• Lo habían llamado hacía no mucho a un apartamento en el centro de la ciudad, una mujer que sonaba desesperada y destruida, el llanto apenas haciendo sentido a las palabras. Koda pudo sacar información suficiente como para saber a dónde tenía que dirigirse y qué pasó según la mujer.

    —Llegué a casa del... del... trabajo y... lo vi... en-en la silla y... muerto... —habló la mujer del otro lado de la línea telefónica, tratando de calmarse.

    —Está bien, voy a encontrar al culpable, señora, no se preocupe.

    —Gracias, pero tu-... tu... ¿no eres- no eres un niño? Suenas como... niño. —la pregunta le molestó al detective, haciendo que bajara sus orejas hacia atrás y se quedara en silencio por un largo rato.

    —No. —cortó de inmediato, estaba de buen humor como para dejar que alguien más lo arruinara, planeaba mantenerse así.

    -------

    En el apartamento la escena era clara y todavía fresca, aunque la pobre señora de la llamada no estaba ahí. Ni siquiera tuvo que pedir llaves o forzar la entrada porque ya estaba abierta.

    —No está forzada... no entró por aquí. —comentó para sí mismo mientras inspeccionó la puerta, después alzó bien en alto sus orejas para inspeccionar el resto del lugar.

    Lo primero que notaron sus fosas nasales fue un intenso aroma dulzón, un perfume. Por las notas juzgaba que era de mujer. ¿De quién llamó o alguien más? Tomó nota mental de eso para corroborar después.

    Se acercó a donde estaba el cuerpo, en un sofá individual en la sala de estar. La televisión aún estaba encendida con un programa de citas transcurriendo. No le prestó atención a eso, si no al cuerpo. Tenía un orificio en la frente y otro en la parte anterior de la cabeza, por supuesto que la bala atravesó el cráneo y cerebro.

    Olfateó tanto el cadáver como el ambiente. La sangre seguía fresca, el cuerpo más o menos caliente y pudo detectar, entre ese perfume horrible, un muy ligero rastro de pólvora. También había tabaco.

    —Reciente... apenas unas... ¿tres horas? Cuatro, cuanto mucho. —murmuró mientras rascó apenas su barbilla, después se fijó en la mesa al lado del sofá, allí donde se esparció la sangre, el reloj marcaba la hora y la caja de cigarrillos junto con las colillas indicaban que el hombre estuvo fumando. Lo tomaron totalmente desprevenido.

    Caminó alrededor, todavía olfateando, hasta llegar a la cómoda de la sala. Se acercó a uno de los cajones, notando algo...

    —¿Aceite industrial? Huh... De la víctima no es... ¿el culpable? —de su abrigo sacó un pañuelo y abrió el cajón para inspeccionar el interior. Estaba revuelto, algunas cajas y papeles, incluso fotos, pero nada más. Cerró el cajón—. ¿Qué estaba buscando...?

    Siguió la investigación mientras guardó el pañuelo, pasando por la cocina, también algo revuelta entre las alacenas y heladera, pero nada para tomar nota. Así, pasó por el pequeño pasillo que conectaba la sala con el baño y dos habitaciones más, pequeñas. Pero Koda se detuvo en el primer cuarto, el aire cambió.

    Empujó la puerta lo suficiente para entrar y vio, al igual que antes, todo revuelto. Lo que llamó más su atención fue la ventana del cuarto abierta. Posible entrada del culpable.

    Se acercó a olfatear y, sí, más rastro de aceite. Además, la escalera de incendios estaba cerca de ahí.

    —Pudo subir por las escaleras y entrar sin ser detectado, mh... —cruzó los brazos, pensativo, pero esto no duró mucho cuando oyó pasos. Sus orejas enseguida se voltearon en la dirección de donde provenían.

    El zorro se movió rápido hacia la entrada del apartamento.

    —¡Esto es la escena de un crimen, no puedes estar aquí! ¡No, no! ¡Nada te incumbe así que lárgate! ¡Vas a terminar contaminando la escena! —su voz se alzó en volumen contra aquella persona, pero sonaba algo cómico por el hecho que tenía una voz juvenil. Incluso eso cambió además de su apariencia. Una desdicha—. Anda, vete ya, no me obligues a sacarte.

    A nadie intimidaba con la baja estatura.


    [Cualquiera puede responder si gusta.]
    Lo habían llamado hacía no mucho a un apartamento en el centro de la ciudad, una mujer que sonaba desesperada y destruida, el llanto apenas haciendo sentido a las palabras. Koda pudo sacar información suficiente como para saber a dónde tenía que dirigirse y qué pasó según la mujer. —Llegué a casa del... del... trabajo y... lo vi... en-en la silla y... muerto... —habló la mujer del otro lado de la línea telefónica, tratando de calmarse. —Está bien, voy a encontrar al culpable, señora, no se preocupe. —Gracias, pero tu-... tu... ¿no eres- no eres un niño? Suenas como... niño. —la pregunta le molestó al detective, haciendo que bajara sus orejas hacia atrás y se quedara en silencio por un largo rato. —No. —cortó de inmediato, estaba de buen humor como para dejar que alguien más lo arruinara, planeaba mantenerse así. ------- En el apartamento la escena era clara y todavía fresca, aunque la pobre señora de la llamada no estaba ahí. Ni siquiera tuvo que pedir llaves o forzar la entrada porque ya estaba abierta. —No está forzada... no entró por aquí. —comentó para sí mismo mientras inspeccionó la puerta, después alzó bien en alto sus orejas para inspeccionar el resto del lugar. Lo primero que notaron sus fosas nasales fue un intenso aroma dulzón, un perfume. Por las notas juzgaba que era de mujer. ¿De quién llamó o alguien más? Tomó nota mental de eso para corroborar después. Se acercó a donde estaba el cuerpo, en un sofá individual en la sala de estar. La televisión aún estaba encendida con un programa de citas transcurriendo. No le prestó atención a eso, si no al cuerpo. Tenía un orificio en la frente y otro en la parte anterior de la cabeza, por supuesto que la bala atravesó el cráneo y cerebro. Olfateó tanto el cadáver como el ambiente. La sangre seguía fresca, el cuerpo más o menos caliente y pudo detectar, entre ese perfume horrible, un muy ligero rastro de pólvora. También había tabaco. —Reciente... apenas unas... ¿tres horas? Cuatro, cuanto mucho. —murmuró mientras rascó apenas su barbilla, después se fijó en la mesa al lado del sofá, allí donde se esparció la sangre, el reloj marcaba la hora y la caja de cigarrillos junto con las colillas indicaban que el hombre estuvo fumando. Lo tomaron totalmente desprevenido. Caminó alrededor, todavía olfateando, hasta llegar a la cómoda de la sala. Se acercó a uno de los cajones, notando algo... —¿Aceite industrial? Huh... De la víctima no es... ¿el culpable? —de su abrigo sacó un pañuelo y abrió el cajón para inspeccionar el interior. Estaba revuelto, algunas cajas y papeles, incluso fotos, pero nada más. Cerró el cajón—. ¿Qué estaba buscando...? Siguió la investigación mientras guardó el pañuelo, pasando por la cocina, también algo revuelta entre las alacenas y heladera, pero nada para tomar nota. Así, pasó por el pequeño pasillo que conectaba la sala con el baño y dos habitaciones más, pequeñas. Pero Koda se detuvo en el primer cuarto, el aire cambió. Empujó la puerta lo suficiente para entrar y vio, al igual que antes, todo revuelto. Lo que llamó más su atención fue la ventana del cuarto abierta. Posible entrada del culpable. Se acercó a olfatear y, sí, más rastro de aceite. Además, la escalera de incendios estaba cerca de ahí. —Pudo subir por las escaleras y entrar sin ser detectado, mh... —cruzó los brazos, pensativo, pero esto no duró mucho cuando oyó pasos. Sus orejas enseguida se voltearon en la dirección de donde provenían. El zorro se movió rápido hacia la entrada del apartamento. —¡Esto es la escena de un crimen, no puedes estar aquí! ¡No, no! ¡Nada te incumbe así que lárgate! ¡Vas a terminar contaminando la escena! —su voz se alzó en volumen contra aquella persona, pero sonaba algo cómico por el hecho que tenía una voz juvenil. Incluso eso cambió además de su apariencia. Una desdicha—. Anda, vete ya, no me obligues a sacarte. A nadie intimidaba con la baja estatura. [Cualquiera puede responder si gusta.]
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  • Cecilia Immergreen Gigi Murin Raora Panthera

    *La sala principal de Justice estaba teñida por el rojo del fuego danzando en la chimenea. Las luces siempre lúgubres, siempre tensas parpadeaban como si sintieran el humor de su líder.

    Yo estaba de pie frente a la mesa central, una mano apoyada sobre los documentos estratégicos aún abiertos… pero olvidados desde que recibí la noticia.

    Mi voz cortó el silencio con la frialdad del acero*

    -Reúnanse. Ahora.

    *La orden resonó en todo el cuartel. El aire entero pareció contener la respiración. Al cabo de unos segundos, escuché pasos apresurados acercarse. Cuando todos estuvieron presentes, alcé la mirada.

    Mi expresión era tranquila… demasiado tranquila. Ese tipo de tranquilidad que hace temblar incluso a quienes no temen a nada.*

    -Supongo que ya todas han escuchado los rumores

    *murmuré mientras mis dedos recorrían el borde dorado de la mesa*

    -Nuestra querida Raora… tomará un camino inesperado. Un camino que la une a Hakos Baelz.

    *El nombre casi ardió en mi lengua.*

    -Miembro del Consejo

    *continué, dejando caer la palabra como si pesara toneladas*

    - Nuestro enemigo directo. Y ahora… madre de la familia que Raora ha decidido formar.

    *Me acomodé el cabello hacia atrás, con la elegancia calculada de quien nunca pierde el control.*

    -No los llamé aquí para escándalos ni quejas infantiles. Los llamé porque este asunto importa. Y porque quiero escuchar, uno por uno, cómo piensan actuar ahora que una de las nuestras ha enlazado su destino con el del enemigo.

    *Una pausa. Una sonrisa ligera. Peligrosa.*

    -Y antes de que alguna piense en abrir la boca para juzgarla… recuerden quién soy. Y recuerden que antes de tomar cualquier decisión, yo seré quien determine si esto es una amenaza… o una oportunidad.

    *Mis ojos brillaron intensamente, como brasas encendidas.*

    -Hablen.

    *La reunión ha comenzado.*
    [ember_amethyst_octopus_437] [echo_peach_crab_589] [divine_eyes] *La sala principal de Justice estaba teñida por el rojo del fuego danzando en la chimenea. Las luces siempre lúgubres, siempre tensas parpadeaban como si sintieran el humor de su líder. Yo estaba de pie frente a la mesa central, una mano apoyada sobre los documentos estratégicos aún abiertos… pero olvidados desde que recibí la noticia. Mi voz cortó el silencio con la frialdad del acero* -Reúnanse. Ahora. *La orden resonó en todo el cuartel. El aire entero pareció contener la respiración. Al cabo de unos segundos, escuché pasos apresurados acercarse. Cuando todos estuvieron presentes, alcé la mirada. Mi expresión era tranquila… demasiado tranquila. Ese tipo de tranquilidad que hace temblar incluso a quienes no temen a nada.* -Supongo que ya todas han escuchado los rumores *murmuré mientras mis dedos recorrían el borde dorado de la mesa* -Nuestra querida Raora… tomará un camino inesperado. Un camino que la une a Hakos Baelz. *El nombre casi ardió en mi lengua.* -Miembro del Consejo *continué, dejando caer la palabra como si pesara toneladas* - Nuestro enemigo directo. Y ahora… madre de la familia que Raora ha decidido formar. *Me acomodé el cabello hacia atrás, con la elegancia calculada de quien nunca pierde el control.* -No los llamé aquí para escándalos ni quejas infantiles. Los llamé porque este asunto importa. Y porque quiero escuchar, uno por uno, cómo piensan actuar ahora que una de las nuestras ha enlazado su destino con el del enemigo. *Una pausa. Una sonrisa ligera. Peligrosa.* -Y antes de que alguna piense en abrir la boca para juzgarla… recuerden quién soy. Y recuerden que antes de tomar cualquier decisión, yo seré quien determine si esto es una amenaza… o una oportunidad. *Mis ojos brillaron intensamente, como brasas encendidas.* -Hablen. *La reunión ha comenzado.*
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  • 𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳

    La rubia al fin había terminado su jornada de trabajo, estaba más que exhausta. Salió del edificio empujando la puerta con la cadera, todavía ajustándose la chaqueta del uniforme. El cansancio estaba ahí, evidente en sus hombros caídos y en sus cabellos un poco despeinados, soltó un suspiro largo... pero apenas vio a su compañero frente a la entrada, su expresión cambio al instante. La sonrisa apareció por si sola, fácil, su buen humor era un reflejo automático.

    —Adivina que...¡Acabo de sobrevivir a las horas más eternas de mi vida! —anunció, como si eso fuera una verdadera victoria de la que estar orgullosa, antes de reírse de si misma. —Si eso hubiera durado un poco más, mi cerebro se habría apagado por completo.

    Se acercó dando pasos cortos, casi saltaditos, con esa energía curiosa que siempre parecía brotar de ella sin importar que tan cansada estuviera.

    —¿Tu cómo vas? ¿Comiste algo? —Preguntó, aunque su tono dejaba en evidencia que tenía algo en mente. Sin darle tiempo a contestar, se inclinó hacia él y bajo la voz con un pequeño dramatismo juguetón.—No tengo ganas de cocinar hoy, estaba pensando que podríamos ir a cenar juntos.

    Su sonrisa se ensanchó un poco más, como si la invitación fuera un regalo que ella misma estaba emocionada de dar.

    —Tranquilo, yo invito. —dijo moviendo la mano con un gesto despreocupado.— No me pongas muecas, está noche Nari invita.
    𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮 La rubia al fin había terminado su jornada de trabajo, estaba más que exhausta. Salió del edificio empujando la puerta con la cadera, todavía ajustándose la chaqueta del uniforme. El cansancio estaba ahí, evidente en sus hombros caídos y en sus cabellos un poco despeinados, soltó un suspiro largo... pero apenas vio a su compañero frente a la entrada, su expresión cambio al instante. La sonrisa apareció por si sola, fácil, su buen humor era un reflejo automático. —Adivina que...¡Acabo de sobrevivir a las horas más eternas de mi vida! —anunció, como si eso fuera una verdadera victoria de la que estar orgullosa, antes de reírse de si misma. —Si eso hubiera durado un poco más, mi cerebro se habría apagado por completo. Se acercó dando pasos cortos, casi saltaditos, con esa energía curiosa que siempre parecía brotar de ella sin importar que tan cansada estuviera. —¿Tu cómo vas? ¿Comiste algo? —Preguntó, aunque su tono dejaba en evidencia que tenía algo en mente. Sin darle tiempo a contestar, se inclinó hacia él y bajo la voz con un pequeño dramatismo juguetón.—No tengo ganas de cocinar hoy, estaba pensando que podríamos ir a cenar juntos. Su sonrisa se ensanchó un poco más, como si la invitación fuera un regalo que ella misma estaba emocionada de dar. —Tranquilo, yo invito. —dijo moviendo la mano con un gesto despreocupado.— No me pongas muecas, está noche Nari invita.
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  • Se ha levantado de buen humor esa mañana, así que después de hacer una serie de labores domésticas de mantenimiento, acompañada de la mejor selección musical (una playlist de música rock de los años ochenta), la tríbrida se ha propuesto hacer un desayuno en condiciones para ella y los habitantes del bunker que se vayan levantando...

    El olor de las tortitas en la sartén va inundando el bunker y llenando los espacios invitando al banquete.
    Se ha levantado de buen humor esa mañana, así que después de hacer una serie de labores domésticas de mantenimiento, acompañada de la mejor selección musical (una playlist de música rock de los años ochenta), la tríbrida se ha propuesto hacer un desayuno en condiciones para ella y los habitantes del bunker que se vayan levantando... El olor de las tortitas en la sartén va inundando el bunker y llenando los espacios invitando al banquete.
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  • De un evidente mal humor, bajó las orejas.

    — ¿Ya empezó toda esta mierda navideña? Por un demonio, ni siquiera estamos en diciembre —

    Maldijo mientras gruñía enseñando los dientes. Se sentía ridículo
    De un evidente mal humor, bajó las orejas. — ¿Ya empezó toda esta mierda navideña? Por un demonio, ni siquiera estamos en diciembre — Maldijo mientras gruñía enseñando los dientes. Se sentía ridículo
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  • *El callejón olía a metal quemado y a lluvia. Ray respiraba hondo, apenas manteniendo el pulso estable mientras una chispa en sus dedos se encendía, había sido una redada rápida y solo quedaba un último peón de la Corporación, tirado contra una pared, Ray levantó la mano, preparado para terminar esto...hasta que el tipo habló*

    …R.A.E…081… *la voz era áspera, temblorosa, pero llena de un reconocimiento incómodo* Claro que… eras tú

    *Ray se congeló un segundo, ese apodo numérico… hacía "años" que no lo escuchaba*

    Perfecto *murmura Ray exasperado* Encima hablas, pensé que ya estabas listo para dormir la siesta eterna

    Siempre reaccionando así… *tosió el peón, dejando una mancha oscura en el piso* No ha cambiado nada

    *Ray frunció el ceño*

    ¿En serio vamos a tener esta conversación ahora? Hermano, mírate, no estás en posición de...

    No decides nada *dijo el peón interrumpiendolo* solo reaccionas

    *Ray apretó la mandíbula, pero bajó apenas la mano, el tipo había encontrado un punto débil, uno que Ray detesta*

    ¿Tu vienes a darme lecciones? *dice Ray, riéndose sin humor* ¿De verdad?

    *El peón lo mira con una mezcla extraña de compasión y decepción*

    Huiste de la Corporación… Ray… sé con quién hablaste, sé lo que te prometieron, no saliste buscando libertad… ni fuiste tú quien “abrazó” a Acracia.
    Tú no buscaste a nadie.
    Solo saliste corriendo.

    *Ray chasquea la lengua, irritado*

    Claro, porque amaba mucho quedarme en esa linda jaula con iluminación fluorescente

    Eso digo *lo interrumpe el peón* crees que eres libre… pero sigues actuando como te programaron, golpeas, corres, sobrevives… sin preguntarte jamás qué es lo que eres

    *El silencio lo golpea fuerte*

    Eres bueno diciendo idioteces *murmura Ray, sin la misma seguridad que antes*

    Y tú eres bueno… evitando pensar *le responden, casi con lástima* Cuando dejaste la Corporación, ¿fue realmente por defender tu voluntad o porque no soportabas mirarte a ti mismo?

    *El chispazo en los dedos de Ray se apaga completamente*

    Ya basta *dice él, pero su voz no tiene filo*

    ¿Qué vas a hacer cuando el pasado te alcance, Ray? *pregunta el peón, la voz ya apagándose*
    Cuando ya no tengas a quién culpar…
    Cuando ya no puedas huir…
    ¿Quién vas a ser?

    *Sus ojos se cierran sin dramatismo.
    Sin un grito.
    Sin una detonación.
    Sin gloria.

    Solo silencio y un cuerpo que se queda ahí, apagado como cualquier máquina sin energía.

    Ray da un paso atrás, respira hondo, por primera vez en mucho tiempo, el control sobre la electricidad no le responde, no porque esté cansado sino porque la pregunta todavía le quema… más que cualquier descarga*
    *El callejón olía a metal quemado y a lluvia. Ray respiraba hondo, apenas manteniendo el pulso estable mientras una chispa en sus dedos se encendía, había sido una redada rápida y solo quedaba un último peón de la Corporación, tirado contra una pared, Ray levantó la mano, preparado para terminar esto...hasta que el tipo habló* …R.A.E…081… *la voz era áspera, temblorosa, pero llena de un reconocimiento incómodo* Claro que… eras tú *Ray se congeló un segundo, ese apodo numérico… hacía "años" que no lo escuchaba* Perfecto *murmura Ray exasperado* Encima hablas, pensé que ya estabas listo para dormir la siesta eterna Siempre reaccionando así… *tosió el peón, dejando una mancha oscura en el piso* No ha cambiado nada *Ray frunció el ceño* ¿En serio vamos a tener esta conversación ahora? Hermano, mírate, no estás en posición de... No decides nada *dijo el peón interrumpiendolo* solo reaccionas *Ray apretó la mandíbula, pero bajó apenas la mano, el tipo había encontrado un punto débil, uno que Ray detesta* ¿Tu vienes a darme lecciones? *dice Ray, riéndose sin humor* ¿De verdad? *El peón lo mira con una mezcla extraña de compasión y decepción* Huiste de la Corporación… Ray… sé con quién hablaste, sé lo que te prometieron, no saliste buscando libertad… ni fuiste tú quien “abrazó” a Acracia. Tú no buscaste a nadie. Solo saliste corriendo. *Ray chasquea la lengua, irritado* Claro, porque amaba mucho quedarme en esa linda jaula con iluminación fluorescente Eso digo *lo interrumpe el peón* crees que eres libre… pero sigues actuando como te programaron, golpeas, corres, sobrevives… sin preguntarte jamás qué es lo que eres *El silencio lo golpea fuerte* Eres bueno diciendo idioteces *murmura Ray, sin la misma seguridad que antes* Y tú eres bueno… evitando pensar *le responden, casi con lástima* Cuando dejaste la Corporación, ¿fue realmente por defender tu voluntad o porque no soportabas mirarte a ti mismo? *El chispazo en los dedos de Ray se apaga completamente* Ya basta *dice él, pero su voz no tiene filo* ¿Qué vas a hacer cuando el pasado te alcance, Ray? *pregunta el peón, la voz ya apagándose* Cuando ya no tengas a quién culpar… Cuando ya no puedas huir… ¿Quién vas a ser? *Sus ojos se cierran sin dramatismo. Sin un grito. Sin una detonación. Sin gloria. Solo silencio y un cuerpo que se queda ahí, apagado como cualquier máquina sin energía. Ray da un paso atrás, respira hondo, por primera vez en mucho tiempo, el control sobre la electricidad no le responde, no porque esté cansado sino porque la pregunta todavía le quema… más que cualquier descarga*
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  • 𝔸𝕦𝕣𝕠𝕣𝕒 𝕃𝕏: 𝔸𝕝𝕘𝕠 𝕞𝕒𝕤 𝕢𝕦𝕖 𝕦𝕟𝕒 𝕤𝕚𝕞𝕡𝕝𝕖 𝕡𝕦𝕓𝕝𝕚𝕔𝕚𝕕𝕒𝕕.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Lilian Carson
    :



    ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo.

    No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final.

    El rosado respira.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse):
    Algunos teléfonos quieren llamar la atención.
    Este… Prefiere seducir.

    La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara.

    El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas.
    En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz.

    Corte.

    Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa.
    Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana.

    Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan.
    Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Presentamos el Aurora LX.
    El primer móvil que no solo sigue tus movimientos…
    Sino que los anticipa.

    En el aire, un simple gesto.
    La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible.

    Corte a un café minimalista.

    Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves.
    Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha):
    En un mundo lleno de dispositivos ruidosos…
    Este eligió hablar en susurros.

    El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Aurora LX.
    No es tecnología.
    Es suavidad en estado puro.

    ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar.

    Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había.

    Cinco millones de dólares.
    Cinco.
    Millones.
    Enterrados en esa basura.

    Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable.

    Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría.

    Luego salió de la oficina.

    Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada.

    Ezra no dijo una palabra.

    No hacía falta.

    Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían.

    Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido.

    Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos.

    El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino.

    El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula.

    Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar.

    Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo.

    Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing.

    Entró sin anunciarse.

    La conversación que había dentro murió al instante.

    —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones…

    Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa.

    —Espero una explicación.

    Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro.

    —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa.

    Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida.

    —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos.

    Luego chasqueó los dedos una sola vez.

    Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda.

    Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden.

    Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes.

    —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya.

    Nadie respiró.

    Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento.

    —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña.

    Ezra alzó una sola ceja.

    Muy despacio.

    Y giró de nuevo la silla para verlos a todos.

    Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos.

    —¿Qué dijiste?

    —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas.

    El silencio que siguió fue un abismo.
    👤: [1HAPPYLULU1] 💽: ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo. No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final. El rosado respira. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse): Algunos teléfonos quieren llamar la atención. Este… Prefiere seducir. La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara. El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas. En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz. Corte. Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa. Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana. Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan. Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Presentamos el Aurora LX. El primer móvil que no solo sigue tus movimientos… Sino que los anticipa. En el aire, un simple gesto. La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible. Corte a un café minimalista. Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves. Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha): En un mundo lleno de dispositivos ruidosos… Este eligió hablar en susurros. El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Aurora LX. No es tecnología. Es suavidad en estado puro. ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar. Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había. Cinco millones de dólares. Cinco. Millones. Enterrados en esa basura. Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable. Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría. Luego salió de la oficina. Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada. Ezra no dijo una palabra. No hacía falta. Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían. Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido. Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos. El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino. El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula. Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar. Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo. Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing. Entró sin anunciarse. La conversación que había dentro murió al instante. —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones… Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa. —Espero una explicación. Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro. —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa. Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida. —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos. Luego chasqueó los dedos una sola vez. Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda. Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden. Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes. —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya. Nadie respiró. Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento. —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña. Ezra alzó una sola ceja. Muy despacio. Y giró de nuevo la silla para verlos a todos. Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos. —¿Qué dijiste? —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas. El silencio que siguió fue un abismo.
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    La puerta se cerró detrás de ella, ahogando la ruidosa música que provenía del local. La rubia salió de ahí medio doblada de la risa, llevándose una mano al estómago mientras intentaba recuperar el aliento. Hace tiempo que extrañaba estás noches de chicas.

    Soltó un suspiro, dejando caer la mejilla en su mano con calma. Se acomodó un mechón rubio detrás de la oreja y la brisa nocturna hizo que se estremeciera un poco de frío. Levanto un poco la vista y al verte a un costado, su expresión se congeló un segundo, sorprendida, antes de que una pequeña sonrisa torpe y avergonzada aparecía como reflejo al darse cuenta de que no estaba sola.

    —Oh...no pensé que habría alguien más aquí. —admitió con una honestidad tranquila, más que incomoda parecía un poco haber sido pillada desprevenida.

    Se enderezó un poco, intentando tomar nuevamente su postura festiva.

    —Lamento interrumpir tu tranquilidad, solo necesitaba un poco de aire. —habló con un tono suave, amigable, aún con las mejillas ligeramente calientes por la risa reciente.

    Miro hacía la puerta un instante y luego volvió a mirar en tu dirección. No sabía si se trataba de su buen humor o tal vez los mojitos que llevaba demás, pero se atrevió a preguntar:

    —¿Llevas mucho aquí?

    Nari siempre solía hablar de más.
    𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮 La puerta se cerró detrás de ella, ahogando la ruidosa música que provenía del local. La rubia salió de ahí medio doblada de la risa, llevándose una mano al estómago mientras intentaba recuperar el aliento. Hace tiempo que extrañaba estás noches de chicas. Soltó un suspiro, dejando caer la mejilla en su mano con calma. Se acomodó un mechón rubio detrás de la oreja y la brisa nocturna hizo que se estremeciera un poco de frío. Levanto un poco la vista y al verte a un costado, su expresión se congeló un segundo, sorprendida, antes de que una pequeña sonrisa torpe y avergonzada aparecía como reflejo al darse cuenta de que no estaba sola. —Oh...no pensé que habría alguien más aquí. —admitió con una honestidad tranquila, más que incomoda parecía un poco haber sido pillada desprevenida. Se enderezó un poco, intentando tomar nuevamente su postura festiva. —Lamento interrumpir tu tranquilidad, solo necesitaba un poco de aire. —habló con un tono suave, amigable, aún con las mejillas ligeramente calientes por la risa reciente. Miro hacía la puerta un instante y luego volvió a mirar en tu dirección. No sabía si se trataba de su buen humor o tal vez los mojitos que llevaba demás, pero se atrevió a preguntar: —¿Llevas mucho aquí? Nari siempre solía hablar de más.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Uss: eso si es humor bastante pesado, y lo más que claro, si, si es humor negro
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    Percy Jackson
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    Faceclaims sugeridos: Finn Wolfhard (Connor) + Aidan Gallagher (Travis)

    Este espacio abre sus puertas a los príncipes del caos del Campamento Mestizo.
    Se buscan intérpretes para Travis y Connor Stoll, hijos de Hermes, maestros de las bromas impecables, dueños de las travesuras que dejan huella, y la dupla que convierte el desastre en arte.

    En este lore, los Stoll sí son gemelos, pero no idénticos:
    Uno más afilado en la mirada, otro más suave en el gesto;
    uno que piensa, otro que actúa;
    y ambos conectados por esa chispa mercurial que solo Hermes pudo heredarles.

    Connor (Finn Wolfhard)
    El más flaco, el más oscuro en facciones, mirada de “Sé algo que vos no”, sonrisa peligrosa. Inteligente, rápido, astuto, el estratega silencioso de la dupla.
    Tiene una vibra medio feral, medio adorable, esa mezcla que hace que lo quieras ahorcar y abrazar en la misma tarde.

    Travis (Aidan Gallagher)
    El más limpio en gesto, elegante dentro del caos, refinadamente bribón.
    Carisma natural, desastres calculados, el rey del comentario que te arruina o te salva el día.
    Tiene la vibra de “Sé que no debería hacerlo, pero igual voy a hacerlo”.

    En esta historia, los Stoll tendrán una conexión especial con Jordyn Abernathy, la hija de Thanatos —sí, esa ironía hermosa del destino— y serán parte fundamental de su círculo, ya sea como aliados, cómplices o esa especie de familia elegida que se mete en problemas sin pedir permiso.

    Se busca:
    Interpretaciones creativas, fieles a la esencia pero libres en estilo.
    Humor rápido, química entre hermanos, caos con propósito.
    Lealtad disfrazada de sarcasmo.
    Ingenio disfrazado de travesura.

    Si quieres traer a los gemelos Stoll a la vida,
    el Campamento Mestizo tiene sus puertas abiertas para ustedes dos.
    Faceclaims sugeridos: Finn Wolfhard (Connor) + Aidan Gallagher (Travis) Este espacio abre sus puertas a los príncipes del caos del Campamento Mestizo. Se buscan intérpretes para Travis y Connor Stoll, hijos de Hermes, maestros de las bromas impecables, dueños de las travesuras que dejan huella, y la dupla que convierte el desastre en arte. En este lore, los Stoll sí son gemelos, pero no idénticos: Uno más afilado en la mirada, otro más suave en el gesto; uno que piensa, otro que actúa; y ambos conectados por esa chispa mercurial que solo Hermes pudo heredarles. Connor (Finn Wolfhard) El más flaco, el más oscuro en facciones, mirada de “Sé algo que vos no”, sonrisa peligrosa. Inteligente, rápido, astuto, el estratega silencioso de la dupla. Tiene una vibra medio feral, medio adorable, esa mezcla que hace que lo quieras ahorcar y abrazar en la misma tarde. Travis (Aidan Gallagher) El más limpio en gesto, elegante dentro del caos, refinadamente bribón. Carisma natural, desastres calculados, el rey del comentario que te arruina o te salva el día. Tiene la vibra de “Sé que no debería hacerlo, pero igual voy a hacerlo”. En esta historia, los Stoll tendrán una conexión especial con Jordyn Abernathy, la hija de Thanatos —sí, esa ironía hermosa del destino— y serán parte fundamental de su círculo, ya sea como aliados, cómplices o esa especie de familia elegida que se mete en problemas sin pedir permiso. Se busca: Interpretaciones creativas, fieles a la esencia pero libres en estilo. Humor rápido, química entre hermanos, caos con propósito. Lealtad disfrazada de sarcasmo. Ingenio disfrazado de travesura. Si quieres traer a los gemelos Stoll a la vida, el Campamento Mestizo tiene sus puertas abiertas para ustedes dos.
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