• "Mal necesario".

    Se siente sucio hasta decirlo, al menos, si no has sido podrido todavía por los modos de este mundo.

    ¿En qué clase de mundo podría ser «necesario» algo malo? ¿Qué clase de profesor enseña con el pesar, con la penuria, con el sufrimiento? Como un poema que se escribe con sangre sobre la carne al rojo vivo.

    Preguntas retórica, nada más. Todos saben que no hay aprendizaje sin dolor, y no hay dolor sin motivo. Así es como son las cosas.

    Quiero creer que este pobre diablo logró aprenderlo en sus últimos momentos. Se supone que es mi trabajo, ¿sabes? Sin embargo, ni siquiera yo sé cuando el dolor es necesario. Y cuando lo es, no sé «cuánto» lo es.

    Prueba y error, sencillamente. Se me pasó la mano otra vez. Honestas equivocaciones, ¿no le pasa a cualquiera?
    "Mal necesario". Se siente sucio hasta decirlo, al menos, si no has sido podrido todavía por los modos de este mundo. ¿En qué clase de mundo podría ser «necesario» algo malo? ¿Qué clase de profesor enseña con el pesar, con la penuria, con el sufrimiento? Como un poema que se escribe con sangre sobre la carne al rojo vivo. Preguntas retórica, nada más. Todos saben que no hay aprendizaje sin dolor, y no hay dolor sin motivo. Así es como son las cosas. Quiero creer que este pobre diablo logró aprenderlo en sus últimos momentos. Se supone que es mi trabajo, ¿sabes? Sin embargo, ni siquiera yo sé cuando el dolor es necesario. Y cuando lo es, no sé «cuánto» lo es. Prueba y error, sencillamente. Se me pasó la mano otra vez. Honestas equivocaciones, ¿no le pasa a cualquiera?
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  • Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad.

    Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas.

    Estaba enamorada.

    No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores.

    Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más.

    Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras.

    Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego.

    Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero.

    Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia.

    Todo cambió una tarde gris.

    Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto:

    "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora."

    Cho no necesitó escuchar más.

    El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire.

    Claro que nunca la tomaría en serio.
    Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos.
    Después de todo, ella era apenas una niña.

    Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
    Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad. Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas. Estaba enamorada. No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores. Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más. Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras. Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego. Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero. Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia. Todo cambió una tarde gris. Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto: "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora." Cho no necesitó escuchar más. El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire. Claro que nunca la tomaría en serio. Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos. Después de todo, ella era apenas una niña. Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
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  • La investigación
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    -Falto un solo día y siempre pasan estas cosas.
    Suspire fuerte mientras me comía mi pan con la cabeza agachada, mi grupo de amigas se estaba riendo.
    -Siempre pasa algo y tu faltas porque te paso algo peor... Igual, que mal que te hayan robado, ahora no puedes andar distraída en la calle, siempre lo haces.
    Solo la mire con una pequeña mueca, si había sido robada y de hecho tenía un ojo morado pero no fue por estar distraída en la calle.

    -bueno, pero lo importante es que estas viva y con nosotros además yo tengo tus papelitos. Que la profe nos hizo sacar papeles al azar para saber a que tema nos toca y también nos dio recomendaciones.

    Abril me dio los papeles con una sonrisa, yo los abrí un poco confundida mientras que mi grupo de amigas también los veian con la misma expresión.

    -¿es normal que no tenga el nombre de la persona que me tiene que ayudar?
    -de hecho no, todos los papelitos que nos salio a nosotras eran de algunos profesores.

    Suspire aún más fastidiada. Cuando terminaron las clases le fui a pedir una guía a la profesora de la materia. Ella dijo que era una persona que tenía un conocimiento fascinante, pero no sabía si iba a estar dispuesto a ayudarme. Era mejor que lo fuera a visitar directamente que llamarlo, se me olvidó mencionar que en este famoso papelitos solo estaba su apellido y su dirección.

    Por fin llegó el viernes después de clase y mientras que toda la universidad salía de fiesta yo fui a la otra punta de la ciudad a buscar la persona que me ayudaría con esta investigación sobre la edad antigua y la esclavitud. Mientras que miraba el paisaje que pasaba de ser el típico urbano moderno paso a ser más antiguas las contrucciones pero más orgánicas y hermosas. Al llegar a la casa toque el timbre y me aleje un poco de la puerta para mirar hacia el parque que estaba justo al frente, era hermoso y trasmitía paz, la vista afloraba mi creatividad que la necesitaba más que nunca porque tenía un tema en mente sobre el tema que me había aparecido en los papelitos, pero no tenía idea que hacer. Cuando pasaron aproximadamente 5 minutos y con las ideas más claras volví a tocar el timbre pero esta vez me quedé esperando frente a la puerta, tenia el presentimiento de que no me iban a abrir y mi ceño se frunció solo de pensarlo. @Samael Öὄφις
    -Falto un solo día y siempre pasan estas cosas. Suspire fuerte mientras me comía mi pan con la cabeza agachada, mi grupo de amigas se estaba riendo. -Siempre pasa algo y tu faltas porque te paso algo peor... Igual, que mal que te hayan robado, ahora no puedes andar distraída en la calle, siempre lo haces. Solo la mire con una pequeña mueca, si había sido robada y de hecho tenía un ojo morado pero no fue por estar distraída en la calle. -bueno, pero lo importante es que estas viva y con nosotros además yo tengo tus papelitos. Que la profe nos hizo sacar papeles al azar para saber a que tema nos toca y también nos dio recomendaciones. Abril me dio los papeles con una sonrisa, yo los abrí un poco confundida mientras que mi grupo de amigas también los veian con la misma expresión. -¿es normal que no tenga el nombre de la persona que me tiene que ayudar? -de hecho no, todos los papelitos que nos salio a nosotras eran de algunos profesores. Suspire aún más fastidiada. Cuando terminaron las clases le fui a pedir una guía a la profesora de la materia. Ella dijo que era una persona que tenía un conocimiento fascinante, pero no sabía si iba a estar dispuesto a ayudarme. Era mejor que lo fuera a visitar directamente que llamarlo, se me olvidó mencionar que en este famoso papelitos solo estaba su apellido y su dirección. Por fin llegó el viernes después de clase y mientras que toda la universidad salía de fiesta yo fui a la otra punta de la ciudad a buscar la persona que me ayudaría con esta investigación sobre la edad antigua y la esclavitud. Mientras que miraba el paisaje que pasaba de ser el típico urbano moderno paso a ser más antiguas las contrucciones pero más orgánicas y hermosas. Al llegar a la casa toque el timbre y me aleje un poco de la puerta para mirar hacia el parque que estaba justo al frente, era hermoso y trasmitía paz, la vista afloraba mi creatividad que la necesitaba más que nunca porque tenía un tema en mente sobre el tema que me había aparecido en los papelitos, pero no tenía idea que hacer. Cuando pasaron aproximadamente 5 minutos y con las ideas más claras volví a tocar el timbre pero esta vez me quedé esperando frente a la puerta, tenia el presentimiento de que no me iban a abrir y mi ceño se frunció solo de pensarlo. @[Samael_rp]
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  • El café estaba listo. La mujer que había tocado a su puerta, sentada en el sofá. Mediana edad, probablemente sólo una ama de casa.

    —Debería demandar a la revista por seguir dando mi dirección a todo el que pregunta —dijo él, luego bebió de su taza y dejó la otra en la mesa de centro.

    —Frederick no puede separarse de Sofía —la mujer se atrevía a hablar por fin. Levantó su cabeza para ver los cansados ojos del docente.

    —¿Disculpe? —

    —Frederick y Sofía tienen que quedarse juntos. No puede separarlos —ella habló con total seriedad.

    —¿De verdad vino usted aquí, a la casa de un completo extraño, a las once de la noche, a decir esto? —

    Increíble. Las amas de casa son algo fascinante.

    —¡No puede separarlos! ¡No puede, Frederick la ama, yo lo sé! —se había puesto de pie. Tomó al profesor por la camisa, lo sacudió un poco. —¡No los separe! —

    —Oiga, señora… se está tomando esto muy en serio, ¿no cree? —

    Sólo era un trabajo de medio tiempo escribiendo historias románticas en una revista para amas de casa. ¿Qué tan malo podía ser? Ah, parece que Sawajiri pecó de ingenuo. Otra vez. ¿Cuántas iban en el mes?

    —¡No los separe, no se atreva! —las manos femeninas volvieron a sacudirlo.

    —¡Frederick es un mujeriego, él no ama a nadie más que a sí mismo! —vociferó él. Oh, no, ¿se lo estaba tomando en serio también?

    —¡Cállese, usted no sabe nada de Frederick! —ella lo sacudió más todavía.

    —¿De qué carajo habla? ¡Yo creé a Frederick y a Sofía! —

    —¡No me importa! Él la ama y puede cambiar, las otras son sólo diversión —y no dejaba de sacudirlo.

    —¡Abra los ojos, señora! Los hombres como Frederick no cambian. Le pide perdón cuando la caga, y días después se está cogiendo a otra. Sofía va a perdonarlo una y otra vez, y en quince años, cuando esté llena de hijos, estrías y sueños inconclusos, él va a decirle que se descuidó y la dejará por una más joven. ¿Es eso lo que usted quiere para Sofía? —

    Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, luego huyeron de la mirada masculina. La camisa soltó, parecía no saber qué hacer ahora con sus manos. Como un ruidoso juguete al que de pronto se le terminaron las baterías, la energía, se había apagado.

    —Señor, ¿usted cree que Sofía es tonta? —un tono más apagado, casi como un susurro, usó la ella.

    —¿…Eh? —

    —Sofía lo sabe. Ella sabe todo eso, y está dispuesta a sacrificarlo todo. Su vida, su futuro, sus sueños, todo. Porque ella… —

    —¿Porque ella lo ama? —

    —Porque ella… —volvió a mirarlo. Sus ojos luchaban por contener las lágrimas, unas que parecían tener mucho tiempo guardadas. —…es sólo una ama de casa. Una ama de casa con la esperanza de que, quizás sólo esta vez, la historia sea distinta. Porque es lo único que le queda—.

    Silencio. Largo, incómodo, asfixiante silencio.

    —¿Sabe algo, señora? —se encargó él de terminar el silencio. —Tal vez… Frederick sí puede cambiar—.
    El café estaba listo. La mujer que había tocado a su puerta, sentada en el sofá. Mediana edad, probablemente sólo una ama de casa. —Debería demandar a la revista por seguir dando mi dirección a todo el que pregunta —dijo él, luego bebió de su taza y dejó la otra en la mesa de centro. —Frederick no puede separarse de Sofía —la mujer se atrevía a hablar por fin. Levantó su cabeza para ver los cansados ojos del docente. —¿Disculpe? — —Frederick y Sofía tienen que quedarse juntos. No puede separarlos —ella habló con total seriedad. —¿De verdad vino usted aquí, a la casa de un completo extraño, a las once de la noche, a decir esto? — Increíble. Las amas de casa son algo fascinante. —¡No puede separarlos! ¡No puede, Frederick la ama, yo lo sé! —se había puesto de pie. Tomó al profesor por la camisa, lo sacudió un poco. —¡No los separe! — —Oiga, señora… se está tomando esto muy en serio, ¿no cree? — Sólo era un trabajo de medio tiempo escribiendo historias románticas en una revista para amas de casa. ¿Qué tan malo podía ser? Ah, parece que Sawajiri pecó de ingenuo. Otra vez. ¿Cuántas iban en el mes? —¡No los separe, no se atreva! —las manos femeninas volvieron a sacudirlo. —¡Frederick es un mujeriego, él no ama a nadie más que a sí mismo! —vociferó él. Oh, no, ¿se lo estaba tomando en serio también? —¡Cállese, usted no sabe nada de Frederick! —ella lo sacudió más todavía. —¿De qué carajo habla? ¡Yo creé a Frederick y a Sofía! — —¡No me importa! Él la ama y puede cambiar, las otras son sólo diversión —y no dejaba de sacudirlo. —¡Abra los ojos, señora! Los hombres como Frederick no cambian. Le pide perdón cuando la caga, y días después se está cogiendo a otra. Sofía va a perdonarlo una y otra vez, y en quince años, cuando esté llena de hijos, estrías y sueños inconclusos, él va a decirle que se descuidó y la dejará por una más joven. ¿Es eso lo que usted quiere para Sofía? — Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, luego huyeron de la mirada masculina. La camisa soltó, parecía no saber qué hacer ahora con sus manos. Como un ruidoso juguete al que de pronto se le terminaron las baterías, la energía, se había apagado. —Señor, ¿usted cree que Sofía es tonta? —un tono más apagado, casi como un susurro, usó la ella. —¿…Eh? — —Sofía lo sabe. Ella sabe todo eso, y está dispuesta a sacrificarlo todo. Su vida, su futuro, sus sueños, todo. Porque ella… — —¿Porque ella lo ama? — —Porque ella… —volvió a mirarlo. Sus ojos luchaban por contener las lágrimas, unas que parecían tener mucho tiempo guardadas. —…es sólo una ama de casa. Una ama de casa con la esperanza de que, quizás sólo esta vez, la historia sea distinta. Porque es lo único que le queda—. Silencio. Largo, incómodo, asfixiante silencio. —¿Sabe algo, señora? —se encargó él de terminar el silencio. —Tal vez… Frederick sí puede cambiar—.
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  • Merlina lleva varias semanas encerrada en la sombría y enigmática Academia Nevermore. A pesar de los esfuerzos de la directora y los profesores por integrarla, ella siente que algo no está bien. Su espíritu independiente la impulsa a buscar la manera de escapar, convencida de que sus días en Nevermore deben terminar.

    Pero mientras traza rutas de escape y esquiva la vigilancia, Merlina comienza a notar cosas extrañas, pasillos que cambian de lugar, voces que se escuchan a medianoche, un cuadro que la observa y un antiguo diario escondido bajo una tabla suelta en su habitación. El diario, escrito por una alumna desaparecida hace décadas, habla de una sociedad secreta que controla el destino de los estudiantes.

    A medida que la pelinegra se adentra más en los misterios de la academia, descubre que su llegada a Nevermore no fue un accidente. Y escapar podría significar no solo perder la oportunidad de descubrir la verdad, sino también poner en peligro a todos los que la rodean.
    Merlina lleva varias semanas encerrada en la sombría y enigmática Academia Nevermore. A pesar de los esfuerzos de la directora y los profesores por integrarla, ella siente que algo no está bien. Su espíritu independiente la impulsa a buscar la manera de escapar, convencida de que sus días en Nevermore deben terminar. Pero mientras traza rutas de escape y esquiva la vigilancia, Merlina comienza a notar cosas extrañas, pasillos que cambian de lugar, voces que se escuchan a medianoche, un cuadro que la observa y un antiguo diario escondido bajo una tabla suelta en su habitación. El diario, escrito por una alumna desaparecida hace décadas, habla de una sociedad secreta que controla el destino de los estudiantes. A medida que la pelinegra se adentra más en los misterios de la academia, descubre que su llegada a Nevermore no fue un accidente. Y escapar podría significar no solo perder la oportunidad de descubrir la verdad, sino también poner en peligro a todos los que la rodean.
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  • —Esta taza decía "para el mejor profesor del mundo" antes de que se despintara. ¿No me crees? Pregúntale al de Química, a él se la robé.
    —Esta taza decía "para el mejor profesor del mundo" antes de que se despintara. ¿No me crees? Pregúntale al de Química, a él se la robé.
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  • Desayuno familiar
    Fandom Bridgerton
    Categoría Original
    Anthony Bridgerton, Kate Bridgerton, Benedict Bridgerton y Eloise Bridgerton

    Hasta hace unos minutos mis hijos más pequeños Gregory y Hyacinth, desayunaron con el resto.
    El ama de llaves irrumpió para informarnos sobre la llegada de la institutriz de Hyacinth, y también del profesor de latín de Gregory.
    Los dos terminaron abandonando molestos el comedor, dejándonos al resto seguir disfrutando del desayuno.
    Aunque ahora cada vez vamos siendo menos, me encanta poder seguir disfrutando de las mañanas desayunando con casi todos mis hijos.

    A veces Colin y también Penélope, nos acompañan.

    En mi interior echo de menos tener la casa completamente llena con todos mis hijos y sus cónyuges.
    Aún así, soy muy feliz de que mis hijos que ya no viven conmigo hayan formado sus propios hogares.
    Dónde son felices, para mí siempre estará por encima la felicidad de cada uno de ellos
    [ThxVizconde], [Katiekinw], [BenedictArtB] y [WyattEloise] Hasta hace unos minutos mis hijos más pequeños Gregory y Hyacinth, desayunaron con el resto. El ama de llaves irrumpió para informarnos sobre la llegada de la institutriz de Hyacinth, y también del profesor de latín de Gregory. Los dos terminaron abandonando molestos el comedor, dejándonos al resto seguir disfrutando del desayuno. Aunque ahora cada vez vamos siendo menos, me encanta poder seguir disfrutando de las mañanas desayunando con casi todos mis hijos. A veces Colin y también Penélope, nos acompañan. En mi interior echo de menos tener la casa completamente llena con todos mis hijos y sus cónyuges. Aún así, soy muy feliz de que mis hijos que ya no viven conmigo hayan formado sus propios hogares. Dónde son felices, para mí siempre estará por encima la felicidad de cada uno de ellos
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  • Deseos liberados
    Fandom Oc
    Categoría Original
    Saliendo del trabajo, necesitaba despejarme y salir a conocer a otras personas para divertirme aunque amaba mi trabajo de profesor necesitaba esto. Por ello, se dirigió a su departamento pequeño para alguien soltero y allí comenzó a arreglarse. Su conjunto consistía en una camisa trasparente negra y un chaqueta de cuero del mismo color, mostrando su torso trabajado y unos pantalones vaqueros negros también ajustados a su cuerpo, resaltando su trasero. Termino su conjunto,con una fragancia italiana más sus anillos y su cadena de plata. Mirándose al espejo soltó un guiño y se fue a su discoteca favorita.
    Una sonrisa se le dibujo al entrar por fin al lugar, ya no era el profesor de historia amable y modesto ahora era alguien distinto. Alguien más perverso y caminando entre la masa de gente fue al bar, a pedir un trago mientras miraba a su alrededor con ojos de cazador esperando cazar alguna presa despistada que estuviera en su camino.

    _Me sirve una pistola, que este cargada de pisco y con poco bebida

    Le dijo al bartander mirandolo prevemnte esperando su pedido y cuando lo tuvo se levantó, había encontrado su presa indefensa.
    Saliendo del trabajo, necesitaba despejarme y salir a conocer a otras personas para divertirme aunque amaba mi trabajo de profesor necesitaba esto. Por ello, se dirigió a su departamento pequeño para alguien soltero y allí comenzó a arreglarse. Su conjunto consistía en una camisa trasparente negra y un chaqueta de cuero del mismo color, mostrando su torso trabajado y unos pantalones vaqueros negros también ajustados a su cuerpo, resaltando su trasero. Termino su conjunto,con una fragancia italiana más sus anillos y su cadena de plata. Mirándose al espejo soltó un guiño y se fue a su discoteca favorita. Una sonrisa se le dibujo al entrar por fin al lugar, ya no era el profesor de historia amable y modesto ahora era alguien distinto. Alguien más perverso y caminando entre la masa de gente fue al bar, a pedir un trago mientras miraba a su alrededor con ojos de cazador esperando cazar alguna presa despistada que estuviera en su camino. _Me sirve una pistola, que este cargada de pisco y con poco bebida Le dijo al bartander mirandolo prevemnte esperando su pedido y cuando lo tuvo se levantó, había encontrado su presa indefensa.
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  • "`𝑊𝑒 𝑎𝑟𝑒 𝑎𝑙𝑙 𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑒𝑠 𝑖𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑒𝑛𝑑, 𝑗𝑢𝑠𝑡 𝑚𝑎𝑘𝑒 𝑖𝑡 𝑎 𝑔𝑜𝑜𝑑 𝑜𝑛𝑒"
    𝗗𝗔𝗬𝗦 𝗢𝗙 𝗧𝗛𝗘 𝗙𝗨𝗧𝗨𝗥𝗘 𝗣𝗔𝗦𝗧

    ✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧ ✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧

    — La primera vez que tuve constancia de quien era, o de que era, fue a los seis años. Apenas sabía de mi historia familiar: mi madre estaba sola, criándome con ayuda de mis abuelos. Los cuatro vivíamos tranquilamente en Sankt Gilgen (Austria), al abrigo de una comunidad profundamente católica y tradicional. Era una niña como otra cualquiera: iba al colegio, jugaba con mis amigos, disfrutaba de los pequeños momentos familiares y estaba feliz con mi vida.

    Estas cosas se desencadenan porque si, no hay un motivo que lo justifique. Me encontraba jugando en mi habitación, sola. Mis abuelos habían salido, mamá y yo estábamos solas.

    Todo pasó de manera difusa, en un gritito de cría asustada: mi madre me encontró levitando en el aire, frente al espejo, mientras mis manos hacían movimientos raros, como si estuviera amasando.

    No, no era una posesión, no pienses mal. Aquel hecho trajo consigo una historia por parte de mi madre que se ha ido repitiendo con el paso de los años: yo era especial, distinta. Era la hija del famoso científico Brian Xavier, el cual había desaparecido de su vida una vez supo de la existencia de una hija desconocida. Lo del tema de mis podres era otra cosa.

    Saber que era diferente, que podía hacer cosas casi mágicas, me convertía en algo único. Crecer y ocultar mis dones fue algo complicado, no podía revelar al mundo lo que era. Llegué a pensar en que era algo malo, pero cuando me fui informando de otras personas como yo, de que no estaba sola en el mundo, eso me dio fuerzas para seguir perfeccionando mi habilidad.

    Conocer el primer amor, a la primera persona que era igual que yo, alguien distinto, que te rompan el corazón. Descubrir que tenía un hermano, buscarlo por todas partes hasta encontrarlo, volverlo a perder. Crecer personal y profesionalmente, convertirme en profesora, ayudar a los niños que lo necesitan. Pasar por una invasión extraterrestre, descubrir que existe gente más allá de los universos que tiene diversas capacidades. Soñar con ser como ellos. Defender lo que eres. Tratar de encontrar a tus amigos. Intentar encajar en el mundo.

    La vida no es fácil. Las historias son diversas. Pero todos podemos hacer buenas historias, encontrarnos y darnos una identidad.

    Cruzar las estrellas. Crear aventuras. Pelear por tu mundo, por tu vida. Estar orgulloso de lo que eres.

    Mi nombre es Nia Xavier. Y mi historia todavía no ha terminado. —
    "`𝑊𝑒 𝑎𝑟𝑒 𝑎𝑙𝑙 𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑒𝑠 𝑖𝑛 𝑡ℎ𝑒 𝑒𝑛𝑑, 𝑗𝑢𝑠𝑡 𝑚𝑎𝑘𝑒 𝑖𝑡 𝑎 𝑔𝑜𝑜𝑑 𝑜𝑛𝑒" 𝗗𝗔𝗬𝗦 𝗢𝗙 𝗧𝗛𝗘 𝗙𝗨𝗧𝗨𝗥𝗘 𝗣𝗔𝗦𝗧 ✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧ ✩₊˚.⋆☾⋆⁺₊✧ — La primera vez que tuve constancia de quien era, o de que era, fue a los seis años. Apenas sabía de mi historia familiar: mi madre estaba sola, criándome con ayuda de mis abuelos. Los cuatro vivíamos tranquilamente en Sankt Gilgen (Austria), al abrigo de una comunidad profundamente católica y tradicional. Era una niña como otra cualquiera: iba al colegio, jugaba con mis amigos, disfrutaba de los pequeños momentos familiares y estaba feliz con mi vida. Estas cosas se desencadenan porque si, no hay un motivo que lo justifique. Me encontraba jugando en mi habitación, sola. Mis abuelos habían salido, mamá y yo estábamos solas. Todo pasó de manera difusa, en un gritito de cría asustada: mi madre me encontró levitando en el aire, frente al espejo, mientras mis manos hacían movimientos raros, como si estuviera amasando. No, no era una posesión, no pienses mal. Aquel hecho trajo consigo una historia por parte de mi madre que se ha ido repitiendo con el paso de los años: yo era especial, distinta. Era la hija del famoso científico Brian Xavier, el cual había desaparecido de su vida una vez supo de la existencia de una hija desconocida. Lo del tema de mis podres era otra cosa. Saber que era diferente, que podía hacer cosas casi mágicas, me convertía en algo único. Crecer y ocultar mis dones fue algo complicado, no podía revelar al mundo lo que era. Llegué a pensar en que era algo malo, pero cuando me fui informando de otras personas como yo, de que no estaba sola en el mundo, eso me dio fuerzas para seguir perfeccionando mi habilidad. Conocer el primer amor, a la primera persona que era igual que yo, alguien distinto, que te rompan el corazón. Descubrir que tenía un hermano, buscarlo por todas partes hasta encontrarlo, volverlo a perder. Crecer personal y profesionalmente, convertirme en profesora, ayudar a los niños que lo necesitan. Pasar por una invasión extraterrestre, descubrir que existe gente más allá de los universos que tiene diversas capacidades. Soñar con ser como ellos. Defender lo que eres. Tratar de encontrar a tus amigos. Intentar encajar en el mundo. La vida no es fácil. Las historias son diversas. Pero todos podemos hacer buenas historias, encontrarnos y darnos una identidad. Cruzar las estrellas. Crear aventuras. Pelear por tu mundo, por tu vida. Estar orgulloso de lo que eres. Mi nombre es Nia Xavier. Y mi historia todavía no ha terminado. —
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  • ¡I Demon Ninja!

    En el patio del kinder, mientras sus compañeras corren y jugar, Akane se acomoda debajo de un árbol con su libreta y sus lápices de colores. La pequeña prodigio del dibujo, con la lengua apenas asomando de concentración, empieza a dibujar su yo adulta, una demonio de piel verde, cuernos puntiagudos, cola ondulante y un traje ninja que haría orgullosa a su madre Yuna. "Soy la reina ninja del inframundo."

    Pronto, sus compañeras se acercan curiosas, hasta que ven el dibujo. “¡Qué miedo! ¿Esa eres tú?” dice una de ellas con ojos abiertos como platos. Akane pone su mejor cara seria y responde con voz grave: “Sí... Y si me enojan, me transformo en esto. Así que mejor no me hagan enfadar.” Sus compañeras gritan y salen corriendo en desbandada mientras Akane suelta una carcajada que hace eco por todo el patio.
    Momentos después, la profesora, con el rostro lleno de una mezcla de indignación y confusión, llega junto a Akane.

    Akane, con su pequeño cuerpo tambaleándose por el corredor del kinder, sigue a la profesora mientras observa que la llevan a la oficina del director. Al cruzar la puerta y ver a su madre Sasha Ishtar esperando, Akane frena por un instante, pero no porque tenga miedo, en realidad es mucho más divertida en su mente de niña traviesa.

    “Esto es peor de lo que pensaba,” piensa, tragándose una sonrisa. “Mami Sasha está aquí. Seguro que el director ya está temblando porque somos una familia de demonios. ¡Apuesto a que cree que, si me porto mal, Mami se transforma en un dragón gigante! ¿O será que él cree que yo ya tengo poderes mágicos?”


    la profesora y Akane entran a la oficina, esta no es la primera vez, por lo que Sasha, con los brazos cruzados pero una leve sonrisa que no logra ocultar. “Akane,” dice con voz solemne, “¿qué hiciste ahora?”

    Akane, sin poder contener la risa, responde: “¡Madre, creo que le tienen miedo a mi transformación!” Sasha niega con la cabeza mientras trata de no reírse, sabiendo que su hija había heredado su chispa y travesura. Y mientras la profesora intenta explicar la situación, Sasha le responde con calma: “No se preocupe, ella solo está... explorando su creatividad.”

    Mientras los adultos hablan, Akane siente que su imaginación vuela más alto, y para mantener su compostura, juega con sus manos, fingiendo estar pensativa. Pero cuando Sasha gira para mirarla con un ligero levantamiento de ceja, ella suelta una risita apenas audible.

    “Si Mamá supiera que el director cree que somos como los monstruos de las películas…” piensa mientras se muerde el labio para no estallar en carcajadas.




    ¡I Demon Ninja! En el patio del kinder, mientras sus compañeras corren y jugar, Akane se acomoda debajo de un árbol con su libreta y sus lápices de colores. La pequeña prodigio del dibujo, con la lengua apenas asomando de concentración, empieza a dibujar su yo adulta, una demonio de piel verde, cuernos puntiagudos, cola ondulante y un traje ninja que haría orgullosa a su madre Yuna. "Soy la reina ninja del inframundo." Pronto, sus compañeras se acercan curiosas, hasta que ven el dibujo. “¡Qué miedo! ¿Esa eres tú?” dice una de ellas con ojos abiertos como platos. Akane pone su mejor cara seria y responde con voz grave: “Sí... Y si me enojan, me transformo en esto. Así que mejor no me hagan enfadar.” Sus compañeras gritan y salen corriendo en desbandada mientras Akane suelta una carcajada que hace eco por todo el patio. Momentos después, la profesora, con el rostro lleno de una mezcla de indignación y confusión, llega junto a Akane. Akane, con su pequeño cuerpo tambaleándose por el corredor del kinder, sigue a la profesora mientras observa que la llevan a la oficina del director. Al cruzar la puerta y ver a su madre [SashaIshtar] esperando, Akane frena por un instante, pero no porque tenga miedo, en realidad es mucho más divertida en su mente de niña traviesa. “Esto es peor de lo que pensaba,” piensa, tragándose una sonrisa. “Mami Sasha está aquí. Seguro que el director ya está temblando porque somos una familia de demonios. ¡Apuesto a que cree que, si me porto mal, Mami se transforma en un dragón gigante! ¿O será que él cree que yo ya tengo poderes mágicos?” la profesora y Akane entran a la oficina, esta no es la primera vez, por lo que Sasha, con los brazos cruzados pero una leve sonrisa que no logra ocultar. “Akane,” dice con voz solemne, “¿qué hiciste ahora?” Akane, sin poder contener la risa, responde: “¡Madre, creo que le tienen miedo a mi transformación!” Sasha niega con la cabeza mientras trata de no reírse, sabiendo que su hija había heredado su chispa y travesura. Y mientras la profesora intenta explicar la situación, Sasha le responde con calma: “No se preocupe, ella solo está... explorando su creatividad.” Mientras los adultos hablan, Akane siente que su imaginación vuela más alto, y para mantener su compostura, juega con sus manos, fingiendo estar pensativa. Pero cuando Sasha gira para mirarla con un ligero levantamiento de ceja, ella suelta una risita apenas audible. “Si Mamá supiera que el director cree que somos como los monstruos de las películas…” piensa mientras se muerde el labio para no estallar en carcajadas.
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