• La batalla contra mi hermana Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar comenzó como un juego de provocaciones, pero pronto el acero y la sangre hablaron en serio. Su cuerpo se transformó en una colosal máquina de guerra orca, piel verde, músculos tensados como hierro, colmillos y una sonrisa de fiera que jamás se apagó. Su fuerza era aplastante: me hizo crujir costillas contra el suelo, escupir sangre y perder el aliento, mientras Arc, la dragóna ligada a mí, reía desde dentro como quien contempla un castigo justo.

    Pero en mi agonía, Veythra —la hermana de Jennifer, la espada de Elune— habló por primera vez con claridad: “Tú eres la espada”. Esa revelación rompió el sello y liberó la verdadera esencia que ardía en mí. La energía me devolvió de entre las ruinas y la regeneración me sostuvo. Me puse en pie y juré someter a mi hermana.

    Albedo no se detuvo; con una velocidad sobrehumana descargó una tormenta de puños que me arrojó lejos, su cuerpo cubierto por un aura implacable. Entonces invoqué el poder de la luna creciente: su luz hizo alzarse su propia sombra contra ella. Se enfrentó a sí misma en un duelo imposible, destrozando su reflejo entre rugidos, mientras yo aguardaba el momento justo.

    Cuando creyó haberme atravesado —ilusión mía, nada más—, fue mi espada la que de verdad se hundió en su espalda. Atrapé su cabello, doblé su cuello y posé el filo en su garganta bajo la mirada helada de la luna. “¿Querías matarme, hermanita? Puede que te la devuelva…” susurré.

    Pero Albedo no cedió. Con brutalidad me apartó de un golpe devastador, cerrando su herida lentamente con runas mientras reía con la sangre escurriendo por su piel. Me llamó mocosa y me desafió a levantarme, sedienta de supremacía, de forjar el legado de las Queen con sangre y sudor.

    Y entonces comprendí que ya no podía luchar con golpes. La luna, testigo implacable, me dio las palabras: le hablé de madre, de Selin, de Arc, de lo que fuimos de niñas, de lo que aún podíamos ser. Le pregunté: “¿Qué tipo de Reina quieres ser cuando las historias canten tu nombre?”

    Y le prometí que, si algún día madre nos deja, yo misma la llamaré con orgullo mi Reina: la auténtica heredera del Vacío y del Caos.
    La batalla contra mi hermana [Albedo1] comenzó como un juego de provocaciones, pero pronto el acero y la sangre hablaron en serio. Su cuerpo se transformó en una colosal máquina de guerra orca, piel verde, músculos tensados como hierro, colmillos y una sonrisa de fiera que jamás se apagó. Su fuerza era aplastante: me hizo crujir costillas contra el suelo, escupir sangre y perder el aliento, mientras Arc, la dragóna ligada a mí, reía desde dentro como quien contempla un castigo justo. Pero en mi agonía, Veythra —la hermana de Jennifer, la espada de Elune— habló por primera vez con claridad: “Tú eres la espada”. Esa revelación rompió el sello y liberó la verdadera esencia que ardía en mí. La energía me devolvió de entre las ruinas y la regeneración me sostuvo. Me puse en pie y juré someter a mi hermana. Albedo no se detuvo; con una velocidad sobrehumana descargó una tormenta de puños que me arrojó lejos, su cuerpo cubierto por un aura implacable. Entonces invoqué el poder de la luna creciente: su luz hizo alzarse su propia sombra contra ella. Se enfrentó a sí misma en un duelo imposible, destrozando su reflejo entre rugidos, mientras yo aguardaba el momento justo. Cuando creyó haberme atravesado —ilusión mía, nada más—, fue mi espada la que de verdad se hundió en su espalda. Atrapé su cabello, doblé su cuello y posé el filo en su garganta bajo la mirada helada de la luna. “¿Querías matarme, hermanita? Puede que te la devuelva…” susurré. Pero Albedo no cedió. Con brutalidad me apartó de un golpe devastador, cerrando su herida lentamente con runas mientras reía con la sangre escurriendo por su piel. Me llamó mocosa y me desafió a levantarme, sedienta de supremacía, de forjar el legado de las Queen con sangre y sudor. Y entonces comprendí que ya no podía luchar con golpes. La luna, testigo implacable, me dio las palabras: le hablé de madre, de Selin, de Arc, de lo que fuimos de niñas, de lo que aún podíamos ser. Le pregunté: “¿Qué tipo de Reina quieres ser cuando las historias canten tu nombre?” Y le prometí que, si algún día madre nos deja, yo misma la llamaré con orgullo mi Reina: la auténtica heredera del Vacío y del Caos.
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  • Pesadilla de Eliana

    La habitación estaba a oscuras, salvo por la luz tenue de la pantalla del celular. Un mensaje brillaba entre las gotas de agua que no debía estar ahí: “I miss you”. Las letras parecían sangrar en cada parpadeo, repitiéndose una y otra vez en su mente como un eco que no la dejaba respirar. El nombre del remitente se borraba y reaparecía, deformándose hasta convertirse en la figura de su padre, alejándose entre sombras.

    Eliana intentaba escribir una respuesta, pero sus dedos temblaban y el teclado se deshacía como ceniza. La pantalla se quebró en mil pedazos, reflejando sus propios ojos apagados, vacíos.

    De pronto, el sonido metálico la envolvió. Cadenas pesadas emergían del suelo, serpenteando como serpientes oxidadas. Se enredaban en su cuello, en sus muñecas, en su pecho. Cada eslabón llevaba grabado un recuerdo: la sonrisa de Sain cubierta de sombras, la silueta de su madre llorando, el rostro severo de su padre dándole la espalda.

    Ella gritaba, pero la voz no salía. Solo un humo negro escapaba de sus labios.

    La Diosa de la Vida estaba atrapada en cadenas que no podía romper. Su poder se descontrolaba en destellos verdes, pero lejos de sanar, marchitaba todo lo que tocaba: sus manos convertían las flores en polvo, su respiración quemaba el aire, su corazón latía con un veneno que no reconocía.

    El dolor se mezclaba con un placer extraño. Pastillas caían del cielo como lluvia, estallando en luces que la cegaban. Eliana las tragaba sin pensar, buscando silencio, buscando olvidar. Pero en vez de calmarla, la arrastraban más profundo al abismo, donde los susurros de su hermano la acusaban, y la figura de su padre se alejaba para siempre.

    Las cadenas se tensaron hasta quebrar sus huesos, y en el último instante, Eliana alcanzó a ver su propio reflejo en la oscuridad: no era la diosa de la vida… era una sombra rota, consumida por los excesos, incapaz de salvarse siquiera a sí misma.

    Y cuando abrió los ojos, empapada en sudor, las marcas de las cadenas seguían rojas en su piel.


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    🌑 Pesadilla de Eliana 🌑 La habitación estaba a oscuras, salvo por la luz tenue de la pantalla del celular. Un mensaje brillaba entre las gotas de agua que no debía estar ahí: “I miss you”. Las letras parecían sangrar en cada parpadeo, repitiéndose una y otra vez en su mente como un eco que no la dejaba respirar. El nombre del remitente se borraba y reaparecía, deformándose hasta convertirse en la figura de su padre, alejándose entre sombras. Eliana intentaba escribir una respuesta, pero sus dedos temblaban y el teclado se deshacía como ceniza. La pantalla se quebró en mil pedazos, reflejando sus propios ojos apagados, vacíos. De pronto, el sonido metálico la envolvió. Cadenas pesadas emergían del suelo, serpenteando como serpientes oxidadas. Se enredaban en su cuello, en sus muñecas, en su pecho. Cada eslabón llevaba grabado un recuerdo: la sonrisa de Sain cubierta de sombras, la silueta de su madre llorando, el rostro severo de su padre dándole la espalda. Ella gritaba, pero la voz no salía. Solo un humo negro escapaba de sus labios. La Diosa de la Vida estaba atrapada en cadenas que no podía romper. Su poder se descontrolaba en destellos verdes, pero lejos de sanar, marchitaba todo lo que tocaba: sus manos convertían las flores en polvo, su respiración quemaba el aire, su corazón latía con un veneno que no reconocía. El dolor se mezclaba con un placer extraño. Pastillas caían del cielo como lluvia, estallando en luces que la cegaban. Eliana las tragaba sin pensar, buscando silencio, buscando olvidar. Pero en vez de calmarla, la arrastraban más profundo al abismo, donde los susurros de su hermano la acusaban, y la figura de su padre se alejaba para siempre. Las cadenas se tensaron hasta quebrar sus huesos, y en el último instante, Eliana alcanzó a ver su propio reflejo en la oscuridad: no era la diosa de la vida… era una sombra rota, consumida por los excesos, incapaz de salvarse siquiera a sí misma. Y cuando abrió los ojos, empapada en sudor, las marcas de las cadenas seguían rojas en su piel. ---
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    ¡¡¡FINALLY!!!
    ¡¡¡I BACK!!!
    Hola a todos, después de tanto tiempo pude regresar. Una disculpa por desaparecer por tanto tiempo, mi PC estuvo en reparaciones y por problemas de espacio en mi teléfono ya no pude bajar otra vez la aplicación de ficrol para poder poner en hiatus mi cuenta y avisar. Tenia miedo de haber perdido la cuenta por no entrar en tanto tiempo pero que bueno que no paso asi.

    Saludos a mis madres Sasha Ishtar y Yuna Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar, su problemática hija ya regreso, también a mi tía Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar y mis mamis 𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 y Jenny Queen Orc, también a mi hermana Azuka 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫 Yokin y mi hermanito Metphies Jaegerjaquez Yokin Ishtar y no por mencionarla por ultimo es la menos importante mi querida Lili Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar a quien le debo una disculpa, habíamos planeado una historia, pero por reparaciones de mi pc la deje en espera indefinida.

    Ando en carreras que voy a salir, pero no quería esperar a la noche para poder entrar. Con más tiempo revisare todas las notificaciones que son un montón.
    ¡¡¡FINALLY!!! ¡¡¡I BACK!!! Hola a todos, después de tanto tiempo pude regresar. Una disculpa por desaparecer por tanto tiempo, mi PC estuvo en reparaciones y por problemas de espacio en mi teléfono ya no pude bajar otra vez la aplicación de ficrol para poder poner en hiatus mi cuenta y avisar. Tenia miedo de haber perdido la cuenta por no entrar en tanto tiempo pero que bueno que no paso asi. Saludos a mis madres [SashaIshtar] y [Yuna_Ishtar], su problemática hija ya regreso, también a mi tía [Albedo1] y mis mamis [Ayane_Ishtar] y [queen_0], también a mi hermana [HimariSeiryu] y mi hermanito [metphies_jaegerjazques] y no por mencionarla por ultimo es la menos importante mi querida [Lili_Queen_Ishtar] a quien le debo una disculpa, habíamos planeado una historia, pero por reparaciones de mi pc la deje en espera indefinida. Ando en carreras que voy a salir, pero no quería esperar a la noche para poder entrar. Con más tiempo revisare todas las notificaciones que son un montón.
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  • — Debes de ser feliz, tu madre es amada por todos. ¿Porqué el hijo de ella no lo sería?

    Eran palabras que su cuidador humano que llegaba a visitarlo cada mes a su residencia alejada del mundo humano, le decía. Escuchó a su ayudante reírse en voz baja y hablar con un tono no tan amistoso, Cælum sabía que era el tono del desprecio.

    — Su excelencia jamás sabrá lo que es vivir como un verdadero humano. ¿Que hace retirado de los humanos y del mundo celestial? Estar aquí es como si estuviera en un limbo, no puede salir y nadie puede visitarlo. Sólo nosotros que fuimos reclutados por la luna, es lamentable.

    Aunque parecía hablar por él, Caelum sintió sus emociones contenidas. Sabía que no era buen visto por los humanos, pero tampoco esperó el disgusto.

    Pero ese humano tenía razón. Estaba encerrado en esa residencia, protegida de todo mal. Nada podía salir y nada podía ingresar. Ni siquiera él podía mirar más allá de la barrera que lo encerraba. Era como un ave que había encontrado una jaula por accidente y fue obligada a vivir ahí. Pero Caelum había nacido incluso en la jaula y ahí se había quedado.

    No tenía deseos, pues una estrella era quién los cumplía. ¿Quién se los podría cumplir a una estrella? No tenía deseos y sin embargo, estaba bien. No era infeliz.. pensaba.
    — Debes de ser feliz, tu madre es amada por todos. ¿Porqué el hijo de ella no lo sería? Eran palabras que su cuidador humano que llegaba a visitarlo cada mes a su residencia alejada del mundo humano, le decía. Escuchó a su ayudante reírse en voz baja y hablar con un tono no tan amistoso, Cælum sabía que era el tono del desprecio. — Su excelencia jamás sabrá lo que es vivir como un verdadero humano. ¿Que hace retirado de los humanos y del mundo celestial? Estar aquí es como si estuviera en un limbo, no puede salir y nadie puede visitarlo. Sólo nosotros que fuimos reclutados por la luna, es lamentable. Aunque parecía hablar por él, Caelum sintió sus emociones contenidas. Sabía que no era buen visto por los humanos, pero tampoco esperó el disgusto. Pero ese humano tenía razón. Estaba encerrado en esa residencia, protegida de todo mal. Nada podía salir y nada podía ingresar. Ni siquiera él podía mirar más allá de la barrera que lo encerraba. Era como un ave que había encontrado una jaula por accidente y fue obligada a vivir ahí. Pero Caelum había nacido incluso en la jaula y ahí se había quedado. No tenía deseos, pues una estrella era quién los cumplía. ¿Quién se los podría cumplir a una estrella? No tenía deseos y sin embargo, estaba bien. No era infeliz.. pensaba.
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  • -Charlie me envió un mensaje solicitándome que fuera al hotel, ya que tenía un proyecto del que quería conocer mi opinión. Sonreí emocionado al descubrir que la princesa todavía lo valoraba después de haber abandonado el hotel.-

    Oh, Charlie, con palabras tan bellas, ¡es innegable rechazar!

    -Se podría afirmar que, además de su Santa Madre, la princesa es la tercera mujer a la que le tenía mucho afecto. Me preparé, dejando todo en orden, y abrí un portal, llegando al infierno, justo en las puertas del Hazbin Hotel. Tan pronto como di un paso adentro, algo desconocido me atrapó y entonces me encontré de pie, posando para una cámara, con un atuendo distinto.-

    "Charlie, ¿¡qué significa esto y por qué llevo esta ropa!?"

    Charlie: "¡Al, te ves genial con el nuevo uniforme! No te preocupes, es para publicitar el Hazbin Café."

    A: "¿Qué... qué?" "¡Espera, me has engañado, Charlie?"

    Charlie: "¡No, no! Por el contrario, deseo que me asistas, Al. "Por favor, este nuevo proyecto no podría llevarse a cabo sin tu presencia, y todos aquí te echamos de menos."

    -Suspiré con desánimo ante tu solicitud. "Bueno, al menos no me hiciste usar un vestido, eso cuenta a tu favor. jxjxjxjx Está bien, te asistiré."-
    -Charlie me envió un mensaje solicitándome que fuera al hotel, ya que tenía un proyecto del que quería conocer mi opinión. Sonreí emocionado al descubrir que la princesa todavía lo valoraba después de haber abandonado el hotel.- Oh, Charlie, con palabras tan bellas, ¡es innegable rechazar! -Se podría afirmar que, además de su Santa Madre, la princesa es la tercera mujer a la que le tenía mucho afecto. Me preparé, dejando todo en orden, y abrí un portal, llegando al infierno, justo en las puertas del Hazbin Hotel. Tan pronto como di un paso adentro, algo desconocido me atrapó y entonces me encontré de pie, posando para una cámara, con un atuendo distinto.- "Charlie, ¿¡qué significa esto y por qué llevo esta ropa!?" Charlie: "¡Al, te ves genial con el nuevo uniforme! :STK-9: No te preocupes, es para publicitar el Hazbin Café." A: "¿Qué... qué?" "¡Espera, me has engañado, Charlie?" Charlie: "¡No, no! Por el contrario, deseo que me asistas, Al. "Por favor, este nuevo proyecto no podría llevarse a cabo sin tu presencia, y todos aquí te echamos de menos." -Suspiré con desánimo ante tu solicitud. "Bueno, al menos no me hiciste usar un vestido, eso cuenta a tu favor. jxjxjxjx Está bien, te asistiré."-
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    Rol con mi madre Jennifer Parte II. La Reina del legado Queen.
    Rol con mi madre Jennifer Parte II. La Reina del legado Queen.
    - El Silencio Después del Caos.

    Un año ha pasado desde que Jennifer selló a Ozma en el Jardín Prohibido. El mundo no lo celebró. Aparte del ejercito que ellos comandaban, nadie mas lo supo... o eso se creía.

    Desde entonces, ha vagado por tierras ajenas, siguiendo un impulso que no sabe nombrar. Una búsqueda sin forma, sin destino. Lo que no sabe es que la maldición que adquirió por el poder que sello a su padre le impide encontrar ese algo especial que Jennifer busca.

    Nadie sabe dónde está Jennifer. Su nombre se ha vuelto susurro, leyenda, duda. Sin embargo, en las rutas olvidadas y los pueblos al borde del abismo, se han escuchado rumores de una guerrera de armadura dorada, de belleza imponente, cuyo rostro permanece oculto tras una cascada de cabellos negros con destellos púrpura. Dicen que en sus ojos hay marcas negras como lágrimas, señales inconfundibles del linaje del caos. Algunos la llaman impostora, otros la veneran. Sus seguidores aseguran que es su reina, la heredera de Oz, que viaja por el mundo enfrentando horrores que nadie más ve. Pero tras cada hazaña, tras cada aparición, desaparece sin dejar rastro, como si el mundo mismo la expulsara antes de que alguien pueda pronunciar su verdadero nombre.


    - La estrella que cayó del cielo.

    La posada olía a sudor, cerveza tibia y desprecio. Entre las mesas, una figura menuda se movía con torpeza aprendida, esquivando codazos y recogiendo platos que nadie le agradecía. Para los clientes, era solo esa goblina. Un chiste con patas. Una criatura que creía poder hacer el trabajo de los humanos.

    Cuando el último borracho se desplomó sobre su jarra, su turno terminó. No hubo palabras de despedida. Solo un gesto con la cabeza del dueño, señalando el establo. Su cama era un montón de eno entre dos vigas podridas. Pero al menos no pasaba hambre.

    Se dejó caer con un suspiro. El cuerpo le dolía. No por el trabajo, sino por lo que no podía usar. Lo que dormía dentro de ella. Lo que la haría dormir demasiado si lo despertaba.

    Entonces, un estruendo, la despertó. Un golpe seco, como si el cielo hubiera escupido algo. Se levantó de un salto, el corazón latiendo como si recordara guerras que nunca vivió. Salió del establo. La noche estaba quieta, pero en el suelo, entre las sombras, yacía una joven de cabellos rosa. La piel pálida, el vestido rasgado, los ojos cerrados.

    No era goblina. No era humana. Era otra cosa.

    La pequeña la revisó. Estaba viva aun respiraba. La arrastró con esfuerzo al establo, cubriéndola con un manto viejo. No preguntó quién era. No preguntó de dónde venía. Solo supo que debía cuidarla.

    Muy lejos de allí, en un jardín que nadie visita, la esfera de colores que contiene al Rey Ozma palpitó. No como un corazón, sino como una herida.

    Desde dentro, algo se agitó. No era el rey. Era el eco de su poder, reaccionando a una presencia que no debía existir.

    Y frente a la esfera, un ente del caos se alzó. Su forma era cambiante, su voz como metal quebrado. Había esperado años. Había deseado el trono. Y ahora, al ver al rey dormido y sellado, rió.

    "Tu hija aún respira ", susurró, acariciando la esfera con dedos que no eran dedos. "Pero no por mucho. Cuando muera, el trono será mío. Y tú… tú seguirás soñando".

    La esfera tembló, no por miedo... Por furia.
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    Rol con mi madre Jennifer: La Reina del legado Queen.
    Rol con mi madre Jennifer: La Reina del legado Queen.
    El Guerrero del Sol.

    El cielo se desgarró.
    El sol, ennegrecido por la luna, se tornó en un ojo llameante. Desde aquel párpado de fuego brotó un puente incandescente que descendió hacia la tierra. Cada latido del eclipse resonaba como un tambor de guerra, y el aire se volvió insoportable, cargado de brasas invisibles que quemaban los pulmones.

    De la grieta solar emergió Helior Prime.
    Un hombre de armadura dorada, tan brillante que parecía tallada del propio sol, con un manto rojo ondeando como llamas vivas. Sus ojos, dos astros pequeños, miraban con odio ancestral. Caminaba despacio, con la calma de quien sabe que el mundo entero se inclina a su voluntad.

    —Eclipse… —su voz tronó, no como palabra, sino como decreto—.
    Vosotros sois la plaga. La luna se alimenta de la gloria del sol, como una sanguijuela que devora la luz divina. Cada uno de vosotros es un error cósmico, un crimen contra la llama eterna.

    Se detuvo, su sombra ardía en lenguas de fuego que rugían con cada palabra.

    —Desde el principio de los tiempos, vuestro linaje ha traído desequilibrio: vuestra madre arrancó al Rey del Caos de su trono, vosotras mancilláis la herencia de la luna con vuestra existencia híbrida. Yo soy el guardián de la pureza solar, el brazo que borrará para siempre a la estirpe del Eclipse.

    Su voz se elevó como una llamarada final:

    —No es odio personal, es justicia. Y hoy, esa justicia arderá en vosotras.

    Helior Prime alzó su lanza solar, y el eclipse pareció latir con él.

    Entonces ocurrió.
    Como un latigazo en el alma, Lili sintió cómo algo en su interior respondía. Su cuerpo se arqueó, la espada Veythra brilló en sus manos y de su espalda brotó un fuego lunar oscuro, envolviendo su silueta. El aire tembló, y en un parpadeo, allí donde estaba Lili, emergió Arc, la dragóna lunar. Escamas de plata y sombra, alas inmensas, ojos de eclipse.

    Pero Lili no controlaba nada.
    Su consciencia quedó atrapada en un sueño extraño: veía, escuchaba, sentía el ardor del sol, el rugido de la tierra, la respiración de su madre… pero sus garras, su fuego, sus alas no respondían a su voluntad. Era prisionera dentro de la dragóna.

    Jennifer, de pie frente al dios solar, no titubeó.
    Su cabello ondeaba en la brisa ardiente, su aura caótica crepitaba como un mar de relámpagos verdes y negros.
    Se interpuso entre Helior Prime y Arc, y con un gesto firme, apuntó la espada hacia el enemigo.

    —Hablas de justicia… —su voz sonó como acero contra vidrio—. Pero lo tuyo no es justicia, es miedo disfrazado de sol.
    Y yo no permitiré que toques a mi hija.

    Helior Prime sonrió, altivo, y la tierra entera pareció arder bajo ese gesto.

    El combate estaba por comenzar.

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  • Había ocasiones, ya no tan seguidas, en las que despertaba abruptamente por la noche como en esa ocasión.
    Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada....

    Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez.
    "Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar"

    Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho.

    Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles.
    La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba.

    Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados.
    Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello.
    La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba.

    Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada.
    Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro.

    Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
    Había ocasiones, ya no tan seguidas, en las que despertaba abruptamente por la noche como en esa ocasión. Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada.... Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez. "Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar" Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho. Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles. La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba. Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados. Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello. La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba. Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada. Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro. Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
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  • -Tú ser...señor...bigotes....

    Dijo el chico lobo con satisfacción. Había tomado uno de los encargos del tablón en Mondstadt, encontrar un gato extraviado de un niño, le gustaba ayudar de vez en cuando y, por supuesto ganarse unas cuantas moras, después de todo, con ayuda de su olfato le resultaba fácil encontrar mascotas perdidas.

    -...Aquí tener a señor bigotes...

    Le dijo al pequeño que había puesto el cartel de un gato lo mejor dibujado posible para un niño de 6 años. El infante tomó al gato en brazos alegre mientras su madre agradecía a Razor y, como el cartel decía, le dio el pago correspondiente. Razor tomó el dinero y se despidió con una sonrisa en brazos.

    -Moras...moras...Razor tener moras.... -Aunque él casi no gastaba le gustaba ganar su propio dinero-
    -Tú ser...señor...bigotes.... Dijo el chico lobo con satisfacción. Había tomado uno de los encargos del tablón en Mondstadt, encontrar un gato extraviado de un niño, le gustaba ayudar de vez en cuando y, por supuesto ganarse unas cuantas moras, después de todo, con ayuda de su olfato le resultaba fácil encontrar mascotas perdidas. -...Aquí tener a señor bigotes... Le dijo al pequeño que había puesto el cartel de un gato lo mejor dibujado posible para un niño de 6 años. El infante tomó al gato en brazos alegre mientras su madre agradecía a Razor y, como el cartel decía, le dio el pago correspondiente. Razor tomó el dinero y se despidió con una sonrisa en brazos. -Moras...moras...Razor tener moras.... -Aunque él casi no gastaba le gustaba ganar su propio dinero-
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  • Mis niñas, tan jóvenes y creativas.
    Aún recuerdo lo que le conté a Corin cuando llegó aquí.

    “Nadie está tan roto en esta vida como para que sea ignorado. Siempre hay alguien que se encargara de curar esas heridas, y te recibirá con el cariño que siempre mereciste”

    Lo mismo para mí niña Ellen, siendo toda una guerrera atacando y nadando hacia el frente.
    Tal vez sean dos polos opuestos, Pero las quiero a ambas como si fuera su madre
    Mis niñas, tan jóvenes y creativas. Aún recuerdo lo que le conté a Corin cuando llegó aquí. “Nadie está tan roto en esta vida como para que sea ignorado. Siempre hay alguien que se encargara de curar esas heridas, y te recibirá con el cariño que siempre mereciste” Lo mismo para mí niña Ellen, siendo toda una guerrera atacando y nadando hacia el frente. Tal vez sean dos polos opuestos, Pero las quiero a ambas como si fuera su madre
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