• La noche había caído sin prisa. La lámpara de su mesa estaba encendida. El día había sido largo, cargado de pensamientos que zumbaban como abejas dentro de su cabeza y su cuerpo sentía un agotamiento extremo. Todo lo que quería era silencio... o algo parecido.

    Se dejó caer lentamente sobre su cama, el colchón hundiéndose bajo su peso con un suspiro leve. Estiró una mano hacia la mesita, sus dedos tanteando hasta dar con sus audífonos. Eran de esos grandes, envolventes, que parecían abrazar las orejas como si quisieran protegerlas del mundo. Los tomó con una especie de ritual callado, como si supiera que lo que venía después sería suyo y de nadie más.

    Los colocó con cuidado, un lado primero, luego el otro. El clic sordo del ajuste le dio una sensación de calma. Su pulgar rozó la pantalla del celular, deslizando hasta la lista que ya conocía de memoria: https://www.youtube.com/watch?v=S5LvhKbsHWU&t=3417s.

    Ahí, en esa pequeña habitación, con audífonos puestos y el corazón tranquilo, encontró algo muy parecido a la paz.
    La noche había caído sin prisa. La lámpara de su mesa estaba encendida. El día había sido largo, cargado de pensamientos que zumbaban como abejas dentro de su cabeza y su cuerpo sentía un agotamiento extremo. Todo lo que quería era silencio... o algo parecido. Se dejó caer lentamente sobre su cama, el colchón hundiéndose bajo su peso con un suspiro leve. Estiró una mano hacia la mesita, sus dedos tanteando hasta dar con sus audífonos. Eran de esos grandes, envolventes, que parecían abrazar las orejas como si quisieran protegerlas del mundo. Los tomó con una especie de ritual callado, como si supiera que lo que venía después sería suyo y de nadie más. Los colocó con cuidado, un lado primero, luego el otro. El clic sordo del ajuste le dio una sensación de calma. Su pulgar rozó la pantalla del celular, deslizando hasta la lista que ya conocía de memoria: https://www.youtube.com/watch?v=S5LvhKbsHWU&t=3417s. Ahí, en esa pequeña habitación, con audífonos puestos y el corazón tranquilo, encontró algo muy parecido a la paz.
    Me entristece
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  • No sangre. No dolor. Sueños. Pequeños hilos de niebla que se deslizan por los poros de su piel, evaporándose en cuanto tocaban el aire de la ciudad. Soñaba incluso despierto: fragmentos de otros mundos se filtraban en su visión, superponiéndose a las calles grises y la lluvia fría que empapaba su abrigo gastado.

    Había bajado demasiado.

    Permanecido demasiado.

    Su cuerpo, esa cárcel prestada de carne y hueso, empezaba a pudrirse por dentro.

    —Estás muriendo —dijo una voz tras él.
    Su cuerpo físico no se giró. Reconocía esa presencia. 

    —Ya lo sé —respondió, y su voz crujió como hojas secas

    —El tiempo se me acaba. El velo se rompe. Yo... ya no pertenezco aquí.—

    No sangre. No dolor. Sueños. Pequeños hilos de niebla que se deslizan por los poros de su piel, evaporándose en cuanto tocaban el aire de la ciudad. Soñaba incluso despierto: fragmentos de otros mundos se filtraban en su visión, superponiéndose a las calles grises y la lluvia fría que empapaba su abrigo gastado. Había bajado demasiado. Permanecido demasiado. Su cuerpo, esa cárcel prestada de carne y hueso, empezaba a pudrirse por dentro. —Estás muriendo —dijo una voz tras él. Su cuerpo físico no se giró. Reconocía esa presencia.  —Ya lo sé —respondió, y su voz crujió como hojas secas —El tiempo se me acaba. El velo se rompe. Yo... ya no pertenezco aquí.—
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  • ~ Venid hijos míos, os predicare la palabra del Señor, y dice así:

    Tú sufriendo teniéndome aquí
    Aprovecha que estoy frente a ti
    Si te falta alguien que juegue con tu cuerpo
    Esta noche si tú quieres yo me ofrezco
    Para eso y más
    Tú dímelo no más
    Si te falta alguien que sirva de pretexto
    Para que tú ya lo dejes por completo
    Úsame y verás
    No te arrepentirás
    Conmigo no te va a faltar amor
    Y si te falta lo hacemos
    ~ Venid hijos míos, os predicare la palabra del Señor, y dice así: Tú sufriendo teniéndome aquí Aprovecha que estoy frente a ti Si te falta alguien que juegue con tu cuerpo Esta noche si tú quieres yo me ofrezco Para eso y más Tú dímelo no más Si te falta alguien que sirva de pretexto Para que tú ya lo dejes por completo Úsame y verás No te arrepentirás Conmigo no te va a faltar amor Y si te falta lo hacemos
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  • « Magnífico plan, mas no infalible, Ilusionista. No vas a tomarme por sorpresa una segunda vez. »

    Se escucharía como su voz pero el eco delataría que algo dentro de ella fue usurpado y prontamente reemplazado.
    « Magnífico plan, mas no infalible, Ilusionista. No vas a tomarme por sorpresa una segunda vez. » Se escucharía como su voz pero el eco delataría que algo dentro de ella fue usurpado y prontamente reemplazado.
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  • "Caminando con los Muertos" (Parte I).

    Para caminar por el mundo de los muertos se necesitan dos pies. Siempre lo evitó por ser cojo, pese a que su linaje muestra amplias aptitudes para la materia.

    Pero ya no está cojo, entonces... ¿Cuál es su excusa ahora?

    Flojera.

    Tolek estaba tendido sobre la cama de James, un lecho bien improvisado en la antigua fábrica abandonada, mirando al techo de paneles desgastados por el bien marcado paso del tiempo.

    Todo estaba tranquilo, demasiado silencioso.

    La quietud, hacía varios meses, envolvía su vida y su entorno como una capa plástica pegada a la superficie. Como los trajes de las heroínas de Marvel, constrictora e imposible.

    Irreal.

    Tolek frunció el ceño cuando la palabra irreal se hizo presente en su mente. Había algo en esa irrealidad que no encajaba, por supuesto, frente a lo muy real que era su situación estática.

    El Brujo Cojo era una entidad tan habituada al caos, que el regalo de la estabilidad que hace tiempo ya le había otorgado Veles le parecía impropio, algo que, aunque bien merecido y a veces hasta cómodo, no dejaba de parecerle ajeno.

    Y ahí estaba la respuesta.

    Tolek, como el brujo de tradición profundamente pagana que era, sabía leer las señales que la existencia le susurraba al oído. Sabía que cada día era un ciclo, uno dentro de un ciclo mayor que, a su vez, era envuelto por otro ciclo aún mayor y así sucesivamente. Mientras más amplio el ciclo, más implacable es la fuerza que lo empuja cuyo eco impulsa al ciclo que contiene, y así este último repite el ritmo con el que, a su vez, este contiene.

    En su estabilidad estática, Tolek estaba ignorando cómodamente el ritmo que marcaba el ciclo que le contenía y sólo era cuestión de tiempo para que este le empujara a seguir fluyendo.

    Y la existencia no es amable con quienes ignoran sus ciclos.

    Con un gruñido de desaprobación que no era sino la flojera abandonando su cuerpo, el brujo se puso de pie para emprender su camino. Se calzó sus botas, echó mano a su bastón y se dirigió a la estancia más abierta de la fábrica.

    — Lester, ven aquí. Necesito tu ayuda —llamó.

    Y el ave, un cuervo ligeramente más grande de lo normal, se hizo presente posándose sobre su hombro como una sombra que no necesita luz para existir.

    — Aquí estoy, amo. ¿Adónde vamos? —Preguntó el ave, su voz aterciopelada adivinando las intenciones del brujo.

    — A la tierra de los muertos. Algo me dice que tengo asuntos pendientes ahí... —respondió el brujo.

    — Te tomaste tu tiempo, amo —se mofó el ave.

    Y cómo no.

    #ElBrujoCojo
    "Caminando con los Muertos" (Parte I). Para caminar por el mundo de los muertos se necesitan dos pies. Siempre lo evitó por ser cojo, pese a que su linaje muestra amplias aptitudes para la materia. Pero ya no está cojo, entonces... ¿Cuál es su excusa ahora? Flojera. Tolek estaba tendido sobre la cama de James, un lecho bien improvisado en la antigua fábrica abandonada, mirando al techo de paneles desgastados por el bien marcado paso del tiempo. Todo estaba tranquilo, demasiado silencioso. La quietud, hacía varios meses, envolvía su vida y su entorno como una capa plástica pegada a la superficie. Como los trajes de las heroínas de Marvel, constrictora e imposible. Irreal. Tolek frunció el ceño cuando la palabra irreal se hizo presente en su mente. Había algo en esa irrealidad que no encajaba, por supuesto, frente a lo muy real que era su situación estática. El Brujo Cojo era una entidad tan habituada al caos, que el regalo de la estabilidad que hace tiempo ya le había otorgado Veles le parecía impropio, algo que, aunque bien merecido y a veces hasta cómodo, no dejaba de parecerle ajeno. Y ahí estaba la respuesta. Tolek, como el brujo de tradición profundamente pagana que era, sabía leer las señales que la existencia le susurraba al oído. Sabía que cada día era un ciclo, uno dentro de un ciclo mayor que, a su vez, era envuelto por otro ciclo aún mayor y así sucesivamente. Mientras más amplio el ciclo, más implacable es la fuerza que lo empuja cuyo eco impulsa al ciclo que contiene, y así este último repite el ritmo con el que, a su vez, este contiene. En su estabilidad estática, Tolek estaba ignorando cómodamente el ritmo que marcaba el ciclo que le contenía y sólo era cuestión de tiempo para que este le empujara a seguir fluyendo. Y la existencia no es amable con quienes ignoran sus ciclos. Con un gruñido de desaprobación que no era sino la flojera abandonando su cuerpo, el brujo se puso de pie para emprender su camino. Se calzó sus botas, echó mano a su bastón y se dirigió a la estancia más abierta de la fábrica. — Lester, ven aquí. Necesito tu ayuda —llamó. Y el ave, un cuervo ligeramente más grande de lo normal, se hizo presente posándose sobre su hombro como una sombra que no necesita luz para existir. — Aquí estoy, amo. ¿Adónde vamos? —Preguntó el ave, su voz aterciopelada adivinando las intenciones del brujo. — A la tierra de los muertos. Algo me dice que tengo asuntos pendientes ahí... —respondió el brujo. — Te tomaste tu tiempo, amo —se mofó el ave. Y cómo no. #ElBrujoCojo
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    La soledad y el silencio, en ciertos casos, son los mejores compañeros de un vagabundo, en un mundo lleno de enemigos.
    Conseguir un amigo leal, es difícil cuanto intentar sacar el propio cuerpo de un lago congelado, donde los dedos se deslizan por el hielo, resbalándose a cada intento.
    La soledad y el silencio, en ciertos casos, son los mejores compañeros de un vagabundo, en un mundo lleno de enemigos. Conseguir un amigo leal, es difícil cuanto intentar sacar el propio cuerpo de un lago congelado, donde los dedos se deslizan por el hielo, resbalándose a cada intento.
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  • ** 5 años antes **
    - ¡Pero instructor! ¡Ya le dije que 50 metros de distancia no es nada para mi! Mis tiros usualmente son de 1km para arriba. -

    Decía en un tono molesto, completamente aburrida. Quería disparar, claro. Pero aquello no era un entrenamiento ideal para ella. Ella está hecha para cosas más complicadas, ella realmente es una máquina de la puntería.

    Sin embargo, el instructor mostraba un rechazo, quería ignorar su talento, quería hacerle sentir menos.

    Por lo que Nadia, cuando todos se encontraban prestando atención a la discusión, ahí aprovechó para dar un tiro certero al centro del círculo más pequeño sin siquiera mirar la mirilla.

    Esto dejó a todos sorprendidos y al instructor en ridículo. Nadia dejó el arma ahí y simplemente se levantó y salió del lugar de un portazo.
    ** 5 años antes ** - ¡Pero instructor! ¡Ya le dije que 50 metros de distancia no es nada para mi! Mis tiros usualmente son de 1km para arriba. - Decía en un tono molesto, completamente aburrida. Quería disparar, claro. Pero aquello no era un entrenamiento ideal para ella. Ella está hecha para cosas más complicadas, ella realmente es una máquina de la puntería. Sin embargo, el instructor mostraba un rechazo, quería ignorar su talento, quería hacerle sentir menos. Por lo que Nadia, cuando todos se encontraban prestando atención a la discusión, ahí aprovechó para dar un tiro certero al centro del círculo más pequeño sin siquiera mirar la mirilla. Esto dejó a todos sorprendidos y al instructor en ridículo. Nadia dejó el arma ahí y simplemente se levantó y salió del lugar de un portazo.
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  • ┯━━━━━▧▣▧━━━━━┯

    Royalty City, siempre despierta y luminosa, la promesa de un mundo mejor, la supuesta encarnación de un mundo unido. Para que al final solamente fuera el patio de juegos y el nido de mafiosos más grande del globo.
    Barrios chantajeados por gente ambiciosa, casinos dirigidos para exprimir a la personas viciosas y luces neon que brillan para desorientar a los adictos que deambulan erráticos por las calles.

    Decirle "ciudad del pecado" sería lo adecuado, pero yo considero que es más una ciudad del infierno. Con sus círculos, con sus monstruos bien coordinados en sus respectivos sectores.

    —¡Pero yo voy a purificar este chiquero, usando mi luz de la justicia!

    Y por suerte he vivido aquí el tiempo suficiente para saber que sectores están lo suficientemente vacíos para poder practicar mis discursos. Ojalá pudiera hacer buenos discursos.

    —No. Suena demasiado cursi, casi que de político.

    Llueve. Mi piel está gris, pero reluciente gracias a las gotas de agua que se deslizan sobre mi glamuroso cuerpo. Y mi piel brilla, gracias a la luz del neón de los carteles publicitarios a mi al rededor.

    La estación de trenes respeta mi hablar y mi silencio. A éstas horas de la noche es cuando los ciudadanos, al menos los inocentes y desprotegidos, prefieren evitar compartir asientos con malandros nocturnos... Pero tampoco es que estén muy seguros durante el día.

    Mi ropa pesa, pero casi ni la siento. Mi cabello está todo caído y húmedo, pero se puede arreglar. Mis ojos brillan, ni siquiera el neón puede opacar la luz azúl en ellos. Mis dientes puntiagudos son mostrados al mundo, una sonrisa involuntaria ante la llegada del tren fugitivo que fue tomado en la estación anterior por un grupo de ladrones que creía poder escapar de la justicia entre vagones.

    La hora ha llegado, el momento en que encarno a la justicia para castigar a la maldad con una buena dosis de alto voltaje.

    ◤◢◣◥◤◢◣◥
    ┯━━━━━▧▣▧━━━━━┯ Royalty City, siempre despierta y luminosa, la promesa de un mundo mejor, la supuesta encarnación de un mundo unido. Para que al final solamente fuera el patio de juegos y el nido de mafiosos más grande del globo. Barrios chantajeados por gente ambiciosa, casinos dirigidos para exprimir a la personas viciosas y luces neon que brillan para desorientar a los adictos que deambulan erráticos por las calles. Decirle "ciudad del pecado" sería lo adecuado, pero yo considero que es más una ciudad del infierno. Con sus círculos, con sus monstruos bien coordinados en sus respectivos sectores. —¡Pero yo voy a purificar este chiquero, usando mi luz de la justicia! Y por suerte he vivido aquí el tiempo suficiente para saber que sectores están lo suficientemente vacíos para poder practicar mis discursos. Ojalá pudiera hacer buenos discursos. —No. Suena demasiado cursi, casi que de político. Llueve. Mi piel está gris, pero reluciente gracias a las gotas de agua que se deslizan sobre mi glamuroso cuerpo. Y mi piel brilla, gracias a la luz del neón de los carteles publicitarios a mi al rededor. La estación de trenes respeta mi hablar y mi silencio. A éstas horas de la noche es cuando los ciudadanos, al menos los inocentes y desprotegidos, prefieren evitar compartir asientos con malandros nocturnos... Pero tampoco es que estén muy seguros durante el día. Mi ropa pesa, pero casi ni la siento. Mi cabello está todo caído y húmedo, pero se puede arreglar. Mis ojos brillan, ni siquiera el neón puede opacar la luz azúl en ellos. Mis dientes puntiagudos son mostrados al mundo, una sonrisa involuntaria ante la llegada del tren fugitivo que fue tomado en la estación anterior por un grupo de ladrones que creía poder escapar de la justicia entre vagones. La hora ha llegado, el momento en que encarno a la justicia para castigar a la maldad con una buena dosis de alto voltaje. ◤◢◣◥◤◢◣◥
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  • Destapa el champagne
    Apaga las luces
    Dejemos las velas encendidas
    Y afuera las heridas
    Ya no pienses más
    En nuestro pasado
    Hagamos que choquen nuestras copas
    Por habernos encontrado
    Y porque puedo
    Mirar el cielo, besar tus manos
    Sentir tu cuerpo, decir tu nombre
    Y las caricias serán la brisa
    Que aviva el fuego de nuestro amor
    De nuestro amor

    Emberwing Alek
    Destapa el champagne Apaga las luces Dejemos las velas encendidas Y afuera las heridas Ya no pienses más En nuestro pasado Hagamos que choquen nuestras copas Por habernos encontrado Y porque puedo Mirar el cielo, besar tus manos Sentir tu cuerpo, decir tu nombre Y las caricias serán la brisa Que aviva el fuego de nuestro amor De nuestro amor [Emberwing_Alek]
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  • Mientras el cuerpo físico de Ina se mantiene flotando en una burbuja, su mente sigue anclada en el sueño del Halovian, y su sonrisa sigue siendo la de quien no sabe que está soñando. Allí, bajo un sol dorado, dos estudiantes caminan hacia su primera cita.

    La campana del institutó sonó, Ina salió apresurada esquivando a compañeros cuyos rostros empezaban a difuminarse como acuarelas bajo la lluvia. Solo Belial permanecía nítido, con una sonrisa que le hacía cosquillas en un recuerdo de su memoria que parecía no existir.

    —¡Beli-b... —pausa— digo, Belial~ —canturreó, ajustando su mochila, de la cual colgaba un mini peluche de pulpo que no recordaba haber puesto allí.

    Ambos avanzaron por el camino hacia el arcade. Ina caminaba junto a él, sus pasos sincronizados sobre la acera.

    Se detuvieron antes de cruzar la calle, Ina vio el semáforo: rojo-verde-morado... ¿Morado?. Parpadeó. Era amarillo, pero podría jurar que lo había visto morado. Sacudió su cabeza y cuando el semáforo se puso en rojo, avanzó a un lado de él.

    —Belial... ¿A veces no te pasa que...?

    Dudó. Las palabras se le enredaron en la lengua. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba teniendo alucinaciones?

    —...Nah, ¡olvídalo! —sacudió la cabeza una vez más, riendo demasiado alto.

    Llegaron al local, se detuvieron un instante frente al letrero neón del arcade. Y cuando empujó la puerta de vidrio, por un segundo, creyó ver en el reflejo a Belial con...¿alas?. Pero rápidamente, su atención se desvió hacia las luces de colores, los sonidos, las risas y el ambiente. El arcade la envolvió.

    —Waaah, ¿que deberíamos jugar primero? —sus ojos brillaban como estrellas— ¿Sabías que los arcades son como rituales? Insertas monedas y rezas para que el universo no te humille...

    Suelta una risita que suena como campanitas rotas. Parpadea. Pausa. ¿Un ritual? ¿Que acaba de decir?. Su sonrisa se borra por 0.65 segundos. Da igual. Lo olvida rápidamente. Su sonrisa reaparece. Sigue tropezando con las mismas pistas, pero no las ve. ¿O tal vez es que no las quiere ver?
    Mientras el cuerpo físico de Ina se mantiene flotando en una burbuja, su mente sigue anclada en el sueño del Halovian, y su sonrisa sigue siendo la de quien no sabe que está soñando. Allí, bajo un sol dorado, dos estudiantes caminan hacia su primera cita. La campana del institutó sonó, Ina salió apresurada esquivando a compañeros cuyos rostros empezaban a difuminarse como acuarelas bajo la lluvia. Solo [anagenesis001] permanecía nítido, con una sonrisa que le hacía cosquillas en un recuerdo de su memoria que parecía no existir. —¡Beli-b... —pausa— digo, Belial~ —canturreó, ajustando su mochila, de la cual colgaba un mini peluche de pulpo que no recordaba haber puesto allí. Ambos avanzaron por el camino hacia el arcade. Ina caminaba junto a él, sus pasos sincronizados sobre la acera. Se detuvieron antes de cruzar la calle, Ina vio el semáforo: rojo-verde-morado... ¿Morado?. Parpadeó. Era amarillo, pero podría jurar que lo había visto morado. Sacudió su cabeza y cuando el semáforo se puso en rojo, avanzó a un lado de él. —Belial... ¿A veces no te pasa que...? Dudó. Las palabras se le enredaron en la lengua. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba teniendo alucinaciones? —...Nah, ¡olvídalo! —sacudió la cabeza una vez más, riendo demasiado alto. Llegaron al local, se detuvieron un instante frente al letrero neón del arcade. Y cuando empujó la puerta de vidrio, por un segundo, creyó ver en el reflejo a Belial con...¿alas?. Pero rápidamente, su atención se desvió hacia las luces de colores, los sonidos, las risas y el ambiente. El arcade la envolvió. —Waaah, ¿que deberíamos jugar primero? —sus ojos brillaban como estrellas— ¿Sabías que los arcades son como rituales? Insertas monedas y rezas para que el universo no te humille... Suelta una risita que suena como campanitas rotas. Parpadea. Pausa. ¿Un ritual? ¿Que acaba de decir?. Su sonrisa se borra por 0.65 segundos. Da igual. Lo olvida rápidamente. Su sonrisa reaparece. Sigue tropezando con las mismas pistas, pero no las ve. ¿O tal vez es que no las quiere ver?
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