• Hoy, mientras caminaba por los interminables pasillos del centro de archivistas de Azurheim, tuve un encuentro que, para ser honesta, prefiero evitar. Allí estaba Kalyndra, con esa actitud que parece gritar "compite conmigo" incluso cuando no hay razón para hacerlo.

    Con su andar altivo y esa mirada cargada de juicio, se detuvo justo frente a mí, dejando escapar uno de sus comentarios.

    K: ¿No deberías estar revoloteando por el mundo humano? Eso de andar vagando parece más tu estilo que estar aquí.

    M: Al menos yo ver el mundo con mis propios ojos, en lugar de conformarme con los mismos libros polvorientos de siempre.

    Por un instante, su expresión se endureció, y no pude evitar preguntarme si había tocado un punto sensible. Sin embargo, lejos de calmarla, mi respuesta pareció avivar su fuego interno.

    La tensión en el aire era palpable, y aunque nuestras palabras no pasaron a algo más grave, el cruce me dejó pensando. ¿Por qué siempre parece tener algo en mi contra? Me pregunto si realmente se trata de competencia o si hay algo más profundo en todo esto.




    Hoy, mientras caminaba por los interminables pasillos del centro de archivistas de Azurheim, tuve un encuentro que, para ser honesta, prefiero evitar. Allí estaba Kalyndra, con esa actitud que parece gritar "compite conmigo" incluso cuando no hay razón para hacerlo. Con su andar altivo y esa mirada cargada de juicio, se detuvo justo frente a mí, dejando escapar uno de sus comentarios. K: ¿No deberías estar revoloteando por el mundo humano? Eso de andar vagando parece más tu estilo que estar aquí. M: Al menos yo ver el mundo con mis propios ojos, en lugar de conformarme con los mismos libros polvorientos de siempre. Por un instante, su expresión se endureció, y no pude evitar preguntarme si había tocado un punto sensible. Sin embargo, lejos de calmarla, mi respuesta pareció avivar su fuego interno. La tensión en el aire era palpable, y aunque nuestras palabras no pasaron a algo más grave, el cruce me dejó pensando. ¿Por qué siempre parece tener algo en mi contra? Me pregunto si realmente se trata de competencia o si hay algo más profundo en todo esto.
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  • Y todavía tienen el descaro de preguntar que le ve a su esposo.
    Le ve mucho, DEMASIADO.
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  • "Si pudieras ver lo que estoy pensando no me preguntarias porque derrepente esta sonrisa
    En mi rostro. Esque si te contará todo lo que me inspiras te asombrarias de lo bonito que es.
    Si me ves,si me lees quiero que sepas que pienso mucho en ti "
    -Ahogó un suspiro mientras pensaba en aquellas palabras viendolo a los ojos -
    "Si pudieras ver lo que estoy pensando no me preguntarias porque derrepente esta sonrisa En mi rostro. Esque si te contará todo lo que me inspiras te asombrarias de lo bonito que es. Si me ves,si me lees quiero que sepas que pienso mucho en ti " -Ahogó un suspiro mientras pensaba en aquellas palabras viendolo a los ojos -
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  • ℳ𝒪𝒩𝒪ℛ𝒪ℒ
    Un amplio balcón de mármol negro, iluminado por la luz de la luna, se abre al frío viento nocturno que acaricia las capas de ambos hombres. Archibald Ragnaki, con su postura imponente, fija la mirada en el horizonte, mientras Genius, apoyado en la baranda con una copa de vino en la mano, lo observa de reojo, con una mezcla de envidia y cautela.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Con una sonrisa burlona.-
    —Qué noche tan hermosa, majestad. Aunque supongo que para ti, incluso la luna debe parecerte insuficiente.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Sin voltear, con voz fría.-
    —Y para ti, Genius, cualquier cosa que no brille como oro debe parecerte irrelevante.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Se encoge de hombros, bebiendo un sorbo.-
    —Tienes razón, por supuesto. Pero no puedo evitar preguntarme, majestad, ¿es realmente necesario montar ese espectáculo en Lagos? Podrías simplemente enviar a alguien más... o mejor aún, dejar que el viejo rey se pudra en su trono.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Girándose lentamente hacia él, con una sonrisa helada.-
    —¿Dejarlo pudrirse? No. Lo que planeo es mucho más entretenido. Iré personalmente, Genius. Mi dragón dorado será lo último que ese anciano verá antes de que lo destrone.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Se ríe con incredulidad, pero sus ojos traicionan un toque de miedo.-
    —¿Destronarlo? ¿Y coronarte rey de Lagos? Qué ambicioso, incluso para ti.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Da un paso hacia Genius, su mirada fija como un cuchillo.-
    —Ambición, Genius, es lo que separa a los hombres como yo de los parásitos como tú.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Le lanza una mirada mordaz, pero su tono se mantiene falso y adulador.-
    —Majestad, no es mi intención cuestionarte, pero esto suena más como un riesgo innecesario que como una estrategia brillante.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Suelta una carcajada fría.-
    —Genius, si entendieras la estrategia, no estarías aquí gastando mi aire. Lo único innecesario en este reino eres tú.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Frunce el ceño, apretando la copa con fuerza.-
    —Cuidado con tus palabras, Archibald. Soy tu consejero, no tu sirviente.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Ríe aún más fuerte, acercándose hasta estar a un paso de él.-
    —¿Consejero? Genius, lo único que me has aconsejado es cómo gastar dinero en tus caprichos inútiles. Pero te lo concedo: eres entretenido.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Se inclina ligeramente, con un tono venenoso.-
    —Entonces espero seguir entreteniéndote, majestad. Porque si fallas en Lagos, puede que yo termine siendo más útil que tú.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Su expresión se endurece, pero su sonrisa persiste.-
    —Si fallara, Genius, cosa que no sucederá, tú serías el primero en caer. Porque mientras yo tengo un dragón dorado, tú solo tienes esa lengua venenosa.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Con una sonrisa tensa, levanta su copa en un falso brindis.-
    —Por supuesto, majestad. Que la luna te guíe en tu conquista... y que no te queme tu propia ambición.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Sin inmutarse, con tono frío.-
    —Genius, antes de que olvides tu único propósito aquí, dime: ¿mi ejército ya comenzó su marcha hacia las Ciudades Blancas?

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Se endereza, algo nervioso por el cambio de tema.-
    —Por supuesto, majestad. Salieron hace una semana, como ordenaste. Aunque, sinceramente, no entiendo por qué te preocupas tanto.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Sonríe con desdén.-
    —¿Por qué me preocupo? Porque las Ciudades Blancas no son solo un simple reino, Genius. Son la clave para dominar la otra mitad del continente. Conquistar Lagos es un paso, pero las Ciudades Blancas... esas son la joya. Un lugar lleno de individuos con poderes únicos en magia blanca, una fuerza que incluso tú deberías temer.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Se ríe nerviosamente.-
    —¿Temerles? Por favor, majestad, esos fanáticos no son rivales para ti.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Su tono se vuelve más cortante.-
    —No son rivales, pero son necesarios. Con su magia y su territorio bajo mi control, nadie en este continente tendrá el poder de desafiarme.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Con cautela, probando el terreno.-
    —Nadie... excepto el Reach, ¿no es así?

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Se queda en silencio por un momento, su mirada fija en el horizonte.-
    —El Reach es un problema. Su ejército es más grande, su poder, más vasto. Pero incluso ellos tienen sus debilidades.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Con una sonrisa venenosa.-
    —¿Y qué harás con ellos, majestad? ¿Un dragón dorado será suficiente para derribar al reino más poderoso del continente?

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Ríe suavemente, pero su tono es gélido.-
    —Genius, controlar el continente no es mi objetivo principal. El Reach es solo una pieza más en este juego. Cuando llegue el momento, sabrás cuál es mi verdadero propósito... si sigues siendo útil para entonces.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Sorprendido, intenta ocultar su intriga.-
    —Siempre tan misterioso, majestad. Aunque me pregunto si ese gran propósito tuyo no terminará consumiéndote.

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Se gira hacia él, con una sonrisa que hiela la sangre.-
    —Genius, preocúpate por ti mismo. Nadie en este juego está a salvo, y tú eres el más prescindible de todos.

    𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠
    -Con un tono burlón para ocultar su inquietud.-
    —Qué alentador. ¿Entonces cuándo comienza tu glorioso espectáculo en Lagos?

    𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅
    -Se da la vuelta hacia el horizonte, su capa ondeando con el viento.-
    —En dos días. Mi dragón y yo partiremos al amanecer. Es hora de que Lagos se arrodille... y que el continente sienta mi presencia.

    La conversación termina en un silencio cargado. Archibald vuelve a mirar el horizonte con determinación, mientras Genius bebe apresuradamente, cada vez más inquieto por el hombre que tiene frente a él y el verdadero alcance de sus planes.
    ℳ𝒪𝒩𝒪ℛ𝒪ℒ Un amplio balcón de mármol negro, iluminado por la luz de la luna, se abre al frío viento nocturno que acaricia las capas de ambos hombres. Archibald Ragnaki, con su postura imponente, fija la mirada en el horizonte, mientras Genius, apoyado en la baranda con una copa de vino en la mano, lo observa de reojo, con una mezcla de envidia y cautela. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Con una sonrisa burlona.- —Qué noche tan hermosa, majestad. Aunque supongo que para ti, incluso la luna debe parecerte insuficiente. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Sin voltear, con voz fría.- —Y para ti, Genius, cualquier cosa que no brille como oro debe parecerte irrelevante. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Se encoge de hombros, bebiendo un sorbo.- —Tienes razón, por supuesto. Pero no puedo evitar preguntarme, majestad, ¿es realmente necesario montar ese espectáculo en Lagos? Podrías simplemente enviar a alguien más... o mejor aún, dejar que el viejo rey se pudra en su trono. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Girándose lentamente hacia él, con una sonrisa helada.- —¿Dejarlo pudrirse? No. Lo que planeo es mucho más entretenido. Iré personalmente, Genius. Mi dragón dorado será lo último que ese anciano verá antes de que lo destrone. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Se ríe con incredulidad, pero sus ojos traicionan un toque de miedo.- —¿Destronarlo? ¿Y coronarte rey de Lagos? Qué ambicioso, incluso para ti. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Da un paso hacia Genius, su mirada fija como un cuchillo.- —Ambición, Genius, es lo que separa a los hombres como yo de los parásitos como tú. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Le lanza una mirada mordaz, pero su tono se mantiene falso y adulador.- —Majestad, no es mi intención cuestionarte, pero esto suena más como un riesgo innecesario que como una estrategia brillante. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Suelta una carcajada fría.- —Genius, si entendieras la estrategia, no estarías aquí gastando mi aire. Lo único innecesario en este reino eres tú. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Frunce el ceño, apretando la copa con fuerza.- —Cuidado con tus palabras, Archibald. Soy tu consejero, no tu sirviente. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Ríe aún más fuerte, acercándose hasta estar a un paso de él.- —¿Consejero? Genius, lo único que me has aconsejado es cómo gastar dinero en tus caprichos inútiles. Pero te lo concedo: eres entretenido. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Se inclina ligeramente, con un tono venenoso.- —Entonces espero seguir entreteniéndote, majestad. Porque si fallas en Lagos, puede que yo termine siendo más útil que tú. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Su expresión se endurece, pero su sonrisa persiste.- —Si fallara, Genius, cosa que no sucederá, tú serías el primero en caer. Porque mientras yo tengo un dragón dorado, tú solo tienes esa lengua venenosa. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Con una sonrisa tensa, levanta su copa en un falso brindis.- —Por supuesto, majestad. Que la luna te guíe en tu conquista... y que no te queme tu propia ambición. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Sin inmutarse, con tono frío.- —Genius, antes de que olvides tu único propósito aquí, dime: ¿mi ejército ya comenzó su marcha hacia las Ciudades Blancas? 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Se endereza, algo nervioso por el cambio de tema.- —Por supuesto, majestad. Salieron hace una semana, como ordenaste. Aunque, sinceramente, no entiendo por qué te preocupas tanto. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Sonríe con desdén.- —¿Por qué me preocupo? Porque las Ciudades Blancas no son solo un simple reino, Genius. Son la clave para dominar la otra mitad del continente. Conquistar Lagos es un paso, pero las Ciudades Blancas... esas son la joya. Un lugar lleno de individuos con poderes únicos en magia blanca, una fuerza que incluso tú deberías temer. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Se ríe nerviosamente.- —¿Temerles? Por favor, majestad, esos fanáticos no son rivales para ti. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Su tono se vuelve más cortante.- —No son rivales, pero son necesarios. Con su magia y su territorio bajo mi control, nadie en este continente tendrá el poder de desafiarme. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Con cautela, probando el terreno.- —Nadie... excepto el Reach, ¿no es así? 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Se queda en silencio por un momento, su mirada fija en el horizonte.- —El Reach es un problema. Su ejército es más grande, su poder, más vasto. Pero incluso ellos tienen sus debilidades. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Con una sonrisa venenosa.- —¿Y qué harás con ellos, majestad? ¿Un dragón dorado será suficiente para derribar al reino más poderoso del continente? 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Ríe suavemente, pero su tono es gélido.- —Genius, controlar el continente no es mi objetivo principal. El Reach es solo una pieza más en este juego. Cuando llegue el momento, sabrás cuál es mi verdadero propósito... si sigues siendo útil para entonces. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Sorprendido, intenta ocultar su intriga.- —Siempre tan misterioso, majestad. Aunque me pregunto si ese gran propósito tuyo no terminará consumiéndote. 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Se gira hacia él, con una sonrisa que hiela la sangre.- —Genius, preocúpate por ti mismo. Nadie en este juego está a salvo, y tú eres el más prescindible de todos. 𝐺𝑒𝑛𝑖𝑢𝑠 -Con un tono burlón para ocultar su inquietud.- —Qué alentador. ¿Entonces cuándo comienza tu glorioso espectáculo en Lagos? 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒃𝒂𝒍𝒅 -Se da la vuelta hacia el horizonte, su capa ondeando con el viento.- —En dos días. Mi dragón y yo partiremos al amanecer. Es hora de que Lagos se arrodille... y que el continente sienta mi presencia. La conversación termina en un silencio cargado. Archibald vuelve a mirar el horizonte con determinación, mientras Genius bebe apresuradamente, cada vez más inquieto por el hombre que tiene frente a él y el verdadero alcance de sus planes.
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  • ᚐ҉ᚐ Desnudando sentimientos
    " Este sentimiento es para ti ♡"
    -decia entre suspiros mientras se duchaba escuchando su corazon latir fuertemente cuando pensaba en el y en todo lo que compartian juntos , las casualidades y las cosas que hacian juntos.
    Luego un sentimiento apesadumbrado se adueño de su corazón.
    Ella sabia que habia otra chica y que a ella si la veía, en cambio a ella por mucho la veria como a una amiga mas. Nunca tendría la oportunidad de preguntar o la valentia de confesar su sentimiento
    Ella sabia que su sentimiento estaba condenado a ser no correspondido y que solo seria una nadie para el ... Nadie -
    ᚐ҉ᚐ Desnudando sentimientos " Este sentimiento es para ti ♡" -decia entre suspiros mientras se duchaba escuchando su corazon latir fuertemente cuando pensaba en el y en todo lo que compartian juntos , las casualidades y las cosas que hacian juntos. Luego un sentimiento apesadumbrado se adueño de su corazón. Ella sabia que habia otra chica y que a ella si la veía, en cambio a ella por mucho la veria como a una amiga mas. Nunca tendría la oportunidad de preguntar o la valentia de confesar su sentimiento Ella sabia que su sentimiento estaba condenado a ser no correspondido y que solo seria una nadie para el ... Nadie -
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  • #DuoRol

    𝐏𝐬𝐢𝐜𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢𝐚 𝐑𝐞𝐚𝐥


    Dorian tenía una cita con su psicólogo de confianza, pero la inseguridad lo mantenía en casa. La paranoia le susrraba constantemente que su psicólogo fue comprado y que su misión era asesinar a nuestro joven amigo. Sin embargo, la insistencia de [Arant.Tenebris] lo sorprendió, ella le pedía que fuese al consultorio donde su psicólogo, finalmente, decidió decidió acudir. Quizás porque la voz de una reina era más firme que la voz paranoica de aquel alto peliblanco.

    Al llegar, sus ojos se abrieron de par en par al ver a la Reina de Tenebra vestida de psicóloga. Por un momento, la incredulidad lo invadió, pero no pudo evitar preguntar, con un tono de asombro en su voz:

    ❝¿Eres tú, Arant?❞

    La habitación se llenó de una mezcla de sorpresa y nostalgia, mientras Dorian intentaba procesar la inesperada revelación. Dorian se sentó y con un suspiro de alivio musitó.

    ❝¿Cómo lo lograste reemplazar a mi psicólogo?❞
    #DuoRol 𝐏𝐬𝐢𝐜𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢𝐚 𝐑𝐞𝐚𝐥 Dorian tenía una cita con su psicólogo de confianza, pero la inseguridad lo mantenía en casa. La paranoia le susrraba constantemente que su psicólogo fue comprado y que su misión era asesinar a nuestro joven amigo. Sin embargo, la insistencia de [Arant.Tenebris] lo sorprendió, ella le pedía que fuese al consultorio donde su psicólogo, finalmente, decidió decidió acudir. Quizás porque la voz de una reina era más firme que la voz paranoica de aquel alto peliblanco. Al llegar, sus ojos se abrieron de par en par al ver a la Reina de Tenebra vestida de psicóloga. Por un momento, la incredulidad lo invadió, pero no pudo evitar preguntar, con un tono de asombro en su voz: ❝¿Eres tú, Arant?❞ La habitación se llenó de una mezcla de sorpresa y nostalgia, mientras Dorian intentaba procesar la inesperada revelación. Dorian se sentó y con un suspiro de alivio musitó. ❝¿Cómo lo lograste reemplazar a mi psicólogo?❞
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  • Suelo preguntarme constantemente si lo que hago es suficiente, y si lo estoy haciendo bien...
    Pero no tener resultados claros me desespera...
    Suelo preguntarme constantemente si lo que hago es suficiente, y si lo estoy haciendo bien... Pero no tener resultados claros me desespera...
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  • Un año sin ti
    Fandom OC
    Categoría Original
    Ryuna Takahari

    “¿Qué haces cuando sientes que la vida pierde sentido?”

    Las búsquedas de google no arrojaban el resultado que hubiera querido, así que probó con los de bing. Siguió con los de duckduckgo, y luego con los de ecosia. Luego utilizó otra vez google, pero usando operadores de búsqueda (¿Qué haces cuando sientes que la vida pierde sentido? after:2018 +“consejos” -“antidepresivos” -“acudir a un especialista”). Nuevamente, los resultados no le daban la satisfacción que le hubiera gustado. Entonces sintió que una mano “amiga” le tomaba del hombro. —¡Iso~! No puedes escaquearte de tu trabajo así, ¿cierto?

    —¡Lo… lo siento!

    —Es broma… ¿Te encuentras bien?

    —Ajá… —¿Lo había visto buscando esas cosas? Esperaba que no fuera el caso. —Hacía unas búsquedas para un cliente, sólo eso.

    Notó que fruncía el ceño, como si quisiera decir algo más y no se viera capaz. Algo mucho más directo de lo que estaba a punto de decir.

    —¿Y no te parece hablar directamente con nuestros clientes? Necesito que vaya un representante de Apolión, y somos cuatro. Tú, yo, Ryan y Rashid. Digo, puede ir uno de los tres Rs, pero estoy pensando que te interesaría salir del cubículo.

    Oh, sí, lo había visto, y era una indirecta muy directa. Algunas de las páginas de autoayuda que había encontrado sugerían tomar un poco de sol, y además, la intención era lo que contaba, así que se limitó a encogerse de hombros. —Puedo hacerlo.

    —¡Claro, chico! Si tú tienes una facilidad para hablarles… —le dio unas palmaditas en la espalda —. Va, alegra esa cara. Cerramos en unos minutos. Y mañana te presentarás en el restaurante indio ese que hay cerca del aeropuerto, el Al-Fateh, a las doce del mediodía. ¿Vale? Muy bien. —No le dejaba tiempo de reacción antes de mover su silla hacia atrás y, de manera muy invasiva, cerrar todas las pestañas de google. —Uy, ¿no tenías una cita esta semana? Espero no arruinártela. Estarás unas horas.

    —¿Cita…? —lo miró confuso. ¿Espiaba sus conversaciones privadas? Pero incluso entonces… —No, no, y tampoco tengo nada mañana.

    Unas palmadas más. —¡No digas eso, que lo que tú eres es un Don Juan! Va, que mañana quiero que te presentes de gala también. Los clientes son como las mujeres: hay que… —se mordió la lengua al recordar que Isidro era feminista —¡...Hay que tratarlos con todo el respeto y decoro del mundo! Y por eso vas a ir bien vestidito. ¡Va, que ya te puedes ir!

    -----

    Al llegar al restaurante (bien vestido con el traje que el dinero constante le permitía comprarse, como si aquello se tratara de impresionar a una chica), no pudo evitar preguntarse algo. “Un momento, Al-Fateh es un nombre árabe, no indio”. Pero daba absolutamente igual. Incluso después de haberlo pensado al recibir las primeras indicaciones, Isidro había aprendido a agachar la cabeza y no decir nada. Le interesaba no molestar a Razvan - estabilidad laboral ante todo, le había dicho su amiga, y ahora interiorizaba sus palabras.

    Igualmente, los clientes debían estar por ahí, ¿no? Y ahora temía que no fueran a tomarse a un representante de diecinueve años en serio. Razvan era joven, como el resto de fundadores (a los que ahora parecía haberse unido él de forma semi-permanente), pero al menos ellos eran la mente pensante de la compañía. Bueno, unos más que otros…

    A él sí que le faltaba mente pensante para ciertas cosas; en su espera, abrió una petaca de whisky y se la llevó a los labios, bebiendo aquel delicioso néctar. Tras pasar unos largos segundos, se limpió los labios con el dorso de la muñeca.

    Ya no era suficiente. Nada lo era, pero ante todo, el alcohol se quedaba corto tras un año sin pelear borracho. O ebrio. “¿Qué haces cuando sientes que la vida pierde sentido…?”
    [eclipse_violet_frog_172] “¿Qué haces cuando sientes que la vida pierde sentido?” Las búsquedas de google no arrojaban el resultado que hubiera querido, así que probó con los de bing. Siguió con los de duckduckgo, y luego con los de ecosia. Luego utilizó otra vez google, pero usando operadores de búsqueda (¿Qué haces cuando sientes que la vida pierde sentido? after:2018 +“consejos” -“antidepresivos” -“acudir a un especialista”). Nuevamente, los resultados no le daban la satisfacción que le hubiera gustado. Entonces sintió que una mano “amiga” le tomaba del hombro. —¡Iso~! No puedes escaquearte de tu trabajo así, ¿cierto? —¡Lo… lo siento! —Es broma… ¿Te encuentras bien? —Ajá… —¿Lo había visto buscando esas cosas? Esperaba que no fuera el caso. —Hacía unas búsquedas para un cliente, sólo eso. Notó que fruncía el ceño, como si quisiera decir algo más y no se viera capaz. Algo mucho más directo de lo que estaba a punto de decir. —¿Y no te parece hablar directamente con nuestros clientes? Necesito que vaya un representante de Apolión, y somos cuatro. Tú, yo, Ryan y Rashid. Digo, puede ir uno de los tres Rs, pero estoy pensando que te interesaría salir del cubículo. Oh, sí, lo había visto, y era una indirecta muy directa. Algunas de las páginas de autoayuda que había encontrado sugerían tomar un poco de sol, y además, la intención era lo que contaba, así que se limitó a encogerse de hombros. —Puedo hacerlo. —¡Claro, chico! Si tú tienes una facilidad para hablarles… —le dio unas palmaditas en la espalda —. Va, alegra esa cara. Cerramos en unos minutos. Y mañana te presentarás en el restaurante indio ese que hay cerca del aeropuerto, el Al-Fateh, a las doce del mediodía. ¿Vale? Muy bien. —No le dejaba tiempo de reacción antes de mover su silla hacia atrás y, de manera muy invasiva, cerrar todas las pestañas de google. —Uy, ¿no tenías una cita esta semana? Espero no arruinártela. Estarás unas horas. —¿Cita…? —lo miró confuso. ¿Espiaba sus conversaciones privadas? Pero incluso entonces… —No, no, y tampoco tengo nada mañana. Unas palmadas más. —¡No digas eso, que lo que tú eres es un Don Juan! Va, que mañana quiero que te presentes de gala también. Los clientes son como las mujeres: hay que… —se mordió la lengua al recordar que Isidro era feminista —¡...Hay que tratarlos con todo el respeto y decoro del mundo! Y por eso vas a ir bien vestidito. ¡Va, que ya te puedes ir! ----- Al llegar al restaurante (bien vestido con el traje que el dinero constante le permitía comprarse, como si aquello se tratara de impresionar a una chica), no pudo evitar preguntarse algo. “Un momento, Al-Fateh es un nombre árabe, no indio”. Pero daba absolutamente igual. Incluso después de haberlo pensado al recibir las primeras indicaciones, Isidro había aprendido a agachar la cabeza y no decir nada. Le interesaba no molestar a Razvan - estabilidad laboral ante todo, le había dicho su amiga, y ahora interiorizaba sus palabras. Igualmente, los clientes debían estar por ahí, ¿no? Y ahora temía que no fueran a tomarse a un representante de diecinueve años en serio. Razvan era joven, como el resto de fundadores (a los que ahora parecía haberse unido él de forma semi-permanente), pero al menos ellos eran la mente pensante de la compañía. Bueno, unos más que otros… A él sí que le faltaba mente pensante para ciertas cosas; en su espera, abrió una petaca de whisky y se la llevó a los labios, bebiendo aquel delicioso néctar. Tras pasar unos largos segundos, se limpió los labios con el dorso de la muñeca. Ya no era suficiente. Nada lo era, pero ante todo, el alcohol se quedaba corto tras un año sin pelear borracho. O ebrio. “¿Qué haces cuando sientes que la vida pierde sentido…?”
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  • — ¡Hey, Niko! ¿Recuerdas el número de piso donde tendremos la clase de Derecho Fiscal hoy?

    La voz de Yulia capturó su atención y no tardó en girarse a mirarla. A decir, le tomaba por sorpresa que le estuviesen preguntando algo a él, especialmente porque nunca habían tenido una interacción muy animada dentro del salón de clases pero, aún así, no le importaba. Seguramente era otra de sus compañeras que veía su déficit vocal como algo positivo, pues debía ser demasiado bueno escuchando. Tras sacar su bebida de la máquina, Nikolay se quedó pensando por un momento, ¿era obligatorio responderle? No, pero por amabilidad debía antes de que comenzaran a quejarse de lo apático que era.

    Con cuidado, Niko se llevó la lata a la boca y la sujetó con los dientes al morder el borde que sobresalía, era la única forma en que se le había ocurrido, en ese momento, sujetar la bebida para utilizar sus manos. Hizo un puño con la mano derecha y, con la izquierda mostró tres dedos, con cuidado bajó el puño izquierdo para golpear el derecho y así formar una palabra: Tercero. La misma acción la repitió al menos tres veces, hasta que alguna de las dos pudiera captar su mensaje.

    Ambas chicas se miraron un momento como si no lograran entenderlo, hasta parecía que se preguntaban la una a la otra si entendían lo que estaba haciendo pero, al final, Milena logró descifrarlo.

    — ¡Ah, ya entendí! El tercer piso, ¿no? —Milena señaló aquello y al mismo tiempo Nikolay asintió. La chica se sintió satisfecha, emocionada incluso, y terminó por reírse poco después.— Ay, no hay duda de que ser un bobo te hace lindo, Niko. ¿Por qué sujetaste la lata así? Solo debías levantar tres dedos para decirlo.

    Nikolay no supo qué decir. Tenía sentido utilizar señas básicas para comunicarse en lugar de recurrir directamente al lenguaje, pero no se le había pasado por la mente ser tan simple con ellas. Si se habían acercado a preguntarle algo a él, debían cuando menos esforzarse en hablar el mismo idioma. Aunque fuese en lo más básico y ordinario, lo creía así. Terminó tomando la lata de nuevo con su mano y, finalmente, procedió a abrirla para dar un sorbo mientras que las observaba irse. ¿Un bobo? Claro que no era uno, que se hiciera o actuara como tal no lo convertía en uno, pero le servía demasiado para que le tuvieran "lástima", la suficiente para tratarlo con preferencia y convertirlo en una criatura tierna e indefensa.

    — No sé qué le ves, Milena, hay muchos otros chicos guapos en la facultad para que te fijes en él. —Yulia resopló, luego detuvo sus pasos cuando su compañera lo hizo y ambas se giraron, por última vez, para observar a Nikolay.— A mí me parece un retrasado.

    — Yulia, no seas tan dura con él. Es cierto que está defectuoso, pero... A mí me parece muy lindo. Además, es bueno escuchando. Si hablara mucho, seguramente tendría muchas parejas y, si soy la única, seguro no podrá negar mis sentimientos. Es un plan listo, ¿no crees?
    — ¡Hey, Niko! ¿Recuerdas el número de piso donde tendremos la clase de Derecho Fiscal hoy? La voz de Yulia capturó su atención y no tardó en girarse a mirarla. A decir, le tomaba por sorpresa que le estuviesen preguntando algo a él, especialmente porque nunca habían tenido una interacción muy animada dentro del salón de clases pero, aún así, no le importaba. Seguramente era otra de sus compañeras que veía su déficit vocal como algo positivo, pues debía ser demasiado bueno escuchando. Tras sacar su bebida de la máquina, Nikolay se quedó pensando por un momento, ¿era obligatorio responderle? No, pero por amabilidad debía antes de que comenzaran a quejarse de lo apático que era. Con cuidado, Niko se llevó la lata a la boca y la sujetó con los dientes al morder el borde que sobresalía, era la única forma en que se le había ocurrido, en ese momento, sujetar la bebida para utilizar sus manos. Hizo un puño con la mano derecha y, con la izquierda mostró tres dedos, con cuidado bajó el puño izquierdo para golpear el derecho y así formar una palabra: Tercero. La misma acción la repitió al menos tres veces, hasta que alguna de las dos pudiera captar su mensaje. Ambas chicas se miraron un momento como si no lograran entenderlo, hasta parecía que se preguntaban la una a la otra si entendían lo que estaba haciendo pero, al final, Milena logró descifrarlo. — ¡Ah, ya entendí! El tercer piso, ¿no? —Milena señaló aquello y al mismo tiempo Nikolay asintió. La chica se sintió satisfecha, emocionada incluso, y terminó por reírse poco después.— Ay, no hay duda de que ser un bobo te hace lindo, Niko. ¿Por qué sujetaste la lata así? Solo debías levantar tres dedos para decirlo. Nikolay no supo qué decir. Tenía sentido utilizar señas básicas para comunicarse en lugar de recurrir directamente al lenguaje, pero no se le había pasado por la mente ser tan simple con ellas. Si se habían acercado a preguntarle algo a él, debían cuando menos esforzarse en hablar el mismo idioma. Aunque fuese en lo más básico y ordinario, lo creía así. Terminó tomando la lata de nuevo con su mano y, finalmente, procedió a abrirla para dar un sorbo mientras que las observaba irse. ¿Un bobo? Claro que no era uno, que se hiciera o actuara como tal no lo convertía en uno, pero le servía demasiado para que le tuvieran "lástima", la suficiente para tratarlo con preferencia y convertirlo en una criatura tierna e indefensa. — No sé qué le ves, Milena, hay muchos otros chicos guapos en la facultad para que te fijes en él. —Yulia resopló, luego detuvo sus pasos cuando su compañera lo hizo y ambas se giraron, por última vez, para observar a Nikolay.— A mí me parece un retrasado. — Yulia, no seas tan dura con él. Es cierto que está defectuoso, pero... A mí me parece muy lindo. Además, es bueno escuchando. Si hablara mucho, seguramente tendría muchas parejas y, si soy la única, seguro no podrá negar mis sentimientos. Es un plan listo, ¿no crees?
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  • La lámpara del tocador proyectaba una cálida luz amarilla sobre el cuarto de Carmina. Sentada frente al espejo, su cabello rizado caía en cascadas rebeldes, aún húmedo por el rocío del atomizador. Dividió los mechones con cuidado, dejando que el peine de dientes anchos resbalara entre ellos mientras aplicaba la crema para definir rizos. Aquel ritual nocturno, que siempre la tranquilizaba, esta vez no lograba acallar los pensamientos que bullían en su mente.

    El amor.

    Carmina suspiró, sus ojos perdiéndose en su reflejo. En su pecho se revolvía una mezcla de anhelo y duda, una tensión que la hacía preguntarse si algún día alguien podría estar a la altura de lo que ella imaginaba. "¿Y si pido demasiado? ¿Y si mis ideas son solo cuentos que me vendí a mí misma?"

    Sus dedos se detuvieron por un momento, recordando las palabras de su abuela Lucia. La imagen de la anciana se formó con claridad en su mente: el cabello canoso recogido con elegancia, el rostro lleno de arrugas que parecían trazos de una historia bien vivida, y la voz firme que siempre llevaba un tinte de dulzura.

    —Carmina, il cuore non si accontenta di favole, ma di realtà, —le había dicho una vez Lucia, mientras tejía con paciencia en el jardín.

    De niña, esas palabras habían parecido contradictorias. ¿Qué significaba amar en "realidad"? Para Carmina, el amor siempre había sido algo grande, mágico, como los romances de los libros que leía hasta la madrugada. Pero para Lucia, el amor era... diferente.

    "El amor no siempre llega con flores y promesas perfectas," continuó la voz de su abuela en su memoria. "Llega con paciencia. Con días buenos y otros no tanto. Pero cuando es real, aprendes a verlo en los pequeños gestos, no en las grandes palabras."

    Carmina sonrió apenas, masajeando las raíces de su cabello con un poco de aceite. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si esperaba que el amor fuera siempre perfecto, como en las novelas? Pensaba en Lucia y Pietro, su abuelo, y en las historias que su abuela le contaba: cómo se conocieron cuando él se atrevió a robarle un baile, cómo discutían por cosas tan mundanas como la forma de colgar la ropa, y cómo, incluso en los días difíciles, encontraban maneras de reír juntos.

    "No era un amor de cuento de hadas," recordó que Lucia le había dicho una vez. "Era un amor real. Un amor que eliges cada día, incluso cuando es más difícil que fácil."

    Carmina suspiró, peinando un último mechón con cuidado. Sus expectativas tal vez no eran irreales, pero quizás necesitaban espacio para lo impredecible, lo imperfecto. Porque tal vez, pensó mientras miraba su reflejo, amar no era solo encontrar a alguien que cumpliera todas tus fantasías, sino aprender a construir algo único con otra persona.

    Apagó la lámpara del tocador, dejando que el cuarto se llenara de sombras. Mientras se acomodaba en la cama, cerró los ojos con una ligera sonrisa. —Tal vez no estoy buscando algo imposible... Tal vez solo necesito aprender a ver el amor cuando toque a mi puerta, aunque no traiga flores.—

    Se giró entre las sábanas, dejando que el sueño comenzara a envolverla, pero antes de cerrar los ojos del todo, murmuró: —Aunque, bueno… sería lindo recibir un ramo de flores solo porque sí.—
    La lámpara del tocador proyectaba una cálida luz amarilla sobre el cuarto de Carmina. Sentada frente al espejo, su cabello rizado caía en cascadas rebeldes, aún húmedo por el rocío del atomizador. Dividió los mechones con cuidado, dejando que el peine de dientes anchos resbalara entre ellos mientras aplicaba la crema para definir rizos. Aquel ritual nocturno, que siempre la tranquilizaba, esta vez no lograba acallar los pensamientos que bullían en su mente. El amor. Carmina suspiró, sus ojos perdiéndose en su reflejo. En su pecho se revolvía una mezcla de anhelo y duda, una tensión que la hacía preguntarse si algún día alguien podría estar a la altura de lo que ella imaginaba. "¿Y si pido demasiado? ¿Y si mis ideas son solo cuentos que me vendí a mí misma?" Sus dedos se detuvieron por un momento, recordando las palabras de su abuela Lucia. La imagen de la anciana se formó con claridad en su mente: el cabello canoso recogido con elegancia, el rostro lleno de arrugas que parecían trazos de una historia bien vivida, y la voz firme que siempre llevaba un tinte de dulzura. —Carmina, il cuore non si accontenta di favole, ma di realtà, —le había dicho una vez Lucia, mientras tejía con paciencia en el jardín. De niña, esas palabras habían parecido contradictorias. ¿Qué significaba amar en "realidad"? Para Carmina, el amor siempre había sido algo grande, mágico, como los romances de los libros que leía hasta la madrugada. Pero para Lucia, el amor era... diferente. "El amor no siempre llega con flores y promesas perfectas," continuó la voz de su abuela en su memoria. "Llega con paciencia. Con días buenos y otros no tanto. Pero cuando es real, aprendes a verlo en los pequeños gestos, no en las grandes palabras." Carmina sonrió apenas, masajeando las raíces de su cabello con un poco de aceite. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si esperaba que el amor fuera siempre perfecto, como en las novelas? Pensaba en Lucia y Pietro, su abuelo, y en las historias que su abuela le contaba: cómo se conocieron cuando él se atrevió a robarle un baile, cómo discutían por cosas tan mundanas como la forma de colgar la ropa, y cómo, incluso en los días difíciles, encontraban maneras de reír juntos. "No era un amor de cuento de hadas," recordó que Lucia le había dicho una vez. "Era un amor real. Un amor que eliges cada día, incluso cuando es más difícil que fácil." Carmina suspiró, peinando un último mechón con cuidado. Sus expectativas tal vez no eran irreales, pero quizás necesitaban espacio para lo impredecible, lo imperfecto. Porque tal vez, pensó mientras miraba su reflejo, amar no era solo encontrar a alguien que cumpliera todas tus fantasías, sino aprender a construir algo único con otra persona. Apagó la lámpara del tocador, dejando que el cuarto se llenara de sombras. Mientras se acomodaba en la cama, cerró los ojos con una ligera sonrisa. —Tal vez no estoy buscando algo imposible... Tal vez solo necesito aprender a ver el amor cuando toque a mi puerta, aunque no traiga flores.— Se giró entre las sábanas, dejando que el sueño comenzara a envolverla, pero antes de cerrar los ojos del todo, murmuró: —Aunque, bueno… sería lindo recibir un ramo de flores solo porque sí.—
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