• **"El Día que el Sol Juzgó"**

    La noche había caído como un velo sobre el castillo de Caelard, pero algo en el viento delataba traición.

    Sin previo aviso, un grupo de vampiros de élite irrumpió en el salón principal, sus siluetas envolviéndose en sombras vivas, sus ojos brillando con odio puro. Eran siete, cada uno cargando siglos de crueldad, enviados no solo a matarlo... sino a borrar su legado.

    Caelard cerró su libro lentamente, dejando que cayera con un golpe seco sobre la mesa.
    **No desenfundó su espada. No extendió su látigo.**

    Algo dentro de él, una furia gélida y antigua, ardió en su pecho.

    —¿En mi hogar...? —susurró, su voz más peligrosa que un grito.

    El primero en acercarse recibió un puñetazo directo al pecho. El golpe fue tan brutal que el vampiro se dobló sobre sí mismo antes de ser arrojado como un muñeco de trapo contra un muro, dejando una grieta sangrienta.

    Otro saltó desde las alturas, pero Caelard lo atrapó en el aire con una mano, lo estampó contra el suelo y, sin esfuerzo, aplastó su garganta bajo su bota.
    Cada movimiento era devastador, cada impacto letal.

    Los vampiros lucharon con garras, con magia oscura, con toda la furia de la noche. Pero **Caelard no cedía**. Golpeaba, derribaba, partía huesos y corazones sin piedad, como una tormenta encarnada.
    No peleaba como un caballero.
    Peleaba como **una fuerza de la naturaleza traicionada**.

    Finalmente, solo quedó uno: el líder, una criatura enorme cubierta con una capa carmesí, un antiguo vampiro llamado **Sarketh**.
    Intentó resistir, desplegar su poder, pero Caelard lo alcanzó con una velocidad abrumadora, ignorando los hechizos y la fuerza bruta.

    **De un solo movimiento**, Caelard lo sujetó **de la nuca** como a un animal desobediente.

    Sarketh gruñó, pateó, maldijo, invocó las sombras... pero Caelard caminaba implacable, atravesando el salón, la entrada, los pasillos rotos, hasta llegar a la puerta principal del castillo.

    Con un empujón brutal, abrió las puertas.

    **La luz del amanecer estalló como un océano dorado.**

    Sin pronunciar palabra, Caelard levantó el cuerpo de Sarketh, lo sostuvo ante el sol naciente.

    El vampiro chilló, se retorció, su carne humeando al instante. La sombra eterna no podía protegerlo de la furia del día.
    Los gritos se extinguieron rápidamente, dejando solo cenizas flotando en la brisa matutina.

    Caelard miró el cielo en silencio, dejando que la luz bañara su rostro.
    Una promesa renovada ardía en su interior:
    **"Mi hogar no caerá jamás ante la oscuridad."**

    Volvió a cerrar las puertas tras de sí, dejando el eco de sus pasos resonar como un juramento.
    **"El Día que el Sol Juzgó"** La noche había caído como un velo sobre el castillo de Caelard, pero algo en el viento delataba traición. Sin previo aviso, un grupo de vampiros de élite irrumpió en el salón principal, sus siluetas envolviéndose en sombras vivas, sus ojos brillando con odio puro. Eran siete, cada uno cargando siglos de crueldad, enviados no solo a matarlo... sino a borrar su legado. Caelard cerró su libro lentamente, dejando que cayera con un golpe seco sobre la mesa. **No desenfundó su espada. No extendió su látigo.** Algo dentro de él, una furia gélida y antigua, ardió en su pecho. —¿En mi hogar...? —susurró, su voz más peligrosa que un grito. El primero en acercarse recibió un puñetazo directo al pecho. El golpe fue tan brutal que el vampiro se dobló sobre sí mismo antes de ser arrojado como un muñeco de trapo contra un muro, dejando una grieta sangrienta. Otro saltó desde las alturas, pero Caelard lo atrapó en el aire con una mano, lo estampó contra el suelo y, sin esfuerzo, aplastó su garganta bajo su bota. Cada movimiento era devastador, cada impacto letal. Los vampiros lucharon con garras, con magia oscura, con toda la furia de la noche. Pero **Caelard no cedía**. Golpeaba, derribaba, partía huesos y corazones sin piedad, como una tormenta encarnada. No peleaba como un caballero. Peleaba como **una fuerza de la naturaleza traicionada**. Finalmente, solo quedó uno: el líder, una criatura enorme cubierta con una capa carmesí, un antiguo vampiro llamado **Sarketh**. Intentó resistir, desplegar su poder, pero Caelard lo alcanzó con una velocidad abrumadora, ignorando los hechizos y la fuerza bruta. **De un solo movimiento**, Caelard lo sujetó **de la nuca** como a un animal desobediente. Sarketh gruñó, pateó, maldijo, invocó las sombras... pero Caelard caminaba implacable, atravesando el salón, la entrada, los pasillos rotos, hasta llegar a la puerta principal del castillo. Con un empujón brutal, abrió las puertas. **La luz del amanecer estalló como un océano dorado.** Sin pronunciar palabra, Caelard levantó el cuerpo de Sarketh, lo sostuvo ante el sol naciente. El vampiro chilló, se retorció, su carne humeando al instante. La sombra eterna no podía protegerlo de la furia del día. Los gritos se extinguieron rápidamente, dejando solo cenizas flotando en la brisa matutina. Caelard miró el cielo en silencio, dejando que la luz bañara su rostro. Una promesa renovada ardía en su interior: **"Mi hogar no caerá jamás ante la oscuridad."** Volvió a cerrar las puertas tras de sí, dejando el eco de sus pasos resonar como un juramento.
    0 turnos 0 maullidos
  • ¿Caminar como loquita por el campo? Mi pasión, pero es que me impresiona ver naturaleza tan muerta en algunas ciudades a las que voy, las cuido y las trato bien para que haya mas vegetación, siempre por adelante mi amor por la naturaleza

    PD: Si no aparezco por aqui es porque todo está muy aburrido y no hay algo entretenido, a menos que quieran invitarme a algo
    ¿Caminar como loquita por el campo? Mi pasión, pero es que me impresiona ver naturaleza tan muerta en algunas ciudades a las que voy, las cuido y las trato bien para que haya mas vegetación, siempre por adelante mi amor por la naturaleza PD: Si no aparezco por aqui es porque todo está muy aburrido y no hay algo entretenido, a menos que quieran invitarme a algo
    Me gusta
    Me encocora
    4
    4 turnos 0 maullidos
  • Sumergida, todo era quietud.
    El agua no ofrecía respuestas, pero tampoco hacía preguntas.
    Y eso era suficiente.

    El frío apagaba cada chispa que alguna vez la hizo arder.
    Ya no había ira, ni llanto, ni súplica.
    Solo esa calma helada que no la sanaba, pero la contenía.

    No era descanso, ni castigo.
    Era negación pura.
    Negarse a sentir, a gritar, a recordar.
    Negarse a ser alcanzada, ¿Castigándose? Quién sabe.

    El mundo, arriba, podía seguir quebrándose.
    Ella hoy no era parte de él, pero si de la naturaleza.
    Solo quería que el agua la envolviera,
    la mantuviera en pausa,
    como si el tiempo se hubiera alejado un instante de su nombre.
    Sumergida, todo era quietud. El agua no ofrecía respuestas, pero tampoco hacía preguntas. Y eso era suficiente. El frío apagaba cada chispa que alguna vez la hizo arder. Ya no había ira, ni llanto, ni súplica. Solo esa calma helada que no la sanaba, pero la contenía. No era descanso, ni castigo. Era negación pura. Negarse a sentir, a gritar, a recordar. Negarse a ser alcanzada, ¿Castigándose? Quién sabe. El mundo, arriba, podía seguir quebrándose. Ella hoy no era parte de él, pero si de la naturaleza. Solo quería que el agua la envolviera, la mantuviera en pausa, como si el tiempo se hubiera alejado un instante de su nombre.
    Me gusta
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Ο ανθρώπινος κόσμος είναι τόσο υπέροχος με ένα μόνο πράγμα, τη φύση του, γιατί οι άνθρωποι που ήξερα έχουν σκοτεινή ψυχή. . . Αν και η μητέρα μου μου είπε επίσης για αυτά, ίσως μου έμαθε τα άσχημα πράγματα γι 'αυτούς, ίσως θα έπρεπε να τα γνωρίσω μόνος μου

    "El mundo humano es tan maravilloso con tan solo una cosa, su naturaleza, porque los humanos que yo conocí tienen un alma oscura. . . Aunque también mí madre me habló de ellos, quizás me enseñó las cosas malas de ellos, quizás debería conocerlos por mi mismo"

    - El joven se había acostumbrado a hablar su lengua materna, aunque era hijo de un humano nunca se acostumbró a hablar aquella lengua, aunque si practicó para poder hablar con los de ese mundo. Paseaba con tranquilidad por aquel paisaje aspirando el olor de la naturaleza, el olor de la hierba mojada por la humedad, el olor de las flores, amaba sentir todos esos aromas
    Ο ανθρώπινος κόσμος είναι τόσο υπέροχος με ένα μόνο πράγμα, τη φύση του, γιατί οι άνθρωποι που ήξερα έχουν σκοτεινή ψυχή. . . Αν και η μητέρα μου μου είπε επίσης για αυτά, ίσως μου έμαθε τα άσχημα πράγματα γι 'αυτούς, ίσως θα έπρεπε να τα γνωρίσω μόνος μου "El mundo humano es tan maravilloso con tan solo una cosa, su naturaleza, porque los humanos que yo conocí tienen un alma oscura. . . Aunque también mí madre me habló de ellos, quizás me enseñó las cosas malas de ellos, quizás debería conocerlos por mi mismo" - El joven se había acostumbrado a hablar su lengua materna, aunque era hijo de un humano nunca se acostumbró a hablar aquella lengua, aunque si practicó para poder hablar con los de ese mundo. Paseaba con tranquilidad por aquel paisaje aspirando el olor de la naturaleza, el olor de la hierba mojada por la humedad, el olor de las flores, amaba sentir todos esos aromas
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • "Caminando con los Muertos" (Parte III)

    Es un crujido el que retumba en el ambiente haciendo eco en el pecho del brujo como lo haría un parlante de cualquier concierto metal, pero sin ruido.

    — Amo, eso no es natural... —advierte Lester, quien ha sentido exactamente lo mismo y luce sus plumas erizadas cual gato espantado.

    Tolek no dice nada, pero aprecia la advertencia. Pronto, alza una mano para aplastar al cuervo contra su cuerpo, pues presiente la llegada de las consecuencias de la brecha rota.

    Una onda expansiva gélida empuja llevándose consigo las almas, los cadáveres fantasmales, los restos que descansaban a su alrededor. Todo vuela violentamente lejos hacia atrás, dejando al brujo y al cuervo como diminutas motas en medio de un trazo marcado sobre el lodo por un pincel gigante que hubiera barrido por encima de ellos.

    Para el brujo cuyas raíces calan intrínsecas en la naturaleza misma del frío elemental, la ráfaga le resulta energizante como una ducha helada. Marcas antiguas brillan pulsando en símbolos paganos surcando su piel cuando absorbe la esencia del impulso.

    — Puede que no sea natural de aquí ahora, pero lo fue, más que cualquier otra cosa, aunque hace ya mucho tiempo.

    Las voces de las almas que han resultado liberadas arrastran consigo una mortaja más antigua que las edades actuales, más foráneas, pero a la vez también originales. Tolek resuena con el dolor que estas arrastran y disfruta, por repulsivo que le parezca, cuando el instinto del Liche se agita en su interior exigiendo ser alimentado.

    El brujo se encoge conteniéndose a sí mismo, presiona quizás demasiado al ave sobre su hombro, aunque sólo quiera protegerle. Cierra los ojos con fuerza y respira profundo.

    — Amo, me vas a hacer puré de cuervo —protesta Lester, su voz resonando en la mente del brujo.

    Tolek sacude la cabeza con fuerza en un intento por deshacerse de la lujuria de la muerte que intenta apoderarse de él.

    — Lo siento —murmura en respuesta.

    Afloja así la presión sobre el ave, antes de alzar la cabeza enderezando el cuerpo. Ha perdido la dirección de donde apareció la brecha y hacia donde huyeron las almas ya dispersas.

    — ¿Has visto dónde ha sido eso? —Pregunta, impaciente, a su ave guía.

    Pero Lester estaba cubierto por la manota del brujo, ¿Cómo podría haber visto algo?

    — Amo, no pude. Estaba ocupado siendo estampilla.

    El brujo deja escapar un gruñido de frustración mientras observa alrededor donde no ve más que un interminable horizonte igual en todas direcciones, hasta que algo toma forma a lo lejos rompiendo la silueta monótona del más allá.

    Es la figura recortada de una criatura demasiado alta para ser humana, con cuernos saliendo de su cabeza cuyo rostro cadavérico se muestra similar al de un ciervo sin piel alguna, sus ojos destellando apenas en el vacío de sus cuencas.

    Tolek enfrenta los ojos de la criatura que, otra vez, le parece más familiar aún que la esencia liberada de la brecha rota. Es una presencia antigua, rancia y marchita como el aroma de una cueva enmohecida y encerrada, pero a la vez llena de vida como las ciénagas a la luz del sol de primavera.

    Veles.

    Y en cuanto Tolek le reconoce, prestándose a posar una rodilla en el fangoso suelo en reverencia al espíritu guardián de su clan, la figura desaparece.

    — ¡Amo, ese era...! —Exclama el cuervo.

    — Nos está señalando el camino.

    #ElBrujoCojo §iძ𝑬
    "Caminando con los Muertos" (Parte III) Es un crujido el que retumba en el ambiente haciendo eco en el pecho del brujo como lo haría un parlante de cualquier concierto metal, pero sin ruido. — Amo, eso no es natural... —advierte Lester, quien ha sentido exactamente lo mismo y luce sus plumas erizadas cual gato espantado. Tolek no dice nada, pero aprecia la advertencia. Pronto, alza una mano para aplastar al cuervo contra su cuerpo, pues presiente la llegada de las consecuencias de la brecha rota. Una onda expansiva gélida empuja llevándose consigo las almas, los cadáveres fantasmales, los restos que descansaban a su alrededor. Todo vuela violentamente lejos hacia atrás, dejando al brujo y al cuervo como diminutas motas en medio de un trazo marcado sobre el lodo por un pincel gigante que hubiera barrido por encima de ellos. Para el brujo cuyas raíces calan intrínsecas en la naturaleza misma del frío elemental, la ráfaga le resulta energizante como una ducha helada. Marcas antiguas brillan pulsando en símbolos paganos surcando su piel cuando absorbe la esencia del impulso. — Puede que no sea natural de aquí ahora, pero lo fue, más que cualquier otra cosa, aunque hace ya mucho tiempo. Las voces de las almas que han resultado liberadas arrastran consigo una mortaja más antigua que las edades actuales, más foráneas, pero a la vez también originales. Tolek resuena con el dolor que estas arrastran y disfruta, por repulsivo que le parezca, cuando el instinto del Liche se agita en su interior exigiendo ser alimentado. El brujo se encoge conteniéndose a sí mismo, presiona quizás demasiado al ave sobre su hombro, aunque sólo quiera protegerle. Cierra los ojos con fuerza y respira profundo. — Amo, me vas a hacer puré de cuervo —protesta Lester, su voz resonando en la mente del brujo. Tolek sacude la cabeza con fuerza en un intento por deshacerse de la lujuria de la muerte que intenta apoderarse de él. — Lo siento —murmura en respuesta. Afloja así la presión sobre el ave, antes de alzar la cabeza enderezando el cuerpo. Ha perdido la dirección de donde apareció la brecha y hacia donde huyeron las almas ya dispersas. — ¿Has visto dónde ha sido eso? —Pregunta, impaciente, a su ave guía. Pero Lester estaba cubierto por la manota del brujo, ¿Cómo podría haber visto algo? — Amo, no pude. Estaba ocupado siendo estampilla. El brujo deja escapar un gruñido de frustración mientras observa alrededor donde no ve más que un interminable horizonte igual en todas direcciones, hasta que algo toma forma a lo lejos rompiendo la silueta monótona del más allá. Es la figura recortada de una criatura demasiado alta para ser humana, con cuernos saliendo de su cabeza cuyo rostro cadavérico se muestra similar al de un ciervo sin piel alguna, sus ojos destellando apenas en el vacío de sus cuencas. Tolek enfrenta los ojos de la criatura que, otra vez, le parece más familiar aún que la esencia liberada de la brecha rota. Es una presencia antigua, rancia y marchita como el aroma de una cueva enmohecida y encerrada, pero a la vez llena de vida como las ciénagas a la luz del sol de primavera. Veles. Y en cuanto Tolek le reconoce, prestándose a posar una rodilla en el fangoso suelo en reverencia al espíritu guardián de su clan, la figura desaparece. — ¡Amo, ese era...! —Exclama el cuervo. — Nos está señalando el camino. #ElBrujoCojo [SideBlackHole]
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Había salido fuera de la casa, correteando por el amplio terreno verde, riendo, bailando con aquel vestido blanco y sencillo. Girando sobre su eje tras el maravilloso día que venía encima.

    Danzando entre el viento suave, la luz del sol, y la paz con la que despertó.

    El primer día de vuelta a la tierra, le había sabido a la misma sensación de emoción desbordante. Recuerdo por breves instantes, que hace una semana pudo volar entre el cielo siendo llevada por un dragon blanco a la Antártida y poder ver de cerca esa aurora boreal preciosa. Sonríe otra vez, con más fuerza y alegría, expandiendo una honda de aura dorada por el rango de uno o dos kilometros.

    —¡HOY SERÁ UN MEJOR DÍA, PRECIOSAS CRIATURAS! ¡BRILLEN Y DESCUBRAN LA VIDA! hay mucho por descubrir aún ~

    Había exclamado con todo el aire de sus pulmones, con una dicha muy voluminosa en esos ojos celestes, mientras seguía danzando con el viento, por el pasto y la propia naturaleza. Tomando flores de aquí para allá, para hacer una corona de flores para todo aquel con el que pudiera cruzarse en ese día.
    Había salido fuera de la casa, correteando por el amplio terreno verde, riendo, bailando con aquel vestido blanco y sencillo. Girando sobre su eje tras el maravilloso día que venía encima. Danzando entre el viento suave, la luz del sol, y la paz con la que despertó. El primer día de vuelta a la tierra, le había sabido a la misma sensación de emoción desbordante. Recuerdo por breves instantes, que hace una semana pudo volar entre el cielo siendo llevada por un dragon blanco a la Antártida y poder ver de cerca esa aurora boreal preciosa. Sonríe otra vez, con más fuerza y alegría, expandiendo una honda de aura dorada por el rango de uno o dos kilometros. —¡HOY SERÁ UN MEJOR DÍA, PRECIOSAS CRIATURAS! ¡BRILLEN Y DESCUBRAN LA VIDA! hay mucho por descubrir aún ~ Había exclamado con todo el aire de sus pulmones, con una dicha muy voluminosa en esos ojos celestes, mientras seguía danzando con el viento, por el pasto y la propia naturaleza. Tomando flores de aquí para allá, para hacer una corona de flores para todo aquel con el que pudiera cruzarse en ese día.
    Me gusta
    Me encocora
    4
    1 turno 0 maullidos
  • A lo largo de los años he aprendido que el asesinato no siempre es una elección. A veces es justicia… a veces es venganza… y a veces, simplemente, es supervivencia. No soy un asesino por naturaleza, pero este mundo, este club, esta vida… me hicieron uno. Cada vez que aprieto el gatillo, no lo hago solo por rabia o por proteger a los míos. Lo hago porque en este lugar, si no matas, mueres. Y aunque cada muerte me deja más vacío, más lejos de quien alguna vez quise ser, también me recuerda por qué empecé. Protejo a mi club, a mi familia, porque es lo único que tengo. Pero no te equivoques… los fantasmas no desaparecen. Te siguen, te miran, te juzgan en cada espejo. Y cuando finalmente llegue mi hora, no estaré pidiendo perdón… estaré esperando el castigo.

    A lo largo de los años he aprendido que el asesinato no siempre es una elección. A veces es justicia… a veces es venganza… y a veces, simplemente, es supervivencia. No soy un asesino por naturaleza, pero este mundo, este club, esta vida… me hicieron uno. Cada vez que aprieto el gatillo, no lo hago solo por rabia o por proteger a los míos. Lo hago porque en este lugar, si no matas, mueres. Y aunque cada muerte me deja más vacío, más lejos de quien alguna vez quise ser, también me recuerda por qué empecé. Protejo a mi club, a mi familia, porque es lo único que tengo. Pero no te equivoques… los fantasmas no desaparecen. Te siguen, te miran, te juzgan en cada espejo. Y cuando finalmente llegue mi hora, no estaré pidiendo perdón… estaré esperando el castigo.
    Me entristece
    Me encocora
    4
    5 turnos 0 maullidos
  • -Rara vez Elías salía de su hogar, pero después de tanto tiempo, decidió volver a la ciudad, dar un paseo, estaba tan acostumbrado al olor del campo y a los inmensos espacios vacíos llenos de flora, que estar en un lugar como la ciudad siempre le parecía extraño, más aún porque tenía que cambiar su forma, en lugar de su habitual cabeza de hueso, tendría que tomar una forma algo más humana, cosa que en ocasiones le incomodaba, porque por algún motivo cuando no tiene sus cuernos, su cuerpo le dice que algo está mal.

    -Elías no sabía muy bien qué hacer en la ciudad, pero realmente estaba bien al menos dar un paseo en ocasiones, quizás se encontraría algo interesante, quizás podría ver alguna de las festividades que celebraban los humanos en ocasiones, todo momento era un buen momento para aprender algo nuevo de la sociedad de la que tanto se alejaba.

    -De alguna manera, cuanto más cerca estaba de la sociedad, más alejado se sentía de ella, más veía las diferencias, más sentía que su naturaleza lo diferenciaba hasta tal punto que nunca sería completamente capaz de coexistir con seres como los humanos a pesar de su afán por comprenderlos, por esto mismo, a pesar de todos sus intentos por parecer más humano, una vez una humana lo describió como "La bella durmiente soñando en su castillo de zarzas".
    -Rara vez Elías salía de su hogar, pero después de tanto tiempo, decidió volver a la ciudad, dar un paseo, estaba tan acostumbrado al olor del campo y a los inmensos espacios vacíos llenos de flora, que estar en un lugar como la ciudad siempre le parecía extraño, más aún porque tenía que cambiar su forma, en lugar de su habitual cabeza de hueso, tendría que tomar una forma algo más humana, cosa que en ocasiones le incomodaba, porque por algún motivo cuando no tiene sus cuernos, su cuerpo le dice que algo está mal. -Elías no sabía muy bien qué hacer en la ciudad, pero realmente estaba bien al menos dar un paseo en ocasiones, quizás se encontraría algo interesante, quizás podría ver alguna de las festividades que celebraban los humanos en ocasiones, todo momento era un buen momento para aprender algo nuevo de la sociedad de la que tanto se alejaba. -De alguna manera, cuanto más cerca estaba de la sociedad, más alejado se sentía de ella, más veía las diferencias, más sentía que su naturaleza lo diferenciaba hasta tal punto que nunca sería completamente capaz de coexistir con seres como los humanos a pesar de su afán por comprenderlos, por esto mismo, a pesar de todos sus intentos por parecer más humano, una vez una humana lo describió como "La bella durmiente soñando en su castillo de zarzas".
    Me entristece
    Me gusta
    Me shockea
    8
    0 turnos 0 maullidos
  • LAS PUERTAS DE TIANSHAN, ESTAN ABIERTAS AL PUBLICO.

    ES UN HERMOSO LUGAR PERFECTO PARA DESCANSAR, RELAJARSE, CONVIVIR CON LA NATURALEZA.

    ESTAN TODOS BIENVENIDOS, EL HORARIO ES DE 5:00 A 10:00

    (Se encuentra en lugares de Rol + Sala Tianshan)
    LAS PUERTAS DE TIANSHAN, ESTAN ABIERTAS AL PUBLICO. ES UN HERMOSO LUGAR PERFECTO PARA DESCANSAR, RELAJARSE, CONVIVIR CON LA NATURALEZA. ESTAN TODOS BIENVENIDOS, EL HORARIO ES DE 5:00 A 10:00 (Se encuentra en lugares de Rol + Sala Tianshan)
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado.

    "¿Cuántas veces hemos muerto ya?"

    La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices.

    Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura.

    — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos.

    Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos.

    Algo crecía dentro de ella.

    No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz.

    — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir.

    Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho.

    Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección.

    — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción...

    Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules.

    — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual?

    No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento.

    — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
    El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado. "¿Cuántas veces hemos muerto ya?" La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices. Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura. — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos. Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos. Algo crecía dentro de ella. No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz. — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir. Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho. Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección. — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción... Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules. — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual? No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento. — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    3
    1 turno 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados