• Seiko Nura
    Onceavo Jefe de La Mafia Vongola Sucesor de Tsunayoshu Sawada
    Seiko Nura Onceavo Jefe de La Mafia Vongola Sucesor de Tsunayoshu Sawada
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  • ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
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  • 𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒]

    Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio.

    Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él.

    𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞

    Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero.

    𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞

    Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello.

    Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro.

    El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞

    Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞

    La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞

    Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa.

    Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
    𝐀𝐠𝐫𝐞𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐬 & 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐬 𝐨𝐟 𝐂𝐨𝐧𝐝𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟒] Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio. Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él. 𝘏𝟣 : ❝ 𝘔𝘪𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘮á𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢. 𝘋𝘦𝘣𝘦𝘳í𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘯𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳á 𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢. ❞ Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero. 𝘏𝟤 : ❝ 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘥𝘪𝘤𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘯𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰. 𝘚𝘪 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘱𝘪𝘥𝘦𝘻, 𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘳á. ❞ Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello. Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro. El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦, 𝘴𝘶𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘤𝘢í𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘶𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘷𝘦í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴. ❞ Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ 𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 𝘐𝘷𝘢𝘯𝘰𝘷. 𝘚𝘰𝘺 𝘦𝘭 𝘭í𝘥𝘦𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘶𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘱𝘶𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘴𝘦𝘯𝘢𝘥𝘰𝘳. . . 𝘚é 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰. 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳á𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳é 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢. ❞ La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ❝ ¡𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯! 𝘝𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘈𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰. 𝘌𝘯 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴, 𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘺 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘵é𝘳𝘮𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘷𝘪𝘥𝘢. . . 𝘠 𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘴𝘦𝘳á𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. ❞ Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa. Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
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    𝗜𝗻𝘀𝘁𝗮𝗴𝗿𝗮𝗺 𝗣𝗼𝘀𝘁 « @.AlexMafian

    Solo sonrió cuando estas tú
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  • Diario Semanal De Darküs Volkøv.

    Nunca me gustó que otros decidieran por mí, pero en este caso fue el padre de Lía quien selló el destino. Ese viejo cabrón me puso un arma invisible en la sien, me entregó a su hija como moneda de cambio y dejó claro que si no cumplía, había una bala de plata esperándome. Y no era solo la mía, también la de ella. Lo que hacía aún más sucio todo este trato.

    Él cree que al ponerla conmigo la protege, que nadie mejor que yo para cuidarla, para darle un futuro en un mundo lleno de traiciones y cuchillos en la oscuridad. Lo que no entiende —o quizá sí y no le importa— es que Lía no quiere saber nada de esto, no quiere una vida marcada por la mafia, ni por secretos, ni por amenazas. Ella solo quiere algo que yo jamás tuve, amor verdadero, libre de cadenas. Y ese no estaba en el contrato.

    Por eso la traje conmigo, por eso la retuve en la isla. No porque deseara ser su carcelero, sino porque era la única forma de salvarnos a los dos. Quería hacerlo bien, por las buenas, sin necesidad de imponerme. Y se lo dije, no me interesa romperla, me interesa que elija quedarse. Que se comprometa en aquella isla de los dos. Pero ella me devuelve odio y reproches, me recuerda a cada segundo que me ve como el verdugo que le arrebató la libertad molestándolo en cada palabra.

    Sé que no es fácil mirarla y no ceder, porque tiene fuego en la mirada y esa rebeldía me provoca más de lo que debería. Ella me reta, me insulta, me desafía, y en cada palabra me demuestra que no será fácil doblegarla. Y aun así, ahí está el problema: no quiero que se doblegue, quiero que me vea y elija, aunque seamos dos piezas de un ajedrez podrido.

    El tiempo se acaba y lo sé. Si no acepta, ambos tenemos una bala escrita con nuestros nombres. Y en mi mundo, no hay espacio para finales felices ni cuentos de hadas. Así que le di la opción, dejar que yo la convenza por las buenas, o arrastrarla por la fuerza. Porque lo que Lia no entiende es que su padre puede haberla usado como pieza, pero conmigo… conmigo no hay salida.

    [ripple_platinum_crow_772]
    Diario Semanal De Darküs Volkøv. Nunca me gustó que otros decidieran por mí, pero en este caso fue el padre de Lía quien selló el destino. Ese viejo cabrón me puso un arma invisible en la sien, me entregó a su hija como moneda de cambio y dejó claro que si no cumplía, había una bala de plata esperándome. Y no era solo la mía, también la de ella. Lo que hacía aún más sucio todo este trato. Él cree que al ponerla conmigo la protege, que nadie mejor que yo para cuidarla, para darle un futuro en un mundo lleno de traiciones y cuchillos en la oscuridad. Lo que no entiende —o quizá sí y no le importa— es que Lía no quiere saber nada de esto, no quiere una vida marcada por la mafia, ni por secretos, ni por amenazas. Ella solo quiere algo que yo jamás tuve, amor verdadero, libre de cadenas. Y ese no estaba en el contrato. Por eso la traje conmigo, por eso la retuve en la isla. No porque deseara ser su carcelero, sino porque era la única forma de salvarnos a los dos. Quería hacerlo bien, por las buenas, sin necesidad de imponerme. Y se lo dije, no me interesa romperla, me interesa que elija quedarse. Que se comprometa en aquella isla de los dos. Pero ella me devuelve odio y reproches, me recuerda a cada segundo que me ve como el verdugo que le arrebató la libertad molestándolo en cada palabra. Sé que no es fácil mirarla y no ceder, porque tiene fuego en la mirada y esa rebeldía me provoca más de lo que debería. Ella me reta, me insulta, me desafía, y en cada palabra me demuestra que no será fácil doblegarla. Y aun así, ahí está el problema: no quiero que se doblegue, quiero que me vea y elija, aunque seamos dos piezas de un ajedrez podrido. El tiempo se acaba y lo sé. Si no acepta, ambos tenemos una bala escrita con nuestros nombres. Y en mi mundo, no hay espacio para finales felices ni cuentos de hadas. Así que le di la opción, dejar que yo la convenza por las buenas, o arrastrarla por la fuerza. Porque lo que Lia no entiende es que su padre puede haberla usado como pieza, pero conmigo… conmigo no hay salida. [ripple_platinum_crow_772]
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    << Se econtraba sentado en la silla detrás del escritorio en su oficina, aún se encontraba en Cagliari resolviendo algunos asuntos en la tierra de su familia, si es que así se le podría llamar. Aunque no tenía queja alguna de su hermana Elisabetta, realmente había sido bastante cálida con él en todo este tiempo que se mantenía acoplandose al ritmo de la familia, lo cual era algo sutil aunque enérgico, totalmente diferente de lo distante y frívolo que podía ser en el territorio ruso. Ya habían tenido algunos asuntos que atender juntos, aunque no del todo directo ante la alianza que terminó recientemente. Una alianza que, superficialmente le era indiferente y , al igual que ellos, inútil pues no había mucho beneficio de ello para ambas familias.

    Pensaba las cosas mientras se mecía en aquella silla giratoria, de arriba a bajo en las posibilidades que resultarían de que su esposa tuviese aquella reliquia entre sus manos ¿Realmente sería de ayuda para ella? ¿Su memoria regresaría? ¿Cambiarían las cosas entre ellos?

    Por otra parte, estaban los asuntos internos, en los que tenía que continuar manejando el pequeño proyecto de expansión que estaba orquestando en las sombras. Los disturbios en Rusia por el control de territorio comenzaba a intensificarse desde que un sujeto llamado Kiev comenzó a manifestarse en La Mafia Roja, haciendose llamar heredero legítimo de todo lo que se había estipulado en la hermandad. Mientras que Giovanni había comenzado desde abajo, subiendo lentamente y cobrando algunos favores que todavía le debían a su abuelo, aún cuando fueran veteranos de guerra y retirados de la KGB.

    Tenía que regresar a Rusia antes de que su ausencia se notara y comenzaran las invasiones. Además parecía que aquel mencionado sujeto, estaba totalemente interesado en el territorio que el hijo de Niccólo había conseguido en tierras rusas. Seguramente una disputa entre padres que ahora los hijos heredarían. Eso le causaba cierta molestia, y paranoia al creer que en cualquier momento su territorio, todo el trabajo que había hecho hasta ahora le fuese arrebatado. Realmente no le importaba el legado de su padre, pero si el trabajo que había realizado.

    Su mente estaba hecha un caos, pero por fuera, mostraba una serenidad inquebrantable, una resiliencia que incluso se compararía con los mismo glaciares de Siberia y que esta misma se mostraba en el claro de su mirada, mirada que se mantenía fija y decidida.

    Buscaba la mejor manera de proceder hasta que, repentinamente, el timbre del teléfono fijo comenzó a sonar ¿Quién podría ser? Seguro alguno de sus hombres, pues sólo ellos tenían el número directo de aquella oficina. Hasta ahora recordaba que había mandado a Dimitri junto a Sergei de regreso a Rusia para encargarse de las operaciones allá. Si, seguro era alguno de ellos. Tomó el teléfono con pocos deseos para así contestar dicha llamada.

    — Привет... —

    Dijo secamente. Del otro lado era Dimitri, quien tras un par de días encargandose de todo en San Petersburgo comenzó a informar la situación. Todo se encontraba en orden. Sin embargo, la situación cambió cuando escuchó mencionar la confirmación de que Kiev estaba ascendiendo lentamente e invalidando a cada miembro de la "Hermandad", algo que sin duda se expresó en el rostro del hijo de Di Vincenzo, su entrecejo estaba ligeramente fruncido y con ello algo de ira comenzó a surgir desde la boca del estómago.

    La conversación continuó, o mejor dicho, el reporte, ya que Giovanni tan solo se limitaba a escuchar y asentir tenuemente.

    — Han surgido inconvenientes manteniendo el territorio, hemos encontrado algunos infiltrados de ciertos grupos... — informó Dimitri estando él en alguno de los almacenes de la propiedad del italoruso.
    — ¿Y qué estas esperando? Ya sabes qué hacer... — replicó Giovanni con indiferencia.
    — ¿Qué hacemos con los voluntarios que quieren unirse? — cuestionó su mano derecha.
    — No habrá ingresos hasta nuevo aviso. — dijo Giovanni determinante. — Somete a los nuevos reclutas a interrogatorio. Ya sabes lo demás. —
    — Llegó un pedido nuevo. — agregó Dimitri hacia su jefe.
    — выплюнь это... — comentó.
    — Solicitan la búsqueda de un desertor: Máxim Kusminov... abandonó su puesto como piloto llevando recursos a tropas Ucranianas... — informó el pedido.
    — Encuéntralo y mátalo. — Ordenó Gio mientras miraba por la ventana en dirección al acantilado donde había paseado alguna vez con su esposa. Tras ello la llamada terminó y éste continuó con su momento de reflexión.

    — Ya comenzó... — >>
    Decisiones: << Se econtraba sentado en la silla detrás del escritorio en su oficina, aún se encontraba en Cagliari resolviendo algunos asuntos en la tierra de su familia, si es que así se le podría llamar. Aunque no tenía queja alguna de su hermana Elisabetta, realmente había sido bastante cálida con él en todo este tiempo que se mantenía acoplandose al ritmo de la familia, lo cual era algo sutil aunque enérgico, totalmente diferente de lo distante y frívolo que podía ser en el territorio ruso. Ya habían tenido algunos asuntos que atender juntos, aunque no del todo directo ante la alianza que terminó recientemente. Una alianza que, superficialmente le era indiferente y , al igual que ellos, inútil pues no había mucho beneficio de ello para ambas familias. Pensaba las cosas mientras se mecía en aquella silla giratoria, de arriba a bajo en las posibilidades que resultarían de que su esposa tuviese aquella reliquia entre sus manos ¿Realmente sería de ayuda para ella? ¿Su memoria regresaría? ¿Cambiarían las cosas entre ellos? Por otra parte, estaban los asuntos internos, en los que tenía que continuar manejando el pequeño proyecto de expansión que estaba orquestando en las sombras. Los disturbios en Rusia por el control de territorio comenzaba a intensificarse desde que un sujeto llamado Kiev comenzó a manifestarse en La Mafia Roja, haciendose llamar heredero legítimo de todo lo que se había estipulado en la hermandad. Mientras que Giovanni había comenzado desde abajo, subiendo lentamente y cobrando algunos favores que todavía le debían a su abuelo, aún cuando fueran veteranos de guerra y retirados de la KGB. Tenía que regresar a Rusia antes de que su ausencia se notara y comenzaran las invasiones. Además parecía que aquel mencionado sujeto, estaba totalemente interesado en el territorio que el hijo de Niccólo había conseguido en tierras rusas. Seguramente una disputa entre padres que ahora los hijos heredarían. Eso le causaba cierta molestia, y paranoia al creer que en cualquier momento su territorio, todo el trabajo que había hecho hasta ahora le fuese arrebatado. Realmente no le importaba el legado de su padre, pero si el trabajo que había realizado. Su mente estaba hecha un caos, pero por fuera, mostraba una serenidad inquebrantable, una resiliencia que incluso se compararía con los mismo glaciares de Siberia y que esta misma se mostraba en el claro de su mirada, mirada que se mantenía fija y decidida. Buscaba la mejor manera de proceder hasta que, repentinamente, el timbre del teléfono fijo comenzó a sonar ¿Quién podría ser? Seguro alguno de sus hombres, pues sólo ellos tenían el número directo de aquella oficina. Hasta ahora recordaba que había mandado a Dimitri junto a Sergei de regreso a Rusia para encargarse de las operaciones allá. Si, seguro era alguno de ellos. Tomó el teléfono con pocos deseos para así contestar dicha llamada. — Привет... — Dijo secamente. Del otro lado era Dimitri, quien tras un par de días encargandose de todo en San Petersburgo comenzó a informar la situación. Todo se encontraba en orden. Sin embargo, la situación cambió cuando escuchó mencionar la confirmación de que Kiev estaba ascendiendo lentamente e invalidando a cada miembro de la "Hermandad", algo que sin duda se expresó en el rostro del hijo de Di Vincenzo, su entrecejo estaba ligeramente fruncido y con ello algo de ira comenzó a surgir desde la boca del estómago. La conversación continuó, o mejor dicho, el reporte, ya que Giovanni tan solo se limitaba a escuchar y asentir tenuemente. — Han surgido inconvenientes manteniendo el territorio, hemos encontrado algunos infiltrados de ciertos grupos... — informó Dimitri estando él en alguno de los almacenes de la propiedad del italoruso. — ¿Y qué estas esperando? Ya sabes qué hacer... — replicó Giovanni con indiferencia. — ¿Qué hacemos con los voluntarios que quieren unirse? — cuestionó su mano derecha. — No habrá ingresos hasta nuevo aviso. — dijo Giovanni determinante. — Somete a los nuevos reclutas a interrogatorio. Ya sabes lo demás. — — Llegó un pedido nuevo. — agregó Dimitri hacia su jefe. — выплюнь это... — comentó. — Solicitan la búsqueda de un desertor: Máxim Kusminov... abandonó su puesto como piloto llevando recursos a tropas Ucranianas... — informó el pedido. — Encuéntralo y mátalo. — Ordenó Gio mientras miraba por la ventana en dirección al acantilado donde había paseado alguna vez con su esposa. Tras ello la llamada terminó y éste continuó con su momento de reflexión. — Ya comenzó... — >>
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  • ༒☬ 𝐋𝐄𝐓'𝐒 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐀 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 ☬༒

    ──𝐕𝐚𝐲𝐚… 𝐚ú𝐧 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐚. 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐬 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚.


    La primera vez que lo vio fue hace casi diez años, aunque para una mente fragmentada como la suya aquello se sentía como si hubiera ocurrido apenas cuatro. Y sin embargo, lo recordaba con una claridad incómoda, no por el contexto ni por lo que se dijeron, sino por lo que sintió.

    Lo primero que pensó de él fue simple y directo:

    "Este tipo es escalofriante".

    Había algo en su forma de estar… algo que no encajaba en ningún patrón lógico. Ryan no tenía la mirada de un hombre común, ni la de un asesino ordinario. Era otra cosa. Rozaba la psicopatía, pensó entonces. Una bestia disfrazada de cortesía, con esa sonrisa ambigua y esa calma tan antinatural que ponía los nervios de punta. Un hombre que podía estar contemplando una obra de arte… o planificando una ejecución, y nadie notaría la diferencia.


    Мне следовало сломать ему шею, когда я мог.


    No solo le parecía poco confiable. Le parecía peligroso en un sentido mucho más profundo, como si no tuviera emociones o, peor aún, como si supiera fingirlas a la perfección. Kiev lo había observado con desconfianza desde el primer momento y, con los años, esa percepción no mejoró… solo se volvió más compleja. Aprendió a trabajar a su lado, a leerlo en parte, pero jamás dejó de pensar que Ryan era mucho peor que él. Solo que este gustaba pintarse de maldito santo.

    Y eso ya era decir bastante.

    . . .

    "Eres igual a ese bastardo…"

    Como una broma enferma del destino, las palabras del italiano regresaron a su memoria justo cuando sostenía la cabeza ensangrentada de uno de los bastardos con el que lidiaba, su sonrisa se borró instantáneamente . Su agarre vaciló un segundo, no por duda, sino porque eso le provocó una rabia profunda que se expandió como un incendio. Lo sostuvo con más fuerza y lo estampó contra el pavimento en un solo movimiento seco, sin titubeos.

    El crujido fue visceral, desagradable para cualquiera que no estuviera sumergido en su mundo, pero para él sonó como romper una galleta. Su respiración se agitó. Los ojos platinados se mantuvieron fijos en el cuerpo que presentaba espasmos frente a él. No dijo nada. Solo observó hasta que el movimiento cesó, luego murmuró con fastidio:

    — Qué porquería.

    Hizo una breve cruz en el aire y se incorporó. Bastó un gesto de su mano para que sus hombres entendieran. En segundos el cuerpo fue envuelto en plástico, preparado para desaparecer como basura. Kiev se apartó unos metros, la espalda doliéndole por haber dormido en el sillón la noche anterior.

    Cruzó el salón hasta el balcón. Afuera, la ciudad de Monkov se extendía como un océano de luces y humo. Estaba ahí por contratos y para asegurar un territorio que ya dominaba, pero las tensiones en Rusia crecían y cada movimiento era una pieza más en un tablero que no podía permitirse perder.

    Respiró el aire frío. Sintió cómo sus pulmones se llenaban y el cuerpo parecía aligerarse.
    — Marcos… llama a esos cuatro. Necesito que vayan a San Petersburgo a averiguar algo —ordenó con calma mientras se quitaba los guantes. Sacó una navaja del bolsillo y se hizo un corte en la palma, observando cómo la sangre brotaba rápido antes de que la carne comenzara a cerrarse poco a poco. Sonrió apenas—. Bueno, al menos esto ya funciona como debe.

    Guardó la navaja y añadió con un tono sarcástico:
    — Y vigila a esa señorita por mí… esa mujer va a hacer explotar algo en cualquier momento.

    Aquella питунья era más una bomba que humana. Aunque, para ser justos, le había ayudado a conseguir información clave sobre su país natal. No se había dado cuenta al principio, pero había contratado a una bomba humana sin medir las consecuencias. Y eso significaba una sola cosa: debía controlarla antes de que todo se viniera abajo.

    Iría el mismo, pero tenía a una gala que asistir. Una de esas reuniones en las que tendría que encontrarse con otros integrantes de la mafia roja.

    Lo que tenía que hacer era simple, hacerles acordar quien era el perro de quien.
    ༒☬ 𝐋𝐄𝐓'𝐒 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐀 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 ☬༒ ──𝐕𝐚𝐲𝐚… 𝐚ú𝐧 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐚. 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐬 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚. La primera vez que lo vio fue hace casi diez años, aunque para una mente fragmentada como la suya aquello se sentía como si hubiera ocurrido apenas cuatro. Y sin embargo, lo recordaba con una claridad incómoda, no por el contexto ni por lo que se dijeron, sino por lo que sintió. Lo primero que pensó de él fue simple y directo: "Este tipo es escalofriante". Había algo en su forma de estar… algo que no encajaba en ningún patrón lógico. Ryan no tenía la mirada de un hombre común, ni la de un asesino ordinario. Era otra cosa. Rozaba la psicopatía, pensó entonces. Una bestia disfrazada de cortesía, con esa sonrisa ambigua y esa calma tan antinatural que ponía los nervios de punta. Un hombre que podía estar contemplando una obra de arte… o planificando una ejecución, y nadie notaría la diferencia. Мне следовало сломать ему шею, когда я мог. No solo le parecía poco confiable. Le parecía peligroso en un sentido mucho más profundo, como si no tuviera emociones o, peor aún, como si supiera fingirlas a la perfección. Kiev lo había observado con desconfianza desde el primer momento y, con los años, esa percepción no mejoró… solo se volvió más compleja. Aprendió a trabajar a su lado, a leerlo en parte, pero jamás dejó de pensar que Ryan era mucho peor que él. Solo que este gustaba pintarse de maldito santo. Y eso ya era decir bastante. . . . "Eres igual a ese bastardo…" Como una broma enferma del destino, las palabras del italiano regresaron a su memoria justo cuando sostenía la cabeza ensangrentada de uno de los bastardos con el que lidiaba, su sonrisa se borró instantáneamente . Su agarre vaciló un segundo, no por duda, sino porque eso le provocó una rabia profunda que se expandió como un incendio. Lo sostuvo con más fuerza y lo estampó contra el pavimento en un solo movimiento seco, sin titubeos. El crujido fue visceral, desagradable para cualquiera que no estuviera sumergido en su mundo, pero para él sonó como romper una galleta. Su respiración se agitó. Los ojos platinados se mantuvieron fijos en el cuerpo que presentaba espasmos frente a él. No dijo nada. Solo observó hasta que el movimiento cesó, luego murmuró con fastidio: — Qué porquería. Hizo una breve cruz en el aire y se incorporó. Bastó un gesto de su mano para que sus hombres entendieran. En segundos el cuerpo fue envuelto en plástico, preparado para desaparecer como basura. Kiev se apartó unos metros, la espalda doliéndole por haber dormido en el sillón la noche anterior. Cruzó el salón hasta el balcón. Afuera, la ciudad de Monkov se extendía como un océano de luces y humo. Estaba ahí por contratos y para asegurar un territorio que ya dominaba, pero las tensiones en Rusia crecían y cada movimiento era una pieza más en un tablero que no podía permitirse perder. Respiró el aire frío. Sintió cómo sus pulmones se llenaban y el cuerpo parecía aligerarse. — Marcos… llama a esos cuatro. Necesito que vayan a San Petersburgo a averiguar algo —ordenó con calma mientras se quitaba los guantes. Sacó una navaja del bolsillo y se hizo un corte en la palma, observando cómo la sangre brotaba rápido antes de que la carne comenzara a cerrarse poco a poco. Sonrió apenas—. Bueno, al menos esto ya funciona como debe. Guardó la navaja y añadió con un tono sarcástico: — Y vigila a esa señorita por mí… esa mujer va a hacer explotar algo en cualquier momento. Aquella питунья era más una bomba que humana. Aunque, para ser justos, le había ayudado a conseguir información clave sobre su país natal. No se había dado cuenta al principio, pero había contratado a una bomba humana sin medir las consecuencias. Y eso significaba una sola cosa: debía controlarla antes de que todo se viniera abajo. Iría el mismo, pero tenía a una gala que asistir. Una de esas reuniones en las que tendría que encontrarse con otros integrantes de la mafia roja. Lo que tenía que hacer era simple, hacerles acordar quien era el perro de quien.
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad!

    Denle una cálida bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤ [eclipse_peach_crab_963]

    Jayden Bjørn, 21 años, heredero legítimo de la mafia más poderosa de Shanghai. Coqueto, mujeriego y alérgico al compromiso, vive bajo su propia regla: “Solo el más fuerte prevalece.” Estudiante de día, serpiente letal de noche. El respeto lo sigue… y el peligro también.


    ㅤㅤㅤㅤㅤ [tempest_indigo_spider_103]

    Lyon Black, 23 años, 1.80 m. Asexual y arromántico. Vampiro caníbal que solo bebe sangre de su propia especie, vive cazando a otros como él por puro placer. Estudiante de biología, sarcástico, intenso y manipulador, convierte la caza en un juego... y siempre juega para ganar.


    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


    Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!


    Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:


    Normas básicas de la plataforma:
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    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor 


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    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad! 🎉 Denle una cálida bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [eclipse_peach_crab_963] Jayden Bjørn, 21 años, heredero legítimo de la mafia más poderosa de Shanghai. Coqueto, mujeriego y alérgico al compromiso, vive bajo su propia regla: “Solo el más fuerte prevalece.” Estudiante de día, serpiente letal de noche. El respeto lo sigue… y el peligro también. ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [tempest_indigo_spider_103] Lyon Black, 23 años, 1.80 m. Asexual y arromántico. Vampiro caníbal que solo bebe sangre de su propia especie, vive cazando a otros como él por puro placer. Estudiante de biología, sarcástico, intenso y manipulador, convierte la caza en un juego... y siempre juega para ganar. 👋 ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil: 📌 Normas básicas de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines  📖 Guías y miniguías para no perderse: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS  🌍 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar rol y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS   🔗 Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL  ✍️ Consejos para mejorar escritura y narración 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor  ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción! 🚀🔥 #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
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  • ❝ — 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 ¿𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐? ❞




    Fue de un cerrar de ojos

    Un día atendía papeles mientras Kiev aún no despertaba, Ryan se había ido, sin dejar una nota, ni una palabra, absolutamente nada.

    Aunque sabía que el rescate de Kiev lo había afectado de sobremanera, no creyó que terminaría provocando un mal dentro de su cabeza, algo que terminaría atormentandolo.

    Trato de hablar, pero ella era la menos indicada para hacerlo, porque también tenía sus propios problemas.

    Su ausencia ocurrió de la nada. Estaba cansada y exhausta, había tomado el control de todo de forma repentina para que la mafia no cayera, ordenó documentos, firmó contratos, controló los negocios, cuidó de Kiev como si fuera su enfermera, y las dudas la carcomían lentamente... ¿por qué no despertaba?, ¿por qué sus heridas no sanaban?, ¿por qué parecía tan simple, tan tranquilo? Su cuerpo no sanaba, parecía un simple mortal...


    Fue una de tanta noches, bebía unas copas, mientras hablaba con Kyo, su supuesta libertad se convirtió en una trampa, en un agujero oscuro que no vio venir. Alguien a quien consideraba un amigo, lo más cercano a ello.

    Cuando sus ojos se abrieron, estaba dentro de una casa antigua con arquitectura japonesa, todo era demasiado silencioso, demasiado ajeno

    Fue la primera alerta

    Buscó a alguien, a cualquiera, y cuando una mujer abrió la boca, el idioma japonés se le clavó como una daga en el oído

    La habían secuestrado y la habían llevado a un país donde no entendía el idioma, donde no tenía poder, donde no era nadie

    — ¡Voy a matarte, Ryo! — gritó con rabia

    Su cabello rojo era un desastre, su respiración desordenada, y los extraños la miraban como si fuera un espectro fuera de lugar.

    Se había olvidado de lo lejos que Kyo estaba dispuesto a llegar para sacarla del camino, alejarla tanto de Kiev como de Ryan, y lo había logrado, porque aunque Ryan fue el primero en desaparecer, a ella la empujaron aún más lejos

    ¿Qué tan difícil podía ser sobrevivir a esto?

    Esperó durante tres días la llegada del japonés, pero ninguna sombra se acercó, no tenía dinero, ni identificación, ni un contacto, ni un maldito plan para regresar a Albania

    Era un desastre, y no solo por fuera

    Intentó conseguir dinero, buscar salidas, improvisar, pero todo era ajeno, todo era hostil, todo estaba en su contra

    Y al final, terminó por involucrarse con los yakuza, fue inevitable, uno de ellos intentó tocarla y sin pensarlo le rompió el brazo, y cuando el resto vino a buscar explicaciones, ya era tarde

    No tuvo más opción que hundirse en ese mundo, meterse en los bajos fondos, adaptarse, ensuciarse, sobrevivir con lo poco que tenía, con lo que recordaba, con las ganas de volver a casa y verlos de nuevo

    Días, semanas, meses

    Todo era una cuenta regresiva


    — .... —

    El humo se disipaba con tranquilidad mientras ella lo observaba, solo tenía que terminar el contrato, solo eso y nada más.

    Estaba en una habitación japonesa, sentada con elegancia, vestía una yukata roja que dejaba parte de sus hombros al descubierto, el cabello recogido a medias, su piel marcada por el cansancio pero su sonrisa intacta, los dedos firmes alrededor de la pipa que encendía con lentitud, la mirada tranquila de quien lleva dentro una tormenta

    — ¿Es un trato? — sus labios soltaron las palabras tan suaves como venenosos mientras caminaba alrededor del hombre que tenía frente a ella, sus pasos suaves, calculados, su tono dulce como veneno — te lo prometo... esto te traerá más beneficios a ti que a mí. — Sus dedos recorrieron los hombros ajenos.

    El humo se escapaba de sus labios con naturalidad mientras se agachaba para sentarse, la yukata se deslizaba lo justo para jugar con su atención, su presencia era un arma, y ese hombre no tenía idea de en qué momento había bajado la guardia

    Estaba acompañado, claro, pero Rubi no se inmutó, los observó con la serenidad de quien ya había hecho esto muchas veces

    No podía decir nada más, cualquier palabra de más lo arruinaría, solo le quedaban unas frases suaves, una sonrisa y esa forma suya de mentir como si no lo hiciera, aunque sus dedos se aferraban a la tela roja que la envolvía.

    — Bien, es un trato — dijo él, haciendo un gesto japonés con la cabeza

    Rubi sonrió, como si acabara de escuchar una melodía perfecta. Aplaudió suavemente, juntó las manos con elegancia.

    Los hombres ingresaron a la sala con los papeles. El sello. El final.

    ¿Estaba contenta?
    Más que eso.
    El contrato era el precio exacto de su libertad.
    Su pasaje de regreso.

    Y mientras firmaban, aquella pregunta flotó por su cabeza, silenciosa, cálida y dolorosa:

    ¿Cómo estarían los chicos...?
    ❝ — 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 ¿𝑬𝒔 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐? ❞ Fue de un cerrar de ojos Un día atendía papeles mientras Kiev aún no despertaba, Ryan se había ido, sin dejar una nota, ni una palabra, absolutamente nada. Aunque sabía que el rescate de Kiev lo había afectado de sobremanera, no creyó que terminaría provocando un mal dentro de su cabeza, algo que terminaría atormentandolo. Trato de hablar, pero ella era la menos indicada para hacerlo, porque también tenía sus propios problemas. Su ausencia ocurrió de la nada. Estaba cansada y exhausta, había tomado el control de todo de forma repentina para que la mafia no cayera, ordenó documentos, firmó contratos, controló los negocios, cuidó de Kiev como si fuera su enfermera, y las dudas la carcomían lentamente... ¿por qué no despertaba?, ¿por qué sus heridas no sanaban?, ¿por qué parecía tan simple, tan tranquilo? Su cuerpo no sanaba, parecía un simple mortal... Fue una de tanta noches, bebía unas copas, mientras hablaba con Kyo, su supuesta libertad se convirtió en una trampa, en un agujero oscuro que no vio venir. Alguien a quien consideraba un amigo, lo más cercano a ello. Cuando sus ojos se abrieron, estaba dentro de una casa antigua con arquitectura japonesa, todo era demasiado silencioso, demasiado ajeno Fue la primera alerta Buscó a alguien, a cualquiera, y cuando una mujer abrió la boca, el idioma japonés se le clavó como una daga en el oído La habían secuestrado y la habían llevado a un país donde no entendía el idioma, donde no tenía poder, donde no era nadie — ¡Voy a matarte, Ryo! — gritó con rabia Su cabello rojo era un desastre, su respiración desordenada, y los extraños la miraban como si fuera un espectro fuera de lugar. Se había olvidado de lo lejos que Kyo estaba dispuesto a llegar para sacarla del camino, alejarla tanto de Kiev como de Ryan, y lo había logrado, porque aunque Ryan fue el primero en desaparecer, a ella la empujaron aún más lejos ¿Qué tan difícil podía ser sobrevivir a esto? Esperó durante tres días la llegada del japonés, pero ninguna sombra se acercó, no tenía dinero, ni identificación, ni un contacto, ni un maldito plan para regresar a Albania Era un desastre, y no solo por fuera Intentó conseguir dinero, buscar salidas, improvisar, pero todo era ajeno, todo era hostil, todo estaba en su contra Y al final, terminó por involucrarse con los yakuza, fue inevitable, uno de ellos intentó tocarla y sin pensarlo le rompió el brazo, y cuando el resto vino a buscar explicaciones, ya era tarde No tuvo más opción que hundirse en ese mundo, meterse en los bajos fondos, adaptarse, ensuciarse, sobrevivir con lo poco que tenía, con lo que recordaba, con las ganas de volver a casa y verlos de nuevo Días, semanas, meses Todo era una cuenta regresiva — .... — El humo se disipaba con tranquilidad mientras ella lo observaba, solo tenía que terminar el contrato, solo eso y nada más. Estaba en una habitación japonesa, sentada con elegancia, vestía una yukata roja que dejaba parte de sus hombros al descubierto, el cabello recogido a medias, su piel marcada por el cansancio pero su sonrisa intacta, los dedos firmes alrededor de la pipa que encendía con lentitud, la mirada tranquila de quien lleva dentro una tormenta — ¿Es un trato? — sus labios soltaron las palabras tan suaves como venenosos mientras caminaba alrededor del hombre que tenía frente a ella, sus pasos suaves, calculados, su tono dulce como veneno — te lo prometo... esto te traerá más beneficios a ti que a mí. — Sus dedos recorrieron los hombros ajenos. El humo se escapaba de sus labios con naturalidad mientras se agachaba para sentarse, la yukata se deslizaba lo justo para jugar con su atención, su presencia era un arma, y ese hombre no tenía idea de en qué momento había bajado la guardia Estaba acompañado, claro, pero Rubi no se inmutó, los observó con la serenidad de quien ya había hecho esto muchas veces No podía decir nada más, cualquier palabra de más lo arruinaría, solo le quedaban unas frases suaves, una sonrisa y esa forma suya de mentir como si no lo hiciera, aunque sus dedos se aferraban a la tela roja que la envolvía. — Bien, es un trato — dijo él, haciendo un gesto japonés con la cabeza Rubi sonrió, como si acabara de escuchar una melodía perfecta. Aplaudió suavemente, juntó las manos con elegancia. Los hombres ingresaron a la sala con los papeles. El sello. El final. ¿Estaba contenta? Más que eso. El contrato era el precio exacto de su libertad. Su pasaje de regreso. Y mientras firmaban, aquella pregunta flotó por su cabeza, silenciosa, cálida y dolorosa: ¿Cómo estarían los chicos...?
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  • [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ]



    Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían.

    A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea.

    Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad.

    Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia?

    Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente.

    Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas.

    Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo.

    Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados.

    — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría.

    Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada:

    —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko.

    La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró.

    Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo.

    —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni.

    Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó.

    Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte.

    —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza.

    —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso.

    La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas.

    —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor.

    —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos.

    Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas.

    —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó.

    Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó.

    El sonido resonó en la sala como un final inevitable.

    Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato.

    Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto.

    —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto.

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    || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora.

    Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ] Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían. A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea. Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad. Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia? Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente. Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas. Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo. Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría. Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada: —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko. La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró. Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo. —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni. Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó. Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte. —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza. —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso. La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas. —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor. —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos. Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas. —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó. Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó. El sonido resonó en la sala como un final inevitable. Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato. Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto. —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto. 10 9 8 || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora. Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
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