• Reino de Lys, capítulo #1: el inicio

    El reino de Lys... mi antiguo hogar. Este reino solía ser uno pequeño y frágil, apostado en una tierra árida y muerta, con pocos arroyos para pescar, tierra poco apta para la agricultura y la ganadería. Eso sería así hasta que un sabio nos enseñó a controlar el Aether; el suspiro de los dioses, la esencia de la vida, los elementos y los espíritus. Gracias a este poder y a la ingeniería de nuestros genios artífices pudimos terraformar el terreno mismo, revivir la tierra, hacer crecer vegetación en tiempo récord y alzar una gran civilización. Pronto dimos el salto del medievo más rancio y oxidado a una revolución tecnológica, industrial y social; de los caballos jalando carretas a los automóviles impulsados por motores a vapor y calentados con Aether; el sueño de volar volviéndose realidad gracias a las aeronaves, conocidas como "Arcas"; No más ejércitos de trabajadores en los campos sudando sin parar y trabajando lentamente, pues ahora teníamos acceso a enorems golems cosechadores y vehículos agrarios que hacían el triple del trabajo en la mitad del tiempo; medicina y magia curativa que volvió las muertes neonatales una ocurrencia rara y que estiró nuestra expectativa de vida más allá de los 100 años; y una época dorada donde el arte, la filosofía, las letras y la música se volvieron accesibles para el príncipe y el mendigo por igual... Una utopía sin duda.
    Reino de Lys, capítulo #1: el inicio El reino de Lys... mi antiguo hogar. Este reino solía ser uno pequeño y frágil, apostado en una tierra árida y muerta, con pocos arroyos para pescar, tierra poco apta para la agricultura y la ganadería. Eso sería así hasta que un sabio nos enseñó a controlar el Aether; el suspiro de los dioses, la esencia de la vida, los elementos y los espíritus. Gracias a este poder y a la ingeniería de nuestros genios artífices pudimos terraformar el terreno mismo, revivir la tierra, hacer crecer vegetación en tiempo récord y alzar una gran civilización. Pronto dimos el salto del medievo más rancio y oxidado a una revolución tecnológica, industrial y social; de los caballos jalando carretas a los automóviles impulsados por motores a vapor y calentados con Aether; el sueño de volar volviéndose realidad gracias a las aeronaves, conocidas como "Arcas"; No más ejércitos de trabajadores en los campos sudando sin parar y trabajando lentamente, pues ahora teníamos acceso a enorems golems cosechadores y vehículos agrarios que hacían el triple del trabajo en la mitad del tiempo; medicina y magia curativa que volvió las muertes neonatales una ocurrencia rara y que estiró nuestra expectativa de vida más allá de los 100 años; y una época dorada donde el arte, la filosofía, las letras y la música se volvieron accesibles para el príncipe y el mendigo por igual... Una utopía sin duda.
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  • #MonoRol | La ira de una infancia rota

    Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar."

    El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida.

    En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve.

    Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban.

    —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo?

    Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas.

    Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona.

    —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo.

    —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento.

    Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv.

    —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas.

    Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso.

    —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia.

    La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca.

    —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella.

    Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada.

    Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas.

    La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida.

    —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza.

    Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada.

    Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
    #MonoRol | La ira de una infancia rota Habían pasado aproximadamente dos meses desde la muerte de su madre, y la pequeña Illyiv estaba sentada sobre el pasto seco, mirando la calle frente a ella a través de la reja de la puerta del orfanato al que la habían transferido. El aire estaba cargado con el olor a tierra y hojas secas, y el sol del ocaso bañaba su pálida piel creando reflejos cálidos en ella. A través de la reja, el mundo exterior parecía tan cercano, y a su vez, inalcanzable. Mientras observaba a los transeúntes y los vehículos pasar, un pensamiento sombrío cruzó su mente: "Nunca salí de la prisión, la prisión simplemente cambió de lugar." El orfanato era un lugar sombrío y frio, las paredes eran grises y los pasillos eran largos y oscuros. Las habitaciones eran pequeñas y desprovistas de decoración, le recordaban a las habitaciones de la casa en la que había vivido, lo que reforzaba la sensación de estar en una prisión. La rutina diaria era estricta, con horarios rígidos para comer, dormir y realizar actividades. Cada día se desarrollaba con una monotonía agotadora, Illyiv se sentía atrapada y sin control sobre su propia vida. En los primeros días, trató de mantenerse apartada de los otros niños. Había pasado tanto tiempo encerrada en casa que no estaba acostumbrada a socializar, en tiempos pasados había ansiado poder compartir con otros niños y tener amigos, pero ahora aquellas ganas se habían desvanecido por completo. El vacío que inundaba cada rincón de su ser la hacían sentir como si estuviera muerta; como si ahora fuera solo un espíritu que vaga por el mundo limitándose a ser tan solo una espectadora. Los traumas de su pasado, el asesinato de su madre y sus constante abusos la habían convertido en una niña retraída y silenciosa. Sus ojos oscuros, que reflejaban una tristeza profunda, eran un contraste inquietante con su cabello blanco como la nieve. Sin embargo, su actitud reservada solo atrajo más atención negativa. Los otros niños se dieron cuenta rápidamente de su aislamiento y comenzaron a burlarse de ella. En el comedor, durante el recreo, en cualquier oportunidad que tenían, las burlas no cesaban. —¡Miren a la rara! —gritaba una niña mientras Illyiv pasaba, señalándola y riéndose junto a otras dos niñas—. ¿Qué te pasó en la espalda, monstruo? Las voces de los niños resonaban en la mente de Illyiv, aturdiéndola. Se sentía abrumada, confusa, sin entender por qué era diferente y por qué no podía encajar. Las heridas de quemaduras en su espalda, resultado de los castigos de su madre, eran un recordatorio constante de su doloroso pasado, pero ahora también se habían convertido en motivo de burlas. Una tarde, mientras estaba sentada en el patio, absorta en sus pensamientos, tres niñas se le acercaron. La líder del grupo, una niña robusta de cabello rizado y piel tostada, se paró frente a ella con una expresión burlona. —¿Qué haces aquí sentada sola, monstruo? —preguntó con un tono despectivo. —... —un breve silencio inundó la escena, Illyiv las miraba con la mirada vacía, y luego añadió—: Podrían simplemente ignorar mi presencia... —su voz débil, vacía, casi un susurró en el viento. Las dos niñas que acompañaban a la líder comenzaron a reír, disfrutando de la incomodidad de Illyiv. —¡Miren cómo se encoge! ¡Parece una ratita asustada! —exclamó una niña rubia y delgada, que se encontraba a un lado de la líder del grupo, y tras su comentario las tres niñas rieron a carcajadas. Illyiv sintió su mente abrumada, como si un torbellino de emociones la envolviera. No entendía por qué la trataban así, no entendía por qué no podía ser como los demás niños. Las palabras de su madre resonaban en su mente: "Qué débil es tu cuerpo." Esas palabras, junto con las burlas, la atormentaban sin descanso. —¿Es por eso que mi mamá no quería que me juntara con otros niños? —murmuró Illyiv para sí misma, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia. La líder del grupo se acercó más, invadiendo el espacio personal de la pequeña peliblanca. —¿Que dijiste? ¿Por qué no hablas más fuerte, monstruo? ¿Tienes miedo? —provocó, inclinándose hacia ella. Aquellas voces seguían colándose en su mente, las risas se escuchaban de fondo, repitiéndose como ecos que buscaban atormentarla, la pequeña niña de cabello blanco sentía como si su mente pudiera explotar en cualquier momento, su cabeza le dolía. Apretó sus puños, sintiendo como sus propias uñas se clavaban en la suave piel de sus manos, sentía rabia, tristeza, confusión, enojo, irá, frustración, una mezcla de emociones que nisiquiera era capaz de identificar en aquel instante tan breve, su corazón latía como si fuera a salir de su pecho y sentía muchas ganas de llorar, pero en lugar de eso, de repente, en un impulso salvaje y errático, Illyiv se abalanzó sobre la niña. La niña robusta tenía un cuerpo más fuerte, pero Illyiv, fortalecida por los entrenamientos de ballet, se movía con una fuerza inesperada. Ambas cayeron al suelo. Sus pensamientos se nublaron, y solo pudo actuar en base a la ira y frustración acumulada. Sus manos, echas puños, comenzaron a estrellarse contra la figura robusta de aquella niña rizada. La niña intentaba defenderse y esquivar sus golpes, pero la pequeña que estaba sobre ella era rápida y tenía una fuerza descomunal, casi como si estuviera poseída, como si una fuerza oscura la impulsara. Las otras dos niñas intentaron quitar a Illyiv de encima de su amiga, pero fue inútil. Illyiv estaba fuera de control, moviéndose con la fuerza de la desesperación. En un momento de furia ciega, arañó la cara de la niña, dejando marcas profundas, sintiendo como aquella capa de piel superficial había quedado atrapada en sus propias uñas. La niña rizada, tenía el rostro lleno de lágrimas y su mejilla ensangrentada. Illyiv, con los ojos vidriosos, parecía ajena al caos que había desatado. Los gritos y lloriqueos llenaron el aire, creando una atmósfera de pánico. La niña herida comenzó a llorar, y las otras dos niñas gritaron pidiendo ayuda. Los adultos llegaron corriendo, separando a Illyiv de la niña herida. —¡Illyiv, basta! —gritó uno de los cuidadores, sujetándola con fuerza. Con la respiración agitada, sus manos temblando, y los ojos llenos de furia, Illyiv fue llevada a una habitación aislada como castigo. Sentada en la oscuridad, sentía una mezcla de emociones: rabia, tristeza, confusión. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, pero no emitió ningún sonido, en cambio, se dejó hundir en un mar de emociones contradictorias. Una vez más, sabía que llorar no cambiaría nada. Mientras la noche caía, Illyiv se acurrucó en la cama, cerrando los ojos y deseando que todo fuera diferente, desconociendo por completo que pronto, su vida estaba por cambiar.
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  • No le tengo miedo a la muerte porque este es el camino que he elegido. por supuesto que, encontraré toda clase de peligros en cualquier dirección como situación.

    Aunque me pongo a pensar, famosos magos no han muerto por obra de sus enemigos. sino por ellos mismos.. que irónico suena eso.
    No le tengo miedo a la muerte porque este es el camino que he elegido. por supuesto que, encontraré toda clase de peligros en cualquier dirección como situación. Aunque me pongo a pensar, famosos magos no han muerto por obra de sus enemigos. sino por ellos mismos.. que irónico suena eso.
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  • 𝐸𝑠𝑒 𝑚𝑢𝑟𝑜, 𝑛𝑜 𝑑𝑢𝑟𝑎𝑟𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒
    Fandom Castle
    Categoría Acción
    · 🇸​🇹​🇦​🇷​🇹​🇪​🇷​ 🇹​🇴​...
    ㅤㅤ⤹ Kate Beckett


    La realidad supera a la ficción.
    A él cómo escritor de misterio esa frase nunca le había hecho especial gracia. Y hasta ese momento había mantenido sin mucho problema si teoría de que a pesar de que todo escritor necesitaba de una inspiración para llevar sus historias a término, el toque que su imaginación les daba a los libros no era algo que se pudiera conseguir en la aleatoriedad del universo.
    Y sin embargo, en los últimos tiempos… todo aquello había cambiado.

    Cualquiera diría que estaba viviendo una trama de sus novelas. Pero aquello era la vida real y sin embargo había arrastrado fuera de hangar a Kate, habían matado a Montgomery, habían disparado a la inspectora, había eludido la muerte…
    Ante el miedo de perderla Castle le había confesado lo que casi no había aceptado ni ante sí mismo.
    No… aquello no estaba guionizado, ni si quiera se le podría haber ocurrido a la mente más aguda del mejor escritor del mundo…

    Y allí estaba él, en medio de toda aquella vorágine, investigando a escondidas, tratando de encontrar el culpable, de saber quién había contratado aquel francotirador para acabar con la vida de Kate, luchando contra ella y su obsesión por encontrar al asesino su madre. Debia mantenerla lejos de todo aquello, no porque el escritor no quisiera que descubrir aquello y darle a Kate la paz y la justicia que ansiaba, sino porque era la única forma de mantenerla a salvo.

    Como guinda de todo aquello, Richard Castle, un hombre intrínsecamente irónico, el cual usaba el humor como escape, arma y escudo, había pasado a lidiar con la decepción ante la falta de recuerdos de Kate en todo lo referente a su ataque, y por consiguiente a su estúpida y ridícula declaración.
    No ponía en duda en ningún momento la veracidad de todo aquello, pero si sabía, y así se lo había dicho porque no era capaz de guardárselo más, que Kate se refugiaba en su obsesión, y en relaciones con hombres que realmente no amaba.
    No estaba diciendo con todo aquello que le amara a él…
    No, no era tan ingenuo, aunque mentiría si dijera que en ocasiones no le era difícil imaginarse que era verdad. Aquellas miradas de la inspectora, sus gestos, sus palabras, la complicidad más que patente entre ellos… no estaban solo en su cabeza, todo aquello existía de verdad y daba alas a su prolífica mente.

    Sabía que aquel muro tras el que se protegía Kate no duraría para siempre, tan solo necesitaba ser lo suficientemente paciente, y por el momento parecía valerle ser el único en aquella relación.
    Parecía valerle hasta tal punto que aquella mañana había cambiado su “𝑚𝑜𝑑𝑢𝑠 𝑜𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑑𝑖” había pasado por la misma cafetería de siempre donde ya le tenían preparados los dos cafés de todas las mañanas.
    Había sacado su móvil y lo había pasado por el datafono que le tendía la dependienta mientras le miraba directamente a los ojos con una enorme sonrisa y se despedía con un travieso guiño de ojos.

    De camino hasta su meta le habían pedido un par de fotos, había saludado a un grupo de turistas asiáticos en la acera de enfrente… Nada fuera de lo común, nada a excepción de su destino. En aquella mañana no era la comisaria, si no…

    Su dedo índice derecho busca por unos segundos, revoloteando sobre la tabla con la lista de los pisos y sus respectivos botones.
    Cuando encuentra el que busca hunde el dedo y espera unos segundos antes de escuchar la voz femenina.

    — Su pedido de 𝑉𝑒𝑛𝑖𝑒𝑟𝑜'𝑠 𝑃𝑎𝑠𝑡𝑖𝑐𝑐𝑒𝑟𝑖𝑎 & 𝐶𝑎𝑓𝑓𝑒 ha llegado, ¿sería tan amable de permitirnos la entrada?
    · 🇸​🇹​🇦​🇷​🇹​🇪​🇷​ 🇹​🇴​... ㅤㅤ⤹ [D0ntCallMeMuse] La realidad supera a la ficción. A él cómo escritor de misterio esa frase nunca le había hecho especial gracia. Y hasta ese momento había mantenido sin mucho problema si teoría de que a pesar de que todo escritor necesitaba de una inspiración para llevar sus historias a término, el toque que su imaginación les daba a los libros no era algo que se pudiera conseguir en la aleatoriedad del universo. Y sin embargo, en los últimos tiempos… todo aquello había cambiado. Cualquiera diría que estaba viviendo una trama de sus novelas. Pero aquello era la vida real y sin embargo había arrastrado fuera de hangar a Kate, habían matado a Montgomery, habían disparado a la inspectora, había eludido la muerte… Ante el miedo de perderla Castle le había confesado lo que casi no había aceptado ni ante sí mismo. No… aquello no estaba guionizado, ni si quiera se le podría haber ocurrido a la mente más aguda del mejor escritor del mundo… Y allí estaba él, en medio de toda aquella vorágine, investigando a escondidas, tratando de encontrar el culpable, de saber quién había contratado aquel francotirador para acabar con la vida de Kate, luchando contra ella y su obsesión por encontrar al asesino su madre. Debia mantenerla lejos de todo aquello, no porque el escritor no quisiera que descubrir aquello y darle a Kate la paz y la justicia que ansiaba, sino porque era la única forma de mantenerla a salvo. Como guinda de todo aquello, Richard Castle, un hombre intrínsecamente irónico, el cual usaba el humor como escape, arma y escudo, había pasado a lidiar con la decepción ante la falta de recuerdos de Kate en todo lo referente a su ataque, y por consiguiente a su estúpida y ridícula declaración. No ponía en duda en ningún momento la veracidad de todo aquello, pero si sabía, y así se lo había dicho porque no era capaz de guardárselo más, que Kate se refugiaba en su obsesión, y en relaciones con hombres que realmente no amaba. No estaba diciendo con todo aquello que le amara a él… No, no era tan ingenuo, aunque mentiría si dijera que en ocasiones no le era difícil imaginarse que era verdad. Aquellas miradas de la inspectora, sus gestos, sus palabras, la complicidad más que patente entre ellos… no estaban solo en su cabeza, todo aquello existía de verdad y daba alas a su prolífica mente. Sabía que aquel muro tras el que se protegía Kate no duraría para siempre, tan solo necesitaba ser lo suficientemente paciente, y por el momento parecía valerle ser el único en aquella relación. Parecía valerle hasta tal punto que aquella mañana había cambiado su “𝑚𝑜𝑑𝑢𝑠 𝑜𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑑𝑖” había pasado por la misma cafetería de siempre donde ya le tenían preparados los dos cafés de todas las mañanas. Había sacado su móvil y lo había pasado por el datafono que le tendía la dependienta mientras le miraba directamente a los ojos con una enorme sonrisa y se despedía con un travieso guiño de ojos. De camino hasta su meta le habían pedido un par de fotos, había saludado a un grupo de turistas asiáticos en la acera de enfrente… Nada fuera de lo común, nada a excepción de su destino. En aquella mañana no era la comisaria, si no… Su dedo índice derecho busca por unos segundos, revoloteando sobre la tabla con la lista de los pisos y sus respectivos botones. Cuando encuentra el que busca hunde el dedo y espera unos segundos antes de escuchar la voz femenina. — Su pedido de 𝑉𝑒𝑛𝑖𝑒𝑟𝑜'𝑠 𝑃𝑎𝑠𝑡𝑖𝑐𝑐𝑒𝑟𝑖𝑎 & 𝐶𝑎𝑓𝑓𝑒 ha llegado, ¿sería tan amable de permitirnos la entrada?
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    Individual
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    Cualquier línea
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  • «Moral.

    ¿Es la moral subjetiva? ¿Hay algo que sea y siempre haya sido considerado universalmente "malvado"?

    Los más nobles entre nosotros se apresuran con un "no". La moral no es subjetiva. Hay cosas inequívoca e irrevocablemente malvadas.

    Violencia irracional. Muerte. Son respuestas sencillas, y en cierta manera, correctas.

    ¿Yo? No, yo no tengo esa respuesta. Tampoco sé si quiero tenerla. Lo que tengo es un recuerdo, un resplandor de inspiración. Con los pulmones llenos de agua, la consciencia en el umbral del ahora y el después, pensé en algo.

    La erradicación de la posibilidad. Eso es lo más cercano a algo universalmente malvado. Historias de apocalipsis, de armagedones, de ragnaroks, de cataclismos hay en cada cultura.

    Un mundo que es un lienzo en blanco, pero en el que no hay artistas. Suelo infértil del cual ni la armonía ni la discordia son capaces de florecer. Verdadera, auténtica maldad.»
    «Moral. ¿Es la moral subjetiva? ¿Hay algo que sea y siempre haya sido considerado universalmente "malvado"? Los más nobles entre nosotros se apresuran con un "no". La moral no es subjetiva. Hay cosas inequívoca e irrevocablemente malvadas. Violencia irracional. Muerte. Son respuestas sencillas, y en cierta manera, correctas. ¿Yo? No, yo no tengo esa respuesta. Tampoco sé si quiero tenerla. Lo que tengo es un recuerdo, un resplandor de inspiración. Con los pulmones llenos de agua, la consciencia en el umbral del ahora y el después, pensé en algo. La erradicación de la posibilidad. Eso es lo más cercano a algo universalmente malvado. Historias de apocalipsis, de armagedones, de ragnaroks, de cataclismos hay en cada cultura. Un mundo que es un lienzo en blanco, pero en el que no hay artistas. Suelo infértil del cual ni la armonía ni la discordia son capaces de florecer. Verdadera, auténtica maldad.»
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    — Por el Imperio Sakura, la traición se paga, tu muerte será lenta y dolorosa, y será un recordatorio a no jugar sucio —
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  • ༒☬ Давным-давно... ☬༒

    𝐔𝐧 𝐝í𝐚 𝐝𝐞𝐥𝐞𝐢𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐝𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐢𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐫𝐚í𝐬𝐨; 𝐚𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐫𝐮𝐞𝐛𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐲 á𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨.





    𝙰𝚕𝚎𝚔𝚜𝚎𝚒 𝙺𝚒𝚎𝚟 𝙽𝚘𝚟𝚊𝚔𝚘𝚟 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟷𝟽

    Fue hace mucho tiempo. Había un hombre fuerte, de piel blanca y mirada oscura, que parecía tragarse el abismo más profundo. Un hombre conocido, respetado, admirado y querido.

    Su nombre pasaba de boca en boca en las iglesias que visitaba. Sus donaciones exorbitantes eran como un gran milagro para la ayuda de la Iglesia Católica. Aquellos que tuvieron la suerte de mantener una conversación con él juraban que hablaban con un santo. A pesar de poseer empresas de armas, era una figura pública amada.

    Incluso llegaba a reservar iglesias para oraciones dedicadas a todo su personal. ¿Cómo podrían odiar a ese hombre? Incluso cuando el gobierno les daba la espalda, él tendía la mano a quienes le ofrecían lealtad, sin que ellos supieran que aquel hombre no era más que el mismo diablo con la máscara de un mesías.
    Aquellas reservas no eran más que reuniones para controlar a su gente. El agua bendita caía sobre sus armas, y la religión no era más que una herramienta para engañar a la gente incauta. Sus palabras eran tan dulces como el korovka, mientras que sus amenazas eran tan amargas como el nastoyka.

    Estaba más que involucrado en asuntos de Estado, siendo los políticos su baraja de cartas favorita. Gobernó la tierra helada de Rusia desde las sombras, reemplazando al “Zar”. Utilizaba a los presidentes como títeres de carne y hueso, solo para mantenerlos gobernados y, muy pronto, tomar todo el poder político.

    “𝘏𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 é𝘭”.

    Los enemigos no estaban contentos con su dominio sobre gran parte de Rusia. Su influencia no solo creaba alianzas, sino que también los arrinconaba, obligándolos a comer las sobras que él dejaba.
    Cada noche no era más que un intento de matarlo: veneno, francotiradores y bombas. Sin embargo, este hombre se reía junto con la muerte, como si fuera su amiga de toda la vida, y terminaba con la existencia de aquellos que intentaban asesinarlo.

    Debían tener cuidado, incluso si las reuniones eran secretas. Él siempre se presentaba, y una vez más, cabezas rodaban. A sus enemigos no les agradaba cómo terminaba todo esto. Los rivales se sumaban, y solo entonces surgió una idea:

    “𝘋𝘦𝘣𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳 𝘢𝘭 𝘡𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢”.

    La idea era tan descabellada. Todos en Rusia sabían que él era su hijo más querido, el primogénito de la misma madre rusa.
    Pero, ¿Quién iba a imaginar que solo bastarían la cabeza de una mujer y tres niños para dejarlo completamente débil y loco, hasta el punto en que su padre lo considerara un peligro?

    Los rumores marcaron su sentencia, y un abogado se encargó de sellar su destino por completo.


    A̶l̶e̶k̶s̶e̶i̶ 𝙺𝚒𝚎𝚟 N̶o̶v̶a̶k̶o̶v̶ 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟸𝟻


    Lo tenían aprisionado peor que a un animal. El sonido de las cadenas resonaba en el aire mientras sus muñecas, sujetas por gruesos eslabones, lo mantenían suspendido. Entre sus dientes apretaba una barra de metal que le impedía articular palabra alguna. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No podía saberlo con certeza; no había ni una sola gota de luz que rompiera la oscuridad opresiva de su calvario.

    Las quemaduras recientes en su cuerpo comenzaban a cerrarse lentamente, mientras el olor a carne chamuscada se desvanecía con el pasar de los segundos. Las profundas heridas, de las que aún brotaba sangre, teñían el suelo bajo él. Poco a poco, estas también empezaban a sellarse. Pero el ardor del líquido que le inyectaban en las venas seguía consumiéndolo por dentro, un tormento desesperante que lo llevaba al borde de la locura. Esta vez, las dosis habían aumentado considerablemente, dejando su mente en blanco, inmóvil, incapaz de resistirse a las torturas.

    Las voces eran lo único que lo acompañaban, un eco persistente que lo mantenía aferrado a un frágil hilo de “cordura”. Eran suaves, pero extrañamente irreconocibles, y su cerebro, enredado en el dolor y la confusión. Una mansión incendiada, una mujer extraña que simplemente provocaba el dolor más profundo en su pecho, y personas sin rostro que pasaban fugazmente por su memoria. Nombres, había nombres que no había dejado de repetir en su mente desde que tenía uso de razón, pero que a poco a poco se iban perdiendo con el viento. Si tan solo… si tan solo pudiera recordar quien era en realidad seria mas fácil para él o sin tan solo pudiera morir.
    ༒☬ Давным-давно... ☬༒ 𝐔𝐧 𝐝í𝐚 𝐝𝐞𝐥𝐞𝐢𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐝𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐢𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐫𝐚í𝐬𝐨; 𝐚𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐫𝐮𝐞𝐛𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐲 á𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨. 𝙰𝚕𝚎𝚔𝚜𝚎𝚒 𝙺𝚒𝚎𝚟 𝙽𝚘𝚟𝚊𝚔𝚘𝚟 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟷𝟽 Fue hace mucho tiempo. Había un hombre fuerte, de piel blanca y mirada oscura, que parecía tragarse el abismo más profundo. Un hombre conocido, respetado, admirado y querido. Su nombre pasaba de boca en boca en las iglesias que visitaba. Sus donaciones exorbitantes eran como un gran milagro para la ayuda de la Iglesia Católica. Aquellos que tuvieron la suerte de mantener una conversación con él juraban que hablaban con un santo. A pesar de poseer empresas de armas, era una figura pública amada. Incluso llegaba a reservar iglesias para oraciones dedicadas a todo su personal. ¿Cómo podrían odiar a ese hombre? Incluso cuando el gobierno les daba la espalda, él tendía la mano a quienes le ofrecían lealtad, sin que ellos supieran que aquel hombre no era más que el mismo diablo con la máscara de un mesías. Aquellas reservas no eran más que reuniones para controlar a su gente. El agua bendita caía sobre sus armas, y la religión no era más que una herramienta para engañar a la gente incauta. Sus palabras eran tan dulces como el korovka, mientras que sus amenazas eran tan amargas como el nastoyka. Estaba más que involucrado en asuntos de Estado, siendo los políticos su baraja de cartas favorita. Gobernó la tierra helada de Rusia desde las sombras, reemplazando al “Zar”. Utilizaba a los presidentes como títeres de carne y hueso, solo para mantenerlos gobernados y, muy pronto, tomar todo el poder político. “𝘏𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 é𝘭”. Los enemigos no estaban contentos con su dominio sobre gran parte de Rusia. Su influencia no solo creaba alianzas, sino que también los arrinconaba, obligándolos a comer las sobras que él dejaba. Cada noche no era más que un intento de matarlo: veneno, francotiradores y bombas. Sin embargo, este hombre se reía junto con la muerte, como si fuera su amiga de toda la vida, y terminaba con la existencia de aquellos que intentaban asesinarlo. Debían tener cuidado, incluso si las reuniones eran secretas. Él siempre se presentaba, y una vez más, cabezas rodaban. A sus enemigos no les agradaba cómo terminaba todo esto. Los rivales se sumaban, y solo entonces surgió una idea: “𝘋𝘦𝘣𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳 𝘢𝘭 𝘡𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢”. La idea era tan descabellada. Todos en Rusia sabían que él era su hijo más querido, el primogénito de la misma madre rusa. Pero, ¿Quién iba a imaginar que solo bastarían la cabeza de una mujer y tres niños para dejarlo completamente débil y loco, hasta el punto en que su padre lo considerara un peligro? Los rumores marcaron su sentencia, y un abogado se encargó de sellar su destino por completo. A̶l̶e̶k̶s̶e̶i̶ 𝙺𝚒𝚎𝚟 N̶o̶v̶a̶k̶o̶v̶ 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟸𝟻 Lo tenían aprisionado peor que a un animal. El sonido de las cadenas resonaba en el aire mientras sus muñecas, sujetas por gruesos eslabones, lo mantenían suspendido. Entre sus dientes apretaba una barra de metal que le impedía articular palabra alguna. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No podía saberlo con certeza; no había ni una sola gota de luz que rompiera la oscuridad opresiva de su calvario. Las quemaduras recientes en su cuerpo comenzaban a cerrarse lentamente, mientras el olor a carne chamuscada se desvanecía con el pasar de los segundos. Las profundas heridas, de las que aún brotaba sangre, teñían el suelo bajo él. Poco a poco, estas también empezaban a sellarse. Pero el ardor del líquido que le inyectaban en las venas seguía consumiéndolo por dentro, un tormento desesperante que lo llevaba al borde de la locura. Esta vez, las dosis habían aumentado considerablemente, dejando su mente en blanco, inmóvil, incapaz de resistirse a las torturas. Las voces eran lo único que lo acompañaban, un eco persistente que lo mantenía aferrado a un frágil hilo de “cordura”. Eran suaves, pero extrañamente irreconocibles, y su cerebro, enredado en el dolor y la confusión. Una mansión incendiada, una mujer extraña que simplemente provocaba el dolor más profundo en su pecho, y personas sin rostro que pasaban fugazmente por su memoria. Nombres, había nombres que no había dejado de repetir en su mente desde que tenía uso de razón, pero que a poco a poco se iban perdiendo con el viento. Si tan solo… si tan solo pudiera recordar quien era en realidad seria mas fácil para él o sin tan solo pudiera morir.
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  • Yo ... No le temo a la muerte , todo lo contrario . Me encanta saber más cada día de ella , me encantaría conocerla en persona .
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  • A la entrada del poblado, la líder de la aldea aguardaría con el peso de la preocupación sobre sus hombros. Había enviado un mensaje cargado de urgencia a quien solo conocía por rumores: una viajera, una sombra errante que

    comprendía lo inexplicable.

    Desde el sendero cubierto de escarcha emergía la figura esperada. Una mujer de andar sereno, el cabello negro le caía sobre los hombros, ondeando suavemente con la brisa. Sus ojos recorrerían el entorno con una calma extraña.

    La anciana, en su sabiduría, se acercaría con cautela.
    —Gracias por venir —susurraría, temiendo romper el aire quieto—. No sabemos qué ocurre. La aldea ha sido devorada por el silencio. Adultos y niños ya no hablan, los animales y la montaña han enmudecido… No sabemos qué hacer.

    La forastera permanecería en silencio unos segundos, como si escuchara algo más allá de lo que los demás podían percibir. Asintió sin pronunciar palabra, y comenzaría a recorrer la aldea y a examinar a los afectados. De su caja de madera extrajo una especie de otoscopio tallado, y uno a uno revisó los oídos de los aldeanos. En cada uno de ellos hallaría la misma huella: una sustancia verde amarillenta, viscosa, que brillaba débilmente en la penumbra.

    Frunció el ceño.
    —Se trata de una criatura que se alimenta del... sonido.

    Sin perder tiempo, pidió agua tibia mientras ella sacaba unos triángulos de papel que envolvían un polvo blanco. Mezclaría ambos en una taza y lo vertería en el oído del hombre.

    Lentamente, como si una venda invisible se deshiciera, el opresivo silencio comenzaría a desvanecerse. Las personas afectadas y los familiares estaban sorprendidos.

    —Es sal... Estas criaturas no la soportan.

    Así fue como ordenó que los afectados mojaran sus oídos, y rociaran las casas para evitar futuras afecciones.

    Cuando la calma regresó de forma frágil, la anciana se acercaría a la recién llegada, con la mirada baja y la voz casi quebrada.
    —Gracias… pero hay algo más. No podía decirlo antes. Mi nieta… está enferma. La he mantenido oculta. Sus padres murieron… por lo mismo.

    La mujer de cabello negro la observaría con gravedad y asintió. La anciana la guiaría a una cabaña apartada, donde la niña, frágil y temblorosa, permanecía acurrucada en un rincón oscuro.
    La visitante se arrodillaría frente a ella, y vería sus cuernos pequeños, lo cual la llevaría a examinar más, sobre todo porque los oídos contenían la misma sustancia viscosa, resplandeciente y pegajosa.

    Suspiró muy lentamente. Sabía lo que aquello significaba. La nueva criatura se alimentaba del silencio absoluto que provocó la otra, y no había cura conocida, solo la muerte.

    La anciana habló. —Antes de que mi hija muriera, sus cuernos desaparecieron días antes de irse de este mundo.

    —Una grieta en lo inevitable. Las personas mueren al siguiente invierno tras empezar los síntomas. —Dijo pensativa.

    La mujer mayor se asustó, aún ya sabiéndolo. Pero rápidamente caería en la aceptación. La curandera, en cambio, tenía muchas dudas y pocas respuestas.

    Sin más demora, la errante pediría permiso y se internaría sola en el oscuro bosque. Caminó lejos de la aldea, hasta que el aire se volvió más liviano. Al alzar la mirada, los vio: diminutos destellos de luz adheridos en las copas de los árboles. Eran hermosos.

    La pelinegra se detuvo. Cerró los ojos y permitió que aquellos seres etéreos se deslizaran suavemente en sus oídos.

    Pero no estaba sola. La niña la había seguido a escondidas, arrastrada por la curiosidad y el miedo. Al percatarse, la mujer hablaría con voz serena.

    —Acércate. Tápame los oídos.

    La pequeña titubeó, pero obedeció. Cubriría sus oídos con manos temblorosas. Entonces, un sonido sordo retumbaría, y la sustancia viscosa fue expulsada violentamente de los oídos de la extranjera, como si algo hubiese sido arrancado.

    La mujer abrió los ojos, comprendiendo.

    Sin perder tiempo, regresaron a la aldea. Frente a la anciana, la forastera elevaría sus manos y las colocaría suavemente sobre los oídos de la niña. La reacción fue inmediata. La sustancia verde amarillenta salió despedida, deslizándose como un eco roto. Y los cuernos cayeron sobre los muslos de la infante.

    La líder del poblado observó, atónita. —¿Está… curada?
    La mujer asintió. —No soportan el ruido interior que provoca otra persona, solo el del huésped.

    La anciana abrazaría a su nieta. —¿Cómo puedo pagarte?
    La curandera señalaría los cuernos. —Únicamente esto.

    La niña, con iniciativa, se los entregaría personalmente agradecida, y la viajera los guardaría en una cajita de madera.

    Era un precio muy pequeño. Pero por primera vez en días, el aire vibraba débilmente con el sonido de un suspiro.
    A la entrada del poblado, la líder de la aldea aguardaría con el peso de la preocupación sobre sus hombros. Había enviado un mensaje cargado de urgencia a quien solo conocía por rumores: una viajera, una sombra errante que comprendía lo inexplicable. Desde el sendero cubierto de escarcha emergía la figura esperada. Una mujer de andar sereno, el cabello negro le caía sobre los hombros, ondeando suavemente con la brisa. Sus ojos recorrerían el entorno con una calma extraña. La anciana, en su sabiduría, se acercaría con cautela. —Gracias por venir —susurraría, temiendo romper el aire quieto—. No sabemos qué ocurre. La aldea ha sido devorada por el silencio. Adultos y niños ya no hablan, los animales y la montaña han enmudecido… No sabemos qué hacer. La forastera permanecería en silencio unos segundos, como si escuchara algo más allá de lo que los demás podían percibir. Asintió sin pronunciar palabra, y comenzaría a recorrer la aldea y a examinar a los afectados. De su caja de madera extrajo una especie de otoscopio tallado, y uno a uno revisó los oídos de los aldeanos. En cada uno de ellos hallaría la misma huella: una sustancia verde amarillenta, viscosa, que brillaba débilmente en la penumbra. Frunció el ceño. —Se trata de una criatura que se alimenta del... sonido. Sin perder tiempo, pidió agua tibia mientras ella sacaba unos triángulos de papel que envolvían un polvo blanco. Mezclaría ambos en una taza y lo vertería en el oído del hombre. Lentamente, como si una venda invisible se deshiciera, el opresivo silencio comenzaría a desvanecerse. Las personas afectadas y los familiares estaban sorprendidos. —Es sal... Estas criaturas no la soportan. Así fue como ordenó que los afectados mojaran sus oídos, y rociaran las casas para evitar futuras afecciones. Cuando la calma regresó de forma frágil, la anciana se acercaría a la recién llegada, con la mirada baja y la voz casi quebrada. —Gracias… pero hay algo más. No podía decirlo antes. Mi nieta… está enferma. La he mantenido oculta. Sus padres murieron… por lo mismo. La mujer de cabello negro la observaría con gravedad y asintió. La anciana la guiaría a una cabaña apartada, donde la niña, frágil y temblorosa, permanecía acurrucada en un rincón oscuro. La visitante se arrodillaría frente a ella, y vería sus cuernos pequeños, lo cual la llevaría a examinar más, sobre todo porque los oídos contenían la misma sustancia viscosa, resplandeciente y pegajosa. Suspiró muy lentamente. Sabía lo que aquello significaba. La nueva criatura se alimentaba del silencio absoluto que provocó la otra, y no había cura conocida, solo la muerte. La anciana habló. —Antes de que mi hija muriera, sus cuernos desaparecieron días antes de irse de este mundo. —Una grieta en lo inevitable. Las personas mueren al siguiente invierno tras empezar los síntomas. —Dijo pensativa. La mujer mayor se asustó, aún ya sabiéndolo. Pero rápidamente caería en la aceptación. La curandera, en cambio, tenía muchas dudas y pocas respuestas. Sin más demora, la errante pediría permiso y se internaría sola en el oscuro bosque. Caminó lejos de la aldea, hasta que el aire se volvió más liviano. Al alzar la mirada, los vio: diminutos destellos de luz adheridos en las copas de los árboles. Eran hermosos. La pelinegra se detuvo. Cerró los ojos y permitió que aquellos seres etéreos se deslizaran suavemente en sus oídos. Pero no estaba sola. La niña la había seguido a escondidas, arrastrada por la curiosidad y el miedo. Al percatarse, la mujer hablaría con voz serena. —Acércate. Tápame los oídos. La pequeña titubeó, pero obedeció. Cubriría sus oídos con manos temblorosas. Entonces, un sonido sordo retumbaría, y la sustancia viscosa fue expulsada violentamente de los oídos de la extranjera, como si algo hubiese sido arrancado. La mujer abrió los ojos, comprendiendo. Sin perder tiempo, regresaron a la aldea. Frente a la anciana, la forastera elevaría sus manos y las colocaría suavemente sobre los oídos de la niña. La reacción fue inmediata. La sustancia verde amarillenta salió despedida, deslizándose como un eco roto. Y los cuernos cayeron sobre los muslos de la infante. La líder del poblado observó, atónita. —¿Está… curada? La mujer asintió. —No soportan el ruido interior que provoca otra persona, solo el del huésped. La anciana abrazaría a su nieta. —¿Cómo puedo pagarte? La curandera señalaría los cuernos. —Únicamente esto. La niña, con iniciativa, se los entregaría personalmente agradecida, y la viajera los guardaría en una cajita de madera. Era un precio muy pequeño. Pero por primera vez en días, el aire vibraba débilmente con el sonido de un suspiro.
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  • Normalmente, siempre sentía escalofríos antes de una misión, o algún asalto en batalla... Pero notaba que también mis compañeros se estremecían.
    ¿Miedo? O tal vez la adrenalina, igual que un caballo de carreras antes de lanzarse sobre la puerta de salida...
    Lo que sea, asumía las misiones más difíciles sin temor a la muerte. No porque me sintiera tan valiente como Aquiles, sino porque no tenía tiempo para pensar en la muerte. Siempre sabía que, si lo conseguía, la balanza se inclinaría a nuestro favor, por eso sólo pensaba en la victoria...
    Valiente, o suicida, ¿Qué importaba eso?
    ¿Qué importa ahora?
    Lo único que importaba era sobrevivir...
    Normalmente, siempre sentía escalofríos antes de una misión, o algún asalto en batalla... Pero notaba que también mis compañeros se estremecían. ¿Miedo? O tal vez la adrenalina, igual que un caballo de carreras antes de lanzarse sobre la puerta de salida... Lo que sea, asumía las misiones más difíciles sin temor a la muerte. No porque me sintiera tan valiente como Aquiles, sino porque no tenía tiempo para pensar en la muerte. Siempre sabía que, si lo conseguía, la balanza se inclinaría a nuestro favor, por eso sólo pensaba en la victoria... Valiente, o suicida, ¿Qué importaba eso? ¿Qué importa ahora? Lo único que importaba era sobrevivir...
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