• ——— PRESAGIO (parte II)

    El silencio se hace en el bosque que le rodea, como si las aves, los pequeños animalillos e incluso los mismo árboles aguardaran, expectantes, el desarrollo de aquel peculiar encuentro. Khan, notando aquello, vuelve la mirada a lo alto por un instante, ceñudo, molesto, sintiéndose transportado a una era donde, como maiar, era capaz de hablar con la naturaleza, pero ahora sin la capacidad de entenderle con la misma facilidad.

    El oso avanza sin dar señales de temor o cautela, por el contrario, el animal, de pronto, se acerca con una intensidad feroz, que lo reta de frente.

    Esta criatura no se apartará.

    Khan siente cómo una chispa de furia le recorre la piel y, en vez de esperar, huir o refugiarse en el interior de su camioneta, decide encararlo; si el bosque quiere enviarle un mensaje, él lo recibirá como acostumbra, de frente.

    Dando un paso decidido, luego otro y otro más, Khan acelera hasta romper en una breve carrera, sus botas aplastan las hojas secas bajo el peso de su cuerpo. El oso responde, poniéndose sobre sus patas traseras, erguido y monumental. Su gruñido llena el bosque, profundo y vibrante, pero no provoca en Khan ni un solo paso de retroceso. Al contrario, le arranca una sonrisa desafiante, la misma que revela su propio poder contenido, una presencia que, aunque sellada, nunca ha dejado de ser imponente.

    Los últimos pasos los da en un impulso arremetido, con la fuerza contenida en sus músculos preparados para impactar contra el oso, pero, justo en el instante en que extiende las manos, listas para asirse a las garras y enfrascarse en una encarnizada pelea, el aire cambia.

    El enorme cuerpo del oso se disuelve frente a los ojos del hombre, la imponente silueta se desvanece como un banco de niebla dispersado por el viento.

    Las manos de Khan encuentran solo vacío, en su lugar queda una tranquilidad imperturbable, como si nada hubiera sucedido. El aroma del bosque llena sus pulmones de nuevo, pero ahora tiene un matiz diferente, un eco de magia antigua que percibe, vagamente familiar, aunque sigue sin descifrar.

    Inmóvil, Khan observa el espacio donde estaba el oso, sus manos aún tensas por el impulso de la confrontación. Su respiración, aunque calmada, vibra con un atisbo de frustración y desconcierto. Este no ha sido un oso común, y tampoco una simple ilusión. Es una señal, una advertencia, tal vez un mensaje que le deja con más preguntas que respuestas, pero algo en el aire le hace intuir que este encuentro no es más que el presagio de lo que está por venir.
    ——— PRESAGIO (parte II) El silencio se hace en el bosque que le rodea, como si las aves, los pequeños animalillos e incluso los mismo árboles aguardaran, expectantes, el desarrollo de aquel peculiar encuentro. Khan, notando aquello, vuelve la mirada a lo alto por un instante, ceñudo, molesto, sintiéndose transportado a una era donde, como maiar, era capaz de hablar con la naturaleza, pero ahora sin la capacidad de entenderle con la misma facilidad. El oso avanza sin dar señales de temor o cautela, por el contrario, el animal, de pronto, se acerca con una intensidad feroz, que lo reta de frente. Esta criatura no se apartará. Khan siente cómo una chispa de furia le recorre la piel y, en vez de esperar, huir o refugiarse en el interior de su camioneta, decide encararlo; si el bosque quiere enviarle un mensaje, él lo recibirá como acostumbra, de frente. Dando un paso decidido, luego otro y otro más, Khan acelera hasta romper en una breve carrera, sus botas aplastan las hojas secas bajo el peso de su cuerpo. El oso responde, poniéndose sobre sus patas traseras, erguido y monumental. Su gruñido llena el bosque, profundo y vibrante, pero no provoca en Khan ni un solo paso de retroceso. Al contrario, le arranca una sonrisa desafiante, la misma que revela su propio poder contenido, una presencia que, aunque sellada, nunca ha dejado de ser imponente. Los últimos pasos los da en un impulso arremetido, con la fuerza contenida en sus músculos preparados para impactar contra el oso, pero, justo en el instante en que extiende las manos, listas para asirse a las garras y enfrascarse en una encarnizada pelea, el aire cambia. El enorme cuerpo del oso se disuelve frente a los ojos del hombre, la imponente silueta se desvanece como un banco de niebla dispersado por el viento. Las manos de Khan encuentran solo vacío, en su lugar queda una tranquilidad imperturbable, como si nada hubiera sucedido. El aroma del bosque llena sus pulmones de nuevo, pero ahora tiene un matiz diferente, un eco de magia antigua que percibe, vagamente familiar, aunque sigue sin descifrar. Inmóvil, Khan observa el espacio donde estaba el oso, sus manos aún tensas por el impulso de la confrontación. Su respiración, aunque calmada, vibra con un atisbo de frustración y desconcierto. Este no ha sido un oso común, y tampoco una simple ilusión. Es una señal, una advertencia, tal vez un mensaje que le deja con más preguntas que respuestas, pero algo en el aire le hace intuir que este encuentro no es más que el presagio de lo que está por venir.
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  • El chico lobo se acaba de despertar, había tenido una noche muy grata asando pescados a orillas del rio. Al abrir sus ojos un ligero escalofrío recorrió su cuerpo para hacer que sus extremidades y espalda se estiraran a más no poder, se estaba desperezando.

    -¡HM!...
    El chico lobo se acaba de despertar, había tenido una noche muy grata asando pescados a orillas del rio. Al abrir sus ojos un ligero escalofrío recorrió su cuerpo para hacer que sus extremidades y espalda se estiraran a más no poder, se estaba desperezando. -¡HM!...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Sinceramente, estoy atravesando un momento depresivo muy intenso, a raiz de ayer al parecer perdí contacto con un amigo quien aquí era mi partner, no se si hice algo que lo molesto, nos teníamos agregados fuera de aquí, de la nada volvió eliminar personaje y me bloqueo...

    De por si ya estoy cargado una fuerte depresión y ahora con esto creo que me afecto más.

    Para ser aun mas sincera, hasta había llegado a pensar en días atrás en el suicido.

    Pues en verdad interiormente me sentio terrible y lo que paso con mi partner no ayuda nada, me hace sentir que soy impresendible para los demás, pues para ser sincera, haga lo que haga, malinterpretan o me juzgan sin miramientos, hasta llegando a alejarse, sin decir nada.

    Como si ya no fuera "útil" por así decirlo.

    Si mi partner esta por aquí con otra cuenta, dime que paso y por que ese cambio repentino, por favor.
    Sinceramente, estoy atravesando un momento depresivo muy intenso, a raiz de ayer al parecer perdí contacto con un amigo quien aquí era mi partner, no se si hice algo que lo molesto, nos teníamos agregados fuera de aquí, de la nada volvió eliminar personaje y me bloqueo... De por si ya estoy cargado una fuerte depresión y ahora con esto creo que me afecto más. Para ser aun mas sincera, hasta había llegado a pensar en días atrás en el suicido. Pues en verdad interiormente me sentio terrible y lo que paso con mi partner no ayuda nada, me hace sentir que soy impresendible para los demás, pues para ser sincera, haga lo que haga, malinterpretan o me juzgan sin miramientos, hasta llegando a alejarse, sin decir nada. Como si ya no fuera "útil" por así decirlo. Si mi partner esta por aquí con otra cuenta, dime que paso y por que ese cambio repentino, por favor.
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  • Se había quedado reposando en su sofá luego de una larga noche y recuperándose nuevamente de las grietas poco a poco, aunque era imposible quitarlas ahora de su rostro, pero estaba dispuesto a tolerar ese aspecto ahora que su cuerpo estaba regenerandose desde los restos del cadáver que Adán había encontrado.
    Se había quedado reposando en su sofá luego de una larga noche y recuperándose nuevamente de las grietas poco a poco, aunque era imposible quitarlas ahora de su rostro, pero estaba dispuesto a tolerar ese aspecto ahora que su cuerpo estaba regenerandose desde los restos del cadáver que Adán había encontrado.
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    — Cuando me enamoro, me enamoro del hombre, de su personalidad, su pasión, su cuerpo y de aquello que logra hacerme feliz, sentirme plena.... Me entienden ¿verdad? Me enamoro de su sabor, de su forma.... De todo —
    — Cuando me enamoro, me enamoro del hombre, de su personalidad, su pasión, su cuerpo y de aquello que logra hacerme feliz, sentirme plena.... Me entienden ¿verdad? Me enamoro de su sabor, de su forma.... De todo —
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  • 𝕭>La bondad… esa palabra de miel en los labios, un susurro que acaricia los oídos y conforta el alma, como una brisa en el medio del desierto. Todos creen saber lo que significa. Todos creen poder identificar a una buena persona con solo ver la sonrisa en sus rostros o escuchar las palabras suaves que salen de su boca. Pero ¿qué saben ellos de la bondad? La mayoría confunde la bondad con manipulación, con esas trampas invisibles que se tejen como hilos de araña alrededor del corazón, hasta que uno ya no distingue lo verdadero de lo falso.

    𝕭>Algunos piensan que la bondad es simplemente ceder, complacer, bajar la cabeza. Que es dejar de lado lo propio para ganar la confianza de otros, hasta manipular sus deseos a su antojo. Y entonces, si se lo permites, empiezan a desconfiar, a temer que cualquier acto amable esconda una intención sombría, un propósito egoísta.

    𝕭>Pero la bondad verdadera no siempre es visible; a veces se oculta en gestos que parecen insípidos o en palabras que no buscan aplausos. No siempre viene con sonrisas ni dulzuras. Y esa bondad, la real, no busca una recompensa. No pide que se reconozca, ni se incomoda si es incomprendida. Sabe que es tan frágil como poderosa, y que si uno no la entiende, uno simplemente no la merece.

    𝕭>Mi amo, él sí conoce la bondad. Se mueve con una calma que otros interpretan como cálculo. Habla con claridad que otros ven como frialdad. Pero todo lo que hace, lo hace desde la bondad pura. Porque él no necesita manipular a nadie para ayudar o proteger, y lo hace sin esperar ser entendido, sin pedir nada a cambio. Su bondad, esa que pocos comprenden, es real y no requiere de aplausos o de máscaras. Esa es la bondad verdadera.
    𝕭>La bondad… esa palabra de miel en los labios, un susurro que acaricia los oídos y conforta el alma, como una brisa en el medio del desierto. Todos creen saber lo que significa. Todos creen poder identificar a una buena persona con solo ver la sonrisa en sus rostros o escuchar las palabras suaves que salen de su boca. Pero ¿qué saben ellos de la bondad? La mayoría confunde la bondad con manipulación, con esas trampas invisibles que se tejen como hilos de araña alrededor del corazón, hasta que uno ya no distingue lo verdadero de lo falso. 𝕭>Algunos piensan que la bondad es simplemente ceder, complacer, bajar la cabeza. Que es dejar de lado lo propio para ganar la confianza de otros, hasta manipular sus deseos a su antojo. Y entonces, si se lo permites, empiezan a desconfiar, a temer que cualquier acto amable esconda una intención sombría, un propósito egoísta. 𝕭>Pero la bondad verdadera no siempre es visible; a veces se oculta en gestos que parecen insípidos o en palabras que no buscan aplausos. No siempre viene con sonrisas ni dulzuras. Y esa bondad, la real, no busca una recompensa. No pide que se reconozca, ni se incomoda si es incomprendida. Sabe que es tan frágil como poderosa, y que si uno no la entiende, uno simplemente no la merece. 𝕭>Mi amo, él sí conoce la bondad. Se mueve con una calma que otros interpretan como cálculo. Habla con claridad que otros ven como frialdad. Pero todo lo que hace, lo hace desde la bondad pura. Porque él no necesita manipular a nadie para ayudar o proteger, y lo hace sin esperar ser entendido, sin pedir nada a cambio. Su bondad, esa que pocos comprenden, es real y no requiere de aplausos o de máscaras. Esa es la bondad verdadera.
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  • Hacer ejercicio es bueno y saludable!
    Te llena de energía
    Mejora tu humor y autoestima
    Es benéfico para tu salud
    Mejora tu desempeño en el trabajo y tu rendimiento sexual
    No creo que haya tal cosa como un alma, pero no cabe dudas que sí existe el cuerpo. Todos tenemos uno, y es por él que estás viviendo y puedes experimentar el mundo que te rodea. ¡Cuídalo!
    Hacer ejercicio es bueno y saludable! Te llena de energía Mejora tu humor y autoestima Es benéfico para tu salud Mejora tu desempeño en el trabajo y tu rendimiento sexual No creo que haya tal cosa como un alma, pero no cabe dudas que sí existe el cuerpo. Todos tenemos uno, y es por él que estás viviendo y puedes experimentar el mundo que te rodea. ¡Cuídalo!
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  • No hay excusas.
    No hay redención.
    No hay un mal supremo,
    No hay causa noble, ni propósito eterno.

    Solo estoy yo,
    Yo, la furia,
    Los colmillos.

    Soy el hambre que nunca cesa, el odio destilado en la humanidad, el filo de la guerra.

    La cólera de un dios encerrado en este cuerpo.

    ¿Creyeron acaso que algo como la carne de una "mujer" me iba a frenar?

    Hah. Lo único que hicieron fue darme una fuerza inquebrantable, la tormenta de la furia femenina desatada.
    Un trueno ensordecedor,
    una bestia que no se sacia con asesinar a su presa.

    Yo soy la sentencia.
    Soy la caída.
    Soy la ira que no pueden contener.

    No hay excusas. No hay redención. No hay un mal supremo, No hay causa noble, ni propósito eterno. Solo estoy yo, Yo, la furia, Los colmillos. Soy el hambre que nunca cesa, el odio destilado en la humanidad, el filo de la guerra. La cólera de un dios encerrado en este cuerpo. ¿Creyeron acaso que algo como la carne de una "mujer" me iba a frenar? Hah. Lo único que hicieron fue darme una fuerza inquebrantable, la tormenta de la furia femenina desatada. Un trueno ensordecedor, una bestia que no se sacia con asesinar a su presa. Yo soy la sentencia. Soy la caída. Soy la ira que no pueden contener.
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  • //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
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  • Inseguridades:

    -Ante sus ojos se alzaba una vasta escena de verdor y agua. Altas cascadas caían en múltiples niveles por escarpadas paredes de roca oscura, sus aguas blancas y espumosas creando un eco constante en el aire. Los árboles frondosos enmarcaban la vista, con sus raíces aferrándose al suelo. A lo lejos, el sonido del agua cayendo se mezclaba con el susurro de la brisa que cruzaba el bosque. denso follaje, creando un juego de sombras-

    -Star y Luna Noxferis se encontraban sentadas en el borde de una de esas grandes montañas de roca, observando en silencio el paisaje frente a ellas. El rostro de Star estaba marcado por una evidente molestia; sus cejas fruncidas y una mueca en los labios revelaban su estado de ánimo. De repente, Star soltó un bufido de frustración, rompiendo el silencio.-

    Star : ¡Qué estupidez! No puedo creer todavía lo que escuché ese día.

    -Las palabras salen con un tono amargo. Se cruzó de brazos, cerrándose aún más en su propio enfado, mientras inclinaba ligeramente el cuerpo hacia adelante-

    -A su lado, Luna, su fiel compañera, observaba a Star con una expresión de preocupación. Sin decir nada al principio, alzó su mano y comenzó a acariciar suavemente la espalda de Star, moviéndola de arriba hacia abajo en un intento por reconfortarla. Después de aclarar levemente la garganta para captar su atención, se acercó un poco más y le habló con voz suave.-

    Luna : Bueno, cariño… Si me explicas más o menos de qué va todo este tornado en tu cabecita, tal vez pueda ayudarte un poco.

    -Star lanzó una breve mirada de reojo hacia Luna, notando el apoyo en sus ojos. Exhaló un suspiro largo y cambió la posición de sus brazos, apoyando ahora los codos en sus muslos. Sus manos se posaron en los costados de su cabeza-

    Star: Es Max… Dijo que iba a adoptar a un… “peluche”.

    -Luna alzó una ceja, claramente confundida, y ladeó un poco la cabeza.-

    Luna : ¿Un peluche? ¿Qué quieres decir con un peluche?

    -De repente, Star se levantó de un salto, como si la pregunta de Luna hubiera detonado una energía incontrolable dentro de ella. Empezó a caminar de un lado a otro en el borde de la montaña, sus pasos rápidos y nerviosos dejando huellas en la hierba. Sus brazos se agitaban mientras hablaba-

    Star : Va a adoptar a un wey que es súper peludito y parece muy adorable, pero lo hizo sin siquiera hacerme una presentación formal o siquiera ablandarme para ello.

    -Llevó sus manos a su cabeza y comenzó a desordenarse el cabello de forma desesperada, tirando de él y moviéndolo de atrás hacia adelante. Su rostro mostraba una expresión casi de psicosis; los ojos amplios, la respiración rápida y los labios apretados en una mueca que delataba la intensidad de sus emociones.-

    Star : ¡Y simplemente quedaré en el pasado! . ¡Y me va a cambiar! ¡Y se va a alejar de mí!¡Porque soy reemplazable!

    -De repente, sus ojos se fijaron en Luna, quien la observaba con sorpresa y preocupación. Luna entreabrió los labios, queriendo decir algo, pero dejó que Star continuara desahogándose.-

    Star : ¿Sabes? Ni siquiera Rhett ha vuelto. Lo más seguro es que también hizo la misma gracia que Azren. ¡¿Pero él tiene derecho, sabes?! ¡De todos modos, no somos nada! ¡Y ahora Max hará lo mismo!

    -Con un movimiento desesperado, Star bajó sus manos por su cara, arrastrándolas con tanta fuerza que dejaron líneas rojas en su piel al descubrir nuevamente su rostro. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que brotaron sin poder contenerlas-

    -Luna dejó escapar un suspiro profundo, resignada, como si finalmente comprendiera la magnitud del conflicto interno de su amiga. Sin decir nada, se levantó y se acercó a Star, extendiendo sus brazos y envolviéndola en un abrazo firme alrededor de su abdomen. Luna sintió el temblor en el cuerpo de Star, percibiendo la fragilidad detrás de su ira. La sostuvo con fuerza, anclándola en ese momento, como si quisiera transmitirle toda la seguridad que le faltaba.-

    Luna : Star… Sabes bien que Max jamás te haría eso. No eres reemplazable para él.
    -Mientras hablaba, sus manos recorrían la espalda de Star en un gesto suave y tranquilizador. Subían y bajaban con ternura, como una caricia que intentaba calmar la tormenta que Star llevaba en el pecho. Luna apoyó su cabeza en el pecho de Star, buscando la cercanía necesaria para que ella sintiera su apoyo-

    Luna : No todas las personas son como Azren… Hay personas que realmente valoran tu compañía. Me incluyo en ellas.

    -Con cuidado, Luna se separó un poco, solo lo suficiente para poder ver el rostro de Star. Colocó sus manos en sus mejillas, limpiando las lágrimas con el pulgar en un movimiento delicado. Hizo que Star la mirara, sus ojos enrojecidos y cansados ​​ahora reflejando una expresión un poco más relajada, vulnerable pero más receptiva a sus palabras.-

    Luna : Mi niña… Todo está bien. Y este “peluche” del que hablas, también puede llegar a ser muy importante en tu vida, y tú en la de él. Podrías encontrar en él otra forma de cariño, como una hermosa familia.

    -Star bajó la mirada, sus párpados entrecerrados mientras absorbía esas palabras. El dolor aún estaba allí, pero parecía menos intenso, más soportable. A medida que las lágrimas se secaban en sus mejillas, sintió que algo dentro de ella también se apaciguaba, como si el abrazo y las palabras de Luna hubieran comenzado a cicatrizar un poco las heridas de sus inseguridades.-
    Inseguridades: -Ante sus ojos se alzaba una vasta escena de verdor y agua. Altas cascadas caían en múltiples niveles por escarpadas paredes de roca oscura, sus aguas blancas y espumosas creando un eco constante en el aire. Los árboles frondosos enmarcaban la vista, con sus raíces aferrándose al suelo. A lo lejos, el sonido del agua cayendo se mezclaba con el susurro de la brisa que cruzaba el bosque. denso follaje, creando un juego de sombras- -Star y [shadow_emerald_kangaroo_486] se encontraban sentadas en el borde de una de esas grandes montañas de roca, observando en silencio el paisaje frente a ellas. El rostro de Star estaba marcado por una evidente molestia; sus cejas fruncidas y una mueca en los labios revelaban su estado de ánimo. De repente, Star soltó un bufido de frustración, rompiendo el silencio.- Star : ¡Qué estupidez! No puedo creer todavía lo que escuché ese día. -Las palabras salen con un tono amargo. Se cruzó de brazos, cerrándose aún más en su propio enfado, mientras inclinaba ligeramente el cuerpo hacia adelante- -A su lado, Luna, su fiel compañera, observaba a Star con una expresión de preocupación. Sin decir nada al principio, alzó su mano y comenzó a acariciar suavemente la espalda de Star, moviéndola de arriba hacia abajo en un intento por reconfortarla. Después de aclarar levemente la garganta para captar su atención, se acercó un poco más y le habló con voz suave.- Luna : Bueno, cariño… Si me explicas más o menos de qué va todo este tornado en tu cabecita, tal vez pueda ayudarte un poco. -Star lanzó una breve mirada de reojo hacia Luna, notando el apoyo en sus ojos. Exhaló un suspiro largo y cambió la posición de sus brazos, apoyando ahora los codos en sus muslos. Sus manos se posaron en los costados de su cabeza- Star: Es Max… Dijo que iba a adoptar a un… “peluche”. -Luna alzó una ceja, claramente confundida, y ladeó un poco la cabeza.- Luna : ¿Un peluche? ¿Qué quieres decir con un peluche? -De repente, Star se levantó de un salto, como si la pregunta de Luna hubiera detonado una energía incontrolable dentro de ella. Empezó a caminar de un lado a otro en el borde de la montaña, sus pasos rápidos y nerviosos dejando huellas en la hierba. Sus brazos se agitaban mientras hablaba- Star : Va a adoptar a un wey que es súper peludito y parece muy adorable, pero lo hizo sin siquiera hacerme una presentación formal o siquiera ablandarme para ello. -Llevó sus manos a su cabeza y comenzó a desordenarse el cabello de forma desesperada, tirando de él y moviéndolo de atrás hacia adelante. Su rostro mostraba una expresión casi de psicosis; los ojos amplios, la respiración rápida y los labios apretados en una mueca que delataba la intensidad de sus emociones.- Star : ¡Y simplemente quedaré en el pasado! . ¡Y me va a cambiar! ¡Y se va a alejar de mí!¡Porque soy reemplazable! -De repente, sus ojos se fijaron en Luna, quien la observaba con sorpresa y preocupación. Luna entreabrió los labios, queriendo decir algo, pero dejó que Star continuara desahogándose.- Star : ¿Sabes? Ni siquiera Rhett ha vuelto. Lo más seguro es que también hizo la misma gracia que Azren. ¡¿Pero él tiene derecho, sabes?! ¡De todos modos, no somos nada! ¡Y ahora Max hará lo mismo! -Con un movimiento desesperado, Star bajó sus manos por su cara, arrastrándolas con tanta fuerza que dejaron líneas rojas en su piel al descubrir nuevamente su rostro. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que brotaron sin poder contenerlas- -Luna dejó escapar un suspiro profundo, resignada, como si finalmente comprendiera la magnitud del conflicto interno de su amiga. Sin decir nada, se levantó y se acercó a Star, extendiendo sus brazos y envolviéndola en un abrazo firme alrededor de su abdomen. Luna sintió el temblor en el cuerpo de Star, percibiendo la fragilidad detrás de su ira. La sostuvo con fuerza, anclándola en ese momento, como si quisiera transmitirle toda la seguridad que le faltaba.- Luna : Star… Sabes bien que Max jamás te haría eso. No eres reemplazable para él. -Mientras hablaba, sus manos recorrían la espalda de Star en un gesto suave y tranquilizador. Subían y bajaban con ternura, como una caricia que intentaba calmar la tormenta que Star llevaba en el pecho. Luna apoyó su cabeza en el pecho de Star, buscando la cercanía necesaria para que ella sintiera su apoyo- Luna : No todas las personas son como Azren… Hay personas que realmente valoran tu compañía. Me incluyo en ellas. -Con cuidado, Luna se separó un poco, solo lo suficiente para poder ver el rostro de Star. Colocó sus manos en sus mejillas, limpiando las lágrimas con el pulgar en un movimiento delicado. Hizo que Star la mirara, sus ojos enrojecidos y cansados ​​ahora reflejando una expresión un poco más relajada, vulnerable pero más receptiva a sus palabras.- Luna : Mi niña… Todo está bien. Y este “peluche” del que hablas, también puede llegar a ser muy importante en tu vida, y tú en la de él. Podrías encontrar en él otra forma de cariño, como una hermosa familia. -Star bajó la mirada, sus párpados entrecerrados mientras absorbía esas palabras. El dolor aún estaba allí, pero parecía menos intenso, más soportable. A medida que las lágrimas se secaban en sus mejillas, sintió que algo dentro de ella también se apaciguaba, como si el abrazo y las palabras de Luna hubieran comenzado a cicatrizar un poco las heridas de sus inseguridades.-
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