Ser Alfa no es solo una etiqueta que uno arrastra por orgullo. Es una forma de mirar el mundo, de sostenerlo, incluso cuando duele. Desde que tengo memoria, mi vida ha girado en torno al control. Control emocional. Control físico. Control mental. Lo aprendí en casa, donde la vulnerabilidad es una grieta que no nos podemos permitir, desde que mi padre nos abandonó.

Lo perfeccioné en cada escenario, en cada trabajo, en cada silencio que guardo cuando hubiera querido gritar. Porque ser Alfa significa estar al mando, incluso cuando mi mundo parece venirse abajo.

Desde hace cinco años, mi rutina es inquebrantable: tres trabajos para pagar facturas, estudios de Artes Escénicas que me exigen el máximo rendimiento, y una madre a la que cuido desde que su mente comenzó a olvidarse de sí misma. Nunca he tenido tiempo para dudar. Ni para llorar. Ni para detenerme.

Y por si fuera poco, cada noche, desde mi "despertar" hace 5 años, por herencia paterna, cargo con Aegir, mi alter ego íncubo. Una parte de mí que no pedí, pero que despierta con hambre de emociones, de contacto, de pulsos ajenos. Una dualidad que no todos entienden. Que yo mismo a veces no comprendo. Hay noches en las que no duermo, porque siento que si me relajo, él tomará el control. Otras, lo he dejado salir, solo un poco… y después me he culpado por ello.

Por eso nunca me permití el lujo de pensar en el amor. Porque el amor no se puede gestionar. No se puede vigilar. No se puede encerrar.

Hasta que conocí a Winter.

No fue un impacto inmediato. Fue algo más silencioso. Como si sin darse cuenta, ella empezara a moldear los bordes de mi carácter con cada conversación. Con cada forma suya de mirar, sin juzgar. Con cada gesto amable que desarmaba mi defensa más arraigada.

Con ella, me descubro dudando por primera vez… pero no de ella, sino de mí. ¿Podré abrir el pecho sin que todo lo que guardo dentro se desborde y la arrastre?

Nunca fui blando. Nunca me mostré frágil. Nunca bajé la guardia.

Con ella, no tengo que hacerlo. Y eso, para alguien como yo, lo cambia todo.

No sé si soy lo suficientemente bueno para ella.

Pero sé que quiero intentar brindarle a mi lado la vida feliz que merece.