz que les fue arrebatada a los Mazokus cuando les sacaron del Mar del Caos, el hogar perfecto para los Mazokus... Aunque esto último no era del todo cierto. Xellos tuvo que morir para descubrir que Dioses y Demonios habían mentido para justificar sus eternas guerras. Ni Dioses ni Demonios eran pura bondad o pura maldad, eran egoístas en sus propios intereses.
Xellos soltó un suspiro.
Delante de un espejo, terminó de ajustar la corbata y pasó las manos por su americana negra eliminando cualquier arruga. Estaba listo para asistir con Reena a aquel evento.
Solo unas horas después Reena y él ya se encontraban al inicio de aquella gala, y unos minutos más tarde, el Mazoku se encontraba caminando por una alfombra roja rodeada de fotógrafos.
Caminaba seguro y orgulloso, con la barbilla sutilmente elevada aunque sin mostrarse arrogante.
Algo le decía que aquella noche, que celebraría junto a la mujer de su vida, iba a ser una de las noches más especiales de toda su existencia, una noche en la que el pasado y el presente se unirían y se reforzarían mutuamente para brillar con fuerza y llevarles al futuro juntos que tanto ansiaban alcanzar.