• La conejita de tus sueños.
    Pasemos la navidad juntos, cariño mío.
    La conejita de tus sueños. Pasemos la navidad juntos, cariño mío.
    Me encocora
    Me gusta
    Me endiabla
    7
    0 turnos 0 maullidos 370 vistas
  • Ave Basilia
    Redentor .

    Elevado a la quinta conciencia, hoy te doy todo, porque sin ti no soy nada y de ti lo anhelo todo, hoy mañana y siempre, te doy todo, en amor y pensamiento de mis días, soy un entregado en una cálida caída, mi Vestigia eres tu, mi sonrisa, pasión y opresión que me hace enloquecer, tu armadura me estorba y tu ropa también, mi mayor placer es admirar tu piel desnuda, soy una bestia si, eso y mucho más, el Basilio, el uno, congregado al eterno y por la eternidad, ave Nactra llora mi alma en días que pasan y no puedo tomarte, si, duelen los días que paso esperándote, no me veas como héroe, no como un ángel, soy un tirano proclamado dios de la venganza, ninguno existe que sea sobre mi, ninguno debajo, destruiré a voluntad y por voluntad crearé, así soy, siempre seré , canto mío alabarda del ayer sobre sangre de una herida del pasado, tus lágrimas mías también tu sonrisa y en todos tus sueños seré yo el único y el primero hasta el final de tus tiempos y sobre todo tiempo, inclinados al Rey de Los Basilios o mueran porque es su rodilla sobre el suelo o el acero de mi espada en su cuello .
    Ave Basilia Redentor . Elevado a la quinta conciencia, hoy te doy todo, porque sin ti no soy nada y de ti lo anhelo todo, hoy mañana y siempre, te doy todo, en amor y pensamiento de mis días, soy un entregado en una cálida caída, mi Vestigia eres tu, mi sonrisa, pasión y opresión que me hace enloquecer, tu armadura me estorba y tu ropa también, mi mayor placer es admirar tu piel desnuda, soy una bestia si, eso y mucho más, el Basilio, el uno, congregado al eterno y por la eternidad, ave Nactra llora mi alma en días que pasan y no puedo tomarte, si, duelen los días que paso esperándote, no me veas como héroe, no como un ángel, soy un tirano proclamado dios de la venganza, ninguno existe que sea sobre mi, ninguno debajo, destruiré a voluntad y por voluntad crearé, así soy, siempre seré , canto mío alabarda del ayer sobre sangre de una herida del pasado, tus lágrimas mías también tu sonrisa y en todos tus sueños seré yo el único y el primero hasta el final de tus tiempos y sobre todo tiempo, inclinados al Rey de Los Basilios o mueran porque es su rodilla sobre el suelo o el acero de mi espada en su cuello .
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos 250 vistas


  • 𝑀𝑖𝑡𝑠𝑢𝑟𝑢 𝐾𝑖𝑟𝑖𝑗𝑜

    Este regalo es mi eterno agradecimiento por haberme dado el trabajo de mis sueños.
    Siempre te estaré muy agradecida


    🎁 [ThxicewomanMK13] Este regalo es mi eterno agradecimiento por haberme dado el trabajo de mis sueños. Siempre te estaré muy agradecida 💋
    Me encocora
    1
    1 turno 0 maullidos 84 vistas
  • - Yo, si soy un sinvergüenza, declarado un pecador, ella con toda su arrogante y exuberante belleza es toda una tentación, entonces porque no darle rienda suelta a la pasión, sin sentimientos ni corazón, solo el calor de nuestros cuerpos, mi fuerza masculina y el gemido dulce de tu esencia femenina, porque no, si el cielo no es lugar para nosotros, el infierno será nuestro hogar y en el aremos nuestros sueños y placeres realidad .
    - Yo, si soy un sinvergüenza, declarado un pecador, ella con toda su arrogante y exuberante belleza es toda una tentación, entonces porque no darle rienda suelta a la pasión, sin sentimientos ni corazón, solo el calor de nuestros cuerpos, mi fuerza masculina y el gemido dulce de tu esencia femenina, porque no, si el cielo no es lugar para nosotros, el infierno será nuestro hogar y en el aremos nuestros sueños y placeres realidad .
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    3
    0 turnos 0 maullidos 262 vistas
  • Una jaula sigue siendo una jaula, aunque se decore con suaves telas, elegantes perfumes, regalos y flores.

    Yelena no era más que una prisionera, una figura cuya existencia se limitaba a ser una imagen pública.

    Ellos manejaban sus hilos, y ella, obediente, agachaba la cabeza.

    La encerraban en una habitación meticulosamente organizada, diseñada para evitar que acabara con su propia vida.

    Siempre había guardias en las ventanas y en la puerta, y un doctor perforaba su piel con agujas, pues ella ya no tenía deseo alguno de comer.

    Sus sueños eran su único refugio, el último rincón donde podía recordar cómo lucían las flores, el cielo y el mar.

    El día que olvidara los colores, ese día, Yelena sabría que habría muerto en vida.

    Una jaula sigue siendo una jaula, aunque se decore con suaves telas, elegantes perfumes, regalos y flores. Yelena no era más que una prisionera, una figura cuya existencia se limitaba a ser una imagen pública. Ellos manejaban sus hilos, y ella, obediente, agachaba la cabeza. La encerraban en una habitación meticulosamente organizada, diseñada para evitar que acabara con su propia vida. Siempre había guardias en las ventanas y en la puerta, y un doctor perforaba su piel con agujas, pues ella ya no tenía deseo alguno de comer. Sus sueños eran su único refugio, el último rincón donde podía recordar cómo lucían las flores, el cielo y el mar. El día que olvidara los colores, ese día, Yelena sabría que habría muerto en vida.
    Me shockea
    Me entristece
    6
    0 turnos 0 maullidos 215 vistas
  • 𝓢𝓸𝓶𝓫𝓻𝓪𝓼 𝓓𝓮𝓵 𝓐𝔂𝓮𝓻

    -Al mirar al horizonte, pudo observar una sirueta familiar. Al reconocerla, abrió los ojos shock. Sorpresa, confusión y esperanza se apoderaron de él.-

    ¿María...?

    -Su mente se aferró a lo lógico, saliendo de su estado de shock.-

    𝗡𝗼. Ella ya no está. Solo veo cosas...

    -Negó con la cabeza borrando el pensamiento de su mente.-

    Debo concentrarme. No debo perder el tiempo persiguiendo...sueños.
    𝓢𝓸𝓶𝓫𝓻𝓪𝓼 𝓓𝓮𝓵 𝓐𝔂𝓮𝓻 -Al mirar al horizonte, pudo observar una sirueta familiar. Al reconocerla, abrió los ojos shock. Sorpresa, confusión y esperanza se apoderaron de él.- ¿María...? -Su mente se aferró a lo lógico, saliendo de su estado de shock.- 𝗡𝗼. Ella ya no está. Solo veo cosas... -Negó con la cabeza borrando el pensamiento de su mente.- Debo concentrarme. No debo perder el tiempo persiguiendo...sueños.
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 424 vistas
  • —Su corazon latia de manera rapida,sus manos temblaban y sus sierras giraban a mas de cinco mil revoluciones,sentía que podia derrotar a todo demonio que se le pusiera enfrente,lamiendo su sangre y cortardo su carne,aumentando el susurro de la comunidad por un heroe:El Hombre Motosierra.
    El existia para dos cosas;eliminar cual demonio se le encargue y satisfacer a la señorita Makima en cualquiera de sus peticiones,pero habia una razon mas,una razon la cual se recordaba a si mismo cada vez que el terminaba un trabajo,mostrarle sus sueños a Pochita,haciendo todo lo que le prometio a su fiel amigo cuando eran pobres y hambrientos vagabundos—
    —Su corazon latia de manera rapida,sus manos temblaban y sus sierras giraban a mas de cinco mil revoluciones,sentía que podia derrotar a todo demonio que se le pusiera enfrente,lamiendo su sangre y cortardo su carne,aumentando el susurro de la comunidad por un heroe:El Hombre Motosierra. El existia para dos cosas;eliminar cual demonio se le encargue y satisfacer a la señorita Makima en cualquiera de sus peticiones,pero habia una razon mas,una razon la cual se recordaba a si mismo cada vez que el terminaba un trabajo,mostrarle sus sueños a Pochita,haciendo todo lo que le prometio a su fiel amigo cuando eran pobres y hambrientos vagabundos—
    Me shockea
    1
    0 turnos 0 maullidos 295 vistas
  • 𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠

    Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma.

    —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio.

    Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura.

    —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina.

    Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban.

    —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día?

    El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros.

    —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar.

    Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo.

    —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros.

    El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar.

    —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora?

    Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto.

    —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá.

    —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente.

    Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez.

    Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte.

    —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores.

    Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo.

    —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra.

    —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto.

    El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices.

    Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
    𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠 Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma. —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio. Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura. —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina. Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban. —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día? El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros. —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar. Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo. —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros. El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar. —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora? Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto. —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá. —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente. Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez. Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte. —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores. Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo. —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra. —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto. El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices. Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    7
    0 turnos 1 maullido 1013 vistas
  • « ¿Qué haría por mi hermana? Cualquier cosa, lo que ella quisiera o deseara podría hacerlo realidad. Cuando se trata de Robin, no hay límites. »

    Ese día era de las pocas ocasiones en que lograban coincidir, donde Robin regresaba de alguna gira en planetas lejanos o que Sunday no debía encargarse de los asuntos de La Familia o sus otros múltiples deberes. Era una simple reunión fraternal, de esas que raras veces podían tener y donde, tras arduos días de intenso trabajo así colo desvelos, había logrado despejar un par de horas solo para ella. Recorrer las calles de Colonipenal era siempre... Interesante. Siempre había personas felices por todos lados, disfrutando del planeta de los sueños, de las festividades, y en cada rincón se podía apreciar, precisamente, la felicidad en sus rostros. Se trataba de un lugar perfecto, un planeta que tenía actividad de día y de noche, donde las caras tristes casi nunca se veían ante el ojo público; pero, lo más inportante, era que, al estar con Robin, comprendía la cercanía que tenían de lograr ese sueño infantil que se convirtiera en promesa: Un mundo donde nada malo sucedía, donde los sueños se podían hacer realidad y todos eran felices.

    Sunday esbozó una pequeña sonrisa, miró su reloj de pulsera un momento y se percató del tiempo que llevaban dentro de aquel establecimiento: Más de quince minutos. Quizá menos o quizás un poco más, pero creía que existía un dilema interno con el que su hermana no podía lidiar por alguna razón.

    — ¿Aún no has encontrado la tarta que logre convencerte? —Preguntó. En su voz se notó el pesar, ese mismo que poco después desapareció para convertirse en una alegría que llenó su pecho. Le bastaba sólo con mirarla analizando la vitrina de exhibición con tanto detalle, que le hacía olvidar sus males.— Haz pasado mucho tiempo fuera y el menú cambia constantemente. Si no te sientes segura de elegir solo una, puedes tomar las que quieras, podemos aprovechar para comer alguna más tarde. Así que no te preocupes por eso. Tenemos tiempo.

    O quizá no. Quizá sus pies comenzarían a matarle por lo ajustados que eran los tacones de Robin y lo incómodo que le resultaban al estar más ajustados de sus zapatos habituales. Pero, ¿cómo iba a negarse a cambiarlos con ella cuando la vio quejarse de ellos en silencio? ¿Cómo iba a dejar que siguiera caminando así mientras las zapatillas le rozaban la piel hasta lastimarla? No, era imposible que se permitiera algo así y, por ello, le había sugerido intercambiarlos por unos cuantos minutos hasta que decidieran volver a casa. El problema, era que ninguno parecía interesado en volver para arruinar el momento. Incluso él, no le importaba rozarse los talones, pisar los zapatos o tener las piernas temblorosas cada vez que olvidaba cómo mantener el equilibrio con ellos, o cada vez que pasaba demasiado tiempo en un solo lugar.

    Justo en ese momento, Sunday comenzaba a sentir algo. Era algo así como... ¿arrepentimiento? ¿remordimiento? ¿pesar? No, más bien era algo como incomodidad. Una que comenzaba a matarle los tobillos con cada segundo que pasaba. De verdad, ahora que se detenía a pensarlo, ¿por qué aquella había sido la primera idea que cruzara por su cabeza? Probablemente, porque era la que causaba menos aflicciones en su hermana.

    — ¿Qué tal si eliges la tartaleta de fresas? Una decisión como esa sería perfecta, es similar a la que solíamos comer cuando éramos pequeños.

    ℛ𝑜𝒷𝒾𝓃 🎙🎶

    « ¿Qué haría por mi hermana? Cualquier cosa, lo que ella quisiera o deseara podría hacerlo realidad. Cuando se trata de Robin, no hay límites. » Ese día era de las pocas ocasiones en que lograban coincidir, donde Robin regresaba de alguna gira en planetas lejanos o que Sunday no debía encargarse de los asuntos de La Familia o sus otros múltiples deberes. Era una simple reunión fraternal, de esas que raras veces podían tener y donde, tras arduos días de intenso trabajo así colo desvelos, había logrado despejar un par de horas solo para ella. Recorrer las calles de Colonipenal era siempre... Interesante. Siempre había personas felices por todos lados, disfrutando del planeta de los sueños, de las festividades, y en cada rincón se podía apreciar, precisamente, la felicidad en sus rostros. Se trataba de un lugar perfecto, un planeta que tenía actividad de día y de noche, donde las caras tristes casi nunca se veían ante el ojo público; pero, lo más inportante, era que, al estar con Robin, comprendía la cercanía que tenían de lograr ese sueño infantil que se convirtiera en promesa: Un mundo donde nada malo sucedía, donde los sueños se podían hacer realidad y todos eran felices. Sunday esbozó una pequeña sonrisa, miró su reloj de pulsera un momento y se percató del tiempo que llevaban dentro de aquel establecimiento: Más de quince minutos. Quizá menos o quizás un poco más, pero creía que existía un dilema interno con el que su hermana no podía lidiar por alguna razón. — ¿Aún no has encontrado la tarta que logre convencerte? —Preguntó. En su voz se notó el pesar, ese mismo que poco después desapareció para convertirse en una alegría que llenó su pecho. Le bastaba sólo con mirarla analizando la vitrina de exhibición con tanto detalle, que le hacía olvidar sus males.— Haz pasado mucho tiempo fuera y el menú cambia constantemente. Si no te sientes segura de elegir solo una, puedes tomar las que quieras, podemos aprovechar para comer alguna más tarde. Así que no te preocupes por eso. Tenemos tiempo. O quizá no. Quizá sus pies comenzarían a matarle por lo ajustados que eran los tacones de Robin y lo incómodo que le resultaban al estar más ajustados de sus zapatos habituales. Pero, ¿cómo iba a negarse a cambiarlos con ella cuando la vio quejarse de ellos en silencio? ¿Cómo iba a dejar que siguiera caminando así mientras las zapatillas le rozaban la piel hasta lastimarla? No, era imposible que se permitiera algo así y, por ello, le había sugerido intercambiarlos por unos cuantos minutos hasta que decidieran volver a casa. El problema, era que ninguno parecía interesado en volver para arruinar el momento. Incluso él, no le importaba rozarse los talones, pisar los zapatos o tener las piernas temblorosas cada vez que olvidaba cómo mantener el equilibrio con ellos, o cada vez que pasaba demasiado tiempo en un solo lugar. Justo en ese momento, Sunday comenzaba a sentir algo. Era algo así como... ¿arrepentimiento? ¿remordimiento? ¿pesar? No, más bien era algo como incomodidad. Una que comenzaba a matarle los tobillos con cada segundo que pasaba. De verdad, ahora que se detenía a pensarlo, ¿por qué aquella había sido la primera idea que cruzara por su cabeza? Probablemente, porque era la que causaba menos aflicciones en su hermana. — ¿Qué tal si eliges la tartaleta de fresas? Una decisión como esa sería perfecta, es similar a la que solíamos comer cuando éramos pequeños. [Just_Intonation]
    Me encocora
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos 281 vistas
  • — A veces... sueño con la muerte de mi hermano, el como lo logro matar, pero, no se bien lo que siento en los sueños.
    ¿Sera felicidad... o tristeza?
    — A veces... sueño con la muerte de mi hermano, el como lo logro matar, pero, no se bien lo que siento en los sueños. ¿Sera felicidad... o tristeza?
    Me gusta
    Me entristece
    3
    1 turno 0 maullidos 735 vistas
Ver más resultados
Patrocinados