• -Tras un largo y extraño día, se encierra en su departamente y se tira en el sofá para descansar y, quizás, mirar un poco de televisión.- En esta ciudad hay muchos tipos raros en la calle...
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  • —Hank decidio sentar cabeza,se tomo unas largas vacaciones para estar con su familia y relajarse,para empezar por algo,decidio irse a una discoteca para divertirse,una vez adentro,empezo a beber y a bailar,pero por un malentendido,la seguridad del lugar comenzo a forcejear contra varios encargados de seguridad y finalmente comenzaron a pelear pero entre 6 hombres lograron sacar a Hank y una vez afuera,comenzaron a molerlo a golpes hasta que,una mujer logro separarlos y saco a Hank del conflicto—

    —Gracias...estos idiotas son tan machos que tienen que encerrarme entre seis para sacarme...

    ???:"No hay de que,esos tipos siempre son problematicos,creo que tienen problemas de ira"

    —Tal vez...—Hank se puso de pie frente a aquella bella mujer—Permitame invitarle un trago...

    ???:"Por supuesto que si"
    —Hank decidio sentar cabeza,se tomo unas largas vacaciones para estar con su familia y relajarse,para empezar por algo,decidio irse a una discoteca para divertirse,una vez adentro,empezo a beber y a bailar,pero por un malentendido,la seguridad del lugar comenzo a forcejear contra varios encargados de seguridad y finalmente comenzaron a pelear pero entre 6 hombres lograron sacar a Hank y una vez afuera,comenzaron a molerlo a golpes hasta que,una mujer logro separarlos y saco a Hank del conflicto— —Gracias...estos idiotas son tan machos que tienen que encerrarme entre seis para sacarme... ???:"No hay de que,esos tipos siempre son problematicos,creo que tienen problemas de ira" —Tal vez...—Hank se puso de pie frente a aquella bella mujer—Permitame invitarle un trago... ???:"Por supuesto que si"
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  • — Tsk... siempre lo mismo. Una ciudad podrida, tipos sin clase, y yo arruinándome los zapatos por idiotas que no saben cuándo rendirse. Al menos el cielo está bonito... Y el olor del tabaco empaña el aroma cloacas de esta ciudad.
    — Tsk... siempre lo mismo. Una ciudad podrida, tipos sin clase, y yo arruinándome los zapatos por idiotas que no saben cuándo rendirse. Al menos el cielo está bonito... Y el olor del tabaco empaña el aroma cloacas de esta ciudad.
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  • #Immortal_Mercenary

    El sobre manila, pesado y sin señas particulares, llegó a manos del mercenario a través de un contacto, en un espacio desolado a las afueras de Detroit. La luz fluorescente parpadeante iluminaba la fotografía polaroid en su interior: una joven de cabello castaño y una mirada desafiante, acompañada de un único nombre escrito con rotulador negro, "Ney". La tarifa adjunta era generosa, subrayada con la insistencia de quien no tiene tiempo que perder.

    La única instrucción del contacto, un camionero corpulento con ojos cansados, fue breve y directa: "La tienen unos tipos en un desguace de coches abandonado al sur de la ciudad. Dicen que tiene algo que quieren, o algo así. Tráela de vuelta, intacta."

    El árabe estudió la fotografía, por más que no hubiese mucho que ver. Rescatar no era su vocación habitual, pero el dinero hablaba y la urgencia en la petición era palpable.

    No pasó mucho, entonces, hasta que el chirrido metálico y el olor a aceite quemado y gasolina barata lo recibieron al llegar al lugar. Se encontró con laberinto caótico de chatarra apilada varios metros en altura, que creabaan sombras alargadas bajo la luz de la luna. Y por otro lado, voces ásperas y risas guturales llegaban desde el interior de un taller destartalado, con las ventanas tapiadas con tablones desiguales.

    — ¿Por qué son siempre lugares de mierda..? —

    Se le escapó de repente, ante una realidad que parecía perseguirle. Suspiró entonces, antes de moverse sigilosamente entre los esqueletos de coches desmantelados. Una puerta de acero abollada, custodiada por dos figuras tatuadas con bates de béisbol envueltos en alambre de púas, y claro, armas en sus caderas.

    Era la entrada más obvia al taller, y no era momento de perder tiempo, tenía un contrato que cumplir.

    Ney Nixays
    #Immortal_Mercenary El sobre manila, pesado y sin señas particulares, llegó a manos del mercenario a través de un contacto, en un espacio desolado a las afueras de Detroit. La luz fluorescente parpadeante iluminaba la fotografía polaroid en su interior: una joven de cabello castaño y una mirada desafiante, acompañada de un único nombre escrito con rotulador negro, "Ney". La tarifa adjunta era generosa, subrayada con la insistencia de quien no tiene tiempo que perder. La única instrucción del contacto, un camionero corpulento con ojos cansados, fue breve y directa: "La tienen unos tipos en un desguace de coches abandonado al sur de la ciudad. Dicen que tiene algo que quieren, o algo así. Tráela de vuelta, intacta." El árabe estudió la fotografía, por más que no hubiese mucho que ver. Rescatar no era su vocación habitual, pero el dinero hablaba y la urgencia en la petición era palpable. No pasó mucho, entonces, hasta que el chirrido metálico y el olor a aceite quemado y gasolina barata lo recibieron al llegar al lugar. Se encontró con laberinto caótico de chatarra apilada varios metros en altura, que creabaan sombras alargadas bajo la luz de la luna. Y por otro lado, voces ásperas y risas guturales llegaban desde el interior de un taller destartalado, con las ventanas tapiadas con tablones desiguales. — ¿Por qué son siempre lugares de mierda..? — Se le escapó de repente, ante una realidad que parecía perseguirle. Suspiró entonces, antes de moverse sigilosamente entre los esqueletos de coches desmantelados. Una puerta de acero abollada, custodiada por dos figuras tatuadas con bates de béisbol envueltos en alambre de púas, y claro, armas en sus caderas. Era la entrada más obvia al taller, y no era momento de perder tiempo, tenía un contrato que cumplir. [galaxy_violet_eagle_913]
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  • **Bar "La cantera nublada", 10:47 p.m.**

    La lluvia apenas tocaba el toldo oxidado del bar, un rincón olvidado en los márgenes de la ciudad. John, vestido de civil —jeans oscuros, camiseta gris, chamarra sin logotipos— se sentaba solo en la barra, girando el vaso de whisky con indiferencia fingida. Las gotas de sudor no eran del alcohol ni del clima. Eran del hombre que acababa de entrar.

    El detective.

    Era joven, con la cabeza completamente rapada y gafas oscuras que no se quitaba ni dentro del local. Caminó con una calma letal, como si supiera exactamente a quién buscaba… y ya lo hubiese encontrado.

    Se sentó a tres asientos de John.
    —Whisky, solo. Nada barato —ordenó con voz firme.
    John no giró la cabeza. No lo necesitaba. Lo *sentía*.

    —No se ve seguido por aquí —dijo el detective tras un sorbo, mirando a John.
    —Solo de paso. Trabajo en mantenimiento industrial… turnos raros —respondió John con una sonrisa neutral.
    —Mantenimiento, claro… —el detective sonrió, pero no de forma amistosa—. ¿A qué clase de fábricas las llaman a la 1 a.m., con patrullas de fondo?

    Un escalofrío se le coló por la espalda. *Demasiado directo*, pensó.

    John mantuvo la compostura.
    —Las que tienen accidentes feos. Usted sabe, químicos, vidrios rotos… cosas que no quiere que el sindicato vea.
    —¿Y qué clase de accidente deja rastros de sangre en tres habitaciones separadas, sin reportes oficiales?
    —¿Perdón?
    —Olvídelo… solo hablaba en voz alta —el detective sonrió de nuevo, esta vez mostrando dientes.

    John bebió un sorbo largo. Su cabeza ya iba tres pasos adelante: *No sabe nada sólido, pero está tanteando terreno. Tal vez encontró residuos. Tal vez vio cámaras. ¿O solo está probando suerte?*

    —Interesante corte de cabello el suyo —comentó John, cambiando de tema con un gesto amistoso—. Siempre pensé que los detectives usaban sombrero.
    —Algunos sí. Yo prefiero ver mejor.
    —¿Incluso en la oscuridad?
    —Especialmente —respondió, bajando lentamente las gafas por primera vez.

    Un par de ojos oscuros como pozos lo miraron fijo. Sin emoción. Solo cálculo.

    John sintió que si se quedaba un minuto más, iba a dejar de ser "el civil simpático" para convertirse en "el sujeto de interés".
    Así que sonrió, pagó el trago y se levantó.
    —Bueno, detective… fue un gusto. Me esperan los turnos mal pagados y las fugas de cloro.
    —Estoy seguro de que nos volveremos a ver —dijo el detective, sin girarse.
    —Espero que no —respondió John, y se marchó caminando con naturalidad… pero cada paso pesaba más.

    **Fuera del bar, bajo la lluvia, su mente trabajaba rápido.**
    *¿Por qué él?
    El patrón, la forma en que miraba. No buscaba evidencia. Buscaba *errores humanos*. Y John acababa de darle uno: su presencia en esa zona, esa noche.

    Se perdió entre la niebla y las luces parpadeantes. Tomó rutas distintas, pasó por dos callejones y se cambió la chamarra en una lavandería abierta 24 horas. En menos de quince minutos, era un transeúnte más.

    *“Ese no era un encuentro casual. Él ya sabía. No todo… pero lo suficiente como para oler algo muerto… algo que yo dejé atrás.”*

    John desapareció en la noche.
    Pero sabía que esa mirada lo encontraría de nuevo.
    Y la próxima vez, no bastaría con una sonrisa.
    **Bar "La cantera nublada", 10:47 p.m.** La lluvia apenas tocaba el toldo oxidado del bar, un rincón olvidado en los márgenes de la ciudad. John, vestido de civil —jeans oscuros, camiseta gris, chamarra sin logotipos— se sentaba solo en la barra, girando el vaso de whisky con indiferencia fingida. Las gotas de sudor no eran del alcohol ni del clima. Eran del hombre que acababa de entrar. El detective. Era joven, con la cabeza completamente rapada y gafas oscuras que no se quitaba ni dentro del local. Caminó con una calma letal, como si supiera exactamente a quién buscaba… y ya lo hubiese encontrado. Se sentó a tres asientos de John. —Whisky, solo. Nada barato —ordenó con voz firme. John no giró la cabeza. No lo necesitaba. Lo *sentía*. —No se ve seguido por aquí —dijo el detective tras un sorbo, mirando a John. —Solo de paso. Trabajo en mantenimiento industrial… turnos raros —respondió John con una sonrisa neutral. —Mantenimiento, claro… —el detective sonrió, pero no de forma amistosa—. ¿A qué clase de fábricas las llaman a la 1 a.m., con patrullas de fondo? Un escalofrío se le coló por la espalda. *Demasiado directo*, pensó. John mantuvo la compostura. —Las que tienen accidentes feos. Usted sabe, químicos, vidrios rotos… cosas que no quiere que el sindicato vea. —¿Y qué clase de accidente deja rastros de sangre en tres habitaciones separadas, sin reportes oficiales? —¿Perdón? —Olvídelo… solo hablaba en voz alta —el detective sonrió de nuevo, esta vez mostrando dientes. John bebió un sorbo largo. Su cabeza ya iba tres pasos adelante: *No sabe nada sólido, pero está tanteando terreno. Tal vez encontró residuos. Tal vez vio cámaras. ¿O solo está probando suerte?* —Interesante corte de cabello el suyo —comentó John, cambiando de tema con un gesto amistoso—. Siempre pensé que los detectives usaban sombrero. —Algunos sí. Yo prefiero ver mejor. —¿Incluso en la oscuridad? —Especialmente —respondió, bajando lentamente las gafas por primera vez. Un par de ojos oscuros como pozos lo miraron fijo. Sin emoción. Solo cálculo. John sintió que si se quedaba un minuto más, iba a dejar de ser "el civil simpático" para convertirse en "el sujeto de interés". Así que sonrió, pagó el trago y se levantó. —Bueno, detective… fue un gusto. Me esperan los turnos mal pagados y las fugas de cloro. —Estoy seguro de que nos volveremos a ver —dijo el detective, sin girarse. —Espero que no —respondió John, y se marchó caminando con naturalidad… pero cada paso pesaba más. **Fuera del bar, bajo la lluvia, su mente trabajaba rápido.** *¿Por qué él? El patrón, la forma en que miraba. No buscaba evidencia. Buscaba *errores humanos*. Y John acababa de darle uno: su presencia en esa zona, esa noche. Se perdió entre la niebla y las luces parpadeantes. Tomó rutas distintas, pasó por dos callejones y se cambió la chamarra en una lavandería abierta 24 horas. En menos de quince minutos, era un transeúnte más. *“Ese no era un encuentro casual. Él ya sabía. No todo… pero lo suficiente como para oler algo muerto… algo que yo dejé atrás.”* John desapareció en la noche. Pero sabía que esa mirada lo encontraría de nuevo. Y la próxima vez, no bastaría con una sonrisa.
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  • Mi personaje se llama Matu! Es el de la foto de mi perfil.


    Aspecto: Ojos marrones, pelo negro y con rulos, cuerpo delgado pero no marcado, siempre sabe vestir y tiene una piel morena suave y con casi ninguna imperfección.
    Años: 17
    Estatura: 1.72
    Raza: Hibrido (Mitad humano y mitad angel)
    Vive en: España.

    Un dato interesante es que es gay, pasivo y se enamora bastante rápido permitiendo que le hagan daño solo por amor.

    Tengo muchos tipos de Roles en mente, si te interesa escribeme y hagamos uno!
    Mi personaje se llama Matu! Es el de la foto de mi perfil. Aspecto: Ojos marrones, pelo negro y con rulos, cuerpo delgado pero no marcado, siempre sabe vestir y tiene una piel morena suave y con casi ninguna imperfección. Años: 17 Estatura: 1.72 Raza: Hibrido (Mitad humano y mitad angel) Vive en: España. Un dato interesante es que es gay, pasivo y se enamora bastante rápido permitiendo que le hagan daño solo por amor. Tengo muchos tipos de Roles en mente, si te interesa escribeme y hagamos uno!
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  • La tarde teñía el cielo con tonos anaranjados y púrpuras, mientras las sombras de los árboles se alargaban sobre la tierra húmeda. Unas hojas secas crujieron bajo las botas de John cuando empujó la puerta de la cabaña con el pie. El interior estaba en penumbra, apenas iluminado por los últimos rayos del sol que se colaban por las rendijas de las persianas rotas.

    Con un gruñido bajo, cargó la body bag amarilla sobre su hombro. No era liviana, pero no era la primera vez que transportaba algo así. El cierre metálico estaba firme, cruzando el bulto como una cicatriz.

    —Siempre los dejan en el piso más alejado… como si esto pesara aire —masculló entre dientes, mientras avanzaba hacia la salida.

    La puerta osciló con un rechinido leve al abrirse de par en par. El exterior lo recibió con una brisa tibia, cargada del aroma de pino y tierra mojada. El contraste con el olor estancado de la cabaña le hizo exhalar con fuerza. Caminó con paso constante por el porche de madera, que crujía a cada paso.

    La body bag rebotaba ligeramente en su hombro a cada zancada, y John ajustó su agarre con un resoplido.

    —Una cerveza. Solo quiero una maldita cerveza y una ducha fría.

    Al llegar al borde del camino, dejó caer la bolsa por un momento sobre el pasto. Se quitó los guantes, los lanzó dentro de una caja de herramientas metálica, y se apoyó contra un árbol, mirando la escena con los lentes oscuros resbalando un poco por su nariz sudada.

    Detrás de él, la cabaña seguía en silencio. Ni un cuervo, ni un grillo. Solo el viento entre las ramas.

    —Nadie ve lo que hacemos —murmuró—. Pero todos duermen tranquilos gracias a eso.

    Se incorporó otra vez, volvió a cargar el bulto y comenzó a caminar hacia donde había estacionado la vieja furgoneta sin logotipos. El motor aún estaba caliente. En unos minutos, estaría en camino al lago.
    La tarde teñía el cielo con tonos anaranjados y púrpuras, mientras las sombras de los árboles se alargaban sobre la tierra húmeda. Unas hojas secas crujieron bajo las botas de John cuando empujó la puerta de la cabaña con el pie. El interior estaba en penumbra, apenas iluminado por los últimos rayos del sol que se colaban por las rendijas de las persianas rotas. Con un gruñido bajo, cargó la body bag amarilla sobre su hombro. No era liviana, pero no era la primera vez que transportaba algo así. El cierre metálico estaba firme, cruzando el bulto como una cicatriz. —Siempre los dejan en el piso más alejado… como si esto pesara aire —masculló entre dientes, mientras avanzaba hacia la salida. La puerta osciló con un rechinido leve al abrirse de par en par. El exterior lo recibió con una brisa tibia, cargada del aroma de pino y tierra mojada. El contraste con el olor estancado de la cabaña le hizo exhalar con fuerza. Caminó con paso constante por el porche de madera, que crujía a cada paso. La body bag rebotaba ligeramente en su hombro a cada zancada, y John ajustó su agarre con un resoplido. —Una cerveza. Solo quiero una maldita cerveza y una ducha fría. Al llegar al borde del camino, dejó caer la bolsa por un momento sobre el pasto. Se quitó los guantes, los lanzó dentro de una caja de herramientas metálica, y se apoyó contra un árbol, mirando la escena con los lentes oscuros resbalando un poco por su nariz sudada. Detrás de él, la cabaña seguía en silencio. Ni un cuervo, ni un grillo. Solo el viento entre las ramas. —Nadie ve lo que hacemos —murmuró—. Pero todos duermen tranquilos gracias a eso. Se incorporó otra vez, volvió a cargar el bulto y comenzó a caminar hacia donde había estacionado la vieja furgoneta sin logotipos. El motor aún estaba caliente. En unos minutos, estaría en camino al lago.
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  • **Voz gruesa, tono urgente.**
    —Te dije que ese bastardo del Puerto no iba a dejarlo pasar. Ahora tenemos a dos tipos colgando en el almacén y el piso... está hecho un maldito matadero. ¿Y tú me dices que no tienes un plan?

    **El otro, más joven, nervioso, mirando a los lados.**
    —No dije eso. Tengo *una* carta bajo la manga. —se agacha y saca de su abrigo un folder plastificado con cuidado, como si pesara más de lo que debería—. Míralo.

    **(Abre el folder. Dentro, un cartel confidencial. Un hombre de ojos dorados, cubrebocas y expresión muerta. Solo el alias: "John Doe")**

    **Voz gruesa, dudosa.**
    —¿John Doe? ¿Ese es el fantasma que limpió lo de Hammer hace años?

    —El mismo. Ya no hace preguntas. Solo cobra, limpia y desaparece. Si no aceptas su precio, no hay trato. Pero si acepta… no queda ni una gota de sangre.

    **Silencio tenso. Un trueno lejano.**

    —¿Y crees que aceptará esto?

    —No lo sé. Pero por lo que escuché… si su hija necesita el dinero, aceptará. Y esta vez… parece que el tratamiento es urgente.

    **El mayor exhala lento, lanza su cigarro al suelo.**

    —Bien. Llama al número. No digas nuestros nombres. Solo el precio.
    **Voz gruesa, tono urgente.** —Te dije que ese bastardo del Puerto no iba a dejarlo pasar. Ahora tenemos a dos tipos colgando en el almacén y el piso... está hecho un maldito matadero. ¿Y tú me dices que no tienes un plan? **El otro, más joven, nervioso, mirando a los lados.** —No dije eso. Tengo *una* carta bajo la manga. —se agacha y saca de su abrigo un folder plastificado con cuidado, como si pesara más de lo que debería—. Míralo. **(Abre el folder. Dentro, un cartel confidencial. Un hombre de ojos dorados, cubrebocas y expresión muerta. Solo el alias: "John Doe")** **Voz gruesa, dudosa.** —¿John Doe? ¿Ese es el fantasma que limpió lo de Hammer hace años? —El mismo. Ya no hace preguntas. Solo cobra, limpia y desaparece. Si no aceptas su precio, no hay trato. Pero si acepta… no queda ni una gota de sangre. **Silencio tenso. Un trueno lejano.** —¿Y crees que aceptará esto? —No lo sé. Pero por lo que escuché… si su hija necesita el dinero, aceptará. Y esta vez… parece que el tratamiento es urgente. **El mayor exhala lento, lanza su cigarro al suelo.** —Bien. Llama al número. No digas nuestros nombres. Solo el precio.
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  • Seré aquella que romperé los estereotipos de la familia Ishtar
    Seré aquella que romperé los estereotipos de la familia Ishtar
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  • Para que vi eso, el apellido de mi familia y el de mis hermanos ensuciado por el verdadero polémico. . . Debería hablar con Hanna que ella tiene todo en contra de esos tipos desagradables
    Para que vi eso, el apellido de mi familia y el de mis hermanos ensuciado por el verdadero polémico. . . Debería hablar con Hanna que ella tiene todo en contra de esos tipos desagradables
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