• Lo habían llamado hacía no mucho a un apartamento en el centro de la ciudad, una mujer que sonaba desesperada y destruida, el llanto apenas haciendo sentido a las palabras. Koda pudo sacar información suficiente como para saber a dónde tenía que dirigirse y qué pasó según la mujer.

    —Llegué a casa del... del... trabajo y... lo vi... en-en la silla y... muerto... —habló la mujer del otro lado de la línea telefónica, tratando de calmarse.

    —Está bien, voy a encontrar al culpable, señora, no se preocupe.

    —Gracias, pero tu-... tu... ¿no eres- no eres un niño? Suenas como... niño. —la pregunta le molestó al detective, haciendo que bajara sus orejas hacia atrás y se quedara en silencio por un largo rato.

    —No. —cortó de inmediato, estaba de buen humor como para dejar que alguien más lo arruinara, planeaba mantenerse así.

    -------

    En el apartamento la escena era clara y todavía fresca, aunque la pobre señora de la llamada no estaba ahí. Ni siquiera tuvo que pedir llaves o forzar la entrada porque ya estaba abierta.

    —No está forzada... no entró por aquí. —comentó para sí mismo mientras inspeccionó la puerta, después alzó bien en alto sus orejas para inspeccionar el resto del lugar.

    Lo primero que notaron sus fosas nasales fue un intenso aroma dulzón, un perfume. Por las notas juzgaba que era de mujer. ¿De quién llamó o alguien más? Tomó nota mental de eso para corroborar después.

    Se acercó a donde estaba el cuerpo, en un sofá individual en la sala de estar. La televisión aún estaba encendida con un programa de citas transcurriendo. No le prestó atención a eso, si no al cuerpo. Tenía un orificio en la frente y otro en la parte anterior de la cabeza, por supuesto que la bala atravesó el cráneo y cerebro.

    Olfateó tanto el cadáver como el ambiente. La sangre seguía fresca, el cuerpo más o menos caliente y pudo detectar, entre ese perfume horrible, un muy ligero rastro de pólvora. También había tabaco.

    —Reciente... apenas unas... ¿tres horas? Cuatro, cuanto mucho. —murmuró mientras rascó apenas su barbilla, después se fijó en la mesa al lado del sofá, allí donde se esparció la sangre, el reloj marcaba la hora y la caja de cigarrillos junto con las colillas indicaban que el hombre estuvo fumando. Lo tomaron totalmente desprevenido.

    Caminó alrededor, todavía olfateando, hasta llegar a la cómoda de la sala. Se acercó a uno de los cajones, notando algo...

    —¿Aceite industrial? Huh... De la víctima no es... ¿el culpable? —de su abrigo sacó un pañuelo y abrió el cajón para inspeccionar el interior. Estaba revuelto, algunas cajas y papeles, incluso fotos, pero nada más. Cerró el cajón—. ¿Qué estaba buscando...?

    Siguió la investigación mientras guardó el pañuelo, pasando por la cocina, también algo revuelta entre las alacenas y heladera, pero nada para tomar nota. Así, pasó por el pequeño pasillo que conectaba la sala con el baño y dos habitaciones más, pequeñas. Pero Koda se detuvo en el primer cuarto, el aire cambió.

    Empujó la puerta lo suficiente para entrar y vio, al igual que antes, todo revuelto. Lo que llamó más su atención fue la ventana del cuarto abierta. Posible entrada del culpable.

    Se acercó a olfatear y, sí, más rastro de aceite. Además, la escalera de incendios estaba cerca de ahí.

    —Pudo subir por las escaleras y entrar sin ser detectado, mh... —cruzó los brazos, pensativo, pero esto no duró mucho cuando oyó pasos. Sus orejas enseguida se voltearon en la dirección de donde provenían.

    El zorro se movió rápido hacia la entrada del apartamento.

    —¡Esto es la escena de un crimen, no puedes estar aquí! ¡No, no! ¡Nada te incumbe así que lárgate! ¡Vas a terminar contaminando la escena! —su voz se alzó en volumen contra aquella persona, pero sonaba algo cómico por el hecho que tenía una voz juvenil. Incluso eso cambió además de su apariencia. Una desdicha—. Anda, vete ya, no me obligues a sacarte.

    A nadie intimidaba con la baja estatura.


    [Cualquiera puede responder si gusta.]
    Lo habían llamado hacía no mucho a un apartamento en el centro de la ciudad, una mujer que sonaba desesperada y destruida, el llanto apenas haciendo sentido a las palabras. Koda pudo sacar información suficiente como para saber a dónde tenía que dirigirse y qué pasó según la mujer. —Llegué a casa del... del... trabajo y... lo vi... en-en la silla y... muerto... —habló la mujer del otro lado de la línea telefónica, tratando de calmarse. —Está bien, voy a encontrar al culpable, señora, no se preocupe. —Gracias, pero tu-... tu... ¿no eres- no eres un niño? Suenas como... niño. —la pregunta le molestó al detective, haciendo que bajara sus orejas hacia atrás y se quedara en silencio por un largo rato. —No. —cortó de inmediato, estaba de buen humor como para dejar que alguien más lo arruinara, planeaba mantenerse así. ------- En el apartamento la escena era clara y todavía fresca, aunque la pobre señora de la llamada no estaba ahí. Ni siquiera tuvo que pedir llaves o forzar la entrada porque ya estaba abierta. —No está forzada... no entró por aquí. —comentó para sí mismo mientras inspeccionó la puerta, después alzó bien en alto sus orejas para inspeccionar el resto del lugar. Lo primero que notaron sus fosas nasales fue un intenso aroma dulzón, un perfume. Por las notas juzgaba que era de mujer. ¿De quién llamó o alguien más? Tomó nota mental de eso para corroborar después. Se acercó a donde estaba el cuerpo, en un sofá individual en la sala de estar. La televisión aún estaba encendida con un programa de citas transcurriendo. No le prestó atención a eso, si no al cuerpo. Tenía un orificio en la frente y otro en la parte anterior de la cabeza, por supuesto que la bala atravesó el cráneo y cerebro. Olfateó tanto el cadáver como el ambiente. La sangre seguía fresca, el cuerpo más o menos caliente y pudo detectar, entre ese perfume horrible, un muy ligero rastro de pólvora. También había tabaco. —Reciente... apenas unas... ¿tres horas? Cuatro, cuanto mucho. —murmuró mientras rascó apenas su barbilla, después se fijó en la mesa al lado del sofá, allí donde se esparció la sangre, el reloj marcaba la hora y la caja de cigarrillos junto con las colillas indicaban que el hombre estuvo fumando. Lo tomaron totalmente desprevenido. Caminó alrededor, todavía olfateando, hasta llegar a la cómoda de la sala. Se acercó a uno de los cajones, notando algo... —¿Aceite industrial? Huh... De la víctima no es... ¿el culpable? —de su abrigo sacó un pañuelo y abrió el cajón para inspeccionar el interior. Estaba revuelto, algunas cajas y papeles, incluso fotos, pero nada más. Cerró el cajón—. ¿Qué estaba buscando...? Siguió la investigación mientras guardó el pañuelo, pasando por la cocina, también algo revuelta entre las alacenas y heladera, pero nada para tomar nota. Así, pasó por el pequeño pasillo que conectaba la sala con el baño y dos habitaciones más, pequeñas. Pero Koda se detuvo en el primer cuarto, el aire cambió. Empujó la puerta lo suficiente para entrar y vio, al igual que antes, todo revuelto. Lo que llamó más su atención fue la ventana del cuarto abierta. Posible entrada del culpable. Se acercó a olfatear y, sí, más rastro de aceite. Además, la escalera de incendios estaba cerca de ahí. —Pudo subir por las escaleras y entrar sin ser detectado, mh... —cruzó los brazos, pensativo, pero esto no duró mucho cuando oyó pasos. Sus orejas enseguida se voltearon en la dirección de donde provenían. El zorro se movió rápido hacia la entrada del apartamento. —¡Esto es la escena de un crimen, no puedes estar aquí! ¡No, no! ¡Nada te incumbe así que lárgate! ¡Vas a terminar contaminando la escena! —su voz se alzó en volumen contra aquella persona, pero sonaba algo cómico por el hecho que tenía una voz juvenil. Incluso eso cambió además de su apariencia. Una desdicha—. Anda, vete ya, no me obligues a sacarte. A nadie intimidaba con la baja estatura. [Cualquiera puede responder si gusta.]
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  • Sonidos en el bosque
    Fandom Mahou Tsukai No Yome/OC
    Categoría Fantasía
    ROL ABIERTO A CUALQUIERA.

    En lo profundo del bosque, en una noche iluminada solo por el fulgor de la luna llena, el aire parecía retenido por los árboles. El dosel era tan espeso que dejaba pasar apenas un puñado de hilos plateados, y esos destellos, en lugar de aliviar la oscuridad, la hacían parecer más densa, más expectante.

    En un pequeño claro, se encontraba Elías. La luz lunar se reflejaba débilmente en la superficie lisa de su cráneo, dándole un brillo ominoso. A su alrededor, las zarzas serpenteaban despacio, como sombras palpando el suelo.

    La verdadera forma de Elías se manifestó al fin. Parecía una bestia surgida de una pesadilla mal recordada, un animal inclinado sobre lo que ya no era más que una masa informe de carne. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido un hombre; ahora solo quedaba el recuerdo de su mala fortuna al cruzarse con un demonio hambriento.

    El pelaje de Elías, tan negro que parecía devorar la luz, ocultaba una figura delgada, casi cadavérica, que no hacía sino intensificar la impresión de que la oscuridad lo había moldeado a su antojo. Sus garras afiladas se hundían en la carne tibia, arrancando fragmentos que consumía con avidez. Era un hambre antigua, insondable, insaciable.

    Cuando la sangre empapó el suelo hasta formar un charco espeso, algo dentro de él despertó. La consciencia regresó como un suspiro helado.

    —Ah… ha vuelto a ocurrir —murmuró, su voz grave pero extrañamente calmada, tan fría como la noche que lo rodeaba.

    Llevaba un collar del que colgaban plumas negras unidas por una cadena que parecía hecha de hueso pulido. Sobre su espalda descansaba una capa corta, ennegrecida y desgarrada, como si hubiera sobrevivido a demasiadas noches como esta.

    Cualquiera que lo viera pensaría que había salido de un cuento mal contado o de una fábula retorcida que nunca debió relatarse. ¿Quizás una burla nacida de las emociones humanas? ¿O un recordatorio trágico de lo que alguna vez fue?

    Elías se tensó de pronto. Sintió una presencia, una interrupción en el murmullo del bosque. Giró lentamente la cabeza. Sus ojos rojos, iluminados con intensidad, se fijaron en la densidad de la oscuridad.

    Miró… y esperó.
    Esperó a que aquello que lo observaba hiciera el primer movimiento.
    ROL ABIERTO A CUALQUIERA. En lo profundo del bosque, en una noche iluminada solo por el fulgor de la luna llena, el aire parecía retenido por los árboles. El dosel era tan espeso que dejaba pasar apenas un puñado de hilos plateados, y esos destellos, en lugar de aliviar la oscuridad, la hacían parecer más densa, más expectante. En un pequeño claro, se encontraba Elías. La luz lunar se reflejaba débilmente en la superficie lisa de su cráneo, dándole un brillo ominoso. A su alrededor, las zarzas serpenteaban despacio, como sombras palpando el suelo. La verdadera forma de Elías se manifestó al fin. Parecía una bestia surgida de una pesadilla mal recordada, un animal inclinado sobre lo que ya no era más que una masa informe de carne. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido un hombre; ahora solo quedaba el recuerdo de su mala fortuna al cruzarse con un demonio hambriento. El pelaje de Elías, tan negro que parecía devorar la luz, ocultaba una figura delgada, casi cadavérica, que no hacía sino intensificar la impresión de que la oscuridad lo había moldeado a su antojo. Sus garras afiladas se hundían en la carne tibia, arrancando fragmentos que consumía con avidez. Era un hambre antigua, insondable, insaciable. Cuando la sangre empapó el suelo hasta formar un charco espeso, algo dentro de él despertó. La consciencia regresó como un suspiro helado. —Ah… ha vuelto a ocurrir —murmuró, su voz grave pero extrañamente calmada, tan fría como la noche que lo rodeaba. Llevaba un collar del que colgaban plumas negras unidas por una cadena que parecía hecha de hueso pulido. Sobre su espalda descansaba una capa corta, ennegrecida y desgarrada, como si hubiera sobrevivido a demasiadas noches como esta. Cualquiera que lo viera pensaría que había salido de un cuento mal contado o de una fábula retorcida que nunca debió relatarse. ¿Quizás una burla nacida de las emociones humanas? ¿O un recordatorio trágico de lo que alguna vez fue? Elías se tensó de pronto. Sintió una presencia, una interrupción en el murmullo del bosque. Giró lentamente la cabeza. Sus ojos rojos, iluminados con intensidad, se fijaron en la densidad de la oscuridad. Miró… y esperó. Esperó a que aquello que lo observaba hiciera el primer movimiento.
    Tipo
    Grupal
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  • La luz cálida del local se reflejaba en la copa de vino que reposaba frente a ella. Sentada con una calma felina, la dueña del club observaba a quien acababa de entrar, como si ya supiera de antemano que esa noche no sería una noche cualquiera. Su mirada oscura tenía la habilidad de detener el tiempo, o de acelerarlo peligrosamente.

    Con un gesto lento, se apartó un mechón de cabello y sonrió, una sonrisa sutil, capaz de hacer olvidar cualquier duda.

    -¿Vienes solo? - Dijo ella, acariciando el borde de la copa con la yema del dedo. - Siéntate conmigo. Prometo que el vino sabe mejor cuando se comparte, y yo también. -
    La luz cálida del local se reflejaba en la copa de vino que reposaba frente a ella. Sentada con una calma felina, la dueña del club observaba a quien acababa de entrar, como si ya supiera de antemano que esa noche no sería una noche cualquiera. Su mirada oscura tenía la habilidad de detener el tiempo, o de acelerarlo peligrosamente. Con un gesto lento, se apartó un mechón de cabello y sonrió, una sonrisa sutil, capaz de hacer olvidar cualquier duda. -¿Vienes solo? - Dijo ella, acariciando el borde de la copa con la yema del dedo. - Siéntate conmigo. Prometo que el vino sabe mejor cuando se comparte, y yo también. -
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  • Cena caótica
    Fandom Oc
    Categoría Drama
    — Ji Won estaba completamente nervioso, esa tarde iba a presentar a su novio con su familia, sabía que sus padres y hermano eran muy protectores con él, esperaba que todo saliera bien y fuera una cena agradable.—

    Todo va a salir bien, amor , estoy seguro de que te llevarás muy bien con Allen.
    — Ji Won estaba completamente nervioso, esa tarde iba a presentar a su novio con su familia, sabía que sus padres y hermano eran muy protectores con él, esperaba que todo saliera bien y fuera una cena agradable.— Todo va a salir bien, amor , estoy seguro de que te llevarás muy bien con Allen.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    10
    Estado
    Disponible
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  • — Una balada... Una fucking balada... —el compositor maldijo los antojos de su mánager mientras su lápiz garabateaba la esquina de la servilleta donde descansaba la prosa improvisada; En la barra de aquel antro, probablemente fue el único que no terminó su trago.

    𝘚𝘶𝘴 𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰,
    𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘫𝘢𝘮á𝘴 𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘰 𝘤𝘢𝘭𝘰𝘳.
    𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘩𝘶𝘮𝘰, 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘳𝘶𝘪𝘥𝘰,
    𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘦𝘭 𝘦𝘤𝘰 𝘣𝘢𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯 “𝘢𝘮𝘰𝘳”.

    𝘓𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘭𝘰𝘢𝘤𝘢,
    𝘺 𝘵𝘦 𝘩𝘶𝘯𝘥𝘪𝘴𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳𝘭𝘦.
    𝘛𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘨𝘢𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘮𝘦𝘴𝘢𝘴,
    é𝘭 𝘳𝘦í𝘢 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘭𝘶𝘤𝘩𝘢𝘣𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘯𝘰 𝘩𝘶𝘯𝘥𝘪𝘳𝘵𝘦.

    ¿𝘘𝘶𝘪é𝘯 𝘤𝘢𝘳𝘢𝘫𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵ó 𝘴𝘪 𝘢ú𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘴?
    ¿𝘊𝘳𝘦é𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘴𝘶𝘴𝘱𝘪𝘳𝘰𝘴?
    𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘢𝘴 𝘪𝘮𝘣𝘦𝘤𝘪𝘭. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘴 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪ó𝘯.
    𝘌𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘯𝘰 𝘷𝘢 𝘢 𝘥𝘦𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘴𝘦
    𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘦𝘨𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘶 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻ó𝘯.
    — Una balada... Una fucking balada... —el compositor maldijo los antojos de su mánager mientras su lápiz garabateaba la esquina de la servilleta donde descansaba la prosa improvisada; En la barra de aquel antro, probablemente fue el único que no terminó su trago. 𝘚𝘶𝘴 𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘫𝘢𝘮á𝘴 𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘰 𝘤𝘢𝘭𝘰𝘳. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘩𝘶𝘮𝘰, 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘳𝘶𝘪𝘥𝘰, 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘦𝘭 𝘦𝘤𝘰 𝘣𝘢𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘯 “𝘢𝘮𝘰𝘳”. 𝘓𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘭𝘰𝘢𝘤𝘢, 𝘺 𝘵𝘦 𝘩𝘶𝘯𝘥𝘪𝘴𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳𝘭𝘦. 𝘛𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘨𝘢𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘮𝘦𝘴𝘢𝘴, é𝘭 𝘳𝘦í𝘢 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘭𝘶𝘤𝘩𝘢𝘣𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘯𝘰 𝘩𝘶𝘯𝘥𝘪𝘳𝘵𝘦. ¿𝘘𝘶𝘪é𝘯 𝘤𝘢𝘳𝘢𝘫𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵ó 𝘴𝘪 𝘢ú𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘴? ¿𝘊𝘳𝘦é𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘴𝘶𝘴𝘱𝘪𝘳𝘰𝘴? 𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘢𝘴 𝘪𝘮𝘣𝘦𝘤𝘪𝘭. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘴 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪ó𝘯. 𝘌𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘯𝘰 𝘷𝘢 𝘢 𝘥𝘦𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘦𝘨𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘶 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻ó𝘯.
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  • Día de compras hoy para los regalos de Navidad y para todo lo que necesitará mi amorcito en las primeras etapas de embarazo... ¿pero por qué de pronto soy yo la de los antojos?
    Día de compras hoy para los regalos de Navidad y para todo lo que necesitará mi amorcito en las primeras etapas de embarazo... ¿pero por qué de pronto soy yo la de los antojos?
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    La mañana después de la Luna Roja

    A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio.
    No hay señales de Yokai.
    No hay sombras errantes.
    No hay grietas de luna.

    Yuna duerme tranquila.
    Akane vigila desde la distancia.
    El mundo, por un respiro, parece en orden.

    Yo, sin embargo, no.

    Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme.
    Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió.
    Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí.

    Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío.

    Espero.
    Y espero.
    Dos horas.

    Shein no aparece.

    Respiro hondo.
    Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado.

    —Entrenaré sola entonces…


    ---

    La primera herida del orgullo

    Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia.
    Como si quisiera salir.
    Como si respirara.

    La desenvaino.

    Silencio absoluto.
    No hay pájaros, no hay viento, no hay nada.
    Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido.

    —Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada.

    Me coloco frente a un tronco grueso.
    Tomo postura.
    Ajusto los pies.
    Levanto la espada.
    Cargo el peso.

    Y…

    ¡CLACK!

    La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial.

    El tronco ni se mueve.

    Yo sí.
    Pierdo el equilibrio.
    Casi me estampo contra el suelo…
    y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo.

    En ese instante, un sonido se cuela desde arriba.

    Una risa.

    Su risa.

    Levanto la vista.

    Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana.
    Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual.

    Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra.

    —¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa.

    Ryu tarda en contestar.
    Demasiado.

    Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano.

    —Ya casi lo tienes, cachorrita.

    Y vuelve a reír.

    Otra vez.

    Mis mejillas arden.
    Mi orgullo llora.
    Mi corazón se acelera.

    Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín.

    Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy.

    Aunque lo que más duele…
    es que lo hace con cariño.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La mañana después de la Luna Roja A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio. No hay señales de Yokai. No hay sombras errantes. No hay grietas de luna. Yuna duerme tranquila. Akane vigila desde la distancia. El mundo, por un respiro, parece en orden. Yo, sin embargo, no. Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme. Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió. Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí. Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío. Espero. Y espero. Dos horas. Shein no aparece. Respiro hondo. Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado. —Entrenaré sola entonces… --- La primera herida del orgullo Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia. Como si quisiera salir. Como si respirara. La desenvaino. Silencio absoluto. No hay pájaros, no hay viento, no hay nada. Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido. —Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada. Me coloco frente a un tronco grueso. Tomo postura. Ajusto los pies. Levanto la espada. Cargo el peso. Y… ¡CLACK! La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial. El tronco ni se mueve. Yo sí. Pierdo el equilibrio. Casi me estampo contra el suelo… y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo. En ese instante, un sonido se cuela desde arriba. Una risa. Su risa. Levanto la vista. Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana. Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual. Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra. —¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa. Ryu tarda en contestar. Demasiado. Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano. —Ya casi lo tienes, cachorrita. Y vuelve a reír. Otra vez. Mis mejillas arden. Mi orgullo llora. Mi corazón se acelera. Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín. Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy. Aunque lo que más duele… es que lo hace con cariño.
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    La mañana después de la Luna Roja

    A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio.
    No hay señales de Yokai.
    No hay sombras errantes.
    No hay grietas de luna.

    Yuna duerme tranquila.
    Akane vigila desde la distancia.
    El mundo, por un respiro, parece en orden.

    Yo, sin embargo, no.

    Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme.
    Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió.
    Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí.

    Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío.

    Espero.
    Y espero.
    Dos horas.

    Shein no aparece.

    Respiro hondo.
    Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado.

    —Entrenaré sola entonces…


    ---

    La primera herida del orgullo

    Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia.
    Como si quisiera salir.
    Como si respirara.

    La desenvaino.

    Silencio absoluto.
    No hay pájaros, no hay viento, no hay nada.
    Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido.

    —Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada.

    Me coloco frente a un tronco grueso.
    Tomo postura.
    Ajusto los pies.
    Levanto la espada.
    Cargo el peso.

    Y…

    ¡CLACK!

    La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial.

    El tronco ni se mueve.

    Yo sí.
    Pierdo el equilibrio.
    Casi me estampo contra el suelo…
    y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo.

    En ese instante, un sonido se cuela desde arriba.

    Una risa.

    Su risa.

    Levanto la vista.

    Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana.
    Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual.

    Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra.

    —¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa.

    Ryu tarda en contestar.
    Demasiado.

    Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano.

    —Ya casi lo tienes, cachorrita.

    Y vuelve a reír.

    Otra vez.

    Mis mejillas arden.
    Mi orgullo llora.
    Mi corazón se acelera.

    Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín.

    Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy.

    Aunque lo que más duele…
    es que lo hace con cariño.
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    La mañana después de la Luna Roja

    A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio.
    No hay señales de Yokai.
    No hay sombras errantes.
    No hay grietas de luna.

    Yuna duerme tranquila.
    Akane vigila desde la distancia.
    El mundo, por un respiro, parece en orden.

    Yo, sin embargo, no.

    Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme.
    Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió.
    Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí.

    Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío.

    Espero.
    Y espero.
    Dos horas.

    Shein no aparece.

    Respiro hondo.
    Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado.

    —Entrenaré sola entonces…


    ---

    La primera herida del orgullo

    Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia.
    Como si quisiera salir.
    Como si respirara.

    La desenvaino.

    Silencio absoluto.
    No hay pájaros, no hay viento, no hay nada.
    Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido.

    —Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada.

    Me coloco frente a un tronco grueso.
    Tomo postura.
    Ajusto los pies.
    Levanto la espada.
    Cargo el peso.

    Y…

    ¡CLACK!

    La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial.

    El tronco ni se mueve.

    Yo sí.
    Pierdo el equilibrio.
    Casi me estampo contra el suelo…
    y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo.

    En ese instante, un sonido se cuela desde arriba.

    Una risa.

    Su risa.

    Levanto la vista.

    Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana.
    Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual.

    Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra.

    —¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa.

    Ryu tarda en contestar.
    Demasiado.

    Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano.

    —Ya casi lo tienes, cachorrita.

    Y vuelve a reír.

    Otra vez.

    Mis mejillas arden.
    Mi orgullo llora.
    Mi corazón se acelera.

    Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín.

    Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy.

    Aunque lo que más duele…
    es que lo hace con cariño.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La mañana después de la Luna Roja A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio. No hay señales de Yokai. No hay sombras errantes. No hay grietas de luna. Yuna duerme tranquila. Akane vigila desde la distancia. El mundo, por un respiro, parece en orden. Yo, sin embargo, no. Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme. Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió. Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí. Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío. Espero. Y espero. Dos horas. Shein no aparece. Respiro hondo. Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado. —Entrenaré sola entonces… --- La primera herida del orgullo Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia. Como si quisiera salir. Como si respirara. La desenvaino. Silencio absoluto. No hay pájaros, no hay viento, no hay nada. Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido. —Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada. Me coloco frente a un tronco grueso. Tomo postura. Ajusto los pies. Levanto la espada. Cargo el peso. Y… ¡CLACK! La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial. El tronco ni se mueve. Yo sí. Pierdo el equilibrio. Casi me estampo contra el suelo… y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo. En ese instante, un sonido se cuela desde arriba. Una risa. Su risa. Levanto la vista. Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana. Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual. Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra. —¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa. Ryu tarda en contestar. Demasiado. Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano. —Ya casi lo tienes, cachorrita. Y vuelve a reír. Otra vez. Mis mejillas arden. Mi orgullo llora. Mi corazón se acelera. Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín. Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy. Aunque lo que más duele… es que lo hace con cariño.
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  • Kael subió el último escalón con la respiración un poco acelerada y la caja de herramientas golpeándole el muslo. La llamada había sido hacía menos de veinte minutos: *“Che, hermano, te tiro un laburito rápido. Estoy tapado. Es en tal dirección. Andá ya si podés.”*
    Y acá estaba.

    Frunció el ceño para leer bien el número del departamento y, cuando lo encontró, golpeó dos veces con los nudillos, directo y sin rodeos.

    —Buenas —saludó cuando la puerta se abrió, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia de camino—. Soy Kael… un amigo tuyo o de tu contratista—hizo un gesto con la mano—…me pidió que lo cubra con este trabajo.

    Levantó un poco la caja de herramientas, como si fuera una explicación suficiente.

    —No me dieron muchos detalles, solo que había algo que arreglar o instalar, y que era urgente.

    Se le notaba algo nervioso e incómodo, llamar a una persona y que otra totalmente distinta llegue a tu puerta es por decir poco, extraño, una parte de él estaba preparado para ser rechazado y retirarse.

    —Si querés, paso y lo veo. Ya estoy acá, así que…

    La media sonrisa apareció apenas, cansada pero genuina.

    —Prometo no dejarte la casa peor de lo que la encontré. Sólo decime por dónde empiezo.
    Kael subió el último escalón con la respiración un poco acelerada y la caja de herramientas golpeándole el muslo. La llamada había sido hacía menos de veinte minutos: *“Che, hermano, te tiro un laburito rápido. Estoy tapado. Es en tal dirección. Andá ya si podés.”* Y acá estaba. Frunció el ceño para leer bien el número del departamento y, cuando lo encontró, golpeó dos veces con los nudillos, directo y sin rodeos. —Buenas —saludó cuando la puerta se abrió, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia de camino—. Soy Kael… un amigo tuyo o de tu contratista—hizo un gesto con la mano—…me pidió que lo cubra con este trabajo. Levantó un poco la caja de herramientas, como si fuera una explicación suficiente. —No me dieron muchos detalles, solo que había algo que arreglar o instalar, y que era urgente. Se le notaba algo nervioso e incómodo, llamar a una persona y que otra totalmente distinta llegue a tu puerta es por decir poco, extraño, una parte de él estaba preparado para ser rechazado y retirarse. —Si querés, paso y lo veo. Ya estoy acá, así que… La media sonrisa apareció apenas, cansada pero genuina. —Prometo no dejarte la casa peor de lo que la encontré. Sólo decime por dónde empiezo.
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  • Baelz se había sentido extraña los últimos días, mareos repentinos y un extraño e ineludible antojo por la pizza. Recurrió a su nuevo mejor amigo, el Internet, para orientarse y compró uno de esos dispositivos de plástico. Esperó los minutos necesarios, mirando fijamente el palo de plástico donde se dibujaron dos rayitas

    —Vale, dos rayas. ¿Qué significa esto? Creo que gane algo. Ahhh claro internet, internet — Dijo confundida, pero por alguna razón estaba muy emocionada

    Encendió la computadora y tecleó furiosamente en la barra de búsqueda

    —Positivo... Embarazado... Gestación. ¡JAJAJA! —Leyó en voz alta, riendo escandalosamente —Imposible yo no soy humana, nunca he visto que las encarnaciones del caos se embaracen... Esperen... la única encarnación del caos soy yo... No,no,no,no. Imposible tal vez tengo un virus voy a morir.

    Buscó rápidamente con una compresión erronea

    —"Tumores con falsos positivos" Lo sabia, tengo un tumor por comer tanto queso frito. Bueno, voy a buscar los síntomas del embarazo... Nauseas, antojos inusuales y cansancio... ¡Oh no! — Baelz se puso pálida, la verdad la golpeó

    Ultima búsqueda "Promedio de bebés que tiene la rata"

    —¡¿5-16?! Acaso voy a tener un ejército de niños? Esto es una broma... Los humanos estan jugando sucio

    Cerró la computadora con un golpe, haciendo que los vidrios cayeran. Definitivamente todo es culpa de esa gata, pensó

    —Realmente voy a parecer una pelota de queso con patas. Maldigo a tu generación Raora... Espera, esa es mi generación ¡Nuestra generación! No,no ¿Y si la mitad son ratas y la otra mitad gatitos? ¿Significa que tendremos que comprar queso y carne? ¿O van a pelear por el mismo plato?

    Sus ojos empezaron a picar, y comenzó a llorar de forma incontrolable. Sus hormonas la habían traicionado

    —Si voy a tener un ejército. Necesito el equipo adecuado

    Limpió rápidamente sus lágrimas con el dorso de la mano. Tomó su laptop rota y abrio una tienda online

    En menos de tres minutos la tarjeta quedo bloqueada, pero no le preocupo ya que no era suya

    —500 pañales con estampado de rata, letrero led "Bienvenidos al caos" Perfecto todo listo

    En un gesto que la sorprendió, puso una mano en su vientre y se dirigió a sus hijos por primera vez con dulzura

    —Pequeños, ustedes serán los mejores, los más fuertes y los más ruidosos. Espero les guste el rojo y los ratones. Realmente no me importa si son ratas o pequeñas bolas de furia. Simplemente son mis hijos... Y los amo
    Baelz se había sentido extraña los últimos días, mareos repentinos y un extraño e ineludible antojo por la pizza. Recurrió a su nuevo mejor amigo, el Internet, para orientarse y compró uno de esos dispositivos de plástico. Esperó los minutos necesarios, mirando fijamente el palo de plástico donde se dibujaron dos rayitas —Vale, dos rayas. ¿Qué significa esto? Creo que gane algo. Ahhh claro internet, internet — Dijo confundida, pero por alguna razón estaba muy emocionada Encendió la computadora y tecleó furiosamente en la barra de búsqueda —Positivo... Embarazado... Gestación. ¡JAJAJA! —Leyó en voz alta, riendo escandalosamente —Imposible yo no soy humana, nunca he visto que las encarnaciones del caos se embaracen... Esperen... la única encarnación del caos soy yo... No,no,no,no. Imposible tal vez tengo un virus voy a morir. Buscó rápidamente con una compresión erronea —"Tumores con falsos positivos" Lo sabia, tengo un tumor por comer tanto queso frito. Bueno, voy a buscar los síntomas del embarazo... Nauseas, antojos inusuales y cansancio... ¡Oh no! — Baelz se puso pálida, la verdad la golpeó Ultima búsqueda "Promedio de bebés que tiene la rata" —¡¿5-16?! Acaso voy a tener un ejército de niños? Esto es una broma... Los humanos estan jugando sucio Cerró la computadora con un golpe, haciendo que los vidrios cayeran. Definitivamente todo es culpa de esa gata, pensó —Realmente voy a parecer una pelota de queso con patas. Maldigo a tu generación Raora... Espera, esa es mi generación ¡Nuestra generación! No,no ¿Y si la mitad son ratas y la otra mitad gatitos? ¿Significa que tendremos que comprar queso y carne? ¿O van a pelear por el mismo plato? Sus ojos empezaron a picar, y comenzó a llorar de forma incontrolable. Sus hormonas la habían traicionado —Si voy a tener un ejército. Necesito el equipo adecuado Limpió rápidamente sus lágrimas con el dorso de la mano. Tomó su laptop rota y abrio una tienda online En menos de tres minutos la tarjeta quedo bloqueada, pero no le preocupo ya que no era suya —500 pañales con estampado de rata, letrero led "Bienvenidos al caos" Perfecto todo listo En un gesto que la sorprendió, puso una mano en su vientre y se dirigió a sus hijos por primera vez con dulzura —Pequeños, ustedes serán los mejores, los más fuertes y los más ruidosos. Espero les guste el rojo y los ratones. Realmente no me importa si son ratas o pequeñas bolas de furia. Simplemente son mis hijos... Y los amo
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