• Ya dime si quieres estar conmigo o si mejor me voy
    Tus besos dicen que tú sí me quieres pero tus palabras no
    Y al chile, yo hasta moriría por ti pero dices que no ,No eres directa, neta, ya me estás cansando, se concreta por favor
    Y en la noche en que las estrellas salen
    Yo pienso en ti, mi amor
    ¿Qué me hiciste?, de mi cabeza no sales
    Y no lo digo por mamón
    Si me dices para ti que soy
    No dudaré en hacerte tan feliz
    Eres especial para mí
    Dime ¿por qué me haces sufrir?
    Yo te olvidaré desde las Fuentes de Ortiz
    Soy inseguro cuando dices que me quieres porque creo que no
    Como bebé caigo pero sí redondito en tu trampa, amor,Ya dime si tú me quieres por favor,Y he sufrido y me he empedado tanto por tu amor -Fuentes de Ortiz
    Ya dime si quieres estar conmigo o si mejor me voy Tus besos dicen que tú sí me quieres pero tus palabras no Y al chile, yo hasta moriría por ti pero dices que no ,No eres directa, neta, ya me estás cansando, se concreta por favor Y en la noche en que las estrellas salen Yo pienso en ti, mi amor ¿Qué me hiciste?, de mi cabeza no sales Y no lo digo por mamón Si me dices para ti que soy No dudaré en hacerte tan feliz Eres especial para mí Dime ¿por qué me haces sufrir? Yo te olvidaré desde las Fuentes de Ortiz Soy inseguro cuando dices que me quieres porque creo que no Como bebé caigo pero sí redondito en tu trampa, amor,Ya dime si tú me quieres por favor,Y he sufrido y me he empedado tanto por tu amor -Fuentes de Ortiz ❣️
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  • ᴇᴛᴇʀɴᴀʟ ᴅʀɪꜰᴛ
    Fandom Libre
    Categoría Suspenso
    El cielo estaba teñido de un gris monótono, un tono que no anunciaba ni tormenta ni claridad, sino un peso constante que parecía aplastar todo lo que se encontraba debajo. El aire era frío y húmedo, como si el mundo entero estuviera atrapado en un instante antes de romperse. El puente de piedra que cruzaba el río se extendía como un vestigio olvidado, sus grietas llenas de musgo y marcas de un tiempo que ya no tenía relevancia. Las aguas que corrían bajo él eran turbias, opacas, arrastrando ramas y desechos que giraban en remolinos perezosos antes de desvanecerse río abajo.

    En el centro del puente, Scraps se mantenía erguido, inmóvil como una estatua olvidada. El viento jugueteaba con los bordes de su abrigo desgastado y hacía tintinear las cadenas que colgaban de su cinturón. No parecía notar nada de esto; sus ojos estaban fijos en el agua, pero no veía las corrientes ni los reflejos apagados. Su mirada estaba perdida en algo más profundo, algo que no pertenecía a este lugar ni a ese momento.

    Dentro de él, la quietud del entorno contrastaba con una tormenta que nunca cesaba. Los recuerdos eran dagas que giraban constantemente, hundiendo el filo en una herida que nunca cerraba del todo. Podía escuchar los ecos de risas ahogadas, de gritos que no lograba olvidar, entrelazándose con el sonido sordo de su propia respiración. El viento le trajo un olor tenue a hierro, lo suficientemente familiar como para revolver algo en su interior. No había sangre, pero su mente no escuchaba razones.

    "No debería estar aquí". Sus palabras, apenas un susurro, se perdieron en el aire antes de alcanzar sus propios oídos. No sabía si hablaba del puente, del lugar, o del mundo en general. Todo en él se sentía como un intruso, algo que no pertenecía, pero que seguía existiendo por una fuerza que no podía controlar.

    Su mano se alzó lentamente, rozando las cicatrices que decoraban su cuello como un collar macabro. Cada una de ellas representaba un recordatorio de elecciones equivocadas, de instantes en los que había optado por el sendero más sombrío, a pesar de saber que no debía. El arrepentimiento no era un lujo que pudiera permitirse, pero la culpa, esa eterna compañera, siempre presente, aguardando como una sombra persistente en su mente.

    Desvió la mirada hacia el río una vez más. Podía imaginar las aguas llevándose todo consigo: su cuerpo, su carga, su historia. Sin embargo, no era tan sencillo. Nada lo era. Sabía que no había redención, ni final fácil, solo el incesante y eterno arrastre de los días, uno tras otro, como las corrientes que fluían bajo sus pies.

    El viento sopló con más fuerza, arrancando una hoja seca de un árbol cercano y arrojándola al río. Observó cómo giraba y danzaba antes de desaparecer en el agua. Su pecho se elevó con un suspiro que parecía desgarrarlo desde dentro, pero no trajo alivio. "Todo se va, pero yo sigo aquí," murmuró, con un tono que no era resignación ni aceptación, simplemente un hecho ineludible.
    El cielo estaba teñido de un gris monótono, un tono que no anunciaba ni tormenta ni claridad, sino un peso constante que parecía aplastar todo lo que se encontraba debajo. El aire era frío y húmedo, como si el mundo entero estuviera atrapado en un instante antes de romperse. El puente de piedra que cruzaba el río se extendía como un vestigio olvidado, sus grietas llenas de musgo y marcas de un tiempo que ya no tenía relevancia. Las aguas que corrían bajo él eran turbias, opacas, arrastrando ramas y desechos que giraban en remolinos perezosos antes de desvanecerse río abajo. En el centro del puente, Scraps se mantenía erguido, inmóvil como una estatua olvidada. El viento jugueteaba con los bordes de su abrigo desgastado y hacía tintinear las cadenas que colgaban de su cinturón. No parecía notar nada de esto; sus ojos estaban fijos en el agua, pero no veía las corrientes ni los reflejos apagados. Su mirada estaba perdida en algo más profundo, algo que no pertenecía a este lugar ni a ese momento. Dentro de él, la quietud del entorno contrastaba con una tormenta que nunca cesaba. Los recuerdos eran dagas que giraban constantemente, hundiendo el filo en una herida que nunca cerraba del todo. Podía escuchar los ecos de risas ahogadas, de gritos que no lograba olvidar, entrelazándose con el sonido sordo de su propia respiración. El viento le trajo un olor tenue a hierro, lo suficientemente familiar como para revolver algo en su interior. No había sangre, pero su mente no escuchaba razones. "No debería estar aquí". Sus palabras, apenas un susurro, se perdieron en el aire antes de alcanzar sus propios oídos. No sabía si hablaba del puente, del lugar, o del mundo en general. Todo en él se sentía como un intruso, algo que no pertenecía, pero que seguía existiendo por una fuerza que no podía controlar. Su mano se alzó lentamente, rozando las cicatrices que decoraban su cuello como un collar macabro. Cada una de ellas representaba un recordatorio de elecciones equivocadas, de instantes en los que había optado por el sendero más sombrío, a pesar de saber que no debía. El arrepentimiento no era un lujo que pudiera permitirse, pero la culpa, esa eterna compañera, siempre presente, aguardando como una sombra persistente en su mente. Desvió la mirada hacia el río una vez más. Podía imaginar las aguas llevándose todo consigo: su cuerpo, su carga, su historia. Sin embargo, no era tan sencillo. Nada lo era. Sabía que no había redención, ni final fácil, solo el incesante y eterno arrastre de los días, uno tras otro, como las corrientes que fluían bajo sus pies. El viento sopló con más fuerza, arrancando una hoja seca de un árbol cercano y arrojándola al río. Observó cómo giraba y danzaba antes de desaparecer en el agua. Su pecho se elevó con un suspiro que parecía desgarrarlo desde dentro, pero no trajo alivio. "Todo se va, pero yo sigo aquí," murmuró, con un tono que no era resignación ni aceptación, simplemente un hecho ineludible.
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  • Se miraba en el espejo, notando que el topacio sobresalía bastante en su espalda, quedándose pensativo en las palabras de Sesshomaru.

    —Supongo que tomará bastante hasta que deje de estar tan a la vista... Me preocupa tenerla tan expuesta...
    Se miraba en el espejo, notando que el topacio sobresalía bastante en su espalda, quedándose pensativo en las palabras de Sesshomaru. —Supongo que tomará bastante hasta que deje de estar tan a la vista... Me preocupa tenerla tan expuesta...
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  • — . . .

    4 palabras,accidente en el laboratorio.
    No sabe cuanto tiempo estará así...ni hablar de los afectados que,ahora,esta bajo su cuidado.
    — . . . 4 palabras,accidente en el laboratorio. No sabe cuanto tiempo estará así...ni hablar de los afectados que,ahora,esta bajo su cuidado.
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  • — Las palabras son el arma más poderosa que tenemos, pueden sanar o destruir.—
    — Las palabras son el arma más poderosa que tenemos, pueden sanar o destruir.—
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  • - Y mis sueños descansaron en paz, mis ilusiones se vieron opacas frente a la realidad, al ver lo que otros trataron de ocultar me encontre con miles de máscaras y ninguna con el valor de hablarme la verdad, castillo de arena y jardines de cenizas, muchas palabras bonitas y todas ciertamente eran mentiras, y por eso estamos, por eso existimos, somos el reflejo de deseos que no están permitidos .
    - Y mis sueños descansaron en paz, mis ilusiones se vieron opacas frente a la realidad, al ver lo que otros trataron de ocultar me encontre con miles de máscaras y ninguna con el valor de hablarme la verdad, castillo de arena y jardines de cenizas, muchas palabras bonitas y todas ciertamente eran mentiras, y por eso estamos, por eso existimos, somos el reflejo de deseos que no están permitidos .
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  • "El precio de un error"
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    Categoría Drama
    Su primer error fué confiar en su autocontrol. Aquella noche, donde coincidió con la mayor de las Archeron, algo se desató en él. Algo que lo atraía hacia ella, como una abeja es atraída por el polen. No debió ceder a ese instinto, ese fué su primer error. La consecuencias de esto no fué solo una imperdonable traición a su hermano 𝕮assian  ︎ ︎ ︎ ︎. Si no un lazo forjado entre Azriel y Nesta.

    Se había forjado un lazo doble, y este envolvía a la hembra con la que su hermano se había enlazado y quería con locura. Tras esto, Azriel quiso romper el lazo, pero solo le atrajo la ira de Nesta, una maldición y una reconciliación con un encuentro aún más fuerte que la primera vez

    Su Alto Lord estaba iracundo por su comportamiento. Y el resto de la corte tampoco lo miraba con buenos ojos. Era tal la vorágine de sentimientos, que el Cantor de Sombras no era capaz de lidiar con ellos de una forma sensata. Él que siempre había sido distante, pétreo, comedido... Todo lo que hasta ahora le había caracterizado había desaparecido en esas últimas semanas. Su comportamiento era impulsivo, hasta el punto de haberse enredado con su amigo Gastón en la fiesta del Solsticio, siendo descubierto inmediatamente por una rabiosa Nesta.

    En aquel baño ambos se espetaron parabras dolorosas, afiladas y venenosas. Lo que Azriel le dijo a Nesta no lo sentía. Ni una sola de las palabras que le escupió a la cara eran ciertas. Pero la última vez que quiso apartarse de ella ambos sufrieron de una forma desmedida. Quizás si la Alta fae lo odiaba todo sería más fácil.

    Tras aquello Azriel desapareció varios días. No se supo nada de él, hasta que un día apareció en el campo de entrenamiento, sabiendo que Cassian se encontraba solo en ese momento.

    - Cassian...- Digo el Maestro Espía con calma pétrea, avisando a su hermano de su llegada silenciosa.

    Este mantiene una distancia prudencial, era muy probable que el guerrero Ilyrio arremetiese contra él, y con razón.

    - No tengo derecho. No tengo derecho a pedir tú perdón. Pero necesito intentarlo al menos.- Decía mientras lo observaba con su mirada ambarina, intentando sostenerle la mirada con una dificultad tremebunda.
    Su primer error fué confiar en su autocontrol. Aquella noche, donde coincidió con la mayor de las Archeron, algo se desató en él. Algo que lo atraía hacia ella, como una abeja es atraída por el polen. No debió ceder a ese instinto, ese fué su primer error. La consecuencias de esto no fué solo una imperdonable traición a su hermano [twilight_gold_mule_929]. Si no un lazo forjado entre Azriel y Nesta. Se había forjado un lazo doble, y este envolvía a la hembra con la que su hermano se había enlazado y quería con locura. Tras esto, Azriel quiso romper el lazo, pero solo le atrajo la ira de Nesta, una maldición y una reconciliación con un encuentro aún más fuerte que la primera vez Su Alto Lord estaba iracundo por su comportamiento. Y el resto de la corte tampoco lo miraba con buenos ojos. Era tal la vorágine de sentimientos, que el Cantor de Sombras no era capaz de lidiar con ellos de una forma sensata. Él que siempre había sido distante, pétreo, comedido... Todo lo que hasta ahora le había caracterizado había desaparecido en esas últimas semanas. Su comportamiento era impulsivo, hasta el punto de haberse enredado con su amigo Gastón en la fiesta del Solsticio, siendo descubierto inmediatamente por una rabiosa Nesta. En aquel baño ambos se espetaron parabras dolorosas, afiladas y venenosas. Lo que Azriel le dijo a Nesta no lo sentía. Ni una sola de las palabras que le escupió a la cara eran ciertas. Pero la última vez que quiso apartarse de ella ambos sufrieron de una forma desmedida. Quizás si la Alta fae lo odiaba todo sería más fácil. Tras aquello Azriel desapareció varios días. No se supo nada de él, hasta que un día apareció en el campo de entrenamiento, sabiendo que Cassian se encontraba solo en ese momento. - Cassian...- Digo el Maestro Espía con calma pétrea, avisando a su hermano de su llegada silenciosa. Este mantiene una distancia prudencial, era muy probable que el guerrero Ilyrio arremetiese contra él, y con razón. - No tengo derecho. No tengo derecho a pedir tú perdón. Pero necesito intentarlo al menos.- Decía mientras lo observaba con su mirada ambarina, intentando sostenerle la mirada con una dificultad tremebunda.
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  • El mercado del pueblo bullía de actividad. Los puestos ofrecían desde frutas frescas hasta herramientas de herrería, y los comerciantes alzaban la voz para atraer a los transeúntes. Skuld caminaba despacio entre la multitud, sosteniendo una pequeña bolsa de monedas mientras Cayus flotaba a su lado, sus grandes ojos observando con curiosidad todo a su alrededor.

    —¿Qué te parece esto? —preguntó Skuld, deteniéndose frente a un puesto que exhibía dulces cubiertos de azúcar.

    Cayus emitió un suave bip, inclinándose hacia adelante para mirar los dulces, pero luego dejó escapar un ruidito seco, como si bufara. Skuld arqueó una ceja y suspiró.

    —Sí, ya sé. No alcanza para nada.

    Siguieron caminando, pasando por un puesto de amuletos, otro de frutas y uno más de herramientas de cocina. Cada vez que Skuld intentaba sacar su pequeña bolsa de monedas, Cayus lanzaba un pip pip alarmado, flotando delante de ella como si quisiera impedirle comprar.

    Finalmente, se detuvieron frente a un panadero que mostraba sus hogazas doradas y humeantes. Skuld examinó las monedas restantes en su bolsa y luego miró al panadero.

    —Una barra de pan, por favor.

    El panadero le entregó la hogaza envuelta en un trozo de papel marrón. Skuld suspiró, sosteniéndola con ambas manos mientras se alejaban del bullicio. Cayus flotaba detrás de ella, emitiendo un leve brrr de lo que parecía ser resignación.

    Llegaron a las afueras del pueblo, donde un árbol solitario ofrecía su sombra. Skuld se sentó bajo él, rompiendo el pan en dos. Extendió un trozo hacia Cayus, quien se acercó y lo tomó entre sus diminutas manitas.

    —Bueno, no fue lo que esperaba, pero al menos tenemos esto —dijo Skuld, más para sí misma que para su pequeño compañero.

    Cayus emitió un suave bip bip, su tono de piel cambiando a un cálido color dorado mientras mordisqueaba el pan. Skuld no pudo evitar sonreír al verlo.

    Se reclinó contra el tronco del árbol, arrancando pequeños pedazos del pan y llevándoselos a la boca. El sol filtrado entre las hojas pintaba el suelo con manchas de luz, y el suave viento hacía que las ramas crujieran de forma relajante.

    Cayus flotó hasta apoyarse contra su hombro, soltando un leve brrr de satisfacción.

    —Supongo que no estuvo tan mal después de todo, ¿verdad?

    Aunque Cayus no respondió con palabras, su color dorado y la tranquilidad que irradiaba eran respuesta suficiente. Y así, compartiendo una simple hogaza de pan bajo un árbol, ambos disfrutaron del momento, felices por la pequeña aventura que habían vivido juntos.
    El mercado del pueblo bullía de actividad. Los puestos ofrecían desde frutas frescas hasta herramientas de herrería, y los comerciantes alzaban la voz para atraer a los transeúntes. Skuld caminaba despacio entre la multitud, sosteniendo una pequeña bolsa de monedas mientras Cayus flotaba a su lado, sus grandes ojos observando con curiosidad todo a su alrededor. —¿Qué te parece esto? —preguntó Skuld, deteniéndose frente a un puesto que exhibía dulces cubiertos de azúcar. Cayus emitió un suave bip, inclinándose hacia adelante para mirar los dulces, pero luego dejó escapar un ruidito seco, como si bufara. Skuld arqueó una ceja y suspiró. —Sí, ya sé. No alcanza para nada. Siguieron caminando, pasando por un puesto de amuletos, otro de frutas y uno más de herramientas de cocina. Cada vez que Skuld intentaba sacar su pequeña bolsa de monedas, Cayus lanzaba un pip pip alarmado, flotando delante de ella como si quisiera impedirle comprar. Finalmente, se detuvieron frente a un panadero que mostraba sus hogazas doradas y humeantes. Skuld examinó las monedas restantes en su bolsa y luego miró al panadero. —Una barra de pan, por favor. El panadero le entregó la hogaza envuelta en un trozo de papel marrón. Skuld suspiró, sosteniéndola con ambas manos mientras se alejaban del bullicio. Cayus flotaba detrás de ella, emitiendo un leve brrr de lo que parecía ser resignación. Llegaron a las afueras del pueblo, donde un árbol solitario ofrecía su sombra. Skuld se sentó bajo él, rompiendo el pan en dos. Extendió un trozo hacia Cayus, quien se acercó y lo tomó entre sus diminutas manitas. —Bueno, no fue lo que esperaba, pero al menos tenemos esto —dijo Skuld, más para sí misma que para su pequeño compañero. Cayus emitió un suave bip bip, su tono de piel cambiando a un cálido color dorado mientras mordisqueaba el pan. Skuld no pudo evitar sonreír al verlo. Se reclinó contra el tronco del árbol, arrancando pequeños pedazos del pan y llevándoselos a la boca. El sol filtrado entre las hojas pintaba el suelo con manchas de luz, y el suave viento hacía que las ramas crujieran de forma relajante. Cayus flotó hasta apoyarse contra su hombro, soltando un leve brrr de satisfacción. —Supongo que no estuvo tan mal después de todo, ¿verdad? Aunque Cayus no respondió con palabras, su color dorado y la tranquilidad que irradiaba eran respuesta suficiente. Y así, compartiendo una simple hogaza de pan bajo un árbol, ambos disfrutaron del momento, felices por la pequeña aventura que habían vivido juntos.
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  • El silencio de la noche envolvía el jardín, pero dentro de Daniel, la tormenta de pensamientos y emociones seguía rugiendo. Aún arrodillado en la hierba, su respiración se hacía más lenta, pero su mente permanecía atrapada en la oscuridad de sus propios sentimientos. Las palabras que había gritado al cielo seguían retumbando en su pecho, como un constante recordatorio de su fragilidad.

    Un leve crujido interrumpió la quietud, y Daniel giró la cabeza, los ojos buscando una respuesta que no estaba preparado para encontrar. La figura de Alexa se recortaba en la luz de la luna. En ese instante, supo lo que ya temía: no había estado solo. Ella lo había escuchado todo. La vergüenza lo envolvió, el calor subiendo a su rostro, mientras sus ojos se desviaban, incapaz de enfrentarse a la cruda realidad de ser descubierto.

    El niño obediente que siempre cumplía las reglas, que nunca alzaba la voz, había expuesto su fragilidad. Frente a su hermana, ahora también testigo de su desesperación, Daniel no podía ocultar más lo que realmente era: un joven agotado, que había llegado al límite.

    La luz de la luna destacaba el cansancio en los ojos de Daniel y las lágrimas que luchaban por no caer. Su máscara de perfección se había roto, dejando al descubierto a alguien exhausto y vulnerable.

    El silencio entre ellos pesaba, y Daniel, incapaz de sostener la mirada, bajó la cabeza. Apretó los puños, tratando de contener la tormenta que lo invadía. Con un murmullo apenas audible, dejó escapar


    —Supongo que siempre fui más transparente de lo que quería...

    Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una rendición que no había buscado, pero que ya no podía evitar.

    Alexa Selene
    El silencio de la noche envolvía el jardín, pero dentro de Daniel, la tormenta de pensamientos y emociones seguía rugiendo. Aún arrodillado en la hierba, su respiración se hacía más lenta, pero su mente permanecía atrapada en la oscuridad de sus propios sentimientos. Las palabras que había gritado al cielo seguían retumbando en su pecho, como un constante recordatorio de su fragilidad. Un leve crujido interrumpió la quietud, y Daniel giró la cabeza, los ojos buscando una respuesta que no estaba preparado para encontrar. La figura de Alexa se recortaba en la luz de la luna. En ese instante, supo lo que ya temía: no había estado solo. Ella lo había escuchado todo. La vergüenza lo envolvió, el calor subiendo a su rostro, mientras sus ojos se desviaban, incapaz de enfrentarse a la cruda realidad de ser descubierto. El niño obediente que siempre cumplía las reglas, que nunca alzaba la voz, había expuesto su fragilidad. Frente a su hermana, ahora también testigo de su desesperación, Daniel no podía ocultar más lo que realmente era: un joven agotado, que había llegado al límite. La luz de la luna destacaba el cansancio en los ojos de Daniel y las lágrimas que luchaban por no caer. Su máscara de perfección se había roto, dejando al descubierto a alguien exhausto y vulnerable. El silencio entre ellos pesaba, y Daniel, incapaz de sostener la mirada, bajó la cabeza. Apretó los puños, tratando de contener la tormenta que lo invadía. Con un murmullo apenas audible, dejó escapar —Supongo que siempre fui más transparente de lo que quería... Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una rendición que no había buscado, pero que ya no podía evitar. [Alexbl]
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  • Cuénteme más sobre ti...

    —De a poco iba costandole pronunciar la palabras por entrar en ebriedad, tomó vino para tener coraje.—
    Cuénteme más sobre ti... —De a poco iba costandole pronunciar la palabras por entrar en ebriedad, tomó vino para tener coraje.—
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