• Estoy podrida.
    Pero se siente tan bien, que a veces no me importa...por mucho que sepa que está mal quien soy, que pensamientos tengo y lo que soy capaz de hacer.
    Pero aún así
    ¿Me querrás de todas formas?
    Estoy podrida. Pero se siente tan bien, que a veces no me importa...por mucho que sepa que está mal quien soy, que pensamientos tengo y lo que soy capaz de hacer. Pero aún así ¿Me querrás de todas formas?
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  • Carmina caminaba por las calles con una expresión que bien podría haber derretido una capa de hielo, pero lo único que amenazaba con derretirse era ella misma. El viento cortante se colaba por los rincones de su abrigo, y cada paso que daba era una batalla contra el frío.

    "Esto es una locura. ¿Por qué diablos vivo en un lugar donde el clima parece tener una relación personal con el invierno?" murmuraba para sí misma, apretando los dientes mientras abrazaba su chaleco con más fuerza. Cada bocanada de aire helado le congelaba la cara, y las puntas de sus dedos parecían ser un bloque de hielo que no se derretiría hasta el próximo siglo.

    Cuando pasó frente a una tienda de ropa, un impulso irrefrenable la hizo detenerse. ¿Una bufanda más? pensó. Claro, eso solucionará todos mis problemas. Y un par de guantes que no me hagan parecer un muñeco de nieve.

    A pesar de su furia interna, entró en la tienda, solo para ser recibida por un extraño tipo que le ofreció una bufanda de colores brillantes. "¡Es el último modelo! Totalmente de moda y mantiene el calor como ningún otro", dijo el vendedor con una sonrisa que parecía sacada de un catálogo de invierno feliz.

    Carmina lo miró, su ceño fruncido más pronunciado que nunca. "Escucha, amigo," dijo con voz grave y directa, "lo único que quiero es no sentir que mis huesos se están fracturando bajo la capa de hielo que el viento me está echando. No me importa la moda, solo busco algo que no me haga pensar que estoy congelando mi alma."

    El vendedor, claramente impresionado por su sinceridad, la observó mientras elegía una bufanda más sobria. "Entendido. Lo suyo es la funcionalidad, no el glamour," dijo, y se alejó, dejando a Carmina con una nueva pieza de lana que tenía todo el potencial de salvarla del invierno... o al menos eso esperaba.

    Cuando salió de la tienda, Carmina se envolvió en la bufanda, la cual, milagrosamente, parecía cumplir su propósito. Pero su rostro seguía tan enfadado como siempre. "Esto no es suficiente. El frío no se va a rendir solo porque me ponga ropa más abrigada. Necesito una solución, y no, no hablo de comprar más cosas."

    Justo cuando pensaba que su día no podría empeorar, el viento lanzó una ráfaga tan fuerte que su bufanda, por un breve segundo, se deshizo. "¡Ah, no!" gritó, mirando cómo su bufanda volaba como un cometa fuera de control.

    A regañadientes, Carmina comenzó a correr tras ella, lanzando maldiciones por cada paso que daba. Cuando finalmente atrapó la bufanda, se detuvo, respirando pesadamente, mirando el cielo como si estuviera esperando una señal de los dioses para que al menos el frío tuviera piedad de ella.

    "Debería haberme quedado en casa," dijo mientras se ajustaba la bufanda y comenzaba a caminar hacia su destino, resignada a que este invierno no la iba a ganar. "Pero, por lo menos, esta bufanda es bastante decente."
    Carmina caminaba por las calles con una expresión que bien podría haber derretido una capa de hielo, pero lo único que amenazaba con derretirse era ella misma. El viento cortante se colaba por los rincones de su abrigo, y cada paso que daba era una batalla contra el frío. "Esto es una locura. ¿Por qué diablos vivo en un lugar donde el clima parece tener una relación personal con el invierno?" murmuraba para sí misma, apretando los dientes mientras abrazaba su chaleco con más fuerza. Cada bocanada de aire helado le congelaba la cara, y las puntas de sus dedos parecían ser un bloque de hielo que no se derretiría hasta el próximo siglo. Cuando pasó frente a una tienda de ropa, un impulso irrefrenable la hizo detenerse. ¿Una bufanda más? pensó. Claro, eso solucionará todos mis problemas. Y un par de guantes que no me hagan parecer un muñeco de nieve. A pesar de su furia interna, entró en la tienda, solo para ser recibida por un extraño tipo que le ofreció una bufanda de colores brillantes. "¡Es el último modelo! Totalmente de moda y mantiene el calor como ningún otro", dijo el vendedor con una sonrisa que parecía sacada de un catálogo de invierno feliz. Carmina lo miró, su ceño fruncido más pronunciado que nunca. "Escucha, amigo," dijo con voz grave y directa, "lo único que quiero es no sentir que mis huesos se están fracturando bajo la capa de hielo que el viento me está echando. No me importa la moda, solo busco algo que no me haga pensar que estoy congelando mi alma." El vendedor, claramente impresionado por su sinceridad, la observó mientras elegía una bufanda más sobria. "Entendido. Lo suyo es la funcionalidad, no el glamour," dijo, y se alejó, dejando a Carmina con una nueva pieza de lana que tenía todo el potencial de salvarla del invierno... o al menos eso esperaba. Cuando salió de la tienda, Carmina se envolvió en la bufanda, la cual, milagrosamente, parecía cumplir su propósito. Pero su rostro seguía tan enfadado como siempre. "Esto no es suficiente. El frío no se va a rendir solo porque me ponga ropa más abrigada. Necesito una solución, y no, no hablo de comprar más cosas." Justo cuando pensaba que su día no podría empeorar, el viento lanzó una ráfaga tan fuerte que su bufanda, por un breve segundo, se deshizo. "¡Ah, no!" gritó, mirando cómo su bufanda volaba como un cometa fuera de control. A regañadientes, Carmina comenzó a correr tras ella, lanzando maldiciones por cada paso que daba. Cuando finalmente atrapó la bufanda, se detuvo, respirando pesadamente, mirando el cielo como si estuviera esperando una señal de los dioses para que al menos el frío tuviera piedad de ella. "Debería haberme quedado en casa," dijo mientras se ajustaba la bufanda y comenzaba a caminar hacia su destino, resignada a que este invierno no la iba a ganar. "Pero, por lo menos, esta bufanda es bastante decente."
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Qué bien te queda el adorno, "Samantha" -dice, burlón, solo por el placer de molestar a su hermano-
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  • Eso de que lo usen como Squishy toy es raro, pero, curiosamente, no le molesta si se trata de su esposo, es un gusto culposo.
    Eso de que lo usen como Squishy toy es raro, pero, curiosamente, no le molesta si se trata de su esposo, es un gusto culposo.
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  • Aventura de hermanos... parte 1
    Categoría Aventura
    La noche había caído en el reino Fae y con ella la luna brillaba majestuosamente en cielo y Alexa se encontraba en las afueras de los terrenos Selene, mas específicamente en la lejanía de la mansión entre los arboles donde todos los Selene eran sepultados. Habían pasado ya un par de días tras la conversación con su hermano y los ataques del pasado donde lloro hasta quedarse dormida en los aposentos de Daniel.

    Alexa llevaba ropa oscura que cubría su cabello y rostro, enmascarando ligeramente su identidad, algo prácticamente imposible pues el aura y poder de los Selene era inconfundible, en esta ocasión no iría solo ella sino tambien su inexperto hermanito al cual había prometido darle respuesta y contarle todos los misterios que englobaban a la familia Selene y a los hijos de la luna.

    Seria una aventura divertida un viaje de no mas de 6 días a la biblioteca sagrada, la cual cuidaba su familia y resguardaba todos los secretos del reino mágico, pasarían por lugares no aptos para un noble como lo eran ellos por lo cual había dejado una nota que decía exactamente la lista de cosas que debía llevar, donde la vería y un regalo de parte de sus padres, su primer investidura de "soldado" o en este caso el traje de "acecino" que usaban solo los hijos de la luna de alto nivel, ya le contaría el significado de todo esto a su hermano y porque estas eran las prendas adecuadas para este momento, aquel viaje serviría para ayudar a Daniel y para resolver por fin todas las dudas de Alexa.

    -Porque tarda tanto... Cuanto tiempo puede tomar hacer una maleta y cambiarse...

    Estaba nerviosa, había pedido permiso a su padres para llevar a Daniel en esta alocada misión de investigación, ella era un soldado entrenado, llevar a alguien tan inexperto la asustaba, sobre todo porque era su hermanito, pero confiaría en el.

    -Ya no es un niño Alexandra recuérdalo Esto es bueno para el... Sera divertido...


    ||Rol con Daniel Selene
    La noche había caído en el reino Fae y con ella la luna brillaba majestuosamente en cielo y Alexa se encontraba en las afueras de los terrenos Selene, mas específicamente en la lejanía de la mansión entre los arboles donde todos los Selene eran sepultados. Habían pasado ya un par de días tras la conversación con su hermano y los ataques del pasado donde lloro hasta quedarse dormida en los aposentos de Daniel. Alexa llevaba ropa oscura que cubría su cabello y rostro, enmascarando ligeramente su identidad, algo prácticamente imposible pues el aura y poder de los Selene era inconfundible, en esta ocasión no iría solo ella sino tambien su inexperto hermanito al cual había prometido darle respuesta y contarle todos los misterios que englobaban a la familia Selene y a los hijos de la luna. Seria una aventura divertida un viaje de no mas de 6 días a la biblioteca sagrada, la cual cuidaba su familia y resguardaba todos los secretos del reino mágico, pasarían por lugares no aptos para un noble como lo eran ellos por lo cual había dejado una nota que decía exactamente la lista de cosas que debía llevar, donde la vería y un regalo de parte de sus padres, su primer investidura de "soldado" o en este caso el traje de "acecino" que usaban solo los hijos de la luna de alto nivel, ya le contaría el significado de todo esto a su hermano y porque estas eran las prendas adecuadas para este momento, aquel viaje serviría para ayudar a Daniel y para resolver por fin todas las dudas de Alexa. -Porque tarda tanto... Cuanto tiempo puede tomar hacer una maleta y cambiarse... Estaba nerviosa, había pedido permiso a su padres para llevar a Daniel en esta alocada misión de investigación, ella era un soldado entrenado, llevar a alguien tan inexperto la asustaba, sobre todo porque era su hermanito, pero confiaría en el. -Ya no es un niño Alexandra recuérdalo Esto es bueno para el... Sera divertido... ||Rol con [Hijo_de_la_luna]
    Tipo
    Individual
    Líneas
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    Estado
    Disponible
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  • En un inicio, P empezó luchando contra otras marionetas, fuesen más grandes o pequeñas que él. Todas perdían aceite con cada ataque, quizás algún que otro engranaje. Algo con lo que él más o menos estaba familiarizado al ser igual.

    Pero... la primera vez que se enfrentó a un humano no hubo aceite de color negro, ni hubo engranajes, ni tornillos, ni tuercas... hubo sangre, color rojo, hubo quejidos de dolor, hubo carne y el crujir de algunos huesos.

    Era la primera vez viendo sangre y, aún así, algo dentro suyo le dijo que fue grave. Matar a un humano no era lo mismo que aniquilar a una marioneta o un monstruo. Era diferente de alguna forma. Sus ojos se quedaron clavados en su diestra, manchada de sangre casi tanto como su ropa y rostro. Terminó con una vida humana.

    Estaba mal, lo sabía porque conocía las reglas. Una marioneta jamás debe dañar a una persona. Pero él lo hizo. Él podía hacerlo. No lo pensó dos veces. ¿Era malo por eso? Si tuvo que eliminar a esa persona por necesidad, por no tener más opción, ¿eso en qué lo convertía?

    Esa pregunta poco a poco empezó a quedar en un rincón olvidado entre sus pensamientos a medida que continuó con las batallas, mientras más humanos se enfrentaban a él y más sangre manchaba su ropa.
    En un inicio, P empezó luchando contra otras marionetas, fuesen más grandes o pequeñas que él. Todas perdían aceite con cada ataque, quizás algún que otro engranaje. Algo con lo que él más o menos estaba familiarizado al ser igual. Pero... la primera vez que se enfrentó a un humano no hubo aceite de color negro, ni hubo engranajes, ni tornillos, ni tuercas... hubo sangre, color rojo, hubo quejidos de dolor, hubo carne y el crujir de algunos huesos. Era la primera vez viendo sangre y, aún así, algo dentro suyo le dijo que fue grave. Matar a un humano no era lo mismo que aniquilar a una marioneta o un monstruo. Era diferente de alguna forma. Sus ojos se quedaron clavados en su diestra, manchada de sangre casi tanto como su ropa y rostro. Terminó con una vida humana. Estaba mal, lo sabía porque conocía las reglas. Una marioneta jamás debe dañar a una persona. Pero él lo hizo. Él podía hacerlo. No lo pensó dos veces. ¿Era malo por eso? Si tuvo que eliminar a esa persona por necesidad, por no tener más opción, ¿eso en qué lo convertía? Esa pregunta poco a poco empezó a quedar en un rincón olvidado entre sus pensamientos a medida que continuó con las batallas, mientras más humanos se enfrentaban a él y más sangre manchaba su ropa.
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  • Mejor dejo mis pensamientos, a un lado no soy dinos para mí aún. Aunque debes en cuando lo tenga , los meteré en un baur con candaro bajo muchas llaves.
    Mejor dejo mis pensamientos, a un lado no soy dinos para mí aún. Aunque debes en cuando lo tenga , los meteré en un baur con candaro bajo muchas llaves.
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  • Reino de Lys, capítulo #3, apéndice #1: Nuestros héroes.

    Un gran imperio no sería nada sin sus grandes héroes. A lo largo y ancho de nuestra nación solía haber doce grandes estatuas puestas en pares, resguardando las seis puertas que guían al interior de nuestra gloriosa nación; Los doce paladines, épicos caballeros de los que se sabe muy poco, pero que fueron aprendices del sabio que brindó la magia a nuestro emperador y que fueron los primeros en jurar proteger a nuestra tierra de los enemigos externos e internos. Doce héroes que no solo empuñaron la magia, regalo del Dios Aureus, sino que también fueron ángulos de la fé en este, esparciendo su palabra de paz, honor y misericordia a quienes desearan pertenecer a nuestro imperio. Estos eras sus nombres:

    Sir Roland, el caballero león
    Sir Rhobar, el santo de la espada
    Sir Astolfo, el hermoso doncel
    Sir Ruggiero, el escudo de la fé
    Sir Samson, el verdugo de herejes
    Sir Alexandre, el rey de hierro
    Sir Thorfinn, el señor del norte
    Sir Ivoire, el caballero de la caridad
    Sir Raphael, el jinete del oeste
    Sir Bradamante, la reina de las hadas
    Sir Jeanne, La santa doncella
    Sir Cecil, el guerrero lunar

    Cada uno de estos héroes tuvieron su epopeya personal, pero todos tenían algo en común; un amor incondicional por el reino de Lys y la meta de guiar al emperador Charlemagne a convertirlo en el gran imperio en que se convertiría eventualmente. Leyendas dicen que estos guerreros sagrados algún día regresarán, comandados por su rey en persona y bajo la tutela del sabio el día que el tamboril sagrado suene bajo la mano de un treceavo paladín... Oh, si solo hubiera sido real la leyenda, tal vez se habría evitado el desastre que cayó sobre el Imperio D'Lys...
    Reino de Lys, capítulo #3, apéndice #1: Nuestros héroes. Un gran imperio no sería nada sin sus grandes héroes. A lo largo y ancho de nuestra nación solía haber doce grandes estatuas puestas en pares, resguardando las seis puertas que guían al interior de nuestra gloriosa nación; Los doce paladines, épicos caballeros de los que se sabe muy poco, pero que fueron aprendices del sabio que brindó la magia a nuestro emperador y que fueron los primeros en jurar proteger a nuestra tierra de los enemigos externos e internos. Doce héroes que no solo empuñaron la magia, regalo del Dios Aureus, sino que también fueron ángulos de la fé en este, esparciendo su palabra de paz, honor y misericordia a quienes desearan pertenecer a nuestro imperio. Estos eras sus nombres: Sir Roland, el caballero león Sir Rhobar, el santo de la espada Sir Astolfo, el hermoso doncel Sir Ruggiero, el escudo de la fé Sir Samson, el verdugo de herejes Sir Alexandre, el rey de hierro Sir Thorfinn, el señor del norte Sir Ivoire, el caballero de la caridad Sir Raphael, el jinete del oeste Sir Bradamante, la reina de las hadas Sir Jeanne, La santa doncella Sir Cecil, el guerrero lunar Cada uno de estos héroes tuvieron su epopeya personal, pero todos tenían algo en común; un amor incondicional por el reino de Lys y la meta de guiar al emperador Charlemagne a convertirlo en el gran imperio en que se convertiría eventualmente. Leyendas dicen que estos guerreros sagrados algún día regresarán, comandados por su rey en persona y bajo la tutela del sabio el día que el tamboril sagrado suene bajo la mano de un treceavo paladín... Oh, si solo hubiera sido real la leyenda, tal vez se habría evitado el desastre que cayó sobre el Imperio D'Lys...
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  • *tomando su cuaderno de notas comienza a anotar otro de sus típicos pensamientos erráticos*

    Nunca cambien, por buscar ser aceptados por otro a la larga se destruyen ustedes mismos y este no tendrá nada de piedad con ustedes al darles una patada cuando no cumplan con sus retorcidas expectativas.
    *tomando su cuaderno de notas comienza a anotar otro de sus típicos pensamientos erráticos* Nunca cambien, por buscar ser aceptados por otro a la larga se destruyen ustedes mismos y este no tendrá nada de piedad con ustedes al darles una patada cuando no cumplan con sus retorcidas expectativas.
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  • #MonoRol | La ira de una infancia rota

    Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar."

    El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida.

    En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve.

    Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban.

    —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo?

    Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas.

    Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona.

    —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo.

    —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento.

    Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv.

    —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas.

    Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso.

    —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia.

    La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca.

    —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella.

    Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada.

    Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas.

    La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida.

    —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza.

    Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada.

    Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
    #MonoRol | La ira de una infancia rota Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar." El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida. En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve. Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban. —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo? Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas. Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona. —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo. —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento. Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv. —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas. Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso. —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia. La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca. —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella. Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada. Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas. La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida. —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza. Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada. Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
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