• "Durante toda mi vida le he dedicado toda atención a la música. No habia minuto en el que alejara mi vista de las partituras, de las teclas de mi piano, de mi manos agitadas moviendose de aqui para allá.

    Sin embargo, aquel compañero/a de orquesta, quien sostiene su chelo de una forma tan firme, elegante, atractiva... Aquél molesto/a compañero/a, estaba jodiendo mi atención, mi avance para lograr mi puesto como directora de orquesta.

    Mis oídos no oían el "do"de mi piano, mis ojos no leían las notas de la obra " El clave bien temperado​" de Bach. Mis sentidos le pertenecían ahora, al cien porciento, a la desastrosa melodia del amor."
    ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ♡ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ
    "Durante toda mi vida le he dedicado toda atención a la música. No habia minuto en el que alejara mi vista de las partituras, de las teclas de mi piano, de mi manos agitadas moviendose de aqui para allá. Sin embargo, aquel compañero/a de orquesta, quien sostiene su chelo de una forma tan firme, elegante, atractiva... Aquél molesto/a compañero/a, estaba jodiendo mi atención, mi avance para lograr mi puesto como directora de orquesta. Mis oídos no oían el "do"de mi piano, mis ojos no leían las notas de la obra " El clave bien temperado​" de Bach. Mis sentidos le pertenecían ahora, al cien porciento, a la desastrosa melodia del amor." ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ♡ﮩ٨ـﮩﮩ٨ـ
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  • Raden había limpiado y ordenado muy bien el sótano de la tienda, un espacio amplio que casi siempre permanecía cerrado y oscuro. Sin embargo, hoy daba la bienvenida a sus dos nuevas inquilinas. En la pared más despejada, destacaba una pizarra enorme, donde las palabras 'REGLAS DE LA CASA' estaban escritas con una caligrafía impecable.

    — Bienvenidas, pequeñas traviesas ~ —su voz fue un suave arrullo, pero sus ojos, de un azul demasiado intenso, recorrían a Mococo Abyssgard y Fuwawa Abyssgard con la curiosidad de una coleccionista ante dos piezas potencialmente peligrosas— espero que encuentren este... refugio, a su gusto. He hecho los arreglos personalmente, uhum.

    Con un movimiento fluido, giró sobre sus tacones y se plantó frente a la pizarra. El abanico, como una extensión natural de su gestualidad, se cerró para apuntar con un extremo a la primera regla de la pizarra.

    — Ahora, hablemos de las normas. Son pocas, pero... cruciales para la armonía. Y para su seguridad, jeje ~ ...

    1. Tratar con sumo cuidado las reliquias. La tienda no es un parque de atracciones. Cada objeto tiene una historia... y la mayoría, un temperamento.

    2. Mantener el orden.

    3. Los clientes son... clientes. Si alguno baja y las ve, una sonrisa y un 'la propietaria no está' bastará. Nada de travesuras que los asusten. Ahem, aunque algunos se lo merezcan.

    4. Prohibidas las peleas en la tienda. Los duelos a muerte, si son estrictamente necesarios, se reservan para el sótano. El sofá es vintage, por favor, no manchen la tapicería...

    5. Nada de invitados indeseados. Traer problemas externos aquí es de pésimo gusto. Yo ya tengo los míos propios.

    6. ¡Y LA MAS IMPORTANTE!... —aquí, su voz bajó a un susurro dramático— No tocar, jugar, romper o, por todos los abismos, beber de mis objetos o reliquias. ¡Prohibido!

    Hizo una pausa, dejando que el silencio las dejara procesar la advertencia. Luego, de repente, lanzó sus manos hacia adelante con los dedos curvados como garras, haciendo una mueca exagerada.

    — ¡Grrr! ¡Porque si lo hacen, los objetos podrían molestarse, despertar... y ATACAR! —soltó una risita, como si fuera una broma adorable.

    Era broma. Aunque no era del todo improbable que algo así pudiera ocurrir.

    —En fin ~ —continuó, recuperando su compostura y abriendo el abanico de nuevo con un gesto elegante— El incumplimiento de alguna de estas reglas conllevará a... hm... —se llevó la punta del abanico a la barbilla, pensativa. Sus ojos se iluminaron con un destello púrpura— ¡Ah, ya sé! Me veré en la obligación de llamar a Shiori. Sí, ella será la adulta responsable de ustedes...

    Era inevitable para Raden ver a las dos chicas como si fueran dos niñas traviesas, por lo cual hacia falta algún adulto responsable. Y ella era adulta, claro, pero no responsable.

    — Y... creo que es todo, si, ¿alguna pregunta, mis pequeñas futuras causas de canas?
    Raden había limpiado y ordenado muy bien el sótano de la tienda, un espacio amplio que casi siempre permanecía cerrado y oscuro. Sin embargo, hoy daba la bienvenida a sus dos nuevas inquilinas. En la pared más despejada, destacaba una pizarra enorme, donde las palabras 'REGLAS DE LA CASA' estaban escritas con una caligrafía impecable. — Bienvenidas, pequeñas traviesas ~ —su voz fue un suave arrullo, pero sus ojos, de un azul demasiado intenso, recorrían a [haze_peridot_bat_137] y [Inu_blue_1] con la curiosidad de una coleccionista ante dos piezas potencialmente peligrosas— espero que encuentren este... refugio, a su gusto. He hecho los arreglos personalmente, uhum. Con un movimiento fluido, giró sobre sus tacones y se plantó frente a la pizarra. El abanico, como una extensión natural de su gestualidad, se cerró para apuntar con un extremo a la primera regla de la pizarra. — Ahora, hablemos de las normas. Son pocas, pero... cruciales para la armonía. Y para su seguridad, jeje ~ ... 1. Tratar con sumo cuidado las reliquias. La tienda no es un parque de atracciones. Cada objeto tiene una historia... y la mayoría, un temperamento. 2. Mantener el orden. 3. Los clientes son... clientes. Si alguno baja y las ve, una sonrisa y un 'la propietaria no está' bastará. Nada de travesuras que los asusten. Ahem, aunque algunos se lo merezcan. 4. Prohibidas las peleas en la tienda. Los duelos a muerte, si son estrictamente necesarios, se reservan para el sótano. El sofá es vintage, por favor, no manchen la tapicería... 5. Nada de invitados indeseados. Traer problemas externos aquí es de pésimo gusto. Yo ya tengo los míos propios. 6. ¡Y LA MAS IMPORTANTE!... —aquí, su voz bajó a un susurro dramático— No tocar, jugar, romper o, por todos los abismos, beber de mis objetos o reliquias. ¡Prohibido! Hizo una pausa, dejando que el silencio las dejara procesar la advertencia. Luego, de repente, lanzó sus manos hacia adelante con los dedos curvados como garras, haciendo una mueca exagerada. — ¡Grrr! ¡Porque si lo hacen, los objetos podrían molestarse, despertar... y ATACAR! —soltó una risita, como si fuera una broma adorable. Era broma. Aunque no era del todo improbable que algo así pudiera ocurrir. —En fin ~ —continuó, recuperando su compostura y abriendo el abanico de nuevo con un gesto elegante— El incumplimiento de alguna de estas reglas conllevará a... hm... —se llevó la punta del abanico a la barbilla, pensativa. Sus ojos se iluminaron con un destello púrpura— ¡Ah, ya sé! Me veré en la obligación de llamar a Shiori. Sí, ella será la adulta responsable de ustedes... Era inevitable para Raden ver a las dos chicas como si fueran dos niñas traviesas, por lo cual hacia falta algún adulto responsable. Y ella era adulta, claro, pero no responsable. — Y... creo que es todo, si, ¿alguna pregunta, mis pequeñas futuras causas de canas?
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  • - Unos 27 años complejos. -

    [• Ya habría pasado pasado 9 años desde que habría unido al ejército Ruso, no le gustaba, pero tampoco no tenía donde ir. Era su hogar y su propósito, ahí estaban aquellos que eran sus amigos, su lugar de entrenamiento y su razón de vivir. Pero llegó una ventida fecha. Un 7 de octubre de 2017.

    Tras ser enviado por una incurcion por una zona bastante cálida contra, para no decir que estábamos llendo a la garganta del lobo llamado Estados Unidos.

    Tras llegar con su pelotón al norte-esre de Rusia, una zona fría y la nieve tan alta que llega hasta sus rodillas, dónde al llegar hasta un pueblo abandonado, habrían puesto su zona de control para el movimiento de vehículos aerios y a su vez siendo un campamento, hospital y base de operaciones.
    Recordaba cuando tomaron cerveza y vodka algunos, otros disfrutando comidas deliciosas que consiguieron los cazadores.
    Todo era risas y comodidad, hasta que llegó la atardecer.
    Koroved estaba sentado, limpiando y secando su RPK, hasta que escucho dos detonaciones y luego una luz brillante.
    Al ver el cielo, estaría iluminado por dos Bengalas blancas.

    Al ver sus compañeros levantarse por la confusión, repentinamente suena una alarma por unos segundos, antes de que callera algo a metros del hombre y luego oscuridad.

    Al levantsrse, este le dolía su cara, su cuerpo y sentía frio.
    Se levanto del suelo y tras pasar una entre unas mallas rotas, vería simplemente fuego, algunos fragmentos blancos en el suelo acompañado con carne cocinada, polvo y fragmentos de ruinas.

    No hubo reacción, solo mantiene una cara sería, pero una vista borrosa pero oscura. No había pensamientos, no había reacción. Solo era una estatua entre personas desesperadas, otros agonizando, pocos moribundos, escasos muertos y algunos desintegrados.

    Otra vez el cielo se ilumina de blanco en sus espaldas. •]





    (Soy tremendo, soy muy loco )
    - Unos 27 años complejos. - [• Ya habría pasado pasado 9 años desde que habría unido al ejército Ruso, no le gustaba, pero tampoco no tenía donde ir. Era su hogar y su propósito, ahí estaban aquellos que eran sus amigos, su lugar de entrenamiento y su razón de vivir. Pero llegó una ventida fecha. Un 7 de octubre de 2017. Tras ser enviado por una incurcion por una zona bastante cálida contra, para no decir que estábamos llendo a la garganta del lobo llamado Estados Unidos. Tras llegar con su pelotón al norte-esre de Rusia, una zona fría y la nieve tan alta que llega hasta sus rodillas, dónde al llegar hasta un pueblo abandonado, habrían puesto su zona de control para el movimiento de vehículos aerios y a su vez siendo un campamento, hospital y base de operaciones. Recordaba cuando tomaron cerveza y vodka algunos, otros disfrutando comidas deliciosas que consiguieron los cazadores. Todo era risas y comodidad, hasta que llegó la atardecer. Koroved estaba sentado, limpiando y secando su RPK, hasta que escucho dos detonaciones y luego una luz brillante. Al ver el cielo, estaría iluminado por dos Bengalas blancas. Al ver sus compañeros levantarse por la confusión, repentinamente suena una alarma por unos segundos, antes de que callera algo a metros del hombre y luego oscuridad. Al levantsrse, este le dolía su cara, su cuerpo y sentía frio. Se levanto del suelo y tras pasar una entre unas mallas rotas, vería simplemente fuego, algunos fragmentos blancos en el suelo acompañado con carne cocinada, polvo y fragmentos de ruinas. No hubo reacción, solo mantiene una cara sería, pero una vista borrosa pero oscura. No había pensamientos, no había reacción. Solo era una estatua entre personas desesperadas, otros agonizando, pocos moribundos, escasos muertos y algunos desintegrados. Otra vez el cielo se ilumina de blanco en sus espaldas. •] (Soy tremendo, soy muy loco 🗣️)
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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La noche que casi me pierdo Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado. Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo. El caos perfecto para desaparecer dentro de él. Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar. Y lo es. Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice: Ryu: —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo. Y tiene razón. Nos miran, sí. Pero nadie se acerca. Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso. Entramos al garito. Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente. Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman. Un gesto simple que funciona como llave. En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas. Deja dos jarras delante de nosotras. Pegajosas. Turbias. Frías. Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta. Yo la imito. El alcohol me golpea como un puñetazo. Asqueroso… pero refrescante. Hace calor, demasiado. Hablamos. O mejor dicho: yo hablo, ella escucha. Le cuento del jardín de sombras. De la oscuridad. De Akane. De mi miedo. De mi deseo de volver a verla. De que no sé cómo hacerlo sin romperme. Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa. Firmadas: SIMON. Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro: Ryu: —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre. Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza. Sigo bebiendo. Y bebiendo. Y bebiendo. El mundo se vuelve pesado. Mi corazón, más. Ryu se levanta. Ryu: —Ahora vuelvo. No tardo. Pero cuando vuelve… Yo ya no estoy. Su respiración se corta. Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal. Ellos retroceden. Moteros: —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto! El color huye del rostro de Ryu. Ryu: —¿Mi moto?... Sale disparada fuera. Ahí estoy. En el suelo. Tambaleándome. La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza. Ryu me mira. No grita. No ruge. Ryu: —¿Estás herida? Solo eso. Comprueba mis rasguños. Suspira. Luego se vuelve hacia su moto… Esa moto que claramente amaba. La mira con un dolor silencioso. Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma. Ryu: —…será mejor que nos vayamos. Pide un taxi. Me lleva a su apartamento. En silencio. Al entrar me ofrece café. Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa. Exagerada. Provocadora. Herida. Ryu se sienta delante. Me observa. Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella. El ambiente cambia. Se vuelve espeso, lento, cargado. No sé quién se inclinó primero. Tal vez las dos. Quizás fue inevitable. El helado termina en nuestras bocas. Se derrite entre nuestros labios. El beso es tierno y hambriento a la vez. El mundo desaparece. La ropa cae. Las manos arden. Pero en el fondo de mi alma… Surge un pensamiento que me quema. Akane. Lo haré para hacerle daño. Para que no vuelva a irse. Para que no me deje sola otra vez… Y entonces— Lili: —¡No!… N-no puedo… Perdóname… Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol. Pero cuando me oye… Su expresión se rompe. Se muerde su propio brazo. Fuerte. Hasta sangrar. Para detenerse. Para no perder el control. Respira. Vuelve a ser ella. La loba que cuida antes de devorar. Ryu: (suave, rota un poco) —Voy a traerte una manta… Descansa, cachorrita. Te hace falta. Me hago pequeña. Una bolita. Hundida en mi propia culpa. Sintiendo que soy basura. Pero Ryu me cubre con la manta igualmente. Sin tocarme. Sin juzgarme. Sin marcharse. Solo… se queda. Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
    //Gracias por tanto.

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
    //Gracias por tanto.

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] //Gracias por tanto. La noche que casi me pierdo Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado. Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo. El caos perfecto para desaparecer dentro de él. Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar. Y lo es. Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice: Ryu: —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo. Y tiene razón. Nos miran, sí. Pero nadie se acerca. Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso. Entramos al garito. Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente. Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman. Un gesto simple que funciona como llave. En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas. Deja dos jarras delante de nosotras. Pegajosas. Turbias. Frías. Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta. Yo la imito. El alcohol me golpea como un puñetazo. Asqueroso… pero refrescante. Hace calor, demasiado. Hablamos. O mejor dicho: yo hablo, ella escucha. Le cuento del jardín de sombras. De la oscuridad. De Akane. De mi miedo. De mi deseo de volver a verla. De que no sé cómo hacerlo sin romperme. Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa. Firmadas: SIMON. Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro: Ryu: —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre. Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza. Sigo bebiendo. Y bebiendo. Y bebiendo. El mundo se vuelve pesado. Mi corazón, más. Ryu se levanta. Ryu: —Ahora vuelvo. No tardo. Pero cuando vuelve… Yo ya no estoy. Su respiración se corta. Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal. Ellos retroceden. Moteros: —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto! El color huye del rostro de Ryu. Ryu: —¿Mi moto?... Sale disparada fuera. Ahí estoy. En el suelo. Tambaleándome. La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza. Ryu me mira. No grita. No ruge. Ryu: —¿Estás herida? Solo eso. Comprueba mis rasguños. Suspira. Luego se vuelve hacia su moto… Esa moto que claramente amaba. La mira con un dolor silencioso. Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma. Ryu: —…será mejor que nos vayamos. Pide un taxi. Me lleva a su apartamento. En silencio. Al entrar me ofrece café. Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa. Exagerada. Provocadora. Herida. Ryu se sienta delante. Me observa. Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella. El ambiente cambia. Se vuelve espeso, lento, cargado. No sé quién se inclinó primero. Tal vez las dos. Quizás fue inevitable. El helado termina en nuestras bocas. Se derrite entre nuestros labios. El beso es tierno y hambriento a la vez. El mundo desaparece. La ropa cae. Las manos arden. Pero en el fondo de mi alma… Surge un pensamiento que me quema. Akane. Lo haré para hacerle daño. Para que no vuelva a irse. Para que no me deje sola otra vez… Y entonces— Lili: —¡No!… N-no puedo… Perdóname… Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol. Pero cuando me oye… Su expresión se rompe. Se muerde su propio brazo. Fuerte. Hasta sangrar. Para detenerse. Para no perder el control. Respira. Vuelve a ser ella. La loba que cuida antes de devorar. Ryu: (suave, rota un poco) —Voy a traerte una manta… Descansa, cachorrita. Te hace falta. Me hago pequeña. Una bolita. Hundida en mi propia culpa. Sintiendo que soy basura. Pero Ryu me cubre con la manta igualmente. Sin tocarme. Sin juzgarme. Sin marcharse. Solo… se queda. Aunque no me crea digna de ello.
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    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La libertad a 200 por hora Llego a la ciudad corriendo. No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí. Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta. No lloro. Prometí que no lo haría. Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane. Miro al suelo. Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas… Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí. Firme. Silenciosas. Casi como si me hubieran rastreado. Levanto la cabeza lentamente. Ryu. Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras. Ryu: —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto. Yo ya no lo uso. Extiende las manos. En ellas… un casco de moto rosa. No un rosa cualquiera. Un rosa exactamente de mi estilo. Brillante por fuera, acolchado por dentro. Huele a nuevo. A recién comprado. A pensé en ti. Lili: —¿P-para mí? Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno. Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa. Ryu: —Póntelo. Nos vamos de aquí. Mis manos tiemblan cuando agarro el casco. Es tan… bonito. Tan yo. Y al mismo tiempo tan inesperado. Me lo pongo. La siento observarme. Quizás asegurándose de que encaja. Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee. Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana. Una máquina de pura furia mecánica. La enciende. El motor ruge como un lobo ancestral. Ella me hace un gesto con la cabeza. No piensa insistir. No piensa obligarme. Solo… me invita. Y yo, sin pensarlo demasiado, subo. El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura. En cuanto siento su calor. La moto arranca. En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica. La ciudad se convierte en líneas borrosas. El viento me golpea, pero no duele. Al principio me asusto. Pero… A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu… A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad… Algo dentro de mí se rompe. Y algo nuevo emerge. Por primera vez en mucho, mucho tiempo… Siento libertad. Libertad de la sombra. De Arc. Del Caos. De mi nombre. De mi miedo. De mi dolor. De mi soledad. Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad: Estoy viva. Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La libertad a 200 por hora Llego a la ciudad corriendo. No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí. Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta. No lloro. Prometí que no lo haría. Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane. Miro al suelo. Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas… Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí. Firme. Silenciosas. Casi como si me hubieran rastreado. Levanto la cabeza lentamente. Ryu. Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras. Ryu: —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto. Yo ya no lo uso. Extiende las manos. En ellas… un casco de moto rosa. No un rosa cualquiera. Un rosa exactamente de mi estilo. Brillante por fuera, acolchado por dentro. Huele a nuevo. A recién comprado. A pensé en ti. Lili: —¿P-para mí? Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno. Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa. Ryu: —Póntelo. Nos vamos de aquí. Mis manos tiemblan cuando agarro el casco. Es tan… bonito. Tan yo. Y al mismo tiempo tan inesperado. Me lo pongo. La siento observarme. Quizás asegurándose de que encaja. Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee. Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana. Una máquina de pura furia mecánica. La enciende. El motor ruge como un lobo ancestral. Ella me hace un gesto con la cabeza. No piensa insistir. No piensa obligarme. Solo… me invita. Y yo, sin pensarlo demasiado, subo. El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura. En cuanto siento su calor. La moto arranca. En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica. La ciudad se convierte en líneas borrosas. El viento me golpea, pero no duele. Al principio me asusto. Pero… A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu… A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad… Algo dentro de mí se rompe. Y algo nuevo emerge. Por primera vez en mucho, mucho tiempo… Siento libertad. Libertad de la sombra. De Arc. Del Caos. De mi nombre. De mi miedo. De mi dolor. De mi soledad. Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad: Estoy viva. Y no estoy sola.
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  • -Escena de rol con Kazuo -

    "Entre la desesperación y el bosque"

    Por supuesto que no podía transcurrir ni una semana tranquila en su vida, no con la cantidad de problemas que ocasionaba el trabajo y las adicciones de su pobre madre. Aún así solía lidiar con estas cosas como mejor podía y más o menos lo llevaba bajo control. Dentro de lo posible.

    Ya habían pasado un par de horas desde que salió del trabajo y al llegar a casa tomó una ducha, se aseguró de que sus plantas estuvieran bien, a las cuales mimaba y les hablaba con ternura, y finalmente decidió relajarse leyendo. Parecía un día tranquilo hasta que llegó un mensaje de su progenitora. ¿Otra vez estaría corta de dinero? ¿Quizá se pasó consumiendo y estaba en el hospital?
    ...
    "AYUDA"

    Un mensaje conciso y directo, no hizo falta más para que Ren saliera corriendo de su casa con lo puesto, ni siquiera se puso los zapatos, pues un mensaje así significaba que algo jodido estaba pasando. Ya se podía hacer a la idea.

    Corrió desesperado, por suerte la casa de su madre quedaba a escasos 10 minutos andando ya que, aunque no quería vivir con ella por obvias razones, no podía alejarse demasiado por si acaso.
    Llegó al edificio, subió aquellas escaleras exteriores para dar con el pasillo de puertas de entrada a las casas y vio que, la de su madre, estaba entreabierta. Se escuchó un grito.
    No dudó ni un segundo en entrar y se encontró a su madre golpeada, con la ropa desgarrada y un hombre fuera de control intentando asfixiarla en el suelo. Sin pensarlo dos veces se abalanzó a golpearlo con todas sus fuerzas.

    -¡Déjala, hijo de puta!- Gritó mientras se aferraba al cuello ajeno desde la espalda de este para apartarlo.

    Ese sujeto estaba claramente drogado, además que quedó rastro de varias jeringuillas vacías esparcidas por el suelo. ¿Por qué mierdas su madre aceptaba este tipo de clientes?
    Ese hombre, grande y corpulento, opuso mucha resistencia, logró zafarse del agarre de Ren y empezó a golpearlo. Mientras la madre gritaba y lloraba agazapada en una esquina de aquel pequeño y sucio lugar.

    Los vecinos no hacían nada, sabían de sobras que se trataba de un barrio conflictivo y no se iban a meter en problemas ajenos.

    -¡Maldita puta! ¡¿A quién coño has llamado para que te salve el culo?! ¡¿EH?!- Cada vez que el sujeto buscaba volver a arremeter contra la mujer, tras zafarse del chico, Ren arremetía de nuevo.

    Por desgracia la pelea no iba bien, le dio un buen golpe en la cabeza al muchacho, contra el borde de una mesa de madera, que lo dejó noqueado unos segundos. Aprovechó ese momento para coger un enorme y viejo jarrón que pensaba usar para golpear la cabeza de la madre del chico.

    -No... N-No... Ngh...- Reunió fuerzas y la adrenalina y el pánico hicieron el resto del trabajo. -¡No la toques!- Desplegó sus garras y se lanzó a rajarle la garganta al hombre.

    La sangre salpicó por todos lados en lo que ese tipejo empezaba a caer al suelo mientras moría desangrado rápidamente.
    Ren respiraba agitado, las manos y las piernas le temblaban. Mierda... ¿Qué había hecho? Su madre estaba en estado de shock, aunque tal vez lo olvidaría todo al día siguiente a causa de las drogas.

    -Yo me... Me haré cargo de esto. Mierda no... No se cómo pero lo haré. Solo esperemos un poco, ¿vale?- Estaba confuso, en estado de pánico.

    Acababa de matar a alguien, nunca había llegado a tanto, nunca se salieron tanto de control estas situaciones.

    Dejó pasar algunas horas y la única solución que vio fue meter el cuerpo en un gran saco, hacer uso de todas sus fuerzas posibles e intentar remolcarlo hasta el inicio de bosque más cercano. Por suerte al ser de noche, un barrio de drogadictos y estar bastante cerca el destino, no supuso un problema.
    Ya allí excavó duramente con sus propias manos en el terreno, llorando e hiperventilando por la desesperación. ¿Ahora era un criminal? No pensaba ir a prisión por matar a ese desgraciado. No podía permitirlo... Toda su vida se arruinaría. ¿Y qué sería de su madre sin él?

    Finalmente pudo enterrar el cuerpo, aún dentro de la bolsa y se dispuso a dar media vuelta.
    Le temblaban mucho las piernas y las manos, la visión parecía algo borrosa quizá aún por el shock del momento. Estaba todo lleno de sangre, los pies descalzos, sucios y con alguna herida. El rostro y el cuerpo cubiertos de moretones, un poco de sangre propia y mucho de la ajena. Todo un espectáculo si alguien le viera.

    Empezó a andar y andar pero... ¿Por qué no encontraba la salida? Juraría que volvió por el mismo camino.

    -¿Dónde estoy? No me digas que ahora me he perdido... Esto es fantástico.- Estaba agotado física y mentalmente, solo le faltaba eso para colmar el vaso.
    -Escena de rol con [8KazuoAihara8] - "Entre la desesperación y el bosque" Por supuesto que no podía transcurrir ni una semana tranquila en su vida, no con la cantidad de problemas que ocasionaba el trabajo y las adicciones de su pobre madre. Aún así solía lidiar con estas cosas como mejor podía y más o menos lo llevaba bajo control. Dentro de lo posible. Ya habían pasado un par de horas desde que salió del trabajo y al llegar a casa tomó una ducha, se aseguró de que sus plantas estuvieran bien, a las cuales mimaba y les hablaba con ternura, y finalmente decidió relajarse leyendo. Parecía un día tranquilo hasta que llegó un mensaje de su progenitora. ¿Otra vez estaría corta de dinero? ¿Quizá se pasó consumiendo y estaba en el hospital? ... "AYUDA" Un mensaje conciso y directo, no hizo falta más para que Ren saliera corriendo de su casa con lo puesto, ni siquiera se puso los zapatos, pues un mensaje así significaba que algo jodido estaba pasando. Ya se podía hacer a la idea. Corrió desesperado, por suerte la casa de su madre quedaba a escasos 10 minutos andando ya que, aunque no quería vivir con ella por obvias razones, no podía alejarse demasiado por si acaso. Llegó al edificio, subió aquellas escaleras exteriores para dar con el pasillo de puertas de entrada a las casas y vio que, la de su madre, estaba entreabierta. Se escuchó un grito. No dudó ni un segundo en entrar y se encontró a su madre golpeada, con la ropa desgarrada y un hombre fuera de control intentando asfixiarla en el suelo. Sin pensarlo dos veces se abalanzó a golpearlo con todas sus fuerzas. -¡Déjala, hijo de puta!- Gritó mientras se aferraba al cuello ajeno desde la espalda de este para apartarlo. Ese sujeto estaba claramente drogado, además que quedó rastro de varias jeringuillas vacías esparcidas por el suelo. ¿Por qué mierdas su madre aceptaba este tipo de clientes? Ese hombre, grande y corpulento, opuso mucha resistencia, logró zafarse del agarre de Ren y empezó a golpearlo. Mientras la madre gritaba y lloraba agazapada en una esquina de aquel pequeño y sucio lugar. Los vecinos no hacían nada, sabían de sobras que se trataba de un barrio conflictivo y no se iban a meter en problemas ajenos. -¡Maldita puta! ¡¿A quién coño has llamado para que te salve el culo?! ¡¿EH?!- Cada vez que el sujeto buscaba volver a arremeter contra la mujer, tras zafarse del chico, Ren arremetía de nuevo. Por desgracia la pelea no iba bien, le dio un buen golpe en la cabeza al muchacho, contra el borde de una mesa de madera, que lo dejó noqueado unos segundos. Aprovechó ese momento para coger un enorme y viejo jarrón que pensaba usar para golpear la cabeza de la madre del chico. -No... N-No... Ngh...- Reunió fuerzas y la adrenalina y el pánico hicieron el resto del trabajo. -¡No la toques!- Desplegó sus garras y se lanzó a rajarle la garganta al hombre. La sangre salpicó por todos lados en lo que ese tipejo empezaba a caer al suelo mientras moría desangrado rápidamente. Ren respiraba agitado, las manos y las piernas le temblaban. Mierda... ¿Qué había hecho? Su madre estaba en estado de shock, aunque tal vez lo olvidaría todo al día siguiente a causa de las drogas. -Yo me... Me haré cargo de esto. Mierda no... No se cómo pero lo haré. Solo esperemos un poco, ¿vale?- Estaba confuso, en estado de pánico. Acababa de matar a alguien, nunca había llegado a tanto, nunca se salieron tanto de control estas situaciones. Dejó pasar algunas horas y la única solución que vio fue meter el cuerpo en un gran saco, hacer uso de todas sus fuerzas posibles e intentar remolcarlo hasta el inicio de bosque más cercano. Por suerte al ser de noche, un barrio de drogadictos y estar bastante cerca el destino, no supuso un problema. Ya allí excavó duramente con sus propias manos en el terreno, llorando e hiperventilando por la desesperación. ¿Ahora era un criminal? No pensaba ir a prisión por matar a ese desgraciado. No podía permitirlo... Toda su vida se arruinaría. ¿Y qué sería de su madre sin él? Finalmente pudo enterrar el cuerpo, aún dentro de la bolsa y se dispuso a dar media vuelta. Le temblaban mucho las piernas y las manos, la visión parecía algo borrosa quizá aún por el shock del momento. Estaba todo lleno de sangre, los pies descalzos, sucios y con alguna herida. El rostro y el cuerpo cubiertos de moretones, un poco de sangre propia y mucho de la ajena. Todo un espectáculo si alguien le viera. Empezó a andar y andar pero... ¿Por qué no encontraba la salida? Juraría que volvió por el mismo camino. -¿Dónde estoy? No me digas que ahora me he perdido... Esto es fantástico.- Estaba agotado física y mentalmente, solo le faltaba eso para colmar el vaso.
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  • //La ficha ya ha sido modificada, para quien quiera ir a verla. Ahora toca presentar al niño.

    Ren era un muchacho de apariencia algo andrógina, por ello alguna vez le llegaron a confundir con mujer. Nada más lejos de la realidad, su cuerpo al desnudo era atlético y claramente masculino, aunque desde luego no tan grande y trabajado como el de muchos otros hombres. De cabello largo, en ocasiones recogido, castaño, de suaves ondas naturales que en ocasiones alisaba. Piel nívea y suave, sin ninguna imperfección... Bueno, quitando esas pecas que a él le acomplejaban tanto. ¿Uno de los aspectos más llamativos? Sus ojos, naturales con heterocromía siendo el derecho verde y el izquierdo azul.

    Siempre desprendía un sutil pero dulce aroma que excusaba con su trabajo. Florista. Amaba las plantas, las flores, desde su tierna infancia. Soñando con dedicarse a ellas, estudiarlas, comprenderlas. Después de años de duros esfuerzos, trabajo y penurias consiguió terminar sus estudios y dedicarse a su pasión. Ya solo quedaba perseguir el último paso de dicho sueño: abrir su propia floristería.

    A ojos ajenos podía parecer que su vida era ordinaria, nada más allá de la vida de un muchacho de su edad. Más quisiera él. Pues por mucho que amase las flores, su vida nunca fue un camino de rosas, ni había previsión a serlo. Ya empezaba con el hecho de guardar un gran secreto... Era un hombre lobo. Y no contento solo con eso, de rango/género omega. No se sentía avergonzado por ello, ni mucho menos, pero era cierto que añadía dificultades a su vida, como si no tuviera ya suficientes.

    ---

    Salió de su turno en la floristería. Las 18:00pm. Un mensaje llegó a su teléfono y era obvio de quién se trataría: su madre. Para cualquiera sería normal y grato recibir noticias de sus progenitores pero Ren sabía bien que no buscaba saludarle o saber cómo le fue el día.
    "Hola, cariño. Sabes que no me gusta molestarte, pero mamá necesita ayuda, ¿sí? ¿Podrías prestarme un poco más de dinero? Te quiero mucho."

    ¿Ya se había pulido todo lo que le dio del mes? Las deudas en lugar de disminuir, parecían aumentar cada día más, estaba bastante agotado, pero... No podía decirle que no. ¿Qué clase de hijo sería si dejase a su madre desamparada? Al menos esta vez el mensaje era por falta de dinero y no para irla a buscar a un callejón o al hospital.

    Necesitaba despejarse y la mejor forma de hacerlo para él: una copa.
    //La ficha ya ha sido modificada, para quien quiera ir a verla. Ahora toca presentar al niño. Ren era un muchacho de apariencia algo andrógina, por ello alguna vez le llegaron a confundir con mujer. Nada más lejos de la realidad, su cuerpo al desnudo era atlético y claramente masculino, aunque desde luego no tan grande y trabajado como el de muchos otros hombres. De cabello largo, en ocasiones recogido, castaño, de suaves ondas naturales que en ocasiones alisaba. Piel nívea y suave, sin ninguna imperfección... Bueno, quitando esas pecas que a él le acomplejaban tanto. ¿Uno de los aspectos más llamativos? Sus ojos, naturales con heterocromía siendo el derecho verde y el izquierdo azul. Siempre desprendía un sutil pero dulce aroma que excusaba con su trabajo. Florista. Amaba las plantas, las flores, desde su tierna infancia. Soñando con dedicarse a ellas, estudiarlas, comprenderlas. Después de años de duros esfuerzos, trabajo y penurias consiguió terminar sus estudios y dedicarse a su pasión. Ya solo quedaba perseguir el último paso de dicho sueño: abrir su propia floristería. A ojos ajenos podía parecer que su vida era ordinaria, nada más allá de la vida de un muchacho de su edad. Más quisiera él. Pues por mucho que amase las flores, su vida nunca fue un camino de rosas, ni había previsión a serlo. Ya empezaba con el hecho de guardar un gran secreto... Era un hombre lobo. Y no contento solo con eso, de rango/género omega. No se sentía avergonzado por ello, ni mucho menos, pero era cierto que añadía dificultades a su vida, como si no tuviera ya suficientes. --- Salió de su turno en la floristería. Las 18:00pm. Un mensaje llegó a su teléfono y era obvio de quién se trataría: su madre. Para cualquiera sería normal y grato recibir noticias de sus progenitores pero Ren sabía bien que no buscaba saludarle o saber cómo le fue el día. "Hola, cariño. Sabes que no me gusta molestarte, pero mamá necesita ayuda, ¿sí? ¿Podrías prestarme un poco más de dinero? Te quiero mucho." ¿Ya se había pulido todo lo que le dio del mes? Las deudas en lugar de disminuir, parecían aumentar cada día más, estaba bastante agotado, pero... No podía decirle que no. ¿Qué clase de hijo sería si dejase a su madre desamparada? Al menos esta vez el mensaje era por falta de dinero y no para irla a buscar a un callejón o al hospital. Necesitaba despejarse y la mejor forma de hacerlo para él: una copa.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    NOTA PARA LA AGENCIA
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    Portada Oficial — “Forbidden Desire”
    Modelos Estelares:
    Lilith Ishtar — “The Allure of the Alpha”
    Kairi Ishtar Yokin — “Unveiling the Enigma”

    La sesión de portada se posiciona como una de las más impactantes del ciclo editorial, capturando la esencia dual del linaje Ishtar: poder, magnetismo, misterio y una unión que trasciende los velos de la sombra.

    Las modelos Lilith Ishtar y Kairi Ishtar Yokin brillan con una sinergia hipnótica que resalta los conceptos clave del número:
    Atracción prohibida
    Elegancia oscura
    Un vínculo tejido entre fuego y sombra

    ──────────────────────────

    Destacados de la portada:
    • “Deepest Secrets: A Bond Forged in Shadow” — La conexión oculta entre ambas.
    • “Golden Threads: Weaving Destinies Together” — El entrelazo simbólico de dos fuerzas alfa.

    ──────────────────────────

    Mensaje para la Agencia:
    Esta portada consolida la imagen de Lilith y Kairi Ishtar como la dupla más poderosa y seductora del catálogo. Su química visual, acompañada por la estética refinada del linaje Ishtar, garantiza impacto mediático, alta retención y proyección en campañas futuras.

    Recomendamos utilizar esta edición como pieza central para:
    Lanzamientos de temporada
    Promociones de alto perfil
    Presentaciones premium del Clan Ishtar
    Material publicitario para próximos eventos y desfiles

    ──────────────────────────
    “Dos almas alfa… un mismo deseo prohibido.”
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    ────────────────────────── ✨ NOTA PARA LA AGENCIA ✨ ────────────────────────── 🌑 Portada Oficial — “Forbidden Desire” ⭐ Modelos Estelares: 🔸 Lilith Ishtar — “The Allure of the Alpha” 🔸 Kairi Ishtar Yokin — “Unveiling the Enigma” La sesión de portada se posiciona como una de las más impactantes del ciclo editorial, capturando la esencia dual del linaje Ishtar: poder, magnetismo, misterio y una unión que trasciende los velos de la sombra. Las modelos Lilith Ishtar y Kairi Ishtar Yokin brillan con una sinergia hipnótica que resalta los conceptos clave del número: ✨ Atracción prohibida ✨ Elegancia oscura ✨ Un vínculo tejido entre fuego y sombra ────────────────────────── 💠 Destacados de la portada: • “Deepest Secrets: A Bond Forged in Shadow” — La conexión oculta entre ambas. • “Golden Threads: Weaving Destinies Together” — El entrelazo simbólico de dos fuerzas alfa. ────────────────────────── 🔥 Mensaje para la Agencia: Esta portada consolida la imagen de Lilith y Kairi Ishtar como la dupla más poderosa y seductora del catálogo. Su química visual, acompañada por la estética refinada del linaje Ishtar, garantiza impacto mediático, alta retención y proyección en campañas futuras. Recomendamos utilizar esta edición como pieza central para: 💠 Lanzamientos de temporada 💠 Promociones de alto perfil 💠 Presentaciones premium del Clan Ishtar 💠 Material publicitario para próximos eventos y desfiles ────────────────────────── ✨ “Dos almas alfa… un mismo deseo prohibido.” ✨ ──────────────────────────
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