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Entre el olvido y la memoria, encontramos nuestro verdadero ser.
  • Género Femenino
  • Raza Eidolon
  • Fandom OC
  • Guardian del Olvido
  • Soltero(a)
  • Cumpleaños 1 de noviembre
  • 9 Publicaciones
  • 7 Escenas
  • Se unió en octubre 2023
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  • Categorías de rol
    Acción , Anime & Mangas , Aventura , Comedia , Contemporáneo , Drama , Romance , Slice of Life , Suspenso
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  • No me busques, pero si me encuentras... Sabrás que era el destino.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || A veces se me olvida que no puedo interactuar tan casualmente con este pj. -Se muerde la mano-(??
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  • No todos pueden verme. Y aquel que lo logra, rara vez me recuerda.
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  • Iona, conocida entre unos pocos como Lepus, es una entidad mística que elige cuándo y cómo revelarse a los humanos. Habita en la ciudad moderna, oculta entre la multitud, pero su verdadera naturaleza solo es perceptible bajo condiciones muy particulares. Existen varias formas en las que alguien puede verla o interactuar con ella:

    1. Cuando ella lo decide: Iona controla cuándo desea ser vista. Si decide mostrarse, lo hará con intención, permitiendo que una persona la perciba. Sin embargo, su presencia no es fácil de retener en la memoria: aquellos que la ven suelen olvidarla poco después, como si su mente se negase a reconocer lo sobrenatural de su existencia.

    2. Buscando sus servicios: Hay quienes, sin saber cómo, encuentran el camino hacia su tienda de flores, atraídos por la necesidad de olvidar algo: un recuerdo doloroso, un secreto imposible de cargar, o la esperanza de liberarse de un pasado que los atormenta. Estas personas no saben conscientemente que buscan a Iona, pero el destino parece guiarlos hasta su puerta. Al cruzar el umbral de su tienda, sienten una extraña familiaridad, aunque el cómo llegaron hasta allí se disuelve en un vacío de memoria.

    3. Iona te encuentra: En ocasiones, Iona misma toma la iniciativa. Si su papel como guardiana del olvido es necesario, puede aparecer en la vida de alguien sin previo aviso. A veces lo hace a través de sutiles señales, otras, de manera más directa. Su llegada puede manifestarse en sueños o en momentos de confusión, dejando una huella difícil de definir pero imposible de ignorar.

    4. A través de un ritual: Solo aquellos que conocen el verdadero nombre de Iona y los secretos de la constelación Lepus pueden invocarla mediante un ritual esotérico. Este ritual requiere precisión y ciertos objetos específicos, como una máscara de conejo, para llamarla. Si la invocación es realizada correctamente, Iona siempre aparece. Sin embargo, sus servicios como guardiana del olvido tienen un precio, aunque este no siempre es de naturaleza tangible.

    Independientemente de cómo ocurra el encuentro, Iona siempre es la que tiene el control. La mayoría de las personas que interactúan con ella no son plenamente conscientes de su naturaleza ni del impacto que tiene en sus vidas, y cuando el trabajo de Iona concluye, el olvido vuelve a sellar la experiencia, tal y como ella lo prefiere.
    Iona, conocida entre unos pocos como Lepus, es una entidad mística que elige cuándo y cómo revelarse a los humanos. Habita en la ciudad moderna, oculta entre la multitud, pero su verdadera naturaleza solo es perceptible bajo condiciones muy particulares. Existen varias formas en las que alguien puede verla o interactuar con ella: 1. Cuando ella lo decide: Iona controla cuándo desea ser vista. Si decide mostrarse, lo hará con intención, permitiendo que una persona la perciba. Sin embargo, su presencia no es fácil de retener en la memoria: aquellos que la ven suelen olvidarla poco después, como si su mente se negase a reconocer lo sobrenatural de su existencia. 2. Buscando sus servicios: Hay quienes, sin saber cómo, encuentran el camino hacia su tienda de flores, atraídos por la necesidad de olvidar algo: un recuerdo doloroso, un secreto imposible de cargar, o la esperanza de liberarse de un pasado que los atormenta. Estas personas no saben conscientemente que buscan a Iona, pero el destino parece guiarlos hasta su puerta. Al cruzar el umbral de su tienda, sienten una extraña familiaridad, aunque el cómo llegaron hasta allí se disuelve en un vacío de memoria. 3. Iona te encuentra: En ocasiones, Iona misma toma la iniciativa. Si su papel como guardiana del olvido es necesario, puede aparecer en la vida de alguien sin previo aviso. A veces lo hace a través de sutiles señales, otras, de manera más directa. Su llegada puede manifestarse en sueños o en momentos de confusión, dejando una huella difícil de definir pero imposible de ignorar. 4. A través de un ritual: Solo aquellos que conocen el verdadero nombre de Iona y los secretos de la constelación Lepus pueden invocarla mediante un ritual esotérico. Este ritual requiere precisión y ciertos objetos específicos, como una máscara de conejo, para llamarla. Si la invocación es realizada correctamente, Iona siempre aparece. Sin embargo, sus servicios como guardiana del olvido tienen un precio, aunque este no siempre es de naturaleza tangible. Independientemente de cómo ocurra el encuentro, Iona siempre es la que tiene el control. La mayoría de las personas que interactúan con ella no son plenamente conscientes de su naturaleza ni del impacto que tiene en sus vidas, y cuando el trabajo de Iona concluye, el olvido vuelve a sellar la experiencia, tal y como ella lo prefiere.
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  • Lepus, o mejor dicho, Iona, observaba el reflejo de la luna desde la ventana de su pequeño departamento en la ciudad. La luz plateada iluminaba las orquídeas que tenía cuidadosamente alineadas en el borde de la ventana y su sombra se proyectaba suavemente sobre las paredes llenas de estanterías con libros y objetos místicos. En su mano sostenía la máscara de conejo, su símbolo, y la giraba entre los dedos mientras pensaba.

    La Sociedad de las Luminarias siempre le había parecido un conjunto peculiar de entidades, cada una con sus propias reglas, costumbres, y excentricidades. Iona, había aprendido a mantener cierta distancia de ellos, no por desagrado, sino por la simple y llana extrañeza que le inspiraban.

    — ¿Quién podría ser considerado 'normal' en este grupo?—, se preguntaba mientras recordaba las reuniones donde cada uno de los miembros parecía estar en su propio mundo. Había quienes se presentaban en formas casi humanas, apenas perceptibles en su naturaleza divina, mientras otros preferían apariencias más aterradoras o fantásticas. Uno de ellos, que tenía la costumbre de adornar su cabello con plumas de aves que cambiaban de color con cada amanecer, le hablaba de sus viajes a otros planos como si se tratara de excursiones de un día.

    —¿Y qué hay de aquel que nunca muestra su rostro? La entidad que siempre está envuelta en sombras, su presencia más sentida que vista…—. Iona no sabía si era un efecto deliberado o simplemente su naturaleza, pero cada vez que intentaba recordar cómo lucía, su mente parecía escaparle.

    Había, por supuesto, aquellos que se tomaban demasiado en serio, que veían en la Sociedad un deber solemne, una cruzada contra lo ordinario. A Iona, por otro lado, le causaba gracia cómo algunos hablaban de los humanos como si fueran insectos, mientras otros parecían fascinados por ellos, casi obsesionados con las emociones y costumbres de los mortales.

    Lepus, o Iona, era la que más disfrutaba de ese contraste. Le gustaba vagar entre los humanos, adoptar su forma, perderse en la cotidianidad de sus vidas mientras mantenía sus secretos bajo llave. Pero era imposible negar que, a pesar de lo que pudieran pensar los otros, a ella también le resultaban fascinantes. Sin embargo, las reuniones con los demás Luminarias eran un recordatorio de que el mundo en el que se movía estaba lejos de ser normal, y que cada uno de ellos era una pieza en un rompecabezas que nunca encajaría del todo.

    —Todos son extraños. — pensó con una sonrisa ligera, —pero, ¿acaso yo no lo soy también?—. La máscara de conejo en su mano parecía mirarla de vuelta, como si compartiera el pensamiento. —Después de todo, nadie mejor que yo entiende el encanto de lo inusual.—
    Lepus, o mejor dicho, Iona, observaba el reflejo de la luna desde la ventana de su pequeño departamento en la ciudad. La luz plateada iluminaba las orquídeas que tenía cuidadosamente alineadas en el borde de la ventana y su sombra se proyectaba suavemente sobre las paredes llenas de estanterías con libros y objetos místicos. En su mano sostenía la máscara de conejo, su símbolo, y la giraba entre los dedos mientras pensaba. La Sociedad de las Luminarias siempre le había parecido un conjunto peculiar de entidades, cada una con sus propias reglas, costumbres, y excentricidades. Iona, había aprendido a mantener cierta distancia de ellos, no por desagrado, sino por la simple y llana extrañeza que le inspiraban. — ¿Quién podría ser considerado 'normal' en este grupo?—, se preguntaba mientras recordaba las reuniones donde cada uno de los miembros parecía estar en su propio mundo. Había quienes se presentaban en formas casi humanas, apenas perceptibles en su naturaleza divina, mientras otros preferían apariencias más aterradoras o fantásticas. Uno de ellos, que tenía la costumbre de adornar su cabello con plumas de aves que cambiaban de color con cada amanecer, le hablaba de sus viajes a otros planos como si se tratara de excursiones de un día. —¿Y qué hay de aquel que nunca muestra su rostro? La entidad que siempre está envuelta en sombras, su presencia más sentida que vista…—. Iona no sabía si era un efecto deliberado o simplemente su naturaleza, pero cada vez que intentaba recordar cómo lucía, su mente parecía escaparle. Había, por supuesto, aquellos que se tomaban demasiado en serio, que veían en la Sociedad un deber solemne, una cruzada contra lo ordinario. A Iona, por otro lado, le causaba gracia cómo algunos hablaban de los humanos como si fueran insectos, mientras otros parecían fascinados por ellos, casi obsesionados con las emociones y costumbres de los mortales. Lepus, o Iona, era la que más disfrutaba de ese contraste. Le gustaba vagar entre los humanos, adoptar su forma, perderse en la cotidianidad de sus vidas mientras mantenía sus secretos bajo llave. Pero era imposible negar que, a pesar de lo que pudieran pensar los otros, a ella también le resultaban fascinantes. Sin embargo, las reuniones con los demás Luminarias eran un recordatorio de que el mundo en el que se movía estaba lejos de ser normal, y que cada uno de ellos era una pieza en un rompecabezas que nunca encajaría del todo. —Todos son extraños. — pensó con una sonrisa ligera, —pero, ¿acaso yo no lo soy también?—. La máscara de conejo en su mano parecía mirarla de vuelta, como si compartiera el pensamiento. —Después de todo, nadie mejor que yo entiende el encanto de lo inusual.—
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  • En la penumbra de una luna nueva, cuando las sombras se alargan y el silencio se apodera del mundo, aquellos que buscan la ayuda de Lepus, la enigmática guardiana del olvido, deben seguir un antiguo ritual.

    Primero, encuentra un rincón apartado de la ciudad, un lugar donde la naturaleza aún respire a través de las grietas del concreto. Allí, bajo la noche estrellada, dibuja un círculo con sal negra y coloca en su centro una máscara de conejo hecha de madera tallada. A su alrededor, dispón flores de dahlia negras y blancas, representando la dualidad de la vida y la muerte, y enciende tres velas: una blanca, una negra y una roja.

    Con las velas encendidas, toma un trozo de pergamino y escribe con tinta plateada las palabras: "Lepus, guardiana del olvido, ven a mi llamado". Coloca el pergamino dentro del círculo y, con voz suave pero firme, repite la invocación tres veces.

    Si tu deseo es puro y tu corazón está alineado con las fuerzas del universo, una brisa fría recorrerá el lugar, apagando las velas una a una. Es entonces cuando Lepus aparecerá, envuelta en sombras, con ojos turquesa que brillan como estrellas lejanas. Su deber es eliminar las memorias que deben ser olvidadas, aquellas que pesan sobre el alma y corrompen el espíritu.

    Pero recuerda, su presencia es efímera, y una vez que Lepus cumpla su tarea, las memorias borradas desaparecerán no solo de tu mente, sino de toda existencia con la llegada de los primeros rayos de sol. El precio de su ayuda es el silencio, pues al amanecer, la memoria de su encuentro se desvanecerá como un sueño olvidado. Nunca reveles su intervención, o arriesgarás traer de vuelta aquello que debía ser olvidado.
    En la penumbra de una luna nueva, cuando las sombras se alargan y el silencio se apodera del mundo, aquellos que buscan la ayuda de Lepus, la enigmática guardiana del olvido, deben seguir un antiguo ritual. Primero, encuentra un rincón apartado de la ciudad, un lugar donde la naturaleza aún respire a través de las grietas del concreto. Allí, bajo la noche estrellada, dibuja un círculo con sal negra y coloca en su centro una máscara de conejo hecha de madera tallada. A su alrededor, dispón flores de dahlia negras y blancas, representando la dualidad de la vida y la muerte, y enciende tres velas: una blanca, una negra y una roja. Con las velas encendidas, toma un trozo de pergamino y escribe con tinta plateada las palabras: "Lepus, guardiana del olvido, ven a mi llamado". Coloca el pergamino dentro del círculo y, con voz suave pero firme, repite la invocación tres veces. Si tu deseo es puro y tu corazón está alineado con las fuerzas del universo, una brisa fría recorrerá el lugar, apagando las velas una a una. Es entonces cuando Lepus aparecerá, envuelta en sombras, con ojos turquesa que brillan como estrellas lejanas. Su deber es eliminar las memorias que deben ser olvidadas, aquellas que pesan sobre el alma y corrompen el espíritu. Pero recuerda, su presencia es efímera, y una vez que Lepus cumpla su tarea, las memorias borradas desaparecerán no solo de tu mente, sino de toda existencia con la llegada de los primeros rayos de sol. El precio de su ayuda es el silencio, pues al amanecer, la memoria de su encuentro se desvanecerá como un sueño olvidado. Nunca reveles su intervención, o arriesgarás traer de vuelta aquello que debía ser olvidado.
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