• Hola a tod@s! Hoy en la granja sucedió algo increíble! Nuestra yegua de nombre Crema, Porfin dio a luz! Pensábamos que no lo lograría pues tuvo muchas complicaciones para salir pues el cordón umbilical se enrosco en el cuello del potro y Crema perdía mucha sangre... Por suerte después de 16h lo logro sin mayores inconvenientes como toda una guerrera que es nuestra Cremita. Y capture el momento en el que se conocieron madre e hijo. Tierno verdad? El granjero me dio la tarea honorifica de poner nombre al potrillo, decidí ponerle Brownie. Os gusta?
    Hola a tod@s! Hoy en la granja sucedió algo increíble! 😱 Nuestra yegua de nombre Crema, Porfin dio a luz! 😍Pensábamos que no lo lograría pues tuvo muchas complicaciones para salir pues el cordón umbilical se enrosco en el cuello del potro y Crema perdía mucha sangre... Por suerte después de 16h lo logro sin mayores inconvenientes como toda una guerrera que es nuestra Cremita. Y capture el momento en el que se conocieron madre e hijo. Tierno verdad?🥰 El granjero me dio la tarea honorifica de poner nombre al potrillo, decidí ponerle Brownie. Os gusta? 😄
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  • - Mia caminando por el reino de Benwinch cerca del los rios .-

    Que es eso .... alli

    -era curiosa y tranquila su personalidad era muy palecida a eliane su madre.-

    Te encuentras bien .....

    -habia preguntado aquella hibida (humana/hada).-
    - Mia caminando por el reino de Benwinch cerca del los rios .- Que es eso .... alli -era curiosa y tranquila su personalidad era muy palecida a eliane su madre.- Te encuentras bien ..... -habia preguntado aquella hibida (humana/hada).-
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    Me asuste a gratis... Ala madre....
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  • -la uta madre... que horas son ya?- bostezo como oso despues de la hibernacion tratando de reincorporarse, tomo su telefono y solo ver su reflejo se le fue la modorra completa -por dios quien me vea piensa que no me baño que este cabello puff.. otras dos horas estilisando... yeeeiii...-
    -la uta madre... que horas son ya?- bostezo como oso despues de la hibernacion tratando de reincorporarse, tomo su telefono y solo ver su reflejo se le fue la modorra completa -por dios quien me vea piensa que no me baño que este cabello puff.. otras dos horas estilisando... yeeeiii...-
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  • Ayer por la tarde después de relajarme dándome un baño de espuma y luego la Skincare de noche, me la pase cocinando para toda la semana y también me dio
    tiempo a elaborar la tarta de calabaza, casualmente es la favorita de mi madre.
    Desde que me confesó la existencia de Dafne, toda mi vida pensando que era hija única y resulta que soy hermana mayor; estos últimos meses han sido una
    aútentica montaña rusa repleta de diferentes emociones y sentimientos.
    Estado bastante distanciada de ella nunca habíamos estado tanto tiempo separadas, necesitaba poner distancia entre las dos.

    Por la tarde no tengo cita con ningún paciente por lo cuál pude cerrar mi despacho, una vez llego a casa saludo a Tánatos y Salem, Grayson continúa en el trabajo
    llegará como siempre muy tarde.
    Cambió mis deportivas por unas botas altas negras con tacón, cojo el bolso más grande que tengo para poder guardar el taper donde guardé la tarta y me dirijo a
    su casa, para hacer las paces.
    Ayer por la tarde después de relajarme dándome un baño de espuma y luego la Skincare de noche, me la pase cocinando para toda la semana y también me dio tiempo a elaborar la tarta de calabaza, casualmente es la favorita de mi madre. Desde que me confesó la existencia de Dafne, toda mi vida pensando que era hija única y resulta que soy hermana mayor; estos últimos meses han sido una aútentica montaña rusa repleta de diferentes emociones y sentimientos. Estado bastante distanciada de ella nunca habíamos estado tanto tiempo separadas, necesitaba poner distancia entre las dos. Por la tarde no tengo cita con ningún paciente por lo cuál pude cerrar mi despacho, una vez llego a casa saludo a Tánatos y Salem, Grayson continúa en el trabajo llegará como siempre muy tarde. Cambió mis deportivas por unas botas altas negras con tacón, cojo el bolso más grande que tengo para poder guardar el taper donde guardé la tarta y me dirijo a su casa, para hacer las paces.
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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  • La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra.

    Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final.

    Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado.

    Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina.

    —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano.

    Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama.

    El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado.

    El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
    La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra. Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final. Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado. Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina. —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano. Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama. El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado. El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
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    Tsukumo Sana Espacio Aikaterine Ouro

    (Resumen muy resumen. Hay mucho polítiqueo lunar por en medio. MUCHO. Facciones, rebeldes, fanáticos debotos, todos buenos y todos malos.)

    Paradoja del Caos y la Luna

    1. La Unión Prohibida

    Oz, el Rey del Caos, y Selin, Custodio lunar, se encuentran en un instante que trasciende los planos del tiempo. De su unión nace Jennifer, la primogénita del caos y la luna, encarnación viviente de la paradoja: luz y oscuridad, orden y destrucción.

    Los Elunai corruptos, supervivientes de la guerra civil que atrajo a Oz, temen la unión y el linaje que Selin lleva en su vientre, pues podría romper los equilibrios que creen controlar.


    ---

    2. La Caída de Selin y el Fragmento del Alma

    Selin es atacada mientras está embarazada de su segunda hija:

    Antes de morir, lanza un conjuro para proteger a su hija y preservar su propia esencia.

    Su alma se ancla a la Luna, fusionándose con ella y convirtiéndose en guardiana eterna.

    El fragmento del alma del bebé no nato que llevaba dentro queda expuesto.


    Es entonces cuando Shobu, espíritu del Sol, y Xinia, espíritu de la Luna, antiguos amantes que crearon los eclipses para unirse, aparecen:

    Ambos sacrifican sus existencias para sostener el fragmento del alma de Veythra hasta que pueda nacer y puedan unirse por finlis amantes prohibidos.

    Mantienen ese fragmento flotando entre luz y sombra, entre Sol y Luna, hasta que el destino de Jennifer y su descendencia se cumpla.



    ---

    3. El Legado y la Creación de Veythra

    Decenas de miles de años después:

    Jennifer tiene a su hija Lili durante la Luna llena de Esturión, la más brillante del año, coincidiendo con la lluvia de Perseidas.

    En ese instante, los espíritus de Shobu y Xinia finalmente se funden con el fragmento del alma del bebé no nato de Selin.

    Esa unión da forma a Veythra, quien nace dentro del alma de Lili como espada viviente y guardiana de la herencia lunar y caótica.


    De esta manera, Veythra es simultáneamente fragmento de Selin, sostenida por Shobu y Xinia, y espejo del poder que Lili heredará de su madre Jennifer (hermana de Veythra por consanguinidad).


    ---

    4. Consecuencias en el Tiempo

    Jennifer crece rápida y poderosa, portando el caos de Oz y la luz de Selin, hasta que sella a Oz en el Jardín Prohibido a causa de la locura que lo invade tras la muerte de Selin, aniquilando toda vida y arrasando a todos los Elunai con el ejército del Caos.

    Veythra, aunque ligada a Lili, contiene la memoria de Selin y la protección de los antiguos espíritus, lista para despertar cuando su portadora lo necesite.

    La paradoja completa: Selin muere, Shobu y Xinia sostienen la esencia, Jennifer asegura la supervivencia del linaje, y Lili finalmente recibe la herencia de toda la cadena lunar y caótica, con Veythra como vínculo vivo.
    [blaze_titanium_scorpion_916] [Mercenary1x] (Resumen muy resumen. Hay mucho polítiqueo lunar por en medio. MUCHO. Facciones, rebeldes, fanáticos debotos, todos buenos y todos malos.) Paradoja del Caos y la Luna 1. La Unión Prohibida Oz, el Rey del Caos, y Selin, Custodio lunar, se encuentran en un instante que trasciende los planos del tiempo. De su unión nace Jennifer, la primogénita del caos y la luna, encarnación viviente de la paradoja: luz y oscuridad, orden y destrucción. Los Elunai corruptos, supervivientes de la guerra civil que atrajo a Oz, temen la unión y el linaje que Selin lleva en su vientre, pues podría romper los equilibrios que creen controlar. --- 2. La Caída de Selin y el Fragmento del Alma Selin es atacada mientras está embarazada de su segunda hija: Antes de morir, lanza un conjuro para proteger a su hija y preservar su propia esencia. Su alma se ancla a la Luna, fusionándose con ella y convirtiéndose en guardiana eterna. El fragmento del alma del bebé no nato que llevaba dentro queda expuesto. Es entonces cuando Shobu, espíritu del Sol, y Xinia, espíritu de la Luna, antiguos amantes que crearon los eclipses para unirse, aparecen: Ambos sacrifican sus existencias para sostener el fragmento del alma de Veythra hasta que pueda nacer y puedan unirse por finlis amantes prohibidos. Mantienen ese fragmento flotando entre luz y sombra, entre Sol y Luna, hasta que el destino de Jennifer y su descendencia se cumpla. --- 3. El Legado y la Creación de Veythra Decenas de miles de años después: Jennifer tiene a su hija Lili durante la Luna llena de Esturión, la más brillante del año, coincidiendo con la lluvia de Perseidas. En ese instante, los espíritus de Shobu y Xinia finalmente se funden con el fragmento del alma del bebé no nato de Selin. Esa unión da forma a Veythra, quien nace dentro del alma de Lili como espada viviente y guardiana de la herencia lunar y caótica. De esta manera, Veythra es simultáneamente fragmento de Selin, sostenida por Shobu y Xinia, y espejo del poder que Lili heredará de su madre Jennifer (hermana de Veythra por consanguinidad). --- 4. Consecuencias en el Tiempo Jennifer crece rápida y poderosa, portando el caos de Oz y la luz de Selin, hasta que sella a Oz en el Jardín Prohibido a causa de la locura que lo invade tras la muerte de Selin, aniquilando toda vida y arrasando a todos los Elunai con el ejército del Caos. Veythra, aunque ligada a Lili, contiene la memoria de Selin y la protección de los antiguos espíritus, lista para despertar cuando su portadora lo necesite. La paradoja completa: Selin muere, Shobu y Xinia sostienen la esencia, Jennifer asegura la supervivencia del linaje, y Lili finalmente recibe la herencia de toda la cadena lunar y caótica, con Veythra como vínculo vivo.
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  • Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío

    El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido.

    Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto

    Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada.
    Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.”

    Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.”

    Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición.
    Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?”

    Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.”

    Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente.
    Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.”

    Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece.


    Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira

    Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente.


    Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida.


    Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen.

    En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención.

    Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas

    Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos.
    Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.”

    Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.”

    Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía.
    Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.”

    Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro.

    Kael y el Señor de las Sombras

    Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado.
    El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío.
    Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.”

    Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.”

    El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió.
    Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.”

    Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.”

    Kael recuerda:
    Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.”

    Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío.
    El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad.
    Y desaparece.



    Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido. Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada. Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.” Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.” Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición. Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?” Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.” Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente. Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.” Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece. Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente. Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen. En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención. Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos. Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.” Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.” Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía. Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.” Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro. Kael y el Señor de las Sombras Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado. El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío. Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.” Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.” El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió. Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.” Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.” Kael recuerda: Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.” Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío. El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad. Y desaparece.
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