Ecos del Olvido
Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras.
Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida.
La victoria no trajo paz, sino silencio.
Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo.
Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba.
El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder.
Y en ese vacío, comenzó a sentirlo:
un llamado sin voz,
una grieta en la realidad,
un portal que no prometía destino… solo tránsito.
Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos.
Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad.
Como si el universo le dijera:
"No has terminado. Solo cambió el escenario."
Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención,
dio el paso.
Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró.
Pero su vínculo con todo lo conocido sí.
Ya no era Regalia.
Ya no era sombra de un dios.
Era algo más, algo que ni él comprendía.
El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia.
Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas.
Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos.
Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido.
Yukine caminó.
No por fe, ni por deber.
Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada.
Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido.
Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado…
Pero nadie sabía qué.
Ni cómo.
Ni por qué él había llegado.
Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras.
Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida.
La victoria no trajo paz, sino silencio.
Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo.
Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba.
El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder.
Y en ese vacío, comenzó a sentirlo:
un llamado sin voz,
una grieta en la realidad,
un portal que no prometía destino… solo tránsito.
Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos.
Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad.
Como si el universo le dijera:
"No has terminado. Solo cambió el escenario."
Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención,
dio el paso.
Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró.
Pero su vínculo con todo lo conocido sí.
Ya no era Regalia.
Ya no era sombra de un dios.
Era algo más, algo que ni él comprendía.
El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia.
Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas.
Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos.
Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido.
Yukine caminó.
No por fe, ni por deber.
Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada.
Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido.
Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado…
Pero nadie sabía qué.
Ni cómo.
Ni por qué él había llegado.
Ecos del Olvido
Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras.
Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida.
La victoria no trajo paz, sino silencio.
Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo.
Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba.
El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder.
Y en ese vacío, comenzó a sentirlo:
un llamado sin voz,
una grieta en la realidad,
un portal que no prometía destino… solo tránsito.
Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos.
Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad.
Como si el universo le dijera:
"No has terminado. Solo cambió el escenario."
Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención,
dio el paso.
Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró.
Pero su vínculo con todo lo conocido sí.
Ya no era Regalia.
Ya no era sombra de un dios.
Era algo más, algo que ni él comprendía.
El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia.
Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas.
Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos.
Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido.
Yukine caminó.
No por fe, ni por deber.
Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada.
Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido.
Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado…
Pero nadie sabía qué.
Ni cómo.
Ni por qué él había llegado.
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