• Oh... Pobre, pobre Alastor Dëmøń ¿Sorprendido? Capullo —rió, agarrándolo por el pelo llevaba horas divirtiendode de lo lindo, torturando a aquella infame criaturita.

    —Te preguntarás ¿Que pasa con el pacto de no agresión que tenía con Lucifer? –comentó, hundiendo los dedos en las cuencas de los ojos del cérvido—.Pues muy sencillo. Ha pasado lo peor que podría haber pasado para asegurar la supervivencia de tu sidoso culo. Me estoy muriendo y eso es malo, aunque peor para tí...—declaró entre risas de buena, mientras sus garras se clavaban en lo más profundo de las cuencas, sintiendo un placentero escalofrío, al notar como los delicados y blandos ojos oculares del demonio de la radio, simplemente estallaban bajo sus garras las cuales, al ya no haber nada que detuviera la infección que padecía Vox, se había visto acelerada y por lo tanto, tenían un aspecto mucho más aberrantes

    —.Por que significa que ya me la suda todo por completo. —concluyó, entrecerrando los dedos para que formasen la forma de un gancho, clavándose en tan blandas carnes y haciendo emanar fuentes de sangre y jugos oculares, a causa de la profanación en el cráneo. Sin dudarlo tiró con fuerza, arrancando lo que ahora era una masa gelatinosa que supuraba pus y de paso, llevándose algunos de los nervios que residían en aquel lugar.

    —Pero no voy a irme solo, tú te vas a venir conmigo, hijo de puta. —el olor de la sangre ajena comenzaba a surtir efecto en su ya por mucho deformado cerebro, haciendo que sintiera un apetito arroz, además de una evidente exitacion, con pupilas completamente dilatadas y respiración agitada no dudó en llevarse los dedos a la boca, relamiendo los aplastados ojos como si fueran el mayor de los manjares jamás probados.

    Entre risas maniacas observaba a su víctima, pensando que era lo siguiente que podía arrebatarle. Ya había castigado su cuerpo con golpes, laceraciones y vejaciones, le quitó los ojos y se los comió ¿Que podía ser lo siguiente? Y se le ocurrió ¿Que clase de amigo sería si no le enviase un bello souvenir a su amigo del alma? Ese que lo había dejado abandonado, al menos desde su punto de vista, mientras el dolor por la perdida de Valentino lo consumía, aquel por el que siempre estuvo, pero cuando le necesitó para tratar de acostumbrarse a la contradicción de amar a Valentino Big V y al mismo tiempo sentir rechazo por él, al verse abrumado. Si, ese mismo que ahora que estaba siendo completamente devorado por las bacterias que le infectaron, olvidó por completo su promesa de tratar de encontrar una cura definitiva.

    No, no podía ser tan mal amigo y olvidar a Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 el otro culpable de que, fuera a morir. Sin dudarlo, agarró a Alastor por sus astas, sin si quiera preocuparse de no clavarle las garras en la cabeza y comenzó a tirar con todas sus fuerzas, haciendo incluso contra peso con uno de sus pies, que ahora también eran garras, miró a una de las muchas pantallas que estaban retransmitiendo esos miserables momentos, y cuando la piel comenzó a quebrarse, cuando el cabello empezó a ceder y prácticamente se escuchaba el sonido de los huesos partirse exclamó entre risas.

    —¡ESTO ES PARA TI, AMIGO MIO!—y arrancó las astas del desafortunado demonio de la radio, salpicando se y acabado Vox teñido de un doloroso color carmín. Alzando su nuevo trofeo victorioso y gritando eufórico, al mismo tiempo que sentía un deseo irrefrenable de clavar sus despiadados dientes, en aquel pequeño y tierno cráneo, apostaba consigo mismo que sonaría como una nuez al partirse —
    Oh... Pobre, pobre [Dem0n] ¿Sorprendido? Capullo —rió, agarrándolo por el pelo llevaba horas divirtiendode de lo lindo, torturando a aquella infame criaturita. —Te preguntarás ¿Que pasa con el pacto de no agresión que tenía con Lucifer? –comentó, hundiendo los dedos en las cuencas de los ojos del cérvido—.Pues muy sencillo. Ha pasado lo peor que podría haber pasado para asegurar la supervivencia de tu sidoso culo. Me estoy muriendo y eso es malo, aunque peor para tí...—declaró entre risas de buena, mientras sus garras se clavaban en lo más profundo de las cuencas, sintiendo un placentero escalofrío, al notar como los delicados y blandos ojos oculares del demonio de la radio, simplemente estallaban bajo sus garras las cuales, al ya no haber nada que detuviera la infección que padecía Vox, se había visto acelerada y por lo tanto, tenían un aspecto mucho más aberrantes —.Por que significa que ya me la suda todo por completo. —concluyó, entrecerrando los dedos para que formasen la forma de un gancho, clavándose en tan blandas carnes y haciendo emanar fuentes de sangre y jugos oculares, a causa de la profanación en el cráneo. Sin dudarlo tiró con fuerza, arrancando lo que ahora era una masa gelatinosa que supuraba pus y de paso, llevándose algunos de los nervios que residían en aquel lugar. —Pero no voy a irme solo, tú te vas a venir conmigo, hijo de puta. —el olor de la sangre ajena comenzaba a surtir efecto en su ya por mucho deformado cerebro, haciendo que sintiera un apetito arroz, además de una evidente exitacion, con pupilas completamente dilatadas y respiración agitada no dudó en llevarse los dedos a la boca, relamiendo los aplastados ojos como si fueran el mayor de los manjares jamás probados. Entre risas maniacas observaba a su víctima, pensando que era lo siguiente que podía arrebatarle. Ya había castigado su cuerpo con golpes, laceraciones y vejaciones, le quitó los ojos y se los comió ¿Que podía ser lo siguiente? Y se le ocurrió ¿Que clase de amigo sería si no le enviase un bello souvenir a su amigo del alma? Ese que lo había dejado abandonado, al menos desde su punto de vista, mientras el dolor por la perdida de Valentino lo consumía, aquel por el que siempre estuvo, pero cuando le necesitó para tratar de acostumbrarse a la contradicción de amar a [Valentino01] y al mismo tiempo sentir rechazo por él, al verse abrumado. Si, ese mismo que ahora que estaba siendo completamente devorado por las bacterias que le infectaron, olvidó por completo su promesa de tratar de encontrar una cura definitiva. No, no podía ser tan mal amigo y olvidar a [LuciHe11] el otro culpable de que, fuera a morir. Sin dudarlo, agarró a Alastor por sus astas, sin si quiera preocuparse de no clavarle las garras en la cabeza y comenzó a tirar con todas sus fuerzas, haciendo incluso contra peso con uno de sus pies, que ahora también eran garras, miró a una de las muchas pantallas que estaban retransmitiendo esos miserables momentos, y cuando la piel comenzó a quebrarse, cuando el cabello empezó a ceder y prácticamente se escuchaba el sonido de los huesos partirse exclamó entre risas. —¡ESTO ES PARA TI, AMIGO MIO!—y arrancó las astas del desafortunado demonio de la radio, salpicando se y acabado Vox teñido de un doloroso color carmín. Alzando su nuevo trofeo victorioso y gritando eufórico, al mismo tiempo que sentía un deseo irrefrenable de clavar sus despiadados dientes, en aquel pequeño y tierno cráneo, apostaba consigo mismo que sonaría como una nuez al partirse —
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  • Al Caer la Noche
    Categoría Acción
    El crepitar del fuego era lo único que rompía el silencio de la vieja casa de piedra. Nathan había caído en un sueño ligero, su cuerpo descansando cerca de la chimenea, rodeado por el calor que lentamente lo relajaba. El cansancio supo ganarle y calló en un sopor tranquilo mientras esperaba el regreso de Maxine Woods. Sin embargo, cuando el sol comenzó a esconderse tras el horizonte, una serie de ladridos le hizo saltar de golpe.

    Sus ojos se abrieron rápidamente y la sensación de frío que recorría su espina dorsal no era por la temperatura. Los ladridos eran cada vez más cercanos y no le costó relacionarlo por lo dicho por la mujer que le ayudó; perros de caza.

    Su mente, aún confusa por la falta de sueño y el estrés de su situación, se puso alerta al instante. El pánico se instaló en su pecho, sabía que no sería capaz de correr lo suficientemente rápido para escapar, pero su instinto de supervivencia se encendió, y sin pensarlo demasiado, se levantó y se acercó a la parte trasera de la casa.

    Los ladridos sonaban más cerca ahora, y Nathan no podía permitir que lo encontraran allí, expuesto.

    Miró hacia el techo, calculando que no sería imposible. Comenzó a trepar hacia arriba, impulsado por la adrenalina. Sabía que no era el lugar ideal, pero el tejado le ofrecería un mínimo de ventaja. Se arrastró con rapidez por las piedras y los escombros, su mente alerta a cada sonido. Sin embargo, en su apuro por escapar, olvidó lo más obvio: no apagar el fuego.

    El resplandor naranja se reflejaba en la oscuridad que empezaba a envolver la casa, y aunque Nathan estaba ahora en el techo, la amenaza del fuego encendido quedaba fuera de su control. Los ladridos se acercaban aún más, y él, tenso y respirando con dificultad, esperaba lo peor.
    El crepitar del fuego era lo único que rompía el silencio de la vieja casa de piedra. Nathan había caído en un sueño ligero, su cuerpo descansando cerca de la chimenea, rodeado por el calor que lentamente lo relajaba. El cansancio supo ganarle y calló en un sopor tranquilo mientras esperaba el regreso de [thegirlfr0mthestars]. Sin embargo, cuando el sol comenzó a esconderse tras el horizonte, una serie de ladridos le hizo saltar de golpe. Sus ojos se abrieron rápidamente y la sensación de frío que recorría su espina dorsal no era por la temperatura. Los ladridos eran cada vez más cercanos y no le costó relacionarlo por lo dicho por la mujer que le ayudó; perros de caza. Su mente, aún confusa por la falta de sueño y el estrés de su situación, se puso alerta al instante. El pánico se instaló en su pecho, sabía que no sería capaz de correr lo suficientemente rápido para escapar, pero su instinto de supervivencia se encendió, y sin pensarlo demasiado, se levantó y se acercó a la parte trasera de la casa. Los ladridos sonaban más cerca ahora, y Nathan no podía permitir que lo encontraran allí, expuesto. Miró hacia el techo, calculando que no sería imposible. Comenzó a trepar hacia arriba, impulsado por la adrenalina. Sabía que no era el lugar ideal, pero el tejado le ofrecería un mínimo de ventaja. Se arrastró con rapidez por las piedras y los escombros, su mente alerta a cada sonido. Sin embargo, en su apuro por escapar, olvidó lo más obvio: no apagar el fuego. El resplandor naranja se reflejaba en la oscuridad que empezaba a envolver la casa, y aunque Nathan estaba ahora en el techo, la amenaza del fuego encendido quedaba fuera de su control. Los ladridos se acercaban aún más, y él, tenso y respirando con dificultad, esperaba lo peor.
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  • Primer encuentro en el Edén
    Fandom Hazbin Hotel
    Categoría Otros
    Tras milenios de creación, de establecer el paraíso y comenzar con un proyecto más que ambicioso y a gran escala, Dios finalmente había comenzado con la creación de un paraíso en la tierra, un Edén.
    Pero algo faltaba, algo más allá que flora y fauna, alguien capaz de cuidar de sus nuevas creaciones, de empezar un nuevo ciclo; fue así que el primer hombre fue creado del barro.

    Con la llegada de aquel hombre, denominado Adán, la curiosidad de cierto pequeño serafín despertó, pues era algo nuevo, algo diferente muy lejos de su hogar.
    En contra de todo lo que el resto de sus hermanos pudieran opinar, bajó a la tierra para explorar aquel Edén, maravillado pues, si bien había creado tantas cosas para ayudar en el cielo, la vida no estaba a su alcance, no dejaba de maravillarse por lo que Padre era capaz, por todos esos matices de color, tan diferentes, tan únicos.

    Si bien ya había visto a los dinosaurios en su tiempo, un mundo completamente diferente, ahora todo parecía vibrar con mayor color, con un concepto nuevo, algo que, sin duda, él quería explorar a sus anchas y aprender como ser capaz de alcanzar a padre, con una ambición inocente y genuina de ser más que el "pequeño" ángel entre los demás.

    Mientras más se iba adentrando en ese mundo, fue inevitable el llegar a topar con aquel hombre, no se suponía que se dejara ver por este, pero un pequeño error de cálculo los hizo encontrarse uno frente al otro, observando con igual o mayor sorpresa como era tan similar a ellos y, a la vez, tan diferente, con una piel más morena, cabello oscuro, sin alas y un cuerpo corpulento, hecho para el trabajo, para su supervivencia.

    —Oh no... Padre se va a enojar, no se suponía que él supiera de nuestra existencia.

    Murmuró para sus adentros, quedándose quieto, como si aquello fuera a impedir que el contrario lo pudiera ver ahí, "flotando" enfrente suyo.
    Tras milenios de creación, de establecer el paraíso y comenzar con un proyecto más que ambicioso y a gran escala, Dios finalmente había comenzado con la creación de un paraíso en la tierra, un Edén. Pero algo faltaba, algo más allá que flora y fauna, alguien capaz de cuidar de sus nuevas creaciones, de empezar un nuevo ciclo; fue así que el primer hombre fue creado del barro. Con la llegada de aquel hombre, denominado Adán, la curiosidad de cierto pequeño serafín despertó, pues era algo nuevo, algo diferente muy lejos de su hogar. En contra de todo lo que el resto de sus hermanos pudieran opinar, bajó a la tierra para explorar aquel Edén, maravillado pues, si bien había creado tantas cosas para ayudar en el cielo, la vida no estaba a su alcance, no dejaba de maravillarse por lo que Padre era capaz, por todos esos matices de color, tan diferentes, tan únicos. Si bien ya había visto a los dinosaurios en su tiempo, un mundo completamente diferente, ahora todo parecía vibrar con mayor color, con un concepto nuevo, algo que, sin duda, él quería explorar a sus anchas y aprender como ser capaz de alcanzar a padre, con una ambición inocente y genuina de ser más que el "pequeño" ángel entre los demás. Mientras más se iba adentrando en ese mundo, fue inevitable el llegar a topar con aquel hombre, no se suponía que se dejara ver por este, pero un pequeño error de cálculo los hizo encontrarse uno frente al otro, observando con igual o mayor sorpresa como era tan similar a ellos y, a la vez, tan diferente, con una piel más morena, cabello oscuro, sin alas y un cuerpo corpulento, hecho para el trabajo, para su supervivencia. —Oh no... Padre se va a enojar, no se suponía que él supiera de nuestra existencia. Murmuró para sus adentros, quedándose quieto, como si aquello fuera a impedir que el contrario lo pudiera ver ahí, "flotando" enfrente suyo.
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  • —¡Besa mi cloaca, cerebro de pajarraco!~

    O eso se escucharía si pudiera hablar, pero en lugar de ello, se escucha su peculiar "canto" mientras ve como Adán insiste en querer cazarlo sin éxito.
    Sera chiquito y sin instinto de supervivencia, pero no estúpido.
    —¡Besa mi cloaca, cerebro de pajarraco!~ O eso se escucharía si pudiera hablar, pero en lugar de ello, se escucha su peculiar "canto" mientras ve como [1D0what1want] insiste en querer cazarlo sin éxito. Sera chiquito y sin instinto de supervivencia, pero no estúpido.
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  • Se sentía podrido por dentro, su propia brujería lo había convertido en eso. Un monstruo; así se definía él. Sus hebras comenzaron a cambiar de color, tomando un blanco oxidado, viejo, doloroso. Empezó a perder el color de su piel, haciéndose pálido como una pintura. Su boca, rajada por cuchillos soltaba sangre sin parar. Se sentía demasiado cansado para luchar.

    ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Encerrado en su propia mente. Dónde, él mismo se torturaba, metafórica y literalmente.

    —Tan patético, mírate. Tapando tu cara, tu verdadera cara. ¿Por qué le ocultas a los demás lo que somos?— desde las sombras de las oscuras paredes de lo que parecía, era una cárcel, alguien le cuestionaba.

    Se quedó mudo, no tenía respuesta. ¿Por qué lo hacía? ¿Por miedo? No, era algo más. Quería enterrar lo que él verdaderamente era: un monstruo. Un brujo sin límites morales ni éticos; alguien que no dudaría en matar a toda la población por su supervivencia.

    —Déjame… déjame solo— balbuceaba, tapando su cara, miedoso.

    Entonces, el mismo ser que le cuestionaba aparecía desde las sombras, con un cuchillo en sus manos lleno de sangre. Acercó el filo hacia las muñecas del torturado; sin piedad temor ni pudor cortó sobre las venas de este. Viendo la sangre caer, otra vez, sobre su cuchillo. No escuchaba ningún quejido, y eso lo enfurecía. Quería oírlo gritar, llorar, patalear. Pero nada, no ocurría nada.

    Entonces, se dispuso a hacer algo que verdaderamente le dolería al brujo; por primera vez en años, no lo curó, ni regeneró, iba a dejar a el brujo con aquella cara. Lentamente, aquella cárcel fue desapareciendo, y en consecuencia, sus ataduras fueron liberadas, pero él se sentía atado igualmente.

    Observó su cuerpo, los cortes con sangre derramada y esparcida por toda la habitación, tenía que curarse. Tomó unas vendas, las pasó por todas sus muñecas. Aunque no supo cuándo, su cuerpo entero estaba lleno de vendas. Y entonces, en la soledad de su habitación, se dispuso a no salir jamás. Con el miedo de que su verdadero yo, salga a la luz.
    Se sentía podrido por dentro, su propia brujería lo había convertido en eso. Un monstruo; así se definía él. Sus hebras comenzaron a cambiar de color, tomando un blanco oxidado, viejo, doloroso. Empezó a perder el color de su piel, haciéndose pálido como una pintura. Su boca, rajada por cuchillos soltaba sangre sin parar. Se sentía demasiado cansado para luchar. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Encerrado en su propia mente. Dónde, él mismo se torturaba, metafórica y literalmente. —Tan patético, mírate. Tapando tu cara, tu verdadera cara. ¿Por qué le ocultas a los demás lo que somos?— desde las sombras de las oscuras paredes de lo que parecía, era una cárcel, alguien le cuestionaba. Se quedó mudo, no tenía respuesta. ¿Por qué lo hacía? ¿Por miedo? No, era algo más. Quería enterrar lo que él verdaderamente era: un monstruo. Un brujo sin límites morales ni éticos; alguien que no dudaría en matar a toda la población por su supervivencia. —Déjame… déjame solo— balbuceaba, tapando su cara, miedoso. Entonces, el mismo ser que le cuestionaba aparecía desde las sombras, con un cuchillo en sus manos lleno de sangre. Acercó el filo hacia las muñecas del torturado; sin piedad temor ni pudor cortó sobre las venas de este. Viendo la sangre caer, otra vez, sobre su cuchillo. No escuchaba ningún quejido, y eso lo enfurecía. Quería oírlo gritar, llorar, patalear. Pero nada, no ocurría nada. Entonces, se dispuso a hacer algo que verdaderamente le dolería al brujo; por primera vez en años, no lo curó, ni regeneró, iba a dejar a el brujo con aquella cara. Lentamente, aquella cárcel fue desapareciendo, y en consecuencia, sus ataduras fueron liberadas, pero él se sentía atado igualmente. Observó su cuerpo, los cortes con sangre derramada y esparcida por toda la habitación, tenía que curarse. Tomó unas vendas, las pasó por todas sus muñecas. Aunque no supo cuándo, su cuerpo entero estaba lleno de vendas. Y entonces, en la soledad de su habitación, se dispuso a no salir jamás. Con el miedo de que su verdadero yo, salga a la luz.
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  • Se la pasa a toda madre solito, cantando y bailando a buena hora de la mañana mientras espera que le den de comer.
    Siendo un avecilla de criadero, no tiene instinto de supervivencia.



    https://vm.tiktok.com/ZMhpL6GoV/
    Se la pasa a toda madre solito, cantando y bailando a buena hora de la mañana mientras espera que le den de comer. Siendo un avecilla de criadero, no tiene instinto de supervivencia. https://vm.tiktok.com/ZMhpL6GoV/
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  • Hace tanto que desea un nuevo juguete para divertirse. Poder sentir el fulgor de un nuevo cuerpo contra el suyo, respiraciones entre cortadas, miradas cómplices, un crescendo del ritmo cardíaco. El estado más puro de la existencia misma ¡Un combate encarnizado! ¿La dignidad de quien prevalecerá?, en una lucha por la supervivencia misma no hay lugar más que para una victoria airosa o una derrota aplastante. El estado más grandilocuente de dominación y sadismo, un verdadero jardín del Edén para el Harlequin.


    ⸻¿Que pasa? ¿Acaso quieres pelear?
    Hace tanto que desea un nuevo juguete para divertirse. Poder sentir el fulgor de un nuevo cuerpo contra el suyo, respiraciones entre cortadas, miradas cómplices, un crescendo del ritmo cardíaco. El estado más puro de la existencia misma ¡Un combate encarnizado! ¿La dignidad de quien prevalecerá?, en una lucha por la supervivencia misma no hay lugar más que para una victoria airosa o una derrota aplastante. El estado más grandilocuente de dominación y sadismo, un verdadero jardín del Edén para el Harlequin. ⸻¿Que pasa? ¿Acaso quieres pelear?
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  • 𝕷𝖆 𝖕𝖗𝖔𝖒𝖊𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕴𝖓𝖆𝖗𝖎 - 𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖟𝖔𝖗𝖗𝖔 (parte 1)

    El primer siglo de la vida de Kazuo fue, por así decirlo, "sencillo". Solo tenía que preocuparse de aquello que cualquier zorro debía hacer: cazar, resguardarse del clima, correr, defender su territorio... Era su cometido, pura y dura supervivencia.

    Kazuo nació a principios del siglo, en el período Asuka, mucho antes de que al shintoísmo se le diera un nombre como tal. Nació del vientre de una zorra salvaje, en las profundidades de un bosque nocturno. Ella agonizaba, incapaz de parir a la última de sus crías. Entonces, por gracia divina, Inari apareció para darle las fuerzas que tanto necesitaba, a cambio de entregárselo cuando el Kami lo solicitase. Fue entonces cuando nació un zorro muy pequeño y débil, con un pelaje blanco como la luz de la luna y unos ojos tan brillantes como dos zafiros, capaces de hacerte naufragar en su inmenso mar azul.

    Vivió con su madre y hermanos hasta que fue lo suficientemente grande para emanciparse. Así era la naturaleza; lo más probable es que no volviera a ver a su progenitora ni a sus hermanos nunca más. Ese sentimiento de pérdida no se sentía de forma humana. Simplemente, su instinto guiaba sus pasos. A diferencia de otros zorros, además de su pelaje llamativamente blanco, Kazuo no envejecía, manteniéndose fuerte y joven década tras década. A medida que el tiempo pasaba, se volvía más consciente de su pensamiento, haciéndose preguntas complejas para un zorro salvaje: ¿Qué soy?, ¿Por qué siento?, ¿Por qué duele? Espera... ¿qué es el dolor?

    No sabía cuál era el poder de las palabras, pero sí fue capaz de alcanzar un nivel de consciencia más allá de lo primitivo, de relacionar y comprender sentimientos catalogados como "humanos". Aunque no hubiera una forma de definirlo, sabía lo que era sentir tristeza, amor, nostalgia, alegría... diferenciar entre el bien y el mal. No eran pensamientos pasajeros; era capaz de entenderlos y razonar sobre ellos.

    No sabía cuánto tiempo había pasado desde que nació; solo sabía que había sido mucho tiempo cuando, de pronto, entre llamas azules, su cola se dividió en dos. ¿Dos colas? ¿Por qué? ¿Qué significa esto? Ningún animal ordinario se cuestionaría este tipo de cambios; sin embargo, la conciencia e inteligencia que había desarrollado Kazuo iba más allá de lo establecido por la propia naturaleza. Su tamaño también cambió: ya no era un zorro pequeño y delgaducho; había alcanzado casi el tamaño de un lobo, los cuales eran enemigos naturales de los zorros. Su tamaño facilitaba sus posibles enfrentamientos con otros animales, además de otorgarle una fuerza y velocidad únicas. A veces, mientras corría por el bosque, dependiendo de su estado de ánimo, llamas azul zafiro lo acompañaban en la penumbra, iluminando su camino y su futuro destino.
    𝕷𝖆 𝖕𝖗𝖔𝖒𝖊𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕴𝖓𝖆𝖗𝖎 - 𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖟𝖔𝖗𝖗𝖔 (parte 1) El primer siglo de la vida de Kazuo fue, por así decirlo, "sencillo". Solo tenía que preocuparse de aquello que cualquier zorro debía hacer: cazar, resguardarse del clima, correr, defender su territorio... Era su cometido, pura y dura supervivencia. Kazuo nació a principios del siglo, en el período Asuka, mucho antes de que al shintoísmo se le diera un nombre como tal. Nació del vientre de una zorra salvaje, en las profundidades de un bosque nocturno. Ella agonizaba, incapaz de parir a la última de sus crías. Entonces, por gracia divina, Inari apareció para darle las fuerzas que tanto necesitaba, a cambio de entregárselo cuando el Kami lo solicitase. Fue entonces cuando nació un zorro muy pequeño y débil, con un pelaje blanco como la luz de la luna y unos ojos tan brillantes como dos zafiros, capaces de hacerte naufragar en su inmenso mar azul. Vivió con su madre y hermanos hasta que fue lo suficientemente grande para emanciparse. Así era la naturaleza; lo más probable es que no volviera a ver a su progenitora ni a sus hermanos nunca más. Ese sentimiento de pérdida no se sentía de forma humana. Simplemente, su instinto guiaba sus pasos. A diferencia de otros zorros, además de su pelaje llamativamente blanco, Kazuo no envejecía, manteniéndose fuerte y joven década tras década. A medida que el tiempo pasaba, se volvía más consciente de su pensamiento, haciéndose preguntas complejas para un zorro salvaje: ¿Qué soy?, ¿Por qué siento?, ¿Por qué duele? Espera... ¿qué es el dolor? No sabía cuál era el poder de las palabras, pero sí fue capaz de alcanzar un nivel de consciencia más allá de lo primitivo, de relacionar y comprender sentimientos catalogados como "humanos". Aunque no hubiera una forma de definirlo, sabía lo que era sentir tristeza, amor, nostalgia, alegría... diferenciar entre el bien y el mal. No eran pensamientos pasajeros; era capaz de entenderlos y razonar sobre ellos. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que nació; solo sabía que había sido mucho tiempo cuando, de pronto, entre llamas azules, su cola se dividió en dos. ¿Dos colas? ¿Por qué? ¿Qué significa esto? Ningún animal ordinario se cuestionaría este tipo de cambios; sin embargo, la conciencia e inteligencia que había desarrollado Kazuo iba más allá de lo establecido por la propia naturaleza. Su tamaño también cambió: ya no era un zorro pequeño y delgaducho; había alcanzado casi el tamaño de un lobo, los cuales eran enemigos naturales de los zorros. Su tamaño facilitaba sus posibles enfrentamientos con otros animales, además de otorgarle una fuerza y velocidad únicas. A veces, mientras corría por el bosque, dependiendo de su estado de ánimo, llamas azul zafiro lo acompañaban en la penumbra, iluminando su camino y su futuro destino.
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  • ﹀.﹀.﹀.﹀.﹀.﹀.﹀.﹀
    ۰۪۫𝑀𝔞𝔟𝔢𝔩 𝐺𝔩𝔢𝔢𝔣𝔲𝔩
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    --

    [ Era una noche oscura y cargada de tensión en la carpa de la telepatía.Las luces parpadeaban, y el murmullo del público pequeño en esta ocasión se transformaba en un rugido de expectación.Me encontraba en el centro del escenario,rodeada de nuevos visitantes al pueblo, lista para realizar un hechizo que prometía deslumbrar a todos.Sin embargo,la magia tiene una forma peculiar de volverse en contra de uno.

    Al pronunciar las palabras antiguas,un escalofrío recorrió mi espalda.La energía se desató de manera incontrolable.En un instante,los rostros de los espectadores se transformaron; sus ojos perdieron el brillo humano y se tornaron salvajes.Gritos y aullidos resonaron en la carpa, y lo que antes era un espectáculo se convirtió en un caos absoluto.

    Desesperada,intenté recordar los pasos del hechizo,buscar un remedio, pero era como si una niebla espesa cubriera mi mente. Los humanos,ahora despojados de su razón, se lanzaron sobre mí, impulsados por instintos primitivos.

    Busqué entre mis pertenencias.Mis dagas brillaban bajo la luz tenue,en un momento de claridad, comprendí que no había otra opción.Con el corazón latiendo con fuerza,saqué una de ellas.Sabía que debía actuar rápido o perdería todo control.

    El primer cuchillazo fue un acto de pura supervivencia. La mirada de terror en el rostro de aquel hombre me persiguió,el caos no se detuvo.Los demás se abalanzaron sobre mí,el instinto de autoconservación se introdujo en mí.Con cada golpe, la carpa se llenaba del eco de la lucha, y el aire se tornaba pesado con la mezcla de miedo y salvajismo.A pesar de la necesidad de protegerme,una parte de mí se desgarraba al ver cómo la vida se desvanecía en un espectáculo de horror.No podía detenerme.No podía dejar que el hechizo siguiera su curso. Así,con cada cuchillazo,me enfrentaba no solo a ellos, sino a la monstruosidad que había desatado.La carpa, que una vez fue un lugar de asombro,se había convertido en un escenario de pesadilla.Finalmente,el silencio se apoderó del lugar. Caí de rodillas,agotada y abrumada por lo que había hecho.En un instante, comprendí que la magia, la misma que había querido dominar, había reclamado su precio.Mientras la adrenalina aún corría por mis venas,una pregunta inquietante surgió en mi mente]

    {Fue necesario pero… ¿se siente bien esta agitación? Acaso...¿lo disfruté? }

    ⏝꒷꒦՞ ˖࣪ 𖥨 ˖࣪ .꒷⏝꒷꒦⏝꒷꒦՞ ˖࣪ 𖥨 ˖࣪ .꒷⏝꒷꒦ ]
    ﹀.﹀.﹀.﹀.﹀.﹀.﹀.﹀ 🔮۰۪۫💎𝑀𝔞𝔟𝔢𝔩 𝐺𝔩𝔢𝔢𝔣𝔲𝔩🎩🔮 _________________________ -- [ Era una noche oscura y cargada de tensión en la carpa de la telepatía.Las luces parpadeaban, y el murmullo del público pequeño en esta ocasión se transformaba en un rugido de expectación.Me encontraba en el centro del escenario,rodeada de nuevos visitantes al pueblo, lista para realizar un hechizo que prometía deslumbrar a todos.Sin embargo,la magia tiene una forma peculiar de volverse en contra de uno. Al pronunciar las palabras antiguas,un escalofrío recorrió mi espalda.La energía se desató de manera incontrolable.En un instante,los rostros de los espectadores se transformaron; sus ojos perdieron el brillo humano y se tornaron salvajes.Gritos y aullidos resonaron en la carpa, y lo que antes era un espectáculo se convirtió en un caos absoluto. Desesperada,intenté recordar los pasos del hechizo,buscar un remedio, pero era como si una niebla espesa cubriera mi mente. Los humanos,ahora despojados de su razón, se lanzaron sobre mí, impulsados por instintos primitivos. Busqué entre mis pertenencias.Mis dagas brillaban bajo la luz tenue,en un momento de claridad, comprendí que no había otra opción.Con el corazón latiendo con fuerza,saqué una de ellas.Sabía que debía actuar rápido o perdería todo control. El primer cuchillazo fue un acto de pura supervivencia. La mirada de terror en el rostro de aquel hombre me persiguió,el caos no se detuvo.Los demás se abalanzaron sobre mí,el instinto de autoconservación se introdujo en mí.Con cada golpe, la carpa se llenaba del eco de la lucha, y el aire se tornaba pesado con la mezcla de miedo y salvajismo.A pesar de la necesidad de protegerme,una parte de mí se desgarraba al ver cómo la vida se desvanecía en un espectáculo de horror.No podía detenerme.No podía dejar que el hechizo siguiera su curso. Así,con cada cuchillazo,me enfrentaba no solo a ellos, sino a la monstruosidad que había desatado.La carpa, que una vez fue un lugar de asombro,se había convertido en un escenario de pesadilla.Finalmente,el silencio se apoderó del lugar. Caí de rodillas,agotada y abrumada por lo que había hecho.En un instante, comprendí que la magia, la misma que había querido dominar, había reclamado su precio.Mientras la adrenalina aún corría por mis venas,una pregunta inquietante surgió en mi mente] {Fue necesario pero… ¿se siente bien esta agitación? Acaso...¿lo disfruté? } ⏝꒷꒦՞ ˖࣪ 𖥨 ˖࣪ .꒷⏝꒷꒦⏝꒷꒦՞ ˖࣪ 𖥨 ˖࣪ .꒷⏝꒷꒦ ]
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  • ℱ𝓁𝒶𝓈𝒽𝒷𝒶𝒸𝓀 ➺ ℒ𝒶 𝒫𝓇𝒾𝓂𝑒𝓇𝒶 𝒱𝑒𝓏

    𝘚𝘦𝘪𝘴 𝘢𝘯̃𝘰𝘴 𝘢𝘵𝘳𝘢́𝘴...

    La noche era oscura y fría, como tantas otras. Las luces mortecinas del motel parpadeaban sobre la fachada gris tan conocida. Nathan, envuelto en su chaqueta, sentía el aire helado filtrarse por cada fibra de su cuerpo, pero no era el frío lo que lo hacía temblar. Apoyado contra la pared áspera del motel, esperaba al boss, mirando hacia la calle vacía con una ansiedad que le erizaba la piel.

    El negocio había estado lento y el ambiente se había tornado peligroso, las tensiones cada vez más palpables. No era la primera vez. Sabía lo que venía. Siempre lo sabía.

    Cuando el coche se detuvo, el motor rugió como una bestia amenazante en la distancia y la figura del jefe emergió de entre las sombras, imponente y oscura. Lo reconoció de inmediat,o por el sonido de sus pasos pesados, y su corazón se aceleró golpeando su pecho con una furia incontrolable.

    "Esto no está bien..."

    – Vamos –la voz del jefe era grave, como un trueno contenido. Le llamó sin siquiera dirigirle una mirada.

    Nathan lo siguió, sintiendo las piernas flojas, como si su cuerpo intentara advertirle de lo que estaba por venir. Pero no había escapatoria. Nunca la había.

    Entraron en el motel, subiendo por el pasillo enmoquetado que olía a humedad y cigarros rancios. Nathan mantenía la cabeza gacha, con los ojos fijos en sus botas gastadas, conteniendo el aire, pensando si está vez realmente bastaría su cuerpo para saciar las ansias del boss.

    Cada segundo que pasaba, el miedo se acumulaba en su pecho, creciendo, apretando como una garra invisible.

    Al llegar a la habitación, las cosas se tensaron en un instante. La puerta se cerró de golpe, el sonido resonó como un disparo. Nathan levantó la vista lentamente, solo para encontrarse con la mirada oscura del jefe que lo devoraba con rabia contenida.

    – ¿Sabes lo que pasa cuando no me traes lo que te pido, verdad? –las palabras, impregnadas de un veneno hirviente, apuñalaron sus oídos. Nathan tragó saliva, sintiendo la garganta seca como papel.

    – Lo siento, ha sido una semana lenta. He intentado más de lo que he podido. La gente no... – intentó explicar, pero el golpe vino antes de que pudiera terminar la frase.

    Un puño cerrado, duro como una roca, le impactó en la cara derribándolo contra la cama desvencijada. Sintió el sabor metálico en la boca, la sangre comenzando a brotar.

    Ya no podía escapar.

    Antes de que pudiera reaccionar, las manos del jefe se cerraron alrededor de su cuello como una cadena implacable. Nathan pataleó, se retorció tratando de agarrar las muñecas que lo aprisionaban, pero la presión superaba por mucho la escasa fuerza de su cuerpo.

    – Si no sirves como puta, no sirves para nada.

    El aire dejó de entrar y los bordes de su visión comenzaron a oscurecerse. Cada segundo era una eternidad. Los latidos de su corazón martillaban en sus oídos mientras la fuerza del hombre lo aplastaba contra la cama.

    En algún punto dejó de luchar. Sus extremidades colgaban débilmente y su garganta ardía, incapaz de sacar sonido alguno. Los ojos se llenaron de lágrimas, no solo de dolor, sino de impotencia.

    ¿Así era como todo terminaba? Después de tanto luchar, resistir, sufrir... ¿Ni siquiera una luz al final del túnel?

    El mundo comenzó a desvanecerse. Los bordes de su conciencia eran oscuros, distantes, el sonido amortiguado, pero, dentro de sí, en lo más profundo de su ser, algo rugió, algo primitivo y furioso, algo que se negaba a ceder, un instinto de supervivencia puro, visceral.

    Y entonces ocurrió.

    Sin entender cómo ni por qué, una ola de energía se liberó de su cuerpo. No la sintió, no la controló, simplemente explotó fuera de él. La habitación vibró y el jefe fue lanzado violentamente hacia el otro lado, como si una fuerza invisible lo hubiera empujado con furia. El hombre impactó contra la pared con un estruendo aterrador, y el yeso y las vigas de madera estallaron en fragmentos, cayendo como una tormenta.

    Nathan quedó tendido en el lecho, afanándose por respirar. El oxígeno volvió a inundar sus pulmones como un golpe inesperado, revitalizando su cuerpo, aunque su mente estaba desorientada, perdida en el caos.

    Todo a su alrededor estaba roto, la cama destruida, las paredes con grietas. Su cuerpo temblaba, pero la amenaza había desaparecido. El boss yacía inconsciente en el otro lado de la habitación entre polvo y escombros.

    Nathan jadeaba, sus ojos aún abiertos, aunque la consciencia empezaba a resbalar de nuevo. Su corazón latía desbocado, el cuerpo exhausto por el esfuerzo mental que acababa de realizar sin siquiera comprender cómo.

    Mientras se hundía en la oscuridad del inconsciente, la única certeza que lo acompañaba era que algo en su interior había cambiado para siempre; esa sería la última vez que subyugaría su voluntad bajo la de alguien más.
    ℱ𝓁𝒶𝓈𝒽𝒷𝒶𝒸𝓀 ➺ ℒ𝒶 𝒫𝓇𝒾𝓂𝑒𝓇𝒶 𝒱𝑒𝓏 𝘚𝘦𝘪𝘴 𝘢𝘯̃𝘰𝘴 𝘢𝘵𝘳𝘢́𝘴... La noche era oscura y fría, como tantas otras. Las luces mortecinas del motel parpadeaban sobre la fachada gris tan conocida. Nathan, envuelto en su chaqueta, sentía el aire helado filtrarse por cada fibra de su cuerpo, pero no era el frío lo que lo hacía temblar. Apoyado contra la pared áspera del motel, esperaba al boss, mirando hacia la calle vacía con una ansiedad que le erizaba la piel. El negocio había estado lento y el ambiente se había tornado peligroso, las tensiones cada vez más palpables. No era la primera vez. Sabía lo que venía. Siempre lo sabía. Cuando el coche se detuvo, el motor rugió como una bestia amenazante en la distancia y la figura del jefe emergió de entre las sombras, imponente y oscura. Lo reconoció de inmediat,o por el sonido de sus pasos pesados, y su corazón se aceleró golpeando su pecho con una furia incontrolable. "Esto no está bien..." – Vamos –la voz del jefe era grave, como un trueno contenido. Le llamó sin siquiera dirigirle una mirada. Nathan lo siguió, sintiendo las piernas flojas, como si su cuerpo intentara advertirle de lo que estaba por venir. Pero no había escapatoria. Nunca la había. Entraron en el motel, subiendo por el pasillo enmoquetado que olía a humedad y cigarros rancios. Nathan mantenía la cabeza gacha, con los ojos fijos en sus botas gastadas, conteniendo el aire, pensando si está vez realmente bastaría su cuerpo para saciar las ansias del boss. Cada segundo que pasaba, el miedo se acumulaba en su pecho, creciendo, apretando como una garra invisible. Al llegar a la habitación, las cosas se tensaron en un instante. La puerta se cerró de golpe, el sonido resonó como un disparo. Nathan levantó la vista lentamente, solo para encontrarse con la mirada oscura del jefe que lo devoraba con rabia contenida. – ¿Sabes lo que pasa cuando no me traes lo que te pido, verdad? –las palabras, impregnadas de un veneno hirviente, apuñalaron sus oídos. Nathan tragó saliva, sintiendo la garganta seca como papel. – Lo siento, ha sido una semana lenta. He intentado más de lo que he podido. La gente no... – intentó explicar, pero el golpe vino antes de que pudiera terminar la frase. Un puño cerrado, duro como una roca, le impactó en la cara derribándolo contra la cama desvencijada. Sintió el sabor metálico en la boca, la sangre comenzando a brotar. Ya no podía escapar. Antes de que pudiera reaccionar, las manos del jefe se cerraron alrededor de su cuello como una cadena implacable. Nathan pataleó, se retorció tratando de agarrar las muñecas que lo aprisionaban, pero la presión superaba por mucho la escasa fuerza de su cuerpo. – Si no sirves como puta, no sirves para nada. El aire dejó de entrar y los bordes de su visión comenzaron a oscurecerse. Cada segundo era una eternidad. Los latidos de su corazón martillaban en sus oídos mientras la fuerza del hombre lo aplastaba contra la cama. En algún punto dejó de luchar. Sus extremidades colgaban débilmente y su garganta ardía, incapaz de sacar sonido alguno. Los ojos se llenaron de lágrimas, no solo de dolor, sino de impotencia. ¿Así era como todo terminaba? Después de tanto luchar, resistir, sufrir... ¿Ni siquiera una luz al final del túnel? El mundo comenzó a desvanecerse. Los bordes de su conciencia eran oscuros, distantes, el sonido amortiguado, pero, dentro de sí, en lo más profundo de su ser, algo rugió, algo primitivo y furioso, algo que se negaba a ceder, un instinto de supervivencia puro, visceral. Y entonces ocurrió. Sin entender cómo ni por qué, una ola de energía se liberó de su cuerpo. No la sintió, no la controló, simplemente explotó fuera de él. La habitación vibró y el jefe fue lanzado violentamente hacia el otro lado, como si una fuerza invisible lo hubiera empujado con furia. El hombre impactó contra la pared con un estruendo aterrador, y el yeso y las vigas de madera estallaron en fragmentos, cayendo como una tormenta. Nathan quedó tendido en el lecho, afanándose por respirar. El oxígeno volvió a inundar sus pulmones como un golpe inesperado, revitalizando su cuerpo, aunque su mente estaba desorientada, perdida en el caos. Todo a su alrededor estaba roto, la cama destruida, las paredes con grietas. Su cuerpo temblaba, pero la amenaza había desaparecido. El boss yacía inconsciente en el otro lado de la habitación entre polvo y escombros. Nathan jadeaba, sus ojos aún abiertos, aunque la consciencia empezaba a resbalar de nuevo. Su corazón latía desbocado, el cuerpo exhausto por el esfuerzo mental que acababa de realizar sin siquiera comprender cómo. Mientras se hundía en la oscuridad del inconsciente, la única certeza que lo acompañaba era que algo en su interior había cambiado para siempre; esa sería la última vez que subyugaría su voluntad bajo la de alguien más.
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