• Había dormido toda la noche placidame junto al joven peli blanco, sin miedo ni pesadillas.

    Ella despertó antes y se quedó observando al joven que dormía a su lado. Era demasiado lindo y aparentemente era suyo... O eso habían confesado la noche anterior.

    Estaban enamorados igual de locos el uno por el otro, acarició su mejilla suavemente.

    -Porque eres tan lindo...?

    Dijo en voz baja aún recostada a su lado y entre los brazos masculinos.

    Había dormido toda la noche placidame junto al joven peli blanco, sin miedo ni pesadillas. Ella despertó antes y se quedó observando al joven que dormía a su lado. Era demasiado lindo y aparentemente era suyo... O eso habían confesado la noche anterior. Estaban enamorados igual de locos el uno por el otro, acarició su mejilla suavemente. -Porque eres tan lindo...? Dijo en voz baja aún recostada a su lado y entre los brazos masculinos.
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  • 3000 αñσѕ αℓ ησятє. ( 北方 3000 年 )
    Fandom Lord Seventh
    Categoría Original
    ㅤ(景) Jing; como el caballero distinguido que había sido en el pasado, en su primera vida lejana a esta última.

    ㅤ(北) Bei; el norte cardinal que resguarda leyendas, dónde el Inframundo es helado y los demonios no temen perder su nombre y piel.

    ㅤ(渊) Yuan; el abismo profundo dónde las almas se pierden en la oscuridad y el frío cristaliza hasta el más puro sentimiento.

    ㅤTiempo pasado era aquel cuando al final de su primera vida sus ojos habían presenciado un lugar que las leyendas no podían hacer justicia. Miles de relatos del Inframundo se habían plasmado en bambú y papel, desde la eternidad hasta la actualidad, pero ninguno podía preparar a un alma mortal para lo que se encontraría al perder aquel cuerpo mortal. ¿Demonios y fuego?¿fantasmas y cadenas? Eran visiones dantescas y apocalípticas de un tortuoso paraje que espanta hasta al alma más atroz. ¿La realidad? La realidad aún vivía en sus sueños más profundos, lejanos a cualquier escena que los mortales imaginan.

    ㅤOcasiones en la vida lo llevaban a cerrar los ojos y transportarse a una nueva escena dónde podría escuchar el sonido del agua fluir, arruyando sus preocupaciones y guardando en la tierra cada latido de su corazón. Así, tres mil años al este, tres mil al oeste el causal de agua lucía límpido e interminable; el aroma de los lirios de araña recién florecidos impregnaba el lugar, los rojos pétalos decorando la vista de aquel paisaje que se asemejaba a un verdadero paraíso, aquella piedra dónde había dormido sesenta y tres años, una cascada cristalina en la cuál ropajes verdes y cabellera blanca eran reflejadas.

    ㅤUna escena tan palpable y real, ¿Era esto un sueño o nuevamente había abandonado su mortalidad?

    ㅤPasos se movían lentamente, arrastrándose con pesadez, la tela del hanfu típico se sentía tal como la recordaba luego de no haberla usado durante siglos, y en cuanto quedó a orillas de las aguas del olvido, sumergió un pie, seguidamente el otro… El fondo no se divisaba, pero el río no llegaba a cubrir sus tobillos, no obstante el frío del agua helaba hasta la última fibra de su humanidad.

    ㅤUna sensación tan real que aún se debatía entre la realidad y un recuerdo de la muerte.

    ㅤLos lirios de araña se desprendían de todos lados a su alrededor, cayendo arrastradas por una brisa imperceptible, primero serían un par, luego una docena, luego serían cientos, finalmente miles de ellas se esparcieron a su alrededor como una cascada de sangre que lo atrapaba en el centro de un rojo paraje, preguntándose de dónde vendrían tantas de ellas. De sus labios morados escaparía un suspiro tan agotado como ese viejo espíritu que siempre había sido, cerraría sus ojos y despertaría en su cama para comprobar que todo aquello era solo una memoria escondida de lo que alguna vez fue vivir la muerte… Volvería a su cama, a su casa y su pecho se hundiría al recordar que solo esta vida quedaba.

    ㅤNo.

    ㅤAlgo era diferente esta vez.

    ㅤOcasiones en la vida lo llevaban a cerrar los ojos y transportarse a una nueva escena dónde podría escuchar el sonido del agua fluir, arruyando sus preocupaciones y guardando en la tierra cada latido de su corazón. Así, tres mil años al este, tres mil al oeste el causal de agua lucía límpido e interminable, la próxima vez que parpadeara, todo aquello se perdería en un recuerdo y volvería a su hogar… Pero esta vez algo era diferente.

    ㅤEl aroma a lirios aún se colaba por su nariz, tan fuerte como nunca, y entre el sonido del agua que desconocidamente galopaba furiosa podía escuchar que algo cortaba su paso y se acercaba a él. En tantos años, nunca se había cruzado con otra alma en su paraje onírico. Entonces, ¿esto en verdad se trataba de un sueño?

    ㅤSu cuerpo se tornó papel; tan frágil que el viento parecía querer arrastrarlo consigo. Sus pies parecían estáticos, clavados a algo invisible que no le dejaba huir. Poco a poco era capaz de sentir como el agua subía, primero hasta la mitad de sus piernas, luego hasta sus rodillas y en cuestión de tiempo su pecho se apretaba bajo una incomprensible presión, robando su aliento, inmovilizando cada extremidad.

    ㅤEn profundidad inhaló justo antes de que sus ojos se abrieran. Una lluvía de flores carmesí le rodeaba y en la cercanía una figura totalmente negra se acercaba, tan lenta que parecía el dueño del tiempo, tan imponente que con solo verla de costado su alma temía y su corazón temblaba y con cada paso que daba, más y más se hundía en aquella corriente que parecía no ir más allá de la visible superficie.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ… Tres pasos… ㅤ

    ㅤAtrapado hasta el cuello se sentía perdido, tan perdido como la primera vez que en aquel lugar se había encontrado. Desolado como un espíritu que es obligado a ir en contra de su destino. Una fuerte tos se escapó, llenando su boca con un sabor metálico, el agua que lucía impecable la primera vez se teñía de motas bermellón que abandonaban su cuerpo y se fusionaba con los pétalos de araña.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ… Dos pasos… ㅤ

    ㅤAquel sabor era familiar, recordado de la guerra, de cada vida perdida, de cada espada que lo había atravesado. Reconocía la sangre, reconocía el dolor, rápidamente opacados quedaron estas sensaciones, dando paso a un gusto dulce que lavaba hasta la última gota de pena que saboreaba su lengua. El agua ahora llegaba hasta sus labios, besando la sensación fría de diez mil cuchillas atravesando cada músculo se su cuerpo.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ… Un paso …

    ㅤUna sombra se cernía sobre los patéticos vestigios que quedaban a flote de su persona; oscura y pesada era esta presencia que lo hacía sentir aún más pequeño de lo que podría ser en aquel lugar. La esencia floral se había desvanecido, sus pulmones se sentían llenos al contener la respiración, se encontraba hundido hasta la nariz, solo el gris de sus ojos se encontraba por sobre la superficie. Una mirada de reojo, túnicas negras se habían detenido a su lado, un silbido ahogado se introducía en la poca audición que era capaz de percibir y lo último que su mirada logró distinguir fue una mano pálida que lo empujó hasta su final.

    ㅤEso era todo.

    ㅤEn su memoria no recordaba haber estado tan a fondo en aquellas aguas, tan profundas como el olvido en sí. Inmóvil en ellas, todo lo que se encontraba a su alrededor era oscuridad, nada era visible a su alrededor, ningún rastro de aquel paisaje de ensueño que en cada recóndito de su mente se encontraba cuando anhelaba algún escape, ningún rastro de aquella figura negra que tan familiar se le hacía ahora que lo pensaba. Solo era él, flotando en calma debajo de la corriente del río del olvido. ㅤ

    ㅤJing; el noble caballero que había sido en el pasado, ahora quedaba enterrado en la desmemoria.

    ㅤBei; el norte cardinal, ahora atrapado entre la corriente del este y el oeste, dejando que la vida se escapara de sus pulmones, se preguntaba si alguna vez en realidad había escapado de la muerte.

    ㅤYuan; que significaba abismo profundo, ¿Había sido su nombre una premonición de su futuro? Parecía que su destino era ese; profundidad, oscuridad, desesperanza …

    ㅤAquel nombre que alguna vez fue distinguido ¿Moriría en lo que alguna vez había representado?

    ㅤFrígida soledad sería su tumba y su alma sería devuelta a la madre tierra que lo había visto nacer, BeiYuan había sucumbido a su destino, a decir verdad, lo había esperado mucho tiempo pero ¿Por qué de este modo?.

    ㅤUn último suspiro, una última lágrima antes de abrazar su final. Y en aquella penumbra un par de manos cubrieron sus ojos desde atrás, provocando que aquel corazón paralizado diera un salto, escapando de él un latido abandonado; una voz familiar, causante de su pena ahora susurraba en su oído palabras indistinguibles, un mucito imperceptible que libraba su pecho del peso de la aflicción y de repente su cuerpo pesaba lo mismo que una hoja.

    ㅤSu cuerpo se alzó bruscamente tosiendo con violencia al punto de caer de la cama. Agua se extendía por el suelo debajo de sus palmas escapando totalmente de sus pulmones hasta que finalmente era capaz de respirar con agitación, en su hogar, en su conocida habitación, escuchando la respiración de su pareja que reposaba del otro lado de la cama, nuevamente era él, nuevamente sentía cada parte de sí, era consciente de cada signo vital, respiraba al final. Aún así, su mente no abandonaba la sensación de realidad, aquella fina línea que lo separaba del reino de los vivos y de los muertos parecía haberse desvanecido un instante, perdiéndose en aquellos difusos límites que ya no creía conocer.
    ㅤ(景) Jing; como el caballero distinguido que había sido en el pasado, en su primera vida lejana a esta última. ㅤ(北) Bei; el norte cardinal que resguarda leyendas, dónde el Inframundo es helado y los demonios no temen perder su nombre y piel. ㅤ(渊) Yuan; el abismo profundo dónde las almas se pierden en la oscuridad y el frío cristaliza hasta el más puro sentimiento. ㅤTiempo pasado era aquel cuando al final de su primera vida sus ojos habían presenciado un lugar que las leyendas no podían hacer justicia. Miles de relatos del Inframundo se habían plasmado en bambú y papel, desde la eternidad hasta la actualidad, pero ninguno podía preparar a un alma mortal para lo que se encontraría al perder aquel cuerpo mortal. ¿Demonios y fuego?¿fantasmas y cadenas? Eran visiones dantescas y apocalípticas de un tortuoso paraje que espanta hasta al alma más atroz. ¿La realidad? La realidad aún vivía en sus sueños más profundos, lejanos a cualquier escena que los mortales imaginan. ㅤOcasiones en la vida lo llevaban a cerrar los ojos y transportarse a una nueva escena dónde podría escuchar el sonido del agua fluir, arruyando sus preocupaciones y guardando en la tierra cada latido de su corazón. Así, tres mil años al este, tres mil al oeste el causal de agua lucía límpido e interminable; el aroma de los lirios de araña recién florecidos impregnaba el lugar, los rojos pétalos decorando la vista de aquel paisaje que se asemejaba a un verdadero paraíso, aquella piedra dónde había dormido sesenta y tres años, una cascada cristalina en la cuál ropajes verdes y cabellera blanca eran reflejadas. ㅤUna escena tan palpable y real, ¿Era esto un sueño o nuevamente había abandonado su mortalidad? ㅤPasos se movían lentamente, arrastrándose con pesadez, la tela del hanfu típico se sentía tal como la recordaba luego de no haberla usado durante siglos, y en cuanto quedó a orillas de las aguas del olvido, sumergió un pie, seguidamente el otro… El fondo no se divisaba, pero el río no llegaba a cubrir sus tobillos, no obstante el frío del agua helaba hasta la última fibra de su humanidad. ㅤUna sensación tan real que aún se debatía entre la realidad y un recuerdo de la muerte. ㅤLos lirios de araña se desprendían de todos lados a su alrededor, cayendo arrastradas por una brisa imperceptible, primero serían un par, luego una docena, luego serían cientos, finalmente miles de ellas se esparcieron a su alrededor como una cascada de sangre que lo atrapaba en el centro de un rojo paraje, preguntándose de dónde vendrían tantas de ellas. De sus labios morados escaparía un suspiro tan agotado como ese viejo espíritu que siempre había sido, cerraría sus ojos y despertaría en su cama para comprobar que todo aquello era solo una memoria escondida de lo que alguna vez fue vivir la muerte… Volvería a su cama, a su casa y su pecho se hundiría al recordar que solo esta vida quedaba. ㅤNo. ㅤAlgo era diferente esta vez. ㅤOcasiones en la vida lo llevaban a cerrar los ojos y transportarse a una nueva escena dónde podría escuchar el sonido del agua fluir, arruyando sus preocupaciones y guardando en la tierra cada latido de su corazón. Así, tres mil años al este, tres mil al oeste el causal de agua lucía límpido e interminable, la próxima vez que parpadeara, todo aquello se perdería en un recuerdo y volvería a su hogar… Pero esta vez algo era diferente. ㅤEl aroma a lirios aún se colaba por su nariz, tan fuerte como nunca, y entre el sonido del agua que desconocidamente galopaba furiosa podía escuchar que algo cortaba su paso y se acercaba a él. En tantos años, nunca se había cruzado con otra alma en su paraje onírico. Entonces, ¿esto en verdad se trataba de un sueño? ㅤSu cuerpo se tornó papel; tan frágil que el viento parecía querer arrastrarlo consigo. Sus pies parecían estáticos, clavados a algo invisible que no le dejaba huir. Poco a poco era capaz de sentir como el agua subía, primero hasta la mitad de sus piernas, luego hasta sus rodillas y en cuestión de tiempo su pecho se apretaba bajo una incomprensible presión, robando su aliento, inmovilizando cada extremidad. ㅤEn profundidad inhaló justo antes de que sus ojos se abrieran. Una lluvía de flores carmesí le rodeaba y en la cercanía una figura totalmente negra se acercaba, tan lenta que parecía el dueño del tiempo, tan imponente que con solo verla de costado su alma temía y su corazón temblaba y con cada paso que daba, más y más se hundía en aquella corriente que parecía no ir más allá de la visible superficie. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ… Tres pasos… ㅤ ㅤAtrapado hasta el cuello se sentía perdido, tan perdido como la primera vez que en aquel lugar se había encontrado. Desolado como un espíritu que es obligado a ir en contra de su destino. Una fuerte tos se escapó, llenando su boca con un sabor metálico, el agua que lucía impecable la primera vez se teñía de motas bermellón que abandonaban su cuerpo y se fusionaba con los pétalos de araña. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ… Dos pasos… ㅤ ㅤAquel sabor era familiar, recordado de la guerra, de cada vida perdida, de cada espada que lo había atravesado. Reconocía la sangre, reconocía el dolor, rápidamente opacados quedaron estas sensaciones, dando paso a un gusto dulce que lavaba hasta la última gota de pena que saboreaba su lengua. El agua ahora llegaba hasta sus labios, besando la sensación fría de diez mil cuchillas atravesando cada músculo se su cuerpo. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ… Un paso … ㅤUna sombra se cernía sobre los patéticos vestigios que quedaban a flote de su persona; oscura y pesada era esta presencia que lo hacía sentir aún más pequeño de lo que podría ser en aquel lugar. La esencia floral se había desvanecido, sus pulmones se sentían llenos al contener la respiración, se encontraba hundido hasta la nariz, solo el gris de sus ojos se encontraba por sobre la superficie. Una mirada de reojo, túnicas negras se habían detenido a su lado, un silbido ahogado se introducía en la poca audición que era capaz de percibir y lo último que su mirada logró distinguir fue una mano pálida que lo empujó hasta su final. ㅤEso era todo. ㅤEn su memoria no recordaba haber estado tan a fondo en aquellas aguas, tan profundas como el olvido en sí. Inmóvil en ellas, todo lo que se encontraba a su alrededor era oscuridad, nada era visible a su alrededor, ningún rastro de aquel paisaje de ensueño que en cada recóndito de su mente se encontraba cuando anhelaba algún escape, ningún rastro de aquella figura negra que tan familiar se le hacía ahora que lo pensaba. Solo era él, flotando en calma debajo de la corriente del río del olvido. ㅤ ㅤJing; el noble caballero que había sido en el pasado, ahora quedaba enterrado en la desmemoria. ㅤBei; el norte cardinal, ahora atrapado entre la corriente del este y el oeste, dejando que la vida se escapara de sus pulmones, se preguntaba si alguna vez en realidad había escapado de la muerte. ㅤYuan; que significaba abismo profundo, ¿Había sido su nombre una premonición de su futuro? Parecía que su destino era ese; profundidad, oscuridad, desesperanza … ㅤAquel nombre que alguna vez fue distinguido ¿Moriría en lo que alguna vez había representado? ㅤFrígida soledad sería su tumba y su alma sería devuelta a la madre tierra que lo había visto nacer, BeiYuan había sucumbido a su destino, a decir verdad, lo había esperado mucho tiempo pero ¿Por qué de este modo?. ㅤUn último suspiro, una última lágrima antes de abrazar su final. Y en aquella penumbra un par de manos cubrieron sus ojos desde atrás, provocando que aquel corazón paralizado diera un salto, escapando de él un latido abandonado; una voz familiar, causante de su pena ahora susurraba en su oído palabras indistinguibles, un mucito imperceptible que libraba su pecho del peso de la aflicción y de repente su cuerpo pesaba lo mismo que una hoja. ㅤSu cuerpo se alzó bruscamente tosiendo con violencia al punto de caer de la cama. Agua se extendía por el suelo debajo de sus palmas escapando totalmente de sus pulmones hasta que finalmente era capaz de respirar con agitación, en su hogar, en su conocida habitación, escuchando la respiración de su pareja que reposaba del otro lado de la cama, nuevamente era él, nuevamente sentía cada parte de sí, era consciente de cada signo vital, respiraba al final. Aún así, su mente no abandonaba la sensación de realidad, aquella fina línea que lo separaba del reino de los vivos y de los muertos parecía haberse desvanecido un instante, perdiéndose en aquellos difusos límites que ya no creía conocer.
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  • Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo.

    Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor mío, habíamos amado.


    Escucha el sonido del remo al cortar sus aguas. Y en las tardes de invierno cuando la fantasía sueña en el crepitar de la chimenea, en sus oídos de viejos enamorados el río de su amor canta en los juncos.

    Oh amor mío, amemos el pasado pues algún día fuimos felices, y algún día nos amamos.
    Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo. Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor mío, habíamos amado. Escucha el sonido del remo al cortar sus aguas. Y en las tardes de invierno cuando la fantasía sueña en el crepitar de la chimenea, en sus oídos de viejos enamorados el río de su amor canta en los juncos. Oh amor mío, amemos el pasado pues algún día fuimos felices, y algún día nos amamos.
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  • •no tenemos que estar enamorados...no..no tengo que ser la indicada...no...solo quiero ser una de tus chicas esta noche •
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  • Recuerdo bien el día que admiti estar enamorado de Alexandra... Tendríamos 12 y 16 años respectivamente, mi padre me había obligado a cortejar a la hija mayor de los Selene, era hermosa no lo podía negar y si, algo me intrigaba de ella pero hasta ese momento nunca había sentido nada más allá, o eso me repetía, sentía una ligera atracción por su cara bonita así como la forma en que bailaba que me hipnotizaba y la forma en que mi cuerpo ardía cuando la tenía cerca era solo una reacción de puberto, o eso me decía un.

    Aquel día la invite a tener un pequeño picnic en el jardín de sus padres, la estaba contejando a pesar de no agradarle del todo a la familia Selene sin embargo le agradaba a mi hermosa Alexandra y eso era suficiente.

    -Entonces...¿cuál es tu leyenda favorita Ian?...

    Me preguntó de manera dulce, sus ojos eran hermosos y la forma en que su cabello se regaba por el pasto mientras su cabeza descansaba sobre mi pierna era un espectáculo.

    -Me gustan las historias sobre la pelea y el equilibrio entre la luz y la oscuridad...- Dije sin dejar de admirarla, una sensación desconocida se iba apoderando de mi pecho, como si algo dentro hiciera click. Ella me sonrió suavemente y una calidez inundó mi cuerpo, era como ver un ángel. -¿Tu tienes una historia favorita?

    Sus ojos brillaron con emoción tras aquella pregunta, era apenas una niña y yo en definitiva era mayor, pero estando con ella me sentia un crío y por increíble que paresca me encantaba esa sensación.

    -Por supuesto, amo la historia de los hijos de la luna, es la favorita de mi abuela y ella me la cuenta siempre...

    La mayor de los Selene, su abuela era la guardiana de la biblioteca sagrada, una tarea que la hermosa joven a mi lado heredaría con el tiempo.

    -No conozco del todo aquella historia, me la contarias Lexy... - le dije con sinceridad, no lo quería admitir siempre decía que no me gustaba la joven pero era solo una mentira que decía para no darle el poder sobre mi.

    -Bueno en ese caso te la contaré.- dijo con una sonrisa que hizo dar un vuelco a mi corazón, "como alguien podía ser tan hermosa, perfecta, inteligente... Por Selene deja de pensar esa cosa, Alexandra no me gusta." Me reprendia mentalmente, ella comenzó a contar la historia con aquella melodiosa voz que tenía.
    -En un principio todo era vacío, pero de repente surgió la luz, la vida, la creación, sin embargo todo debe tener equilibrio así que con ellos nació la oscuridad, la muerte y la destrucción, hermanos de una misma energía se volvieron seres de infinito poder, en conjunto crearon cada cosa que existe en el mundo, la creación y la destrucción fueron dando lugar a cada detalle como el cielo, nacido de la luz y la oscuridad.- Estaba embobado mirando sus labios mientras escuchaba atento la historia que contaba.- La tierra, el mar, los animales creados por la vida, dándoselas de regalo  a la muerte cuando les llegara el momento. Los años pasaron y nuevas deidades nacieron uniéndose al resto, el cielo tuvo 3 hijos a quienes les dieron sus propias tareas, el sol, la luna y las estrellas, Selene, hija del cielo y diosa de la luna, encargada de velar por las noches de los seres del mundo, vería los años pasar por la tierra, así como a los demás dioses tener hijos en este mundo, al ver que los humanos comenzaron a rendirle culto los bendijo con habilidades mágicas, naciendo así las hadas y elfos de luna.

    Cómo alguien podía simplemente verse como ella lo hacía mientras contaba una historia, jamás había escuchado la versión tan larga y detalla de aquella leyenda. Pase saliva al ver cómo se detuvo para lamer sus labios y continuar hablando.- Pero un día bajo a la tierra viendo que carecían de guía y protecion decidió darles darles una parte de ella, sus amados hijos, enviándolos a la tierra con la misión de guiar, proteger y cuidar al pueblo de la luna, siendo superiores en habilidades, de cabello platinado, ojos azules y piel blanca como la nieve, eran inconfundibles con otros seguidores de la luna, como todos los hijos de dioses, tuvieron hijos con mortales, dando lugar al linaje de la luna, pero solo algunos eran bendecidos con las habilidades y características físicas de la diosa, a estos se les llamaba hijos de la luna.

    Sonrió de forma dulce sonrojandose ligera para continuar su relató, dejándome en shock al oír aquella parte que nadie me habia contando nunca.- Algunos creen que los dioses unen las almas de unos cuantos para encontrarse en la tierra, no era de extrañar que siempre dos hijos de la luna terminaran enamorados. Enviados del cielo elegidos por la madre luna para estar juntos, con un amor inquebrantable y puro, capas de vencer cualquier adversidad.

    Eso era la explicación que me faltaba, la luna nos había destinado a estar juntos, por eso Alexandra tenía todo el control sobre mi. El como me sentí cuando la miraba o la calidez que se apoderaba de mi cuando ella me tocaba. No podía seguir negando que estaba perdidamente enamorado de aquella joven.

    Cuando termino su historia solo pude hacer algo, la bese, aquel era mi primer beso y estoy seguro que también era el de ella. Me entregué a mis sentimientos por ella en aquel beso.

    Alexandra ahora era mi dueña, la única mujer que podría hacerme sentir tan feliz y desesperado, ese día jure que pasaría el resto de mi vida a su lado y la protegería de todo. Jamás pensé que tendría que protejerla de mi propia oscuridad.
    Recuerdo bien el día que admiti estar enamorado de Alexandra... Tendríamos 12 y 16 años respectivamente, mi padre me había obligado a cortejar a la hija mayor de los Selene, era hermosa no lo podía negar y si, algo me intrigaba de ella pero hasta ese momento nunca había sentido nada más allá, o eso me repetía, sentía una ligera atracción por su cara bonita así como la forma en que bailaba que me hipnotizaba y la forma en que mi cuerpo ardía cuando la tenía cerca era solo una reacción de puberto, o eso me decía un. Aquel día la invite a tener un pequeño picnic en el jardín de sus padres, la estaba contejando a pesar de no agradarle del todo a la familia Selene sin embargo le agradaba a mi hermosa Alexandra y eso era suficiente. -Entonces...¿cuál es tu leyenda favorita Ian?... Me preguntó de manera dulce, sus ojos eran hermosos y la forma en que su cabello se regaba por el pasto mientras su cabeza descansaba sobre mi pierna era un espectáculo. -Me gustan las historias sobre la pelea y el equilibrio entre la luz y la oscuridad...- Dije sin dejar de admirarla, una sensación desconocida se iba apoderando de mi pecho, como si algo dentro hiciera click. Ella me sonrió suavemente y una calidez inundó mi cuerpo, era como ver un ángel. -¿Tu tienes una historia favorita? Sus ojos brillaron con emoción tras aquella pregunta, era apenas una niña y yo en definitiva era mayor, pero estando con ella me sentia un crío y por increíble que paresca me encantaba esa sensación. -Por supuesto, amo la historia de los hijos de la luna, es la favorita de mi abuela y ella me la cuenta siempre... La mayor de los Selene, su abuela era la guardiana de la biblioteca sagrada, una tarea que la hermosa joven a mi lado heredaría con el tiempo. -No conozco del todo aquella historia, me la contarias Lexy... - le dije con sinceridad, no lo quería admitir siempre decía que no me gustaba la joven pero era solo una mentira que decía para no darle el poder sobre mi. -Bueno en ese caso te la contaré.- dijo con una sonrisa que hizo dar un vuelco a mi corazón, "como alguien podía ser tan hermosa, perfecta, inteligente... Por Selene deja de pensar esa cosa, Alexandra no me gusta." Me reprendia mentalmente, ella comenzó a contar la historia con aquella melodiosa voz que tenía. -En un principio todo era vacío, pero de repente surgió la luz, la vida, la creación, sin embargo todo debe tener equilibrio así que con ellos nació la oscuridad, la muerte y la destrucción, hermanos de una misma energía se volvieron seres de infinito poder, en conjunto crearon cada cosa que existe en el mundo, la creación y la destrucción fueron dando lugar a cada detalle como el cielo, nacido de la luz y la oscuridad.- Estaba embobado mirando sus labios mientras escuchaba atento la historia que contaba.- La tierra, el mar, los animales creados por la vida, dándoselas de regalo  a la muerte cuando les llegara el momento. Los años pasaron y nuevas deidades nacieron uniéndose al resto, el cielo tuvo 3 hijos a quienes les dieron sus propias tareas, el sol, la luna y las estrellas, Selene, hija del cielo y diosa de la luna, encargada de velar por las noches de los seres del mundo, vería los años pasar por la tierra, así como a los demás dioses tener hijos en este mundo, al ver que los humanos comenzaron a rendirle culto los bendijo con habilidades mágicas, naciendo así las hadas y elfos de luna. Cómo alguien podía simplemente verse como ella lo hacía mientras contaba una historia, jamás había escuchado la versión tan larga y detalla de aquella leyenda. Pase saliva al ver cómo se detuvo para lamer sus labios y continuar hablando.- Pero un día bajo a la tierra viendo que carecían de guía y protecion decidió darles darles una parte de ella, sus amados hijos, enviándolos a la tierra con la misión de guiar, proteger y cuidar al pueblo de la luna, siendo superiores en habilidades, de cabello platinado, ojos azules y piel blanca como la nieve, eran inconfundibles con otros seguidores de la luna, como todos los hijos de dioses, tuvieron hijos con mortales, dando lugar al linaje de la luna, pero solo algunos eran bendecidos con las habilidades y características físicas de la diosa, a estos se les llamaba hijos de la luna. Sonrió de forma dulce sonrojandose ligera para continuar su relató, dejándome en shock al oír aquella parte que nadie me habia contando nunca.- Algunos creen que los dioses unen las almas de unos cuantos para encontrarse en la tierra, no era de extrañar que siempre dos hijos de la luna terminaran enamorados. Enviados del cielo elegidos por la madre luna para estar juntos, con un amor inquebrantable y puro, capas de vencer cualquier adversidad. Eso era la explicación que me faltaba, la luna nos había destinado a estar juntos, por eso Alexandra tenía todo el control sobre mi. El como me sentí cuando la miraba o la calidez que se apoderaba de mi cuando ella me tocaba. No podía seguir negando que estaba perdidamente enamorado de aquella joven. Cuando termino su historia solo pude hacer algo, la bese, aquel era mi primer beso y estoy seguro que también era el de ella. Me entregué a mis sentimientos por ella en aquel beso. Alexandra ahora era mi dueña, la única mujer que podría hacerme sentir tan feliz y desesperado, ese día jure que pasaría el resto de mi vida a su lado y la protegería de todo. Jamás pensé que tendría que protejerla de mi propia oscuridad.
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  • ⸝ᐟ𝑇𝘩𝑒 𝑝𝑎𝑡𝘩 𝑡𝑜 𝑡𝘩𝑒 𝑓𝑖𝑟𝑒 𝑜𝑓 𝑏𝑒𝑖𝑛𝑔.ˏ⸝
    Fandom 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒 𝑂𝑓 𝑇𝘩𝑒 𝐷𝑟𝑎𝑔𝑜𝑛
    Categoría Romance
    ❛Lo⳽ ᥴɩᥱꙆo⳽ ⳽ᥱ ᥴɩᥱɾᥒᥱᥒ ⳽oᑲɾᥱ Ꙇo⳽ ᑯɾᥲɠoᥒᥱ⳽.
    EꙆ ᥲꙆᑲᥲ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲ ᥙᥒ ⳽ᥲɠᥲⱬ ᥲຕᥲᥒᥱᥴᥱɾ.
    Nᥙᑲᥱ⳽ ᥲꙆⱬᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoຕo Ꙇᥲ ᥱ⳽ρᥙຕᥲ ᑯᥱꙆ ຕᥲɾ.
    Cᥲᑯᥱᥒᥲ⳽ ɾᥱ⳽oᥒᥲᥒᑯo ρoɾ toᑯo ᥱꙆ Ꙇᥙɠᥲɾ.
    EꙆɩຕɩᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ϙᥙɩᥱtᥙᑯ ᑯᥱꙆ ᥲຕᑲɩᥱᥒtᥱ.
    E⳽Ꙇᥲᑲoᥒᥱ⳽ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ⳽oᥒᥲtᥲ ᑯɩᥙɾᥒᥲ.

    MᥱꙆoᑯɩ́ᥲ⳽ ᥲρᥲɠᥲᑯᥲ⳽ ρoɾ ᥙᥒᥲ ɾᥱꙆᥲᥴɩóᥒ ᑯɩᥴtᥲᑯᥲ.
    Cóᥒყᥙɠᥱ ᥲ Ꙇᥲ ʋɩ⳽tᥲ ᑯᥱ Ꙇo⳽ ᑯɩo⳽ᥱ⳽.
    Eᥒᥱຕɩɠo⳽ ᥲ oʝo⳽ ƒᥲຕɩꙆɩᥲɾᥱ⳽.
    Vᥱɾᑯᥱ ყ ᥒᥱɠɾo, ᥴoꙆoɾᥱ⳽.
    Iຕρɾoρɩo⳽ ρᥲɾᥲ ᥱꙆ ᥲຕoɾ.
    Toᑯo ᑯɩᥴtᥲຕɩᥒᥲᑲᥲ ᥲꙆ ᥲɾᑯɩᥱᥒtᥱ ƒᥙᥱɠo.
    Dᥱ⳽ຕoɾoᥒᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ρɩꙆᥲɾᥱ⳽ ຕᥲɾɩtᥲꙆᥱ⳽.
    Oᑲʋɩᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ᥱ⳽tᥲtᥙto⳽ ᑯɩʋɩᥒo⳽.
    Sɩᥒ ɩຕρoɾtᥲɾ Ꙇo⳽ ⳽ᥱᥒtɩᑯo⳽.
    Dᥱ⳽tɾᥙყᥱᥒᑯo Ꙇᥲ ɩᥒoᥴᥱᥒᥴɩᥲ.
    Pᥲɾᥲᥒᑯo ᥱꙆ Ꙇᥲtɩᑯo.
    Poɾ ᥙᥒᥲ ⳽ɩຕρꙆᥱ ɾᥲⱬóᥒ.
    Lᥲ ᥱxtɩɾρᥲᥴɩóᥒ ᑯᥱꙆ ᥴoɾᥲⱬóᥒ.
    Nᥱᥴᥱ⳽ᥲɾɩo ρᥲɾᥲ ʋɩʋɩɾ.
    Y tᥲᥒ ƒᥲ́ᥴɩꙆ ᑯᥱ ᑯᥲᥒ̃ᥲɾ.
    Pɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ყ ρɾɩᥒᥴᥱ⳽ᥲ.
    Coᥒʋɩʋɩᥱᥒᑯo ρoɾ ᥙᥒ ᑲɩᥱᥒ.
    Lᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ɩᥒtᥱᥒtᥲᥒᑯo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩɾ.
    Lᥲ ρoᥴᥲ ᥱᥒtᥱɾᥱⱬᥲ ᑯᥱꙆ ᖾoຕᑲɾᥱ.
    Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥲ ⳽ᥙ ᥲຕoɾ ɩຕρo⳽ɩᑲꙆᥱ.
    Hᥲᥴɩᥱ́ᥒᑯoꙆo ᑯᥱ ƒoɾຕᥲ ᥱxᥴᥱρᥴɩoᥒᥲꙆ: ρo⳽ɩᑲꙆᥱ.

    ¿Poɾ ϙᥙᥱ́ Ꙇᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ᥒo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩ́ᥲᥒ ᥱꙆ ⳽ᥱɾ?.
    EꙆ ρɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ⳽ᥱ ຕᥲᥒtᥱᥒɩ́ᥲ ƒɩɾຕᥱ ᥱᥒ ⳽ᥙ ρ⳽ɩϙᥙᥱ.
    Gɾᥲᥴɩᥲ⳽ ᥲ Ꙇᥲ ƒᥱꙆɩᥴɩᑯᥲᑯ ⳽ᥱᥒtɩᑯᥲ.
    Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoᥒ toᑯᥲ⳽ ⳽ᥙ⳽ ƒᥙᥱɾⱬᥲ⳽.
    A Ꙇᥲ Ꙇᥙⱬ ϙᥙᥱ ᥱຕᥲᥒᥲᑲᥲ ᑯᥱ ᥱꙆꙆᥲ.
    Sɩᥱຕρɾᥱ ᥱꙆ ᥲຕoɾ ᑯᥱ ⳽ᥙ ʋɩᑯᥲ.
    EᥒᥴᥲɾᥴᥱꙆᥲᑯo ρoɾ ⳽ᥙ⳽ ᥱຕoᥴɩoᥒᥱ⳽.
    Lᥙᥴᖾᥲᥒᑯo ᖾᥲ⳽tᥲ ᥱꙆ ƒɩᥒᥲꙆ ᑯᥱꙆ ᥱ⳽tᥱɾtoɾ.
    Dᥱ ᥙᥒ ᥒᥙᥱʋo ᑯɩ́ᥲ ʝᥙᥒto ᥲ Ꙇᥲ ᥲຕᥲᑯᥲ.
    Eຕρᥱᑯɾᥲᑯo ᥱ⳽ ᥱꙆ ⳽ᥱᥒᑯᥱɾo.
    Aᥙᥒϙᥙᥱ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ⳽ᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ.
    AꙆຕᥲ⳽ ρoɾ ᥱꙆ ᥱtᥱɾᥒo.
    Sᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ ρoɾ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ᥱᥒ ƒᥙᥱɠo.❜

    ⸻ La vista de Aegon se estaba encontrando ya agotada, mezclaba las letras entre sí. Su visión captaba una enorme mancha de tinta, indescifrable. Por este motivo, decidió cerrar el libro. Con la mano apoyada en la tapa, ejerció un poco de fuerza para confinar el cuero de la tapa con las hojas. Para finalmente, acariciar el lomo gastado por el paso del tiempo, leyendo por última vez el título del libro: ❛𝙋𝙧𝙤𝙛𝙚𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙞𝙘𝙩𝙖𝙢𝙞𝙣𝙖𝙙𝙖𝙨 𝙖 𝙡𝙤 𝙡𝙖𝙧𝙜𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖❜. Al darle aquel vistazo de soslayo, se levantó de la silla donde se encontraba hace unos segundos leyendo y depositó el libro en su lugar de reposo, una enorme estantería se alzaba por toda la habitación, centenares de libros: que se fueron escribiendo a lo largo de la historia. Había tanto conocimiento en aquellas hileras de libros, donde poco a poco; Aegon se sentía cada vez más cómodo. Era un hábito desde hace unas semanas, que el príncipe se dirigiera todas las noches, después de cenar. Para tomarse un tiempo y envolverse en una lectura de lo más didáctica, al habituarse a hacer esa tarea, aprendía innumerables conocimientos. De esta manera, prepararse para formar parte del consejo de su esposa. Pudiendo así ayudarla de forma más eficaz y poder desahogarla de todo el trabajo que fuera posible. Aprovechando así, el tiempo libre que tenía, luego de dejar a sus hijos en sus respectivos lechos de descanso. Haciendo tiempo, hasta que su esposa terminase de trabajar. Deseaba que aquella noche, el sueño lo esquivase hasta ver a la princesa: pues llevaba todo el día sin verla y tenía la necesidad de ver sus orbes morados, llenos de fuego y la sonrisa deslumbrante, que siempre recibía cada vez que se veían. Momentos de grandes dificultades, el tiempo marital se veía realmente coartado por los quehaceres de la princesa. Claramente no se sentía molesto, todo lo contrario: se sentía orgulloso de su esposa, será una gran reina. Pensaba continuamente, causando que una boba sonrisa, apareciera en las comisuras de sus labios; 𝐿𝑎 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎, 𝑚𝑖 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎.

    Con aquel pensamiento, dejó la biblioteca atrás, dirigiéndose hacia los aposentos conyugales. Pasos decididos, zancadas resonantes contra las paredes de piedra, anunciando el camino que estaba realizando el príncipe Aegon, para llegar a la alcoba marital. El corazón de Aegon, martilleaba su pecho con fuerza. Pensando firmemente que se iba a encontrar con Rhaenyra. Los pasos se sentían cada vez más ligeros, hasta el punto de pasar de una suave caminata a un pequeño trote.

    La fortaleza de Rocadragón, no era tan amplia como la Fortaleza Roja y llegó a la alcoba en unos pocos minutos, los guardias que vigilaban la puerta, saludaron al príncipe con un leve asentimiento con la cabeza. Al pasar por los soldados, llevó una de las manos hacia el pomo de la puerta y estando unos segundos allí, respiró hondo, mientras en las comisuras de sus labios se dibujaba una gran sonrisa y después de haberse tomado unos momentos, abrió la puerta de los aposentos.

    La ilusión desapareció de inmediato de todo su ser, el habitáculo se encontraba vacío, con las finas sabanas sin tocar, la cama completamente hecha, no habiendo desecho siquiera: la pequeña manta de lino que cubría el lecho. Una sombra se instaló unos momentos, detrás de sus iris; como si empujasen toda la esperanza que había sentido en momentos anteriores, hacía un precipicio, ningún tipo de seguridad, nada para detener la grave caída que se avecinaba. Ningún parapeto podía hacer frente al malestar general, que se instaló en todo su cuerpo, aunque no era culpa de nadie, más bien: si había que encontrar algún culpable, era él. Por ilusionarse e instalarse falsas esperanzas en sus cabales.

    Conforme miraba el lecho matrimonial, el manto oscuro que se había formado detrás de sus ojos, había desaparecido; cambiado por un brillo de orgullo que resaltaba el morado de sus ojos. 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎 𝑣𝑎 𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑔𝑟𝑎𝑛 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑦 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑎ℎ𝑖 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑙𝑜, 𝑗𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜𝑚𝑒 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑜𝑟𝑡𝑒. En su rostro se volvió a dibujar una sonrisa, provocando que su tez brillase y se tiñera de una leve rojez en las mejillas. . . Por los dioses estaba totalmente enamorado de su esposa y pensar que hace unos años, ni siquiera aguantaban compartir el mismo oxígeno que inhalaban: la simple presencia era una tortura para ambos. En cambio, eso era el pasado; nada bueno traía vivir en el pasado, dándole importancia a los sucesos anteriores, ocasiona que los momentos presentes y futuros se desvanezcan, para caer en la absoluta ignorancia; estancándose así, el crecimiento personal de cada ser humano. La mirada siempre debía encontrar el camino que seguir y el sendero por el cual, estaba cruzando Aegon. Era la concordia mutua y el amor que sentía hacia su esposa, gracias a ello. Pudo mejorar como persona, había dejado los vicios tan nocivos, para la convivencia en un matrimonio. Dejó los burdeles y solo bebía vino en la noche, no basta el hartazgo, solo tomaba una copa de aquel líquido lleno de especias, para así refrescarse mientras cenaba. Hábitos que antes, dominaban su vida. El capitán del barco, el haz de oscuridad que controlaba cada paso que daba, se fusionaba para convertir su vida en un completo terraplén de angustia y sombras. Sin ningún ápice de libre albedrio, en poder total de sus pérfidos ámbitos. Hasta que finalmente, puso orden en todos los aspectos de su vida y el aspecto fundamental de aquel notorio cambio, fue el amor recibido tanto de sus hijos como de su esposa. Sin ellos, aún estaría perdido en aquel sin fin de sombras, oculto tras un manto de embriaguez continua, por eso: 𝙇𝙚𝙨 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤.

    Como cada noche, se dirigió al pequeño escritorio y se sentó en la silla que había frente al mismo, allí. Saco la pieza de madera, que estaba tallando, de uno de los cajones y en uno de los laterales de aquel compartimento; saco el pequeño cuchillo que usaba para trabajar la madera. De esta manera, haría tiempo hasta que su esposa volviera a la habitación y así, poder verla una última vez antes de que el manto del sueño lo envolviera, para llevarlo al reino onírico.

    Completa atención en el trozo de madre que estaba tallando, cada zona la trabajaba con esmero, sin dejar ningún retazo sin pulir. Estaba intentando hacer a Sunfyre, anteriormente, habita tallado a Syrax, para que sus hijos recordasen a su madre y no la echasen tanto en falta. Fue idea de su esposa, el que sus pequeños vástagos: tuvieran tanto algo de ella como de su padre, dando así la magnífica idea de tallar a Sunfyre; su hermoso y fiel dragón. Rhaenyra, no se la merecía; siempre estaba pensando en él y aquello lo imbuía de un amor indescriptible. No se la merecía ni en unas mil vidas, en cambio; era demasiado egoísta como para dejarla marchar y perder aquello que hacía latir a su corazón, haciendo sus días más felices de lo que jamás habían sido.

    Estaba trabajando una de las alas del dragón, cuando su vista comenzó a fallar y pequeños puntos negros, aparecieron en su campo visual; señal del cansancio notorio en él y sumado al dolor punzante que sentia en la espalda, por haber estado un par de horas sentado, sin haber movido un ápice de su postura. A causa de esta situación, decidió dejar de tallar por el momento y guardó los utensilios, en el pequeño compartimento de donde los había sacado. Luego de depositar la madera tallada y el cuchillo en el cajón, se levantó y desperezándose, palpándose con una de sus manos, la zona donde sentía la punzada de dolor en la espalda. Al darse aquellas sutiles caricias en la zona adolorida, se dirigió a la cama y con un leve suspiro de pesadez, deshizo las sabanas; para poder introducirse en el mullido colchón, tapándose con las suaves telas, evitando así, el frió nocturno.

    Aegon, se dejó envolver por el mullido lecho y se incorporó suavemente en el mismo, para apoyar la espalda contra el cabecero de roble. Sin poder evitar, observar de soslayo el lugar vacío al lado de él, echaba en falta a su esposa e incluso a la muralla de almohadones que ponía, para que no se perturbase su espacio personal, no pudiendo abrazarla, mientras el sueño dominaba las sapiencias de ambos. Poco importaba, no iba a ser ni juez ni verdugo. Por lo cual, no iba a llevar la contraria a su esposa, si aquello los ayudaba en algo, la iba a apoyar sin ninguna duda.

    El príncipe, decidió poner la muralla de cojines. Pues cuando llegase su esposa, estaría agotada y al menos, haciendo aquello, le ahorraba tiempo, pudiendo así reposar de forma inmediata sin ninguna preocupación. Al terminar de hacer aquella estructura mullida, se recostó en la cama e intento por todos los medios seguir despierto, pero para su mala suerte, los párpados le comenzaban a pesar y su vista se estaba oscureciendo. Aegon, se maldecía constantemente por el poco aguante que tenía al sueño y alargando su mano, elevándola sobre la suave muralla, comenzó a acariciar el lado donde reposaba su esposa, pasando la mano por las suaves sábanas, como si estuviera allí su esposa y el simple contacto con las finas mantas, provocaba la efervescencia de amor y gratitud: imaginándose que allí se encontraba Rhaenyra.⸻

    Te prometo, que seguiré estudiando y trabajando para ser un buen consorte, para poder ayudarte en el consejo y aligerarte de trabajo. Y así, que puedas descansar de forma más continua.

    ⸻ Con esa promesa salida de sus labios bañadas con un tono, de puro amor y decisión. El silencio se instaló en toda la habitación, finalmente el sueño llegó para el príncipe y como en la mayoría de las ocasiones. No iba a percatarse del regreso de su esposa, evitando de esta manera: poder regalarse con la hermosa visión marital. Solo le quedaba, dejarse llevar por los sueños y quizás allí, en ese mundo astral; lleno de pensamientos, ilusiones y temores. Encontrase la calidez de la mirada violácea de su esposa; vista del 𝙥𝙪𝙧𝙤 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙚𝙣𝙘𝙖𝙙𝙚𝙣𝙖𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙨𝙚𝙧. ⸻
    ❛Lo⳽ ᥴɩᥱꙆo⳽ ⳽ᥱ ᥴɩᥱɾᥒᥱᥒ ⳽oᑲɾᥱ Ꙇo⳽ ᑯɾᥲɠoᥒᥱ⳽. EꙆ ᥲꙆᑲᥲ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲ ᥙᥒ ⳽ᥲɠᥲⱬ ᥲຕᥲᥒᥱᥴᥱɾ. Nᥙᑲᥱ⳽ ᥲꙆⱬᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoຕo Ꙇᥲ ᥱ⳽ρᥙຕᥲ ᑯᥱꙆ ຕᥲɾ. Cᥲᑯᥱᥒᥲ⳽ ɾᥱ⳽oᥒᥲᥒᑯo ρoɾ toᑯo ᥱꙆ Ꙇᥙɠᥲɾ. EꙆɩຕɩᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ϙᥙɩᥱtᥙᑯ ᑯᥱꙆ ᥲຕᑲɩᥱᥒtᥱ. E⳽Ꙇᥲᑲoᥒᥱ⳽ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ⳽oᥒᥲtᥲ ᑯɩᥙɾᥒᥲ. MᥱꙆoᑯɩ́ᥲ⳽ ᥲρᥲɠᥲᑯᥲ⳽ ρoɾ ᥙᥒᥲ ɾᥱꙆᥲᥴɩóᥒ ᑯɩᥴtᥲᑯᥲ. Cóᥒყᥙɠᥱ ᥲ Ꙇᥲ ʋɩ⳽tᥲ ᑯᥱ Ꙇo⳽ ᑯɩo⳽ᥱ⳽. Eᥒᥱຕɩɠo⳽ ᥲ oʝo⳽ ƒᥲຕɩꙆɩᥲɾᥱ⳽. Vᥱɾᑯᥱ ყ ᥒᥱɠɾo, ᥴoꙆoɾᥱ⳽. Iຕρɾoρɩo⳽ ρᥲɾᥲ ᥱꙆ ᥲຕoɾ. Toᑯo ᑯɩᥴtᥲຕɩᥒᥲᑲᥲ ᥲꙆ ᥲɾᑯɩᥱᥒtᥱ ƒᥙᥱɠo. Dᥱ⳽ຕoɾoᥒᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ρɩꙆᥲɾᥱ⳽ ຕᥲɾɩtᥲꙆᥱ⳽. Oᑲʋɩᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ᥱ⳽tᥲtᥙto⳽ ᑯɩʋɩᥒo⳽. Sɩᥒ ɩຕρoɾtᥲɾ Ꙇo⳽ ⳽ᥱᥒtɩᑯo⳽. Dᥱ⳽tɾᥙყᥱᥒᑯo Ꙇᥲ ɩᥒoᥴᥱᥒᥴɩᥲ. Pᥲɾᥲᥒᑯo ᥱꙆ Ꙇᥲtɩᑯo. Poɾ ᥙᥒᥲ ⳽ɩຕρꙆᥱ ɾᥲⱬóᥒ. Lᥲ ᥱxtɩɾρᥲᥴɩóᥒ ᑯᥱꙆ ᥴoɾᥲⱬóᥒ. Nᥱᥴᥱ⳽ᥲɾɩo ρᥲɾᥲ ʋɩʋɩɾ. Y tᥲᥒ ƒᥲ́ᥴɩꙆ ᑯᥱ ᑯᥲᥒ̃ᥲɾ. Pɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ყ ρɾɩᥒᥴᥱ⳽ᥲ. Coᥒʋɩʋɩᥱᥒᑯo ρoɾ ᥙᥒ ᑲɩᥱᥒ. Lᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ɩᥒtᥱᥒtᥲᥒᑯo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩɾ. Lᥲ ρoᥴᥲ ᥱᥒtᥱɾᥱⱬᥲ ᑯᥱꙆ ᖾoຕᑲɾᥱ. Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥲ ⳽ᥙ ᥲຕoɾ ɩຕρo⳽ɩᑲꙆᥱ. Hᥲᥴɩᥱ́ᥒᑯoꙆo ᑯᥱ ƒoɾຕᥲ ᥱxᥴᥱρᥴɩoᥒᥲꙆ: ρo⳽ɩᑲꙆᥱ. ¿Poɾ ϙᥙᥱ́ Ꙇᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ᥒo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩ́ᥲᥒ ᥱꙆ ⳽ᥱɾ?. EꙆ ρɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ⳽ᥱ ຕᥲᥒtᥱᥒɩ́ᥲ ƒɩɾຕᥱ ᥱᥒ ⳽ᥙ ρ⳽ɩϙᥙᥱ. Gɾᥲᥴɩᥲ⳽ ᥲ Ꙇᥲ ƒᥱꙆɩᥴɩᑯᥲᑯ ⳽ᥱᥒtɩᑯᥲ. Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoᥒ toᑯᥲ⳽ ⳽ᥙ⳽ ƒᥙᥱɾⱬᥲ⳽. A Ꙇᥲ Ꙇᥙⱬ ϙᥙᥱ ᥱຕᥲᥒᥲᑲᥲ ᑯᥱ ᥱꙆꙆᥲ. Sɩᥱຕρɾᥱ ᥱꙆ ᥲຕoɾ ᑯᥱ ⳽ᥙ ʋɩᑯᥲ. EᥒᥴᥲɾᥴᥱꙆᥲᑯo ρoɾ ⳽ᥙ⳽ ᥱຕoᥴɩoᥒᥱ⳽. Lᥙᥴᖾᥲᥒᑯo ᖾᥲ⳽tᥲ ᥱꙆ ƒɩᥒᥲꙆ ᑯᥱꙆ ᥱ⳽tᥱɾtoɾ. Dᥱ ᥙᥒ ᥒᥙᥱʋo ᑯɩ́ᥲ ʝᥙᥒto ᥲ Ꙇᥲ ᥲຕᥲᑯᥲ. Eຕρᥱᑯɾᥲᑯo ᥱ⳽ ᥱꙆ ⳽ᥱᥒᑯᥱɾo. Aᥙᥒϙᥙᥱ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ⳽ᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ. AꙆຕᥲ⳽ ρoɾ ᥱꙆ ᥱtᥱɾᥒo. Sᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ ρoɾ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ᥱᥒ ƒᥙᥱɠo.❜ ⸻ La vista de Aegon se estaba encontrando ya agotada, mezclaba las letras entre sí. Su visión captaba una enorme mancha de tinta, indescifrable. Por este motivo, decidió cerrar el libro. Con la mano apoyada en la tapa, ejerció un poco de fuerza para confinar el cuero de la tapa con las hojas. Para finalmente, acariciar el lomo gastado por el paso del tiempo, leyendo por última vez el título del libro: ❛𝙋𝙧𝙤𝙛𝙚𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙞𝙘𝙩𝙖𝙢𝙞𝙣𝙖𝙙𝙖𝙨 𝙖 𝙡𝙤 𝙡𝙖𝙧𝙜𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖❜. Al darle aquel vistazo de soslayo, se levantó de la silla donde se encontraba hace unos segundos leyendo y depositó el libro en su lugar de reposo, una enorme estantería se alzaba por toda la habitación, centenares de libros: que se fueron escribiendo a lo largo de la historia. Había tanto conocimiento en aquellas hileras de libros, donde poco a poco; Aegon se sentía cada vez más cómodo. Era un hábito desde hace unas semanas, que el príncipe se dirigiera todas las noches, después de cenar. Para tomarse un tiempo y envolverse en una lectura de lo más didáctica, al habituarse a hacer esa tarea, aprendía innumerables conocimientos. De esta manera, prepararse para formar parte del consejo de su esposa. Pudiendo así ayudarla de forma más eficaz y poder desahogarla de todo el trabajo que fuera posible. Aprovechando así, el tiempo libre que tenía, luego de dejar a sus hijos en sus respectivos lechos de descanso. Haciendo tiempo, hasta que su esposa terminase de trabajar. Deseaba que aquella noche, el sueño lo esquivase hasta ver a la princesa: pues llevaba todo el día sin verla y tenía la necesidad de ver sus orbes morados, llenos de fuego y la sonrisa deslumbrante, que siempre recibía cada vez que se veían. Momentos de grandes dificultades, el tiempo marital se veía realmente coartado por los quehaceres de la princesa. Claramente no se sentía molesto, todo lo contrario: se sentía orgulloso de su esposa, será una gran reina. Pensaba continuamente, causando que una boba sonrisa, apareciera en las comisuras de sus labios; 𝐿𝑎 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎, 𝑚𝑖 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎. Con aquel pensamiento, dejó la biblioteca atrás, dirigiéndose hacia los aposentos conyugales. Pasos decididos, zancadas resonantes contra las paredes de piedra, anunciando el camino que estaba realizando el príncipe Aegon, para llegar a la alcoba marital. El corazón de Aegon, martilleaba su pecho con fuerza. Pensando firmemente que se iba a encontrar con Rhaenyra. Los pasos se sentían cada vez más ligeros, hasta el punto de pasar de una suave caminata a un pequeño trote. La fortaleza de Rocadragón, no era tan amplia como la Fortaleza Roja y llegó a la alcoba en unos pocos minutos, los guardias que vigilaban la puerta, saludaron al príncipe con un leve asentimiento con la cabeza. Al pasar por los soldados, llevó una de las manos hacia el pomo de la puerta y estando unos segundos allí, respiró hondo, mientras en las comisuras de sus labios se dibujaba una gran sonrisa y después de haberse tomado unos momentos, abrió la puerta de los aposentos. La ilusión desapareció de inmediato de todo su ser, el habitáculo se encontraba vacío, con las finas sabanas sin tocar, la cama completamente hecha, no habiendo desecho siquiera: la pequeña manta de lino que cubría el lecho. Una sombra se instaló unos momentos, detrás de sus iris; como si empujasen toda la esperanza que había sentido en momentos anteriores, hacía un precipicio, ningún tipo de seguridad, nada para detener la grave caída que se avecinaba. Ningún parapeto podía hacer frente al malestar general, que se instaló en todo su cuerpo, aunque no era culpa de nadie, más bien: si había que encontrar algún culpable, era él. Por ilusionarse e instalarse falsas esperanzas en sus cabales. Conforme miraba el lecho matrimonial, el manto oscuro que se había formado detrás de sus ojos, había desaparecido; cambiado por un brillo de orgullo que resaltaba el morado de sus ojos. 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎 𝑣𝑎 𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑔𝑟𝑎𝑛 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑦 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑎ℎ𝑖 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑙𝑜, 𝑗𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜𝑚𝑒 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑜𝑟𝑡𝑒. En su rostro se volvió a dibujar una sonrisa, provocando que su tez brillase y se tiñera de una leve rojez en las mejillas. . . Por los dioses estaba totalmente enamorado de su esposa y pensar que hace unos años, ni siquiera aguantaban compartir el mismo oxígeno que inhalaban: la simple presencia era una tortura para ambos. En cambio, eso era el pasado; nada bueno traía vivir en el pasado, dándole importancia a los sucesos anteriores, ocasiona que los momentos presentes y futuros se desvanezcan, para caer en la absoluta ignorancia; estancándose así, el crecimiento personal de cada ser humano. La mirada siempre debía encontrar el camino que seguir y el sendero por el cual, estaba cruzando Aegon. Era la concordia mutua y el amor que sentía hacia su esposa, gracias a ello. Pudo mejorar como persona, había dejado los vicios tan nocivos, para la convivencia en un matrimonio. Dejó los burdeles y solo bebía vino en la noche, no basta el hartazgo, solo tomaba una copa de aquel líquido lleno de especias, para así refrescarse mientras cenaba. Hábitos que antes, dominaban su vida. El capitán del barco, el haz de oscuridad que controlaba cada paso que daba, se fusionaba para convertir su vida en un completo terraplén de angustia y sombras. Sin ningún ápice de libre albedrio, en poder total de sus pérfidos ámbitos. Hasta que finalmente, puso orden en todos los aspectos de su vida y el aspecto fundamental de aquel notorio cambio, fue el amor recibido tanto de sus hijos como de su esposa. Sin ellos, aún estaría perdido en aquel sin fin de sombras, oculto tras un manto de embriaguez continua, por eso: 𝙇𝙚𝙨 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤. Como cada noche, se dirigió al pequeño escritorio y se sentó en la silla que había frente al mismo, allí. Saco la pieza de madera, que estaba tallando, de uno de los cajones y en uno de los laterales de aquel compartimento; saco el pequeño cuchillo que usaba para trabajar la madera. De esta manera, haría tiempo hasta que su esposa volviera a la habitación y así, poder verla una última vez antes de que el manto del sueño lo envolviera, para llevarlo al reino onírico. Completa atención en el trozo de madre que estaba tallando, cada zona la trabajaba con esmero, sin dejar ningún retazo sin pulir. Estaba intentando hacer a Sunfyre, anteriormente, habita tallado a Syrax, para que sus hijos recordasen a su madre y no la echasen tanto en falta. Fue idea de su esposa, el que sus pequeños vástagos: tuvieran tanto algo de ella como de su padre, dando así la magnífica idea de tallar a Sunfyre; su hermoso y fiel dragón. Rhaenyra, no se la merecía; siempre estaba pensando en él y aquello lo imbuía de un amor indescriptible. No se la merecía ni en unas mil vidas, en cambio; era demasiado egoísta como para dejarla marchar y perder aquello que hacía latir a su corazón, haciendo sus días más felices de lo que jamás habían sido. Estaba trabajando una de las alas del dragón, cuando su vista comenzó a fallar y pequeños puntos negros, aparecieron en su campo visual; señal del cansancio notorio en él y sumado al dolor punzante que sentia en la espalda, por haber estado un par de horas sentado, sin haber movido un ápice de su postura. A causa de esta situación, decidió dejar de tallar por el momento y guardó los utensilios, en el pequeño compartimento de donde los había sacado. Luego de depositar la madera tallada y el cuchillo en el cajón, se levantó y desperezándose, palpándose con una de sus manos, la zona donde sentía la punzada de dolor en la espalda. Al darse aquellas sutiles caricias en la zona adolorida, se dirigió a la cama y con un leve suspiro de pesadez, deshizo las sabanas; para poder introducirse en el mullido colchón, tapándose con las suaves telas, evitando así, el frió nocturno. Aegon, se dejó envolver por el mullido lecho y se incorporó suavemente en el mismo, para apoyar la espalda contra el cabecero de roble. Sin poder evitar, observar de soslayo el lugar vacío al lado de él, echaba en falta a su esposa e incluso a la muralla de almohadones que ponía, para que no se perturbase su espacio personal, no pudiendo abrazarla, mientras el sueño dominaba las sapiencias de ambos. Poco importaba, no iba a ser ni juez ni verdugo. Por lo cual, no iba a llevar la contraria a su esposa, si aquello los ayudaba en algo, la iba a apoyar sin ninguna duda. El príncipe, decidió poner la muralla de cojines. Pues cuando llegase su esposa, estaría agotada y al menos, haciendo aquello, le ahorraba tiempo, pudiendo así reposar de forma inmediata sin ninguna preocupación. Al terminar de hacer aquella estructura mullida, se recostó en la cama e intento por todos los medios seguir despierto, pero para su mala suerte, los párpados le comenzaban a pesar y su vista se estaba oscureciendo. Aegon, se maldecía constantemente por el poco aguante que tenía al sueño y alargando su mano, elevándola sobre la suave muralla, comenzó a acariciar el lado donde reposaba su esposa, pasando la mano por las suaves sábanas, como si estuviera allí su esposa y el simple contacto con las finas mantas, provocaba la efervescencia de amor y gratitud: imaginándose que allí se encontraba Rhaenyra.⸻ Te prometo, que seguiré estudiando y trabajando para ser un buen consorte, para poder ayudarte en el consejo y aligerarte de trabajo. Y así, que puedas descansar de forma más continua. ⸻ Con esa promesa salida de sus labios bañadas con un tono, de puro amor y decisión. El silencio se instaló en toda la habitación, finalmente el sueño llegó para el príncipe y como en la mayoría de las ocasiones. No iba a percatarse del regreso de su esposa, evitando de esta manera: poder regalarse con la hermosa visión marital. Solo le quedaba, dejarse llevar por los sueños y quizás allí, en ese mundo astral; lleno de pensamientos, ilusiones y temores. Encontrase la calidez de la mirada violácea de su esposa; vista del 𝙥𝙪𝙧𝙤 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙚𝙣𝙘𝙖𝙙𝙚𝙣𝙖𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙨𝙚𝙧. ⸻
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  • El encuentro de hermanos
    Fandom Creepypastas
    Categoría Acción
    Jeff caminaba bajo la lluvia por el parque, cabizbajo, enfundado en la capucha de su sudadera blanca. Era de noche y todo estaba bastante solitario. Aun así, de vez en cuando se cruzaba con algún incauto haciendo jogging, o una pareja de enamorados besándose entre las sombras. Normalmente serían blancos fáciles, las víctimas perfectas para la hoja de su afilado cuchillo. Pero esta vez ni siquiera se fijaba en ellos, su mente estaba en otro lado y su instinto homicida completamente apagado.

    Y es que aquel no era un día normal, era su cumpleaños. Por primera vez en mucho tiempo se había acordado de la fecha. Como si quisiese enterrar esa parte de su vida, y de pronto aflorase. Había pasado más de un lustro desde aquella sangrienta noche en que se convirtió en lo que era, y a veces sentía que empezaba a hacerse mayor. Un pensamiento ridículo, pero que no podía quitarse de la cabeza. Y menos aquel día. Caminó y caminó, con la esperanza de que sus ganas de matar resurgieran y le hiciesen olvidar todo, pero no hubo manera. De pronto estaba atravesando un barrio residencial que le resultaba familiar, aunque no sabía por qué. Quizá había hecho allí alguna de sus célebres matanzas, pero el sitio parecía cambiado. Finalmente levantó la vista y al ver una casa abandonada y destartalada se dio cuenta. Estaba ante su propio hogar, el sitio donde empezó todo.

    ¿Había llegado hasta allí inconscientemente? No sabría decirlo, pero sin darse cuenta estaba ya arrancando las tablas clavadas en la puerta y cruzando el umbral. Lo que encontró dentro le decepcionó profundamente. El escenario del crimen ya no resplandecía como antes. La sangre en el suelo había desaparecido bajo espesas manchas de humedad. Y la frase de “Vete a dormir” que con tanto cuidado había trazado en la pared, estaba cubierta ahora por un mensaje escrito con labial. “Te necesito. Llámame por favor. Te quiero, Nina”, y un número de teléfono. Se sintió muy deprimido. Su obra original, la esencia de lo que era, había quedado cubierta por el paso del tiempo y las fans perturbadas.

    Rol con 午前 Homicidal Liu 大きい ㊄
    Jeff caminaba bajo la lluvia por el parque, cabizbajo, enfundado en la capucha de su sudadera blanca. Era de noche y todo estaba bastante solitario. Aun así, de vez en cuando se cruzaba con algún incauto haciendo jogging, o una pareja de enamorados besándose entre las sombras. Normalmente serían blancos fáciles, las víctimas perfectas para la hoja de su afilado cuchillo. Pero esta vez ni siquiera se fijaba en ellos, su mente estaba en otro lado y su instinto homicida completamente apagado. Y es que aquel no era un día normal, era su cumpleaños. Por primera vez en mucho tiempo se había acordado de la fecha. Como si quisiese enterrar esa parte de su vida, y de pronto aflorase. Había pasado más de un lustro desde aquella sangrienta noche en que se convirtió en lo que era, y a veces sentía que empezaba a hacerse mayor. Un pensamiento ridículo, pero que no podía quitarse de la cabeza. Y menos aquel día. Caminó y caminó, con la esperanza de que sus ganas de matar resurgieran y le hiciesen olvidar todo, pero no hubo manera. De pronto estaba atravesando un barrio residencial que le resultaba familiar, aunque no sabía por qué. Quizá había hecho allí alguna de sus célebres matanzas, pero el sitio parecía cambiado. Finalmente levantó la vista y al ver una casa abandonada y destartalada se dio cuenta. Estaba ante su propio hogar, el sitio donde empezó todo. ¿Había llegado hasta allí inconscientemente? No sabría decirlo, pero sin darse cuenta estaba ya arrancando las tablas clavadas en la puerta y cruzando el umbral. Lo que encontró dentro le decepcionó profundamente. El escenario del crimen ya no resplandecía como antes. La sangre en el suelo había desaparecido bajo espesas manchas de humedad. Y la frase de “Vete a dormir” que con tanto cuidado había trazado en la pared, estaba cubierta ahora por un mensaje escrito con labial. “Te necesito. Llámame por favor. Te quiero, Nina”, y un número de teléfono. Se sintió muy deprimido. Su obra original, la esencia de lo que era, había quedado cubierta por el paso del tiempo y las fans perturbadas. Rol con [Liu.Woods]
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  • — Louis decía que tenía un rostro angelical, como el de las muñecas de porcelana que había en los aparadores de las grandes tiendas del Barrio Frances, pero detrás de ese rostro tan fino, se halla la mente de un perfecto asesino, o eso era lo que decía Lestat, al menos en un juventud así era, ahora era algo más complicado que solo cazar por deporte aunque seguía considerándolo igual, ella no era como Pandora o Louis, incluso no era como Armand o Marius, que vivían enamorados de todo lo que fueron y no volverían a ser, si tenía mucho de Louis pero también tenía mucho de Lestat, Akasha e incluso de David el pequeño periodista curioso. Ahh claro que se parecía a todos un poco, pero más era parecida a una infanta queriendo saber más por el mundo.—
    — Louis decía que tenía un rostro angelical, como el de las muñecas de porcelana que había en los aparadores de las grandes tiendas del Barrio Frances, pero detrás de ese rostro tan fino, se halla la mente de un perfecto asesino, o eso era lo que decía Lestat, al menos en un juventud así era, ahora era algo más complicado que solo cazar por deporte aunque seguía considerándolo igual, ella no era como Pandora o Louis, incluso no era como Armand o Marius, que vivían enamorados de todo lo que fueron y no volverían a ser, si tenía mucho de Louis pero también tenía mucho de Lestat, Akasha e incluso de David el pequeño periodista curioso. Ahh claro que se parecía a todos un poco, pero más era parecida a una infanta queriendo saber más por el mundo.—
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  • Le ha quedado como anillo al dedo el cambio, pues realmente podría presumir que entre él y Stolas no había una diferencia más allá de el aspecto físico.

    Ambos eran reyes jodidamente calientes, enamorados, depresivos, con esposas que les deseaban la muerte o el peor martirio posible, hijas jóvenes con desprecio a su paternidad e infravalorados a pesar de su poder.

    Si, sin duda era como ser él mismo, sólo que con otra apariencia.
    Le ha quedado como anillo al dedo el cambio, pues realmente podría presumir que entre él y Stolas no había una diferencia más allá de el aspecto físico. Ambos eran reyes jodidamente calientes, enamorados, depresivos, con esposas que les deseaban la muerte o el peor martirio posible, hijas jóvenes con desprecio a su paternidad e infravalorados a pesar de su poder. Si, sin duda era como ser él mismo, sólo que con otra apariencia.
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  • Llevaba horas viajando alrededor del mundo, buscando a[Trinche2] por todas partes. De hecho, varias de las palomas, ratas y mosquitos del mundo habían sido copias suyas. Hasta que lo halló.

    —Te tengo, mi ratita peluda...~—Dijo el pelinegro a su vez que se agachaba tras un tacho de basura, tomando la forma de una araña, metiéndose en la ropa del zorro, siguiéndolo hasta el primer lugar "seguro" dónde no hubiera gente.

    El oscuro villano saltó de la espalda del zorro, tomando su forma real. Un monstruo grotesco, usando la sangre de sus víctimas como espinas y garras. Sus ojos morados, lo único que compartía con su antepasado, resaltaban en la oscuridad...

    —Hola, Trinch~...—No lo dudó, moviéndose con una agilidad indudable, lanzó una de sus manos hacia el torso del zorro, garras extendidas, buscando perforar su torso.

    —No te muevas, no tengo ganas de jugar con mi presa el día de hoy...
    Llevaba horas viajando alrededor del mundo, buscando a[Trinche2] por todas partes. De hecho, varias de las palomas, ratas y mosquitos del mundo habían sido copias suyas. Hasta que lo halló. —Te tengo, mi ratita peluda...~—Dijo el pelinegro a su vez que se agachaba tras un tacho de basura, tomando la forma de una araña, metiéndose en la ropa del zorro, siguiéndolo hasta el primer lugar "seguro" dónde no hubiera gente. El oscuro villano saltó de la espalda del zorro, tomando su forma real. Un monstruo grotesco, usando la sangre de sus víctimas como espinas y garras. Sus ojos morados, lo único que compartía con su antepasado, resaltaban en la oscuridad... —Hola, Trinch~...—No lo dudó, moviéndose con una agilidad indudable, lanzó una de sus manos hacia el torso del zorro, garras extendidas, buscando perforar su torso. —No te muevas, no tengo ganas de jugar con mi presa el día de hoy...
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