Un aniversario es siempre algo que celebrar, algo que festejar. Y aquel año se cumplía un año desde la creación de un selecto grupo, una afiliación de élite conocida como FicRol. No hacía demasiado que la heredera de la casa Targaryen pertenecía a dicha organización, lo cierto es que aunque habia tenido su plaza reservada en esta prestigiosa entidad desde hacia un año, los compromisos de la princesa Targaryen y futura reina de los Siete Reinos la habían tenido algo atareada. No habia sido hasta hacía cinco meses atrás que Daenerys de la Tormenta habia podido, al fin, aceptar el puesto de élite entre los eruditos y atrevidos personajes de FicRol. 

Ahora, un año después, Daenerys de la Tormenta, la Madre de Dragones, Rompedora de Cadenas, habia recibido una exclusiva invitación que, de no ser aceptara podría poner en entredicho su credibilidad como monarca. 

-Si vuestros súbditos no pueden confiar en que aceptareis una invitación que podría conformaros alianzas, pronto se preguntarán en qué más no pueden fiarse de vos, alteza… 

Esas habían sido las palabras de Tyrion Lannister y, la verdad era que tenia razón. Del mismo modo, aunque nadie le decía a un dragón, y mucho menos a un Targaryen, qué era lo que tenia que hacer, Daenerys decidió aceptar aquella sugerencia de uno de sus consejeros más cercanos. Habia dispuesto todo y dejado sus asuntos en orden en Rocadragón. No podía dejar pendiente un asunto tan crucial como recuperar el trono de su padre, eso era verdad, pero imaginaba nadie osaría a recriminarle nada a alguien que poseía tres dragones. Los últimos tres dragones que el mundo conocería. 

Una vez adecuadamente vestida, la princesa Targaryen, la heredera de Aerys. Habia subido a lomos de su dragón más predilecto. Drogon. Un precioso espécimen de color negro. Una criatura que, a pesar de su naturaleza salvaje y solitaria nunca se habia apartado del lado de la Reina Targaryen, su madre. Y nunca le habia fallado, ni siquiera en los momentos de mayor necesidad. 

Drogon alzó el vuelo y pronto lo siguieron Rhaegal y Viseryon, esos dragones cuyos nombres habia elegido a partir de los nombres de sus propios hermanos ya desaparecidos. 

Hacía ya unos dias que su flota, su ejercito privado ya habia partido en una orgullosa flota de cerca de medio centenar de naves. Era la Madre de Dragones, si, pero no era estúpida, su seguridad era importante.

El aire azotaba la cara de la heredera de cabellos platino, pero su mirada estaba centrada en el frente, allende el horizonte, como si desde su posición en las alturas ya fuera capaz de ver el lugar donde se llevaba a cabo aquella prestigiosa reunión: la Gala de Aniversario de FicRol. 


Varias horas de vuelo habían separado a Daenerys Targaryen del orgulloso edificio erigido de tal forma que casi parecía rozar las nubes, el faro de FicRol. Desde las alturas, Daenerys pudo comprobar como los asistentes ya caminaban por la elegante alfombra roja. Asi que ella lo hizo tambien. Y, mientras Rhaegal y Viseryon se encaramaron con sus garras a la fachada del edificio protegiendo el descenso de su madre, Drogon posó sus enormes patas en el centro de la alfombra roja obligando a algunos asistentes a apartarse por temor a ser golpeados por aquellas enormes alas oscuras.

Una vez que el dragón pisó suelo firme, ladeó el lomo para que su jinete pudiera descender sin peligro alguno de su montura desnuda. Daenerys habia oído relatos de cómo sus antepasados habían cabalgado a aquellas criaturas en cómodas sillas de piel y cuero. Ella… Nunca habia tenido la suerte de encontrar a nadie capaz de confeccionarle una silla para su majestuosa montura. De modo que, desde su primer vuelo a lomos de Drogon, lo habia hecho sobre sus escapas desnudas.

 

Las botas de la Reina Targaryen pisaron la alfombra roja. Y mientras caminaba deslizaba su mano por las escamas oscuras del cuello de su dragón el cual emitió un ligero gorjeo. La reina siguió caminando y pronto las alas del poderoso dragón, las cuales la habían protegido se apartaron para descubrir a la reina Targaryen caminando orgullosa por la alfombra. Inmediatamente desde las espaldas de Drogon docenas de soldados: inmaculados, dothraki y los Segundos Hijos caminaban protegiendo las espaldas de su reina, conformando un sequito que haría pensarse a cualquiera dos veces cualquier intento de acercarse a la reina con otras intenciones que no fueran la mera cordialidad.