Parece que en está epoca actual es anticuado respetar y proteger a la persona que estimas... que quieres... Ni siquiera me puedo concentrar con la música o el móvil ... Quizás, me equivoqué... Quizás, actue mal... Quizás, toda compañia y cariño es algo fugaz... Sólo queda la soledad y la añoranza. Tal vez, el destino lo quisó así...
Parece que en está epoca actual es anticuado respetar y proteger a la persona que estimas... que quieres... Ni siquiera me puedo concentrar con la música o el móvil ... Quizás, me equivoqué... Quizás, actue mal... Quizás, toda compañia y cariño es algo fugaz... Sólo queda la soledad y la añoranza. Tal vez, el destino lo quisó así...
Entre sombras suaves y ecos que no conocen el calendario,
se abre una invitación para quienes buscan historias que respiren.
Se solicita compañero/a de rol
para tramas modernas con tintes antiguos:
misterio discreto, vínculos que crecen lento,
lugares que guardan memoria
y personajes que no temen mirar más allá de lo evidente.
Si tu historia tiene polvo de invierno,
una herida vieja,
o un secreto que aprendió a caminar contigo…
este es tu lugar.
Busco:
• conexiones narrativas profundas
• estética entre lo vintage y lo rare
• ritmo tranquilo pero constante
• mundos que mezclen luz, sombra y curiosidad
No importa el universo.
Importa la atmósfera.
Si tu personaje encaja en ese borde entre lo real y lo imposible,
mandá tu mensaje.
A veces las mejores historias empiezan así:
Con un clasificado que parece escrito en otro siglo.
Entre sombras suaves y ecos que no conocen el calendario,
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Se solicita compañero/a de rol
para tramas modernas con tintes antiguos:
misterio discreto, vínculos que crecen lento,
lugares que guardan memoria
y personajes que no temen mirar más allá de lo evidente.
Si tu historia tiene polvo de invierno,
una herida vieja,
o un secreto que aprendió a caminar contigo…
este es tu lugar.
Busco:
• conexiones narrativas profundas
• estética entre lo vintage y lo rare
• ritmo tranquilo pero constante
• mundos que mezclen luz, sombra y curiosidad
No importa el universo.
Importa la atmósfera.
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Con un clasificado que parece escrito en otro siglo.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
El Yokai apenas respira.
Yuna yace inmóvil entre las flores que mueren.
Akane tensa su poder.
Y yo…
Yo siento cómo Veythra despierta dentro de mí.
No es un pensamiento.
No es una voz.
Es una vibración antigua, un eco que nace en mis huesos.
Veythra:
—Corta el viento.
Corta el hilo.
Su lamento… es tu filo.
Mi sombra se curva, mi mano se extiende sin que yo la ordene.
Y entonces aparece:
**La katana.
Veythra.
La Espada de Elune.**
Negra y plateada a la vez, como luz atrapada en obsidiana.
El poder lunar y el Caos latiendo juntos en un mismo cuerpo.
Mi visión cambia.
El templo, Akane, el Yokai…
Todo se disuelve.
Y ante mí se abre un universo hecho de hilos:
miles, millones, infinitos filamentos que conectan vidas, sueños, cuerpos, almas.
Uno brilla más que los demás.
Un hilo rojizo y tenso.
Y va directo al Yokai.
Tomo aire.
Torpe, inexperta.
Pero guiada por algo que no soy yo.
**Deslizo a Veythra.
Corto.**
El sonido no es un corte.
Es una implosión.
Un estallido invertido que devora todo ruido.
El mundo queda en silencio absoluto un instante.
La brecha que creo atraviesa al Yokai, desgarrándolo de un modo perfecto y cruel.
Akane, ágil como un rayo, aprovecha la apertura.
ºUn conjuro cae sobre la criatura como grilletes de luz púrpura.
El Yokai queda anclado.
Expuesto.
Comienza a retorcerse, su máscara crujiendo como hueso bajo un peso divino.
Y entonces…
**El cielo se rompe.
Un dragón desciende.**
Un dragón inmenso, ancestral, invocado por el poder que acabamos de desatar.
Sus alas eclipsan la luna roja.
Su rugido hace vibrar la llanura entera.
Y junto a él, como si hubiera estado esperando este momento desde hace siglos…
**Shein Williams Ishtar.
Nuestro ancestro.**
Aparece entre destellos azulados, cayendo desde la espina del dragón como un cometa humano.
En un solo movimiento, elegante y mortal,
rebana la cabeza del Yokai.
La máscara cae.
El cuerpo se disuelve en cenizas negras.
El alma del Yokai queda atrapada en la hoja de Shein.
—Bien hecho, pequeñas. —dice, sin apenas esfuerzo—
Este Yokai era escurridizo incluso para mí.
---
La loba que escucha la luna
En la Tierra, muy lejos de nosotras,
Ryu observa la luna llena teñida de sangre.
La brisa le eriza el pelaje.
La pupila se le dilata.
Y aúlla.
No sólo por la luna.
No sólo por mí.
Sino por Veythra, cuya llamada siente en lo más profundo de su alma de licántropa.
---
El arma huérfana
Tras caer el Yokai, su alma toma forma en una espada completamente negra.
Fría.
Hambrienta.
Shein se la tiende a Akane.
Ella la observa…
y retira la mano.
—No.
Esta cosa… no debe ser mía.
La espada cae al suelo clavándose sin esfuerzo en la piedra lunar.
Sin dueño.
Sin nombre.
Yuna despierta, débil, confusa, pero viva.
La abrazo y el templo suspira aliviado.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La noche en que nació la Espada de Elune
El Yokai apenas respira.
Yuna yace inmóvil entre las flores que mueren.
Akane tensa su poder.
Y yo…
Yo siento cómo Veythra despierta dentro de mí.
No es un pensamiento.
No es una voz.
Es una vibración antigua, un eco que nace en mis huesos.
Veythra:
—Corta el viento.
Corta el hilo.
Su lamento… es tu filo.
Mi sombra se curva, mi mano se extiende sin que yo la ordene.
Y entonces aparece:
**La katana.
Veythra.
La Espada de Elune.**
Negra y plateada a la vez, como luz atrapada en obsidiana.
El poder lunar y el Caos latiendo juntos en un mismo cuerpo.
Mi visión cambia.
El templo, Akane, el Yokai…
Todo se disuelve.
Y ante mí se abre un universo hecho de hilos:
miles, millones, infinitos filamentos que conectan vidas, sueños, cuerpos, almas.
Uno brilla más que los demás.
Un hilo rojizo y tenso.
Y va directo al Yokai.
Tomo aire.
Torpe, inexperta.
Pero guiada por algo que no soy yo.
**Deslizo a Veythra.
Corto.**
El sonido no es un corte.
Es una implosión.
Un estallido invertido que devora todo ruido.
El mundo queda en silencio absoluto un instante.
La brecha que creo atraviesa al Yokai, desgarrándolo de un modo perfecto y cruel.
Akane, ágil como un rayo, aprovecha la apertura.
ºUn conjuro cae sobre la criatura como grilletes de luz púrpura.
El Yokai queda anclado.
Expuesto.
Comienza a retorcerse, su máscara crujiendo como hueso bajo un peso divino.
Y entonces…
**El cielo se rompe.
Un dragón desciende.**
Un dragón inmenso, ancestral, invocado por el poder que acabamos de desatar.
Sus alas eclipsan la luna roja.
Su rugido hace vibrar la llanura entera.
Y junto a él, como si hubiera estado esperando este momento desde hace siglos…
**Shein Williams Ishtar.
Nuestro ancestro.**
Aparece entre destellos azulados, cayendo desde la espina del dragón como un cometa humano.
En un solo movimiento, elegante y mortal,
rebana la cabeza del Yokai.
La máscara cae.
El cuerpo se disuelve en cenizas negras.
El alma del Yokai queda atrapada en la hoja de Shein.
—Bien hecho, pequeñas. —dice, sin apenas esfuerzo—
Este Yokai era escurridizo incluso para mí.
---
La loba que escucha la luna
En la Tierra, muy lejos de nosotras,
Ryu observa la luna llena teñida de sangre.
La brisa le eriza el pelaje.
La pupila se le dilata.
Y aúlla.
No sólo por la luna.
No sólo por mí.
Sino por Veythra, cuya llamada siente en lo más profundo de su alma de licántropa.
---
El arma huérfana
Tras caer el Yokai, su alma toma forma en una espada completamente negra.
Fría.
Hambrienta.
Shein se la tiende a Akane.
Ella la observa…
y retira la mano.
—No.
Esta cosa… no debe ser mía.
La espada cae al suelo clavándose sin esfuerzo en la piedra lunar.
Sin dueño.
Sin nombre.
Yuna despierta, débil, confusa, pero viva.
La abrazo y el templo suspira aliviado.
El Yokai apenas respira.
Yuna yace inmóvil entre las flores que mueren.
Akane tensa su poder.
Y yo…
Yo siento cómo Veythra despierta dentro de mí.
No es un pensamiento.
No es una voz.
Es una vibración antigua, un eco que nace en mis huesos.
Veythra:
—Corta el viento.
Corta el hilo.
Su lamento… es tu filo.
Mi sombra se curva, mi mano se extiende sin que yo la ordene.
Y entonces aparece:
**La katana.
Veythra.
La Espada de Elune.**
Negra y plateada a la vez, como luz atrapada en obsidiana.
El poder lunar y el Caos latiendo juntos en un mismo cuerpo.
Mi visión cambia.
El templo, Akane, el Yokai…
Todo se disuelve.
Y ante mí se abre un universo hecho de hilos:
miles, millones, infinitos filamentos que conectan vidas, sueños, cuerpos, almas.
Uno brilla más que los demás.
Un hilo rojizo y tenso.
Y va directo al Yokai.
Tomo aire.
Torpe, inexperta.
Pero guiada por algo que no soy yo.
**Deslizo a Veythra.
Corto.**
El sonido no es un corte.
Es una implosión.
Un estallido invertido que devora todo ruido.
El mundo queda en silencio absoluto un instante.
La brecha que creo atraviesa al Yokai, desgarrándolo de un modo perfecto y cruel.
Akane, ágil como un rayo, aprovecha la apertura.
ºUn conjuro cae sobre la criatura como grilletes de luz púrpura.
El Yokai queda anclado.
Expuesto.
Comienza a retorcerse, su máscara crujiendo como hueso bajo un peso divino.
Y entonces…
**El cielo se rompe.
Un dragón desciende.**
Un dragón inmenso, ancestral, invocado por el poder que acabamos de desatar.
Sus alas eclipsan la luna roja.
Su rugido hace vibrar la llanura entera.
Y junto a él, como si hubiera estado esperando este momento desde hace siglos…
**Shein Williams Ishtar.
Nuestro ancestro.**
Aparece entre destellos azulados, cayendo desde la espina del dragón como un cometa humano.
En un solo movimiento, elegante y mortal,
rebana la cabeza del Yokai.
La máscara cae.
El cuerpo se disuelve en cenizas negras.
El alma del Yokai queda atrapada en la hoja de Shein.
—Bien hecho, pequeñas. —dice, sin apenas esfuerzo—
Este Yokai era escurridizo incluso para mí.
---
La loba que escucha la luna
En la Tierra, muy lejos de nosotras,
Ryu observa la luna llena teñida de sangre.
La brisa le eriza el pelaje.
La pupila se le dilata.
Y aúlla.
No sólo por la luna.
No sólo por mí.
Sino por Veythra, cuya llamada siente en lo más profundo de su alma de licántropa.
---
El arma huérfana
Tras caer el Yokai, su alma toma forma en una espada completamente negra.
Fría.
Hambrienta.
Shein se la tiende a Akane.
Ella la observa…
y retira la mano.
—No.
Esta cosa… no debe ser mía.
La espada cae al suelo clavándose sin esfuerzo en la piedra lunar.
Sin dueño.
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El Yokai apenas respira.
Yuna yace inmóvil entre las flores que mueren.
Akane tensa su poder.
Y yo…
Yo siento cómo Veythra despierta dentro de mí.
No es un pensamiento.
No es una voz.
Es una vibración antigua, un eco que nace en mis huesos.
Veythra:
—Corta el viento.
Corta el hilo.
Su lamento… es tu filo.
Mi sombra se curva, mi mano se extiende sin que yo la ordene.
Y entonces aparece:
**La katana.
Veythra.
La Espada de Elune.**
Negra y plateada a la vez, como luz atrapada en obsidiana.
El poder lunar y el Caos latiendo juntos en un mismo cuerpo.
Mi visión cambia.
El templo, Akane, el Yokai…
Todo se disuelve.
Y ante mí se abre un universo hecho de hilos:
miles, millones, infinitos filamentos que conectan vidas, sueños, cuerpos, almas.
Uno brilla más que los demás.
Un hilo rojizo y tenso.
Y va directo al Yokai.
Tomo aire.
Torpe, inexperta.
Pero guiada por algo que no soy yo.
**Deslizo a Veythra.
Corto.**
El sonido no es un corte.
Es una implosión.
Un estallido invertido que devora todo ruido.
El mundo queda en silencio absoluto un instante.
La brecha que creo atraviesa al Yokai, desgarrándolo de un modo perfecto y cruel.
Akane, ágil como un rayo, aprovecha la apertura.
ºUn conjuro cae sobre la criatura como grilletes de luz púrpura.
El Yokai queda anclado.
Expuesto.
Comienza a retorcerse, su máscara crujiendo como hueso bajo un peso divino.
Y entonces…
**El cielo se rompe.
Un dragón desciende.**
Un dragón inmenso, ancestral, invocado por el poder que acabamos de desatar.
Sus alas eclipsan la luna roja.
Su rugido hace vibrar la llanura entera.
Y junto a él, como si hubiera estado esperando este momento desde hace siglos…
**Shein Williams Ishtar.
Nuestro ancestro.**
Aparece entre destellos azulados, cayendo desde la espina del dragón como un cometa humano.
En un solo movimiento, elegante y mortal,
rebana la cabeza del Yokai.
La máscara cae.
El cuerpo se disuelve en cenizas negras.
El alma del Yokai queda atrapada en la hoja de Shein.
—Bien hecho, pequeñas. —dice, sin apenas esfuerzo—
Este Yokai era escurridizo incluso para mí.
---
La loba que escucha la luna
En la Tierra, muy lejos de nosotras,
Ryu observa la luna llena teñida de sangre.
La brisa le eriza el pelaje.
La pupila se le dilata.
Y aúlla.
No sólo por la luna.
No sólo por mí.
Sino por Veythra, cuya llamada siente en lo más profundo de su alma de licántropa.
---
El arma huérfana
Tras caer el Yokai, su alma toma forma en una espada completamente negra.
Fría.
Hambrienta.
Shein se la tiende a Akane.
Ella la observa…
y retira la mano.
—No.
Esta cosa… no debe ser mía.
La espada cae al suelo clavándose sin esfuerzo en la piedra lunar.
Sin dueño.
Sin nombre.
Yuna despierta, débil, confusa, pero viva.
La abrazo y el templo suspira aliviado.
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La noche en que nació la Espada de Elune
El Yokai apenas respira.
Yuna yace inmóvil entre las flores que mueren.
Akane tensa su poder.
Y yo…
Yo siento cómo Veythra despierta dentro de mí.
No es un pensamiento.
No es una voz.
Es una vibración antigua, un eco que nace en mis huesos.
Veythra:
—Corta el viento.
Corta el hilo.
Su lamento… es tu filo.
Mi sombra se curva, mi mano se extiende sin que yo la ordene.
Y entonces aparece:
**La katana.
Veythra.
La Espada de Elune.**
Negra y plateada a la vez, como luz atrapada en obsidiana.
El poder lunar y el Caos latiendo juntos en un mismo cuerpo.
Mi visión cambia.
El templo, Akane, el Yokai…
Todo se disuelve.
Y ante mí se abre un universo hecho de hilos:
miles, millones, infinitos filamentos que conectan vidas, sueños, cuerpos, almas.
Uno brilla más que los demás.
Un hilo rojizo y tenso.
Y va directo al Yokai.
Tomo aire.
Torpe, inexperta.
Pero guiada por algo que no soy yo.
**Deslizo a Veythra.
Corto.**
El sonido no es un corte.
Es una implosión.
Un estallido invertido que devora todo ruido.
El mundo queda en silencio absoluto un instante.
La brecha que creo atraviesa al Yokai, desgarrándolo de un modo perfecto y cruel.
Akane, ágil como un rayo, aprovecha la apertura.
ºUn conjuro cae sobre la criatura como grilletes de luz púrpura.
El Yokai queda anclado.
Expuesto.
Comienza a retorcerse, su máscara crujiendo como hueso bajo un peso divino.
Y entonces…
**El cielo se rompe.
Un dragón desciende.**
Un dragón inmenso, ancestral, invocado por el poder que acabamos de desatar.
Sus alas eclipsan la luna roja.
Su rugido hace vibrar la llanura entera.
Y junto a él, como si hubiera estado esperando este momento desde hace siglos…
**Shein Williams Ishtar.
Nuestro ancestro.**
Aparece entre destellos azulados, cayendo desde la espina del dragón como un cometa humano.
En un solo movimiento, elegante y mortal,
rebana la cabeza del Yokai.
La máscara cae.
El cuerpo se disuelve en cenizas negras.
El alma del Yokai queda atrapada en la hoja de Shein.
—Bien hecho, pequeñas. —dice, sin apenas esfuerzo—
Este Yokai era escurridizo incluso para mí.
---
La loba que escucha la luna
En la Tierra, muy lejos de nosotras,
Ryu observa la luna llena teñida de sangre.
La brisa le eriza el pelaje.
La pupila se le dilata.
Y aúlla.
No sólo por la luna.
No sólo por mí.
Sino por Veythra, cuya llamada siente en lo más profundo de su alma de licántropa.
---
El arma huérfana
Tras caer el Yokai, su alma toma forma en una espada completamente negra.
Fría.
Hambrienta.
Shein se la tiende a Akane.
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—No.
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La abrazo y el templo suspira aliviado.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
Que pisa ruinas que le hablan.
—¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.
Niego con la cabeza.
Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:
—Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.
La imagen se forma sola en mi mente.
Selin cayendo.
Oz gritando.
El caos quebrando el cielo.
—Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
Su unión… fue su propia sentencia.
Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.
—¿Ozma…? —susurro.
—El destructor de mundos.
Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
Cuando la luna misma lo rechazó.
Ese ser… fue quien destruyó este templo.
Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.
Trago saliva.
—¿Peor…?
Akane me mira fijamente.
—La certeza de que ya no tenía nada que perder.
El templo tiembla como si recordara.
---
El Páramo Carmesí
Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.
Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.
Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:
El centro.
Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…
Yuna.
Dormida.
Quietecita.
Como si la luna la estuviera respirando.
Solo que su respiración no es suya.
Lo siento.
Lo percibo.
Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.
Doy un paso…
Y entonces se materializa.
---
El Yokai del Eclipse
Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.
Larga.
Oscura.
Delgada.
La piel es más sombra que carne.
La voz, más eco que sonido.
Y porta una máscara.
Una máscara idéntica a la de Ozma.
No.
No idéntica.
Deformada.
Retorcida.
Como si fuera una burla.
Una imitación grotesca del rey del Caos.
El Yokai ladea la cabeza.
Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.
—Ni un paso más…
Su voz es suave, casi amable.
Peor que un grito.
—…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
—murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.
Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.
—Déjala. Ahora.
El Yokai ríe.
Una risa hueca.
Una risa que suena como metal doblándose.
—Pensé que tardaríais más.
La sangre de la luna ya canta.
Y ella…
ella ya me escucha.
Yar.
Mi corazón se comprime.
Porque veo a Yuna.
Y su pecho se eleva.
Pero no con un sueño tranquilo.
Sino con la respiración de alguien
que está siendo llamado
desde otro lado.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La verdad enterrada bajo la Luna
Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
Que pisa ruinas que le hablan.
—¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.
Niego con la cabeza.
Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:
—Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.
La imagen se forma sola en mi mente.
Selin cayendo.
Oz gritando.
El caos quebrando el cielo.
—Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
Su unión… fue su propia sentencia.
Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.
—¿Ozma…? —susurro.
—El destructor de mundos.
Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
Cuando la luna misma lo rechazó.
Ese ser… fue quien destruyó este templo.
Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.
Trago saliva.
—¿Peor…?
Akane me mira fijamente.
—La certeza de que ya no tenía nada que perder.
El templo tiembla como si recordara.
---
El Páramo Carmesí
Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.
Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.
Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:
El centro.
Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…
Yuna.
Dormida.
Quietecita.
Como si la luna la estuviera respirando.
Solo que su respiración no es suya.
Lo siento.
Lo percibo.
Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.
Doy un paso…
Y entonces se materializa.
---
El Yokai del Eclipse
Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.
Larga.
Oscura.
Delgada.
La piel es más sombra que carne.
La voz, más eco que sonido.
Y porta una máscara.
Una máscara idéntica a la de Ozma.
No.
No idéntica.
Deformada.
Retorcida.
Como si fuera una burla.
Una imitación grotesca del rey del Caos.
El Yokai ladea la cabeza.
Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.
—Ni un paso más…
Su voz es suave, casi amable.
Peor que un grito.
—…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
—murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.
Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.
—Déjala. Ahora.
El Yokai ríe.
Una risa hueca.
Una risa que suena como metal doblándose.
—Pensé que tardaríais más.
La sangre de la luna ya canta.
Y ella…
ella ya me escucha.
Yar.
Mi corazón se comprime.
Porque veo a Yuna.
Y su pecho se eleva.
Pero no con un sueño tranquilo.
Sino con la respiración de alguien
que está siendo llamado
desde otro lado.
Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
Que pisa ruinas que le hablan.
—¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.
Niego con la cabeza.
Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:
—Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.
La imagen se forma sola en mi mente.
Selin cayendo.
Oz gritando.
El caos quebrando el cielo.
—Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
Su unión… fue su propia sentencia.
Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.
—¿Ozma…? —susurro.
—El destructor de mundos.
Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
Cuando la luna misma lo rechazó.
Ese ser… fue quien destruyó este templo.
Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.
Trago saliva.
—¿Peor…?
Akane me mira fijamente.
—La certeza de que ya no tenía nada que perder.
El templo tiembla como si recordara.
---
El Páramo Carmesí
Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.
Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.
Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:
El centro.
Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…
Yuna.
Dormida.
Quietecita.
Como si la luna la estuviera respirando.
Solo que su respiración no es suya.
Lo siento.
Lo percibo.
Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.
Doy un paso…
Y entonces se materializa.
---
El Yokai del Eclipse
Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.
Larga.
Oscura.
Delgada.
La piel es más sombra que carne.
La voz, más eco que sonido.
Y porta una máscara.
Una máscara idéntica a la de Ozma.
No.
No idéntica.
Deformada.
Retorcida.
Como si fuera una burla.
Una imitación grotesca del rey del Caos.
El Yokai ladea la cabeza.
Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.
—Ni un paso más…
Su voz es suave, casi amable.
Peor que un grito.
—…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
—murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.
Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.
—Déjala. Ahora.
El Yokai ríe.
Una risa hueca.
Una risa que suena como metal doblándose.
—Pensé que tardaríais más.
La sangre de la luna ya canta.
Y ella…
ella ya me escucha.
Yar.
Mi corazón se comprime.
Porque veo a Yuna.
Y su pecho se eleva.
Pero no con un sueño tranquilo.
Sino con la respiración de alguien
que está siendo llamado
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Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
Que pisa ruinas que le hablan.
—¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.
Niego con la cabeza.
Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:
—Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.
La imagen se forma sola en mi mente.
Selin cayendo.
Oz gritando.
El caos quebrando el cielo.
—Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
Su unión… fue su propia sentencia.
Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.
—¿Ozma…? —susurro.
—El destructor de mundos.
Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
Cuando la luna misma lo rechazó.
Ese ser… fue quien destruyó este templo.
Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.
Trago saliva.
—¿Peor…?
Akane me mira fijamente.
—La certeza de que ya no tenía nada que perder.
El templo tiembla como si recordara.
---
El Páramo Carmesí
Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.
Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.
Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:
El centro.
Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…
Yuna.
Dormida.
Quietecita.
Como si la luna la estuviera respirando.
Solo que su respiración no es suya.
Lo siento.
Lo percibo.
Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.
Doy un paso…
Y entonces se materializa.
---
El Yokai del Eclipse
Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.
Larga.
Oscura.
Delgada.
La piel es más sombra que carne.
La voz, más eco que sonido.
Y porta una máscara.
Una máscara idéntica a la de Ozma.
No.
No idéntica.
Deformada.
Retorcida.
Como si fuera una burla.
Una imitación grotesca del rey del Caos.
El Yokai ladea la cabeza.
Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.
—Ni un paso más…
Su voz es suave, casi amable.
Peor que un grito.
—…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
—murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.
Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.
—Déjala. Ahora.
El Yokai ríe.
Una risa hueca.
Una risa que suena como metal doblándose.
—Pensé que tardaríais más.
La sangre de la luna ya canta.
Y ella…
ella ya me escucha.
Yar.
Mi corazón se comprime.
Porque veo a Yuna.
Y su pecho se eleva.
Pero no con un sueño tranquilo.
Sino con la respiración de alguien
que está siendo llamado
desde otro lado.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La verdad enterrada bajo la Luna
Akane camina a mi lado, pero algo en su postura no es la Akane que yo conozco.
Se mueve como alguien que pisa recuerdos.
Que pisa ruinas que le hablan.
—¿Sabes por qué este templo está así? —me pregunta mientras cruzamos un pasillo donde las columnas están abiertas como costillas quebradas.
Niego con la cabeza.
Ella continúa, con una voz que parece más vieja que su cuerpo:
—Fue después de la muerte de Selin… cuando Oz perdió la cordura.
Cuando decidió destruir no solo a los que se la arrebataron… sino a todo lo que tocara la luna.
La imagen se forma sola en mi mente.
Selin cayendo.
Oz gritando.
El caos quebrando el cielo.
—Los Custodios, los Serafín y los rebeldes del falso Rey Iam se enfrentaron… pero el miedo a la estirpe del Caos los unió.
Su unión… fue su propia sentencia.
Se enfrentaron a Oz… a Ozma, como empezaron a llamarlo.
—¿Ozma…? —susurro.
—El destructor de mundos.
Siempre llevaba una máscara de metal, para ocultar el rostro que perdió cuando el dolor lo arrancó de sí mismo.
Cuando la luna misma lo rechazó.
Ese ser… fue quien destruyó este templo.
Con el poder del Caos… y con algo peor que el Caos.
Trago saliva.
—¿Peor…?
Akane me mira fijamente.
—La certeza de que ya no tenía nada que perder.
El templo tiembla como si recordara.
---
El Páramo Carmesí
Al final del corredor destruido, una luz se abre paso.
Pasamos bajo un arco derruido y llegamos a un lugar que corta la respiración.
Un páramo amplio, una llanura inmensa cubierta de flores blancas… pero todas ellas tiñéndose de rojo desde un punto exacto:
El centro.
Y allí, tendida en medio del círculo sangrante…
Yuna.
Dormida.
Quietecita.
Como si la luna la estuviera respirando.
Solo que su respiración no es suya.
Lo siento.
Lo percibo.
Un manto invisible envuelve su cuerpo —no lo vemos, pero está ahí— como una piel que no pertenece a este mundo.
Doy un paso…
Y entonces se materializa.
---
El Yokai del Eclipse
Una figura surge entre las flores que se marchitan bajo sus pies.
Larga.
Oscura.
Delgada.
La piel es más sombra que carne.
La voz, más eco que sonido.
Y porta una máscara.
Una máscara idéntica a la de Ozma.
No.
No idéntica.
Deformada.
Retorcida.
Como si fuera una burla.
Una imitación grotesca del rey del Caos.
El Yokai ladea la cabeza.
Sus ojos se encienden detrás de las cuencas metálicas.
—Ni un paso más…
Su voz es suave, casi amable.
Peor que un grito.
—…o acabaré con vuestra preciada “Escudo de Elune”.
—murmura pasando un dedo irreal por el aire encima de Yuna—
La niña ha sido escogida por la diosa… pero también por nosotros.
Akane da un paso adelante, el poder tensándose en sus manos.
—Déjala. Ahora.
El Yokai ríe.
Una risa hueca.
Una risa que suena como metal doblándose.
—Pensé que tardaríais más.
La sangre de la luna ya canta.
Y ella…
ella ya me escucha.
Yar.
Mi corazón se comprime.
Porque veo a Yuna.
Y su pecho se eleva.
Pero no con un sueño tranquilo.
Sino con la respiración de alguien
que está siendo llamado
desde otro lado.
*Ha aprovechado un ratejo antes de bajar a cenar para seguir practicando con el teclado en la salita para ensayos que de normal usan los de teatro.
Es toda partituras desperdigadas aquí y allá y deditos manchados de tinta de bolígrafo. Por lo menos ha logrado avanzar bastante... Algo es algo, así que minipunto.*
*Ha aprovechado un ratejo antes de bajar a cenar para seguir practicando con el teclado en la salita para ensayos que de normal usan los de teatro.
Es toda partituras desperdigadas aquí y allá y deditos manchados de tinta de bolígrafo. Por lo menos ha logrado avanzar bastante... Algo es algo, así que minipunto.*
Creo que ya iva siendo hora de actualizar mi armadura a esta que parece mas moderna, aunque la noto que me protege menos.. Tu que opinas?
-mira a la persona que tiene en frente mientras seguia apoyado en la pared-
Creo que ya iva siendo hora de actualizar mi armadura a esta que parece mas moderna, aunque la noto que me protege menos.. Tu que opinas?
-mira a la persona que tiene en frente mientras seguia apoyado en la pared-
Todo comienzo tiene un final, solo hay que trazar tu propio camino, luchar y avanzar por lo que quieres lograr en la vida... Pero ojo, te vas a tropezar, cuando sea así sólo levántate, tienes la fortaleza...
Todo comienzo tiene un final, solo hay que trazar tu propio camino, luchar y avanzar por lo que quieres lograr en la vida... Pero ojo, te vas a tropezar, cuando sea así sólo levántate, tienes la fortaleza...