• Eclipse Conjurado

    Fondo Musical:

    https://www.youtube.com/watch?v=H0vMGJXtTLc

    Emblemático, supremo, tan dadivoso que hasta las golondrinas podían sentirlo relucir de entre todos los entramados. Se mueve como una oruga, ondulante y de presteza acérrima; quién sino como en el cómo equilibrar la grandeza de su ensoñación. Eleva la crucialita de la aurora boreal de su rostro. Las gotas de sus cuencas, de vestimenta de bruna osadía, hieden a incienso y candores incorruptos. La rueda del tiempo cabalga sobre su pelvis, corrompida por los laureles que arropan la estructura de su corporeidad.

    Esa tan ajena a lo casual de las bestias y estrellas, sangre y altares que forman los aromas de su cuerpo.

    Se persigna, se persigna, se persigna. Sus treinta y tres extremidades hacen el amor con la anatomía de esa nieve lluvia, garganta, espalda, mano y sien que son sometidas a la tortura de sus ecos nacientes. Cercenadas sus primeras almas decaen en el pozo del purgatorio, como una cascada sobre el embrollo de sus versales, de tan crecientes crisálidas indistintas de parir a la villanía de sus pensamientos: venideros de su imaginación.

    Ondula, rasga, acalla su mudez. Muge, ladra, bala y su voz no perfora la pared de hierro, porque los cordeles del eclipse que lo ha reclamado como suyo, cala por sus huesos. Los clavos de la esclavitud con la que lo han condenado enciende la llamada de a los más santos soñadores.

    Frialdad inevitable, gala presea que degüella la profundidad de sus espejismos.

    Trocean los más inmolados la veintena de sus dedos; quedan otras docenas más por las que repartir entre las crías que escudan sus amainadas promesas. Crecen sus alabeos de desideratas. Decrecen sus solfeos de liras labradas con huesos de sus costillas.

    Dignifican el conjuro sobre el mural del teatro en el que representa la buena obra por la que ha arribado al equilibrio de ese planeta corrompido por sendos exterminios. Es un príncipe o una princesa, no se sabe cuál, a la espera de su propio yo. Corrompida su doblegues de premura acaudala; los primeros ritos, segundos compases, terceros valses provocan el emerger del coseno de su madre en el centro de las entrañas del mismísimo regente amanecido.

    Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne.

    Equilibrio del conjurado que sostiene el machete sobre la bilis que ensucia sus labiales y el tronco de su garganta. Muge, ladra y bala con la espesura de un rosal, al instante en que encalla en las orillas. Le reciben con la locura anunciada a sus abismos de emancipación. Con canela desdobla los puntos de la playa. Crea y ejecuta empinadas obras maestras.

    Chocan y vibran, vibran y chocan en el terrario donde las mariposas son depuestas en frascos que encierran a sus deseos. Su garganta es cercenada y el manantial decae de entre el clamor de la comedia, que se luce en su ser con inevitables capacidades de ser riego de mantos y otros conjuros, que en la aldea se pueden sopesar como una buena nueva para los más propensos a ser nacimiento de esperanza.

    Gracia de lunares, en Fa sostenida. Equilibrio de pastizales sobre el puente de mis mejillas. Tersura de rostros, soy un príncipe de sueños. Un Ángel clandestino en tiempo de obsidianas. Maltrecho de corazón, ruego por nosotros en este orfanatorio de poetas muertos. Quien a la causa ennoblece sus extremidades, las junta con un entramado de prismas.

    Un sollozo de espinas renace de entre sus piernas. Muge, ladra y bala y la música sostiene el terror de su mente, la que te imagina con tu manzana dorada en el contraes del arrullo de tus labios. Arrullas a los gritos de otros prisioneros que se decapitan a sí mismos, con malsana y crudezas agallas.

    El eclipse que anuncia la prontitud de la mortandad, es una vez y sólo una vez, de amalgamas de otros tantos afluentes de libertad. De santos aparecidos. De santos cercenados. De otros tantos que se dan las manos en amaestra hambruna y que hacen el amor para romper la maldición de valles de crisantemos y cardenales de plata.
    Eclipse Conjurado Fondo Musical: https://www.youtube.com/watch?v=H0vMGJXtTLc Emblemático, supremo, tan dadivoso que hasta las golondrinas podían sentirlo relucir de entre todos los entramados. Se mueve como una oruga, ondulante y de presteza acérrima; quién sino como en el cómo equilibrar la grandeza de su ensoñación. Eleva la crucialita de la aurora boreal de su rostro. Las gotas de sus cuencas, de vestimenta de bruna osadía, hieden a incienso y candores incorruptos. La rueda del tiempo cabalga sobre su pelvis, corrompida por los laureles que arropan la estructura de su corporeidad. Esa tan ajena a lo casual de las bestias y estrellas, sangre y altares que forman los aromas de su cuerpo. Se persigna, se persigna, se persigna. Sus treinta y tres extremidades hacen el amor con la anatomía de esa nieve lluvia, garganta, espalda, mano y sien que son sometidas a la tortura de sus ecos nacientes. Cercenadas sus primeras almas decaen en el pozo del purgatorio, como una cascada sobre el embrollo de sus versales, de tan crecientes crisálidas indistintas de parir a la villanía de sus pensamientos: venideros de su imaginación. Ondula, rasga, acalla su mudez. Muge, ladra, bala y su voz no perfora la pared de hierro, porque los cordeles del eclipse que lo ha reclamado como suyo, cala por sus huesos. Los clavos de la esclavitud con la que lo han condenado enciende la llamada de a los más santos soñadores. Frialdad inevitable, gala presea que degüella la profundidad de sus espejismos. Trocean los más inmolados la veintena de sus dedos; quedan otras docenas más por las que repartir entre las crías que escudan sus amainadas promesas. Crecen sus alabeos de desideratas. Decrecen sus solfeos de liras labradas con huesos de sus costillas. Dignifican el conjuro sobre el mural del teatro en el que representa la buena obra por la que ha arribado al equilibrio de ese planeta corrompido por sendos exterminios. Es un príncipe o una princesa, no se sabe cuál, a la espera de su propio yo. Corrompida su doblegues de premura acaudala; los primeros ritos, segundos compases, terceros valses provocan el emerger del coseno de su madre en el centro de las entrañas del mismísimo regente amanecido. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Zinc, trigo, trigal, opio y hierro. Incierto. Cava profundo el pozo de su ausencia de rebeldía perenne. Equilibrio del conjurado que sostiene el machete sobre la bilis que ensucia sus labiales y el tronco de su garganta. Muge, ladra y bala con la espesura de un rosal, al instante en que encalla en las orillas. Le reciben con la locura anunciada a sus abismos de emancipación. Con canela desdobla los puntos de la playa. Crea y ejecuta empinadas obras maestras. Chocan y vibran, vibran y chocan en el terrario donde las mariposas son depuestas en frascos que encierran a sus deseos. Su garganta es cercenada y el manantial decae de entre el clamor de la comedia, que se luce en su ser con inevitables capacidades de ser riego de mantos y otros conjuros, que en la aldea se pueden sopesar como una buena nueva para los más propensos a ser nacimiento de esperanza. Gracia de lunares, en Fa sostenida. Equilibrio de pastizales sobre el puente de mis mejillas. Tersura de rostros, soy un príncipe de sueños. Un Ángel clandestino en tiempo de obsidianas. Maltrecho de corazón, ruego por nosotros en este orfanatorio de poetas muertos. Quien a la causa ennoblece sus extremidades, las junta con un entramado de prismas. Un sollozo de espinas renace de entre sus piernas. Muge, ladra y bala y la música sostiene el terror de su mente, la que te imagina con tu manzana dorada en el contraes del arrullo de tus labios. Arrullas a los gritos de otros prisioneros que se decapitan a sí mismos, con malsana y crudezas agallas. El eclipse que anuncia la prontitud de la mortandad, es una vez y sólo una vez, de amalgamas de otros tantos afluentes de libertad. De santos aparecidos. De santos cercenados. De otros tantos que se dan las manos en amaestra hambruna y que hacen el amor para romper la maldición de valles de crisantemos y cardenales de plata.
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  • Ghost se sentó en una roca pulida, rodeado por un grupo de pequeños seres de cristal. Sus cuerpos reflejaban la luz como prismas vivientes, y sus ojos brillaban con una curiosidad inocente.

    Él sonrió.

    ~ ¿Saben? La vida es como ustedes… hermosa, luminosa, pero también frágil. ~

    Los niños se miraron entre sí. Uno tocó su propio brazo con cuidado, como si solo ahora entendiera lo fácil que sería romperse.

    ~ Pero eso no significa que deban tener miedo. ~ Ghost giró una de sus manos, dejando que la luz se reflejara en sus dedos. ~ La fragilidad no es algo malo. Nos recuerda lo valioso que es cada momento. Cada sonrisa, cada palabra amable, cada aventura… todo eso es un tesoro que guardamos en nuestros recuerdos. ~

    Los niños escuchaban en silencio, con sus cuerpos brillando en suaves colores.

    ~ Incluso si algún día ya no estamos en el mismo lugar, los recuerdos nos mantienen vivos en la mente de quienes nos quieren. Y eso, mis pequeños amigos, es algo más fuerte que cualquier cristal. ~

    Un niño más pequeño, con ojos grandes como estrellas, levantó la mano tímidamente.

    ~ ¿A dónde vas ahora, Ghost? ~

    Él se quedó en silencio un momento.

    Luego, con una sonrisa ladeada, se puso de pie y sacudió el polvo de su abrigo.

    ~ A resolver viejos asuntos. ~

    Y con eso, comenzó a caminar, dejando que su silueta se desvaneciera entre los reflejos dorados de los niños de cristal.
    Ghost se sentó en una roca pulida, rodeado por un grupo de pequeños seres de cristal. Sus cuerpos reflejaban la luz como prismas vivientes, y sus ojos brillaban con una curiosidad inocente. Él sonrió. ~ ¿Saben? La vida es como ustedes… hermosa, luminosa, pero también frágil. ~ Los niños se miraron entre sí. Uno tocó su propio brazo con cuidado, como si solo ahora entendiera lo fácil que sería romperse. ~ Pero eso no significa que deban tener miedo. ~ Ghost giró una de sus manos, dejando que la luz se reflejara en sus dedos. ~ La fragilidad no es algo malo. Nos recuerda lo valioso que es cada momento. Cada sonrisa, cada palabra amable, cada aventura… todo eso es un tesoro que guardamos en nuestros recuerdos. ~ Los niños escuchaban en silencio, con sus cuerpos brillando en suaves colores. ~ Incluso si algún día ya no estamos en el mismo lugar, los recuerdos nos mantienen vivos en la mente de quienes nos quieren. Y eso, mis pequeños amigos, es algo más fuerte que cualquier cristal. ~ Un niño más pequeño, con ojos grandes como estrellas, levantó la mano tímidamente. ~ ¿A dónde vas ahora, Ghost? ~ Él se quedó en silencio un momento. Luego, con una sonrisa ladeada, se puso de pie y sacudió el polvo de su abrigo. ~ A resolver viejos asuntos. ~ Y con eso, comenzó a caminar, dejando que su silueta se desvaneciera entre los reflejos dorados de los niños de cristal.
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  • No hay problema, la noche es joven y los astros parece que se han alineado a nuestro favor ~

    —El fuego crepitando con el reflejo del mismo visto a través de las largas y cuasi ovaladas botellas de alcohol, cuyos prismas servían prácticamente como espejos, lograban que aquel encuentro fuese mucho más vehemente, insinuando por la piel de ambas figuras humanoides las escurridizas gotas de sudor, culpa de entrar en contacto con el calor ajeno de forma simultánea.-
    No hay problema, la noche es joven y los astros parece que se han alineado a nuestro favor ~ —El fuego crepitando con el reflejo del mismo visto a través de las largas y cuasi ovaladas botellas de alcohol, cuyos prismas servían prácticamente como espejos, lograban que aquel encuentro fuese mucho más vehemente, insinuando por la piel de ambas figuras humanoides las escurridizas gotas de sudor, culpa de entrar en contacto con el calor ajeno de forma simultánea.-
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  • Poso la estridencia de tu rencor sobre la alfombra de laureles y comino. Esas especias que colman mis sueños en un viaje de sidéreo mar de tinta. Mis cabezas punzan con doloroso prisma, y, para tu más aperlada suerte, arropo el primer cuerpo con una cortina, esa que tejiste con punta de reguero de besos.

    Muevo tu ombligo o más bien, sumerjo un índice dentro de él, entonces y sólo entonces, encuentro al extraviado tiempo; el que te respeta aún en tu estado de comatosa prudencia; la que cabalga a la ausencia de tu canto. De tu ser. Reposas en esta tienda, este hogar en el que te hiero cada tanto que te veo con acusados ojos, esos que juzgan la gracia que te sostiene aún como la muñeca que otro dios fabricó.

    El pagano te puso en un dilema, junto a otros objetos de relumbrosa estampa, extrañeza bruna de colmillos, ojos y bocas cosidas con las que te elaboró. Dio vida a tu existencia.

    Quizá el respeto que te tengo, viene de la razón de tu existencia.

    Quizá mi amor te hace risueño, como la más inminente de las leyendas.

    Manifiestas un movimiento laxo cada que muevo la aparición de retazos de tela, huesos de carne de jueces. Maestros de la prudencia; una canción de cuna que escribí para ti, la primera vez que besé con mis dedos bañados en oro y plomo, fuego y vigilantes zigzagueos de costuras.

    Ante ti rezo, maniquí olvidado, doncel, doncella de aguardientes cabellos. Óbito de engalanadas auroras boreales. Tus prominentes alas de haladas ancestrales, los animales que componen tu anatomía prestan los sonidos de cascabeles ante mí.

    Continuo vislumbrándote en este sinuoso embeleso; besos que escudan la música de tu caja torácica; mis manos te cambian de lugar, junto con los otros. Cada vez son más frecuentes los terrores que despiertas, la fascinación de tan sólo el baño hacía tus pasos. Simulo arroparte con prendas florales, vestirte con ramajes de árboles de adviento.

    Te beso.
    Te beso.
    Te beso.

    Es un beso olvidado, ese venidero de tu príncipe, príncipe egoísta. En el cambio sólo soy un gigante de ultramar. Sólo soy una bestia deslumbrada, tú me instas a soñarte aún en la vigilia en la que reposas aún. Después de todo el tiempo, los objetos desperrados con los que osaste asomarte, son parte de un rompecabezas.

    Rompen cabezas, quiebran a tus huesos de diamantes, reposan sin parlar palabra algún pero, en mis dominios, eres el principal protagonista, mi cayena bañada de fases lunares. Ronronean sobre mi génesis, tú y tus compañeros de aventuras.

    Tú, que clama ante el espejo por el que aprecio tu belleza, esa que se realza en el reposo de tu ser.

    Eres un objeto. Perdido. No posees dueño. Negaron tu existencia en evanescentes eones interiores. Esta tempestad que llama a tu millar de corazones, dulces frutos, de lluvias de ácidas reservas, de este contaminado cielo caído, que tú eres mi compañero de aventuras.

    Repaso el postro de tu trono. El monte del destino en el que nos presentaron, masca el cordón umbilical solícito, emanante de tu vientre. Fuiste y serás. Retuerces la realidad y con ella forjas mis fantasías. Fantasías en la que bailas para mis caprichos, mi amante dormido.

    Rodeado por las ofrendas que te colman de adoración, troceo carne para alimentar a tu leyenda. Mito, epifanía, un risco por el que ya no caes. Aquí entre mis brazos, aquí entre los derramados objetos, la tabla de seda que te invoca como en tantas nocturnas cortinas de estrellas plateadas, perduran en mi dolor al retenerte en esta prisión en la que amanecemos cada día, cada mes, cada año, como otro ser.
    Poso la estridencia de tu rencor sobre la alfombra de laureles y comino. Esas especias que colman mis sueños en un viaje de sidéreo mar de tinta. Mis cabezas punzan con doloroso prisma, y, para tu más aperlada suerte, arropo el primer cuerpo con una cortina, esa que tejiste con punta de reguero de besos. Muevo tu ombligo o más bien, sumerjo un índice dentro de él, entonces y sólo entonces, encuentro al extraviado tiempo; el que te respeta aún en tu estado de comatosa prudencia; la que cabalga a la ausencia de tu canto. De tu ser. Reposas en esta tienda, este hogar en el que te hiero cada tanto que te veo con acusados ojos, esos que juzgan la gracia que te sostiene aún como la muñeca que otro dios fabricó. El pagano te puso en un dilema, junto a otros objetos de relumbrosa estampa, extrañeza bruna de colmillos, ojos y bocas cosidas con las que te elaboró. Dio vida a tu existencia. Quizá el respeto que te tengo, viene de la razón de tu existencia. Quizá mi amor te hace risueño, como la más inminente de las leyendas. Manifiestas un movimiento laxo cada que muevo la aparición de retazos de tela, huesos de carne de jueces. Maestros de la prudencia; una canción de cuna que escribí para ti, la primera vez que besé con mis dedos bañados en oro y plomo, fuego y vigilantes zigzagueos de costuras. Ante ti rezo, maniquí olvidado, doncel, doncella de aguardientes cabellos. Óbito de engalanadas auroras boreales. Tus prominentes alas de haladas ancestrales, los animales que componen tu anatomía prestan los sonidos de cascabeles ante mí. Continuo vislumbrándote en este sinuoso embeleso; besos que escudan la música de tu caja torácica; mis manos te cambian de lugar, junto con los otros. Cada vez son más frecuentes los terrores que despiertas, la fascinación de tan sólo el baño hacía tus pasos. Simulo arroparte con prendas florales, vestirte con ramajes de árboles de adviento. Te beso. Te beso. Te beso. Es un beso olvidado, ese venidero de tu príncipe, príncipe egoísta. En el cambio sólo soy un gigante de ultramar. Sólo soy una bestia deslumbrada, tú me instas a soñarte aún en la vigilia en la que reposas aún. Después de todo el tiempo, los objetos desperrados con los que osaste asomarte, son parte de un rompecabezas. Rompen cabezas, quiebran a tus huesos de diamantes, reposan sin parlar palabra algún pero, en mis dominios, eres el principal protagonista, mi cayena bañada de fases lunares. Ronronean sobre mi génesis, tú y tus compañeros de aventuras. Tú, que clama ante el espejo por el que aprecio tu belleza, esa que se realza en el reposo de tu ser. Eres un objeto. Perdido. No posees dueño. Negaron tu existencia en evanescentes eones interiores. Esta tempestad que llama a tu millar de corazones, dulces frutos, de lluvias de ácidas reservas, de este contaminado cielo caído, que tú eres mi compañero de aventuras. Repaso el postro de tu trono. El monte del destino en el que nos presentaron, masca el cordón umbilical solícito, emanante de tu vientre. Fuiste y serás. Retuerces la realidad y con ella forjas mis fantasías. Fantasías en la que bailas para mis caprichos, mi amante dormido. Rodeado por las ofrendas que te colman de adoración, troceo carne para alimentar a tu leyenda. Mito, epifanía, un risco por el que ya no caes. Aquí entre mis brazos, aquí entre los derramados objetos, la tabla de seda que te invoca como en tantas nocturnas cortinas de estrellas plateadas, perduran en mi dolor al retenerte en esta prisión en la que amanecemos cada día, cada mes, cada año, como otro ser.
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  • —Nunca se había interesado demasiado por la fotografía, ella habia sido siempre más... ¿manual? Hope era de esas personas que necesitaba componer con sus manos. Un pincel en la mano, un carboncillo... y era capaz de crear y componer una imagen. Capaz de trasladarla de su imaginación a un lienzo en blanco.

    Pero... Ha descubierto con grata sorpresa que ver la vida a través del pentaprisma de una cámara réflex no es tan distinto a sus cuadros. La composición, la estructura, esos valores siguen siendo iguales... Es arte a fin de cuentas. El ojo artístico existe...—


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    —Nunca se había interesado demasiado por la fotografía, ella habia sido siempre más... ¿manual? Hope era de esas personas que necesitaba componer con sus manos. Un pincel en la mano, un carboncillo... y era capaz de crear y componer una imagen. Capaz de trasladarla de su imaginación a un lienzo en blanco. Pero... Ha descubierto con grata sorpresa que ver la vida a través del pentaprisma de una cámara réflex no es tan distinto a sus cuadros. La composición, la estructura, esos valores siguen siendo iguales... Es arte a fin de cuentas. El ojo artístico existe...— #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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