*En Un templo en ruinas oculto entre los riscos, donde el musgo crece entre estatuas rotas y el viento arrastra siglos de silencio. El dios demonio, encarnado en forma humana, se sienta solo sobre el trono de piedra que ya no representa nada. Su mirada está fija en la llama azul de una ofrenda que no arde con fuego mortal.*
Dicen que el tiempo lo entierra todo. Mentiras. Hay heridas que se entierran con los huesos… pero siguen cantando bajo la tierra.
*Se pone de pie lentamente. Su andar es lento, como si cargara con siglos en los hombros. Se detiene frente a una pintura desvanecida en el muro, donde una figura femenina —casi borrada— parece mirarlo.*
No la he visto. No he oído su voz. Ni siquiera sé si sonríe como tú… o si heredó mi forma de callar cuando el mundo pesa demasiado. Solo sé que existe. Que respira. Que camina junto a ese hombre al que llaman padre… mientras yo observo desde lo alto como un cobarde.
*Una gota de agua cae desde el techo, rompiendo el silencio. Él aprieta los puños.*
Mi sangre en su sangre… y ella ni siquiera lo imagina. Qué destino más cruel el de los que crean vida y luego deben ocultarse de ella. No por miedo. Por castigo.
*Mira hacia una grieta en la pared. Más allá, se ve un sendero que baja por la montaña.*
Están viajando. Él la cuida, le habla con la calma que yo nunca tuve. Le enseña el mundo como si fuera un regalo, mientras yo fui capaz de prenderle fuego. Ella cree que es su padre. Y él… quizás lo es más de lo que yo merezco ser.
*Suspira. Hay una sombra en sus ojos. No odio, solo un cansancio inmenso.*
"Yo solo dejo rastros. Fragmentos. Una marca en el cielo que quizá algún día la haga mirar hacia arriba y preguntarse por qué sueña con lugares que nunca ha pisado.
*La llama azul parpadea. Él la observa por última vez antes de marcharse.*
"No la tocaré. No le hablaré. No merezco más que esto: saber que existe. Que el mundo es un poco menos oscuro porque ella camina en él. Y eso… eso basta.
Dicen que el tiempo lo entierra todo. Mentiras. Hay heridas que se entierran con los huesos… pero siguen cantando bajo la tierra.
*Se pone de pie lentamente. Su andar es lento, como si cargara con siglos en los hombros. Se detiene frente a una pintura desvanecida en el muro, donde una figura femenina —casi borrada— parece mirarlo.*
No la he visto. No he oído su voz. Ni siquiera sé si sonríe como tú… o si heredó mi forma de callar cuando el mundo pesa demasiado. Solo sé que existe. Que respira. Que camina junto a ese hombre al que llaman padre… mientras yo observo desde lo alto como un cobarde.
*Una gota de agua cae desde el techo, rompiendo el silencio. Él aprieta los puños.*
Mi sangre en su sangre… y ella ni siquiera lo imagina. Qué destino más cruel el de los que crean vida y luego deben ocultarse de ella. No por miedo. Por castigo.
*Mira hacia una grieta en la pared. Más allá, se ve un sendero que baja por la montaña.*
Están viajando. Él la cuida, le habla con la calma que yo nunca tuve. Le enseña el mundo como si fuera un regalo, mientras yo fui capaz de prenderle fuego. Ella cree que es su padre. Y él… quizás lo es más de lo que yo merezco ser.
*Suspira. Hay una sombra en sus ojos. No odio, solo un cansancio inmenso.*
"Yo solo dejo rastros. Fragmentos. Una marca en el cielo que quizá algún día la haga mirar hacia arriba y preguntarse por qué sueña con lugares que nunca ha pisado.
*La llama azul parpadea. Él la observa por última vez antes de marcharse.*
"No la tocaré. No le hablaré. No merezco más que esto: saber que existe. Que el mundo es un poco menos oscuro porque ella camina en él. Y eso… eso basta.
*En Un templo en ruinas oculto entre los riscos, donde el musgo crece entre estatuas rotas y el viento arrastra siglos de silencio. El dios demonio, encarnado en forma humana, se sienta solo sobre el trono de piedra que ya no representa nada. Su mirada está fija en la llama azul de una ofrenda que no arde con fuego mortal.*
Dicen que el tiempo lo entierra todo. Mentiras. Hay heridas que se entierran con los huesos… pero siguen cantando bajo la tierra.
*Se pone de pie lentamente. Su andar es lento, como si cargara con siglos en los hombros. Se detiene frente a una pintura desvanecida en el muro, donde una figura femenina —casi borrada— parece mirarlo.*
No la he visto. No he oído su voz. Ni siquiera sé si sonríe como tú… o si heredó mi forma de callar cuando el mundo pesa demasiado. Solo sé que existe. Que respira. Que camina junto a ese hombre al que llaman padre… mientras yo observo desde lo alto como un cobarde.
*Una gota de agua cae desde el techo, rompiendo el silencio. Él aprieta los puños.*
Mi sangre en su sangre… y ella ni siquiera lo imagina. Qué destino más cruel el de los que crean vida y luego deben ocultarse de ella. No por miedo. Por castigo.
*Mira hacia una grieta en la pared. Más allá, se ve un sendero que baja por la montaña.*
Están viajando. Él la cuida, le habla con la calma que yo nunca tuve. Le enseña el mundo como si fuera un regalo, mientras yo fui capaz de prenderle fuego. Ella cree que es su padre. Y él… quizás lo es más de lo que yo merezco ser.
*Suspira. Hay una sombra en sus ojos. No odio, solo un cansancio inmenso.*
"Yo solo dejo rastros. Fragmentos. Una marca en el cielo que quizá algún día la haga mirar hacia arriba y preguntarse por qué sueña con lugares que nunca ha pisado.
*La llama azul parpadea. Él la observa por última vez antes de marcharse.*
"No la tocaré. No le hablaré. No merezco más que esto: saber que existe. Que el mundo es un poco menos oscuro porque ella camina en él. Y eso… eso basta.
