• Nuestra pequeña Niffty es el as bajo la manga
    Nuestra pequeña Niffty es el as bajo la manga
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  • —Mm... No hay pan para acompañar con mi capuchino... El dinero está por acabarse —hablo en voz alta como si estuviera acompañada, con la mirada oculta por mis flequillos— Tal vez abrir mi tienda de servicios sea bueno, así gano algo de dinero para disfrutar mis placeres matutinos...

    «Sería bueno que también estuvieras buscando un acompañante o empleado que te ayude»comunicó una voz aterciopelada, pacífica y sabia entre los pensamientos de la anfitriona.

    —Tengo suficiente contigo, Astra. Además, si nisiquiera tengo dinero para mi desayuno, ¡No podré mantener a otra boca! —pierdo la paciencia al no tener mi estómago lleno, solo llenandolo con líquido.

    «No todas las criaturas del mundo necesitan comer comida común para alimentarse, existen sucubos e incubos, vampiros sedientos... »dice Astra con mucha sugerencia.

    —Mmm-mmm... Pero todos los que he visto son de sangre pura, esos no sirven a otros, yo no quiero que mi libertad acabe, pero no niego que si lo tengo bajo mi manga no querré compartirlo con nadie, sé que lo necesitaré solo para mi. —pensé nuevamente en voz alta.

    «Solo mira la posibilidad de ofrecer tu sangre o ninfómanía para obtener una persona que trabaje para ti o te acompañe. Ser solitaria no te traerá nada bueno»sugirió Astra.

    —Nadie querrá ofrecer sus servicios con lo que has dicho, es mas difícil de lo que sugieres... Hacer contratos con aliados o familiares es más fácil —digo en un murmullo para seguir tomando mi escaso desayuno «tendré jaqueca todo el día si no consigo comer algo antes del mediodía»pensé.
    —Mm... No hay pan para acompañar con mi capuchino... El dinero está por acabarse —hablo en voz alta como si estuviera acompañada, con la mirada oculta por mis flequillos— Tal vez abrir mi tienda de servicios sea bueno, así gano algo de dinero para disfrutar mis placeres matutinos... «Sería bueno que también estuvieras buscando un acompañante o empleado que te ayude»comunicó una voz aterciopelada, pacífica y sabia entre los pensamientos de la anfitriona. —Tengo suficiente contigo, Astra. Además, si nisiquiera tengo dinero para mi desayuno, ¡No podré mantener a otra boca! —pierdo la paciencia al no tener mi estómago lleno, solo llenandolo con líquido. «No todas las criaturas del mundo necesitan comer comida común para alimentarse, existen sucubos e incubos, vampiros sedientos... »dice Astra con mucha sugerencia. —Mmm-mmm... Pero todos los que he visto son de sangre pura, esos no sirven a otros, yo no quiero que mi libertad acabe, pero no niego que si lo tengo bajo mi manga no querré compartirlo con nadie, sé que lo necesitaré solo para mi. —pensé nuevamente en voz alta. «Solo mira la posibilidad de ofrecer tu sangre o ninfómanía para obtener una persona que trabaje para ti o te acompañe. Ser solitaria no te traerá nada bueno»sugirió Astra. —Nadie querrá ofrecer sus servicios con lo que has dicho, es mas difícil de lo que sugieres... Hacer contratos con aliados o familiares es más fácil —digo en un murmullo para seguir tomando mi escaso desayuno «tendré jaqueca todo el día si no consigo comer algo antes del mediodía»pensé.
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  • 𝒰𝑛𝑎 𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜 𝑠𝑖 𝑛𝑜 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎 𝑟𝑜𝑠𝑎
    Fandom ACOTAR
    Categoría Slice of Life
    El tiempo en el que 𝕮assian  ︎ ︎ ︎ ︎ había estado ausente había sido largo y tedioso, había llenado de dudas la mente de Nesta y de acciones de dudosa moral, habían cambiado cosas importantes y la Alta Fae tenía que comunicárselo a quien en un principio era su pareja.

    Si bien fue la alta fae la que dio el paso, no se sentía segura haciendo aquello. Cass ni se había presentado en la Casa del Viento, ni tampoco le había escrito y mucho menos le había dicho nada, lo comprendía, la verdad que lo comprendía. Así que Nesta fue al único lugar donde sabría que el Ilyrio estaría, en el campo de entrenamiento.

    La mujer no portaba su vestimenta de entrenamiento, había escogido un vestido blanco y plateado y se había recogido el pelo con unos adornos que parecían como unas estrellas encadenadas. Aquel vestido, como casi todos los que usaba Nesta, realzaba su porte serio y frío, ocultaba la mayoría de su cuerpo, utilizando así manga larga y un inexistente escote. Era la viva imágen de una dama entrenada para portar aquellos vestidos.

    - Cassian.

    La voz de Nesta se alzó como se alza la fría brisa invernal que arrasa con los últimos rayos de sol cálidos del otoño.

    - Necesito hablar contigo seriamente.

    Nesta mostraba un porte recto y serio, la barbilla alzada y sus fríos ojos azules grisáceos clavados en la fisionomía del Ilyrio como si de un lobo acechador se tratase.

    - Es importante, por favor.

    ¿Una suplica? ¿Proveniente de Nesta? Sí. Una suplica venida de la dama de la muerte.
    El tiempo en el que [twilight_gold_mule_929] había estado ausente había sido largo y tedioso, había llenado de dudas la mente de Nesta y de acciones de dudosa moral, habían cambiado cosas importantes y la Alta Fae tenía que comunicárselo a quien en un principio era su pareja. Si bien fue la alta fae la que dio el paso, no se sentía segura haciendo aquello. Cass ni se había presentado en la Casa del Viento, ni tampoco le había escrito y mucho menos le había dicho nada, lo comprendía, la verdad que lo comprendía. Así que Nesta fue al único lugar donde sabría que el Ilyrio estaría, en el campo de entrenamiento. La mujer no portaba su vestimenta de entrenamiento, había escogido un vestido blanco y plateado y se había recogido el pelo con unos adornos que parecían como unas estrellas encadenadas. Aquel vestido, como casi todos los que usaba Nesta, realzaba su porte serio y frío, ocultaba la mayoría de su cuerpo, utilizando así manga larga y un inexistente escote. Era la viva imágen de una dama entrenada para portar aquellos vestidos. - Cassian. La voz de Nesta se alzó como se alza la fría brisa invernal que arrasa con los últimos rayos de sol cálidos del otoño. - Necesito hablar contigo seriamente. Nesta mostraba un porte recto y serio, la barbilla alzada y sus fríos ojos azules grisáceos clavados en la fisionomía del Ilyrio como si de un lobo acechador se tratase. - Es importante, por favor. ¿Una suplica? ¿Proveniente de Nesta? Sí. Una suplica venida de la dama de la muerte.
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  • —De nuevo, sentía esa necesidad de huir de aquella dimensión. Y esta vez por una tontería. O, de eso trataba de convencerse a sí mismo ¿Como podía dolerle tanto la imagen de quien no recordaba?¿Por que pasó de sentirse alegre e ilusionado con la perspectiva de una nueva relación a de repente sentirse tan inseguro? A estar aterrado. Tener miedo de ser abandonado, de no ser suficiente de amar y a cambio ser desechado, de sentir de nuevo aquella profunda tristeza que durante unos segundos lo había paralizado.

    Se llevó las manos a la cabeza ante un nuevo ataque de dolor al tratar de recordar. Pero…¿De verdad quería recordar? Si tanta agonía le estaba produciendo solo la imagen de esa mujer ¿Hasta qué punto valía la pena?

    —No… No lo hace…—musitó casi sin voluntad, decidiendo que, fuera quien fuera esa mujer e independientemente de lo que sucediera en el pasado, estaba mejor olvidada. Bastante confundido estaba como para querer sentirse así de miserable. Sorbió por la nariz y se frotó con la manga los ojos, para darse cuenta de que estos estaban llenos de lágrimas. Frunciendo el ceño y extrañado se preguntó cuando fue la ultima vez que lloró. Para sorpresa de nadie, no lo recordaba. Suspiró y rodeando sus rodillas con los brazos, hundió la cara ahí, con sus alas completamente caídas a sus lados.

    Tenía el impulso de huir. Pero, no iba a hacerlo.
    —De nuevo, sentía esa necesidad de huir de aquella dimensión. Y esta vez por una tontería. O, de eso trataba de convencerse a sí mismo ¿Como podía dolerle tanto la imagen de quien no recordaba?¿Por que pasó de sentirse alegre e ilusionado con la perspectiva de una nueva relación a de repente sentirse tan inseguro? A estar aterrado. Tener miedo de ser abandonado, de no ser suficiente de amar y a cambio ser desechado, de sentir de nuevo aquella profunda tristeza que durante unos segundos lo había paralizado. Se llevó las manos a la cabeza ante un nuevo ataque de dolor al tratar de recordar. Pero…¿De verdad quería recordar? Si tanta agonía le estaba produciendo solo la imagen de esa mujer ¿Hasta qué punto valía la pena? —No… No lo hace…—musitó casi sin voluntad, decidiendo que, fuera quien fuera esa mujer e independientemente de lo que sucediera en el pasado, estaba mejor olvidada. Bastante confundido estaba como para querer sentirse así de miserable. Sorbió por la nariz y se frotó con la manga los ojos, para darse cuenta de que estos estaban llenos de lágrimas. Frunciendo el ceño y extrañado se preguntó cuando fue la ultima vez que lloró. Para sorpresa de nadie, no lo recordaba. Suspiró y rodeando sus rodillas con los brazos, hundió la cara ahí, con sus alas completamente caídas a sus lados. Tenía el impulso de huir. Pero, no iba a hacerlo.
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  • *Despertando de mi largo sueño sin saber la hora que era ni en qué fecha estaba, bostezando rascándome el costado con los pelos revueltos y aun con la babilla en la boca de haber dormido tanto, me limpie la baba con la manga del pijama mientras me levantaba de la cama bostezando y dirigiéndome al salón cual zombie*

    - Espero que echen algo interesante… o me volveré a la cama… a saber de las cosas que me habré perdido…
    *Despertando de mi largo sueño sin saber la hora que era ni en qué fecha estaba, bostezando rascándome el costado con los pelos revueltos y aun con la babilla en la boca de haber dormido tanto, me limpie la baba con la manga del pijama mientras me levantaba de la cama bostezando y dirigiéndome al salón cual zombie* - Espero que echen algo interesante… o me volveré a la cama… a saber de las cosas que me habré perdido…
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  • Se merecía el golpe. Se amaban mutuamente, pero por reglas no pudieron estar juntos Nazuna y Yamori como novios y... 14 años y 100 probablemente... Nah, eso no importo en el anime ni manga, se comían

    — ¡¡Idiota!!, ¡¡Nazuna y yo tuvimos final happy!!
    Se merecía el golpe. Se amaban mutuamente, pero por reglas no pudieron estar juntos Nazuna y Yamori como novios y... 14 años y 100 probablemente... Nah, eso no importo en el anime ni manga, se comían — ¡¡Idiota!!, ¡¡Nazuna y yo tuvimos final happy!!
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  • Lucia levantó la mirada del libro cuando escuchó la puerta de la tienda cerrarse. Era la hora de almorzar, pero algo en la manera en que Carmina entró le hizo sentir una preocupación silenciosa. Su nieta llevaba el cabello planchado, algo que solo hacía cuando estaba sumergida en pensamientos tristes.

    Dejó el libro a un lado, observándola en silencio mientras Carmina caminaba hacia la cocina, evitando el contacto visual. Lucia la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que algo la estaba consumiendo por dentro.

    —Carmina, ven, siéntate conmigo un momento —le pidió con voz suave, señalando el sofá.

    Carmina dudó por un instante, pero luego soltó un suspiro y se acercó al sofá, dejándose caer junto a su abuela. Durante unos segundos, solo miró sus manos, retorciendo un mechón de su cabello planchado.

    —¿Qué sucede, cariño? —le preguntó Lucia, sabiendo que su nieta necesitaba sacar lo que tenía dentro.

    Carmina jugueteó con su cabello, mirando hacia abajo. Cuando finalmente habló, su voz era baja y quebradiza.

    —No quiero parecerme a ella, abuela —susurró, y Lucia supo inmediatamente que hablaba de su madre.

    —Es como... —Carmina continuó, buscando las palabras—, a veces me miro en el espejo y veo algo que no quiero ver. Mi cabello... me recuerda a ella. No puedo evitarlo. Lo plancho porque así siento que lo estoy cambiando, pero ni así se siente bien. Me siento incómoda conmigo misma, como si no pudiera escapar de eso.

    Lucia escuchó con atención, apretando suavemente la mano de Carmina en señal de apoyo. Sabía que había mucho más detrás de esas palabras, y que su nieta necesitaba tiempo para decirlo todo.

    —Y... mis amigas del colegio… ya todas hicieron sus vidas. Apenas me hablan. Están estudiando, viajando, haciendo cosas... y yo estoy aquí, en la tienda, como si me hubiera quedado atrás. —Carmina apretó los labios, tratando de contener las lágrimas que ya estaban asomando—. Es como si todas me hubieran olvidado, como si no importara para nadie.

    Lucia sintió una punzada en el corazón. Sabía cuánto significaban esas amistades para Carmina, y verla tan aislada, tan sola, la llenaba de tristeza. Luego, una idea cruzó por su mente, una amiga de la que había escuchado hablar, pero no conocía mucho.

    —¿Y qué hay de Jade? —preguntó suavemente—. Sé que no la veo mucho por aquí, pero por lo que me has dicho, parece que es importante para ti. No sé mucho de ella, pero siempre hablas de lo que comparten. ¿No es ella parte de tu vida ahora?

    Carmina parpadeó, sorprendida por la mención de Jade. Bajó la mirada por un momento y suspiró.

    —Sí, Jade es... especial. Pero con ella tampoco puedo hablar de cómo me siento realmente. No sé por qué, abuela... simplemente siento que no puedo ser totalmente honesta. No quiero que piense que estoy rota o que algo está mal conmigo. Así que hablamos de cosas más superficiales, y aunque eso ayuda por un rato... no es lo que necesito.

    Lucia asintió, su expresión calmada mientras escuchaba a su nieta desahogarse.

    —Y lo peor es que no entiendo por qué todo me afecta tanto. Mi vida es buena, abuela. Tengo la tienda, te tengo a ti, tengo mi salud... pero aun así, todo se siente tan pesado. —Carmina comenzó a llorar otra vez, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras buscaba respuestas en la confusión que sentía—. No debería sentirme así, pero no puedo evitarlo. Me siento sola, como si todos se fueran, como si me quedara estancada mientras el resto sigue adelante.

    Lucia la observó con el corazón encogido. Sabía que los sentimientos de su nieta no siempre tenían una explicación simple o fácil, y que, a veces, la tristeza aparecía incluso en los momentos de mayor estabilidad.

    —Incluso el chico... —continuó Carmina, ahora con la voz más rota—. ¿Recuerdas al joven rubio del que te hablé? Él… me dijo algo muy raro. Dijo que me parecía a su mamá. Al principio no supe qué pensar, pero… de alguna manera, me dio ternura. Él hablaba de ella con tanto cariño, como si pensar en su madre le trajera paz. Y eso fue tan diferente a cómo me siento yo cuando pienso en la mía…

    Carmina se detuvo un momento, secándose las lágrimas con la manga de su blusa.

    —Pero hace mucho que no sé nada de él tampoco. Es como si, al igual que todos los demás, también se hubiera ido. —Al decirlo, su voz se quebró por completo, y Carmina se cubrió el rostro con las manos, soltando sollozos que llevaba demasiado tiempo conteniendo.

    Lucia, con ternura infinita, la atrajo hacia ella, abrazándola y acariciando su cabello con delicadeza. La sentía tan vulnerable, tan herida por todas esas pérdidas, tanto físicas como emocionales.

    —Es normal sentirte así, mi niña —murmuró Lucia con suavidad—. A veces las personas que amamos se alejan, y eso duele, pero no significa que lo que compartiste con ellos no sea valioso. Y aunque ahora te cueste verlo, eres mucho más que tus recuerdos o lo que otros te han dejado atrás.

    Carmina se hundió más en el abrazo, dejando que las palabras de su abuela la envolvieran. El dolor seguía ahí, como una sombra persistente, pero en ese momento, en los brazos de Lucia, encontró un poco de consuelo.
    Lucia levantó la mirada del libro cuando escuchó la puerta de la tienda cerrarse. Era la hora de almorzar, pero algo en la manera en que Carmina entró le hizo sentir una preocupación silenciosa. Su nieta llevaba el cabello planchado, algo que solo hacía cuando estaba sumergida en pensamientos tristes. Dejó el libro a un lado, observándola en silencio mientras Carmina caminaba hacia la cocina, evitando el contacto visual. Lucia la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que algo la estaba consumiendo por dentro. —Carmina, ven, siéntate conmigo un momento —le pidió con voz suave, señalando el sofá. Carmina dudó por un instante, pero luego soltó un suspiro y se acercó al sofá, dejándose caer junto a su abuela. Durante unos segundos, solo miró sus manos, retorciendo un mechón de su cabello planchado. —¿Qué sucede, cariño? —le preguntó Lucia, sabiendo que su nieta necesitaba sacar lo que tenía dentro. Carmina jugueteó con su cabello, mirando hacia abajo. Cuando finalmente habló, su voz era baja y quebradiza. —No quiero parecerme a ella, abuela —susurró, y Lucia supo inmediatamente que hablaba de su madre. —Es como... —Carmina continuó, buscando las palabras—, a veces me miro en el espejo y veo algo que no quiero ver. Mi cabello... me recuerda a ella. No puedo evitarlo. Lo plancho porque así siento que lo estoy cambiando, pero ni así se siente bien. Me siento incómoda conmigo misma, como si no pudiera escapar de eso. Lucia escuchó con atención, apretando suavemente la mano de Carmina en señal de apoyo. Sabía que había mucho más detrás de esas palabras, y que su nieta necesitaba tiempo para decirlo todo. —Y... mis amigas del colegio… ya todas hicieron sus vidas. Apenas me hablan. Están estudiando, viajando, haciendo cosas... y yo estoy aquí, en la tienda, como si me hubiera quedado atrás. —Carmina apretó los labios, tratando de contener las lágrimas que ya estaban asomando—. Es como si todas me hubieran olvidado, como si no importara para nadie. Lucia sintió una punzada en el corazón. Sabía cuánto significaban esas amistades para Carmina, y verla tan aislada, tan sola, la llenaba de tristeza. Luego, una idea cruzó por su mente, una amiga de la que había escuchado hablar, pero no conocía mucho. —¿Y qué hay de Jade? —preguntó suavemente—. Sé que no la veo mucho por aquí, pero por lo que me has dicho, parece que es importante para ti. No sé mucho de ella, pero siempre hablas de lo que comparten. ¿No es ella parte de tu vida ahora? Carmina parpadeó, sorprendida por la mención de Jade. Bajó la mirada por un momento y suspiró. —Sí, Jade es... especial. Pero con ella tampoco puedo hablar de cómo me siento realmente. No sé por qué, abuela... simplemente siento que no puedo ser totalmente honesta. No quiero que piense que estoy rota o que algo está mal conmigo. Así que hablamos de cosas más superficiales, y aunque eso ayuda por un rato... no es lo que necesito. Lucia asintió, su expresión calmada mientras escuchaba a su nieta desahogarse. —Y lo peor es que no entiendo por qué todo me afecta tanto. Mi vida es buena, abuela. Tengo la tienda, te tengo a ti, tengo mi salud... pero aun así, todo se siente tan pesado. —Carmina comenzó a llorar otra vez, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras buscaba respuestas en la confusión que sentía—. No debería sentirme así, pero no puedo evitarlo. Me siento sola, como si todos se fueran, como si me quedara estancada mientras el resto sigue adelante. Lucia la observó con el corazón encogido. Sabía que los sentimientos de su nieta no siempre tenían una explicación simple o fácil, y que, a veces, la tristeza aparecía incluso en los momentos de mayor estabilidad. —Incluso el chico... —continuó Carmina, ahora con la voz más rota—. ¿Recuerdas al joven rubio del que te hablé? Él… me dijo algo muy raro. Dijo que me parecía a su mamá. Al principio no supe qué pensar, pero… de alguna manera, me dio ternura. Él hablaba de ella con tanto cariño, como si pensar en su madre le trajera paz. Y eso fue tan diferente a cómo me siento yo cuando pienso en la mía… Carmina se detuvo un momento, secándose las lágrimas con la manga de su blusa. —Pero hace mucho que no sé nada de él tampoco. Es como si, al igual que todos los demás, también se hubiera ido. —Al decirlo, su voz se quebró por completo, y Carmina se cubrió el rostro con las manos, soltando sollozos que llevaba demasiado tiempo conteniendo. Lucia, con ternura infinita, la atrajo hacia ella, abrazándola y acariciando su cabello con delicadeza. La sentía tan vulnerable, tan herida por todas esas pérdidas, tanto físicas como emocionales. —Es normal sentirte así, mi niña —murmuró Lucia con suavidad—. A veces las personas que amamos se alejan, y eso duele, pero no significa que lo que compartiste con ellos no sea valioso. Y aunque ahora te cueste verlo, eres mucho más que tus recuerdos o lo que otros te han dejado atrás. Carmina se hundió más en el abrazo, dejando que las palabras de su abuela la envolvieran. El dolor seguía ahí, como una sombra persistente, pero en ese momento, en los brazos de Lucia, encontró un poco de consuelo.
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  • Fue durante el último equinoccio de otoño que Tolek invocó las fuerzas del clan Chérnikov, una práctica que sólo es necesaria cuando se trata de hechizos poderosos. Su clan está muerto, pero sus fantasmas aún pueden caminar la tierra de los vivos y son especialmente poderosos durante estas épocas tan cercanas a la noche de los muertos.

    El brujo ha preparado un círculo de invocación en aquella zona más especial del bosque que custodia: el manantial. Allí, bajo la atenta mirada de una familia de curiosos kitsune, un par dríades y ninfas, y alguna que otra criatura peculiar más, el clan Chérnikov se reúne entorno a una hoguera mágica que arde con un fuego de color blanco poco común. El fantasma de los hombres más cercanos de su clan, quienes son su padre y los hermanos de su padre, rodean el fuego más de cerca que las mujeres, quienes mantienen un coro de protección e invocación alrededor.

    Es a su padre a quien Tolek ofrece un anillo dorado adornado con una tierna florecilla púrpura, que acaba de retirar de su dedo, antes despidiéndose de este con un beso. El hombre lo recibe con cuidado y recita las mismas palabras que las mujeres, uniéndose al coro por un momento, justo antes de lanzarlo a la hoguera.

    Las llamas se avivan y crecen tornándose doradas por un momento.

    Luego, el brujo ofrece un colgante que retira de su cuello y que despide del mismo modo, con un sentido beso, antes de ofrecérselo a su padre.

    Las llamas lo reciben con otra explosión de brillo dorado.
    El espectáculo de luces fascina a las criaturas que lo atestiguan, lejos de quemar a nadie ni de ponerles en riesgo.
    Por otro lado, el brujo ya es incapaz de contener las lágrimas que le ahogan los ojos.

    Lo siguiente es un anillo de plata rosa, una coronita que despide con una lágrima que cae sin querer, antes de ofrecerlo a su padre. El brujo se limpia los ojos con el revés de la manga justo a tiempo para ver la explosión de humo rosa que deja a todos ciegos alrededor, inundados, además, por un penetrante olor a chicle.

    Esta vez, todas los espectadores vivos tosen.

    Finalmente, el brujo se quita su característico abrigo de piel... pero le cuesta entregarlo. Antes, se abraza y aferra la prenda con un profundo cariño, y luego la deja ir con la vista otra vez empañada, pero le da igual. De todos modos, nadie ve nada por culpa de la nube rosa chicle, hasta que el siguiente estallido eleva las llamas a lo más alto y por encima de las copas de los árboles, lenguas de fuego de color negro que abrasan el aire circundante capaces de consumir todo a su alrededor. Pero el canto de las mujeres no es en vano, nada ni nadie se quema ni sufre.

    Y así, el brujo agacha la cabeza como si la nuca le pesara mucho más de la cuenta, un peso que pronto desaparece, sin embargo. Creyendo que todo ha terminado, el brujo se extraña al escuchar que el canto persiste, aunque ha cambiado de letra y ritmo, y que su padre aún espera frente a él.

    — No tengo nada más que entregar... —pronuncia Tolek.

    Su padre le mira el pecho.

    — No, la amatista se queda —declara el brujo, con voz tajante.

    Pero su padre aún le mira el pecho.
    Al parecer, lo que sea que esté sucediendo no tiene algo que ver con la amatista.

    Entonces, frente a los ojos del brujo, su padre parece cambiar de forma. Su rostro se desfigura, su cráneo queda expuesto, de su cabeza crecen grandes astas y su cabello se alarga en negras hebras. Su espalda se encorva, pero a la vez se estira dándole mucha más altura de la normal, sus manos se convierten en garras y sus piernas son las de una cabra. Y sin embargo, Tolek no muestra miedo, al contrario, se arrodilla al igual que lo hacen todos los demás de su clan alrededor, aunque con cierta dificultad debido a su cojera.

    El que se encuentra frente a él no es otra más que una de las formas que adopta el dios patrono de los Chérnikov, Weles. Y el que se presente en ese momento es un honor que toma por sorpresa al único que no lo esperaba, el brujo cojo.

    Weles, rodeado de un aura de misterio y quietud aterradora, extiende una mano para posarla sobre la cabeza del brujo cojo frente a él. Tolek siente la rugosa presión de los dedos del dios y sólo puede pensar en que ha venido a por su alma, al fin, como castigo por la ingratitud que acaba de cometer al sacrificar los recuerdos de sus seres queridos. Pero no puede estar más equivocado, el dios se muestra paciente al esperar un momento de travieso suspenso antes de obrar, y Tolek puede sentir como su pantorrilla izquierda se endurece y cruje como si estuviera hecha de madera, de raíces que se retuercen flexibles, pero a la vez rígidas bajo su piel. Y de pronto, como si al fin se deshiciera de una sanguijuela que llevara pegada a la pierna constantemente, el dolor desaparece.

    #ElBrujoCojo
    Fue durante el último equinoccio de otoño que Tolek invocó las fuerzas del clan Chérnikov, una práctica que sólo es necesaria cuando se trata de hechizos poderosos. Su clan está muerto, pero sus fantasmas aún pueden caminar la tierra de los vivos y son especialmente poderosos durante estas épocas tan cercanas a la noche de los muertos. El brujo ha preparado un círculo de invocación en aquella zona más especial del bosque que custodia: el manantial. Allí, bajo la atenta mirada de una familia de curiosos kitsune, un par dríades y ninfas, y alguna que otra criatura peculiar más, el clan Chérnikov se reúne entorno a una hoguera mágica que arde con un fuego de color blanco poco común. El fantasma de los hombres más cercanos de su clan, quienes son su padre y los hermanos de su padre, rodean el fuego más de cerca que las mujeres, quienes mantienen un coro de protección e invocación alrededor. Es a su padre a quien Tolek ofrece un anillo dorado adornado con una tierna florecilla púrpura, que acaba de retirar de su dedo, antes despidiéndose de este con un beso. El hombre lo recibe con cuidado y recita las mismas palabras que las mujeres, uniéndose al coro por un momento, justo antes de lanzarlo a la hoguera. Las llamas se avivan y crecen tornándose doradas por un momento. Luego, el brujo ofrece un colgante que retira de su cuello y que despide del mismo modo, con un sentido beso, antes de ofrecérselo a su padre. Las llamas lo reciben con otra explosión de brillo dorado. El espectáculo de luces fascina a las criaturas que lo atestiguan, lejos de quemar a nadie ni de ponerles en riesgo. Por otro lado, el brujo ya es incapaz de contener las lágrimas que le ahogan los ojos. Lo siguiente es un anillo de plata rosa, una coronita que despide con una lágrima que cae sin querer, antes de ofrecerlo a su padre. El brujo se limpia los ojos con el revés de la manga justo a tiempo para ver la explosión de humo rosa que deja a todos ciegos alrededor, inundados, además, por un penetrante olor a chicle. Esta vez, todas los espectadores vivos tosen. Finalmente, el brujo se quita su característico abrigo de piel... pero le cuesta entregarlo. Antes, se abraza y aferra la prenda con un profundo cariño, y luego la deja ir con la vista otra vez empañada, pero le da igual. De todos modos, nadie ve nada por culpa de la nube rosa chicle, hasta que el siguiente estallido eleva las llamas a lo más alto y por encima de las copas de los árboles, lenguas de fuego de color negro que abrasan el aire circundante capaces de consumir todo a su alrededor. Pero el canto de las mujeres no es en vano, nada ni nadie se quema ni sufre. Y así, el brujo agacha la cabeza como si la nuca le pesara mucho más de la cuenta, un peso que pronto desaparece, sin embargo. Creyendo que todo ha terminado, el brujo se extraña al escuchar que el canto persiste, aunque ha cambiado de letra y ritmo, y que su padre aún espera frente a él. — No tengo nada más que entregar... —pronuncia Tolek. Su padre le mira el pecho. — No, la amatista se queda —declara el brujo, con voz tajante. Pero su padre aún le mira el pecho. Al parecer, lo que sea que esté sucediendo no tiene algo que ver con la amatista. Entonces, frente a los ojos del brujo, su padre parece cambiar de forma. Su rostro se desfigura, su cráneo queda expuesto, de su cabeza crecen grandes astas y su cabello se alarga en negras hebras. Su espalda se encorva, pero a la vez se estira dándole mucha más altura de la normal, sus manos se convierten en garras y sus piernas son las de una cabra. Y sin embargo, Tolek no muestra miedo, al contrario, se arrodilla al igual que lo hacen todos los demás de su clan alrededor, aunque con cierta dificultad debido a su cojera. El que se encuentra frente a él no es otra más que una de las formas que adopta el dios patrono de los Chérnikov, Weles. Y el que se presente en ese momento es un honor que toma por sorpresa al único que no lo esperaba, el brujo cojo. Weles, rodeado de un aura de misterio y quietud aterradora, extiende una mano para posarla sobre la cabeza del brujo cojo frente a él. Tolek siente la rugosa presión de los dedos del dios y sólo puede pensar en que ha venido a por su alma, al fin, como castigo por la ingratitud que acaba de cometer al sacrificar los recuerdos de sus seres queridos. Pero no puede estar más equivocado, el dios se muestra paciente al esperar un momento de travieso suspenso antes de obrar, y Tolek puede sentir como su pantorrilla izquierda se endurece y cruje como si estuviera hecha de madera, de raíces que se retuercen flexibles, pero a la vez rígidas bajo su piel. Y de pronto, como si al fin se deshiciera de una sanguijuela que llevara pegada a la pierna constantemente, el dolor desaparece. #ElBrujoCojo
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  • When we first met
    Fandom OC, Siglo XVIII, Piratas.
    Categoría Romance
    South Street Seaport - Nueva York. 1685
    Starter para Skye Morrison

    Cada día más personas se amontonaban en los muelles del puerto sur de la ciudad, el lugar de oro para los mangantes y ladrones. La guerra hacía estragos al otro lado del charco y por si no era suficiente aún quedaban los piratas.

    El olor a pescado no era molestia para la joven pero sí para su acompañante que cubría con un pañuelo su nariz, en una expresión bastante molesta. No comprendía las ganas de la joven de pasear en un ambiente así y como no le repugnaba. La excusa de Maxine era evadirse del mismo aprovechando ese bullicio haciendo que su brazo se soltara y pudiera escapar de la presión que sentía junto a él.

    Lo consiguió, consiguió perderse entre la multitud sonriente por ello, disfrutando de esos minutos de paz y libertad hasta que diera con ella.
    South Street Seaport - Nueva York. 1685 Starter para [G0LDENSEA] Cada día más personas se amontonaban en los muelles del puerto sur de la ciudad, el lugar de oro para los mangantes y ladrones. La guerra hacía estragos al otro lado del charco y por si no era suficiente aún quedaban los piratas. El olor a pescado no era molestia para la joven pero sí para su acompañante que cubría con un pañuelo su nariz, en una expresión bastante molesta. No comprendía las ganas de la joven de pasear en un ambiente así y como no le repugnaba. La excusa de Maxine era evadirse del mismo aprovechando ese bullicio haciendo que su brazo se soltara y pudiera escapar de la presión que sentía junto a él. Lo consiguió, consiguió perderse entre la multitud sonriente por ello, disfrutando de esos minutos de paz y libertad hasta que diera con ella.
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    Individual
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    Cualquier línea
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  • Siento algo apretada las mangas de este vestido.
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