• El atardecer bañaba el campus en tonos dorados cuando Circe se escapó al jardín trasero de la facultad, donde los rosales trepaban como si quisieran alcanzar el cielo. Vestida con un ligero vestido lila que parecía brillar con cada rayo de luz, se dejó caer sobre la hierba aún tibia. Rodeada de flores, jugaba a adornarse el cabello con coronas improvisadas, hasta que terminó por perder la noción del tiempo.
    Apoyada en su mano, con las mejillas encendidas por la brisa y la risa que aún se le escapaba de vez en cuando, notó una presencia acercándose.


    — ¿Sabías que este lugar casi nadie lo conoce? —dijo con su voz clara y alegre, sin apartar la vista de la flor que sostenía. Luego levantó la mirada con una chispa traviesa en los ojos. —Aunque ahora que llegaste. . . supongo que tendré que compartirlo. ♡
    El atardecer bañaba el campus en tonos dorados cuando Circe se escapó al jardín trasero de la facultad, donde los rosales trepaban como si quisieran alcanzar el cielo. Vestida con un ligero vestido lila que parecía brillar con cada rayo de luz, se dejó caer sobre la hierba aún tibia. Rodeada de flores, jugaba a adornarse el cabello con coronas improvisadas, hasta que terminó por perder la noción del tiempo. Apoyada en su mano, con las mejillas encendidas por la brisa y la risa que aún se le escapaba de vez en cuando, notó una presencia acercándose. — ¿Sabías que este lugar casi nadie lo conoce? —dijo con su voz clara y alegre, sin apartar la vista de la flor que sostenía. Luego levantó la mirada con una chispa traviesa en los ojos. —Aunque ahora que llegaste. . . supongo que tendré que compartirlo. ♡
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  • 𝙇𝙖 𝙖𝙥𝙖𝙧𝙞𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙨𝙤𝙢𝙗𝙧𝙖.
    Fandom Kimetsu no Yaiba
    Categoría Acción
    -El portón del cuartel chirrió apenas cuando se abrió, dejando entrar un haz de luz anaranjada del atardecer. Entre esa claridad apareció la silueta de un hombre alto, envuelto en un haori oscuro y una bufanda carmesí que parecía absorber la última calidez del día.

    Mumyou avanzó despacio, cada paso resonando con un eco seco en el pasillo. Sus ojos, parcialmente cubiertos por el cabello, no buscaban nada en particular; parecían más acostumbrados a la penumbra que a la compañía. Sus manos descansaban cerca de las vainas de sus katanas gemelas, no por desconfianza, sino por costumbre.

    Al entrar en la sala donde podrían aguardarse los demás pilares, dejó escapar un suspiro áspero, casi un gruñido.-

    Otra reunión, otro plan para una guerra que nunca cambia... -Murmuró, sin molestarse en suavizar el tono sarcástico. Sus labios se curvaron apenas en una media sonrisa seca.-
    Creí que ya había dejado atrás estas paredes... y, sin embargo, aquí me tienen otra vez.

    -Se acomodó la bufanda con un gesto distraído, como si tratara de ocultar algo más que su cuello. Su mirada recorrió a los presentes, uno a uno, sin hostilidad, pero con ese aire incómodo de quien carga demasiados recuerdos.-

    No esperen discursos grandilocuentes de mi parte. Vine porque... alguien tiene que estar aquí cuando las luces se apaguen. Y si nadie más lo hace, será mi sombra la que cubra sus espaldas.

    -Mumyou se dejó caer en un rincón, cruzando los brazos, observando con el mismo cansancio áspero que lo define. No parecía un héroe, ni quería serlo. Pero estaba allí.-
    -El portón del cuartel chirrió apenas cuando se abrió, dejando entrar un haz de luz anaranjada del atardecer. Entre esa claridad apareció la silueta de un hombre alto, envuelto en un haori oscuro y una bufanda carmesí que parecía absorber la última calidez del día. Mumyou avanzó despacio, cada paso resonando con un eco seco en el pasillo. Sus ojos, parcialmente cubiertos por el cabello, no buscaban nada en particular; parecían más acostumbrados a la penumbra que a la compañía. Sus manos descansaban cerca de las vainas de sus katanas gemelas, no por desconfianza, sino por costumbre. Al entrar en la sala donde podrían aguardarse los demás pilares, dejó escapar un suspiro áspero, casi un gruñido.- Otra reunión, otro plan para una guerra que nunca cambia... -Murmuró, sin molestarse en suavizar el tono sarcástico. Sus labios se curvaron apenas en una media sonrisa seca.- Creí que ya había dejado atrás estas paredes... y, sin embargo, aquí me tienen otra vez. -Se acomodó la bufanda con un gesto distraído, como si tratara de ocultar algo más que su cuello. Su mirada recorrió a los presentes, uno a uno, sin hostilidad, pero con ese aire incómodo de quien carga demasiados recuerdos.- No esperen discursos grandilocuentes de mi parte. Vine porque... alguien tiene que estar aquí cuando las luces se apaguen. Y si nadie más lo hace, será mi sombra la que cubra sus espaldas. -Mumyou se dejó caer en un rincón, cruzando los brazos, observando con el mismo cansancio áspero que lo define. No parecía un héroe, ni quería serlo. Pero estaba allí.-
    Tipo
    Grupal
    Líneas
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    Estado
    Disponible
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  • *El suave crujir del sofá acompaña mi descanso al recostarme, dejando que mis piernas crucen con naturalidad, como si cada gesto estuviese calculado para no perder la elegancia aun en el desorden. La tela negra de mi media resalta bajo la luz, y siento el contraste del cuero anaranjado bajo mi guante. Suspiro lentamente, dejando que el aire se mezcle con la calma del entorno.*

    He regresado…

    *No puedo negar que resulta extraño pronunciar esas palabras en voz alta. Como si el eco mismo se burlara de mi demora, de mi ausencia prolongada. Pero aquí estoy, al fin. Cambiada, quizá, con un atuendo que no corresponde del todo a la imagen que solíais guardar de mí… aunque la esencia permanece intacta.*

    *Mis ojos recorren la habitación, deteniéndose en los detalles más nimios: un cuadro torcido, una lámpara parpadeante, la familiaridad de lo cotidiano que, de algún modo, me acoge sin reproches*

    He atravesado demasiados silencios para permitir que este instante se escape sin peso. Y sin embargo, aquí me encuentro, sentada con una ligereza que rara vez me concedo. No como guerrera, no como sombra de deber, sino como mujer.

    *El suave crujir del sofá acompaña mi descanso al recostarme, dejando que mis piernas crucen con naturalidad, como si cada gesto estuviese calculado para no perder la elegancia aun en el desorden. La tela negra de mi media resalta bajo la luz, y siento el contraste del cuero anaranjado bajo mi guante. Suspiro lentamente, dejando que el aire se mezcle con la calma del entorno.* He regresado… *No puedo negar que resulta extraño pronunciar esas palabras en voz alta. Como si el eco mismo se burlara de mi demora, de mi ausencia prolongada. Pero aquí estoy, al fin. Cambiada, quizá, con un atuendo que no corresponde del todo a la imagen que solíais guardar de mí… aunque la esencia permanece intacta.* *Mis ojos recorren la habitación, deteniéndose en los detalles más nimios: un cuadro torcido, una lámpara parpadeante, la familiaridad de lo cotidiano que, de algún modo, me acoge sin reproches* He atravesado demasiados silencios para permitir que este instante se escape sin peso. Y sin embargo, aquí me encuentro, sentada con una ligereza que rara vez me concedo. No como guerrera, no como sombra de deber, sino como mujer.
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  • Blythe:


    ¿Quien no desearía tocar el suelo con la punta y plantas de los pies?
    A paso tranquilo recorriendo su camino se encontraba una joven peliblanca.
    El sol no podía tocar su piel.
    Sin embargo, una nube tranquila y ligeramente gris la acompañaba por todo lo largo de su camino recorrido.
    Cubria la hermosa piel palida de la mujer, protegiéndola de la radiación electromagnética que resplandecía con su poder natural sobre el mundo.
    Los pasos fríos de la dama al tocar la tierra, enfriaban ligeramente el pasto, hojas o cualquier tipo de planta que brotara del terreno recorrido.
    La nube era necesariamente grande para hacer lucir el día ligeramente gris y con vista clara al rededor, pero tras ella la luz del sol iluminaba el camino detras de sus pasos, dando calidez y nuevamente vida a la tierra fría borrando el rastro de su pista.

    La mujer ama caminar descalza.
    Tocar la tierra le hacia sentir unida al mundo, aceptando su naturaleza animal en ese hermoso y curioso planeta que le hacía respirar en profundidad y le permite vivir cada paso que entregaba a su incierto pero seguro camino.

    No importaba qué tocará sin calzo; pasto, arena, piedra, tierra, lodo, agua... Incluso una que otra espina al cual tuviera que sustraer. Ella ama tocar el planeta.

    húmedo, pegajoso, mojado, duro, blando, rugoso, resbaloso, seco, suave... Podía sentir todo a su al rededor con su tacto y reconocer la similitud de los lugares en dónde sobrevive al recorrer el mundo.

    Por la noche la enorme nube la deja a solas.
    Toma un descanso dejando la vista descubierta del cielo; las estrellas y constelaciones sobre ella.

    La piel de la mujer, se ilumina con la luz de la luna.
    Lo que el sol no le puede ofrecer, la luna se lo entrega en su hermoso reflejo, haciendo que la mujer, brille en su propia oscuridad.
    Absorve el frío de las noches, y en los pasos abordados, dejando huellas iluminadas de su ser, dando pistas con su luz gris y azul.

    La mujer vive feliz, en calma y con fé.

    Vive en recuerdos hermosos de todo lugar que a podido recorrer y conocer.
    Todo aquel lugar que al volver, es acogida en convite.

    Mujer feliz, que reconoce todo el mundo con el alma, corazón, mente , puntas... Y plantas de los pies.
    Blythe: ¿Quien no desearía tocar el suelo con la punta y plantas de los pies? A paso tranquilo recorriendo su camino se encontraba una joven peliblanca. El sol no podía tocar su piel. Sin embargo, una nube tranquila y ligeramente gris la acompañaba por todo lo largo de su camino recorrido. Cubria la hermosa piel palida de la mujer, protegiéndola de la radiación electromagnética que resplandecía con su poder natural sobre el mundo. Los pasos fríos de la dama al tocar la tierra, enfriaban ligeramente el pasto, hojas o cualquier tipo de planta que brotara del terreno recorrido. La nube era necesariamente grande para hacer lucir el día ligeramente gris y con vista clara al rededor, pero tras ella la luz del sol iluminaba el camino detras de sus pasos, dando calidez y nuevamente vida a la tierra fría borrando el rastro de su pista. La mujer ama caminar descalza. Tocar la tierra le hacia sentir unida al mundo, aceptando su naturaleza animal en ese hermoso y curioso planeta que le hacía respirar en profundidad y le permite vivir cada paso que entregaba a su incierto pero seguro camino. No importaba qué tocará sin calzo; pasto, arena, piedra, tierra, lodo, agua... Incluso una que otra espina al cual tuviera que sustraer. Ella ama tocar el planeta. húmedo, pegajoso, mojado, duro, blando, rugoso, resbaloso, seco, suave... Podía sentir todo a su al rededor con su tacto y reconocer la similitud de los lugares en dónde sobrevive al recorrer el mundo. Por la noche la enorme nube la deja a solas. Toma un descanso dejando la vista descubierta del cielo; las estrellas y constelaciones sobre ella. La piel de la mujer, se ilumina con la luz de la luna. Lo que el sol no le puede ofrecer, la luna se lo entrega en su hermoso reflejo, haciendo que la mujer, brille en su propia oscuridad. Absorve el frío de las noches, y en los pasos abordados, dejando huellas iluminadas de su ser, dando pistas con su luz gris y azul. La mujer vive feliz, en calma y con fé. Vive en recuerdos hermosos de todo lugar que a podido recorrer y conocer. Todo aquel lugar que al volver, es acogida en convite. Mujer feliz, que reconoce todo el mundo con el alma, corazón, mente , puntas... Y plantas de los pies.
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  • Quizás , algún día logré alcanzar mi luz interna Pero ahora solo me conformo con esto.
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  • -Después de haber recibido ayuda de 𝕷𝖚𝖈𝖎𝖋𝖊𝖗 𝖒𝖔𝖗𝖓𝖎𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 , me sentía en deuda con él. Deseaba ofrecerle algo importante por su ayuda; ya resolvería lo de Adán por su conducta. Él no sabe comportarse de esa manera, y aún más, así como ocurrió con este anillo.
    Levantando el anillo con una de mis sombras y mirándolo con sospecha, moví mi cabeza intentando entender qué podría ofrecerle de manera positiva, ya que comprendía sus deseos, pero no podía satisfacerlos; era un hombre casado. Hasta que mi sombra indicó el suelo , concretamente, un área en específico.-

    Mmmmm, tal vez sea... ¿Crees que le agradará?

    -Mi sombra adopta una figura demoníaca, saltando y mofándose al mismo tiempo, infectándome y terminando por soltar carcajadas.-

    Está bien, al final de cuentas, a él le atrae lo llamativo y lo lujoso. También tengo interés; así como otras culturas nos reflejan, siempre es positivo conocer nuevas cosas. jxjxjxjx

    -Al abrir un portal, me presento en la entrada del estudio de Lucifer, tocando suavemente tres veces.-

    Majestad, ¿puedo pasar? Soy yo, Alastor. Vine a invitarlo a un sitio que le gustaría explorar, claro, si es que tiene tiempo para este humilde servidor. jxjxjxjx

    -Con rapidez, la puerta se abre, revelando a un Lucifer alterado y entusiasmado por mis palabras, aceptando de inmediato mi invitación.Una vez listos, genero un portal y me encuentro en un festival lleno de colores y fuegos artificiales, donde personas en máscaras Danzando de forma inusual.





    https://youtu.be/jW3G1Ke29o0?si=0sNWU89kjsnRE15u
    -Después de haber recibido ayuda de [Luzbel666] , me sentía en deuda con él. Deseaba ofrecerle algo importante por su ayuda; ya resolvería lo de Adán por su conducta. Él no sabe comportarse de esa manera, y aún más, así como ocurrió con este anillo. Levantando el anillo con una de mis sombras y mirándolo con sospecha, moví mi cabeza intentando entender qué podría ofrecerle de manera positiva, ya que comprendía sus deseos, pero no podía satisfacerlos; era un hombre casado. Hasta que mi sombra indicó el suelo 🌍, concretamente, un área en específico.- Mmmmm, tal vez sea... ¿Crees que le agradará? -Mi sombra adopta una figura demoníaca, saltando y mofándose al mismo tiempo, infectándome y terminando por soltar carcajadas.- Está bien, al final de cuentas, a él le atrae lo llamativo y lo lujoso. También tengo interés; así como otras culturas nos reflejan, siempre es positivo conocer nuevas cosas. jxjxjxjx -Al abrir un portal, me presento en la entrada del estudio de Lucifer, tocando suavemente tres veces.- Majestad, ¿puedo pasar? Soy yo, Alastor. Vine a invitarlo a un sitio que le gustaría explorar, claro, si es que tiene tiempo para este humilde servidor. jxjxjxjx -Con rapidez, la puerta se abre, revelando a un Lucifer alterado y entusiasmado por mis palabras, aceptando de inmediato mi invitación.Una vez listos, genero un portal y me encuentro en un festival lleno de colores y fuegos artificiales, donde personas en máscaras Danzando de forma inusual. https://youtu.be/jW3G1Ke29o0?si=0sNWU89kjsnRE15u
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Antes de que el mundo conociera el fuego del odio, la luna rota o el silencio de los sellos, existía un tiempo llamado La Era del Vínculo. En ese entonces, la tierra no era gobernada por reyes ni imperios, sino por seis entidades primordiales que encarnaban los elementos y las emociones del mundo.

    Ifrit – El Guardián del Fuego

    Nerathe – La Voz de las Mareas

    Sylphar – El Susurro del Viento

    Gorvath – El Corazón de Piedra

    Umbrael – El Eco de las Sombras

    Solareth – La Voz de la Luz

    Durante siglos, los humanos vivieron bajo el cobijo de estos seres. Cada región tenía su guardián, y los magos, chamanes y sabios aprendían directamente de ellos. Los rituales eran compartidos, los elementos respetados, y el mundo florecía en armonía
    Antes de que el mundo conociera el fuego del odio, la luna rota o el silencio de los sellos, existía un tiempo llamado La Era del Vínculo. En ese entonces, la tierra no era gobernada por reyes ni imperios, sino por seis entidades primordiales que encarnaban los elementos y las emociones del mundo. Ifrit – El Guardián del Fuego Nerathe – La Voz de las Mareas Sylphar – El Susurro del Viento Gorvath – El Corazón de Piedra Umbrael – El Eco de las Sombras Solareth – La Voz de la Luz Durante siglos, los humanos vivieron bajo el cobijo de estos seres. Cada región tenía su guardián, y los magos, chamanes y sabios aprendían directamente de ellos. Los rituales eran compartidos, los elementos respetados, y el mundo florecía en armonía
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  • A veces, las sombras susurran más verdades que la luz
    A veces, las sombras susurran más verdades que la luz
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  • ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno.

    ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad.

    "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..."

    ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos.

    "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..."

    ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores?

    "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..."

    ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento.

    «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas.

    ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma.

    ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro.

    —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph.

    ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro.

    ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
    ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno. ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad. "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..." ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos. "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..." ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores? "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..." ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento. «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas. ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma. ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro. —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph. ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro. ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
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  • Fragmentos de un mundo que no me pertenece
    Fandom OC
    Categoría Original
    El aire nocturno de la ciudad olía a hierro y humo, nada que ver con el frío limpio de los bosques nevados. Lysander caminaba por un callejón húmedo, la capucha cubriéndole el rostro y sus ojos brillando con ese reflejo sobrenatural que tanto esfuerzo le costaba ocultar. A su lado, enroscada alrededor de su brazo, la serpiente siseaba con un tono casi burlón.

    —“No perteneces aquí, Lysander. Estos humanos te miran como a un extraño, aunque no lo sepan.”
    —Lo sé… —murmuró él, apretando los puños—. Pero tampoco pertenezco allá arriba… y tú lo sabes.

    La voz se le quebró, apenas un susurro, cargado de frustración. Era cierto: en el cielo lo miraban como un error, un híbrido mal concebido; en la tierra, era un monstruo oculto entre multitudes.

    Una botella rota crujió bajo sus botas. El callejón no estaba vacío. Tres figuras emergieron de la penumbra, hombres de rostro áspero, con sonrisas que mezclaban burla y amenaza.

    —Eh, chico raro… —dijo uno de ellos, alzando un bate—. ¿Qué haces solo en esta parte de la ciudad? Parece que te perdiste…

    Lysander respiró hondo. “No pierdas el control, no pierdas el control…” repitió para sí mismo, recordando las palabras de su madre.

    —No quiero problemas. Déjenme pasar.

    Los hombres rieron, acercándose más. La serpiente siseó, enroscándose hasta su cuello.

    —Míralo, hasta tiene mascota. Qué adorable. —escupió otro, avanzando—. ¿Sabes cuánto puede valer esa piel en el mercado?

    El corazón de Lysander latió con furia. Sus alas invisibles —esas que siempre ocultaba en el mundo humano— parecieron presionar desde dentro, rogando por desplegarse. Sus ojos brillaron más, dorados, como brasas encendidas.

    —Dije… que no quiero problemas. —su voz retumbó, grave, casi no humana.

    El silencio cayó por un instante, pero el primero soltó una carcajada y levantó el bate para golpear. Fue el error más grande que pudo cometer.

    En un movimiento fluido, Lysander lo detuvo, la madera del bate crujiendo bajo la presión de su mano. El hombre apenas tuvo tiempo de gritar antes de ser lanzado contra la pared con fuerza sobrenatural. Los otros dos retrocedieron, pero Lysander ya había dado un paso al frente, la serpiente siseando en sincronía con su respiración.

    —Les advertí… —susurró, y sus ojos se encendieron como brasas al viento.

    Uno intentó correr, pero el híbrido lo sujetó de la chaqueta y lo estampó contra el suelo, la sangre tiñendo el cemento húmedo. El último quedó paralizado, temblando, observando cómo el muchacho que parecía perdido se transformaba en un ser de sombras y luz, un ángel y un demonio al mismo tiempo.

    —Váyanse de mi vista. —dijo finalmente, liberando al único que aún respiraba. Su voz sonó como un juicio, como si cada palabra pesara toneladas.

    El hombre huyó tambaleando, dejando un rastro de miedo tras de sí. Lysander se quedó quieto, respirando con dificultad, mirando sus propias manos manchadas de sangre.

    —“No eres como ellos, pero tampoco como los otros. ¿Cuánto más podrás contenerte?” —preguntó la serpiente, con un siseo casi paternal.

    Lysander se dejó caer contra la pared del callejón, mirando el cielo apenas visible entre los edificios.

    —No lo sé… —susurró, con un hilo de voz—. No lo sé…

    Y por un instante, el chico que era un híbrido celestial y tengu se sintió exactamente lo que los demás veían en él: un extraño perdido en un mundo que nunca lo aceptaría del todo.
    El aire nocturno de la ciudad olía a hierro y humo, nada que ver con el frío limpio de los bosques nevados. Lysander caminaba por un callejón húmedo, la capucha cubriéndole el rostro y sus ojos brillando con ese reflejo sobrenatural que tanto esfuerzo le costaba ocultar. A su lado, enroscada alrededor de su brazo, la serpiente siseaba con un tono casi burlón. —“No perteneces aquí, Lysander. Estos humanos te miran como a un extraño, aunque no lo sepan.” —Lo sé… —murmuró él, apretando los puños—. Pero tampoco pertenezco allá arriba… y tú lo sabes. La voz se le quebró, apenas un susurro, cargado de frustración. Era cierto: en el cielo lo miraban como un error, un híbrido mal concebido; en la tierra, era un monstruo oculto entre multitudes. Una botella rota crujió bajo sus botas. El callejón no estaba vacío. Tres figuras emergieron de la penumbra, hombres de rostro áspero, con sonrisas que mezclaban burla y amenaza. —Eh, chico raro… —dijo uno de ellos, alzando un bate—. ¿Qué haces solo en esta parte de la ciudad? Parece que te perdiste… Lysander respiró hondo. “No pierdas el control, no pierdas el control…” repitió para sí mismo, recordando las palabras de su madre. —No quiero problemas. Déjenme pasar. Los hombres rieron, acercándose más. La serpiente siseó, enroscándose hasta su cuello. —Míralo, hasta tiene mascota. Qué adorable. —escupió otro, avanzando—. ¿Sabes cuánto puede valer esa piel en el mercado? El corazón de Lysander latió con furia. Sus alas invisibles —esas que siempre ocultaba en el mundo humano— parecieron presionar desde dentro, rogando por desplegarse. Sus ojos brillaron más, dorados, como brasas encendidas. —Dije… que no quiero problemas. —su voz retumbó, grave, casi no humana. El silencio cayó por un instante, pero el primero soltó una carcajada y levantó el bate para golpear. Fue el error más grande que pudo cometer. En un movimiento fluido, Lysander lo detuvo, la madera del bate crujiendo bajo la presión de su mano. El hombre apenas tuvo tiempo de gritar antes de ser lanzado contra la pared con fuerza sobrenatural. Los otros dos retrocedieron, pero Lysander ya había dado un paso al frente, la serpiente siseando en sincronía con su respiración. —Les advertí… —susurró, y sus ojos se encendieron como brasas al viento. Uno intentó correr, pero el híbrido lo sujetó de la chaqueta y lo estampó contra el suelo, la sangre tiñendo el cemento húmedo. El último quedó paralizado, temblando, observando cómo el muchacho que parecía perdido se transformaba en un ser de sombras y luz, un ángel y un demonio al mismo tiempo. —Váyanse de mi vista. —dijo finalmente, liberando al único que aún respiraba. Su voz sonó como un juicio, como si cada palabra pesara toneladas. El hombre huyó tambaleando, dejando un rastro de miedo tras de sí. Lysander se quedó quieto, respirando con dificultad, mirando sus propias manos manchadas de sangre. —“No eres como ellos, pero tampoco como los otros. ¿Cuánto más podrás contenerte?” —preguntó la serpiente, con un siseo casi paternal. Lysander se dejó caer contra la pared del callejón, mirando el cielo apenas visible entre los edificios. —No lo sé… —susurró, con un hilo de voz—. No lo sé… Y por un instante, el chico que era un híbrido celestial y tengu se sintió exactamente lo que los demás veían en él: un extraño perdido en un mundo que nunca lo aceptaría del todo.
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