• *La aparente mujer caminaba sin rumbo por aquellas arenas, buscando un sitio, un refugio, o al menos un rostro, comida, agua, lo que fuera que pudiese salvarla de sufrir aquello que todos temen, una muerte alejada de toda civilización, sin nadie que se entere, sin nadie quien la recuerde*

    (Salvenla y obtienen... Cosas jiji~)
    *La aparente mujer caminaba sin rumbo por aquellas arenas, buscando un sitio, un refugio, o al menos un rostro, comida, agua, lo que fuera que pudiese salvarla de sufrir aquello que todos temen, una muerte alejada de toda civilización, sin nadie que se entere, sin nadie quien la recuerde* (Salvenla y obtienen... Cosas jiji~)
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -Con la corona que detiene la vida puesta,
    la Muerte también se enamora de los ojos caídos.
    Camina a través del palacio de las despedidas,
    conectado con el mundo de los muertos.

    Entre las aguas heladas y los sonidos fúnebres,
    de día y noche,
    se inclina sobre esta tierra nevada
    y se convierte en la única canción de este lugar.

    Todos los suspiros brotan de sus dedos.
    Todas las palabras de consuelo son bloqueadas por sus manos.
    Todos los lamentos son tragados por sus palmas.

    Un poema titulado «Doncella Sagrada de Aidonia»
    🦋-Con la corona que detiene la vida puesta, la Muerte también se enamora de los ojos caídos. Camina a través del palacio de las despedidas, conectado con el mundo de los muertos. Entre las aguas heladas y los sonidos fúnebres, de día y noche, se inclina sobre esta tierra nevada y se convierte en la única canción de este lugar. Todos los suspiros brotan de sus dedos. Todas las palabras de consuelo son bloqueadas por sus manos. Todos los lamentos son tragados por sus palmas. Un poema titulado «Doncella Sagrada de Aidonia»
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  • — Cómo caído del cielo, he surgido en esta tierra. Soy aquel que trae consuelo, traigo paz en vez de guerra.

    Soy un soldado sin armas, soy un reino sin fronteras, no más muertes, no más miedo no más hambre ni miseria.
    — Cómo caído del cielo, he surgido en esta tierra. Soy aquel que trae consuelo, traigo paz en vez de guerra. Soy un soldado sin armas, soy un reino sin fronteras, no más muertes, no más miedo no más hambre ni miseria.
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  • “Conozco el paso frío de la muerte. Es lo peculiar detrás de la magia del nigromante.

    No dejas de escuchar sus voces, los cementerios se vuelven conciertos, las escenas del crimen, horribles narrativas.

    Y el día a día a veces una maraña de escuchas. Si es que los que ya no están decidieron seguirte.

    Antes pensé que solo pasaba con los que tomaba como sombras, pero ahora…

    Quizá deba investigar más.”
    “Conozco el paso frío de la muerte. Es lo peculiar detrás de la magia del nigromante. No dejas de escuchar sus voces, los cementerios se vuelven conciertos, las escenas del crimen, horribles narrativas. Y el día a día a veces una maraña de escuchas. Si es que los que ya no están decidieron seguirte. Antes pensé que solo pasaba con los que tomaba como sombras, pero ahora… Quizá deba investigar más.”
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  • //Esto es larguito, pero también tendréis un poco más de contexto de la trama de Dante. Espero que os guste.

    Cualquiera pensaría que los seres de la noche no requieren de sueño, un error muy común. Tal vez no necesiten tantas horas en brazos de Morfeo como lo haría un simple mortal, pero lo cierto es que sí necesitaban dormir.
    Por desgracia ese placer parecía estarle vetado a Dante. Cada vez que cerraba los ojos para descansar ni que fueran unos minutos, esa asfixiante sombra volvía a torturarlo. Visiones. Imágenes de un futuro que no sabía cuándo llegaría, tan solo que sin lugar a dudas iba a ocurrir. Llevaba así casi toda su vida y se había vuelto una parte más de su rutina, lidiar con las visiones de la que sería su muerte, una bastante desagradable cabía destacar.

    Cada miembro de la estirpe poseía sus propias capacidades, a demás de las habituales en ellos, y esta era la de Dante, heredada de su madre. Pues sí la madre de él fue una compañera de sangre. ¿Qué son los compañeros de sangre? Os estaréis preguntando. Hombres y mujeres humanos, que curiosamente contaban con alguna extraña peculiaridad o capacidad, que nacieron destinados a unirse con algún vampiro y no estamos hablando de un simple emparejamiento, va mucho más allá. Esa unión empieza a forjarse cuando el vampiro toma la sangre del compañero/a, los siguientes pasos serían la unión de sus cuerpos y darle de su sangre al humano.
    Ambos seres quedarían conectados de una forma que transciende al conocimiento humano, capaces de sentir las emociones del otro, su dolor físico, sus pensamientos, sus deseos, de percibir dónde está... La incapacidad de vivir el uno sin el otro, una devoción tan pura y profunda que no podría existir nada con qué compararlo.
    Tras esa unión, la facultad especial de dicho humano se expandiría hasta dar lugar a todo su potencial y viviría eternamente mientras siguiera consumiendo la sangre del vampiro. Así mismo el vampiro solo podría consumir la sangre de su compañero/a.

    Cabe mencionar que dichos compañeros/as de sangre, portan una pequeñísima marca de nacimiento que puede estar alojada en cualquier parte del cuerpo, una luna menguante tumbada, en forma de cuenco, con una pequeña gota entrando en ella. De un color rojizo.

    Cuando los involucrados en esas uniones tienen descendencia, esos hijos adquieren los poderes de su progenitor humano a parte de los básicos en la naturaleza del vampiro. Es la única forma de traer descendencia de la estirpe, pues entre ellos no pueden procrear.

    La madre de Dante siempre tuvo visiones de su propia muerte y parecía tenerlo perfectamente asimilado, pero jamás le mencionó a padre o hijo qué vio en estas.

    Seguramente os preguntéis, ¿y que pasa si uno de los involucrados en la unión fallece? Los padres de este joven guerrero fueron un claro ejemplo.
    El padre, siendo guerrero antes que él, falleció en combate contra una horda de vampiros enloquecidos por la lujuria de sangre, no supieron nunca los detalles concretos pero en el mismo instante que falleció, la madre lo supo pues algo dentro de ella se rompió. ¿Murió la mujer? No, cuando uno de ambos fallece el otro puede seguir viviendo incluso podría volver a emparejarse si así lo quisiera. ¿Dónde está el truco o el problema entonces? En que jamás quieren volver a enlazarse a nadie, el vacío que les crea es tan profundo y doloroso como si le hubieran arrancado el corazón dejándolos muertos en vida. La existencia en si deja de tener sentido y cualquier atisbo de felicidad les abandona para siempre.
    La madre de Dante cayó en una gran depresión y, al ser una compañera de sangre, no vampira, y no poder seguir consumiendo la sangre de su compañero, poco a poco iría envejeciendo hasta morir. Y así fue, físicamente hablando murió por vejez y enfermedad pero... Dante vio la muerte en los ojos de su madre el mismo día que su padre falleció.

    No. No podía permitir que nadie se enlazase jamás a él. Pues a parte del hecho de que la idea no era de su agrado, sentirse un perro atado con una correa en corto, o así lo percibía él, tampoco le simpatizaba pensar que si lo hacía, su compañero/a algún día pasaría por lo mismo que su madre. Pues estaba seguro de ello ya que tenía siempre la misma visión sobre su muerte atormentándolo.
    //Esto es larguito, pero también tendréis un poco más de contexto de la trama de Dante. Espero que os guste. Cualquiera pensaría que los seres de la noche no requieren de sueño, un error muy común. Tal vez no necesiten tantas horas en brazos de Morfeo como lo haría un simple mortal, pero lo cierto es que sí necesitaban dormir. Por desgracia ese placer parecía estarle vetado a Dante. Cada vez que cerraba los ojos para descansar ni que fueran unos minutos, esa asfixiante sombra volvía a torturarlo. Visiones. Imágenes de un futuro que no sabía cuándo llegaría, tan solo que sin lugar a dudas iba a ocurrir. Llevaba así casi toda su vida y se había vuelto una parte más de su rutina, lidiar con las visiones de la que sería su muerte, una bastante desagradable cabía destacar. Cada miembro de la estirpe poseía sus propias capacidades, a demás de las habituales en ellos, y esta era la de Dante, heredada de su madre. Pues sí la madre de él fue una compañera de sangre. ¿Qué son los compañeros de sangre? Os estaréis preguntando. Hombres y mujeres humanos, que curiosamente contaban con alguna extraña peculiaridad o capacidad, que nacieron destinados a unirse con algún vampiro y no estamos hablando de un simple emparejamiento, va mucho más allá. Esa unión empieza a forjarse cuando el vampiro toma la sangre del compañero/a, los siguientes pasos serían la unión de sus cuerpos y darle de su sangre al humano. Ambos seres quedarían conectados de una forma que transciende al conocimiento humano, capaces de sentir las emociones del otro, su dolor físico, sus pensamientos, sus deseos, de percibir dónde está... La incapacidad de vivir el uno sin el otro, una devoción tan pura y profunda que no podría existir nada con qué compararlo. Tras esa unión, la facultad especial de dicho humano se expandiría hasta dar lugar a todo su potencial y viviría eternamente mientras siguiera consumiendo la sangre del vampiro. Así mismo el vampiro solo podría consumir la sangre de su compañero/a. Cabe mencionar que dichos compañeros/as de sangre, portan una pequeñísima marca de nacimiento que puede estar alojada en cualquier parte del cuerpo, una luna menguante tumbada, en forma de cuenco, con una pequeña gota entrando en ella. De un color rojizo. Cuando los involucrados en esas uniones tienen descendencia, esos hijos adquieren los poderes de su progenitor humano a parte de los básicos en la naturaleza del vampiro. Es la única forma de traer descendencia de la estirpe, pues entre ellos no pueden procrear. La madre de Dante siempre tuvo visiones de su propia muerte y parecía tenerlo perfectamente asimilado, pero jamás le mencionó a padre o hijo qué vio en estas. Seguramente os preguntéis, ¿y que pasa si uno de los involucrados en la unión fallece? Los padres de este joven guerrero fueron un claro ejemplo. El padre, siendo guerrero antes que él, falleció en combate contra una horda de vampiros enloquecidos por la lujuria de sangre, no supieron nunca los detalles concretos pero en el mismo instante que falleció, la madre lo supo pues algo dentro de ella se rompió. ¿Murió la mujer? No, cuando uno de ambos fallece el otro puede seguir viviendo incluso podría volver a emparejarse si así lo quisiera. ¿Dónde está el truco o el problema entonces? En que jamás quieren volver a enlazarse a nadie, el vacío que les crea es tan profundo y doloroso como si le hubieran arrancado el corazón dejándolos muertos en vida. La existencia en si deja de tener sentido y cualquier atisbo de felicidad les abandona para siempre. La madre de Dante cayó en una gran depresión y, al ser una compañera de sangre, no vampira, y no poder seguir consumiendo la sangre de su compañero, poco a poco iría envejeciendo hasta morir. Y así fue, físicamente hablando murió por vejez y enfermedad pero... Dante vio la muerte en los ojos de su madre el mismo día que su padre falleció. No. No podía permitir que nadie se enlazase jamás a él. Pues a parte del hecho de que la idea no era de su agrado, sentirse un perro atado con una correa en corto, o así lo percibía él, tampoco le simpatizaba pensar que si lo hacía, su compañero/a algún día pasaría por lo mismo que su madre. Pues estaba seguro de ello ya que tenía siempre la misma visión sobre su muerte atormentándolo.
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  • La bolsa, vaciándose progresivamente. El sepulturero, cambiándola por otra, el proceso, repitiéndose por tercera vez en la hora.

    La sangre, fluyendo por su brazo. Invadiendo cada rincón de sus tejidos, nutriendo.

    Un sinfín de imágenes inconexas parpadeando.

    Ciel comenzaba a darles un sentido, sus pensamientos aclarándose.

    —Hermano —musitó. —Jean.

    Fue abriendo los párpados lánguidamente, encontrándose con la luz del sol iluminando su rostro cálidamente.

    —¿Qué hora es? —preguntó.

    La luz que entraba por la ventana era tanta que lo cegaba y no podía ver más que blanco.

    —Las cinco —le contestó Undertaker.

    —La hora del té —murmuró. Luego divagó. —Él debe estar esperándome.

    —Sí —sonrió el Dios de la muerte, viendo hacia la luz. —Lo hace.

    Ciel volvió a cerrar los ojos, el agotamiento le impidió estar más tiempo despierto.

    —Todavía necesita comer más de su alimento —añadió en voz baja, como si hablar alto lo pudiera molestar. —Ahora, solo descanse.
    La bolsa, vaciándose progresivamente. El sepulturero, cambiándola por otra, el proceso, repitiéndose por tercera vez en la hora. La sangre, fluyendo por su brazo. Invadiendo cada rincón de sus tejidos, nutriendo. Un sinfín de imágenes inconexas parpadeando. Ciel comenzaba a darles un sentido, sus pensamientos aclarándose. —Hermano —musitó. —Jean. Fue abriendo los párpados lánguidamente, encontrándose con la luz del sol iluminando su rostro cálidamente. —¿Qué hora es? —preguntó. La luz que entraba por la ventana era tanta que lo cegaba y no podía ver más que blanco. —Las cinco —le contestó Undertaker. —La hora del té —murmuró. Luego divagó. —Él debe estar esperándome. —Sí —sonrió el Dios de la muerte, viendo hacia la luz. —Lo hace. Ciel volvió a cerrar los ojos, el agotamiento le impidió estar más tiempo despierto. —Todavía necesita comer más de su alimento —añadió en voz baja, como si hablar alto lo pudiera molestar. —Ahora, solo descanse.
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  • — Dime... Porque te me quedas viendoo asi? Que la muerte no puede verse bien?~
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  • ❝A veces las criaturas de tiempo limitado hablan tonterías ridículas, ¡Soy la Diosa de la Juventud y Vitalidad! ¡Odio que hagan vista gorda de mi presencia! —la molestia en su rostro era notorio— La resignación, el conformismo y la desesperación en que muchas criaturas se hunden con facilidad me incordian, ¡Jmp! teniendo cerca a la Diosa de la Eterna Juventud, es un chiste de mal gusto. Si tan solo dieran una ofrenda al fuego honrando mi nombre, su destino no sería tan trágico; pero está comprobado que hoy día, los humanos se han vuelto mas estúpidos e ignorantes.

    ¿Dónde quedó la fe y conocimiento? tener un Dios cerca les debería indicar que pueden pedir un favor de última esperanza; pero si lo que desean es morir, intervendré porque... Quiénes se ahogan con la ignorante resignación, tks... Solo hacen que mis manos quieran mostrarle lo que Némesis hará con ellos, pero, si su muerte las Moiras ya lo sabían, tampoco...es que pueda hacer algo. Si morir joven fue su destino, no le puedo sumar vida"
    ❝A veces las criaturas de tiempo limitado hablan tonterías ridículas, ¡Soy la Diosa de la Juventud y Vitalidad! ¡Odio que hagan vista gorda de mi presencia! —la molestia en su rostro era notorio— La resignación, el conformismo y la desesperación en que muchas criaturas se hunden con facilidad me incordian, ¡Jmp! teniendo cerca a la Diosa de la Eterna Juventud, es un chiste de mal gusto. Si tan solo dieran una ofrenda al fuego honrando mi nombre, su destino no sería tan trágico; pero está comprobado que hoy día, los humanos se han vuelto mas estúpidos e ignorantes. ¿Dónde quedó la fe y conocimiento? tener un Dios cerca les debería indicar que pueden pedir un favor de última esperanza; pero si lo que desean es morir, intervendré porque... Quiénes se ahogan con la ignorante resignación, tks... Solo hacen que mis manos quieran mostrarle lo que Némesis hará con ellos, pero, si su muerte las Moiras ya lo sabían, tampoco...es que pueda hacer algo. Si morir joven fue su destino, no le puedo sumar vida"
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  • ✴ ──────
    ᴇʟɪᴢᴀʙᴇᴛʜ: ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇʀᴀ ʏ ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇꜱ

    Sombras de hostilidad se disipan
    Una semilla de ternura con la《 𝓚 》 tallada y enraizada en la médula del ser

    La mujer cabellos de fuego en la soledad era incendio con miedo de florecer

    Sin entender como ni por qué
    En su ciclo vital cambia la oruga
    persiguiendo su sueño de volar,
    con ondulante gracia que subyuga
    cambia el río sus aguas sin cesar.

    Por claridad cambia la noche en fuga y el migrante, en el mundo,
    su lugar.

    Quien se abre a los cambios se despierta
    a una perenne realidad mutante
    que reverdece, gentil, ante su puerta

    y se transforma en soñadora errante
    con el don de saber a ciencia cierta
    fluir naturalmente hacia adelante.

    Elizabeth autora de destrucción, temida y odiada por su realidad emancipada, dando muerte a fuego y espada...

    Hoy teje un capullo de amor, portadora de vida, artífice de una nueva creación

    Caprichoso el destino que une dos caminos.
    Entonces, de pronto, la vida toma sentido
    Como creciendo en el carbón la brasa, una promesa ya cumplida
    La felicidad prometida.
    ✴ ────── ᴇʟɪᴢᴀʙᴇᴛʜ: ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇʀᴀ ʏ ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇꜱ Sombras de hostilidad se disipan Una semilla de ternura con la《 𝓚 》 tallada y enraizada en la médula del ser La mujer cabellos de fuego en la soledad era incendio con miedo de florecer Sin entender como ni por qué En su ciclo vital cambia la oruga persiguiendo su sueño de volar, con ondulante gracia que subyuga cambia el río sus aguas sin cesar. Por claridad cambia la noche en fuga y el migrante, en el mundo, su lugar. Quien se abre a los cambios se despierta a una perenne realidad mutante que reverdece, gentil, ante su puerta y se transforma en soñadora errante con el don de saber a ciencia cierta fluir naturalmente hacia adelante. Elizabeth autora de destrucción, temida y odiada por su realidad emancipada, dando muerte a fuego y espada... Hoy teje un capullo de amor, portadora de vida, artífice de una nueva creación Caprichoso el destino que une dos caminos. Entonces, de pronto, la vida toma sentido Como creciendo en el carbón la brasa, una promesa ya cumplida La felicidad prometida.
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  • Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días.

    Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto).

    Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello.

    Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.)

    Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie.

    Y luego estaba Geto.

    Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse.

    Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo.

    (Qué ingenua.)

    Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos.

    Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días. Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto). Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello. Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.) Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie. Y luego estaba Geto. Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse. Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo. (Qué ingenua.) Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos. Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
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