• La taberna parecía un refugio cálido frente al frío de la noche, pero en aquel rincón solitario el aire adquiría un peso distinto. Sus manos, enguantadas en cuero, sostenían un libro cuyo olor a polvo y humedad evocaba tumbas olvidadas. No era un simple compendio de historias, sino un manuscrito plagado de símbolos crípticos y palabras que parecían vibrar con un eco imposible, como si la tinta aún susurrara a través de los siglos.

    Sus ojos verdes, cansados y obstinados, recorrían cada línea con devoción febril. El relato hablaba de dioses ajenos al entendimiento humano, de entidades que duermen en el abismo y de ciudades hundidas más allá de la cordura. Y aunque cada página le helaba el alma, no dejaba de leer.
    La taberna parecía un refugio cálido frente al frío de la noche, pero en aquel rincón solitario el aire adquiría un peso distinto. Sus manos, enguantadas en cuero, sostenían un libro cuyo olor a polvo y humedad evocaba tumbas olvidadas. No era un simple compendio de historias, sino un manuscrito plagado de símbolos crípticos y palabras que parecían vibrar con un eco imposible, como si la tinta aún susurrara a través de los siglos. Sus ojos verdes, cansados y obstinados, recorrían cada línea con devoción febril. El relato hablaba de dioses ajenos al entendimiento humano, de entidades que duermen en el abismo y de ciudades hundidas más allá de la cordura. Y aunque cada página le helaba el alma, no dejaba de leer.
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  • Recibo muchas visitas anónimas esta noche. Alguien más ha venido a matarme de una vez por todas.
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  • Había desplegado sobre el suelo húmedo los documentos del nuevo contrato. Sus dedos enguantados pasaban las páginas con precisión militar: fotografías borrosas, un mapa del muelle, registros de movimientos nocturnos. Y allí, entre informes aparentemente técnicos, el nombre que la había inquietado la noche anterior. Otra vez. Connor Rowan.

    Cerró los ojos un segundo, aspirando el humo de su cigarro como si fuera aire suficiente para mantener la calma. Sabía que ese nombre era una herida abierta, pero también una trampa.

    El muelle estaba casi desierto a esas horas. Isla Rowan avanzaba entre las sombras con una calma calculada, la capucha negra ocultándole gran parte del rostro.

    Se detuvo detrás de un contenedor y observó. A unos metros, dos hombres armados vigilaban la entrada de un almacén iluminado con luces fluorescentes. Nada fuera de lo común. Pero Isla no se fiaba. Había aprendido que lo evidente rara vez era lo importante.

    Sacó un pequeño visor térmico y lo enfocó hacia el edificio. En el interior, al menos seis figuras más, distribuidas como si esperaran algo… o a alguien. Y entre las cajas, volvió a aparecer ese sello en un documento apilado sobre una mesa metálica: Rowan Industries.

    Isla apretó la mandíbula, sin apartar la mirada. No era casualidad. Nada en su vida lo había sido.

    Guardó el visor y ajustó la pistola en la funda bajo su chaqueta. No necesitaba un plan maestro; su cuerpo se movía por instinto, como siempre. Se deslizó hacia otro ángulo, subiendo a la escalera lateral de un contenedor oxidado para ganar perspectiva. Desde allí, el muelle entero parecía un tablero de ajedrez donde las piezas no sabían que ya estaban condenadas.
    Había desplegado sobre el suelo húmedo los documentos del nuevo contrato. Sus dedos enguantados pasaban las páginas con precisión militar: fotografías borrosas, un mapa del muelle, registros de movimientos nocturnos. Y allí, entre informes aparentemente técnicos, el nombre que la había inquietado la noche anterior. Otra vez. Connor Rowan. Cerró los ojos un segundo, aspirando el humo de su cigarro como si fuera aire suficiente para mantener la calma. Sabía que ese nombre era una herida abierta, pero también una trampa. El muelle estaba casi desierto a esas horas. Isla Rowan avanzaba entre las sombras con una calma calculada, la capucha negra ocultándole gran parte del rostro. Se detuvo detrás de un contenedor y observó. A unos metros, dos hombres armados vigilaban la entrada de un almacén iluminado con luces fluorescentes. Nada fuera de lo común. Pero Isla no se fiaba. Había aprendido que lo evidente rara vez era lo importante. Sacó un pequeño visor térmico y lo enfocó hacia el edificio. En el interior, al menos seis figuras más, distribuidas como si esperaran algo… o a alguien. Y entre las cajas, volvió a aparecer ese sello en un documento apilado sobre una mesa metálica: Rowan Industries. Isla apretó la mandíbula, sin apartar la mirada. No era casualidad. Nada en su vida lo había sido. Guardó el visor y ajustó la pistola en la funda bajo su chaqueta. No necesitaba un plan maestro; su cuerpo se movía por instinto, como siempre. Se deslizó hacia otro ángulo, subiendo a la escalera lateral de un contenedor oxidado para ganar perspectiva. Desde allí, el muelle entero parecía un tablero de ajedrez donde las piezas no sabían que ya estaban condenadas.
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  • ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios.

    ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos.

    ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳".

    ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada.

    —Que decepcionante —susurró para sí.

    ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦."

    —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado...

    ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros.

    —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas

    ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura.

    —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~

    ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios. ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos. ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳". ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada. —Que decepcionante —susurró para sí. ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦." —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado... ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros. —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura. —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~ ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
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  • La noche llegó como la calma 𝙙𝙚𝙨𝙥𝙪é𝙨 de la tormenta. Todavía se podía sentir el pitido en los oídos, la sensación de que el suelo aún temblaba por las pisadas fuertes o las granadas que se activaban.

    Sin embargo, salvo por eso, había un silencio inquietante. Como si todo estuviera muerto en el campamento improvisado que armaron, ahí, no muy lejos de la batalla. Nadie hablaba. Ni siquiera uno podía estar seguro de si estaban respirando. Habían movimientos escasos.

    Micah estaba terminando de organizar sus suministros luego de haber utilizado algunos recursos. Ya había verificado que sus compañeros estuvieran bien, ahora le faltaba saber qué le quedaba disponible.

    Entonces, a unos metros de distancia, sentado contra un mural destruido, entre escombros, habló uno de sus compañeros, unos de los veteranos allí. Exhaló el humo del cigarrillo mientras abrió la boca y observó al médico.

    —Aún no me creo que estés aquí, Ravenscroft —tenía una media sonrisa, pero en sus ojos se notaba el cansancio—. Luego de lo que te ocurrió, mierda, pensé que ya estabas muerto. Todos lo creímos aquel día, en el pueblo.

    Como respuesta Micah levantó la vista hacia él. Lo único que podían ver eran sus ojos y cejas entre el pasamontañas. Sin embargo, con una mirada podía decir mucho.

    —No sé ustedes... —continuó el hombre, dando una calada al cigarrillo— este ya no es Ravenscroft... No. Es Revenant.

    Se escucharon algunas risas por parte de los demás, pequeñas, leves, mientras que el mencionado por el veterano continuó con su tarea, guardando todo con meticulosidad, cada objeto justo en los lugares que él sabía de memoria.

    —Creo que le queda, tiene sentido —uno de los más jóvenes se hizo presente con su voz, viendo al médico—. Siempre que lo necesitamos aparece, y si tiene que pelear, lo hace.

    A partir de ese momento, cada vez que lo llamaban en persona o por radio, ese apodo se repetía hasta de manera natural: "Revenant, necesitamos apoyo". Y, si bien Micah nunca lo pidió, tampoco lo rechazó. Con el tiempo, el apodo comenzó a ser parte de él tanto como la cicatriz en su cuello que siempre trataba de ocultar.
    La noche llegó como la calma 𝙙𝙚𝙨𝙥𝙪é𝙨 de la tormenta. Todavía se podía sentir el pitido en los oídos, la sensación de que el suelo aún temblaba por las pisadas fuertes o las granadas que se activaban. Sin embargo, salvo por eso, había un silencio inquietante. Como si todo estuviera muerto en el campamento improvisado que armaron, ahí, no muy lejos de la batalla. Nadie hablaba. Ni siquiera uno podía estar seguro de si estaban respirando. Habían movimientos escasos. Micah estaba terminando de organizar sus suministros luego de haber utilizado algunos recursos. Ya había verificado que sus compañeros estuvieran bien, ahora le faltaba saber qué le quedaba disponible. Entonces, a unos metros de distancia, sentado contra un mural destruido, entre escombros, habló uno de sus compañeros, unos de los veteranos allí. Exhaló el humo del cigarrillo mientras abrió la boca y observó al médico. —Aún no me creo que estés aquí, Ravenscroft —tenía una media sonrisa, pero en sus ojos se notaba el cansancio—. Luego de lo que te ocurrió, mierda, pensé que ya estabas muerto. Todos lo creímos aquel día, en el pueblo. Como respuesta Micah levantó la vista hacia él. Lo único que podían ver eran sus ojos y cejas entre el pasamontañas. Sin embargo, con una mirada podía decir mucho. —No sé ustedes... —continuó el hombre, dando una calada al cigarrillo— este ya no es Ravenscroft... No. Es Revenant. Se escucharon algunas risas por parte de los demás, pequeñas, leves, mientras que el mencionado por el veterano continuó con su tarea, guardando todo con meticulosidad, cada objeto justo en los lugares que él sabía de memoria. —Creo que le queda, tiene sentido —uno de los más jóvenes se hizo presente con su voz, viendo al médico—. Siempre que lo necesitamos aparece, y si tiene que pelear, lo hace. A partir de ese momento, cada vez que lo llamaban en persona o por radio, ese apodo se repetía hasta de manera natural: "Revenant, necesitamos apoyo". Y, si bien Micah nunca lo pidió, tampoco lo rechazó. Con el tiempo, el apodo comenzó a ser parte de él tanto como la cicatriz en su cuello que siempre trataba de ocultar.
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  • Deja de preocuparte, tanto y disfruta la noche quieres mira como bailan las luciérnagas, parecen pequeñas estrellas en el lago.
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  • - aquella noche la joven se encontraba en un bart elegante , un poco pensativa lo que le había mandado aquella carta misteriosa sin nombre.-

    > Será que saben mi secreto? , no eso no Pero quien me sitaria aquí <

    - la mujer Alvina quedo pensando y sabía que nadie más sabía su origen de diosa. -
    - aquella noche la joven se encontraba en un bart elegante , un poco pensativa lo que le había mandado aquella carta misteriosa sin nombre.- > Será que saben mi secreto? , no eso no Pero quien me sitaria aquí < - la mujer Alvina quedo pensando y sabía que nadie más sabía su origen de diosa. -
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  • 𝟏𝟎:𝟓𝟎 𝓟𝓜
    ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════

    Con el paso de los días, ya se volvió costumbre: cada vez que salgo tarde, mis ojos se elevan al cielo antes de perderse entre las calles oscuras. Hay algo en ese firmamento que me atrae.

    Esta noche no fue distinta… hasta que lo fue.
    En medio del tapiz estrellado, una luz fugaz atravesó el cielo en silencio, tan veloz como delicada.

    Me quedé inmóvil, casi conteniendo la respiración.
    Dicen que al ver una estrella fugaz uno debe pedir un deseo.
    Y aunque nunca fui de creer en supersticiones… cerré los ojos y lo hice.

    No pedí grandezas, ni victorias.
    Solo algo sencillo: que algún día, alguien camine a mi lado en estas noches tranquilas.
    𝟏𝟎:𝟓𝟎 𝓟𝓜 ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════ Con el paso de los días, ya se volvió costumbre: cada vez que salgo tarde, mis ojos se elevan al cielo antes de perderse entre las calles oscuras. Hay algo en ese firmamento que me atrae. Esta noche no fue distinta… hasta que lo fue. En medio del tapiz estrellado, una luz fugaz atravesó el cielo en silencio, tan veloz como delicada. Me quedé inmóvil, casi conteniendo la respiración. Dicen que al ver una estrella fugaz uno debe pedir un deseo. Y aunque nunca fui de creer en supersticiones… cerré los ojos y lo hice. No pedí grandezas, ni victorias. Solo algo sencillo: que algún día, alguien camine a mi lado en estas noches tranquilas.
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  • Zweihanherz: Rising Sun
    Fandom Zweihanherz
    Categoría Aventura
    ​Nuestra historia comienza en una humilde morada de Alexandria, Egipto en el año 2105, en ese hogar, el dolor ya había dejado su marca; años atrás, la familia había perdido a un hijo. La madre, con el corazón roto, se enfrentaba a un nuevo embarazo lleno de incertidumbre, pues parecía que su bebé tendría el mismo destino. Fue entonces cuando su padre, un hombre de profunda fe, se arrodilló para orar. Le prometió a los dioses antiguos que daría y haría todo con tal de que su esposa diera a luz a su primogénita. Días después de ayuno, su ruego fue concedido, y su esposa dio a luz a una bebé con una particularidad única: la piel tan oscura como un abismo sin fondo y un par de marcas doradas sobre los brazos y la espalda. Sumando un par de marcas doradas sobre los brazos y espalda, pero menor fue su importancia, pues todo lo que sentían fue la alegría de tener por fin, a un bebé. Se dice que esa misma noche, una sombra misteriosa le hizo una visita a la bebé, pero ella, durmiendo en paz, no se percató de la presencia de esa visita misteriosa.
    ​Con el tiempo, ella creció. Aceptó que era diferente a los demás, lo que le ganó burlas e incesante acoso de los demás niños y de su comunidad. Lo que hizo que se aislara en su habitación. Y, en su soledad, se enamoró de la literatura; su padre le leía cuento tras cuento cada noche. Ahora, con 17 años, su amor por las letras se había convertido en un ardiente deseo de conocer el mundo por sus propios ojos. Por ello, con mochila en mano y con su corazón cuan brújula, se embarcó en su viaje hacia Jerusalén, por orden de su padre.
    ​Nenet es una chica de complexión delgada, con cabello corte bob mediano color negro. Sus ojos se delinean con una sutil curva atractiva que atrapa con solo la mirada, y sus labios, que también se colorean de ese mismo tono, hacen brillar cada sonrisa que entrega. De carácter sonriente y amigable, con ganas de descubrir el mundo. Su vestimenta consta de un corset de batalla de cuero negro, que deja ver sus hombros, brazos y abdomen. En sus brazos y espalda, se pueden ver unos intrincados tatuajes dorados, pero nadie, hasta ahora, ha sabido su origen o su significado. En su cuello, se erige un collarín que eleva su cuello un poco. Un pantalón de tela con un encaje de fuego que sobresale desde el talón hasta la cintura. Por último, un par de sandalias. Siendo una guerrera, tiene muy arraigada la disciplina de combate con un temple indomable. Pero fuera de todo eso, es una chica amable, dulce y caritativa, que no duda en salir al peligro para ayudar a quienes lo necesiten.
    ​En la ciudad del Cairo, el calor era incesante. Los edificios se alzaban en una fila desigual, casi surrealista. Asombrandose por el caos citadino cuan niña que va conociendo el mundo por primera vez, ella iba caminando por las aceras con mochila al hombro a la espera de descubrir algo nuevo. En la esquina de la acera se detuvo para dar paso a los vehículos, mientras esperaba, notó las curiosas miradas de los transeúntes. Tanta era la gente que, al dar el tercer paso, fue empujada casi hasta caer pero el tráfico hizo que su mochila cayera perdiéndose entre la muchedumbre. En ese instante, su corazón se detuvo. No se podía dar el lujo de perderla, pues ahí tenía su bitácora, sus cosas de uso personal, su dinero, su pasaporte, y su identificación. De perderlo se quedaría literal en las calles. Un grupo de niños que se reían a carcajadas comenzaron a correr por entre los angostos callejones, alardeando sobre tener sus pertenencias. Nenet, molesta por la situación, solo esperó a que la luz del tráfico se pusiera en rojo para poder darles caza. "¡Oigan, eso es mío!", gritó con ahínco al otro lado de la acera, alzando las manos para que la vieran, pero estos se perdieron entre los callejones.
    ​La guerrera que habitaba en Nenet salió a flote. Con una agilidad felina, agudizó sus sentidos, logrando percibir el aroma de los niños y las calles que habían tomado. Se adentró en un callejón oscuro y estrecho, llegando a una casa abandonada. Sucia y empolvada, se adentró con pasos sigilosos, atenta a cualquier sonido que pudiera escuchar. De pronto, un barullo en un patio llamó su atención. A través de una manchada ventana, los encontró pensando en cómo darles un buen susto por haberle robado sus pertenencias. Para salir al patio, abrió una puerta vieja de madera que chirrió con un sonido que alertó a los niños. Del otro lado, no había nadie. Nenet, al ver que estaban distraídos, saltó de repente, con una mirada macabra en sus ojos que los hizo huir despavoridos. Al final, los niños huyeron dejando todo regado. Ella, con un suspiro de alivio, se cubrió los ojos y susurró para sí misma: "Debo dejar de ser tan distraída. No puedo quedarme así de nuevo". Acomodó todo en su lugar, cargó su mochila al hombro y retomó el camino hacia Jerusalén, con la convicción de que sería más precavida en lo que quedaba de su viaje.
    ​Nuestra historia comienza en una humilde morada de Alexandria, Egipto en el año 2105, en ese hogar, el dolor ya había dejado su marca; años atrás, la familia había perdido a un hijo. La madre, con el corazón roto, se enfrentaba a un nuevo embarazo lleno de incertidumbre, pues parecía que su bebé tendría el mismo destino. Fue entonces cuando su padre, un hombre de profunda fe, se arrodilló para orar. Le prometió a los dioses antiguos que daría y haría todo con tal de que su esposa diera a luz a su primogénita. Días después de ayuno, su ruego fue concedido, y su esposa dio a luz a una bebé con una particularidad única: la piel tan oscura como un abismo sin fondo y un par de marcas doradas sobre los brazos y la espalda. Sumando un par de marcas doradas sobre los brazos y espalda, pero menor fue su importancia, pues todo lo que sentían fue la alegría de tener por fin, a un bebé. Se dice que esa misma noche, una sombra misteriosa le hizo una visita a la bebé, pero ella, durmiendo en paz, no se percató de la presencia de esa visita misteriosa. ​Con el tiempo, ella creció. Aceptó que era diferente a los demás, lo que le ganó burlas e incesante acoso de los demás niños y de su comunidad. Lo que hizo que se aislara en su habitación. Y, en su soledad, se enamoró de la literatura; su padre le leía cuento tras cuento cada noche. Ahora, con 17 años, su amor por las letras se había convertido en un ardiente deseo de conocer el mundo por sus propios ojos. Por ello, con mochila en mano y con su corazón cuan brújula, se embarcó en su viaje hacia Jerusalén, por orden de su padre. ​Nenet es una chica de complexión delgada, con cabello corte bob mediano color negro. Sus ojos se delinean con una sutil curva atractiva que atrapa con solo la mirada, y sus labios, que también se colorean de ese mismo tono, hacen brillar cada sonrisa que entrega. De carácter sonriente y amigable, con ganas de descubrir el mundo. Su vestimenta consta de un corset de batalla de cuero negro, que deja ver sus hombros, brazos y abdomen. En sus brazos y espalda, se pueden ver unos intrincados tatuajes dorados, pero nadie, hasta ahora, ha sabido su origen o su significado. En su cuello, se erige un collarín que eleva su cuello un poco. Un pantalón de tela con un encaje de fuego que sobresale desde el talón hasta la cintura. Por último, un par de sandalias. Siendo una guerrera, tiene muy arraigada la disciplina de combate con un temple indomable. Pero fuera de todo eso, es una chica amable, dulce y caritativa, que no duda en salir al peligro para ayudar a quienes lo necesiten. ​En la ciudad del Cairo, el calor era incesante. Los edificios se alzaban en una fila desigual, casi surrealista. Asombrandose por el caos citadino cuan niña que va conociendo el mundo por primera vez, ella iba caminando por las aceras con mochila al hombro a la espera de descubrir algo nuevo. En la esquina de la acera se detuvo para dar paso a los vehículos, mientras esperaba, notó las curiosas miradas de los transeúntes. Tanta era la gente que, al dar el tercer paso, fue empujada casi hasta caer pero el tráfico hizo que su mochila cayera perdiéndose entre la muchedumbre. En ese instante, su corazón se detuvo. No se podía dar el lujo de perderla, pues ahí tenía su bitácora, sus cosas de uso personal, su dinero, su pasaporte, y su identificación. De perderlo se quedaría literal en las calles. Un grupo de niños que se reían a carcajadas comenzaron a correr por entre los angostos callejones, alardeando sobre tener sus pertenencias. Nenet, molesta por la situación, solo esperó a que la luz del tráfico se pusiera en rojo para poder darles caza. "¡Oigan, eso es mío!", gritó con ahínco al otro lado de la acera, alzando las manos para que la vieran, pero estos se perdieron entre los callejones. ​La guerrera que habitaba en Nenet salió a flote. Con una agilidad felina, agudizó sus sentidos, logrando percibir el aroma de los niños y las calles que habían tomado. Se adentró en un callejón oscuro y estrecho, llegando a una casa abandonada. Sucia y empolvada, se adentró con pasos sigilosos, atenta a cualquier sonido que pudiera escuchar. De pronto, un barullo en un patio llamó su atención. A través de una manchada ventana, los encontró pensando en cómo darles un buen susto por haberle robado sus pertenencias. Para salir al patio, abrió una puerta vieja de madera que chirrió con un sonido que alertó a los niños. Del otro lado, no había nadie. Nenet, al ver que estaban distraídos, saltó de repente, con una mirada macabra en sus ojos que los hizo huir despavoridos. Al final, los niños huyeron dejando todo regado. Ella, con un suspiro de alivio, se cubrió los ojos y susurró para sí misma: "Debo dejar de ser tan distraída. No puedo quedarme así de nuevo". Acomodó todo en su lugar, cargó su mochila al hombro y retomó el camino hacia Jerusalén, con la convicción de que sería más precavida en lo que quedaba de su viaje.
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    Cualquier línea
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  • ⎯⎯⎯⎯⎯⎯ No se preocupen esta noche. Yo voy a cuidarlos de esos demonios...
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