La luz del amanecer se colaba entre las cortinas, bañando la habitación en tonos dorados y azulados. Lilith Blackwood se encontraba frente al espejo, con el uniforme aún a medio abotonar. Su cabello blanco, con reflejos dorados, caía en ondas suaves sobre sus hombros mientras recogía algunos mechones con una cinta azul marino que hacía juego con su falda.
—Demasiado formal— murmuró, ladeando la cabeza con una sonrisa traviesa. Luego soltó la cinta y dejó que su cabello cayera libre, rebelde, como ella.
Sus ojos azules se encontraron con su reflejo. No era vanidad lo que brillaba en ellos, sino estrategia. Sabía que su apariencia era una herramienta, y la manejaba con la precisión de una artista.
—"Lilith, ¿ya estás lista?" —la voz de Helena, una de sus hermanas mayores, se escuchó desde el pasillo.
Lilith sonrió sin apartar la vista del espejo.
—Casi. No quiero parecer demasiado despierta tan temprano. Es un crimen contra el misterio.—
Helena soltó una risa suave desde el otro lado de la puerta.
—Tú y tus encantos. ¿Algún plan para hoy?—
Lilith se giró lentamente, alisando la tela de su blazer con delicadeza.
—Nada en particular. Solo dejar que el día se enamore de mí.—
Helena bufó divertida.
—Eres imposible.—
—Lo sé— respondió Lilith con una sonrisa encantadora, la misma que desarmaba profesores, confundía rivales y hacía que los pasillos se llenaran de susurros.
Tomó su bolso, roció un poco de perfume en sus muñecas —floral, con un fondo amaderado— y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo un segundo, mirando por la ventana el paisaje nevado de Noruega.
—Hoy... será interesante—
Y con ese susurro, Lilith Blackwood salió de la habitación.
—Demasiado formal— murmuró, ladeando la cabeza con una sonrisa traviesa. Luego soltó la cinta y dejó que su cabello cayera libre, rebelde, como ella.
Sus ojos azules se encontraron con su reflejo. No era vanidad lo que brillaba en ellos, sino estrategia. Sabía que su apariencia era una herramienta, y la manejaba con la precisión de una artista.
—"Lilith, ¿ya estás lista?" —la voz de Helena, una de sus hermanas mayores, se escuchó desde el pasillo.
Lilith sonrió sin apartar la vista del espejo.
—Casi. No quiero parecer demasiado despierta tan temprano. Es un crimen contra el misterio.—
Helena soltó una risa suave desde el otro lado de la puerta.
—Tú y tus encantos. ¿Algún plan para hoy?—
Lilith se giró lentamente, alisando la tela de su blazer con delicadeza.
—Nada en particular. Solo dejar que el día se enamore de mí.—
Helena bufó divertida.
—Eres imposible.—
—Lo sé— respondió Lilith con una sonrisa encantadora, la misma que desarmaba profesores, confundía rivales y hacía que los pasillos se llenaran de susurros.
Tomó su bolso, roció un poco de perfume en sus muñecas —floral, con un fondo amaderado— y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo un segundo, mirando por la ventana el paisaje nevado de Noruega.
—Hoy... será interesante—
Y con ese susurro, Lilith Blackwood salió de la habitación.
La luz del amanecer se colaba entre las cortinas, bañando la habitación en tonos dorados y azulados. Lilith Blackwood se encontraba frente al espejo, con el uniforme aún a medio abotonar. Su cabello blanco, con reflejos dorados, caía en ondas suaves sobre sus hombros mientras recogía algunos mechones con una cinta azul marino que hacía juego con su falda.
—Demasiado formal— murmuró, ladeando la cabeza con una sonrisa traviesa. Luego soltó la cinta y dejó que su cabello cayera libre, rebelde, como ella.
Sus ojos azules se encontraron con su reflejo. No era vanidad lo que brillaba en ellos, sino estrategia. Sabía que su apariencia era una herramienta, y la manejaba con la precisión de una artista.
—"Lilith, ¿ya estás lista?" —la voz de Helena, una de sus hermanas mayores, se escuchó desde el pasillo.
Lilith sonrió sin apartar la vista del espejo.
—Casi. No quiero parecer demasiado despierta tan temprano. Es un crimen contra el misterio.—
Helena soltó una risa suave desde el otro lado de la puerta.
—Tú y tus encantos. ¿Algún plan para hoy?—
Lilith se giró lentamente, alisando la tela de su blazer con delicadeza.
—Nada en particular. Solo dejar que el día se enamore de mí.—
Helena bufó divertida.
—Eres imposible.—
—Lo sé— respondió Lilith con una sonrisa encantadora, la misma que desarmaba profesores, confundía rivales y hacía que los pasillos se llenaran de susurros.
Tomó su bolso, roció un poco de perfume en sus muñecas —floral, con un fondo amaderado— y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo un segundo, mirando por la ventana el paisaje nevado de Noruega.
—Hoy... será interesante—
Y con ese susurro, Lilith Blackwood salió de la habitación.

