• — "Recién amanece y la noche ya es oscura", o algo similar... quizá... deba pensarlo mejor.

    -| Tenía su vista puesta en el horizonte, a la par, fumaba de su cigarro con la calma de alguien que lleva años haciéndolo. Suele hacerlo únicamente cuando se sentía decepcionada de alguien, o de algo. Pero últimamente parecía haber adoptado por completo dicho habito sin necesidad de encontrar deplorables las conductas ajenas.

    ¿Por que sigue haciéndolo entonces? Se lo ha cuestionado múltiples veces. Si bien se ha acostumbrado al sabor de la nicotina, odia el gusto que esta tiene. También le molesta el olor que suele desprender, el como su ropa es impregnada por ese hedor nauseabundo.

    Aunque ahora mismo... cualquier tipo de olor es mejor que sangre de demonio, y un par de vísceras.

    Había realizado su encargo eficazmente, y probablemente pudo haberlo hecho sola. Tenía que intentar conseguir una "aliada" y ahora gracias a eso, dicha aliada yacía inconsciente dentro del auto.

    La bermeja ni siquiera sabía si esta iba a despertar. Las cosas no estaban saliendo como ella esperaba. |-

    — No obstante... bajo esta infinita oscuridad... el cielo ha perdido todo su esplendor, como si lo hubiesen asesinado.

    -| Gracias a ese hecho, la pelirroja tenía un mal presentimiento. Sentía que no estaba leyendo la letra pequeña en el contrato. Había algo... que estaba fuera de su control... lo cual hacía que la frustración se apoderase de ella. Pero tal insignificancia jamás la hará claudicar. |-

    — ¿Yo? En cuanto a mi...

    -| Cuestiono como si estuviese hablando con alguien más, a pesar de que esta completamente sola, no existía nadie en ese lugar aparte de ella, la hibrida, y claro... sus cuervos. |-

    — Yo no necesito resolución alguna. Los cuervos... ellos serán mis consejeros.

    -| Finalizo, concluyendo que pensaría en algo, siempre lo hacía. Lanzo el cigarro a medio terminar al suelo, para después aplastarlo.

    En un parpadeo no es más que basura en medio de la calle. Esto, una vez más, cumple con todas sus expectativas. |-
    — "Recién amanece y la noche ya es oscura", o algo similar... quizá... deba pensarlo mejor. -| Tenía su vista puesta en el horizonte, a la par, fumaba de su cigarro con la calma de alguien que lleva años haciéndolo. Suele hacerlo únicamente cuando se sentía decepcionada de alguien, o de algo. Pero últimamente parecía haber adoptado por completo dicho habito sin necesidad de encontrar deplorables las conductas ajenas. ¿Por que sigue haciéndolo entonces? Se lo ha cuestionado múltiples veces. Si bien se ha acostumbrado al sabor de la nicotina, odia el gusto que esta tiene. También le molesta el olor que suele desprender, el como su ropa es impregnada por ese hedor nauseabundo. Aunque ahora mismo... cualquier tipo de olor es mejor que sangre de demonio, y un par de vísceras. Había realizado su encargo eficazmente, y probablemente pudo haberlo hecho sola. Tenía que intentar conseguir una "aliada" y ahora gracias a eso, dicha aliada yacía inconsciente dentro del auto. La bermeja ni siquiera sabía si esta iba a despertar. Las cosas no estaban saliendo como ella esperaba. |- — No obstante... bajo esta infinita oscuridad... el cielo ha perdido todo su esplendor, como si lo hubiesen asesinado. -| Gracias a ese hecho, la pelirroja tenía un mal presentimiento. Sentía que no estaba leyendo la letra pequeña en el contrato. Había algo... que estaba fuera de su control... lo cual hacía que la frustración se apoderase de ella. Pero tal insignificancia jamás la hará claudicar. |- — ¿Yo? En cuanto a mi... -| Cuestiono como si estuviese hablando con alguien más, a pesar de que esta completamente sola, no existía nadie en ese lugar aparte de ella, la hibrida, y claro... sus cuervos. |- — Yo no necesito resolución alguna. Los cuervos... ellos serán mis consejeros. -| Finalizo, concluyendo que pensaría en algo, siempre lo hacía. Lanzo el cigarro a medio terminar al suelo, para después aplastarlo. En un parpadeo no es más que basura en medio de la calle. Esto, una vez más, cumple con todas sus expectativas. |-
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  • THE DEMON BECAMES HUMAN
    [El Demonio Se Vuelve Humano]
    PARTE 2/2


    —Seis Años,Seis Años pasaron desde aquella fatídica madrugada,desde que Paul paso a ser un niño inmaduro a ser un hombre responsable,desde hace mucho tiempo perdió sus cuernos y sus alas gracias a la desaparición de su magia,nunca mas estuvo en contacto con las magias demoniacas y acepto su sangre humana,siendo solo una persona albina de ojos blancos completamente,volviendose una persona solitaria y ajena a el afecto de una pareja,de un familiar o de un amigo,siendo una contraparte muy marcada de lo que fue antes—
    THE DEMON BECAMES HUMAN [El Demonio Se Vuelve Humano] PARTE 2/2 —Seis Años,Seis Años pasaron desde aquella fatídica madrugada,desde que Paul paso a ser un niño inmaduro a ser un hombre responsable,desde hace mucho tiempo perdió sus cuernos y sus alas gracias a la desaparición de su magia,nunca mas estuvo en contacto con las magias demoniacas y acepto su sangre humana,siendo solo una persona albina de ojos blancos completamente,volviendose una persona solitaria y ajena a el afecto de una pareja,de un familiar o de un amigo,siendo una contraparte muy marcada de lo que fue antes—
    Me entristece
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  • Sus labios eran rojos, su aspecto era libre,
    sus rizos eran tan amarillos como el oro,
    su piel era tan blanca como la lepra.
    Ella era la pesadilla, la-muerte-en-vida
    que espesa la sangre del hombre con el frío.
    Sus labios eran rojos, su aspecto era libre, sus rizos eran tan amarillos como el oro, su piel era tan blanca como la lepra. Ella era la pesadilla, la-muerte-en-vida que espesa la sangre del hombre con el frío.
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  • « Recuerdos de un Zorro »


    // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano . Espero que lo disfruten.//

    Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie.

    No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano.

    Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón.

    No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones.

    Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar.

    Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli.

    Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna.

    Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía.

    ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce.

    Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca.

    -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación.

    La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita.

    ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido.

    Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca.

    El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante.

    ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta.

    -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza.

    La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona.

    El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas.

    Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro.

    ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa.

    - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía.

    ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos.

    -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria.

    El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien.

    Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo.

    ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro.

    Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada.

    Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido.

    Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo.

    ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este.

    Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko.

    Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba.

    Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada.

    La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma.

    ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro.

    La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque.

    ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa.

    Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto.

    Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz.

    Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir.

    En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo.

    No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos.

    ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave.

    Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad.

    Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven.

    Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad.

    No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida.

    Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello.

    La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno.

    Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio.

    ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro.

    Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?.

    El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él.

    Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.

    « Recuerdos de un Zorro » // Es un texto denso. +18. Agradezco a quien se tome el tiempo de leerlo. Soy disléxico; amo escribir y la creación de estos escritos me cuesta mucho tiempo y esfuerzo. Gracias de antemano 🫂. Espero que lo disfruten.// Durante los siguientes años, tras la muerte sanguinolenta de su familia; aquella que le dió nombre y le enseñó a ser humano, no se permitió el lujo de amar o tener afecto por nadie. No nacía de sus entrañas... El amar le había traído un dolor que cargaría por la eternidad, sin que este se desvaneciese en el perpetuo tiempo. El dolor lo consumía hasta el tuétano. Ni siquiera la venganza había servido de bálsamo frío para calmar la quemazón en su pecho. El dolor de la perdida, había dejando un hoyo tan profundo que ni las lágrimas de toda una vida eran capaces de llenar tal hueco. Estaba roto; el ojo derecho de Kami Inari se había corrompido por haberse vuelto demasiado humano. Durante un tiempo el zorro se aisló en el bosque, el único lugar donde podía ahogar su llanto sin ser molestado. En las noches el agudo aullido del zorro anunciaba la tristeza que lo envolvía. El bosque lloraba con él, reverberando en toda su extensión, volviéndolo un lugar de tristeza y lamento. Un bosque desesperanzado, sin la gracia vida que aportaba su energía al alma. Entrar en la espesura de este te sacaba el aliento, siendo remplazado por bocanadas de dolorosa desazón. No encontraba consuelo en su amado bosque. El tacto de la tierra húmeda bajos sus pies no se sentía igual, los rayos de sol que acariciaban su piel de porcelana no se sentían cálidos y el aire puro de este se sentía denso en los pulmones. Entonces recordó por alguna razón el beso robado por aquel chico en el callejón, aquel que le había hecho sentir un placer diferente al que hubiese vivido hasta ahora. Un beso dado el mismo día que su mundo se desmoronó por la llegada de la muerte a su hogar. Como si el caprichoso destino le hubiese otorgado un ultimo regalo antes de castigarlo. Este acariciaba sus labios con las puntas de sus dedos, recordando la calidez y la humedad que se había derramado en su boca. Si su bosque no le otorgaba descanso de su pena, este pensaba ir a buscarlo a otro lugar. Kazuo tomo de un pequeño refugio la única prenda que aún le quedaba, aquella a la que con esfuerzo le había intentado limpiar la sangre de aquellos a los que hizo pagar con su ira. Se vistió, y con pasos titubeantes comenzó a caminar. Tras horas de caminata este llegó a una población, lo suficientemente grande como para pasar “desapercibido”. Este había estado practicando, y consiguió, no sin esfuerzo, volver sus cabellos plateados a un negro tan vibrante como la obsidiana. Lo único que se mantenía incorregible en él eran aquellos ojos azules como el lapislázuli. Su presencia se hizo notar de forma irremediable, a pesar de sus ropas, casi harapos, la belleza y elegancia que portaba de forma natural Kazuo no pasaba inadvertido para quienes pasaban junto a él. Era hermoso, tanto que parecía casi irreal, lo cual no resultaba raro, era hijo de Inari, un ser nacido bajo la gracia y brillo de la luna. Este pudo oler un delicioso aroma. Un olor cálido y especiado. Se encaminó hacía este, llegando a una especie de establecimiento de comida y bebida. Kazuo conocía este tipo de sitios, los había frecuentado algunas veces acompañado con jóvenes de su aparente edad. Entró en el local, algunas voces se callaron y otras se transformarían en suaves murmullos con la aparición de este. El zorro en silencio tomo asiento en una mesa situada en una discreta esquina, plantando su porte sobre un viejo cojín en el suelo de tatami. Una joven no tardó en dirigirse a él con una bandeja, dejando un baso de té caliente de cortesía. ~Buenas tardes señor. ¿Que desea para comer?. ~ Le preguntaba la muchacha con tono exageradamente dulce. Kazuo se quedó por unos largos segundos en silencio, hacía mucho que no había hablado con otro ser humano, esperaba que las palabras no salieran de forma abrupta por su boca. -Yo… Muy amable señorita, pero no dispongo de dinero con que pagarle.- Dice este con algo de vergüenza por la situación. La muchacha lo mira por unos segundos, afilando suavemente su mirada, como si estuviese cavilando algo por esa cabecita. ~ ¿Sabes que?, por eso no te preocupes. Te traeré algo, cortesía de la casa por esta vez. Aquí no se le niega un plato de comida a alguien que lo necesita.~ Decía está mientras sostenía la bandeja entre su cadera y una de sus manos. Con la mano libre que le quedaba, jugaba con un mechón suelto que se había desatado de su improvisado recogido. Kazuo no dijo nada. Este se limitó a inclinarse suavemente a modo de agradecimiento. No entendía por qué aquella joven le daba de comer sin ningún tipo de pago por ello. Pero no iba a discutir tampoco, el olor de la comida lo había atraído hasta ahí, y hacía mucho tiempo que no se llevaba un plato caliente a la boca. El zorro rendía buena cuenta del té caliente que le habían ofrecido al entrar. A los pocos minutos aparecía la joven con una bandeja cargada con varias cosas. Está comienza a despachar frente a él la comida. Un bol de arroz blanco, un plato con un par de peces no muy grandes asados y por último un buen cuenco de udon con sopa de miso, con verduras cortadas de una forma abrupta, pero su olor era reconfortante. ~ Buen provecho hermosura, avísame si necesitas algo. ~ Decía está con sonrisa coqueta. -Gracia… Muy amable.- Decía Kazuo de una forma algo tímida, volviendo a inclinar su cabeza. La muchacha le guiña un ojo con descaro y se retira. Era guapa, no era una belleza destacable, pero era una zagala con buen porte y facciones delicadas. Aparentaba edad para haberse casado, aunque tal y como lo había tratado era muy posible que se tratase de una solterona. El zorro comienza a comer el udon de miso, el arroz y el pescado ofrecido. No era mejor que la comida que su querida madre le hacía tiempo atrás, pero no estaba nada mal, y el calor que inundaba su cuerpo era reconfortante. No tardo demasiado en acabar con el contenido de los platos, después de haber estado comiendo crudo como zorro por el bosque, aquello se había convertido en un auténtico manjar para sus pupilas gustativas. Tras unos minutos la joven volvió, esta vez sin bandeja. Sin darle a Kazuo opción a réplica, esta se sentó en la misma mesa, en una esquina no demasiado alejada del zorro. ~ Nunca te había visto por aquí, me acordaría con esa cara y esos… ojos…~ Decía de forma dulce y melosa. - Yo… Estoy de paso solamente.- Contesta Kazuo de forma escueta. Pasando de forma distraída las yemas de sus dedos por el filo de la taza de té casi vacía. ~ Ya veo. ~ Dice esta arrastrando su mirada de ojos negros hacia la mano de Kazuo. ~Mi nombre es Miko, ¿Y el tuyo? ~ Se presenta esta de forma informal, sin usar los apellidos. -Kazuo.- Contesta él sin hacer contacto con la mirada de la contraria. El lugar donde estaban sentados era convenientemente discreto, algo que la joven aprovecharía sin dudarlo. Está acerca una de sus manos a la que Kazuo mantenía toqueteando la taza de té. Los finos dedos de la joven se deslizaron en una suave caricia por el dorso de la mano del zorro hasta su muñeca, sobrepasando esta hasta su antebrazo. Aquel toque trajo de vuelta a Kazuo, de allí donde sus pensamientos estaban divagando. Aquella caricia lo hizo estremecer un poco, hacía mucho que no sentía el contacto ajeno de alguien. Por alguna razón que no entendía, el recuerdo de aquel beso en el callejón volvió a su mente, y sin poder evitarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo. ~ Kazuo. Que bonito nombre, tanto como tú. ~ Dijo está sin dejar de pasear sus dedos en suaves caricias por el brazo del zorro. Los gestos de esta eran claramente seductores. La caricia en su brazo, como esta humedecía sus labios suavemente con su lengua, como su mano libre jugaba con el filo del cuello de su yukata, haciendo que este se abriese de forma insinuante, revelando tímidamente el comienzo de sus pechos. Kazuo no era tonto, y tampoco de piedra. Su mirada zafiro se desviaba instintivamente por las zonas que la joven le regalaba. La mirada del zorro iniciaba un recorrido desde los labios de Miko, pasando por su cuello y su clavícula desnuda, hasta el canal de sus senos, los cueles se ocultaban en la oscuridad interna de su yukata. La joven complacida sonríe al ver como Kazuo la repasaba con la mirada. Esta se levanta con movimiento suaves a la vez que provocadores de algún modo. Kazuo tenía la boca seca, y un calor comenzaba a alojarse en la parte baja de su pelvis. Esta se aleja lentamente, no sin antes hacerle un gesto sutil con la cabeza para que la siguiera. Kazuo se queda inmóvil por varios minutos. ¿Qué era esto?, ¿Era aquello lo que había venido a buscar?. En estos momentos el motor que hacía que se moviera era su instinto, haciendo que se levantase de su asiento y encaminase sus pasos hacia la puerta por la que la joven Miko había desaparecido. Este se cuela por dicha puerta y de inmediato una suave, pero firme mano, lo toma de la muñeca, arrastrándolo de inmediato. La joven camina sorteando algunas estancias. Llegan a una escalera de madera y bajan hasta una especie de sótano. Allí la joven Miko abre una puerta de madera vieja y entran en lo que parecía ser un almacén de víveres. La estancia apenas estaba iluminada por un par de velas. Era un lugar frío, y el olor a humedad y tierra inundaban los sentidos de Kazuo. ~ Al ver qué pasaban los minutos y que no venías pensé que no habían quedado claro mis intenciones ~ Decía la joven con tono seductor acercándose a Kazuo, colocando sus cálidas manos sobre el pecho de este. Kazuo se queda en silencio, notando como su corazón se aceleraba. ¿Era esto lo que estaba buscando de verdad?... El recuerdo de aquel cálido beso era vivido, recordó la sensación de adrenalina y placer que sintió. La joven pegaba su cuerpo aún más, haciendo que con su peso Kazuo retrocediese unos pasos, hasta que su parte trasera topó con una vieja mesa, quedando atrapado entre esta y la joven Miko. Otra oleada de calor volvía a recorrer el cuerpo de Kazuo, alojándose en la zona inferior de su pelvis, donde su virilidad se tensaba más y más, con cada segundo que pasaba. Miko se mordía el labio, mientras que una de sus manos descendía de forma atrevida por el cuerpo de Kazuo, desde su pecho hasta su abdomen, regalándole suaves caricias a su paso. Finalmente esta se desliza hasta la entrepierna del zorro, y comienza a masajear en suaves movimiento su miembro, por encima de la tela de su Hakama. Kazuo suelta un pesado suspiro al sentir el contacto, notando como se endurecía con cada toque que la experta mano de Miko le regalaba. Aquello le estaba provocando placer, muy diferente a otro que haya sentido antes, semejante al de aquel beso que aquel chico le regaló en un oscuro callejón. De cualquier forma, hacía mucho que no sentía ningún tipo de placer o sensación cálida, no desde que su familia fue asesinada. La joven seguía masajeando la entrepierna de Kazuo sin otorgarle descanso, lo que hacía que sutiles gemidos de placer se derramasen de los labios del zorro. Aquella sensación era totalmente nueva para él, al igual que la situación. Nadie le había tocado antes, al menos no de esa forma. ~ Veo que te gusta esto. ~ Decía Miko con sus labios pegados al mentón del zorro. La joven con su mano libre comienza a bajar su yukata, dejando que este resbalase por sus hombros hasta que sus senos quedaban expuestos. La mirada de Kazuo se ensombrecía al verlos. Blancos como la leche, y tensos por la excitación lo llamaban a gritos. Este asciende sus manos lentamente hasta que estas hacen contacto con sus pechos. Eran suaves y blandos. Sus pezones rígidos no hacían más que intensificar la calor que recorría su cuerpo. Sus manos de forma instintiva comienzan a masajear los pechos de aquella mujer, la cual soltaba provocadores gemidos ante su toque. ~ Mmm… Tócame más. ~ Decía Miko arrastrando las palabras de forma pastosa. Kazuo comenzaba apretar sus senos con necesidad, jalándolos para sí, como si quisiera apoderarse de ellos. Está gemía de puro placer ante él toque del zorro, aumentando la fricción de su mano contra su erección. Kazuo se inclinaba , bajando su rostro y llevando uno de los senos de la joven a su boca, apoderándose se su pezón con su lengua y dientes. El cuerpo de la muchacha se tensaba de placer ante tan repentino acto. Kazuo se movía por puro instinto, igual que aquel día en el callejón, con la diferencia de que en esta ocasión su acompañante no lo estaba rechazando. Miko desataba el Hakama de Kazuo, este absorto en devorar sus senos no reparaba en los siguientes movimientos de la joven. De pronto lo sintió; una cálida mano envolviendo la prolongación de su virilidad, haciendo que un ronco gemido saliera de su boca, chocando contra los senos de aquella mujer. Podía sentir el movimiento oscilante de arriba abajo, la mano de Miko apretando su miembro erecto por la excitación. Este de forma involuntaria atrapaba uno de los pezones de la joven entre sus dientes, dejando este enrojecido por la acción. Aquello en vez de causarle dolor hizo que un sonoro gemido saliese de la boca de la muchacha, la cual se mordía el labio con fuerza para acallar su voz. Aquello le estaba haciendo sentir un placer que no había experimentado antes y del cual no le habían dado nada de información. Pero su cuerpo se movía por inercia, como si supiera lo que tenía que hacer sin un manual que le indicase los pasos a seguir. En algún punto la joven había desatado su obi, dejándolo caer al suelo, quedando su cuerpo expuesto por la apertura de su yukata. La inexpertas manos de Kazuo se paseaba por su piel desnuda, algo torpes pero con determinación, quería más. Estas desembocan hasta el lustroso trasero de la joven, apretando su carne con sus dedos, atrayéndola hacía él con el movimiento. El yukata de esta terminaba de caer al suelo, al igual que el Haori de Kazuo, quedando ambos desnudos, expuestos ante las inclemencias de aquel húmedo almacén. Esta se separa un poco de él, soltando sus miembro; Kazuo soltaba un gruñido de queja por la repentina separación. La joven lo rodea y se sienta sobre la mesa, tomando las manos de Kazuo para acercarlo nuevamente a ella, acomodando las caderas de él entre sus piernas. Miko rodea el cuello del zorro con sus brazos y lo acerca a ella, para finalmente fundir su boca con la de Kazuo. No era un beso tierno, este era ardiente, salvaje. Sus lenguas se buscaban mutuamente, casi sin dejar espacio para respirar. Las caderas de ambos se movían de forma involuntaria, lo que provocaba que sus sexos se rozasen entre si, humedeciéndose el uno al otro. Las manos de Kazuo se aferraban a las caderas de la contraria, apretando esta contra su cuerpo, reclamado la fricción de su piel contra la suya. Los dedos de ella se enredaba en la suave melena de Kazuo; unos cabellos tan suave y sedoso que no eran propios de alguien que vestía aquellos harapos. ~ Mmm me encanta tu olor… Hueles a miel…~ Decía entre besos. ~ Limón…~ Lamia de forma lujuriosa los labios de Kazuo. ~ Menta…~ Susurra contra su boca con un tono grave. Kazuo no hablaba. A pesar de aquel regalo de placer no sentía nada más. No había amor, no había aprecio. Era simple y llanamente un desfogue temporal de su tristeza. Quizás lo era también para ella, un pasatiempo para hacer más ameno sus monótonos días despachando mesas, aunque eso a Kazuo no le importaba en absoluto en ese momento. Solo quería disfrutar de aquello, una escusa para evadirse de su realidad. Miko tomaba nuevamente el miembro de Kazuo y, con determinación, colocaba la punta de su virilidad contra la entrada de su vagina. Nadie le había enseñado ha Kazuo nada de aquello, pero no necesitaba sumar dos más dos para que su cuerpo supiera exactamente lo que debía hacer. Este de una estocada entraba en el interior de la joven, sintiendo como las paredes de su interior envolvían toda la extensión de su virilidad, recibiéndolo sin restricciones y haciéndole soltar un ronco y amortiguado gemido contra la boca de la joven. Aquella oleada de placer hizo que los cabellos del zorro se tintaran del color de la luna, pero por suerte, la escasa luz del lugar hacía casi imperceptible el cambio. Este comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del interior de aquella mujer una y otra vez. Cada embestida era una oleada de placer que se iba acumulando en su pelvis, como si estuviese apunto de estallar. Ambos gemían de forma descontrolada, ahogando estos en sus bocas para que su encuentro pecaminoso quedase en la más absoluta intimidad. No había amor ni ternura por parte de Kazuo, tan solo necesidad de obtener placer a través de aquella carne, a través de Miko. Ella al igual que él, lo usaba para evadirse de su propia realidad, una solterona condenada a servir sopa de miso de por vida. Las embestidas de Kazuo quedaban lejos de ser amables. Estas eran un vivo reflejo de la desesperación de encontrar algo que le aliviase la pena, aunque fuera a penas por unos minutos. Sus labios se desplazaban desde los labios de la joven hasta su cuello. Lamió su piel, decorada con una suave capa de sudor producida por la agitación del momento. El sabor era salado y especiado de haber estado trabajando en las cocinas. Al igual que su aroma; olía a vapor especiado y humo. La lengua del zorro se paseaba por el lateral de su cuello hasta su oreja , lamiendo esta de forma lasciva y mordiendo el lóbulo de la misma. La joven gimoteaba de placer a su toque , quedando claro lo mucho que le gustaba aquello. La mirada de Kazuo ya no era brillante, esta estaba ensombrecida por un deseo vacío. Así era, un deseo vacío, pero que le otorgaba el placer que necesitaba en ese momento. Este sintió como las paredes de aquella mujer se contraía alrededor de su miembro, constriñendo este a causa del orgasmo que recorría el cuerpo de la joven. Aquello lo hizo estremecer, y al igual que ella este sintió como el calor que se había estando alojado en su pelvis se derramaba en el interior de ella. El placer lo recorrió desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sintiendo como la oleada húmeda salía, desembocando dentro del sexo ajeno. Las embestidas se fueron ralentizando hasta que censaron, sintiendo como los últimos espasmos de su cuerpo paraban finalmente. La joven poco a poco conseguía amansar su respiración al igual que él. No hubo beso de despedida, esta sonreía complacida mientras se bajaba de la mesa, triunfante de haber alcanzado su objetivo. Miko se vestía y Kazuo hizo lo propio. ~Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un hombre. Espero que nos volvamos a ver muchacho.~ Decía esta, coqueta, intentando arreglar su recogido despeinado por el encuentro. Kazuo no dijo nada, apenas asintió con la cabeza. Una mezcla de vergüenza e incertidumbre se alojaba en su pecho. ¿Estaba bien entregarse a alguien por mero placer?, ¿Hacerlo sin amor?, ¿Usarlo como medio de evasión de su tristeza?. El zorro había perdido su virginidad en aquel oscuro y húmedo almacén, con una mujer que no conocía de nada y que jamás volvería a ver. Kazuo volvió a su bosque, a aislarse de los humanos que solo se movían por impulsos egoístas. Solo volvería a encontrarse con estos movido por la misma necesidad que lo llevo a aquel primer encuentro carnal. A usarlos al igual que lo habían usado a él. Con el paso se los siglos esto iría cambiando. Su corazón se irían sanando, volviéndose cálido. Pero esto es una nueva historia del zorro. La cual sera desvelada en el futuro.
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  • ━━━༻❁༺━━━━━━━━━━━━
    Cuánto tiempo. . . Aliada. . .

    [ A través de los míticos y largos años, los ancianos narraban con voces quebradas historias de una Reina Escarlata, historias de una Reina que conquistó, con el furor de su espada, un reino opresivo y esclavista. Lo irónico es que subyugó a quienes la habían subyugado. Según los relatos transmitidos de boca en boca por tiempo de dias y largura de noches, esta reina era la única llama de sangre, una raza sumamente poderosa que fue tachada de brujos y herejes, enseguida perseguída, esclavizada y casi aniquilada.

    Se decía que su poder era tan inmenso que podía doblegar a los más fuertes con solo una mirada, una mirada de llama, porque ese era su poder, la llama.

    Sin embargo, parecía que desde las profundidades de la oscuridad, se urdían planes meticulosos, cada movimiento de la pelirroja reina fue calculado con precisión por algo. La reina escarlata, aunque poderosa, no estaba sola en su lucha. Fuerzas invisibles guiaban su camino, asegurándose de que cada obstáculo fuera superado, cada enemigo derrotado. Era como si un maestro titiritero dirigiera una obra épica, o como si un celebre pintor ilustrara un cuadro, donde la reina era la protagonista, pero no la única arquitecta de su destino. En las sombras, el verdadero artífice del triunfo observaba, satisfecho con el desenlace de su manipulada trama.

    Al menos, estas eran las teorías de conspiración que se desplegaban por la población. Las calles murmullos, cada rincón albergaba una nueva versión de los eventos. Lo que comenzó como simples rumores, pronto se convirtió en una narrativa colectiva, donde cada persona añadía su propio toque, haciendo que la leyenda de la reina escarlata y su enigmático benefactor pareciera más tangible, más auténtica. En cada relato, la línea entre la realidad y la ficción se desdibujaba, alimentando la imaginación de todos aquellos que escuchaban.

    La reina escarlata ahora estaba asentada en su trono de gloria, rodeada por el resplandor de su victoria. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que debía regresar a Gazú, su benefactor en las sombras. Ahora, con la corona sobre su cabeza y el reino a sus pies, sentía la necesidad de rendir homenaje a quien había sido su guía y protector. Gazú, Maestro de las sombras, Maestro titiritero y Pintor del Cuadro, había sido fundamental en su ascenso.

    ¿Cómo será ese reencuentro de Aliados? ¿El tiempo ha apañado su alianza? ¿Porque hubo un silencio entre ambos?

    La respuesta como siempre. . . . La dará el tiempo ]

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    ━━━༻❁༺━━━━━━━━━━━━ 🌹 Cuánto tiempo. . . Aliada. . . [ A través de los míticos y largos años, los ancianos narraban con voces quebradas historias de una Reina Escarlata, historias de una Reina que conquistó, con el furor de su espada, un reino opresivo y esclavista. Lo irónico es que subyugó a quienes la habían subyugado. Según los relatos transmitidos de boca en boca por tiempo de dias y largura de noches, esta reina era la única llama de sangre, una raza sumamente poderosa que fue tachada de brujos y herejes, enseguida perseguída, esclavizada y casi aniquilada. Se decía que su poder era tan inmenso que podía doblegar a los más fuertes con solo una mirada, una mirada de llama, porque ese era su poder, la llama. Sin embargo, parecía que desde las profundidades de la oscuridad, se urdían planes meticulosos, cada movimiento de la pelirroja reina fue calculado con precisión por algo. La reina escarlata, aunque poderosa, no estaba sola en su lucha. Fuerzas invisibles guiaban su camino, asegurándose de que cada obstáculo fuera superado, cada enemigo derrotado. Era como si un maestro titiritero dirigiera una obra épica, o como si un celebre pintor ilustrara un cuadro, donde la reina era la protagonista, pero no la única arquitecta de su destino. En las sombras, el verdadero artífice del triunfo observaba, satisfecho con el desenlace de su manipulada trama. Al menos, estas eran las teorías de conspiración que se desplegaban por la población. Las calles murmullos, cada rincón albergaba una nueva versión de los eventos. Lo que comenzó como simples rumores, pronto se convirtió en una narrativa colectiva, donde cada persona añadía su propio toque, haciendo que la leyenda de la reina escarlata y su enigmático benefactor pareciera más tangible, más auténtica. En cada relato, la línea entre la realidad y la ficción se desdibujaba, alimentando la imaginación de todos aquellos que escuchaban. La reina escarlata ahora estaba asentada en su trono de gloria, rodeada por el resplandor de su victoria. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que debía regresar a Gazú, su benefactor en las sombras. Ahora, con la corona sobre su cabeza y el reino a sus pies, sentía la necesidad de rendir homenaje a quien había sido su guía y protector. Gazú, Maestro de las sombras, Maestro titiritero y Pintor del Cuadro, había sido fundamental en su ascenso. ¿Cómo será ese reencuentro de Aliados? ¿El tiempo ha apañado su alianza? ¿Porque hubo un silencio entre ambos? La respuesta como siempre. . . . La dará el tiempo ] [Liz_bloodFlame] 🌹
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  • ¿Es verdad eso que dicen?
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    Ryuna Takahari

    La ida del muchacho lo tranquilizó. No sabía lo que le deparaba el futuro lejos de él, pero sí lo que lo deparaba el futuro a su lado: problemas, en resumen. Unos problemas a los que jamás se había enfrentado por su condición de ciudadano acaudalado y legal.

    Ahora que no estaba Takahari, se permitió desempolvar una botella de whisky del armario más un vaso. "¿Qué hubiera pensado de verme borracho?", pensó. Pero el alcohol era más bien un tranquilizante. La sangre era el único licor que lo embriagaba.

    Entonces, fue la llamada que antes esperaba lo que lo tomó desprevenido, justo en el momento en el que deseaba evadirse por un instante. Al ver el contacto, sin embargo, contestó sin pensarlo.

    -----

    Pasar la tarde desaparecida no era problema para ella. Razvan era perfectamente consciente de lo que hacía, y le daba igual. Isidro participaba, y el resto... Bueno, no había resto. Por algo seguían juntos.

    Coño, es que estaban juntos. Cualquiera que los mirara pensaría que eran más que uña y piel. Mascó el chicle de canela con la sensación melancólica que le causaba reconocer esa diferencia entre realidad y ficción - el mundo de carne y hueso no se asemejaba al de fantasía, y ahora que estaba en el almacén abandonado... Pues demonios, podía dar rienda suelta a la fantasía. Se recostó contra un cajón y apoyó la cabeza en la madera. Cerró los ojos en gesto adormilado; deseaba que el sopor la invadiera mientras pensaba en una vida sin problemas y con amor.

    —Este sitio es una puta mierda...

    Las palabras, sorprendentemente, no venían de parte suya. Abrió los ojos y trató de discernir a aquel hombre entre la oscuridad... pero nada, no veía un pijo. —¿Puta mierda? Aquí no pasa la policía, ¿qué te esperabas? —Otra voz, algo reconocible, acompañó a la primera. Ambas eran de hombres más bien mayores, al menos comparándolos consigo misma, teniendo poco más de diecinueve.

    Y entonces llegó a su nariz el aroma a marihuana. Uf, se removió con el deseo de acercarse a ellos, pero inmediatamente se le puso la cara roja de los nervios. Ese miedo a la gente era su perdición...

    —Además, te lo puedo contar todo aquí. Ni mensajes ni polladas de esas... —soltó una corta risa, irritante como el sonido de uñas contra la pizarra—. Me he topado con el mocoso del otro día. El del bar.

    —El que te golpeó.

    —Sí, sí, el que me golpeó. Parece que se ha echado novio.

    Soltó otra risa, que fue incluso más molesta. Como de un niñato matón que se dedicaba a hacer chistes asquerosos contra los raritos de clase. —Pero el caso es que ahora ya sé dónde vive. Le he dejado una sorpresa. ¿Sabes que ya no tiene arma? Además...-

    —¿Qué coño me estás contando? Si he estado contigo todo el día. Te he ayudado a dejar esa pistola en el recibidor sin que nadie te viera. Incluso he llamado a ese niño de papá como si fuera su nuevo botones. Imbécil... Te ha dejado imbécil a golpes.

    Tras una pausa, el otro le respondió. —Ya no recuerdo las cosas bien. Pero de ese bigote... Es inconfundible.

    —Sí, y aunque te lo cargues, no vas a caerle mejor a esos tipos, ni te vas a curar el alzheimer... ¡Eh, devuélvemelo!

    Pero Bruna había escuchado lo suficiente como para entender de qué iba todo aquello, más aún cuando ella misma lo había visto. Acomodó su coleta para echarse la capucha de la sudadera por encima de la cabeza y se colocó la bandana sobre la boca, dando al final la apariencia de una grafitera cualquiera. Si tan solo tuviera las armas... Pero las había dejado las dos en otro sitio más seguro. Igualmente, nada más salir se tropezó con uno de los dos a causa de la oscuridad. El porro que sujetaba cayó al suelo y se apagó, aunque ella aprovechó la situación para cogerlo.

    —¡Mira por dónde vas, hostia!

    —¡G-g-gilipoll...! —antes de espetar al 100% el insulto, se calló; le había salido mal, nuevamente. En su lugar les sacó el dedo corazón, tembloroso, pero lo importante fue quedarse con sus caras. Uno, alto y barbudo (no se hizo corte de pelo). Otro, un poco menos alto y con un poco de sobrepeso. Con poco pelo también. Pero suficiente; echó a correr antes de que se pusieran violentos con ella.

    -----

    La llamada con Isidro fue breve, pero suficiente para hacerlo sentir miedo genuino. Ambos se hicieron a la calle con el viejo Toyota Corolla 1980 gris del chico. Era entrada la noche... ¿cómo podían esperar encontrarlo?

    —Me has dicho que no le deje contestar llamadas, pero ésta es importante...

    Bruna se recostó contra el respaldo del copiloto, cansada. Algo en ella se sentía distinto, y no tenía que ver con el olor a estupefacientes ni sus ojos enrojecidos. O sí. A saber. Isidro encontró el contacto de Takahari y esperó que la llamada fuera contestada. Ansiedad le dio percatarse de la tardanza.

    Y entonces, Bruna hizo la peor pregunta posible en el peor momento para hacerla.

    —¿Es verdad lo que dijeron? ¿Que sois novios?

    ¿Qué?

    Bruna no mencionó ese detalle al principio. La pregunta lo descolocó tanto que se mantuvo en espera él también. Su cerebro estaba tan en espera como la llamada que Takahari le debía de contestar.
    [eclipse_violet_frog_172] La ida del muchacho lo tranquilizó. No sabía lo que le deparaba el futuro lejos de él, pero sí lo que lo deparaba el futuro a su lado: problemas, en resumen. Unos problemas a los que jamás se había enfrentado por su condición de ciudadano acaudalado y legal. Ahora que no estaba Takahari, se permitió desempolvar una botella de whisky del armario más un vaso. "¿Qué hubiera pensado de verme borracho?", pensó. Pero el alcohol era más bien un tranquilizante. La sangre era el único licor que lo embriagaba. Entonces, fue la llamada que antes esperaba lo que lo tomó desprevenido, justo en el momento en el que deseaba evadirse por un instante. Al ver el contacto, sin embargo, contestó sin pensarlo. ----- Pasar la tarde desaparecida no era problema para ella. Razvan era perfectamente consciente de lo que hacía, y le daba igual. Isidro participaba, y el resto... Bueno, no había resto. Por algo seguían juntos. Coño, es que estaban juntos. Cualquiera que los mirara pensaría que eran más que uña y piel. Mascó el chicle de canela con la sensación melancólica que le causaba reconocer esa diferencia entre realidad y ficción - el mundo de carne y hueso no se asemejaba al de fantasía, y ahora que estaba en el almacén abandonado... Pues demonios, podía dar rienda suelta a la fantasía. Se recostó contra un cajón y apoyó la cabeza en la madera. Cerró los ojos en gesto adormilado; deseaba que el sopor la invadiera mientras pensaba en una vida sin problemas y con amor. —Este sitio es una puta mierda... Las palabras, sorprendentemente, no venían de parte suya. Abrió los ojos y trató de discernir a aquel hombre entre la oscuridad... pero nada, no veía un pijo. —¿Puta mierda? Aquí no pasa la policía, ¿qué te esperabas? —Otra voz, algo reconocible, acompañó a la primera. Ambas eran de hombres más bien mayores, al menos comparándolos consigo misma, teniendo poco más de diecinueve. Y entonces llegó a su nariz el aroma a marihuana. Uf, se removió con el deseo de acercarse a ellos, pero inmediatamente se le puso la cara roja de los nervios. Ese miedo a la gente era su perdición... —Además, te lo puedo contar todo aquí. Ni mensajes ni polladas de esas... —soltó una corta risa, irritante como el sonido de uñas contra la pizarra—. Me he topado con el mocoso del otro día. El del bar. —El que te golpeó. —Sí, sí, el que me golpeó. Parece que se ha echado novio. Soltó otra risa, que fue incluso más molesta. Como de un niñato matón que se dedicaba a hacer chistes asquerosos contra los raritos de clase. —Pero el caso es que ahora ya sé dónde vive. Le he dejado una sorpresa. ¿Sabes que ya no tiene arma? Además...- —¿Qué coño me estás contando? Si he estado contigo todo el día. Te he ayudado a dejar esa pistola en el recibidor sin que nadie te viera. Incluso he llamado a ese niño de papá como si fuera su nuevo botones. Imbécil... Te ha dejado imbécil a golpes. Tras una pausa, el otro le respondió. —Ya no recuerdo las cosas bien. Pero de ese bigote... Es inconfundible. —Sí, y aunque te lo cargues, no vas a caerle mejor a esos tipos, ni te vas a curar el alzheimer... ¡Eh, devuélvemelo! Pero Bruna había escuchado lo suficiente como para entender de qué iba todo aquello, más aún cuando ella misma lo había visto. Acomodó su coleta para echarse la capucha de la sudadera por encima de la cabeza y se colocó la bandana sobre la boca, dando al final la apariencia de una grafitera cualquiera. Si tan solo tuviera las armas... Pero las había dejado las dos en otro sitio más seguro. Igualmente, nada más salir se tropezó con uno de los dos a causa de la oscuridad. El porro que sujetaba cayó al suelo y se apagó, aunque ella aprovechó la situación para cogerlo. —¡Mira por dónde vas, hostia! —¡G-g-gilipoll...! —antes de espetar al 100% el insulto, se calló; le había salido mal, nuevamente. En su lugar les sacó el dedo corazón, tembloroso, pero lo importante fue quedarse con sus caras. Uno, alto y barbudo (no se hizo corte de pelo). Otro, un poco menos alto y con un poco de sobrepeso. Con poco pelo también. Pero suficiente; echó a correr antes de que se pusieran violentos con ella. ----- La llamada con Isidro fue breve, pero suficiente para hacerlo sentir miedo genuino. Ambos se hicieron a la calle con el viejo Toyota Corolla 1980 gris del chico. Era entrada la noche... ¿cómo podían esperar encontrarlo? —Me has dicho que no le deje contestar llamadas, pero ésta es importante... Bruna se recostó contra el respaldo del copiloto, cansada. Algo en ella se sentía distinto, y no tenía que ver con el olor a estupefacientes ni sus ojos enrojecidos. O sí. A saber. Isidro encontró el contacto de Takahari y esperó que la llamada fuera contestada. Ansiedad le dio percatarse de la tardanza. Y entonces, Bruna hizo la peor pregunta posible en el peor momento para hacerla. —¿Es verdad lo que dijeron? ¿Que sois novios? ¿Qué? Bruna no mencionó ese detalle al principio. La pregunta lo descolocó tanto que se mantuvo en espera él también. Su cerebro estaba tan en espera como la llamada que Takahari le debía de contestar.
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  • [ ᴍᴀꜱꜱɪᴠᴇ ᴛʀɪɢɢᴇʀ ᴡᴀʀɴɪɴɢ, ᴄᴀʀᴇꜰᴜʟ. ]

    —————————————〉 𝙏𝙝𝙚 𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙘𝙚 II〈—————————————

    La sangre sigue tibia en sus manos, pero el frío que lo recorre es más profundo que cualquier cosa que pueda sentir sobre su piel. Está quieto, como una estatua rota, con la mirada perdida en el rojo que tiñe el suelo y sus dedos. Las voces lo observan desde las sombras de su mente, satisfechas, burlonas.

    «¿Lo ves? Siempre fuiste esto. Una herramienta para el caos.»

    Sus labios tiemblan, y por un instante la sonrisa torcida que lleva marcada en el rostro amenaza con desaparecer. Pero no lo hace. Se queda ahí, congelada como una máscara, una burla de sí mismo. El cuchillo aún está en su mano, pesado y caliente. Lo siente vibrar con la memoria de lo que ha hecho. Pero no mira a la víctima. No todavía.

    Da un paso hacia atrás. El eco de su bota resonando en el suelo le parece ajeno, como si el sonido viniera de otra persona, de otro lugar. Algo le oprime el pecho, y el aire se le escapa en respiraciones entrecortadas. Las voces no lo dejan solo.

    «No te detengas ahora. Es lo único que haces bien. Sigue adelante.»

    Pero no se mueve. Algo más lo detiene, algo que las voces intentan sofocar, pero que lucha por abrirse paso entre el ruido.

    —No quería… —Murmura, su voz apenas un hilo.

    Las palabras no significan nada para las sombras en su cabeza. Ellas ríen.

    «¿No querías? ¿Y qué importa eso? Lo hiciste. Las manos están manchadas, y no hay agua suficiente para limpiarlas. Mírate. Míralo. Esto es lo que eres.»

    Cierra los ojos con fuerza, tratando de bloquearlas, pero solo las siente más cerca, susurrando directamente en su oído. Su corazón late con fuerza, un tambor descontrolado que amenaza con romperse.

    Finalmente, abre los ojos. La máscara de la sonrisa cae, y en su lugar queda un rostro vacío, quebrado. Mira al suelo, al cuerpo frente a él. La sangre se extiende como un lago oscuro, reflejando fragmentos distorsionados de la luz tenue.

    Su pecho se hunde al verlo. El peso de lo que ha hecho lo golpea como una tormenta, y todo su ser se tambalea bajo el impacto. El cuchillo resbala de sus dedos y cae con un ruido seco, pero él no se mueve para recogerlo. No puede.

    Las voces se callan, por un momento. El silencio es peor.

    Cae de rodillas, sus manos temblorosas presionan contra el suelo, dejando marcas de sangre en cada movimiento. Siente el calor espeso del líquido, pero no puede apartarse. Su mente está atrapada en el caos de lo que ha hecho, en la mirada vacía de quien yace frente a él. No hay súplica, no hay juicio. Solo silencio.

    —No… No, no, no… —Repite, como si pudiera negar la realidad con esas palabras.

    Su cuerpo tiembla, y su respiración se quiebra, convirtiéndose en un sollozo áspero. Las lágrimas comienzan a mezclarse con el sudor que le corre por la frente. Cierra los ojos de nuevo, pero la imagen está grabada en su mente. No puede escapar.

    Por un momento, piensa en rendirse. En quedarse ahí, dejar que el frío lo consuma, dejar que las voces lo arrastren por completo.

    Con un esfuerzo titánico, se obliga a levantarse. Sus piernas tambalean, y casi cae de nuevo, pero aprieta los puños con fuerza, ignorando el dolor, ignorando el peso insoportable de la culpa acumulada por años. Se obliga a dar un paso hacia atrás, alejándose del charco, de la sangre, del cuerpo.

    No hay redención para él. Lo sabe. Pero si sigue cayendo, si sigue escuchando las voces, se convertirá por completo en lo que más teme ser.

    Mira sus manos ensangrentadas una última vez antes de limpiarlas torpemente contra su ropa. La mancha no desaparece, pero no importa. Ya no hay nada que pueda limpiar.

    Sale del lugar sin mirar atrás, cada paso más pesado que el anterior. Las voces comienzan a murmurar otra vez, pero esta vez no responden carcajadas. Ahora lo observan, silenciosas, mientras él camina con la carga de su humanidad hecha pedazos. No sabe a dónde va, ni si tiene un lugar al que pueda pertenecer.

    Solo sabe que no puede detenerse. Si lo hace, las sombras ganarán. Y aunque ya haya perdido casi todo, se niega a perder lo poco que le queda.

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    [ ᴍᴀꜱꜱɪᴠᴇ ᴛʀɪɢɢᴇʀ ᴡᴀʀɴɪɴɢ, ᴄᴀʀᴇꜰᴜʟ. ] —————————————〉 𝙏𝙝𝙚 𝙚𝙢𝙗𝙧𝙖𝙘𝙚 II〈————————————— La sangre sigue tibia en sus manos, pero el frío que lo recorre es más profundo que cualquier cosa que pueda sentir sobre su piel. Está quieto, como una estatua rota, con la mirada perdida en el rojo que tiñe el suelo y sus dedos. Las voces lo observan desde las sombras de su mente, satisfechas, burlonas. «¿Lo ves? Siempre fuiste esto. Una herramienta para el caos.» Sus labios tiemblan, y por un instante la sonrisa torcida que lleva marcada en el rostro amenaza con desaparecer. Pero no lo hace. Se queda ahí, congelada como una máscara, una burla de sí mismo. El cuchillo aún está en su mano, pesado y caliente. Lo siente vibrar con la memoria de lo que ha hecho. Pero no mira a la víctima. No todavía. Da un paso hacia atrás. El eco de su bota resonando en el suelo le parece ajeno, como si el sonido viniera de otra persona, de otro lugar. Algo le oprime el pecho, y el aire se le escapa en respiraciones entrecortadas. Las voces no lo dejan solo. «No te detengas ahora. Es lo único que haces bien. Sigue adelante.» Pero no se mueve. Algo más lo detiene, algo que las voces intentan sofocar, pero que lucha por abrirse paso entre el ruido. —No quería… —Murmura, su voz apenas un hilo. Las palabras no significan nada para las sombras en su cabeza. Ellas ríen. «¿No querías? ¿Y qué importa eso? Lo hiciste. Las manos están manchadas, y no hay agua suficiente para limpiarlas. Mírate. Míralo. Esto es lo que eres.» Cierra los ojos con fuerza, tratando de bloquearlas, pero solo las siente más cerca, susurrando directamente en su oído. Su corazón late con fuerza, un tambor descontrolado que amenaza con romperse. Finalmente, abre los ojos. La máscara de la sonrisa cae, y en su lugar queda un rostro vacío, quebrado. Mira al suelo, al cuerpo frente a él. La sangre se extiende como un lago oscuro, reflejando fragmentos distorsionados de la luz tenue. Su pecho se hunde al verlo. El peso de lo que ha hecho lo golpea como una tormenta, y todo su ser se tambalea bajo el impacto. El cuchillo resbala de sus dedos y cae con un ruido seco, pero él no se mueve para recogerlo. No puede. Las voces se callan, por un momento. El silencio es peor. Cae de rodillas, sus manos temblorosas presionan contra el suelo, dejando marcas de sangre en cada movimiento. Siente el calor espeso del líquido, pero no puede apartarse. Su mente está atrapada en el caos de lo que ha hecho, en la mirada vacía de quien yace frente a él. No hay súplica, no hay juicio. Solo silencio. —No… No, no, no… —Repite, como si pudiera negar la realidad con esas palabras. Su cuerpo tiembla, y su respiración se quiebra, convirtiéndose en un sollozo áspero. Las lágrimas comienzan a mezclarse con el sudor que le corre por la frente. Cierra los ojos de nuevo, pero la imagen está grabada en su mente. No puede escapar. Por un momento, piensa en rendirse. En quedarse ahí, dejar que el frío lo consuma, dejar que las voces lo arrastren por completo. Con un esfuerzo titánico, se obliga a levantarse. Sus piernas tambalean, y casi cae de nuevo, pero aprieta los puños con fuerza, ignorando el dolor, ignorando el peso insoportable de la culpa acumulada por años. Se obliga a dar un paso hacia atrás, alejándose del charco, de la sangre, del cuerpo. No hay redención para él. Lo sabe. Pero si sigue cayendo, si sigue escuchando las voces, se convertirá por completo en lo que más teme ser. Mira sus manos ensangrentadas una última vez antes de limpiarlas torpemente contra su ropa. La mancha no desaparece, pero no importa. Ya no hay nada que pueda limpiar. Sale del lugar sin mirar atrás, cada paso más pesado que el anterior. Las voces comienzan a murmurar otra vez, pero esta vez no responden carcajadas. Ahora lo observan, silenciosas, mientras él camina con la carga de su humanidad hecha pedazos. No sabe a dónde va, ni si tiene un lugar al que pueda pertenecer. Solo sabe que no puede detenerse. Si lo hace, las sombras ganarán. Y aunque ya haya perdido casi todo, se niega a perder lo poco que le queda. [ Pt 1 → https://ficrol.com/posts/216306 ← ]
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  • Mi visión... Una lluvia de pétalos rojos asimilando la lluvia de sangre que pronto se vendrá…
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  • Destruyendo a un demonio que no quiso cumplir con el trato que hicimos y con rastros de sangre en mi rostro -

    Bien ya este gusano no me sirve veamos quien sigue en mi lista

    Sonrió anpliamente mientras me pongo mi abrigo y sigo caminando por las calles del infierno silbando-
    Destruyendo a un demonio que no quiso cumplir con el trato que hicimos y con rastros de sangre en mi rostro - Bien ya este gusano no me sirve veamos quien sigue en mi lista Sonrió anpliamente mientras me pongo mi abrigo y sigo caminando por las calles del infierno silbando-
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  • El zorro hacía más de dos semanas que no sabía nada sobre su mejor amigo. Ni por el vínculo ni por ningún otro medio.

    Sentía que un gran abismo se había interpuesto entre ambos; no solo por el regreso de su ex. Si no por la posterior discusión que el zorro tubo con el mismo. Por no hablar que ya no le pedía de su sangre para aplacar su sed.

    Sin poder aguantarlo más, Kazuo se dirigió rumbo a su residencia. Necesitaba hablar, ver qué todo estaba bien...que él estaba bien.

    Este encuentra la ventana por la que siempre entraba abierta, al menos eso no había cambiado. Salta y de inmediato entra en la sala, donde se encontraba su amigo junto a la chimenea, sentado en el sofá frente al fuego.

    - Heinrich Rosenberg ....- Musita el zorro para anunciar su llegada.

    Este avanza para sentarse al lado del vampiro. Su rostro cargado de pesar, por qué seguramente no sería una conversación fácil.
    El zorro hacía más de dos semanas que no sabía nada sobre su mejor amigo. Ni por el vínculo ni por ningún otro medio. Sentía que un gran abismo se había interpuesto entre ambos; no solo por el regreso de su ex. Si no por la posterior discusión que el zorro tubo con el mismo. Por no hablar que ya no le pedía de su sangre para aplacar su sed. Sin poder aguantarlo más, Kazuo se dirigió rumbo a su residencia. Necesitaba hablar, ver qué todo estaba bien...que él estaba bien. Este encuentra la ventana por la que siempre entraba abierta, al menos eso no había cambiado. Salta y de inmediato entra en la sala, donde se encontraba su amigo junto a la chimenea, sentado en el sofá frente al fuego. - [Heinz_Vamp] ....- Musita el zorro para anunciar su llegada. Este avanza para sentarse al lado del vampiro. Su rostro cargado de pesar, por qué seguramente no sería una conversación fácil.
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