“¿Qué soy? ¿Qué soy? ¡Oh, qué pregunta tan deliciosa! ¿Soy la grieta? ¿Soy el martillo? ¡Soy ambos! ¡Soy ninguno! Soy el viento que arrastra las hojas y las hojas que giran sin descanso, atrapadas en mi danza. ¿Propósito? Ja, ¡propósito es solo un disfraz que os ponéis para ocultar vuestra fragilidad! Yo no tengo cara, no tengo lógica, no tengo sentido… ¡Soy el tamborileo de la lluvia que empieza como un susurro y termina como un estruendo que rasga el cielo! Soy el grito que irrumpe en el silencio y el silencio que devora un clamor entero.

¿Me amas? ¿Me odias? ¿Qué más da? Me buscas. Siempre lo haces. Porque todo lo que tocas, todo lo que haces, es un intento torpe de vestirme con ropajes de control. ¿Tu torre? ¡Mía! ¡Un temblor y se cae! ¿Tu destino? ¡Ja! Te dejo escribirlo para luego borrar cada línea con un manchón de tinta negra. ¡No me llames cruel! No… soy juguetón. Soy caprichosa. Soy la niña eterna que construye y derrumba, que ríe mientras tú lloras y llora mientras tú ríes. ¡Hoy creo! ¡Mañana destruyo! Y ni yo sé qué haré después… ¿No es glorioso?

¡Oh, vosotros! Humanos, dioses, criaturas de barro y ego. ¡Pretenden controlarme! ¡Ja! ¡Idiotas! yo, soy yo, somos lo mismo. Soy caos disfrazado de carne y hueso, de sueños rotos y esperanzas remendadas. Y me llevan dentro. Me esconden tras máscaras de orden que se quiebran con cada carcajada, con cada lágrima. ¡Admitanlo! Los fascino. Porque soy eterna. Soy las estrellas que estallan y los imperios que caen. Soy la chispa que los incendia, el remolino que los traga, la explosión que los libera.

¿Y entonces qué? ¿Me temen? ¿Me odian? ¿O quizá, solo quizá… me aman en secreto? Porque saben que en el fondo, muy en el fondo, ustedes son míos. No lo sé, no lo sé… ¡Pero qué importa! ¡Nada importa! Todo se desmorona, todo arde, todo vuelve a empezar. Y en ese vacío donde se rompen, donde todo se pierde… ahí, ahí, es donde río más fuerte. ¡Ja, ja, ja!”