• Shiesty Mark
    Siniester Mark
    Mark Grayson™

    —¡Los amo... de verdad los amo, Marks! —soltando una lágrima. —¡Somos cuatro! ¡Nos faltan veinte versiones más! (???)
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    BATALLA DE LOS ABISMOS: Hades vs Alucard

    Título: "El Trono del Inframundo contra el Monstruo que no Puede Morir"

    Campo de batalla:
    Un valle eterno entre la vida y la muerte. A un lado, el trono del Inframundo de Hades. Al otro, una ciudad desolada teñida de rojo por la sangre, reino del vampiro inmortal. La luna está negra. El tiempo, detenido.

    Hades – El Rey del Inframundo
    Se sienta sobre un trono de huesos con su bidente en mano, su presencia es tan pesada que dobla la voluntad de los mortales. No solo es un dios, sino el regente del silencio eterno. Cada uno de sus movimientos está impregnado de gravedad divina. Su técnica, "Desmos", conecta su alma al mundo y a su oponente: si él sufre, tú también. Su bidente no corta carne… corta la existencia.

    Habilidades destacadas:

    🜁 Desmos – El Vínculo Inquebrantable

    🜁 Control sobre las almas muertas

    🜁 Fuerza divina, velocidad sobrenatural y resistencia absoluta

    🜁 Presencia que aplasta el espíritu del enemigo

    Alucard (Vlad III Drăculea) – El No-Muerto Supremo
    La encarnación del terror. Vestido de rojo sangre, con su pistola Jackal en una mano y la sonrisa de la muerte en los labios, Alucard no solo es un vampiro... es un abismo con rostro humano. Puede ser destruido mil veces y siempre vuelve. Cada sombra es su refugio. Cada gota de sangre, su manantial.

    Habilidades destacadas:

    ♣ Regeneración absoluta – ha muerto millones de veces y aún vive

    ♣ Liberación de restricciones: niveles 0 al ∞

    ♣ Invocación de ejército de almas absorbidas (el "Batallón Perdido")

    ♣ Transformación: niebla, sombra, bestia, ojo omnipresente

    El Combate
    Hades se adelanta, su mirada aplasta el alma. Alucard ríe. En un instante, Hades lanza su bidente, rompiendo la carne y el alma de cualquier ser… pero Alucard se deshace en murciélagos. Dispara la Jackal, balas bendecidas por el infierno mismo, que perforan la defensa divina.

    Hades activa Desmos, y por primera vez, Alucard siente que morir podría ser real. Pero entonces libera el Nivel 0: un océano de almas malditas inunda el campo de batalla. Tropas nazis no-muertas, monstruos ancestrales, y miles de versiones de sí mismo rodean al dios.

    Hades se eleva, iluminado por la oscuridad. Clava su vidente en el suelo, invocando a todos los muertos que alguna vez gobernó. El Inframundo entero responde a su llamado.

    Final

    🂡 Si la batalla es de poder y control… Hades lo tiene todo.

    🂡 Pero si es sobre quién se niega a morir… entonces Alucard es el vencedor eterno.

    Una guerra entre la muerte misma y aquello que no puede morir.

    ¿Un dios puede vencer a lo que está más allá de los dioses? ¿O Alucard caerá finalmente bajo el peso de un poder eterno? 🂡
    🩸 BATALLA DE LOS ABISMOS: Hades vs Alucard Título: "El Trono del Inframundo contra el Monstruo que no Puede Morir" 🌑 Campo de batalla: Un valle eterno entre la vida y la muerte. A un lado, el trono del Inframundo de Hades. Al otro, una ciudad desolada teñida de rojo por la sangre, reino del vampiro inmortal. La luna está negra. El tiempo, detenido. 👑 Hades – El Rey del Inframundo Se sienta sobre un trono de huesos con su bidente en mano, su presencia es tan pesada que dobla la voluntad de los mortales. No solo es un dios, sino el regente del silencio eterno. Cada uno de sus movimientos está impregnado de gravedad divina. Su técnica, "Desmos", conecta su alma al mundo y a su oponente: si él sufre, tú también. Su bidente no corta carne… corta la existencia. 🔥 Habilidades destacadas: 🜁 Desmos – El Vínculo Inquebrantable 🜁 Control sobre las almas muertas 🜁 Fuerza divina, velocidad sobrenatural y resistencia absoluta 🜁 Presencia que aplasta el espíritu del enemigo 🦇 Alucard (Vlad III Drăculea) – El No-Muerto Supremo La encarnación del terror. Vestido de rojo sangre, con su pistola Jackal en una mano y la sonrisa de la muerte en los labios, Alucard no solo es un vampiro... es un abismo con rostro humano. Puede ser destruido mil veces y siempre vuelve. Cada sombra es su refugio. Cada gota de sangre, su manantial. 🧛 Habilidades destacadas: ♣ Regeneración absoluta – ha muerto millones de veces y aún vive ♣ Liberación de restricciones: niveles 0 al ∞ ♣ Invocación de ejército de almas absorbidas (el "Batallón Perdido") ♣ Transformación: niebla, sombra, bestia, ojo omnipresente ⚔️ El Combate Hades se adelanta, su mirada aplasta el alma. Alucard ríe. En un instante, Hades lanza su bidente, rompiendo la carne y el alma de cualquier ser… pero Alucard se deshace en murciélagos. Dispara la Jackal, balas bendecidas por el infierno mismo, que perforan la defensa divina. Hades activa Desmos, y por primera vez, Alucard siente que morir podría ser real. Pero entonces libera el Nivel 0: un océano de almas malditas inunda el campo de batalla. Tropas nazis no-muertas, monstruos ancestrales, y miles de versiones de sí mismo rodean al dios. Hades se eleva, iluminado por la oscuridad. Clava su vidente en el suelo, invocando a todos los muertos que alguna vez gobernó. El Inframundo entero responde a su llamado. 👁️‍🗨️ Final 🂡 Si la batalla es de poder y control… Hades lo tiene todo. 🂡 Pero si es sobre quién se niega a morir… entonces Alucard es el vencedor eterno. Una guerra entre la muerte misma y aquello que no puede morir. ⚖️ ¿Un dios puede vencer a lo que está más allá de los dioses? ¿O Alucard caerá finalmente bajo el peso de un poder eterno? 🂡
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  • #Immortal_Mercenary

    La noche se había cernido sobre el imponente edificio, y las luces en la oficina de su protegida, en lo alto de aquella estructura, alumbraban con insistencia cada parte de la misma. Hasta el momento, no había nada que interrumpiese un día relativamente rutinario, en donde aquel hombre se comportaba como la sombra misma de quien fingía ser una inversionista, ahora mismo sentada en su escritorio blanco, haciéndose cargo de tareas diversas por medio de su computadora y unos cuantos documentos físicos.

    Él, por su parte, se hallaba a pocos centímetros de uno de los ventanales a su alrededor, contemplando desde su lugar las hermosas vistas que se le presentaban cada vez que tenía la oportunidad de subir hasta aquella habitación tan espaciosa. Sin embargo, muy pronto su mirada tranquila se vio levemente distorsionada por el extraño sonido que sus oídos habrían alcanzado a oír en la lejanía.

    Un sonido que le hizo levantar la mirada, uno que reconocía, proveniente de un helicóptero. Una máquina que, por cierto, alcanzó a ver acercándose desde el ventanal, y que al principio creyó que podría tratarse de uno de los altos mandos de Italia, a quienes ya estaba acostumbrado a recibir de la misma forma. Pero el presente horario no acompañaba, no era lógico una visita a esas horas de la noche.

    Fue entonces cuando entendió, y en su rostro se vio rápidamente reflejada la sorpresa y la fatalidad. Aquel no era un helicóptero del gobierno ni de alguna organización conocida por él, sino, todo lo contrario.

    — ¡Elisabetta, abajo! —

    Fue lo único que alcanzó a decir, al mismo tiempo en que se volteaba y saltaba directamente hacia el escritorio de aquella mujer, antes de que el techo sobre sus cabezas fuese, en gran parte, derribado por lo que entendía como una explosión. Una que pocos segundos después dejaría ver la entrada a por medio de sogas de unos extraños individuos armados, que parecían terroristas más que otra cosa.

    El árabe habría llegado satisfactoriamente hasta delante del escritorio de la líder mafiosa, sobre el cual afortunadamente no habrían caído pedazos del techo sobre ellos, ni mucho menos sobre ella, a quien debía proteger. No obstante, a causa de la explosión sus ropas habrían quedado rasgadas, y se habría llevado de regalo unas cuantas heridas superficiales, así como, por lo que pudo ver a simple vista, la fémina también.

    Rápidamente se habría puesto de pie para encarar directamente a quienes habrían usurpado el edificio, quienes expectantes se dirigían a él, mas sin poder verlos en su totalidad debido a extrañas máscaras que traían consigo.

    — Un hermoso espectáculo… me recuerdan a mi cuando era más joven. —

    Se le escapó de repente, como si a pesar de la espantosa situación en su cabeza todavía existiese lugar para bromas, aunque, muy probablemente no lo era. A esas alturas le sorprendía que no hubiesen reaccionado o continuado con el ataque, y por alguna razón nadie más que él habría dicho una sola palabra.

    Sin embargo, se notaba que cada uno de ellos estaban organizados, de manera tal que incluso un par se retiraron de la habitación, para poco después comenzar a oírse disparos provenientes de los pasillos y escaleras. Era obvio, nadie que estuviese en los pisos inferiores subirían, no lo permitirían.

    Podía escuchar a algún que otro enmascarado más arriba de lo que quedó del techo, pero estaba seguro que no había más. El helicóptero, de hecho, se había ido, entendiendo que todo aquello se estaba tratando de una emboscada para capturar o en el peor de los casos asesinar a la Farfalla dela Morte. Y en su evidente confianza grupal, no habrían ocasionado otra explosión con la cual probablemente habrían acabado con todo.

    — Si buscan a la dama.. van a tener que pasar por enc-… —

    Y de repente, se oyó un disparo. Una única bala que habría salido disparada directamente desde una de las armas pertenecientes a aquellos enmascarados. Una que atinó directamente a la frente del árabe, una que lo hizo retroceder un paso, mas no alcanzó a tirarlo al suelo. Evidentemente lo habían dejado hablar demasiado.

    Mientras que sus dientes se presionaban y sus puños se cerraban con fuerza, la sangre comenzaba a chorrear por aquel agujero que ahora mismo tenía en la cabeza. Los individuos en frente suya se miraron por un momento, con una extraña sorpresa por debajo de sus máscaras. Después de eso, las consecuencias no tardaron en llegar.

    Una lluvia de balas provenientes de revólveres y armas más grandes cayó sobre el pelinegro, de manera tal que su cuerpo no lograba ni siquiera caer al suelo por las ráfagas que sin piedad buscaban acabar con él. Y en un punto, ante la nula posibilidad de que volviese a levantarse después de eso, el fuego cesó.

    El cuerpo de aquel hombre se desplomó sobre el suelo, cubierto de sangre, irreconocible, desfigurado, ultrajado. ¿Cuándo fue la última vez que algo así había pasado? Cuándo fue la última vez que su cuerpo sufrió tales heridas, que no reaccionó a tiempo, que se dejó superar. Aparentemente, hace mucho.

    Obviamente, con el moreno fuera de lugar los atacantes se habrían apresurado a capturar a la dueña del edificio, entre dos de ellos, como si buscasen de cualquier forma que no reaccionara ni presentara obstáculos ni resistencia. Por otro lado, en alguna de las figuras internas propias de la mente del árabe, parecían resurgir viejas emociones, viejos deseos, un amplio y profundo espectro por el cual alguien como Khaleb se volvió tan temido en el bajo mundo, pero que sin embargo nadie logró ver.

    De repente, una risa suave y discreta se presentó en el entorno, una que con el pasar de los segundos se volvía cada vez más grave, más aterradora, o por lo menos inquietante. Los enmascarados detuvieron sus acciones, sus andanzas, y desviaron su atención a la dirección de donde provenía aquella risa: El cuerpo ensangrentado y totalmente agujereado del árabe que, por más fantasioso que sonase, a duras penas parecía estar levantándose.

    — Aue.. haya.. hull hatha gul chayaub. —

    Inesperadamente su idioma natal tomaría su voz, una que se presentó como un susurro al principio. Ronca, distorsionada, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable, pero cargada con un desprecio tan denso que casi se podía sentir.

    Prontamente, aquella figura se incorporó por completo, aun goteando, pero con las heridas cerrándose a una velocidad grotesca, expulsando constantemente restos de balas a causa de los órganos y piel regenerados. Su risa era ahora un eco constante, un bajo gutural. Sus ojos cargados de ira y demencia se fijaron prontamente en los enmascarados, quien atónitos lo observaban sin entender nada, pero tampoco con tiempo para preguntas. Era una mirada que no los ve como hombres, sino como obstáculos, como presas.

    Un temblor inquietante recorrió el cuerpo del árabe instantes antes de que una vez más, sus adversarios comenzaran a disparar, con la diferencia de que esta vez, ese hombre habría abandonado momentáneamente el plano terrenal conocido, dejando atrás su control, para abrir paso a lo que se esconde en lo más profundo de su quebrada mente.

    El sonido de balas tan constantes, así como el de los gatillos no se detuvo en ningún momento. Esta vez, de hecho, aparecieron gritos, propios de quienes en un principio se decidieron a asesinarlo y capturar a su protegida, a matar a todo aquello que se cruzase en su camino, en su presunto objetivo.

    — Daema neves al-ashkhas. daema... al-daafa.. min arsalham.. —

    Aquel hombre, quien en un principio parecía haber muerto, ahora mismo se veía no solamente como nuevo, sino también rodeado por un aura y un instinto asesino que no rozaba, conectaba directamente con lo maniático, con lo psicótico, con la locura. Todas estas características podían verse en sus movimientos, en cómo tomaba entre sus manos las extremidades de sus oponentes y se las arrancaba, en cómo atravesaba sus cuerpos con sus dedos como si de garras contra papel se tratase, en cómo provocaba que cruzasen sus propios fuegos. Todo, con una perturbadora sonrisa en su rostro, y unos ojos consumidos por la misma oscuridad que cubre el cielo durante la noche.

    Por supuesto, en una situación como esa, sacada propiamente de una película de terror, la captura de la aquella mujer habría pasado completamente a segundo plano, o incluso, a uno ya extinto, superado por el deseo natural de sobrevivir, pero que poco acompañaría a quienes decidieron enfrentarse a él.

    Eᥣιsᥲbᥱttᥲ Dι Vιᥒᥴᥱᥒzo
    #Immortal_Mercenary La noche se había cernido sobre el imponente edificio, y las luces en la oficina de su protegida, en lo alto de aquella estructura, alumbraban con insistencia cada parte de la misma. Hasta el momento, no había nada que interrumpiese un día relativamente rutinario, en donde aquel hombre se comportaba como la sombra misma de quien fingía ser una inversionista, ahora mismo sentada en su escritorio blanco, haciéndose cargo de tareas diversas por medio de su computadora y unos cuantos documentos físicos. Él, por su parte, se hallaba a pocos centímetros de uno de los ventanales a su alrededor, contemplando desde su lugar las hermosas vistas que se le presentaban cada vez que tenía la oportunidad de subir hasta aquella habitación tan espaciosa. Sin embargo, muy pronto su mirada tranquila se vio levemente distorsionada por el extraño sonido que sus oídos habrían alcanzado a oír en la lejanía. Un sonido que le hizo levantar la mirada, uno que reconocía, proveniente de un helicóptero. Una máquina que, por cierto, alcanzó a ver acercándose desde el ventanal, y que al principio creyó que podría tratarse de uno de los altos mandos de Italia, a quienes ya estaba acostumbrado a recibir de la misma forma. Pero el presente horario no acompañaba, no era lógico una visita a esas horas de la noche. Fue entonces cuando entendió, y en su rostro se vio rápidamente reflejada la sorpresa y la fatalidad. Aquel no era un helicóptero del gobierno ni de alguna organización conocida por él, sino, todo lo contrario. — ¡Elisabetta, abajo! — Fue lo único que alcanzó a decir, al mismo tiempo en que se volteaba y saltaba directamente hacia el escritorio de aquella mujer, antes de que el techo sobre sus cabezas fuese, en gran parte, derribado por lo que entendía como una explosión. Una que pocos segundos después dejaría ver la entrada a por medio de sogas de unos extraños individuos armados, que parecían terroristas más que otra cosa. El árabe habría llegado satisfactoriamente hasta delante del escritorio de la líder mafiosa, sobre el cual afortunadamente no habrían caído pedazos del techo sobre ellos, ni mucho menos sobre ella, a quien debía proteger. No obstante, a causa de la explosión sus ropas habrían quedado rasgadas, y se habría llevado de regalo unas cuantas heridas superficiales, así como, por lo que pudo ver a simple vista, la fémina también. Rápidamente se habría puesto de pie para encarar directamente a quienes habrían usurpado el edificio, quienes expectantes se dirigían a él, mas sin poder verlos en su totalidad debido a extrañas máscaras que traían consigo. — Un hermoso espectáculo… me recuerdan a mi cuando era más joven. — Se le escapó de repente, como si a pesar de la espantosa situación en su cabeza todavía existiese lugar para bromas, aunque, muy probablemente no lo era. A esas alturas le sorprendía que no hubiesen reaccionado o continuado con el ataque, y por alguna razón nadie más que él habría dicho una sola palabra. Sin embargo, se notaba que cada uno de ellos estaban organizados, de manera tal que incluso un par se retiraron de la habitación, para poco después comenzar a oírse disparos provenientes de los pasillos y escaleras. Era obvio, nadie que estuviese en los pisos inferiores subirían, no lo permitirían. Podía escuchar a algún que otro enmascarado más arriba de lo que quedó del techo, pero estaba seguro que no había más. El helicóptero, de hecho, se había ido, entendiendo que todo aquello se estaba tratando de una emboscada para capturar o en el peor de los casos asesinar a la Farfalla dela Morte. Y en su evidente confianza grupal, no habrían ocasionado otra explosión con la cual probablemente habrían acabado con todo. — Si buscan a la dama.. van a tener que pasar por enc-… — Y de repente, se oyó un disparo. Una única bala que habría salido disparada directamente desde una de las armas pertenecientes a aquellos enmascarados. Una que atinó directamente a la frente del árabe, una que lo hizo retroceder un paso, mas no alcanzó a tirarlo al suelo. Evidentemente lo habían dejado hablar demasiado. Mientras que sus dientes se presionaban y sus puños se cerraban con fuerza, la sangre comenzaba a chorrear por aquel agujero que ahora mismo tenía en la cabeza. Los individuos en frente suya se miraron por un momento, con una extraña sorpresa por debajo de sus máscaras. Después de eso, las consecuencias no tardaron en llegar. Una lluvia de balas provenientes de revólveres y armas más grandes cayó sobre el pelinegro, de manera tal que su cuerpo no lograba ni siquiera caer al suelo por las ráfagas que sin piedad buscaban acabar con él. Y en un punto, ante la nula posibilidad de que volviese a levantarse después de eso, el fuego cesó. El cuerpo de aquel hombre se desplomó sobre el suelo, cubierto de sangre, irreconocible, desfigurado, ultrajado. ¿Cuándo fue la última vez que algo así había pasado? Cuándo fue la última vez que su cuerpo sufrió tales heridas, que no reaccionó a tiempo, que se dejó superar. Aparentemente, hace mucho. Obviamente, con el moreno fuera de lugar los atacantes se habrían apresurado a capturar a la dueña del edificio, entre dos de ellos, como si buscasen de cualquier forma que no reaccionara ni presentara obstáculos ni resistencia. Por otro lado, en alguna de las figuras internas propias de la mente del árabe, parecían resurgir viejas emociones, viejos deseos, un amplio y profundo espectro por el cual alguien como Khaleb se volvió tan temido en el bajo mundo, pero que sin embargo nadie logró ver. De repente, una risa suave y discreta se presentó en el entorno, una que con el pasar de los segundos se volvía cada vez más grave, más aterradora, o por lo menos inquietante. Los enmascarados detuvieron sus acciones, sus andanzas, y desviaron su atención a la dirección de donde provenía aquella risa: El cuerpo ensangrentado y totalmente agujereado del árabe que, por más fantasioso que sonase, a duras penas parecía estar levantándose. — Aue.. haya.. hull hatha gul chayaub. — Inesperadamente su idioma natal tomaría su voz, una que se presentó como un susurro al principio. Ronca, distorsionada, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable, pero cargada con un desprecio tan denso que casi se podía sentir. Prontamente, aquella figura se incorporó por completo, aun goteando, pero con las heridas cerrándose a una velocidad grotesca, expulsando constantemente restos de balas a causa de los órganos y piel regenerados. Su risa era ahora un eco constante, un bajo gutural. Sus ojos cargados de ira y demencia se fijaron prontamente en los enmascarados, quien atónitos lo observaban sin entender nada, pero tampoco con tiempo para preguntas. Era una mirada que no los ve como hombres, sino como obstáculos, como presas. Un temblor inquietante recorrió el cuerpo del árabe instantes antes de que una vez más, sus adversarios comenzaran a disparar, con la diferencia de que esta vez, ese hombre habría abandonado momentáneamente el plano terrenal conocido, dejando atrás su control, para abrir paso a lo que se esconde en lo más profundo de su quebrada mente. El sonido de balas tan constantes, así como el de los gatillos no se detuvo en ningún momento. Esta vez, de hecho, aparecieron gritos, propios de quienes en un principio se decidieron a asesinarlo y capturar a su protegida, a matar a todo aquello que se cruzase en su camino, en su presunto objetivo. — Daema neves al-ashkhas. daema... al-daafa.. min arsalham.. — Aquel hombre, quien en un principio parecía haber muerto, ahora mismo se veía no solamente como nuevo, sino también rodeado por un aura y un instinto asesino que no rozaba, conectaba directamente con lo maniático, con lo psicótico, con la locura. Todas estas características podían verse en sus movimientos, en cómo tomaba entre sus manos las extremidades de sus oponentes y se las arrancaba, en cómo atravesaba sus cuerpos con sus dedos como si de garras contra papel se tratase, en cómo provocaba que cruzasen sus propios fuegos. Todo, con una perturbadora sonrisa en su rostro, y unos ojos consumidos por la misma oscuridad que cubre el cielo durante la noche. Por supuesto, en una situación como esa, sacada propiamente de una película de terror, la captura de la aquella mujer habría pasado completamente a segundo plano, o incluso, a uno ya extinto, superado por el deseo natural de sobrevivir, pero que poco acompañaría a quienes decidieron enfrentarse a él. [ElisabettaDV1]
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  • ¿Y quién se quiere casar contigo?

    Solo quiero utilizarte hasta robarte todos tus gemidos, saber todas tus perversiones, que seas un monstruo para todas, corromper tu idea del amor romántico y sobre todo, que jamas vuelvas a poder correrte o estar con otra mujer que no sea yo. ♡

    Tontito... casarse no es necesario, nunca.
    ¿Y quién se quiere casar contigo? Solo quiero utilizarte hasta robarte todos tus gemidos, saber todas tus perversiones, que seas un monstruo para todas, corromper tu idea del amor romántico y sobre todo, que jamas vuelvas a poder correrte o estar con otra mujer que no sea yo. ♡ Tontito... casarse no es necesario, nunca.
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  • —LA GUERRA DE LOS MIL MINUTOS:PARTE 2—

    —El infierno estaba en un inquieto silencio,era como si todo ser que habitaba alli se hubiera esfumado,el primero en abrir las puertas del caos de las siete entidades fue una de las versiones mas peligrosas,empezo a cazar demonios de bajo rango,con el fin de "desterrar a los impuros",aqui comienza la guerra—

    —El Paul Richards original sintio una presencia que no debia estar en ese espacio temporal,inmediatamente fue a investigar y alli lo encontro,propagando el caos,al ver encontrarse esa escena bajo en picada hasta ese farsante,llevandoselo hacia una pila de escombros,al choca a una gran velocidad,La version impostora solo miro enojado y a la vez confundido—

    Paul Alterno:"¿¡QUE HACES IDIOTA?!,¡MI CONTRATO ES HACER LO QUE QUIERA HASTA LA ETAPA 3!"

    —Al instante esa version descubrio de quien se trataba—

    Paul Alterno:"Ay mierda,eres el yo de esta linea temporal..no importa,la unica version superior soy yo"

    —Racista de mierda...


    —Ambos se enfrentaron a puño limpio y con magia,tristemente,el Paul Alterno salio victorioso por una gran diferencia,dejando al borde de la muerte al Paul original,quedandose inconsciente unas horas—
    —LA GUERRA DE LOS MIL MINUTOS:PARTE 2— —El infierno estaba en un inquieto silencio,era como si todo ser que habitaba alli se hubiera esfumado,el primero en abrir las puertas del caos de las siete entidades fue una de las versiones mas peligrosas,empezo a cazar demonios de bajo rango,con el fin de "desterrar a los impuros",aqui comienza la guerra— —El Paul Richards original sintio una presencia que no debia estar en ese espacio temporal,inmediatamente fue a investigar y alli lo encontro,propagando el caos,al ver encontrarse esa escena bajo en picada hasta ese farsante,llevandoselo hacia una pila de escombros,al choca a una gran velocidad,La version impostora solo miro enojado y a la vez confundido— Paul Alterno:"¿¡QUE HACES IDIOTA?!,¡MI CONTRATO ES HACER LO QUE QUIERA HASTA LA ETAPA 3!" —Al instante esa version descubrio de quien se trataba— Paul Alterno:"Ay mierda,eres el yo de esta linea temporal..no importa,la unica version superior soy yo" —Racista de mierda... —Ambos se enfrentaron a puño limpio y con magia,tristemente,el Paul Alterno salio victorioso por una gran diferencia,dejando al borde de la muerte al Paul original,quedandose inconsciente unas horas—
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  • Inversionista Kepler:
    - Es interesante como esas máquinas biológicas desarrolladas por los que una vez fueron nuestros amos, varían mucho de era en era.

    - Los creados durante la antigua guerra, se nota su especialización, su diseño agresivo, pensados para la guerra absoluta y total, como una herramienta eterna para una guerra sin fin, lo que los hace difíciles de dominar o usarlos con fines civiles, considerados los más peligrosos.

    - Los creados antes del gran declive, oh los favoritos de esos demonios del vacío, productos de una guerra finalizada, una supuesta era de orden y restauración, mucho más humanos, mucho más diseñados de manera ornamental, inclusive para hombres poderosos y solitarios, hermosos para ojos mortales, atractivos y menos especializados para la guerra a cambio de mayor versatilidad en las misiones, como Olvidar a Parvos y Protea, o la leyenda de Dagath o las historias de Yareli.

    - Los creados fuera del imperio Orokin, por supuesto, siempre hay quienes roban el conocimiento de los emperadores dorados, nunca se sabrá cuando y como inicio, sin embargo, Ballas, no es un idiota que descuida sus investigaciones y estamos seguro de que lo hizo adrede, quizá sean los más desconocidos, los que aún no ven la luz de las estrellas, pero así nacieron Nidus y Xaku, quien sabe si más allá de los pabellones dorados, gente desesperada o arruinada fue entregada a Helminto fuero de esas cámaras de torturas.

    - Nunca me dejaré de fascinar como la carne supero a la maquinaria en nuestros campos de batalla, donde nuestros automatas intentan inútilmente igualarse a las bestias que crearon los Orokins.
    Inversionista Kepler: - Es interesante como esas máquinas biológicas desarrolladas por los que una vez fueron nuestros amos, varían mucho de era en era. - Los creados durante la antigua guerra, se nota su especialización, su diseño agresivo, pensados para la guerra absoluta y total, como una herramienta eterna para una guerra sin fin, lo que los hace difíciles de dominar o usarlos con fines civiles, considerados los más peligrosos. - Los creados antes del gran declive, oh los favoritos de esos demonios del vacío, productos de una guerra finalizada, una supuesta era de orden y restauración, mucho más humanos, mucho más diseñados de manera ornamental, inclusive para hombres poderosos y solitarios, hermosos para ojos mortales, atractivos y menos especializados para la guerra a cambio de mayor versatilidad en las misiones, como Olvidar a Parvos y Protea, o la leyenda de Dagath o las historias de Yareli. - Los creados fuera del imperio Orokin, por supuesto, siempre hay quienes roban el conocimiento de los emperadores dorados, nunca se sabrá cuando y como inicio, sin embargo, Ballas, no es un idiota que descuida sus investigaciones y estamos seguro de que lo hizo adrede, quizá sean los más desconocidos, los que aún no ven la luz de las estrellas, pero así nacieron Nidus y Xaku, quien sabe si más allá de los pabellones dorados, gente desesperada o arruinada fue entregada a Helminto fuero de esas cámaras de torturas. - Nunca me dejaré de fascinar como la carne supero a la maquinaria en nuestros campos de batalla, donde nuestros automatas intentan inútilmente igualarse a las bestias que crearon los Orokins.
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  • Desde lo alto, Atropos los veía correr tras algo que no sabían nombrar. Lo llamaban felicidad. Lo vestían de risas, de promesas, de brazos entrelazados. Lo vendían en canciones, lo lloraban en películas, lo buscaban en otros cuerpos.
    Decían que era amor. Pero ¿cómo podían reconocerlo, si nunca lo habían sostenido con las manos limpias?

    Idealizaban lo que no comprendían.
    Querían sentir sin tocar el dolor, querían compañía sin exponerse, querían eternidad sin entender el precio.
    Creían que amar era una forma de redención. Que bastaba con decirlo, gritarlo, tatuarlo.
    Pero Atropos sabía la verdad: los humanos no amaban.
    Amaban la idea de amar.

    Se enamoraban de reflejos, de versiones, de momentos.
    Y cuando el espejo se quebraba, no sabían qué hacer con las esquirlas.
    Entonces culpaban al otro. Al mundo. A sí mismos.
    Jamás a su ceguera.

    Atropos, que había visto hilos unirse y romperse desde el principio de los siglos, solo pensaba lo mismo, una y otra vez:

    "No puedes encontrar lo que nunca has definido. No puedes amar si no has aprendido a sentir sin condiciones."

    Y sin decir nada, dejaba que sus dedos rozaran otro hilo.
    Uno más que no entendió nunca lo que buscaba.
    Desde lo alto, Atropos los veía correr tras algo que no sabían nombrar. Lo llamaban felicidad. Lo vestían de risas, de promesas, de brazos entrelazados. Lo vendían en canciones, lo lloraban en películas, lo buscaban en otros cuerpos. Decían que era amor. Pero ¿cómo podían reconocerlo, si nunca lo habían sostenido con las manos limpias? Idealizaban lo que no comprendían. Querían sentir sin tocar el dolor, querían compañía sin exponerse, querían eternidad sin entender el precio. Creían que amar era una forma de redención. Que bastaba con decirlo, gritarlo, tatuarlo. Pero Atropos sabía la verdad: los humanos no amaban. Amaban la idea de amar. Se enamoraban de reflejos, de versiones, de momentos. Y cuando el espejo se quebraba, no sabían qué hacer con las esquirlas. Entonces culpaban al otro. Al mundo. A sí mismos. Jamás a su ceguera. Atropos, que había visto hilos unirse y romperse desde el principio de los siglos, solo pensaba lo mismo, una y otra vez: "No puedes encontrar lo que nunca has definido. No puedes amar si no has aprendido a sentir sin condiciones." Y sin decir nada, dejaba que sus dedos rozaran otro hilo. Uno más que no entendió nunca lo que buscaba.
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  • Al principio, los sueños eran solo eso, paisajes suaves como canciones, donde los colores flotaban con vida propia. Sora caminaba entre praderas suspendidas en el cielo, cruzaba puentes hechos de mariposas dormidas, y las nubes hablaban en voz baja entre sí; todo era hermoso, frágil, como si bastara un suspiro para romperlo. Y Sora sonreía, porque ese era su mundo.

    Pero si uno se quedaba el tiempo suficiente, si se atrevía a mirar más allá de la primera capa, descubría lo que nadie notaba, las flores tenían espinas de cristal, el agua de los lagos era tan profunda como el vacío, y a veces, solo a veces, la risa de Sora se quebraba, apenas un instante, lo suficiente para saber que había algo oscuro guardado en su interior.

    Fue entonces que él apareció, un gato, silencioso, de color gris con vetas oscuras como ceniza vieja, con ojos grandes y brillantes que no reflejaban luz, sino recuerdos, no hablaba, pero parecía entenderlo todo, siempre estaba allí, a veces al borde del campo de visión de Sora, otras, dormido en una colina flotante cubierta de pétalos, y cuando ella se acercaba, él no huía, la miraba, solo la miraba, como si supiera quién era realmente, más allá de la dulzura que todos veían.

    El primer encuentro fue breve, solo se cruzaron en una estación hecha de relojes sin agujas; pero en el segundo, el gato caminó a su lado sin emitir un solo sonido; en el tercero, ella le habló; en el cuarto, él le rozó la mano con la cabeza; y así, en cada nuevo sueño, el lazo se tejía más.

    A veces, Sora lo esperaba, o lo buscaba por laberintos de espejos que mostraban versiones alternas de sí misma, otras, lo encontraba sin buscarlo, durmiendo en su regazo en medio de una biblioteca sumergida, o siguiéndola entre trenes sin rumbo que viajaban por el cielo estrellado.

    Con él, los sueños cambiaban, se volvían más cálidos, más nítidos, pero también más honestos. La oscuridad dentro de ella dejaba de esconderse; se asomaba sin miedo, como una sombra que también deseaba ser amada. Y el gato no la rechazaba, nunca.

    Sora comenzó a sentirlo primero como consuelo, luego como compañía, y sin darse cuenta, como algo que dolía en el pecho cuando no estaba. No era solo afecto, no era ternura, era ese tipo de amor que se construye en silencio, sin promesas ni palabras, solo con presencia.

    Lo acariciaba con cuidado, como si pudiera romperse, le susurraba secretos que ni siquiera ella entendía del todo. Él se quedaba junto a ella, como si pudiera sostener su alma con solo quedarse.

    Y así, noche tras noche, entre mundos que flotaban como burbujas de jabón, Sora y el gato seguían encontrándose, porque incluso en sueños, hay hilos que el destino no puede cortar. Y este, ya no era un simple sueño.

    ~ [Sweets_dreams] ⁠♡
    Al principio, los sueños eran solo eso, paisajes suaves como canciones, donde los colores flotaban con vida propia. Sora caminaba entre praderas suspendidas en el cielo, cruzaba puentes hechos de mariposas dormidas, y las nubes hablaban en voz baja entre sí; todo era hermoso, frágil, como si bastara un suspiro para romperlo. Y Sora sonreía, porque ese era su mundo. Pero si uno se quedaba el tiempo suficiente, si se atrevía a mirar más allá de la primera capa, descubría lo que nadie notaba, las flores tenían espinas de cristal, el agua de los lagos era tan profunda como el vacío, y a veces, solo a veces, la risa de Sora se quebraba, apenas un instante, lo suficiente para saber que había algo oscuro guardado en su interior. Fue entonces que él apareció, un gato, silencioso, de color gris con vetas oscuras como ceniza vieja, con ojos grandes y brillantes que no reflejaban luz, sino recuerdos, no hablaba, pero parecía entenderlo todo, siempre estaba allí, a veces al borde del campo de visión de Sora, otras, dormido en una colina flotante cubierta de pétalos, y cuando ella se acercaba, él no huía, la miraba, solo la miraba, como si supiera quién era realmente, más allá de la dulzura que todos veían. El primer encuentro fue breve, solo se cruzaron en una estación hecha de relojes sin agujas; pero en el segundo, el gato caminó a su lado sin emitir un solo sonido; en el tercero, ella le habló; en el cuarto, él le rozó la mano con la cabeza; y así, en cada nuevo sueño, el lazo se tejía más. A veces, Sora lo esperaba, o lo buscaba por laberintos de espejos que mostraban versiones alternas de sí misma, otras, lo encontraba sin buscarlo, durmiendo en su regazo en medio de una biblioteca sumergida, o siguiéndola entre trenes sin rumbo que viajaban por el cielo estrellado. Con él, los sueños cambiaban, se volvían más cálidos, más nítidos, pero también más honestos. La oscuridad dentro de ella dejaba de esconderse; se asomaba sin miedo, como una sombra que también deseaba ser amada. Y el gato no la rechazaba, nunca. Sora comenzó a sentirlo primero como consuelo, luego como compañía, y sin darse cuenta, como algo que dolía en el pecho cuando no estaba. No era solo afecto, no era ternura, era ese tipo de amor que se construye en silencio, sin promesas ni palabras, solo con presencia. Lo acariciaba con cuidado, como si pudiera romperse, le susurraba secretos que ni siquiera ella entendía del todo. Él se quedaba junto a ella, como si pudiera sostener su alma con solo quedarse. Y así, noche tras noche, entre mundos que flotaban como burbujas de jabón, Sora y el gato seguían encontrándose, porque incluso en sueños, hay hilos que el destino no puede cortar. Y este, ya no era un simple sueño. ~ [Sweets_dreams] ⁠♡
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  • — Ugh. . .

    De muy mal humor, su esposo ha hecho planes para una reunión con inversionistas, una a donde no quiere ir, seguramente será forzada a estar a un lado de su marido, tiene que lucir bonita, enseñar que es un hombre bueno que tiene una esposa muy atractiva, todo para mostrar que ha sido mejor que todos sus rivales.
    — Ugh. . . De muy mal humor, su esposo ha hecho planes para una reunión con inversionistas, una a donde no quiere ir, seguramente será forzada a estar a un lado de su marido, tiene que lucir bonita, enseñar que es un hombre bueno que tiene una esposa muy atractiva, todo para mostrar que ha sido mejor que todos sus rivales.
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  • la noche era tranquila y dando un paseo por el paruqe te encontraste con Bloss, despues de un rato decidiste quitarte una duda de encima -que por que le temo tanto a mi viejo jefe?- parecio algo sobresaltado, su sola mencion apagaba el brillo de sus ojos, suspiro pesado rascandose las sienes -bueno... supongo que tarde o temprano tendria que explicar esto- te miró algo nervioso sin saber que decir primero-yo trabajaba para una empreza corrupta, malversion de dinero, robo e incluso asesinato, por obvias razones tenian que encubrir todo esto, y quien mejor que un niño de 12 años con sueños de grandeza? no dudaria dos veces en tomar la oportunidad... ni pensaria dos veces en nada mas pues "los adultos se encargan"- suspiro mirando al suelo -para mi desgracia aquel niño fui yo, empeze mi entrenamiento para cantante y pronto debute en el escenario, pero a cambio de la fama vino lo demas... mi jefe abuso de mi en todas las formas posibles, pero yo me quedaba por que deseaba ser cantante, aunque en realidad no tenia otra opcion... almenos ahsta que la empresa cayo por si sola-
    la noche era tranquila y dando un paseo por el paruqe te encontraste con Bloss, despues de un rato decidiste quitarte una duda de encima -que por que le temo tanto a mi viejo jefe?- parecio algo sobresaltado, su sola mencion apagaba el brillo de sus ojos, suspiro pesado rascandose las sienes -bueno... supongo que tarde o temprano tendria que explicar esto- te miró algo nervioso sin saber que decir primero-yo trabajaba para una empreza corrupta, malversion de dinero, robo e incluso asesinato, por obvias razones tenian que encubrir todo esto, y quien mejor que un niño de 12 años con sueños de grandeza? no dudaria dos veces en tomar la oportunidad... ni pensaria dos veces en nada mas pues "los adultos se encargan"- suspiro mirando al suelo -para mi desgracia aquel niño fui yo, empeze mi entrenamiento para cantante y pronto debute en el escenario, pero a cambio de la fama vino lo demas... mi jefe abuso de mi en todas las formas posibles, pero yo me quedaba por que deseaba ser cantante, aunque en realidad no tenia otra opcion... almenos ahsta que la empresa cayo por si sola-
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