• ¡Hoy es un día especial en FicRol!
    No uno, ni dos... ¡sino TRES (?) personajes están de cumpleaños hoy!
    Así que toca llenar el día de felicitaciones, buen rollo y mucho cariño para:

    ؘㅤㅤ𝓐𝑙𝑦𝑠 ㅤㅤ ̷ 𝙩𝙚𝙢𝙥𝙤𝙧𝙖𝙧𝙮 𝘔𝘰𝘥𝘦𝘳𝘯 𝘈𝘜
    Kim Seo Jun
    Kim Woo Jin

    ¡Esperamos que todos reciban muchas escenas bonitas, abrazos en off y alguna que otra sorpresa!
    ¿Y tú? ¿Vas a felicitarles o a llevarles una trama de regalo?
    📅✨ ¡Hoy es un día especial en FicRol! ✨📅 No uno, ni dos... ¡sino TRES (?) personajes están de cumpleaños hoy! 🎉 Así que toca llenar el día de felicitaciones, buen rollo y mucho cariño para: 🎂 [MAGASMAR4GDUS] 🎂 [quasar_ivory_cow_322] 🎂 [fire_turquoise_rabbit_603] ¡Esperamos que todos reciban muchas escenas bonitas, abrazos en off y alguna que otra sorpresa! 🎁 ¿Y tú? ¿Vas a felicitarles o a llevarles una trama de regalo?
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  • Solo quiere reir por la maldita buena suerte que ha tenido esta semana, ser arrastrado al final por el agua fue una buena idea, sin embargo, acumulo nuevos golpes y heridas que se transfirieron a su cuerpo de Tenno.

    "Me esta costando respirar, solo espera un poco."

    El cuerpo de Chroma finalmente es atrapando por un banco de arena y de agua poco profunda, en un sitio realmente apartado de todo rastro de actividad humana, mientras Hayden solo cierra los ojos y expira dando su último aliento.

    ...

    - Quizá nos excedimos un poco, ¿eh?

    El tenno pelirrojo camina fuera del cuerpo de Chroma, completamente sano y sin rastro de los golpes, fracturas y cortes recibidos por Chroma, luego cierra los ojos para usar ese dote con el vacío para reparar, restaurar y hasta casi parece sanar el cuerpo de Chroma, mientras el pelirrojo va desapareciendo hasta no quedar nada de él, pero a cambio Chroma vuelve a activarse completamente sano.

    -¡Groar!

    "Volver a morir, no sé cuantas veces haya pasado pero nunca me acostumbraré."
    Solo quiere reir por la maldita buena suerte que ha tenido esta semana, ser arrastrado al final por el agua fue una buena idea, sin embargo, acumulo nuevos golpes y heridas que se transfirieron a su cuerpo de Tenno. "Me esta costando respirar, solo espera un poco." El cuerpo de Chroma finalmente es atrapando por un banco de arena y de agua poco profunda, en un sitio realmente apartado de todo rastro de actividad humana, mientras Hayden solo cierra los ojos y expira dando su último aliento. ... - Quizá nos excedimos un poco, ¿eh? El tenno pelirrojo camina fuera del cuerpo de Chroma, completamente sano y sin rastro de los golpes, fracturas y cortes recibidos por Chroma, luego cierra los ojos para usar ese dote con el vacío para reparar, restaurar y hasta casi parece sanar el cuerpo de Chroma, mientras el pelirrojo va desapareciendo hasta no quedar nada de él, pero a cambio Chroma vuelve a activarse completamente sano. -¡Groar! "Volver a morir, no sé cuantas veces haya pasado pero nunca me acostumbraré."
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  • 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝓙𝑒𝑠𝑠 𝓦𝑖𝑙𝑙𝑜𝑤𝑠

    Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla.
    Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado.

    Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente.
    Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir.

    Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖."
    Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica.
    Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más.

    Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo.

    Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses.
    Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada.
    Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos.
    El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo.

    Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida.

    La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto.
    Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto.
    Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero…

    Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más.
    Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta.

    UN AÑO DESPUES

    Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua.
    Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza.
    Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía.

    En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida.
    Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda.
    Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo.

    Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema.
    En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos.

    Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él.

    Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año.

    — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita.


    [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: Hope Mikaelson ]
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [FIGHTERAUR0R] Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla. Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado. Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente. Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir. Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖." Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica. Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más. Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo. Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses. Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada. Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos. El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo. Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida. La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto. Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto. Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero… Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más. Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta. UN AÑO DESPUES Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua. Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza. Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía. En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida. Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda. Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo. Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema. En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos. Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él. Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año. — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita. [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: [thetribrid] ]
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  • El sol estaba a punto de caer en el horizonte cuando Yoko se acomodó en la arena, apoyando los brazos hacia atrás y estirando las piernas con una confianza descarada. Su diminuto bikini no dejaba mucho a la imaginación, y parecía disfrutar de cada mirada que despertaba.

    Nia, a su lado, la observaba con esa mezcla de admiración y picardía que solo ella podía mostrar. Al notar que alguien se acercaba, ladeó la cabeza y sonrió suavemente, como si compartiera un secreto.

    —¿Ves? —susurró a Yoko—. No solo yo me quedo embobada contigo.

    Yoko rio bajo, girándose con intención hacia el recién llegado. El movimiento acentuó sus curvas de manera inevitable, algo que parecía hacerlo aún más consciente de la situación.
    —No me sorprende —dijo con voz traviesa, clavando sus ojos en el tercero—. ¿Quieres quedarte a mirar… o a acompañarnos?

    Nia, ruborizada pero sin apartarse de ella, apoyó su mano sobre la de Yoko y añadió con un tono dulce, pero sugerente:
    —Sería más divertido si no fuéramos solo nosotras dos.

    La brisa marina pasó ligera, arrastrando el silencio expectante que siguió. La complicidad entre ambas era clara: provocaban a propósito, dejando que la tensión hiciera el resto.
    El sol estaba a punto de caer en el horizonte cuando Yoko se acomodó en la arena, apoyando los brazos hacia atrás y estirando las piernas con una confianza descarada. Su diminuto bikini no dejaba mucho a la imaginación, y parecía disfrutar de cada mirada que despertaba. Nia, a su lado, la observaba con esa mezcla de admiración y picardía que solo ella podía mostrar. Al notar que alguien se acercaba, ladeó la cabeza y sonrió suavemente, como si compartiera un secreto. —¿Ves? —susurró a Yoko—. No solo yo me quedo embobada contigo. Yoko rio bajo, girándose con intención hacia el recién llegado. El movimiento acentuó sus curvas de manera inevitable, algo que parecía hacerlo aún más consciente de la situación. —No me sorprende —dijo con voz traviesa, clavando sus ojos en el tercero—. ¿Quieres quedarte a mirar… o a acompañarnos? Nia, ruborizada pero sin apartarse de ella, apoyó su mano sobre la de Yoko y añadió con un tono dulce, pero sugerente: —Sería más divertido si no fuéramos solo nosotras dos. La brisa marina pasó ligera, arrastrando el silencio expectante que siguió. La complicidad entre ambas era clara: provocaban a propósito, dejando que la tensión hiciera el resto.
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  • La arena estaba tibia bajo sus pies descalzos, y el sonido de las olas marcaba un ritmo tranquilo. Yoko se estiró perezosamente en su toalla, la tela diminuta de su bikini dejando escapar más piel de la que cubría. Al notarlo, Nia se sonrojó, ajustando con torpeza el lazo de su propio traje, mucho más discreto y tierno en comparación.

    —¿Demasiado para ti? —preguntó Yoko con una sonrisa pícara, al sorprenderla mirando.

    —Yo… no… —balbuceó Nia, pero sus mejillas color carmín la delataron.

    Con aire provocador, Yoko se inclinó hacia ella, lo suficiente como para que Nia pudiera sentir el calor de su piel y percibir el suave olor a sal y bronceador. Con un dedo juguetón, trazó una línea ligera en el brazo de la rubia.

    —Eres tan fácil de leer, ¿lo sabías? —murmuró, divertida.

    Nia, en un intento de defenderse, infló las mejillas y apartó la vista, aunque sus manos nerviosas no tardaron en entrelazarse con la toalla de Yoko, como si la cercanía le resultara inevitable.

    La pelirroja rio suavemente, dejando que el viento levantara su cabello. Se recostó de nuevo, cerrando los ojos, pero con una media sonrisa que dejaba claro: la provocación no había terminado.
    La arena estaba tibia bajo sus pies descalzos, y el sonido de las olas marcaba un ritmo tranquilo. Yoko se estiró perezosamente en su toalla, la tela diminuta de su bikini dejando escapar más piel de la que cubría. Al notarlo, Nia se sonrojó, ajustando con torpeza el lazo de su propio traje, mucho más discreto y tierno en comparación. —¿Demasiado para ti? —preguntó Yoko con una sonrisa pícara, al sorprenderla mirando. —Yo… no… —balbuceó Nia, pero sus mejillas color carmín la delataron. Con aire provocador, Yoko se inclinó hacia ella, lo suficiente como para que Nia pudiera sentir el calor de su piel y percibir el suave olor a sal y bronceador. Con un dedo juguetón, trazó una línea ligera en el brazo de la rubia. —Eres tan fácil de leer, ¿lo sabías? —murmuró, divertida. Nia, en un intento de defenderse, infló las mejillas y apartó la vista, aunque sus manos nerviosas no tardaron en entrelazarse con la toalla de Yoko, como si la cercanía le resultara inevitable. La pelirroja rio suavemente, dejando que el viento levantara su cabello. Se recostó de nuevo, cerrando los ojos, pero con una media sonrisa que dejaba claro: la provocación no había terminado.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba desde la ventana.
    Nia descansaba contra el hombro de Yoko, encajando en el contraste de sus cuerpos: pequeña y delicada junto a la silueta firme y generosa de la pelirroja.

    El calor de la cercanía se hacía evidente. El leve roce de los cabellos de Nia contra la piel de Yoko la hizo estremecerse apenas, mientras la joven, con gesto curioso, giraba el rostro hacia ella. Sus ojos claros se encontraron en un instante que se volvió más largo de lo necesario, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse allí.

    —Estás demasiado cerca… —murmuró Yoko, aunque su voz carecía de verdadera protesta.
    Nia sonrió suavemente, ladeando la cabeza.
    —Entonces, ¿quieres que me aleje?

    El silencio fue respuesta suficiente. Entre risas bajas y un aire cargado de complicidad, ninguna de las dos se movió, dejando que la cercanía hablara por ellas.
    La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba desde la ventana. Nia descansaba contra el hombro de Yoko, encajando en el contraste de sus cuerpos: pequeña y delicada junto a la silueta firme y generosa de la pelirroja. El calor de la cercanía se hacía evidente. El leve roce de los cabellos de Nia contra la piel de Yoko la hizo estremecerse apenas, mientras la joven, con gesto curioso, giraba el rostro hacia ella. Sus ojos claros se encontraron en un instante que se volvió más largo de lo necesario, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse allí. —Estás demasiado cerca… —murmuró Yoko, aunque su voz carecía de verdadera protesta. Nia sonrió suavemente, ladeando la cabeza. —Entonces, ¿quieres que me aleje? El silencio fue respuesta suficiente. Entre risas bajas y un aire cargado de complicidad, ninguna de las dos se movió, dejando que la cercanía hablara por ellas.
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    //Imagen conflictiva eliminada. Gracias Zairissa Dorpione por tu ayuda
    //Imagen conflictiva eliminada. Gracias [Dorpione] por tu ayuda ❤️
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  • Lo único que necesito es estar en sus brazos desde que lo conocí me siento mejor y feliz Nathaniel Lancaster
    Lo único que necesito es estar en sus brazos desde que lo conocí me siento mejor y feliz [vortex_amethyst_scorpion_128]
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  • Se llamaba Kent Jarvin. Era absoluta carroña.
    Un hombre cuya mera presencia pudría el aire. Rondaba el orfanato como los buitres rondan los cuerpos, convencido de que su poder sobre los más débiles lo hacía intocable. A nadie le importan los huérfanos pensaba. Y tenía razón, la ciudad emanaba tanta podredumbre que esas almas no tenían ningún valor.

    Lili lo había visto.
    Él también a ella.
    Y en su ignorancia, creyó que era una niña más, una nueva huérfana con ropajes roídos que jugaba con los pequeños en el patio. Nunca comprendió que sus ojos no jugaban: observaban, esperaban.

    Aquella noche, el cazador se convirtió en presa.

    Lili se apartó del grupo, fingiendo un juego en soledad. Kent la siguió, creyendo haber encontrado la ocasión perfecta. Su sombra se alargaba tras ella, como la de un depredador que ya saborea la carne.

    Cuando estiró la mano, apareció de las sombras.
    Ororon .

    Sus ojos ardían de rabia y desdicha, sus sombras del pasado lo habían convertido en pura tempestad. Sus manos se tiñeron de electricidad al ver semejante alimaña, y el aire se quebró con chispas de furia. Lili, con una sonrisa helada, solo susurró:

    —Que sea lento.

    Y él obedeció.
    La magia de Ororon se desató, no como justicia, sino como tormenta. Cada rayo era un grito contenido, cada descarga un recuerdo de dolor. Kent se retorcía bajo la furia eléctrica, y con cada espasmo la multitud de sombras que habitaban en Lili se agitaban, expectantes.

    Cuando por fin el cuerpo estuvo al borde del final, los ojos del miserable se elevaron al cielo. Una chispa de arrepentimiento, una súplica de clemencia. Esperaba que los dioses, compasivos, lo arrancaran del tormento.

    Pero entonces, la sombra de Lili se alzó.
    Oscureció la última luz que quedaba en sus pupilas, apagando el brillo que buscaba el perdón. El titán de tinieblas habló con su voz infinita:

    —No hallarás paz en la muerte.
    —Solo sombras.

    Y con esas palabras, el rastro de Kent Jarvin desapareció.
    Ni siquiera los dioses recordaron su nombre.

    https://youtu.be/2cXDgFwE13g?si=WdBMcSUyy2KUxalU
    Se llamaba Kent Jarvin. Era absoluta carroña. Un hombre cuya mera presencia pudría el aire. Rondaba el orfanato como los buitres rondan los cuerpos, convencido de que su poder sobre los más débiles lo hacía intocable. A nadie le importan los huérfanos pensaba. Y tenía razón, la ciudad emanaba tanta podredumbre que esas almas no tenían ningún valor. Lili lo había visto. Él también a ella. Y en su ignorancia, creyó que era una niña más, una nueva huérfana con ropajes roídos que jugaba con los pequeños en el patio. Nunca comprendió que sus ojos no jugaban: observaban, esperaban. Aquella noche, el cazador se convirtió en presa. Lili se apartó del grupo, fingiendo un juego en soledad. Kent la siguió, creyendo haber encontrado la ocasión perfecta. Su sombra se alargaba tras ella, como la de un depredador que ya saborea la carne. Cuando estiró la mano, apareció de las sombras. [specter_olive_hare_981]. Sus ojos ardían de rabia y desdicha, sus sombras del pasado lo habían convertido en pura tempestad. Sus manos se tiñeron de electricidad al ver semejante alimaña, y el aire se quebró con chispas de furia. Lili, con una sonrisa helada, solo susurró: —Que sea lento. Y él obedeció. La magia de Ororon se desató, no como justicia, sino como tormenta. Cada rayo era un grito contenido, cada descarga un recuerdo de dolor. Kent se retorcía bajo la furia eléctrica, y con cada espasmo la multitud de sombras que habitaban en Lili se agitaban, expectantes. Cuando por fin el cuerpo estuvo al borde del final, los ojos del miserable se elevaron al cielo. Una chispa de arrepentimiento, una súplica de clemencia. Esperaba que los dioses, compasivos, lo arrancaran del tormento. Pero entonces, la sombra de Lili se alzó. Oscureció la última luz que quedaba en sus pupilas, apagando el brillo que buscaba el perdón. El titán de tinieblas habló con su voz infinita: —No hallarás paz en la muerte. —Solo sombras. Y con esas palabras, el rastro de Kent Jarvin desapareció. Ni siquiera los dioses recordaron su nombre. https://youtu.be/2cXDgFwE13g?si=WdBMcSUyy2KUxalU
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    《¡Qué agradable sorpresa! Compartiré escenario con estas bellas musas y parece que a los fans les encantan.》
    《¡Qué agradable sorpresa! Compartiré escenario con estas bellas musas y parece que a los fans les encantan.》
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