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    ¡𝑩𝒖́𝒔𝒒𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒓𝒐𝒍! (privado)
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    Se busca personaje masculino para rol de romance, nsfw+18 y acción ambientado en la serie Supernatural (puede ser un personaje de la propia serie o un OC que te apetezca utilizar).

    Busco un rol largo de tipo novela, sin faltas de ortografía y con respuestas "frecuentes" (todos tenemos vida y casi nadie puede contestar cada 5/10 minutos, pero que no deje colgado el rol durante días sin avisar, por favor). Sobra decir que ofrezco exactamente lo mismo.

    A continuación, ofrezco dos tramas (¡los cambios son bienvenidos! si se te ocurre alguna otra idea que cuadre con ambos personajes, siempre puedes comentármela y ajustamos).
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    Ⓘ 𝙷𝚞𝚗𝚝𝚎𝚛 𝚡 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗.

    (Tu personaje) estaba obsesionado con ella. O con él, no estaba del todo seguro de qué género era, aunque a juzgar por las carnicerías en las que se convertían los escenarios de su victoria, apostaba que aquello debía de estar hecho por un hombre, porque solo un varón era capaz de tal brutalidad, al menos a su entendimiento.
    Él era el mejor, había estado convencido de ello durante años. Tenía la experiencia, la astucia, el conocimiento y la sed de sangre. Pero ni siquiera aquellas cualidades fueron capaces de mantener convencidos a los demás de que era insuperable.
    Desde que apareció, su nombre era lo único que resonaba en su mente con cada pensamiento. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo podía ganar siempre? ¿Cómo había conseguido superarlo? La envidia y el sentimiento de rivalidad de astillaban el pecho, y aquello lo carcomía, aunque también le hacía sentir vivo, porque ahora tenía un nuevo objetivo: encontrar a Sombra y acabar con su vida.
    Porque solo (tu personaje) podía ser el mejor.

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    ⒾⒾ 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗 𝚡 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗.

    Tenía que encontrarla.
    Tenía que encontrarla y devolverla al agujero del que había salido. O cargársela, porque no estaba totalmente seguro de poder resistir el deseo de escucharla agonizar por su culpa.
    Había desertado, era una traidora. Había ascendido a la tierra con un único objetivo: prepararla para la llegada de su Rey y del resto de sus compañeros. Era una tarea sencilla de entender, pero como siempre, ella tenía otros planes.
    Siempre la había odiado. La observaba desde lejos, cómo siempre se salía con la suya. Cómo siempre recibía lo mejor, mientras que él quedaba relegado a un segundo puesto. Pero ahora que ella ya no estaba y que era repudiada por los suyos, por fin él era el mejor, y se había llevado el premio mayor: la orden de cazarla.
    La capulla era escurridiza, no tenía un pelo de tonta y sabía esconderse. Pero jamás podría ocultar su olor, no a él, puesto que soñaba con él cada noche mientras ardía en deseos de enfrentarse a ella.
    La cazaría, costara lo que costara.
    ----------------------
    Si estás interesado no dudes en postular y si tienes cualquier duda o sugerencia puedes decírmelo sin ningún tipo de problema.

    ¡Bye, babies!
    ¡𝑩𝒖́𝒔𝒒𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒓𝒐𝒍! (privado) ------------------- Se busca personaje masculino para rol de romance, nsfw+18 y acción ambientado en la serie Supernatural (puede ser un personaje de la propia serie o un OC que te apetezca utilizar). Busco un rol largo de tipo novela, sin faltas de ortografía y con respuestas "frecuentes" (todos tenemos vida y casi nadie puede contestar cada 5/10 minutos, pero que no deje colgado el rol durante días sin avisar, por favor). Sobra decir que ofrezco exactamente lo mismo. A continuación, ofrezco dos tramas (¡los cambios son bienvenidos! si se te ocurre alguna otra idea que cuadre con ambos personajes, siempre puedes comentármela y ajustamos). -------------------------- Ⓘ 𝙷𝚞𝚗𝚝𝚎𝚛 𝚡 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗. (Tu personaje) estaba obsesionado con ella. O con él, no estaba del todo seguro de qué género era, aunque a juzgar por las carnicerías en las que se convertían los escenarios de su victoria, apostaba que aquello debía de estar hecho por un hombre, porque solo un varón era capaz de tal brutalidad, al menos a su entendimiento. Él era el mejor, había estado convencido de ello durante años. Tenía la experiencia, la astucia, el conocimiento y la sed de sangre. Pero ni siquiera aquellas cualidades fueron capaces de mantener convencidos a los demás de que era insuperable. Desde que apareció, su nombre era lo único que resonaba en su mente con cada pensamiento. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo podía ganar siempre? ¿Cómo había conseguido superarlo? La envidia y el sentimiento de rivalidad de astillaban el pecho, y aquello lo carcomía, aunque también le hacía sentir vivo, porque ahora tenía un nuevo objetivo: encontrar a Sombra y acabar con su vida. Porque solo (tu personaje) podía ser el mejor. ----------------------- ⒾⒾ 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗 𝚡 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗. Tenía que encontrarla. Tenía que encontrarla y devolverla al agujero del que había salido. O cargársela, porque no estaba totalmente seguro de poder resistir el deseo de escucharla agonizar por su culpa. Había desertado, era una traidora. Había ascendido a la tierra con un único objetivo: prepararla para la llegada de su Rey y del resto de sus compañeros. Era una tarea sencilla de entender, pero como siempre, ella tenía otros planes. Siempre la había odiado. La observaba desde lejos, cómo siempre se salía con la suya. Cómo siempre recibía lo mejor, mientras que él quedaba relegado a un segundo puesto. Pero ahora que ella ya no estaba y que era repudiada por los suyos, por fin él era el mejor, y se había llevado el premio mayor: la orden de cazarla. La capulla era escurridiza, no tenía un pelo de tonta y sabía esconderse. Pero jamás podría ocultar su olor, no a él, puesto que soñaba con él cada noche mientras ardía en deseos de enfrentarse a ella. La cazaría, costara lo que costara. ---------------------- Si estás interesado no dudes en postular y si tienes cualquier duda o sugerencia puedes decírmelo sin ningún tipo de problema. ¡Bye, babies!
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  • ⠀⠀.·:* 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐳 𝐝𝛊́𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐨𝐥𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐨, 𝐅𝐞𝐲𝐫𝐚 𝐇𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐚. *:·.
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ✧⠀˖⠀°⠀.

    Como la tradición marcaba, o mejor dicho, como Nesta Archeron había aprendido de su hermana menor Feyra, había una noche especial en Velaris donde se compartían presentes era una noche doblemente celebrada por el Círculo Interno ya que coincidía con el cumpleaños de la Alta Lady, en motivo de su cumpleaños Nesta había conseguido un gran arco de caza. Emerie y Nesta habían buscado hasta la saciedad hasta encontrar algo perfecto, no demasiado pesado, no demasiado grande, totalmente equilibrado y funcional y así... já, así la Alta Lady podría perseguir a ciertos Ilyrios que se dedicaban a destrozarle el patio.

    Por otra parte Nesta sintió que aquel año quería unirse a su cuñado Rhysand, y hacerle dos regalos, en el caso de Nesta quería regalar un regalo funcional y otro personal, y así lo hizo.

    Los días previos al cumpleaños de Feyre, Nesta había estado ocupada en la forja, no creando un arma, si no una joya. Había conseguido oro de primera calidad y había investigado las aleaciones perfectas para hacer una joya duradera. Lo difícil no fue fundir el metal con cuidado, o verterlo en su molde, ni mucho menos enfriarlo y darle forma, no. Lo difícil fue diseñar algo digno de la Alta Lady, no, de su hermana Feyre, de su historia, de todo lo que había sufrido y conseguido con su fuerza. Nesta no era una "artista" como su hermana, seguramente si Nesta hubiera intentado pintar algo hubiera acabado siendo un "monigote" al lado de las pinturas de Feyre y una joya, siendo tan pequeña... no era muy diferente a la dificultad de hacer un retrato enorme, en ese momento en el que imaginaba la mano de su hermana viajando por el cuadro, mojando la punta del pincel el agua para crear un color más traslucido, en ese momento el martillo en la mano de Nesta se movió y empezó a repiquetear contra el metal precioso que tenía delante.

    ¿Cuántas horas pasaron? No estaba segura, el sudor se deslizaba por el puente de su nariz, hasta la punta de esta y caía sobre sus manos mientras Nesta pulía con cera aquella joya en la que había engastado algunas piedras preciosas, cuando el metal precioso relució entre sus dedos Nesta sonrió satisfecha de un trabajo bien hecho, iba a ser un buen regalo para Feyre, al menos, eso pensaba.

    Nesta envolvió meticulosamente aquella joya en una pequeña cajita de madera que haría a su vez de "mini joyero", y a la hora exacta en la que sabía que su madre había dado a luz se acercó a Feyre para entregarle el segundo presente. Una caja que guardaba un anillo dorado, con un cielo de Velaris. Las gemas engastadas atrapaban la luz y la reflejaban de tal forma que destelleaban casi parecía con luz propia.

    Nesta apartó la mirada levemente como si le diera cierta vergüenza tener una muestra de afecto con su hermana menor.

    — Feliz... Solsticio, 𝐅𝐞𝐲𝐫𝐞 𝐀𝐫𝐜𝐡𝐞𝐫𝐨𝐧

    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ✧⠀˖⠀°⠀.
    ⠀ ⠀⠀.·:* 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐳 𝐝𝛊́𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐨𝐥𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐨, 𝐅𝐞𝐲𝐫𝐚 𝐇𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐚. *:·. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ✧⠀˖⠀°⠀. ⠀ Como la tradición marcaba, o mejor dicho, como Nesta Archeron había aprendido de su hermana menor Feyra, había una noche especial en Velaris donde se compartían presentes era una noche doblemente celebrada por el Círculo Interno ya que coincidía con el cumpleaños de la Alta Lady, en motivo de su cumpleaños Nesta había conseguido un gran arco de caza. Emerie y Nesta habían buscado hasta la saciedad hasta encontrar algo perfecto, no demasiado pesado, no demasiado grande, totalmente equilibrado y funcional y así... já, así la Alta Lady podría perseguir a ciertos Ilyrios que se dedicaban a destrozarle el patio. Por otra parte Nesta sintió que aquel año quería unirse a su cuñado Rhysand, y hacerle dos regalos, en el caso de Nesta quería regalar un regalo funcional y otro personal, y así lo hizo. Los días previos al cumpleaños de Feyre, Nesta había estado ocupada en la forja, no creando un arma, si no una joya. Había conseguido oro de primera calidad y había investigado las aleaciones perfectas para hacer una joya duradera. Lo difícil no fue fundir el metal con cuidado, o verterlo en su molde, ni mucho menos enfriarlo y darle forma, no. Lo difícil fue diseñar algo digno de la Alta Lady, no, de su hermana Feyre, de su historia, de todo lo que había sufrido y conseguido con su fuerza. Nesta no era una "artista" como su hermana, seguramente si Nesta hubiera intentado pintar algo hubiera acabado siendo un "monigote" al lado de las pinturas de Feyre y una joya, siendo tan pequeña... no era muy diferente a la dificultad de hacer un retrato enorme, en ese momento en el que imaginaba la mano de su hermana viajando por el cuadro, mojando la punta del pincel el agua para crear un color más traslucido, en ese momento el martillo en la mano de Nesta se movió y empezó a repiquetear contra el metal precioso que tenía delante. ¿Cuántas horas pasaron? No estaba segura, el sudor se deslizaba por el puente de su nariz, hasta la punta de esta y caía sobre sus manos mientras Nesta pulía con cera aquella joya en la que había engastado algunas piedras preciosas, cuando el metal precioso relució entre sus dedos Nesta sonrió satisfecha de un trabajo bien hecho, iba a ser un buen regalo para Feyre, al menos, eso pensaba. Nesta envolvió meticulosamente aquella joya en una pequeña cajita de madera que haría a su vez de "mini joyero", y a la hora exacta en la que sabía que su madre había dado a luz se acercó a Feyre para entregarle el segundo presente. Una caja que guardaba un anillo dorado, con un cielo de Velaris. Las gemas engastadas atrapaban la luz y la reflejaban de tal forma que destelleaban casi parecía con luz propia. Nesta apartó la mirada levemente como si le diera cierta vergüenza tener una muestra de afecto con su hermana menor. — Feliz... Solsticio, [high1ady] ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ✧⠀˖⠀°⠀.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Maximiliano permaneció en silencio unos instantes antes de hablar. La luz de las velas dibujaba sombras antiguas en su rostro, y el bosque parecía escuchar.

    —Gracias.

    No fue una palabra ligera.

    —Gracias a mi familia… porque incluso en la oscuridad más profunda, han sido mi ancla. Mi fuerza. Mi verdad. Nada de lo que soy existiría sin ustedes.

    Su mirada recorrió a cada uno, sin prisa.

    —Gracias a mi aquelarre. No por seguirme, sino por caminar conmigo. Por sostener el equilibrio cuando el peso fue demasiado. Esta noche no celebramos poder. Celebramos permanencia.

    Alzó levemente el rostro, sin alzar la voz.

    —Gracias a Hécate, guardiana de los umbrales, por enseñarme cuándo avanzar… y cuándo detenerme. Por proteger el linaje y recordar que todo camino tiene un precio.

    Luego, con la misma calma:

    —Y gracias a Lucifer, por el conocimiento, por la voluntad y por la verdad que no se esconde. Por recordarme que la elección siempre importa más que la obediencia.

    Volvió la mirada al círculo.

    —Esta noche, en este solsticio, no pido más poder. No pido más años.
    Solo agradezco seguir aquí. Con ustedes. Entero.

    Hizo una pausa final.

    —Que la oscuridad nos acompañe… mientras sepamos sostenerla.

    Y el bosque, una vez más, guardó silencio.
    El mejor cumpleaños de toda mi existencia.
    David Darkness Lalisa Darkness
    Maximiliano permaneció en silencio unos instantes antes de hablar. La luz de las velas dibujaba sombras antiguas en su rostro, y el bosque parecía escuchar. —Gracias. No fue una palabra ligera. —Gracias a mi familia… porque incluso en la oscuridad más profunda, han sido mi ancla. Mi fuerza. Mi verdad. Nada de lo que soy existiría sin ustedes. Su mirada recorrió a cada uno, sin prisa. —Gracias a mi aquelarre. No por seguirme, sino por caminar conmigo. Por sostener el equilibrio cuando el peso fue demasiado. Esta noche no celebramos poder. Celebramos permanencia. Alzó levemente el rostro, sin alzar la voz. —Gracias a Hécate, guardiana de los umbrales, por enseñarme cuándo avanzar… y cuándo detenerme. Por proteger el linaje y recordar que todo camino tiene un precio. Luego, con la misma calma: —Y gracias a Lucifer, por el conocimiento, por la voluntad y por la verdad que no se esconde. Por recordarme que la elección siempre importa más que la obediencia. Volvió la mirada al círculo. —Esta noche, en este solsticio, no pido más poder. No pido más años. Solo agradezco seguir aquí. Con ustedes. Entero. Hizo una pausa final. —Que la oscuridad nos acompañe… mientras sepamos sostenerla. Y el bosque, una vez más, guardó silencio. El mejor cumpleaños de toda mi existencia. [eclipse_pearl_ape_668] [drift_amethyst_frog_495]
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  • La casa estaba demasiado silenciosa.
    Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos.

    El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida.

    Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi.

    Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia.

    Suspire.
    Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento.

    Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido…
    Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba...

    Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver.

    Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve:

    David Darkness
    hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche?

    Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
    La casa estaba demasiado silenciosa. Me apoyé en la balaustrada de piedra, dejando que el frío se filtrara a través de la tela oscura de mi ropa mientras observaba el gran espacio que se abría frente a mis ojos. Las sombras se alargaban entre columnas antiguas haciendo que me pregunté si acaso viejos fantasmas se escondían entre los altos arcos. El eco de mis propios movimientos parecía exagerado en un lugar que normalmente estaría lleno de voces, risas y magia compartida. Casi todos habían salido a celebrar Yule. Fogatas, cantos, vino caliente… la vida siguiendo su curso lejos de aquí. Yo, en cambio, me había quedado atrás, custodiando una casa que parecía más un recuerdo atrapado en el tiempo que un verdadero hogar. Quién sabe, quizá esto era cosa mía: A pesar de los años que había pasado aquí aún no había podido considerar este lugar como parte de mi. Molesta conmigo misma dejé que el peso de mi cuerpo descansara un poco más sobre la piedra, mis dedos recorriendo distraídamente la superficie fría y gastada. Había algo hermoso en la soledad, sí, pero también un aburrimiento sutil, insistente, que se colaba entre mis pensamientos y los recuerdos de la familia que alguna vez llamé mia. Suspire. Quizá no tenía sentido recordar a mis padres o a mi hermano, no si eso desgastaba las pocas energías que tenía para salir de mi aburrimiento. Una voz en el fondo de mi mente susurró un nombre: "David", mi primo ¿No se suponía que esté día se celebraba el cumpleaños de su padre? Bueno, no estaba segura, con Yule encima, no sería raro que todo pasara desapercibido… Saqué el teléfono, girándolo lentamente entre mis dedos mientras dudaba... Una parte de mí solo buscaba romper el silencio; otra, una excusa para no pasar la noche sola y al mismo tiempo mi alma parecía buscar inconcientemente el lugar en el que había crecido y llamado hogar aunque ahora eso no fuera más que parte de un pasado al que ya no podía volver. Al final, desbloqueé la pantalla decidida a dejar de revolcarme en mi autocompasión. Total.... un mensaje no haría daño. ¿Verdad? El texto fue breve: [eclipse_pearl_ape_668] 💬 hey... ¿Estás haciendo algo para tu padre está noche? Desconfiada deje el teléfono sobre la fría piedra negándome a tener esperanza. Mi relación con ellos no era tan íntima, es más, apenas y habíamos tenido unas cuantas interacciones y aún se sentía raro...
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  • El verdadero monstruo.
    Fandom OC
    Categoría Drama
    Caceus Mori

    Hacía siglos que Morana no sabía nada de otro nigromante, de nadie que tuviera capacidades similares a las de ella, pues, por lo que ella sabía, la nigromancia había quedado enterrada en el pasado.

    Hasta ese día.

    Había oído rumores de alguien que vivió demasiado tiempo, recluido, pero con una vitalidad que parecía no deteriorarse.

    Esto a Morana le interesaba ¿Sería otro nigromante?¿Sería un ser inmortal? De cualquier manera, le interesaba saber qué era, porque, en caso de ser nigromante, si podía aprender de sus métodos, quizás y podría seguir avanzando en su entendimiento del alma.

    Parece que la sed de poder de Morana no se había apagado por completo, solo necesitaba un incentivo.

    Era de noche, caminaba a paso calmado, pero cada paso resonaba en el callejón.

    Según le habían contado, este "ser", se había instalado en un edificio abandonado, el cual se encontraba en el borde de la ciudad.

    — Podría haber elegido un lugar más limpio. — Murmuró para si misma. Al final del callejón se encontraba una puerta, cubierta de óxido.

    Abrió la puerta y un chirrido se escuchó con el movimiento de las bisagras. — Ahí se fue todo el secretismo. — Comentó, pero poco le importaba, no pretendía ocultarse, no necesitaba hacerlo.

    Caminó hacia el interior del edificio, y, aunque no pudiera ver claramente, sus ojos estaban adaptados parcialmente a la oscuridad, que en ocasiones era iluminada levemente por las luces del exterior.

    Se inclinó hacia delante antes de alzar la voz. — ¿Dónde estás?~ Solo quiero hablar~. — Esto para ella parecía un juego.

    ¿Obtendría respuesta o tendría que buscar?
    [tempest_platinum_tiger_912] Hacía siglos que Morana no sabía nada de otro nigromante, de nadie que tuviera capacidades similares a las de ella, pues, por lo que ella sabía, la nigromancia había quedado enterrada en el pasado. Hasta ese día. Había oído rumores de alguien que vivió demasiado tiempo, recluido, pero con una vitalidad que parecía no deteriorarse. Esto a Morana le interesaba ¿Sería otro nigromante?¿Sería un ser inmortal? De cualquier manera, le interesaba saber qué era, porque, en caso de ser nigromante, si podía aprender de sus métodos, quizás y podría seguir avanzando en su entendimiento del alma. Parece que la sed de poder de Morana no se había apagado por completo, solo necesitaba un incentivo. Era de noche, caminaba a paso calmado, pero cada paso resonaba en el callejón. Según le habían contado, este "ser", se había instalado en un edificio abandonado, el cual se encontraba en el borde de la ciudad. — Podría haber elegido un lugar más limpio. — Murmuró para si misma. Al final del callejón se encontraba una puerta, cubierta de óxido. Abrió la puerta y un chirrido se escuchó con el movimiento de las bisagras. — Ahí se fue todo el secretismo. — Comentó, pero poco le importaba, no pretendía ocultarse, no necesitaba hacerlo. Caminó hacia el interior del edificio, y, aunque no pudiera ver claramente, sus ojos estaban adaptados parcialmente a la oscuridad, que en ocasiones era iluminada levemente por las luces del exterior. Se inclinó hacia delante antes de alzar la voz. — ¿Dónde estás?~ Solo quiero hablar~. — Esto para ella parecía un juego. ¿Obtendría respuesta o tendría que buscar?
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  • This can be our secret… if you want.
    Fandom Game Of Thrones
    Categoría Romance
    STARTER PARA 𝚂𝙰𝙽𝙳𝙾𝚁 𝙲𝙻𝙴𝙶𝙰𝙽𝙴

    Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño.

    Aquella noche, Serenna soñó con Sandor.
    Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada.

    Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector.

    El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo.

    Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno.

    Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía.

    Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra.

    ------------------------------------------------------

    Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido.

    La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister.

    Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros.
    Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna.

    —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo.

    Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo

    Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia.

    —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar.

    Él se encogió de hombros.

    —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady.

    “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan.

    Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor.
    No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida.

    Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla.
    Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir.

    Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?...

    No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco.

    ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?...

    La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja.
    El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano.
    La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino.

    Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime.

    Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle.
    Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo.

    O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo.

    Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios.

    —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis.

    Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir.

    Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante.

    Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante.

    —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento.

    Ella contuvo el aliento.

    —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia.
    Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado.
    El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo.

    —My lord... os agradezco vuestra clemencia.

    Él asintió.

    —¿Significa eso que...?

    Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado…

    —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada.

    En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño.

    Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí.

    —¿He sido lo suficientemente claro?

    Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado.
    Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos.

    Asintió lentamente, bajando la vista.

    —Sí, mi lord. Lo entiendo.

    Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz
    —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo.

    Ella tragó saliva y asintió una vez más.
    Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás.

    ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando?

    Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse.
    Pero entonces, su voz la detuvo.

    —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte.

    Serenna se quedó inmóvil.

    Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella.

    Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente.

    —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás.

    Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado.

    El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello…

    Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría.

    Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable.

    Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto.

    Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella.

    Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre.

    Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia.

    Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas.

    —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado.

    Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro.

    Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos.

    Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose.

    Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería.
    El mar.

    ------------------------------------------------------


    Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha.
    Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora.

    La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más.
    Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle.

    Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo.

    Entonces, ella se giró, y buscó su mirada.

    —Ser Clegane…

    Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.

    STARTER PARA [THEH0UND] Aquella noche, tras temer durante horas soñar con el hombre que la mantenía en vilo, resultó soñar con el único que había conseguido calmarla. No solo a ella, sino a su dolor. Aquel que la había atormentado, que la había hecho sangrar en la bañera, que había conseguido que incluso él, el hombre más tosco de aquel lugar, arrugara el ceño. Aquella noche, Serenna soñó con Sandor. Pero no fue un sueño apacible, ni agradable. Fue uno de aquellos que te despiertan en mitad de la noche con la frente perlada. Las preocupaciones de la noche anterior la habían llevado hasta allí, hasta aquel recóndito lugar de su mente en el que se proyectaron sus miedos. Su temor a haber perdido el poco acercamiento que había tenido con su protector. El miedo de haberle asustado, de haberse sobrepasado, tal vez. El miedo a… perder lo único que le quedaba en aquel castillo y, probablemente, en aquel mundo. Lord Tywin Lannister parecía no sentir ni un mínimo resquicio de cariño, la mantenía aún en su encierro como un castigo que parecía eterno. Ella por supuesto, no sabía que Sandor le explicaba cada noche cómo había sido el día. Que el León sabía perfectamente cómo estaba, lo que hacía, y cómo seguía. Y tal vez por eso, su preocupación había pasado de estar en él a estar en Sandor Clegane: El Perro. Su guardián. Su sombra. ------------------------------------------------------ Se había despertado aquella mañana, agitada, con el dolor aún retumbando en su vientre. No había olvidado la noche anterior, y la pesadilla hizo que fuese por ello imposible. Sandor todavía no estaba ahí, no había llegado aún. Pero sí las doncellas, quien la ayudaron a vestirse. La peinaron, la acicalaron y le colocaron el vestido. La puerta sonó, pero esta vez no fue Sandor quien aguardaba tras ella, sino Jaime Lannister. Vestido con su armadura dorada, aunque sin el casco, su cabello rubio caía desordenado sobre sus hombros. Jaime entró sin pedir permiso, mirando rápidamente a Serenna. —Parece que la princesa Velaryon —dijo, con su evidente tono irónico—, ha sobrevivido a otra luna. ¿Lista para un paseo matutino, mi lady? —Hizo un gesto exagerado con la mano, invitándola a seguirlo. Ella lo contempló ceñuda, sin esperarse encontrarle a él, menos aún, que le preguntara cómo estaba. O pareciera estar haciéndolo Las doncellas se apartaron rápidamente, inclinando la cabeza a modo de reverencia. —¿Paseo? —preguntó ella—. Ya bien sabéis ser Jaime, que no puedo salir de este lugar. Él se encogió de hombros. —No quiero estropearos la sorpresa. Digamos que es… un asunto familiar —Hizo una pausa, cruzando los brazos. Avanzó un paso más hacia ella, extendiendo la mano—. Después de vos… Mi Lady. “Un asunto familiar”. Aquello hizo que sus alarmas se dispararan. Serenna asomó la cabeza hacia la puerta, buscando la figura de Sandor. No tardó en ver parte de su armadura, aguardando fuera. Soltó despacio el aire y asintió. Las doncellas se apartaron, y Jaime la acompañó a la salida. Ahí estaba Sandor, de pie, sin siquiera mirarla. Ella esperó a que lo hiciera, pero parecía que la presencia de Jaime Lannister provocó que lo que la poca cercanía que hubo entre ellos dejara de existir. Jaime la tomó por el brazo y ella se negó a dejar de mirar a Sandor, como si esperara que él en cualquier momento fuese a devolverle la mirada. Un: ¿no venís conmigo? ¿Por qué no venís conmigo?... No fue sino hasta que ella por poco tropezó con sus propios pies que miró al frente y dejó de esperar, que Sandor la miró, y en sus labios se dibujó un gesto de hastío, incluso de asco. ¿Fue por ella? ¿Fue por Jaime?... La guio por los pasillos de la Fortaleza Roja. El camino los llevó a través de patios internos y escaleras empinadas, hasta llegar a la Torre de la Mano. La estructura irguiéndose imponente, casi como una forma de representar el poder que Tywin Lannister ejercía sobre el reino. Los guardias de capas carmesíes flanqueaban la entrada, apartándose sin articular palabra ante la llegada de Jaime. Serenna sintió cómo algo se agitaba en su interior. Después de todo aquel tiempo volvería a verle. Y lo cierto es que no estaba segura de… querer hacerlo. O eso pensó hasta que entró, y lo vio. En el centro, sentado tras el escritorio macizo. Al verlos entrar, levantó la vista con deliberada lentitud, como si su tiempo fuera un recurso precioso que no malgastaba en saludos innecesarios. —Padre —dijo Jaime, soltando el brazo de Serenna—. Os traigo a Lady Velaryon, como ordenasteis. Tywin hizo un gesto casi imperceptible con la mano, despidiendo a su hijo. Jaime arqueó una ceja, pero no protestó; sonrió amargamente antes de girarse y salir. Tywin ni siquiera la miró, continuó escribiendo en el pergamino hasta que creyó suficiente el hacerla temblar. Entonces, la observó durante un largo momento, evaluándola, sabiendo que aquello la estaba poniendo demasiado nerviosa. Podía verlo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo… Debilidad, flaqueza. Su labio se arqueó un instante. Suficiente para que ella lo viera, y su corazón se resquebrajara un instante. —Has languidecido lo suficiente en tu jaula. He decidido poner fin a tu aislamiento. Ella contuvo el aliento. —Te permitiré vagar por la Fortaleza Roja y sus jardines, siempre bajo vigilancia. Y ahora, lo soltó de golpe. “Bajo vigilancia” Aquello significaba que Él seguiría a su lado. El alivio inicial se entremezcló con la cautela; nada con Tywin Lannister era tan simple. Se inclinó ligeramente, manteniendo la compostura. O al menos, intentándolo. —My lord... os agradezco vuestra clemencia. Él asintió. —¿Significa eso que...? Entonces él la interrumpió, con un gesto seco, levantándose de su asiento. Caminó alrededor del escritorio, deteniéndose a unos pasos de ella, su estatura imponente y su mirada perforante, dispararon su pulso. Al parcer, nada había cambiado… —No lo confundas… Hay una condición… El mar te está vetado. No pisarás los muelles, no olerás la brisa salada. En cierto punto de la conversación, Serenna se despegó de la realidad, se marchó lejos, al pensamiento de Sandor, como si de algún modo, algo la estuviera obligando a volver ahí, al sueño. Entonces, la voz de Tywin la hizo volver en sí. —¿He sido lo suficientemente claro? Serenna sintió el nudo en la garganta. El mar lo era todo para ella, pero sabía que aquello era más de lo que podía pedir. Le había levantado el castigo y aquello ya era demasiado. Casi podía escuchar a Cersei quejarse, diciéndole que era una mala decisión, que debería ser tan duro como lo fue con ellos. Asintió lentamente, bajando la vista. —Sí, mi lord. Lo entiendo. Tywin regresó a su asiento, como si el asunto estuviera zanjado, pero su voz —Bien... El Perro seguirá siendo tu sombra, vigilando cada uno de tus pasos. No se lo pongas más difícil. Créeme… no quieres enfadarlo. Ella tragó saliva y asintió una vez más. Y es cierto que no supo cómo actuar. Se quedó paralizada, como si aquella situación fuese extraña, como si… fuese diferente a todas las demás. ¿De verdad a él le importaba tan poco como estaba demostrando? Aquello hizo que su ceño se frunciera, que su mirada descendiera al suelo y que deseara marcharse de allí cuanto antes. Así que, y sin su permiso, Serenna asintió a modo de despedida, hizo una reverencia y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse. Pero entonces, su voz la detuvo. —No recuerdo haberte dicho que pudieras irte. Serenna se quedó inmóvil. Tywin se levantó despacio. Caminó hacia ella, deteniéndose lo suficientemente cerca para que el calor de su cuerpo la envolviera, para que su aliento rozara apenas su nuca, evidenciando así que estaba tras ella. Ésta se giró lentamente, enfrentándole. Tragó saliva, el pulso acelerándosele en el cuello visiblemente. —No... no era mi intención desafiaros, My Lord —susurró ella. Su cuerpo traicionándola al inclinarse apenas hacia atrás. Tywin no dijo nada, tan solo la miró, analizándola en silencio. Aquellos ojos azules, penetrantes, se aguzaban mientras la escudriñaban. Su ceño fruncido, su ceja arqueada. Y ahí estaba… aquella expresión tan suya… Esa que utilizaba cuando diseccionaba a las personas, cuando evaluaba cada detalle. Y oh… en ella pudo ver mucho… Demasiado. El temblor sutil en sus hombros, el modo en que su pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada, el pulso visible en su cuello… Avanzó un paso más, y luego otro, acorralándola. Su altura imponente obligándola a retroceder instintivamente hasta que su espalda rozó la piedra fría. Serenna levantó la vista hacia él, sus labios entreabriéndose por un deseo incontrolable. Intentó mantener la compostura, apretando los muslos con disimulo, mordiéndose el interior de la mejilla para no dejar escapar un suspiro, pero el calor de su proximidad la traicionaba, haciendo que su cuerpo respondiera con un pulso insistente entre sus piernas, un anhelo que rogaba no ser visto. Tywin se detuvo entonces, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su rostro, sus ojos clavados en los de ella, notando cada matiz: el rubor que subía a sus mejillas, el leve temblor de sus labios, el deseo que emanaba de ella. Su mandíbula se tensó fugazmente, un atisbo de aquella debilidad que solo ella provocaba en él, pero lo contuvo, como siempre. Casi como si solo hubiera querido comprobar eso: que ella aún lo deseaba, que su atracción por él no se había extinguido, que seguía siendo capaz de encender ese fuego en ella con solo su presencia. Satisfecho, o al menos, aparentándolo, dio un paso atrás, rompiendo la tensión, dejándola con las ganas. —Que no se vuelva a repetir —advirtió, volviendo a su escritorio, sentándose como si nada hubiera pasado. Serenna asintió, temblorosa, saliendo de la torre con el cuerpo aún latiendo por el encuentro, el deseo no saciado quemándole por dentro. Confundida, volvió a sus aposentos, aunque allí ya no tuviese que estar. No por obligación, al menos. Cuando llegó, Sandor la esperaba, de nuevo con la mirada al frente, sin mirarla. Ella, desilusionada y con el reciente encuentro de Tywin, decidió no continuar presionándole. No volvió a mirarle, no esperó respuesta, tan solo entró en la habitación, se encerró y se echó a llorar. La espalda contra la puerta, el cuerpo encogido, sus brazos rodeándose. Le deseaba, le quería. Aún a pesar de todo lo que le había hecho. Aún a pesar de que le hubiera prohibido aquello que más quería. El mar. ------------------------------------------------------ Una semana más tarde, cuando todo pareció asentarse, Tywin anunció su marcha. Debía viajar unos días para unos asuntos importantes. Sandor, como ya había aclarado, se quedaría con Serenna, cuidando de ella, y protegiéndola. Como había sido hasta ahora. La relación del Perro y la “princesa” había sido diferente aquellos días. Ella parecía haber aceptado que no volvería a repetirse lo que había sucedido en su encierro. Él era su protector, y nada más. Y es que, la joven Velaryon no podía permitirse perderle. Aquel día Sandor la acompañaba en lo alto del castillo. El mar se extendía bajo ellos. El cabello de la joven se mecía suavemente. El perfume de su piel llegaba hasta él, inundándolo. Entonces, ella se giró, y buscó su mirada. —Ser Clegane… Insistió en llamarlo así. A veces, eso hacía que él reaccionara, que… pareciera humano, que… pareciera el mismo hombre de aquellos días.
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  • — ¿Ya compraron sus regalos para estás navidades? Les recuerdo que mi tienda de antigüedades tiene horario extendido estás fiestas. Algunos merecen más que un suéter feo... merecen una pieza de colección con una historia más interesante que las de tu tío borracho en Nochebuena. ¡Visitenme! Aceptamos efectivo, almas inquietas y secretos bien guardados, hehehe ~
    — ¿Ya compraron sus regalos para estás navidades? Les recuerdo que mi tienda de antigüedades tiene horario extendido estás fiestas. Algunos merecen más que un suéter feo... merecen una pieza de colección con una historia más interesante que las de tu tío borracho en Nochebuena. ¡Visitenme! Aceptamos efectivo, almas inquietas y secretos bien guardados, hehehe ~
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  • Podía sentir como el frío mordía la punta de mi nariz mientras caminaba lentamente adentrandome entre las hileras de pinos con las manos hundidas en los bolsillos de mi abrigo.

    Suspiré dejando que el aroma verde y resinoso me llenara los pulmones, siempre había sentido algo reconfortante en este lugar: árboles reales, tierra húmeda, risas lejanas y el aroma del chocolate caliente invadiendo el aire como si me invitará secretamente a romper mis propias prohibiciones sobre el azúcar… Si, podía sentir una normalidad casi sagrada que hacía que mi corazón se llenará de calidez a pesar de que por fuera el frío estaba dejando rojas mis mejillas.

    Anoche, mientras la ciudad dormía, la nieve había aprovechado para jugar una travesura a aquellos que saldríamos al día siguiente. Silenciosa y generosa lo había cubierto todo y ahora el pasto era apenas un recuerdo bajo ese manto blanco que crujía suavemente bajo mis botas.

    Cada paso dejaba una huella que pronto desaparecería como si el lugar se resistiera a ser marcado y aún así aquí estaba yo, desafiando al viento helado con el cuerpo delgado envuelto en capas -y capas- de ropa como si eso pudiera protegerme de morir congelado. Negué con la cabeza sintiendo mi cabello despeinarse ligeramente y a pesar de todo me sentía extrañamente en paz.

    Había venido solo, decidido a cortar mi propio pino por primera vez, más por el ritual que por la tradición por qué si, los brujos también celebrabamos estás fechas. Un poco diferentes claro y con otros nombres pero el Solsticio de invierno -O Yule- no era una fiesta que pasara desapercibida para los de mi tipo.

    Fue entonces cuando lo sentí.
    Ese cosquilleo familiar en la nuca, leve pero inconfundible, como si algo hubiera despertado sin que yo lo llamara. Me detuve frente a un pino en particular, uno que parecía distinto sin una razón clara.
    Incliné la cabeza hacia atras observándolo en silencio, preguntándome si estaba a punto de elegir un árbol o si de alguna manera, había sido yo el elegido.

    Solo entonces pude notar lo alto que era. El pino se alzaba por encima de mí sin esfuerzo, sus ramas cubiertas de nieve parecían observarme con una paciencia burlona como si supiera que había ganado está batalla contra mi.

    Fruncí ligeramente el ceño, evaluándolo, y no pude evitar soltar una pequeña exhalación entre divertida y resignada. Vale, quizá había sido demasiado optimista viniendo solo.

    Saqué el teléfono del bolsillo, sopesándolo en la mano, mientras volvía a mirar el pino… ¿Llamar a alguien me hacía ver débil? Bueno ¿Que más da? De todos modos estaría poniéndome en vergüenza si intentaba cortar este pino y el maldito se me venía encima.

    Mi mirada volvió a dirigirse al teléfono entre mis manos preguntándome si ese era el momento de pedir ayuda...
    Sin pensarlo más y con un mohin en los labios escribí un rápido mensaje de auxilio con la dirección del lugar y esperé pacientemente frente al árbol.

    —Tu vendrás conmigo... —Sentencie con voz decidida al mismo tiempo que mis manos buscaban refugio en los bolsillos de mi abrigo.
    Thomas Dankworth
    Podía sentir como el frío mordía la punta de mi nariz mientras caminaba lentamente adentrandome entre las hileras de pinos con las manos hundidas en los bolsillos de mi abrigo. Suspiré dejando que el aroma verde y resinoso me llenara los pulmones, siempre había sentido algo reconfortante en este lugar: árboles reales, tierra húmeda, risas lejanas y el aroma del chocolate caliente invadiendo el aire como si me invitará secretamente a romper mis propias prohibiciones sobre el azúcar… Si, podía sentir una normalidad casi sagrada que hacía que mi corazón se llenará de calidez a pesar de que por fuera el frío estaba dejando rojas mis mejillas. Anoche, mientras la ciudad dormía, la nieve había aprovechado para jugar una travesura a aquellos que saldríamos al día siguiente. Silenciosa y generosa lo había cubierto todo y ahora el pasto era apenas un recuerdo bajo ese manto blanco que crujía suavemente bajo mis botas. Cada paso dejaba una huella que pronto desaparecería como si el lugar se resistiera a ser marcado y aún así aquí estaba yo, desafiando al viento helado con el cuerpo delgado envuelto en capas -y capas- de ropa como si eso pudiera protegerme de morir congelado. Negué con la cabeza sintiendo mi cabello despeinarse ligeramente y a pesar de todo me sentía extrañamente en paz. Había venido solo, decidido a cortar mi propio pino por primera vez, más por el ritual que por la tradición por qué si, los brujos también celebrabamos estás fechas. Un poco diferentes claro y con otros nombres pero el Solsticio de invierno -O Yule- no era una fiesta que pasara desapercibida para los de mi tipo. Fue entonces cuando lo sentí. Ese cosquilleo familiar en la nuca, leve pero inconfundible, como si algo hubiera despertado sin que yo lo llamara. Me detuve frente a un pino en particular, uno que parecía distinto sin una razón clara. Incliné la cabeza hacia atras observándolo en silencio, preguntándome si estaba a punto de elegir un árbol o si de alguna manera, había sido yo el elegido. Solo entonces pude notar lo alto que era. El pino se alzaba por encima de mí sin esfuerzo, sus ramas cubiertas de nieve parecían observarme con una paciencia burlona como si supiera que había ganado está batalla contra mi. Fruncí ligeramente el ceño, evaluándolo, y no pude evitar soltar una pequeña exhalación entre divertida y resignada. Vale, quizá había sido demasiado optimista viniendo solo. Saqué el teléfono del bolsillo, sopesándolo en la mano, mientras volvía a mirar el pino… ¿Llamar a alguien me hacía ver débil? Bueno ¿Que más da? De todos modos estaría poniéndome en vergüenza si intentaba cortar este pino y el maldito se me venía encima. Mi mirada volvió a dirigirse al teléfono entre mis manos preguntándome si ese era el momento de pedir ayuda... Sin pensarlo más y con un mohin en los labios escribí un rápido mensaje de auxilio con la dirección del lugar y esperé pacientemente frente al árbol. —Tu vendrás conmigo... —Sentencie con voz decidida al mismo tiempo que mis manos buscaban refugio en los bolsillos de mi abrigo. [zephyr_gray_magpie_670]
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  • 𝚃𝙷𝙴 𝙴𝙽𝙳 𝙾𝙵 𝚃𝙷𝙴 𝙱𝙰𝚃𝚃𝙻𝙴
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    Nadie negaba que Erixos tenía una agilidad envidiable y rapidez para tomar decisiones, un líder nato con un instinto animal para sobrevivir. Había servido en las Guerras Dacias, bajo el reinado del emperador Trajano; guiando a sus hombres entre las montañas, soportando el cruel invierno en fortalezas de madera que apenas daban reparo de la nieve y el frío álgido, viendo caer a hombres jóvenes y también a veteranos que parecían indestructibles.

    Fueron meses difíciles, el enemigo tenía la ventaja de quien conoce el terreno en el que ha vivido toda su vida, pero no contaban con que el menor de los hijos de Cassyus supiera defender una posición durante un ataque nocturno, manteniéndose firme mientras la mitad de sus hombres caían y ganando tiempo hasta que los triarii «veteranos equipados con lanza» en compañía de los equites «jinetes expertos» hasta que los refuerzos atacaron desde el extremo opuesto, tomando al enemigo por sorpresa y aseguraron la victoria.

    Cuando regresó a su aldea con licencia temporal, todavía le costaba creer que estaba vivo. Sujetaba las riendas de su caballo que exhausto por el viaje caminaba más despacio que de costumbre, pero ese no era problema para su amo que caminaba a la par, paciente y agradecido con tan noble animal por haberle ayudado a regresar a su hogar. Erixos portaba su uniforme, la lorica segmentata, el casco colgando del pliegue del codo y su gladius envainado, más por costumbre que por necesidad. Aun así, cada sonido inesperado lo hacía girar, la guerra le había dejado reflejos difíciles de apagar.

    Se preguntaba si las cosas en su hogar estarían como las dejo, en ocho meses dudaba encontrar demasiados cambios, pero su mayor temor era no encontrar a la mujer en la que habían pensado día y noche.

    Al llegar a la entrada de la aldea, vio a un par de campesinos descargando un carro de heno. Uno de ellos lo observó y al reconocerlo, lo saludo con una reverencia de profundo respeto y los demás imitaron el gesto. Un centurión no era un soldado cualquiera, para los campesinos representaban autoridad y tener uno viviendo en la misma aldea les aseguraba que estaban a salvo, sobre todos de bandidos.

    Sin embargo, para ellos Erixos era, ante todo alguien a quien convenía respetar y no provocar.

    Cuando entró en la aldea, varios vecinos lo miraron con discreción. No era común ver a un centurión tan joven con el vitis «la vara de mando» sujeta a su cinturón como si aún no estuviera acostumbrado a portarla y de inmediato corrieron la voz sobre su llegada para que los sirvientes de Erixos se acercaran a recibirlo, a él y a su fiel caballo que lo había acompañado en la batalla.

    Livia
    Nadie negaba que Erixos tenía una agilidad envidiable y rapidez para tomar decisiones, un líder nato con un instinto animal para sobrevivir. Había servido en las Guerras Dacias, bajo el reinado del emperador Trajano; guiando a sus hombres entre las montañas, soportando el cruel invierno en fortalezas de madera que apenas daban reparo de la nieve y el frío álgido, viendo caer a hombres jóvenes y también a veteranos que parecían indestructibles. Fueron meses difíciles, el enemigo tenía la ventaja de quien conoce el terreno en el que ha vivido toda su vida, pero no contaban con que el menor de los hijos de Cassyus supiera defender una posición durante un ataque nocturno, manteniéndose firme mientras la mitad de sus hombres caían y ganando tiempo hasta que los triarii «veteranos equipados con lanza» en compañía de los equites «jinetes expertos» hasta que los refuerzos atacaron desde el extremo opuesto, tomando al enemigo por sorpresa y aseguraron la victoria. Cuando regresó a su aldea con licencia temporal, todavía le costaba creer que estaba vivo. Sujetaba las riendas de su caballo que exhausto por el viaje caminaba más despacio que de costumbre, pero ese no era problema para su amo que caminaba a la par, paciente y agradecido con tan noble animal por haberle ayudado a regresar a su hogar. Erixos portaba su uniforme, la lorica segmentata, el casco colgando del pliegue del codo y su gladius envainado, más por costumbre que por necesidad. Aun así, cada sonido inesperado lo hacía girar, la guerra le había dejado reflejos difíciles de apagar. Se preguntaba si las cosas en su hogar estarían como las dejo, en ocho meses dudaba encontrar demasiados cambios, pero su mayor temor era no encontrar a la mujer en la que habían pensado día y noche. Al llegar a la entrada de la aldea, vio a un par de campesinos descargando un carro de heno. Uno de ellos lo observó y al reconocerlo, lo saludo con una reverencia de profundo respeto y los demás imitaron el gesto. Un centurión no era un soldado cualquiera, para los campesinos representaban autoridad y tener uno viviendo en la misma aldea les aseguraba que estaban a salvo, sobre todos de bandidos. Sin embargo, para ellos Erixos era, ante todo alguien a quien convenía respetar y no provocar. Cuando entró en la aldea, varios vecinos lo miraron con discreción. No era común ver a un centurión tan joven con el vitis «la vara de mando» sujeta a su cinturón como si aún no estuviera acostumbrado a portarla y de inmediato corrieron la voz sobre su llegada para que los sirvientes de Erixos se acercaran a recibirlo, a él y a su fiel caballo que lo había acompañado en la batalla. [Almad3esclava]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Santa Claus no es el único que trae sorpresas esta noche. ¿Has sido lo suficientemente valiente como para merecer un regalo de la Arconte de Fuego? ¡Felices fiestas desde las llamas de Natlan! Que este año tu espíritu sea tan brillante como mi fuego.
    Santa Claus no es el único que trae sorpresas esta noche. ¿Has sido lo suficientemente valiente como para merecer un regalo de la Arconte de Fuego? ¡Felices fiestas desde las llamas de Natlan! 🔥🎄 Que este año tu espíritu sea tan brillante como mi fuego.
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