—Dicen que este lugar es para desconectar... pero solo logró calcular el angulo de inclinación de cada montaña, la erosión potencial del terreno y el coste posible de instalar un teleférico hasta la cima. . . No sé dónde está exactamente la parte de 'desconexion' cuando lo único que se ha apagado aquí es mi productividad.
—Dicen que este lugar es para desconectar... pero solo logró calcular el angulo de inclinación de cada montaña, la erosión potencial del terreno y el coste posible de instalar un teleférico hasta la cima. . . No sé dónde está exactamente la parte de 'desconexion' cuando lo único que se ha apagado aquí es mi productividad.
𓆩༺✧༻𓆪⋆.ೃ࿔*:・ Los Nekomatas son valorados por sus habilidades de protección y magia que a través de los años ha pasado desapercibida porqué los humanos dejaron de creer. Vive como humana a pesar de que tiene cientos de años, se ha ido adaptando a la sociedad a lo largo del tiempo y por su belleza gana dinero siendo Host en los Hosutokurabu. (Host Club)
𓆩༺✧༻𓆪⋆.ೃ࿔*:・ Los Nekomatas son valorados por sus habilidades de protección y magia que a través de los años ha pasado desapercibida porqué los humanos dejaron de creer. Vive como humana a pesar de que tiene cientos de años, se ha ido adaptando a la sociedad a lo largo del tiempo y por su belleza gana dinero siendo Host en los Hosutokurabu. (Host Club)
Aveces hay cosas fascinantes ocultos en las profundidades de los bosques....
*Fue lo que penso el esqueleto al notar aquel angel de piedra lleno de aquellas plantas, tan solo se quedaria observando a este con calma, de forma inconsiente llegaba a ladear su cabeza al estarlo observando*
Aveces hay cosas fascinantes ocultos en las profundidades de los bosques....
*Fue lo que penso el esqueleto al notar aquel angel de piedra lleno de aquellas plantas, tan solo se quedaria observando a este con calma, de forma inconsiente llegaba a ladear su cabeza al estarlo observando*
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
La noche después de la transformación no sabe a descanso.
Mi cuerpo debería estar agotado…
pero algo dentro de mí no me deja dormir.
Quema.
Arde como brasas vivas.
Y al mismo tiempo me da frío.
Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.
Susurra.
Una voz que no es voz.
Un idioma que no entiendo… pero siento.
Como si siempre hubiera estado en mí,
esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.
Me enseña palabras imposibles.
Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
O quizá… no las olvido.
Quizá ellas me recuerdan a mí.
Me duermo.
Y el mundo cambia.
Estoy de pie en un puente de madera vieja.
El viento huele a sal y a sangre.
Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
Mis pies… no.
No son mis pies.
Yo no soy yo.
A mi alrededor escucho gritos.
Llamas.
El estallido de un hogar ardiendo.
La masacre de un pueblo pesquero.
Corsarios.
Docenas.
Tal vez cientos.
Queman casas.
Se llevan niños.
Arrastran mujeres.
Degüellan hombres.
Y yo corro.
Corro sin saber a dónde.
Sin saber quién soy.
Mis piernas son cortas.
Mi cuerpo es frágil.
Mi respiración suena a un niño asustado.
No a mí.
No a Lili.
Este no es mi cuerpo.
Los corsarios me rodean.
Sombras enormes contra la luna.
Casco, hierro, parches, cicatrices.
Espadas que brillan.
No hay salida.
Grito.
Pero la voz que sale de mí no es la mía.
Es más aguda.
Más pequeña.
Más rota.
Una espada me atraviesa.
Y otra.
Y otra.
Y el puente se llena de rojo.
Despierto.
Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
No hay heridas.
Soy yo.
Lili.
Pero el miedo no se va.
Se queda enganchado a mis costillas.
Me falta el aire.
La oscuridad de la habitación parece viva.
No quiero cerrar los ojos.
No quiero volver a ese puente.
No quiero saber quién era ese niño.
No quiero saber por qué veo su muerte.
No quiero…
Me encojo bajo las mantas.
Mis uñas arañan mis propios brazos.
Mi respiración se convierte en sollozos.
Esa noche la pasé llorando.
Sola.
Llorando con la almohada mordida,
esperando que nadie escuchara,
esperando que la sombra no volviera a hablarme.
La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La primera pesadilla
La noche después de la transformación no sabe a descanso.
Mi cuerpo debería estar agotado…
pero algo dentro de mí no me deja dormir.
Quema.
Arde como brasas vivas.
Y al mismo tiempo me da frío.
Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.
Susurra.
Una voz que no es voz.
Un idioma que no entiendo… pero siento.
Como si siempre hubiera estado en mí,
esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.
Me enseña palabras imposibles.
Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
O quizá… no las olvido.
Quizá ellas me recuerdan a mí.
Me duermo.
Y el mundo cambia.
Estoy de pie en un puente de madera vieja.
El viento huele a sal y a sangre.
Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
Mis pies… no.
No son mis pies.
Yo no soy yo.
A mi alrededor escucho gritos.
Llamas.
El estallido de un hogar ardiendo.
La masacre de un pueblo pesquero.
Corsarios.
Docenas.
Tal vez cientos.
Queman casas.
Se llevan niños.
Arrastran mujeres.
Degüellan hombres.
Y yo corro.
Corro sin saber a dónde.
Sin saber quién soy.
Mis piernas son cortas.
Mi cuerpo es frágil.
Mi respiración suena a un niño asustado.
No a mí.
No a Lili.
Este no es mi cuerpo.
Los corsarios me rodean.
Sombras enormes contra la luna.
Casco, hierro, parches, cicatrices.
Espadas que brillan.
No hay salida.
Grito.
Pero la voz que sale de mí no es la mía.
Es más aguda.
Más pequeña.
Más rota.
Una espada me atraviesa.
Y otra.
Y otra.
Y el puente se llena de rojo.
Despierto.
Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
No hay heridas.
Soy yo.
Lili.
Pero el miedo no se va.
Se queda enganchado a mis costillas.
Me falta el aire.
La oscuridad de la habitación parece viva.
No quiero cerrar los ojos.
No quiero volver a ese puente.
No quiero saber quién era ese niño.
No quiero saber por qué veo su muerte.
No quiero…
Me encojo bajo las mantas.
Mis uñas arañan mis propios brazos.
Mi respiración se convierte en sollozos.
Esa noche la pasé llorando.
Sola.
Llorando con la almohada mordida,
esperando que nadie escuchara,
esperando que la sombra no volviera a hablarme.
La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
La noche después de la transformación no sabe a descanso.
Mi cuerpo debería estar agotado…
pero algo dentro de mí no me deja dormir.
Quema.
Arde como brasas vivas.
Y al mismo tiempo me da frío.
Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.
Susurra.
Una voz que no es voz.
Un idioma que no entiendo… pero siento.
Como si siempre hubiera estado en mí,
esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.
Me enseña palabras imposibles.
Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
O quizá… no las olvido.
Quizá ellas me recuerdan a mí.
Me duermo.
Y el mundo cambia.
Estoy de pie en un puente de madera vieja.
El viento huele a sal y a sangre.
Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
Mis pies… no.
No son mis pies.
Yo no soy yo.
A mi alrededor escucho gritos.
Llamas.
El estallido de un hogar ardiendo.
La masacre de un pueblo pesquero.
Corsarios.
Docenas.
Tal vez cientos.
Queman casas.
Se llevan niños.
Arrastran mujeres.
Degüellan hombres.
Y yo corro.
Corro sin saber a dónde.
Sin saber quién soy.
Mis piernas son cortas.
Mi cuerpo es frágil.
Mi respiración suena a un niño asustado.
No a mí.
No a Lili.
Este no es mi cuerpo.
Los corsarios me rodean.
Sombras enormes contra la luna.
Casco, hierro, parches, cicatrices.
Espadas que brillan.
No hay salida.
Grito.
Pero la voz que sale de mí no es la mía.
Es más aguda.
Más pequeña.
Más rota.
Una espada me atraviesa.
Y otra.
Y otra.
Y el puente se llena de rojo.
Despierto.
Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
No hay heridas.
Soy yo.
Lili.
Pero el miedo no se va.
Se queda enganchado a mis costillas.
Me falta el aire.
La oscuridad de la habitación parece viva.
No quiero cerrar los ojos.
No quiero volver a ese puente.
No quiero saber quién era ese niño.
No quiero saber por qué veo su muerte.
No quiero…
Me encojo bajo las mantas.
Mis uñas arañan mis propios brazos.
Mi respiración se convierte en sollozos.
Esa noche la pasé llorando.
Sola.
Llorando con la almohada mordida,
esperando que nadie escuchara,
esperando que la sombra no volviera a hablarme.
La noche después de la transformación no sabe a descanso.
Mi cuerpo debería estar agotado…
pero algo dentro de mí no me deja dormir.
Quema.
Arde como brasas vivas.
Y al mismo tiempo me da frío.
Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.
Susurra.
Una voz que no es voz.
Un idioma que no entiendo… pero siento.
Como si siempre hubiera estado en mí,
esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.
Me enseña palabras imposibles.
Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
O quizá… no las olvido.
Quizá ellas me recuerdan a mí.
Me duermo.
Y el mundo cambia.
Estoy de pie en un puente de madera vieja.
El viento huele a sal y a sangre.
Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
Mis pies… no.
No son mis pies.
Yo no soy yo.
A mi alrededor escucho gritos.
Llamas.
El estallido de un hogar ardiendo.
La masacre de un pueblo pesquero.
Corsarios.
Docenas.
Tal vez cientos.
Queman casas.
Se llevan niños.
Arrastran mujeres.
Degüellan hombres.
Y yo corro.
Corro sin saber a dónde.
Sin saber quién soy.
Mis piernas son cortas.
Mi cuerpo es frágil.
Mi respiración suena a un niño asustado.
No a mí.
No a Lili.
Este no es mi cuerpo.
Los corsarios me rodean.
Sombras enormes contra la luna.
Casco, hierro, parches, cicatrices.
Espadas que brillan.
No hay salida.
Grito.
Pero la voz que sale de mí no es la mía.
Es más aguda.
Más pequeña.
Más rota.
Una espada me atraviesa.
Y otra.
Y otra.
Y el puente se llena de rojo.
Despierto.
Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
No hay heridas.
Soy yo.
Lili.
Pero el miedo no se va.
Se queda enganchado a mis costillas.
Me falta el aire.
La oscuridad de la habitación parece viva.
No quiero cerrar los ojos.
No quiero volver a ese puente.
No quiero saber quién era ese niño.
No quiero saber por qué veo su muerte.
No quiero…
Me encojo bajo las mantas.
Mis uñas arañan mis propios brazos.
Mi respiración se convierte en sollozos.
Esa noche la pasé llorando.
Sola.
Llorando con la almohada mordida,
esperando que nadie escuchara,
esperando que la sombra no volviera a hablarme.
La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La primera pesadilla
La noche después de la transformación no sabe a descanso.
Mi cuerpo debería estar agotado…
pero algo dentro de mí no me deja dormir.
Quema.
Arde como brasas vivas.
Y al mismo tiempo me da frío.
Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.
Susurra.
Una voz que no es voz.
Un idioma que no entiendo… pero siento.
Como si siempre hubiera estado en mí,
esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.
Me enseña palabras imposibles.
Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
O quizá… no las olvido.
Quizá ellas me recuerdan a mí.
Me duermo.
Y el mundo cambia.
Estoy de pie en un puente de madera vieja.
El viento huele a sal y a sangre.
Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
Mis pies… no.
No son mis pies.
Yo no soy yo.
A mi alrededor escucho gritos.
Llamas.
El estallido de un hogar ardiendo.
La masacre de un pueblo pesquero.
Corsarios.
Docenas.
Tal vez cientos.
Queman casas.
Se llevan niños.
Arrastran mujeres.
Degüellan hombres.
Y yo corro.
Corro sin saber a dónde.
Sin saber quién soy.
Mis piernas son cortas.
Mi cuerpo es frágil.
Mi respiración suena a un niño asustado.
No a mí.
No a Lili.
Este no es mi cuerpo.
Los corsarios me rodean.
Sombras enormes contra la luna.
Casco, hierro, parches, cicatrices.
Espadas que brillan.
No hay salida.
Grito.
Pero la voz que sale de mí no es la mía.
Es más aguda.
Más pequeña.
Más rota.
Una espada me atraviesa.
Y otra.
Y otra.
Y el puente se llena de rojo.
Despierto.
Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
No hay heridas.
Soy yo.
Lili.
Pero el miedo no se va.
Se queda enganchado a mis costillas.
Me falta el aire.
La oscuridad de la habitación parece viva.
No quiero cerrar los ojos.
No quiero volver a ese puente.
No quiero saber quién era ese niño.
No quiero saber por qué veo su muerte.
No quiero…
Me encojo bajo las mantas.
Mis uñas arañan mis propios brazos.
Mi respiración se convierte en sollozos.
Esa noche la pasé llorando.
Sola.
Llorando con la almohada mordida,
esperando que nadie escuchara,
esperando que la sombra no volviera a hablarme.
La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
Angelina Granger Y yo hemos sido invitados esta noche a un evento que celebraran unos amigos en común.
No soy muy amigo de los trajes pero tampoco me producen alergia cuando llevo uno.
Voy conduciendo el nuevo todoterreno que nos compramos juntos, mi vieja furgoneta sigue funcionando pero Angelina ni de coña iba a subirse en ella para ir a la finca a las a fueras de la cuidad donde se celebra dicho evento.
[blast_cx] Y yo hemos sido invitados esta noche a un evento que celebraran unos amigos en común.
No soy muy amigo de los trajes pero tampoco me producen alergia cuando llevo uno.
Voy conduciendo el nuevo todoterreno que nos compramos juntos, mi vieja furgoneta sigue funcionando pero Angelina ni de coña iba a subirse en ella para ir a la finca a las a fueras de la cuidad donde se celebra dicho evento.
Si alguien cree que he cambiado ni que sea un poco, por tener críos… Se equivoca. Del todo. Es más, voy aún más salido por que entre el trabajo y hacer de papaito, cuando llego al hotel solo quiero dormir y no recuerdo la última vez que eché un buen polvo con mi prometido.
Si alguien cree que he cambiado ni que sea un poco, por tener críos… Se equivoca. Del todo. Es más, voy aún más salido por que entre el trabajo y hacer de papaito, cuando llego al hotel solo quiero dormir y no recuerdo la última vez que eché un buen polvo con mi prometido.
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maullidos
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
— La oscuridad. El azul hiriente de las velas. El hedor a moho y a maná corrompido. Estoy colgando. El vestido es un peso muerto, una capa de humillación.
El dolor es el único lenguaje que existe. No es solo un dolor; son miles de agujas rojas que me atraviesan, que se contraen y tiran. Cada pulso de mi corazón bombea agonía.
Y luego está la voz. Caster. Su risa es una lima oxidada sobre mis nervios.
—Caster: "¡Acepta tu destino!"—
¡No! Él se equivoca. Se equivoca de persona. Soy el Rey. Soy Artoria.
El Command Spell arde en mi interior. Es una presión aplastante, una mano invisible que intenta derretir mi alma, obligarme a decir la palabra: "Me rindo."
Mis dientes están trabados. Mis ojos arden, pero no derramaré lágrimas. Si lloro, él gana. Si grito, él gana.
Mi mente se aferra a la última imagen de luz: un campo de batalla limpio, mi espada Excalibur brillando. Necesito resistir. Si este monstruo me rompe, ¿qué quedará del ideal? ¿Qué quedará del Rey que juró proteger?
— ¡No cederé! ¡Por mi reino…!
El dolor se intensifica. El mundo se vuelve rojo, un puro torrente de sufrimiento. Tengo miedo. Pero el miedo no es el amo. Mi voluntad es el amo.
Solo tengo que resistir... un segundo más.
— La oscuridad. El azul hiriente de las velas. El hedor a moho y a maná corrompido. Estoy colgando. El vestido es un peso muerto, una capa de humillación.
El dolor es el único lenguaje que existe. No es solo un dolor; son miles de agujas rojas que me atraviesan, que se contraen y tiran. Cada pulso de mi corazón bombea agonía.
Y luego está la voz. Caster. Su risa es una lima oxidada sobre mis nervios.
—Caster: "¡Acepta tu destino!"—
¡No! Él se equivoca. Se equivoca de persona. Soy el Rey. Soy Artoria.
El Command Spell arde en mi interior. Es una presión aplastante, una mano invisible que intenta derretir mi alma, obligarme a decir la palabra: "Me rindo."
Mis dientes están trabados. Mis ojos arden, pero no derramaré lágrimas. Si lloro, él gana. Si grito, él gana.
Mi mente se aferra a la última imagen de luz: un campo de batalla limpio, mi espada Excalibur brillando. Necesito resistir. Si este monstruo me rompe, ¿qué quedará del ideal? ¿Qué quedará del Rey que juró proteger?
— ¡No cederé! ¡Por mi reino…!
El dolor se intensifica. El mundo se vuelve rojo, un puro torrente de sufrimiento. Tengo miedo. Pero el miedo no es el amo. Mi voluntad es el amo.
Solo tengo que resistir... un segundo más.