• Phillip Crane

    Estimado Lord Crane

    Debo serla sincera, no esperaba en absoluto que me regalase nada.
    Le doy mis más sinceras gracias por la flor prensada, su esposa tenía muy buen gusto.
    Es preciosa.

    Si me lo permite, como sabe soy muy buena amiga de su prima. Penélope Bridgerton, con su permiso me gustaría entregarle la flor prensada.
    Estoy segura de que la gustaría tener algo que siempre le recordará a su prima.

    Sin embargo, no pude evitar fijarme en su habilidad con la nomenclatura en latín de la flor.

    ¿Acaso mi lord es usted botánico?.

    Afectuosamente,

    Eloise Bridgerton
    [LordCrane] Estimado Lord Crane Debo serla sincera, no esperaba en absoluto que me regalase nada. Le doy mis más sinceras gracias por la flor prensada, su esposa tenía muy buen gusto. Es preciosa. Si me lo permite, como sabe soy muy buena amiga de su prima. Penélope Bridgerton, con su permiso me gustaría entregarle la flor prensada. Estoy segura de que la gustaría tener algo que siempre le recordará a su prima. Sin embargo, no pude evitar fijarme en su habilidad con la nomenclatura en latín de la flor. ¿Acaso mi lord es usted botánico?. Afectuosamente, Eloise Bridgerton
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  • « Soy un hombre de hojalata.
    ¿Qué no puedo sentir frío?.

    A ver tócame con las manos desnudas, si se te cae no me culpes. -sorbe el chocolatito, se lo ha regalado una anciana del mundo bajo como recompensa por arreglar el tejado.- »
    « Soy un hombre de hojalata. ¿Qué no puedo sentir frío?. A ver tócame con las manos desnudas, si se te cae no me culpes. -sorbe el chocolatito, se lo ha regalado una anciana del mundo bajo como recompensa por arreglar el tejado.- »
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  • - Unos 27 años complejos. -

    [• Ya habría pasado pasado 9 años desde que habría unido al ejército Ruso, no le gustaba, pero tampoco no tenía donde ir. Era su hogar y su propósito, ahí estaban aquellos que eran sus amigos, su lugar de entrenamiento y su razón de vivir. Pero llegó una ventida fecha. Un 7 de octubre de 2017.

    Tras ser enviado por una incurcion por una zona bastante cálida contra, para no decir que estábamos llendo a la garganta del lobo llamado Estados Unidos.

    Tras llegar con su pelotón al norte-esre de Rusia, una zona fría y la nieve tan alta que llega hasta sus rodillas, dónde al llegar hasta un pueblo abandonado, habrían puesto su zona de control para el movimiento de vehículos aerios y a su vez siendo un campamento, hospital y base de operaciones.
    Recordaba cuando tomaron cerveza y vodka algunos, otros disfrutando comidas deliciosas que consiguieron los cazadores.
    Todo era risas y comodidad, hasta que llegó la atardecer.
    Koroved estaba sentado, limpiando y secando su RPK, hasta que escucho dos detonaciones y luego una luz brillante.
    Al ver el cielo, estaría iluminado por dos Bengalas blancas.

    Al ver sus compañeros levantarse por la confusión, repentinamente suena una alarma por unos segundos, antes de que callera algo a metros del hombre y luego oscuridad.

    Al levantsrse, este le dolía su cara, su cuerpo y sentía frio.
    Se levanto del suelo y tras pasar una entre unas mallas rotas, vería simplemente fuego, algunos fragmentos blancos en el suelo acompañado con carne cocinada, polvo y fragmentos de ruinas.

    No hubo reacción, solo mantiene una cara sería, pero una vista borrosa pero oscura. No había pensamientos, no había reacción. Solo era una estatua entre personas desesperadas, otros agonizando, pocos moribundos, escasos muertos y algunos desintegrados.

    Otra vez el cielo se ilumina de blanco en sus espaldas. •]





    (Soy tremendo, soy muy loco )
    - Unos 27 años complejos. - [• Ya habría pasado pasado 9 años desde que habría unido al ejército Ruso, no le gustaba, pero tampoco no tenía donde ir. Era su hogar y su propósito, ahí estaban aquellos que eran sus amigos, su lugar de entrenamiento y su razón de vivir. Pero llegó una ventida fecha. Un 7 de octubre de 2017. Tras ser enviado por una incurcion por una zona bastante cálida contra, para no decir que estábamos llendo a la garganta del lobo llamado Estados Unidos. Tras llegar con su pelotón al norte-esre de Rusia, una zona fría y la nieve tan alta que llega hasta sus rodillas, dónde al llegar hasta un pueblo abandonado, habrían puesto su zona de control para el movimiento de vehículos aerios y a su vez siendo un campamento, hospital y base de operaciones. Recordaba cuando tomaron cerveza y vodka algunos, otros disfrutando comidas deliciosas que consiguieron los cazadores. Todo era risas y comodidad, hasta que llegó la atardecer. Koroved estaba sentado, limpiando y secando su RPK, hasta que escucho dos detonaciones y luego una luz brillante. Al ver el cielo, estaría iluminado por dos Bengalas blancas. Al ver sus compañeros levantarse por la confusión, repentinamente suena una alarma por unos segundos, antes de que callera algo a metros del hombre y luego oscuridad. Al levantsrse, este le dolía su cara, su cuerpo y sentía frio. Se levanto del suelo y tras pasar una entre unas mallas rotas, vería simplemente fuego, algunos fragmentos blancos en el suelo acompañado con carne cocinada, polvo y fragmentos de ruinas. No hubo reacción, solo mantiene una cara sería, pero una vista borrosa pero oscura. No había pensamientos, no había reacción. Solo era una estatua entre personas desesperadas, otros agonizando, pocos moribundos, escasos muertos y algunos desintegrados. Otra vez el cielo se ilumina de blanco en sus espaldas. •] (Soy tremendo, soy muy loco 🗣️)
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  • ¿Cómo se convierte uno en una muñeca?

    Para empezar, dejemos en claro un dato, la historia se sitúa durante la Revolución Industrial en 1765.
    Cuando muchos barcos llegaban con mercancía, también llegaban con todo tipo de estafadores y calaña que huía de sus lugares natales.

    Entre ellos, un brujo que era muy amable decir que condenó a todo un pueblo al invocar maldiciones, fantasmas y uno que otro demonio por accidente.

    Buscando hacerse de dinero, comenzó a estafar personas ahora en Londres, teniendo su pequeño lugar a un costado del Rio Támesis.

    Ahi, le pidieron una noche llamar a los muertos, más especifico, al fantasma de una señora para que les dijera dónde había dejado su herencia.

    Pero...en lugar de atraer a la anciana que ya estaba descansando en paz, Alice entró a aquella muñeca, la cual apenas revivió, todo lo que hizo fue llorar y reducir todo el lugar a cenizas por su confusión al no poder creer que había muerto.

    La muñeca, fue metida en una caja y regalada, usada como una peculiar maldición, una peculiar "bomba de tiempo" que incendiaba todo lugar en donde era dejada.

    Así, causando al menos 10 incendios en casas hasta que alguien aseguró que era ella y la metieron en una caldera, donde no podía quemar a nadie más.

    ¿Pero cómo llegó a manos del titiritero?

    ¿Cómo se convierte uno en una muñeca? Para empezar, dejemos en claro un dato, la historia se sitúa durante la Revolución Industrial en 1765. Cuando muchos barcos llegaban con mercancía, también llegaban con todo tipo de estafadores y calaña que huía de sus lugares natales. Entre ellos, un brujo que era muy amable decir que condenó a todo un pueblo al invocar maldiciones, fantasmas y uno que otro demonio por accidente. Buscando hacerse de dinero, comenzó a estafar personas ahora en Londres, teniendo su pequeño lugar a un costado del Rio Támesis. Ahi, le pidieron una noche llamar a los muertos, más especifico, al fantasma de una señora para que les dijera dónde había dejado su herencia. Pero...en lugar de atraer a la anciana que ya estaba descansando en paz, Alice entró a aquella muñeca, la cual apenas revivió, todo lo que hizo fue llorar y reducir todo el lugar a cenizas por su confusión al no poder creer que había muerto. La muñeca, fue metida en una caja y regalada, usada como una peculiar maldición, una peculiar "bomba de tiempo" que incendiaba todo lugar en donde era dejada. Así, causando al menos 10 incendios en casas hasta que alguien aseguró que era ella y la metieron en una caldera, donde no podía quemar a nadie más. ¿Pero cómo llegó a manos del titiritero?
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  • Tan lindo que es Flippy que me ha regalado una rosa y terminamos dándonos un abrazo.
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  • Buscó por cada rincón de las galaxias sin éxito. Era insoportable dejarla atrás, sobre todo cuando cada cosa que veía le recordaba a ella

    — ¿Me... me abandonó? — Susurró, un susurro tan real, sin el filo ni la euforia forzada. El vacío en su pecho ardía más que nunca, una herida que parecía ensancharse con cada aliento.

    Un pánico ciego y furioso se apoderó de Baelz. La dependencia que había sembrado en ella floreció en una rabia que no era libre, se sentía usada, como un juguete desechado, que ya no era tan divertido

    —¡Lo prometiste! — Gritó con todas sus fuerzas, pero el eco la devolvió a su realidad. Estaba sola, más sola que nunca.

    Baelz se desplomó de rodillas. Ya no había a donde correr ni a quién gritar. Dejó salir todo lo que sentía, dejando que el vacío en su pecho se manifestara como una agonía física insoportable.

    ¿Así se sentía llorar por amor? se preguntó, mientras reía por lo ingenua que había sido
    Buscó por cada rincón de las galaxias sin éxito. Era insoportable dejarla atrás, sobre todo cuando cada cosa que veía le recordaba a ella — ¿Me... me abandonó? — Susurró, un susurro tan real, sin el filo ni la euforia forzada. El vacío en su pecho ardía más que nunca, una herida que parecía ensancharse con cada aliento. Un pánico ciego y furioso se apoderó de Baelz. La dependencia que había sembrado en ella floreció en una rabia que no era libre, se sentía usada, como un juguete desechado, que ya no era tan divertido —¡Lo prometiste! — Gritó con todas sus fuerzas, pero el eco la devolvió a su realidad. Estaba sola, más sola que nunca. Baelz se desplomó de rodillas. Ya no había a donde correr ni a quién gritar. Dejó salir todo lo que sentía, dejando que el vacío en su pecho se manifestara como una agonía física insoportable. ¿Así se sentía llorar por amor? se preguntó, mientras reía por lo ingenua que había sido
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    La guerra que no era mía

    La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño.
    La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz.
    Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés,
    como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía.

    Cuando por fin me duermo, caigo.


    ---

    La visión

    Soy un hombre.
    Un soldado.
    Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil.
    Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota.

    El campo de batalla es un cementerio abierto:
    mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla.
    No queda nadie.
    Ni un gemido.
    Ni un dios que escuche.

    Mis piernas tiemblan.
    Estoy herido, muy herido.
    Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate.
    Un helicóptero…
    Una bengala…
    Una voz amiga…

    Pero sólo llega ella.
    La Sombra.

    No camina: se desliza,
    como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez.
    Se detiene frente a mí y siento que me mira.
    Que ya me conoce.
    Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera.

    No habla, pero me entiende.
    No toca, pero me posee.

    Y empiezo a desaparecer.

    Su oscuridad me trepa por los brazos,
    me envuelve el cuello,
    me llena los pulmones con un silencio perfecto.
    No hay dolor.
    No hay miedo.
    Sólo una rendición dulce, inevitable.

    Cuando la Sombra me consume por completo,
    despierto.


    ---

    El despertar

    Me incorporo de golpe, jadeando.
    La habitación está igual de oscura que la noche anterior…
    pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz.
    Una calma que no debería existir después de algo así.
    Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.”

    Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa.
    La luna menguante se cuela por la ventana,
    clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho,
    como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce.

    Cierro los ojos.
    Y esta vez, duermo como un bebé.

    La noche me abraza.
    La Sombra también.
    Y por primera vez… no me siento sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La guerra que no era mía La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño. La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz. Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés, como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía. Cuando por fin me duermo, caigo. --- La visión Soy un hombre. Un soldado. Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil. Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota. El campo de batalla es un cementerio abierto: mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla. No queda nadie. Ni un gemido. Ni un dios que escuche. Mis piernas tiemblan. Estoy herido, muy herido. Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate. Un helicóptero… Una bengala… Una voz amiga… Pero sólo llega ella. La Sombra. No camina: se desliza, como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez. Se detiene frente a mí y siento que me mira. Que ya me conoce. Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera. No habla, pero me entiende. No toca, pero me posee. Y empiezo a desaparecer. Su oscuridad me trepa por los brazos, me envuelve el cuello, me llena los pulmones con un silencio perfecto. No hay dolor. No hay miedo. Sólo una rendición dulce, inevitable. Cuando la Sombra me consume por completo, despierto. --- El despertar Me incorporo de golpe, jadeando. La habitación está igual de oscura que la noche anterior… pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz. Una calma que no debería existir después de algo así. Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.” Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa. La luna menguante se cuela por la ventana, clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho, como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce. Cierro los ojos. Y esta vez, duermo como un bebé. La noche me abraza. La Sombra también. Y por primera vez… no me siento sola.
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    La guerra que no era mía

    La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño.
    La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz.
    Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés,
    como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía.

    Cuando por fin me duermo, caigo.


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    La visión

    Soy un hombre.
    Un soldado.
    Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil.
    Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota.

    El campo de batalla es un cementerio abierto:
    mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla.
    No queda nadie.
    Ni un gemido.
    Ni un dios que escuche.

    Mis piernas tiemblan.
    Estoy herido, muy herido.
    Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate.
    Un helicóptero…
    Una bengala…
    Una voz amiga…

    Pero sólo llega ella.
    La Sombra.

    No camina: se desliza,
    como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez.
    Se detiene frente a mí y siento que me mira.
    Que ya me conoce.
    Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera.

    No habla, pero me entiende.
    No toca, pero me posee.

    Y empiezo a desaparecer.

    Su oscuridad me trepa por los brazos,
    me envuelve el cuello,
    me llena los pulmones con un silencio perfecto.
    No hay dolor.
    No hay miedo.
    Sólo una rendición dulce, inevitable.

    Cuando la Sombra me consume por completo,
    despierto.


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    El despertar

    Me incorporo de golpe, jadeando.
    La habitación está igual de oscura que la noche anterior…
    pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz.
    Una calma que no debería existir después de algo así.
    Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.”

    Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa.
    La luna menguante se cuela por la ventana,
    clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho,
    como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce.

    Cierro los ojos.
    Y esta vez, duermo como un bebé.

    La noche me abraza.
    La Sombra también.
    Y por primera vez… no me siento sola.
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    La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño.
    La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz.
    Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés,
    como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía.

    Cuando por fin me duermo, caigo.


    ---

    La visión

    Soy un hombre.
    Un soldado.
    Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil.
    Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota.

    El campo de batalla es un cementerio abierto:
    mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla.
    No queda nadie.
    Ni un gemido.
    Ni un dios que escuche.

    Mis piernas tiemblan.
    Estoy herido, muy herido.
    Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate.
    Un helicóptero…
    Una bengala…
    Una voz amiga…

    Pero sólo llega ella.
    La Sombra.

    No camina: se desliza,
    como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez.
    Se detiene frente a mí y siento que me mira.
    Que ya me conoce.
    Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera.

    No habla, pero me entiende.
    No toca, pero me posee.

    Y empiezo a desaparecer.

    Su oscuridad me trepa por los brazos,
    me envuelve el cuello,
    me llena los pulmones con un silencio perfecto.
    No hay dolor.
    No hay miedo.
    Sólo una rendición dulce, inevitable.

    Cuando la Sombra me consume por completo,
    despierto.


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    El despertar

    Me incorporo de golpe, jadeando.
    La habitación está igual de oscura que la noche anterior…
    pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz.
    Una calma que no debería existir después de algo así.
    Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.”

    Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa.
    La luna menguante se cuela por la ventana,
    clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho,
    como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce.

    Cierro los ojos.
    Y esta vez, duermo como un bebé.

    La noche me abraza.
    La Sombra también.
    Y por primera vez… no me siento sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La guerra que no era mía La noche siguiente, el silencio del castillo pesa más que el sueño. La luna, tímida, ya menguante, observa desde su herida de luz. Y yo… yo siento en mi pecho algo que late al revés, como si una segunda respiración tratara de acompañar a la mía. Cuando por fin me duermo, caigo. --- La visión Soy un hombre. Un soldado. Llevo un uniforme que no conozco, pero mis manos —grandes, ásperas, ajenas— saben cómo sostener el fusil. Huele a sangre seca. A tierra quemada. A derrota. El campo de batalla es un cementerio abierto: mis aliados yacen rotos, desparramados entre barro y metralla. No queda nadie. Ni un gemido. Ni un dios que escuche. Mis piernas tiemblan. Estoy herido, muy herido. Me arrodillo esperando el sonido lejano de un rescate. Un helicóptero… Una bengala… Una voz amiga… Pero sólo llega ella. La Sombra. No camina: se desliza, como si el suelo fuera un espejo que la refleja y la arrastra a la vez. Se detiene frente a mí y siento que me mira. Que ya me conoce. Que me ha estado esperando desde antes de que yo existiera. No habla, pero me entiende. No toca, pero me posee. Y empiezo a desaparecer. Su oscuridad me trepa por los brazos, me envuelve el cuello, me llena los pulmones con un silencio perfecto. No hay dolor. No hay miedo. Sólo una rendición dulce, inevitable. Cuando la Sombra me consume por completo, despierto. --- El despertar Me incorporo de golpe, jadeando. La habitación está igual de oscura que la noche anterior… pero dentro de mí, inexplicablemente, hay paz. Una calma que no debería existir después de algo así. Una certeza muda: “No era un enemigo… era un regreso.” Me acomodo entre las sábanas, aún temblorosa. La luna menguante se cuela por la ventana, clavando un rayo fino y plateado sobre mi pecho, como si marcara allí un símbolo que sólo ella reconoce. Cierro los ojos. Y esta vez, duermo como un bebé. La noche me abraza. La Sombra también. Y por primera vez… no me siento sola.
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  • Meow...* esta comiendo un pay de manzana que le regalaron, después de apartar para su esposo y hijo también *
    Meow...* esta comiendo un pay de manzana que le regalaron, después de apartar para su esposo y hijo también *
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  • ☞Aprende a regalar tu ausencia a quien no valora tu presencia. ☜
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