En los corredores del silencio,
donde la nobleza oculta sus temblores,
mis manos —frías como mármol antiguo—
se estremecen al verte llegar.
No necesitas rozarme;
tu sola presencia doblega salones enteros.
Tu mirada, cálida y severa,
corona mi piel con un fuego discreto,
el tipo de fuego que solo los condenados
y los enamorados conocen.
Mi mente… ah, mi mente,
juega sucio entre terciopelos y penumbras;
evoca tu voz como un conjuro heredado,
desata tu sombra sobre mi cuello
con apenas cerrar los ojos.
Y ese ah secreto, íntimo, ancestral,
vibra entre mis costillas
como si caminaras a mi lado,
como si tu esencia reclamara mi destino.
Pero cuando no te escucho,
cuando tu silencio colma los pasillos,
todo se vuelve más pesado,
más difícil,
como si el mundo perdiera su linaje
y mi alma su derecho a respirar.
donde la nobleza oculta sus temblores,
mis manos —frías como mármol antiguo—
se estremecen al verte llegar.
No necesitas rozarme;
tu sola presencia doblega salones enteros.
Tu mirada, cálida y severa,
corona mi piel con un fuego discreto,
el tipo de fuego que solo los condenados
y los enamorados conocen.
Mi mente… ah, mi mente,
juega sucio entre terciopelos y penumbras;
evoca tu voz como un conjuro heredado,
desata tu sombra sobre mi cuello
con apenas cerrar los ojos.
Y ese ah secreto, íntimo, ancestral,
vibra entre mis costillas
como si caminaras a mi lado,
como si tu esencia reclamara mi destino.
Pero cuando no te escucho,
cuando tu silencio colma los pasillos,
todo se vuelve más pesado,
más difícil,
como si el mundo perdiera su linaje
y mi alma su derecho a respirar.
En los corredores del silencio,
donde la nobleza oculta sus temblores,
mis manos —frías como mármol antiguo—
se estremecen al verte llegar.
No necesitas rozarme;
tu sola presencia doblega salones enteros.
Tu mirada, cálida y severa,
corona mi piel con un fuego discreto,
el tipo de fuego que solo los condenados
y los enamorados conocen.
Mi mente… ah, mi mente,
juega sucio entre terciopelos y penumbras;
evoca tu voz como un conjuro heredado,
desata tu sombra sobre mi cuello
con apenas cerrar los ojos.
Y ese ah secreto, íntimo, ancestral,
vibra entre mis costillas
como si caminaras a mi lado,
como si tu esencia reclamara mi destino.
Pero cuando no te escucho,
cuando tu silencio colma los pasillos,
todo se vuelve más pesado,
más difícil,
como si el mundo perdiera su linaje
y mi alma su derecho a respirar.