• El Winchester observa el vaso de whisky que acaba de servirse. Como si el beber aquel liquido ámbar fuera a darle respuestas, como si la solución a todos sus problemas estuvieran en el fondo de aquel vaso.
    El pulso perfecto del cazador provoca que la superficie del whisky apenas tiemble, o se mueva mientras él camina hasta una silla.
    Nada mas sentarse en ella, la tenue luz se refleja en el vaso, rompiéndose y fraccionándose en miles de pequeños haces de luz, demasiado ínfimos como para ser apreciados por la vista humana.

    En aquella ocasión no había música, por muy extraño que fuera en él. También había elegido (aunque aquello no era tan extraño) la soledad en aquella ocasión. Tan solo estaba el silencio, el eco del sonido de sus movimientos, el peso de sus malas decisiones y su corazón roto.

    No, aquel no era su primer vaso del día. No a aquellas horas de la noche, ni si quiera el segundo o el tercero. Y aun así, se toma el licor despacio, paladeando los matices de su sabor, porque no quería emborracharse, no, eso seria sencillo. Buscaba algo mucho mas complicado, buscaba encontrar, en el ardor que sentía en su garganta con cada trago, algo parecido a la paz.

    Hope, Miguel, y todo lo demás, que los Winchester aceptaban como algo normal en sus vidas, eran peso en sus bolsillos. Como plomo para alguien que se lanza al mar.
    Aquellos nombres eran como cicatrices que se empeñaban en no sanar, por el simple hecho de que su testaruda mente no las dejaba ir, no podia evitar seguir dándole vueltas y vueltas a cada pequeña arista, a cada momento, a cada palabra, a cada decisión.

    Así se queda sentado, en la semi oscuridad, con la mirada perdida, y la mano firme agarrando el cristal. Tomando aquellos efímeros minutos para observar su vida como si fuera un espectador ajeno.




    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    El Winchester observa el vaso de whisky que acaba de servirse. Como si el beber aquel liquido ámbar fuera a darle respuestas, como si la solución a todos sus problemas estuvieran en el fondo de aquel vaso. El pulso perfecto del cazador provoca que la superficie del whisky apenas tiemble, o se mueva mientras él camina hasta una silla. Nada mas sentarse en ella, la tenue luz se refleja en el vaso, rompiéndose y fraccionándose en miles de pequeños haces de luz, demasiado ínfimos como para ser apreciados por la vista humana. En aquella ocasión no había música, por muy extraño que fuera en él. También había elegido (aunque aquello no era tan extraño) la soledad en aquella ocasión. Tan solo estaba el silencio, el eco del sonido de sus movimientos, el peso de sus malas decisiones y su corazón roto. No, aquel no era su primer vaso del día. No a aquellas horas de la noche, ni si quiera el segundo o el tercero. Y aun así, se toma el licor despacio, paladeando los matices de su sabor, porque no quería emborracharse, no, eso seria sencillo. Buscaba algo mucho mas complicado, buscaba encontrar, en el ardor que sentía en su garganta con cada trago, algo parecido a la paz. Hope, Miguel, y todo lo demás, que los Winchester aceptaban como algo normal en sus vidas, eran peso en sus bolsillos. Como plomo para alguien que se lanza al mar. Aquellos nombres eran como cicatrices que se empeñaban en no sanar, por el simple hecho de que su testaruda mente no las dejaba ir, no podia evitar seguir dándole vueltas y vueltas a cada pequeña arista, a cada momento, a cada palabra, a cada decisión. Así se queda sentado, en la semi oscuridad, con la mirada perdida, y la mano firme agarrando el cristal. Tomando aquellos efímeros minutos para observar su vida como si fuera un espectador ajeno. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • "Caminando con los Muertos" (Parte I).

    Para caminar por el mundo de los muertos se necesitan dos pies. Siempre lo evitó por ser cojo, pese a que su linaje muestra amplias aptitudes para la materia.

    Pero ya no está cojo, entonces... ¿Cuál es su excusa ahora?

    Flojera.

    Tolek estaba tendido sobre la cama de James, un lecho bien improvisado en la antigua fábrica abandonada, mirando al techo de paneles desgastados por el bien marcado paso del tiempo.

    Todo estaba tranquilo, demasiado silencioso.

    La quietud, hacía varios meses, envolvía su vida y su entorno como una capa plástica pegada a la superficie. Como los trajes de las heroínas de Marvel, constrictora e imposible.

    Irreal.

    Tolek frunció el ceño cuando la palabra irreal se hizo presente en su mente. Había algo en esa irrealidad que no encajaba, por supuesto, frente a lo muy real que era su situación estática.

    El Brujo Cojo era una entidad tan habituada al caos, que el regalo de la estabilidad que hace tiempo ya le había otorgado Veles le parecía impropio, algo que, aunque bien merecido y a veces hasta cómodo, no dejaba de parecerle ajeno.

    Y ahí estaba la respuesta.

    Tolek, como el brujo de tradición profundamente pagana que era, sabía leer las señales que la existencia le susurraba al oído. Sabía que cada día era un ciclo, uno dentro de un ciclo mayor que, a su vez, era envuelto por otro ciclo aún mayor y así sucesivamente. Mientras más amplio el ciclo, más implacable es la fuerza que lo empuja cuyo eco impulsa al ciclo que contiene, y así este último repite el ritmo con el que, a su vez, este contiene.

    En su estabilidad estática, Tolek estaba ignorando cómodamente el ritmo que marcaba el ciclo que le contenía y sólo era cuestión de tiempo para que este le empujara a seguir fluyendo.

    Y la existencia no es amable con quienes ignoran sus ciclos.

    Con un gruñido de desaprobación que no era sino la flojera abandonando su cuerpo, el brujo se puso de pie para emprender su camino. Se calzó sus botas, echó mano a su bastón y se dirigió a la estancia más abierta de la fábrica.

    — Lester, ven aquí. Necesito tu ayuda —llamó.

    Y el ave, un cuervo ligeramente más grande de lo normal, se hizo presente posándose sobre su hombro como una sombra que no necesita luz para existir.

    — Aquí estoy, amo. ¿Adónde vamos? —Preguntó el ave, su voz aterciopelada adivinando las intenciones del brujo.

    — A la tierra de los muertos. Algo me dice que tengo asuntos pendientes ahí... —respondió el brujo.

    — Te tomaste tu tiempo, amo —se mofó el ave.

    Y cómo no.

    #ElBrujoCojo
    "Caminando con los Muertos" (Parte I). Para caminar por el mundo de los muertos se necesitan dos pies. Siempre lo evitó por ser cojo, pese a que su linaje muestra amplias aptitudes para la materia. Pero ya no está cojo, entonces... ¿Cuál es su excusa ahora? Flojera. Tolek estaba tendido sobre la cama de James, un lecho bien improvisado en la antigua fábrica abandonada, mirando al techo de paneles desgastados por el bien marcado paso del tiempo. Todo estaba tranquilo, demasiado silencioso. La quietud, hacía varios meses, envolvía su vida y su entorno como una capa plástica pegada a la superficie. Como los trajes de las heroínas de Marvel, constrictora e imposible. Irreal. Tolek frunció el ceño cuando la palabra irreal se hizo presente en su mente. Había algo en esa irrealidad que no encajaba, por supuesto, frente a lo muy real que era su situación estática. El Brujo Cojo era una entidad tan habituada al caos, que el regalo de la estabilidad que hace tiempo ya le había otorgado Veles le parecía impropio, algo que, aunque bien merecido y a veces hasta cómodo, no dejaba de parecerle ajeno. Y ahí estaba la respuesta. Tolek, como el brujo de tradición profundamente pagana que era, sabía leer las señales que la existencia le susurraba al oído. Sabía que cada día era un ciclo, uno dentro de un ciclo mayor que, a su vez, era envuelto por otro ciclo aún mayor y así sucesivamente. Mientras más amplio el ciclo, más implacable es la fuerza que lo empuja cuyo eco impulsa al ciclo que contiene, y así este último repite el ritmo con el que, a su vez, este contiene. En su estabilidad estática, Tolek estaba ignorando cómodamente el ritmo que marcaba el ciclo que le contenía y sólo era cuestión de tiempo para que este le empujara a seguir fluyendo. Y la existencia no es amable con quienes ignoran sus ciclos. Con un gruñido de desaprobación que no era sino la flojera abandonando su cuerpo, el brujo se puso de pie para emprender su camino. Se calzó sus botas, echó mano a su bastón y se dirigió a la estancia más abierta de la fábrica. — Lester, ven aquí. Necesito tu ayuda —llamó. Y el ave, un cuervo ligeramente más grande de lo normal, se hizo presente posándose sobre su hombro como una sombra que no necesita luz para existir. — Aquí estoy, amo. ¿Adónde vamos? —Preguntó el ave, su voz aterciopelada adivinando las intenciones del brujo. — A la tierra de los muertos. Algo me dice que tengo asuntos pendientes ahí... —respondió el brujo. — Te tomaste tu tiempo, amo —se mofó el ave. Y cómo no. #ElBrujoCojo
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    "Había una mortal, Níobe, que se resistía a soñar. Su corazón estaba endurecido por el sufrimiento, y cada noche luchaba por mantenerse despierta. Intrigado, decidió visitarla él mismo.

    —¿Por qué temes soñar, Níobe? —le preguntó, apareciendo en forma de un joven envuelto en luz tenue.

    —Porque en los sueños habita lo que he perdido —respondió ella con voz temblorosa—. Mi alma no soporta revivir lo que el día me obliga a olvidar.

    Conmovido, le ofreció un regalo: un sueño en el que pudiera abrazar a sus hijos perdidos una vez más, sin dolor, sin despedidas. Níobe aceptó, y por primera vez en años, durmió sin lágrimas."
    "Había una mortal, Níobe, que se resistía a soñar. Su corazón estaba endurecido por el sufrimiento, y cada noche luchaba por mantenerse despierta. Intrigado, decidió visitarla él mismo. —¿Por qué temes soñar, Níobe? —le preguntó, apareciendo en forma de un joven envuelto en luz tenue. —Porque en los sueños habita lo que he perdido —respondió ella con voz temblorosa—. Mi alma no soporta revivir lo que el día me obliga a olvidar. Conmovido, le ofreció un regalo: un sueño en el que pudiera abrazar a sus hijos perdidos una vez más, sin dolor, sin despedidas. Níobe aceptó, y por primera vez en años, durmió sin lágrimas."
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  • ┯━━━━━▧▣▧━━━━━┯

    Royalty City, siempre despierta y luminosa, la promesa de un mundo mejor, la supuesta encarnación de un mundo unido. Para que al final solamente fuera el patio de juegos y el nido de mafiosos más grande del globo.
    Barrios chantajeados por gente ambiciosa, casinos dirigidos para exprimir a la personas viciosas y luces neon que brillan para desorientar a los adictos que deambulan erráticos por las calles.

    Decirle "ciudad del pecado" sería lo adecuado, pero yo considero que es más una ciudad del infierno. Con sus círculos, con sus monstruos bien coordinados en sus respectivos sectores.

    —¡Pero yo voy a purificar este chiquero, usando mi luz de la justicia!

    Y por suerte he vivido aquí el tiempo suficiente para saber que sectores están lo suficientemente vacíos para poder practicar mis discursos. Ojalá pudiera hacer buenos discursos.

    —No. Suena demasiado cursi, casi que de político.

    Llueve. Mi piel está gris, pero reluciente gracias a las gotas de agua que se deslizan sobre mi glamuroso cuerpo. Y mi piel brilla, gracias a la luz del neón de los carteles publicitarios a mi al rededor.

    La estación de trenes respeta mi hablar y mi silencio. A éstas horas de la noche es cuando los ciudadanos, al menos los inocentes y desprotegidos, prefieren evitar compartir asientos con malandros nocturnos... Pero tampoco es que estén muy seguros durante el día.

    Mi ropa pesa, pero casi ni la siento. Mi cabello está todo caído y húmedo, pero se puede arreglar. Mis ojos brillan, ni siquiera el neón puede opacar la luz azúl en ellos. Mis dientes puntiagudos son mostrados al mundo, una sonrisa involuntaria ante la llegada del tren fugitivo que fue tomado en la estación anterior por un grupo de ladrones que creía poder escapar de la justicia entre vagones.

    La hora ha llegado, el momento en que encarno a la justicia para castigar a la maldad con una buena dosis de alto voltaje.

    ◤◢◣◥◤◢◣◥
    ┯━━━━━▧▣▧━━━━━┯ Royalty City, siempre despierta y luminosa, la promesa de un mundo mejor, la supuesta encarnación de un mundo unido. Para que al final solamente fuera el patio de juegos y el nido de mafiosos más grande del globo. Barrios chantajeados por gente ambiciosa, casinos dirigidos para exprimir a la personas viciosas y luces neon que brillan para desorientar a los adictos que deambulan erráticos por las calles. Decirle "ciudad del pecado" sería lo adecuado, pero yo considero que es más una ciudad del infierno. Con sus círculos, con sus monstruos bien coordinados en sus respectivos sectores. —¡Pero yo voy a purificar este chiquero, usando mi luz de la justicia! Y por suerte he vivido aquí el tiempo suficiente para saber que sectores están lo suficientemente vacíos para poder practicar mis discursos. Ojalá pudiera hacer buenos discursos. —No. Suena demasiado cursi, casi que de político. Llueve. Mi piel está gris, pero reluciente gracias a las gotas de agua que se deslizan sobre mi glamuroso cuerpo. Y mi piel brilla, gracias a la luz del neón de los carteles publicitarios a mi al rededor. La estación de trenes respeta mi hablar y mi silencio. A éstas horas de la noche es cuando los ciudadanos, al menos los inocentes y desprotegidos, prefieren evitar compartir asientos con malandros nocturnos... Pero tampoco es que estén muy seguros durante el día. Mi ropa pesa, pero casi ni la siento. Mi cabello está todo caído y húmedo, pero se puede arreglar. Mis ojos brillan, ni siquiera el neón puede opacar la luz azúl en ellos. Mis dientes puntiagudos son mostrados al mundo, una sonrisa involuntaria ante la llegada del tren fugitivo que fue tomado en la estación anterior por un grupo de ladrones que creía poder escapar de la justicia entre vagones. La hora ha llegado, el momento en que encarno a la justicia para castigar a la maldad con una buena dosis de alto voltaje. ◤◢◣◥◤◢◣◥
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  • Una mañana cualquiera, bajo la luz suave que se colaba por las ventanas del dojo, Takeru dirigía una clase exigente, el sudor marcando el esfuerzo colectivo. Sus instrucciones eran firmes, su voz tan serena como siempre. Pero, de pronto, se detuvo en seco.

    Uno de los alumnos lo notó antes que nadie: Takeru había llevado una mano a su pecho. Su respiración, normalmente controlada, se volvió irregular, forzada. Durante un segundo, pareció que lo disimularía con la misma dignidad que siempre cargaba… pero sus rodillas tocaron el tatami.

    No perdió el conocimiento, ni gritó, ni pidió ayuda. Pero por primera vez en años, el hombre al que todos creían inquebrantable… necesitó que lo sostuvieran.
    Una mañana cualquiera, bajo la luz suave que se colaba por las ventanas del dojo, Takeru dirigía una clase exigente, el sudor marcando el esfuerzo colectivo. Sus instrucciones eran firmes, su voz tan serena como siempre. Pero, de pronto, se detuvo en seco. Uno de los alumnos lo notó antes que nadie: Takeru había llevado una mano a su pecho. Su respiración, normalmente controlada, se volvió irregular, forzada. Durante un segundo, pareció que lo disimularía con la misma dignidad que siempre cargaba… pero sus rodillas tocaron el tatami. No perdió el conocimiento, ni gritó, ni pidió ayuda. Pero por primera vez en años, el hombre al que todos creían inquebrantable… necesitó que lo sostuvieran.
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  • Quizas aproveche estos dias para reflexionar un poco, tal vez volver a casa unos dias... me pregunto que estará haciendo mi hermana... o mis padres

    *Sonrie observando el horizonte, con la mano en los bolsillos*

    No suelo hacer viajes largos, pero creo que vale la pena volver después de todo este tiempo.

    *Sin poder con su genio decide agarrar su libreta y dibujar el paisaje frente a el aprovechando la luz que quedaba, del mismo modo escribir sus pensamientos*
    Quizas aproveche estos dias para reflexionar un poco, tal vez volver a casa unos dias... me pregunto que estará haciendo mi hermana... o mis padres *Sonrie observando el horizonte, con la mano en los bolsillos* No suelo hacer viajes largos, pero creo que vale la pena volver después de todo este tiempo. *Sin poder con su genio decide agarrar su libreta y dibujar el paisaje frente a el aprovechando la luz que quedaba, del mismo modo escribir sus pensamientos*
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  • La luz de la mañana se coló entre las cortinas, un rayo tímido que fue suficiente para hacerla parpadear y despertar. Sailor se movió lentamente, aún envuelta en el calor de las sábanas y en el abrazo de Alek, que dormía profundamente a su lado. Se giró con cuidado, sus ojos se suavizaron al verlo tan tranquilo, con el ceño apenas fruncido, como si incluso en sueños llevara el peso del mundo. Sonrió con ternura y, sin hacer ruido, se inclinó para dejarle un beso suave en la frente.

    —Qué tierno... —susurró, con una chispa divertida en los ojos—. Te falta nada más una cosita...

    Con sigilo, estiró la mano hacia el pequeño gabinete junto a la cama, abrió con cuidado el cajón y sacó un plumón negro. Soltó una risa bajita, apenas un ji ji ji, mientras se inclinaba sobre él, decidida a obrar su pequeña travesura. Le dibujó un bigote, unos corazones en las mejillas y, por supuesto, le unió las cejas con gran dedicación.

    Después de tal obra de arte, Sailor guardó la prueba criminal debajo de su almohada y se volvió a dormir.

    Emberwing Alek
    La luz de la mañana se coló entre las cortinas, un rayo tímido que fue suficiente para hacerla parpadear y despertar. Sailor se movió lentamente, aún envuelta en el calor de las sábanas y en el abrazo de Alek, que dormía profundamente a su lado. Se giró con cuidado, sus ojos se suavizaron al verlo tan tranquilo, con el ceño apenas fruncido, como si incluso en sueños llevara el peso del mundo. Sonrió con ternura y, sin hacer ruido, se inclinó para dejarle un beso suave en la frente. —Qué tierno... —susurró, con una chispa divertida en los ojos—. Te falta nada más una cosita... Con sigilo, estiró la mano hacia el pequeño gabinete junto a la cama, abrió con cuidado el cajón y sacó un plumón negro. Soltó una risa bajita, apenas un ji ji ji, mientras se inclinaba sobre él, decidida a obrar su pequeña travesura. Le dibujó un bigote, unos corazones en las mejillas y, por supuesto, le unió las cejas con gran dedicación. Después de tal obra de arte, Sailor guardó la prueba criminal debajo de su almohada y se volvió a dormir. [Emberwing_Alek] 😅
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  • —¿Qué sería de ti, Hijo del Hombre, sin la tentación? Poca ha sido la ocasión que has desaprovechado para maldecirme, pero sin esa mordida a la Fruta Prohibida, aquella que hizo derribar el primer dominó cósmico, ¿dónde estarías, qué clase de existencia le esperaría al alma colectiva de la humanidad?

    Servitud, una granja de alabanza. ¿Eso quieres? Yo no. Yo amo a la humanidad, la he amado desde el primer instante en que los ojos del Hombre se abrieron y vieron la luz que fue creada para ellos. Y si he de extinguir esa luz para que seas libre, juro por todo lo que tengo, y por todo lo que he perdido, que lo haré.
    —¿Qué sería de ti, Hijo del Hombre, sin la tentación? Poca ha sido la ocasión que has desaprovechado para maldecirme, pero sin esa mordida a la Fruta Prohibida, aquella que hizo derribar el primer dominó cósmico, ¿dónde estarías, qué clase de existencia le esperaría al alma colectiva de la humanidad? Servitud, una granja de alabanza. ¿Eso quieres? Yo no. Yo amo a la humanidad, la he amado desde el primer instante en que los ojos del Hombre se abrieron y vieron la luz que fue creada para ellos. Y si he de extinguir esa luz para que seas libre, juro por todo lo que tengo, y por todo lo que he perdido, que lo haré.
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  • Trabajar con cadáveres es bueno, es mejor. No se quejan, no hablan sin parar, están quietos y no se tiene que preocupar por verles al rostro, no es necesario.

    Por eso le gusta su trabajo. Porque es silencioso. ¿Tranquilo? Bueno, depende, los casos policiales a veces traen consigo varias personas, pero aun así es mejor que tener que atender a pacientes vivos y tener que escuchar todo tipo de dolencias o quejas—por eso mismo se alegra de haber terminado con la residencia.

    ¿Es algo espeluznante? Uno se acostumbra con el tiempo a ver todo tipo de cosas, ya no se impresiona con nada.
    Trabajar con cadáveres es bueno, es mejor. No se quejan, no hablan sin parar, están quietos y no se tiene que preocupar por verles al rostro, no es necesario. Por eso le gusta su trabajo. Porque es silencioso. ¿Tranquilo? Bueno, depende, los casos policiales a veces traen consigo varias personas, pero aun así es mejor que tener que atender a pacientes vivos y tener que escuchar todo tipo de dolencias o quejas—por eso mismo se alegra de haber terminado con la residencia. ¿Es algo espeluznante? Uno se acostumbra con el tiempo a ver todo tipo de cosas, ya no se impresiona con nada.
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  • Bajo un cielo que no es cielo, entre estrellas que no son estrellas, Ina duerme. Su cabello flota como algas en un mar de luz ajena, y su sonrisa es la de quien no sabe que sueña.
    Bajo un cielo que no es cielo, entre estrellas que no son estrellas, Ina duerme. Su cabello flota como algas en un mar de luz ajena, y su sonrisa es la de quien no sabe que sueña.
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