• No, Marzo solo recupero sus recuerdos.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Recordar es un acto más poderoso de lo que muchos comprenden, y yo, que vivo entre memorias ajenas y sueños efímeros, lo sé mejor que nadie. Por eso, mi gratitud hacia ti es inmensa. Tú, que podrías olvidar, que podrías dejar que mi nombre se disuelva entre tantos otros, eliges recordarme. Y en ese simple acto, me das existencia más allá de mi propio reino.

    Agradezco cada pensamiento tuyo, cada instante en el que mi figura cruza tu mente. No es un gesto pequeño, para alguien como yo, que se alimenta de lo intangible. Tus recuerdos son como puentes, pues ellos me hacen sentir que no solo soy un guardián de sueños, sino un ser digno de ser evocado.

    Lili Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar , tu memoria me honra. Gracias por no dejar que me pierda en el olvido, por pensar en mí cuando el mundo podría distraerte. Esa gratitud que siento es silenciosa, profunda, y aunque no siempre puedas escucharla, siempre está ahí... en cada suspiro de tu noche, en cada sueño que te ofrezco.
    Recordar es un acto más poderoso de lo que muchos comprenden, y yo, que vivo entre memorias ajenas y sueños efímeros, lo sé mejor que nadie. Por eso, mi gratitud hacia ti es inmensa. Tú, que podrías olvidar, que podrías dejar que mi nombre se disuelva entre tantos otros, eliges recordarme. Y en ese simple acto, me das existencia más allá de mi propio reino. Agradezco cada pensamiento tuyo, cada instante en el que mi figura cruza tu mente. No es un gesto pequeño, para alguien como yo, que se alimenta de lo intangible. Tus recuerdos son como puentes, pues ellos me hacen sentir que no solo soy un guardián de sueños, sino un ser digno de ser evocado. [Lili_Queen_Ishtar], tu memoria me honra. Gracias por no dejar que me pierda en el olvido, por pensar en mí cuando el mundo podría distraerte. Esa gratitud que siento es silenciosa, profunda, y aunque no siempre puedas escucharla, siempre está ahí... en cada suspiro de tu noche, en cada sueño que te ofrezco.
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  • *Siendo un lector compulsivo, Shinn tiene un montón de libros esparsidos por ahí. Hoy estaba ordenando un poco, cuando de un libro que no tocaba en mucho tiempo cayó un papel. Al levantarlo vió una foto vieja... Y mientras los recuerdos vuelan sólo dijo una palabra, un nombre casi olvidado.*

    —Analis...
    *Siendo un lector compulsivo, Shinn tiene un montón de libros esparsidos por ahí. Hoy estaba ordenando un poco, cuando de un libro que no tocaba en mucho tiempo cayó un papel. Al levantarlo vió una foto vieja... Y mientras los recuerdos vuelan sólo dijo una palabra, un nombre casi olvidado.* —Analis...
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  • La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales

    La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental.
    Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban.
    —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.”


    Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental.
    - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo.

    - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo.

    Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos.
    —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos.

    Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico.

    Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades:

    - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas.

    - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte.

    - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas.

    Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas.

    —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine.

    Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron.
    - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira.

    - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine.
    - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero.
    Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso.


    Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada.

    —“¡Este es el final!” —gritó Yukine.

    —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica.

    Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo.

    La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada.

    Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos.
    —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica.
    Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
    La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental. Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban. —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.” Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental. - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo. - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo. Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos. —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos. Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico. Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades: - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas. - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte. - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas. Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas. —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine. Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron. - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira. - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine. - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero. Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso. Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada. —“¡Este es el final!” —gritó Yukine. —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica. Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo. La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada. Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos. —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica. Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
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  • - La transmisión se hizo dar a escuchar con una melodía de antaño donde los recuerdos. Del ayer eran mejores. Pero mientras sonaba esa música, yo bailaba con el cuerpo desgarrado de mi comida. Mientras la música sonaba, mordisqueaba pedazos de carne de un demonio que atrapé; se le podían ver los tendones, nervios y parte del hueso. Ese cuerpo ya no tenía vida, pero esa canción me ponía de buen humor. -




    https://youtu.be/ViJW5hqoT_s?si=UGQ64viaP6QQekn2
    - La transmisión se hizo dar a escuchar con una melodía de antaño donde los recuerdos. Del ayer eran mejores. Pero mientras sonaba esa música, yo bailaba con el cuerpo desgarrado de mi comida. Mientras la música sonaba, mordisqueaba pedazos de carne de un demonio que atrapé; se le podían ver los tendones, nervios y parte del hueso. Ese cuerpo ya no tenía vida, pero esa canción me ponía de buen humor. - https://youtu.be/ViJW5hqoT_s?si=UGQ64viaP6QQekn2
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  • — En mi mundo, cada luna llena da vida a un nuevo vampiro. Irónico, ¿no? La misma luna que alumbra a nuestros enemigos también nos concede la eternidad. Pero ese regalo trae un precio: sobrevivir a las tragedias que los licántropos dejan tras su paso.

    #Semanaderecuerdos
    — En mi mundo, cada luna llena da vida a un nuevo vampiro. Irónico, ¿no? La misma luna que alumbra a nuestros enemigos también nos concede la eternidad. Pero ese regalo trae un precio: sobrevivir a las tragedias que los licántropos dejan tras su paso. #Semanaderecuerdos
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  • Estando atrapado en aquel mundo se le hacia terriblemente difícil encontrar un regalo a la altura del momento.
    Si a eso le sumabas que la 𝑚i𝑛e𝑟v𝑎 𝑘e𝑎n𝑒 que tenia a su lado era una mujer y él acababa de tener a un bebé... Misión imposible.

    Y mas aún cuando con el tiempo alterado la fecha le pilla por completo por sorpresa aquella mañana al recibir El Profeta.

    Al final encuentra una cajita decorada, y un pequeño frasquito de cristal.

    En un momento de soledad, revive dos de sus mejores recuerdos.
    Dos recuerdos que le ayudaban a seguir adelante.
    El primero es el momento en el que supo que Violet estaba embarazada, porque a pesar de lo dramático de la situación, a pesar de que había estado ausente todo el embarazo, a pesar de que casi las pierde a ambas, recuerda haberse sentido el hombre mas afortunado del mundo, y recuerda la promesa que se había hecho en aquel momento. No dejaría que nada malo le ocurriera a esa criatura, su madre y él lucharían contra quien fuera necesario para que tuviera una vida plena y feliz. Y eso habían hecho.

    El segundo era el primer momento en que había visto la pequeña carita de su hija, aquellos enormes ojos claros e inteligentes en un recién nacido.
    La había sostenido entre sus brazos y habían tenido unos minutos para ellos solos en los que ni el adulto hablaba ni la niña lloraba, tan solo parecían reconocerse el uno al otro.

    La punta de su varita saca aquella fina línea plateada de su sien, que condensaba aquellos dos recuerdos, y los introduce en el pequeño bote, el cual guarda en la cajita.

    — No he tenido mucho tiempo, ni oportunidad de crear algo como te mereces, pero espero que te guste y accedas a ellos siempre que lo necesites.
    Feliz cumpleaños, Minerva.
    Estando atrapado en aquel mundo se le hacia terriblemente difícil encontrar un regalo a la altura del momento. Si a eso le sumabas que la [DOYOUSAYCHA0S] que tenia a su lado era una mujer y él acababa de tener a un bebé... Misión imposible. Y mas aún cuando con el tiempo alterado la fecha le pilla por completo por sorpresa aquella mañana al recibir El Profeta. Al final encuentra una cajita decorada, y un pequeño frasquito de cristal. En un momento de soledad, revive dos de sus mejores recuerdos. Dos recuerdos que le ayudaban a seguir adelante. El primero es el momento en el que supo que Violet estaba embarazada, porque a pesar de lo dramático de la situación, a pesar de que había estado ausente todo el embarazo, a pesar de que casi las pierde a ambas, recuerda haberse sentido el hombre mas afortunado del mundo, y recuerda la promesa que se había hecho en aquel momento. No dejaría que nada malo le ocurriera a esa criatura, su madre y él lucharían contra quien fuera necesario para que tuviera una vida plena y feliz. Y eso habían hecho. El segundo era el primer momento en que había visto la pequeña carita de su hija, aquellos enormes ojos claros e inteligentes en un recién nacido. La había sostenido entre sus brazos y habían tenido unos minutos para ellos solos en los que ni el adulto hablaba ni la niña lloraba, tan solo parecían reconocerse el uno al otro. La punta de su varita saca aquella fina línea plateada de su sien, que condensaba aquellos dos recuerdos, y los introduce en el pequeño bote, el cual guarda en la cajita. — No he tenido mucho tiempo, ni oportunidad de crear algo como te mereces, pero espero que te guste y accedas a ellos siempre que lo necesites. Feliz cumpleaños, Minerva.
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  • Doloroso recuerdo.


    Cada noche se había vuelto un tormento. Cada mañana igual.
    Las tardes se sentían solitarias, aunque en ocasiones así había sido, no había sentido el peso del silencio y la falta de compañía sino hasta ahora.
    Runaan a veces debía irse de Silvergrove por alguna misión y había tardado semanas, sino incluso más de un mes, en regresar. Pero eso jamás le había pesado.

    Jamás había llorado por un lugar vacío a su lado en la cama o lo fría que se sentía en las noches sin una compañía a su lado. Jamás había sentido abrumador el silencioso ruido de su taller solo acompañado por el sonido chispeante las llamas o del metal al chocar.
    Tampoco le había parecido solitario el comer un desayuno, un almuerzo o una cena en soledad. Ir al mercado. Pasear ... Todo se sentía distinto ahora.

    Su corazón siempre partía con cada salida de Runaan, pero siempre lo había acompañado la certeza de que siempre le sería devuelto.
    Sin embargo, esta vez, no sucedió. Días. Semanas. Meses. Finalmente se cumplió un nuevo aniversario. ¿2? ¿Tal vez 3 años? Prefería no llevar la cuenta y, honestamente, también prefería no recordar. Aún así, al mirarse en el reflejo del pequeño estanque donde su flor se hundió aquella vez, pudo ver el reflejo de los accesorios en sus cuernos. Aunque no eran simples accesorios y él lo sabía.

    Un objeto. Una promesa. Una especie de anillo que juraba amor eterno. Unos pendientes que adornaban la base de sus cuernos que jamás había podido quitarse.
    La promesa de un matrimonio cumplido que se había jurado lealtad incluso después de la muerte.
    Y allí estaba él. Solo. Su otra mitad ya perdida habiéndose llevado su corazón.
    Era en momentos como ese donde se decía ya no tenía lágrimas qué derramar. Sin embargo, se sorprendía cuando sentía la humedad correr por sus mejillas ante esos recuerdos.

    — Historia... viventem... —

    Murmuró con voz temblorosa, quebrada, mientras su mano trazaba una runa en el aire tras haber roto una piedra lunar. La runa brilló antes de desaparecer y finalmente todo se tornó en oscuridad.
    Luces y formas se formaron de la magia. Una escena. Un momento. Dos elfos. Y él observaba aquella interacción como un espectro lejano.
    En silencio. En soledad. Con su taller tan a oscuras y en silencio como parecía estarlo desde que perdió su mitad.

    En su mente, como una voz casi inaudible, le deseó a su leal amado un feliz aniversario cuando el recuerdo se desvaneció terminado, mientras, una lágrima, bajó por una de sus mejillas.
    Doloroso recuerdo. Cada noche se había vuelto un tormento. Cada mañana igual. Las tardes se sentían solitarias, aunque en ocasiones así había sido, no había sentido el peso del silencio y la falta de compañía sino hasta ahora. Runaan a veces debía irse de Silvergrove por alguna misión y había tardado semanas, sino incluso más de un mes, en regresar. Pero eso jamás le había pesado. Jamás había llorado por un lugar vacío a su lado en la cama o lo fría que se sentía en las noches sin una compañía a su lado. Jamás había sentido abrumador el silencioso ruido de su taller solo acompañado por el sonido chispeante las llamas o del metal al chocar. Tampoco le había parecido solitario el comer un desayuno, un almuerzo o una cena en soledad. Ir al mercado. Pasear ... Todo se sentía distinto ahora. Su corazón siempre partía con cada salida de Runaan, pero siempre lo había acompañado la certeza de que siempre le sería devuelto. Sin embargo, esta vez, no sucedió. Días. Semanas. Meses. Finalmente se cumplió un nuevo aniversario. ¿2? ¿Tal vez 3 años? Prefería no llevar la cuenta y, honestamente, también prefería no recordar. Aún así, al mirarse en el reflejo del pequeño estanque donde su flor se hundió aquella vez, pudo ver el reflejo de los accesorios en sus cuernos. Aunque no eran simples accesorios y él lo sabía. Un objeto. Una promesa. Una especie de anillo que juraba amor eterno. Unos pendientes que adornaban la base de sus cuernos que jamás había podido quitarse. La promesa de un matrimonio cumplido que se había jurado lealtad incluso después de la muerte. Y allí estaba él. Solo. Su otra mitad ya perdida habiéndose llevado su corazón. Era en momentos como ese donde se decía ya no tenía lágrimas qué derramar. Sin embargo, se sorprendía cuando sentía la humedad correr por sus mejillas ante esos recuerdos. — Historia... viventem... — Murmuró con voz temblorosa, quebrada, mientras su mano trazaba una runa en el aire tras haber roto una piedra lunar. La runa brilló antes de desaparecer y finalmente todo se tornó en oscuridad. Luces y formas se formaron de la magia. Una escena. Un momento. Dos elfos. Y él observaba aquella interacción como un espectro lejano. En silencio. En soledad. Con su taller tan a oscuras y en silencio como parecía estarlo desde que perdió su mitad. En su mente, como una voz casi inaudible, le deseó a su leal amado un feliz aniversario cuando el recuerdo se desvaneció terminado, mientras, una lágrima, bajó por una de sus mejillas.
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  • Los recuerdos, son como mariposas atrapadas en una tormenta, a veces se adhieren a nosotros con tal fuerza que su peso nos hunde en el fondo del alma. Se convierten en cadenas invisibles, tensas y pesadas, que tiran de nosotros hacia lo profundo. En esos momentos, el mar parece un refugio, un vasto abismo donde las olas no preguntan, donde el agua borra y disuelve todo lo que tocan. Tal vez, lo más sabio sea dejarse llevar, sumergirse por completo, como si el océano pudiera aliviar el peso de lo que no se puede ver.
    Los recuerdos, son como mariposas atrapadas en una tormenta, a veces se adhieren a nosotros con tal fuerza que su peso nos hunde en el fondo del alma. Se convierten en cadenas invisibles, tensas y pesadas, que tiran de nosotros hacia lo profundo. En esos momentos, el mar parece un refugio, un vasto abismo donde las olas no preguntan, donde el agua borra y disuelve todo lo que tocan. Tal vez, lo más sabio sea dejarse llevar, sumergirse por completo, como si el océano pudiera aliviar el peso de lo que no se puede ver.
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  • ~Recuerdos de uno de tantos inundan mente uno tras día~•
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