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    — ​La oscuridad. El azul hiriente de las velas. El hedor a moho y a maná corrompido. Estoy colgando. El vestido es un peso muerto, una capa de humillación.
    ​El dolor es el único lenguaje que existe. No es solo un dolor; son miles de agujas rojas que me atraviesan, que se contraen y tiran. Cada pulso de mi corazón bombea agonía.
    ​Y luego está la voz. Caster. Su risa es una lima oxidada sobre mis nervios.


    ​—Caster: "¡Acepta tu destino!"—


    ​¡No! Él se equivoca. Se equivoca de persona. Soy el Rey. Soy Artoria.
    ​El Command Spell arde en mi interior. Es una presión aplastante, una mano invisible que intenta derretir mi alma, obligarme a decir la palabra: "Me rindo."


    ​Mis dientes están trabados. Mis ojos arden, pero no derramaré lágrimas. Si lloro, él gana. Si grito, él gana.
    ​Mi mente se aferra a la última imagen de luz: un campo de batalla limpio, mi espada Excalibur brillando. Necesito resistir. Si este monstruo me rompe, ¿qué quedará del ideal? ¿Qué quedará del Rey que juró proteger?

    ​— ¡No cederé! ¡Por mi reino…!

    ​El dolor se intensifica. El mundo se vuelve rojo, un puro torrente de sufrimiento. Tengo miedo. Pero el miedo no es el amo. Mi voluntad es el amo.
    ​Solo tengo que resistir... un segundo más.
    — ​La oscuridad. El azul hiriente de las velas. El hedor a moho y a maná corrompido. Estoy colgando. El vestido es un peso muerto, una capa de humillación. ​El dolor es el único lenguaje que existe. No es solo un dolor; son miles de agujas rojas que me atraviesan, que se contraen y tiran. Cada pulso de mi corazón bombea agonía. ​Y luego está la voz. Caster. Su risa es una lima oxidada sobre mis nervios. ​—Caster: "¡Acepta tu destino!"— ​¡No! Él se equivoca. Se equivoca de persona. Soy el Rey. Soy Artoria. ​El Command Spell arde en mi interior. Es una presión aplastante, una mano invisible que intenta derretir mi alma, obligarme a decir la palabra: "Me rindo." ​Mis dientes están trabados. Mis ojos arden, pero no derramaré lágrimas. Si lloro, él gana. Si grito, él gana. ​Mi mente se aferra a la última imagen de luz: un campo de batalla limpio, mi espada Excalibur brillando. Necesito resistir. Si este monstruo me rompe, ¿qué quedará del ideal? ¿Qué quedará del Rey que juró proteger? ​— ¡No cederé! ¡Por mi reino…! ​El dolor se intensifica. El mundo se vuelve rojo, un puro torrente de sufrimiento. Tengo miedo. Pero el miedo no es el amo. Mi voluntad es el amo. ​Solo tengo que resistir... un segundo más.
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  • 🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽

    Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres.

    Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘.

    Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador.

    Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací.

    Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas.

    El ultimátum fue demoledor. Dios habló:

    —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.—

    Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó.

    🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽

    Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará.

    Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar.

    A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados.

    Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color.

    🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios.

    Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo.

    —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽 Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres. Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘. Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador. Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací. Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas. El ultimátum fue demoledor. Dios habló: —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.— Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó. 🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽 Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará. Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar. A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados. Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color. 🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios. Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo. —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
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  • — La luz tenue del atardecer apenas lograba perforar la pesada atmósfera de la sala del trono. Artoria, ataviada con su armadura de combate, pero con la capa de piel cubriendo sus hombros para resguardarse del frío que comenzaba a calar, se encontraba reclinada en su asiento. No era el trono formal, sino una silla auxiliar más cómoda, diseñada para los momentos de reflexión o de espera.
    ​Sus ojos, un matiz melancólico de azul, observaban un punto indefinido en la distancia, perdidos en pensamientos que solo ella conocía. El brillo metálico de su armadura, pulida hasta el extremo, contrastaba con la suavidad de la piel de su capa, creando un aura de fuerza y, a la vez, de una cierta vulnerabilidad oculta.
    ​Un leve suspiro escapó de sus labios. La corona, siempre presente, parecía pesar más de lo habitual esta noche. Las decisiones del día, las preocupaciones por el reino y las cargas de su destino se agolpaban en su mente. A pesar de la imponente presencia que irradiaba, había un instante de quietud, una pausa en la eterna vigilancia de la realeza. La imagen de la monarca guerrera, en un raro momento de introspección, llenaba la sala, silenciosa y majestuosa.—
    — La luz tenue del atardecer apenas lograba perforar la pesada atmósfera de la sala del trono. Artoria, ataviada con su armadura de combate, pero con la capa de piel cubriendo sus hombros para resguardarse del frío que comenzaba a calar, se encontraba reclinada en su asiento. No era el trono formal, sino una silla auxiliar más cómoda, diseñada para los momentos de reflexión o de espera. ​Sus ojos, un matiz melancólico de azul, observaban un punto indefinido en la distancia, perdidos en pensamientos que solo ella conocía. El brillo metálico de su armadura, pulida hasta el extremo, contrastaba con la suavidad de la piel de su capa, creando un aura de fuerza y, a la vez, de una cierta vulnerabilidad oculta. ​Un leve suspiro escapó de sus labios. La corona, siempre presente, parecía pesar más de lo habitual esta noche. Las decisiones del día, las preocupaciones por el reino y las cargas de su destino se agolpaban en su mente. A pesar de la imponente presencia que irradiaba, había un instante de quietud, una pausa en la eterna vigilancia de la realeza. La imagen de la monarca guerrera, en un raro momento de introspección, llenaba la sala, silenciosa y majestuosa.—
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  • Perdido en el tiempo y el espacio.
    Mi propia oscuridad y mi propia luz.
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  • Found you
    Fandom Oirginal
    Categoría Aventura
    Había cuadernos y cosas viejas; de los lugares que visité y la gente que me reconoció, siempre me preguntaron por él, pero yo no supe dar una respuesta.

    — ¿Y Friend? —me preguntaban.
    —¿Lo enviaste a algún lado? —cuestionaban.
    No sabía qué decir. No sabía quién era Friend, pero entre mis fotos viejas y archivos estaba él.

    Así que me propuse encontrarlo. Necesitaba hacerlo, más que por curiosidad, porque mi cuerpo me pedía que lo hiciera, como si hubiera una sensación de urgencia que no podía quitarme de la cabeza cada vez que veía una foto de aquel golem. Algo me decía que era importante que lo encontrara, era muy importante.

    Y así lo hice. Después de haberme reunido con las chicas, las demás personificaciones.
    Pero había algo que me oprimía el pecho y hacía que la melancolía me invadiera, aunque no sabía qué era.

    Había evitado Bangladés desde que tenía memoria, no conscientemente, pero sí postergando visitarlo por cualquier cosa, como si no fuera importante. Sin embargo, en cuanto puse un pie en la frontera, todo cambió. El sentimiento de melancolía se apoderó de mí y el apremio se intensificó, como si hubiera una señal que me estuviera atrayendo desde alguna parte del lugar.

    Deambulé, volé y planeé usando el aire a mi favor hasta que por fin la sensación se hizo tan insoportable que me desplomó sobre algunas ruinas que nadie se había molestado en levantar. No podía respirar, pues el llanto apremiaba sin razón aparente por mi garganta. Me obligué a respirar.

    Escuché un pitido sonar no muy lejos de mí. Me puse de pie como pude y caminé hasta el pitido. Cuando di un último paso, un fino rayo de luz salió disparado al cielo.
    Había cuadernos y cosas viejas; de los lugares que visité y la gente que me reconoció, siempre me preguntaron por él, pero yo no supe dar una respuesta. — ¿Y Friend? —me preguntaban. —¿Lo enviaste a algún lado? —cuestionaban. No sabía qué decir. No sabía quién era Friend, pero entre mis fotos viejas y archivos estaba él. Así que me propuse encontrarlo. Necesitaba hacerlo, más que por curiosidad, porque mi cuerpo me pedía que lo hiciera, como si hubiera una sensación de urgencia que no podía quitarme de la cabeza cada vez que veía una foto de aquel golem. Algo me decía que era importante que lo encontrara, era muy importante. Y así lo hice. Después de haberme reunido con las chicas, las demás personificaciones. Pero había algo que me oprimía el pecho y hacía que la melancolía me invadiera, aunque no sabía qué era. Había evitado Bangladés desde que tenía memoria, no conscientemente, pero sí postergando visitarlo por cualquier cosa, como si no fuera importante. Sin embargo, en cuanto puse un pie en la frontera, todo cambió. El sentimiento de melancolía se apoderó de mí y el apremio se intensificó, como si hubiera una señal que me estuviera atrayendo desde alguna parte del lugar. Deambulé, volé y planeé usando el aire a mi favor hasta que por fin la sensación se hizo tan insoportable que me desplomó sobre algunas ruinas que nadie se había molestado en levantar. No podía respirar, pues el llanto apremiaba sin razón aparente por mi garganta. Me obligué a respirar. Escuché un pitido sonar no muy lejos de mí. Me puse de pie como pude y caminé hasta el pitido. Cuando di un último paso, un fino rayo de luz salió disparado al cielo.
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  • El Vampiro


    El día había sido largo para Sana. Después de horas de práctica de baile y grabaciones, lo único que quería era derrumbarse en su cama y perderse en el mundo de los sueños. Con un suspiro de alivio, se arropó y cerró los ojos, el cansancio llevándola rápidamente a un profundo sueño.


    De repente, se encontró de pie en un lugar que no reconocía. El aire era frío y la luz de la luna, inusualmente grande y plateada, bañaba un antiguo castillo gótico. No había nadie alrededor, solo el susurro del viento entre los árboles oscuros. Sana, conocida por su personalidad burbujeante y su tendencia a ser un poco torpe, sintió un escalofrío que no era del viento.
    Una figura alta y elegante emergió de las sombras del castillo. Llevaba una capa de terciopelo y tenía una mirada hipnótica. No era una figura aterradora, sino extrañamente cautivadora.
    "Minatozaki Sana", dijo la figura con una voz suave y melodiosa. "Te he estado esperando".
    Sana, que en el fondo era valiente, aunque un poco confusa, preguntó: "¿Esperándome? ¿Quién eres?".
    La figura sonrió, revelando un destello de colmillos nacarados. "Soy tu destino... en este sueño, al menos". Extendió una mano pálida. "Hechicera de los escenarios, bailarina de la luz. Te ofrezco una nueva forma de ver la noche".
    Antes de que Sana pudiera reaccionar, la figura le dio un suave, casi imperceptible, mordisco en el cuello. No dolió; de hecho, sintió un hormigueo agradable, como si miles de pequeñas burbujas de energía recorrieran su cuerpo. Una nueva sensación la invadió: sus sentidos se agudizaron, los colores de la noche se volvieron más intensos, y sintió un inusual anhelo... no de sangre, sino de algo emocionante y nuevo.

    Sana se miró en un espejo que milagrosamente apareció. Su reflejo era el mismo, pero sus ojos brillaban con un matiz carmesí, y tenía unos pequeños colmillos que le daban un aire de glamour misterioso. "¡Oh, Dios mío!", exclamó, tocándose la boca con asombro. "¡Soy una vampira!".


    ..... continuará.


    El Vampiro ♡ El día había sido largo para Sana. Después de horas de práctica de baile y grabaciones, lo único que quería era derrumbarse en su cama y perderse en el mundo de los sueños. Con un suspiro de alivio, se arropó y cerró los ojos, el cansancio llevándola rápidamente a un profundo sueño. De repente, se encontró de pie en un lugar que no reconocía. El aire era frío y la luz de la luna, inusualmente grande y plateada, bañaba un antiguo castillo gótico. No había nadie alrededor, solo el susurro del viento entre los árboles oscuros. Sana, conocida por su personalidad burbujeante y su tendencia a ser un poco torpe, sintió un escalofrío que no era del viento. Una figura alta y elegante emergió de las sombras del castillo. Llevaba una capa de terciopelo y tenía una mirada hipnótica. No era una figura aterradora, sino extrañamente cautivadora. "Minatozaki Sana", dijo la figura con una voz suave y melodiosa. "Te he estado esperando". Sana, que en el fondo era valiente, aunque un poco confusa, preguntó: "¿Esperándome? ¿Quién eres?". La figura sonrió, revelando un destello de colmillos nacarados. "Soy tu destino... en este sueño, al menos". Extendió una mano pálida. "Hechicera de los escenarios, bailarina de la luz. Te ofrezco una nueva forma de ver la noche". Antes de que Sana pudiera reaccionar, la figura le dio un suave, casi imperceptible, mordisco en el cuello. No dolió; de hecho, sintió un hormigueo agradable, como si miles de pequeñas burbujas de energía recorrieran su cuerpo. Una nueva sensación la invadió: sus sentidos se agudizaron, los colores de la noche se volvieron más intensos, y sintió un inusual anhelo... no de sangre, sino de algo emocionante y nuevo. Sana se miró en un espejo que milagrosamente apareció. Su reflejo era el mismo, pero sus ojos brillaban con un matiz carmesí, y tenía unos pequeños colmillos que le daban un aire de glamour misterioso. "¡Oh, Dios mío!", exclamó, tocándose la boca con asombro. "¡Soy una vampira!". ..... continuará.
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  • Ceren Başar Melek Yücel

    ¡Chicas, poneros guapas por que vamos a salir esta noche!
    [Cx_Basar9] [ThcLuz_97] ¡Chicas, poneros guapas por que vamos a salir esta noche!
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  • Ecos
    Categoría Suspenso
    La luz tenue de los faroles apenas alcanzaba a mojar el suelo; todo lo demás quedaba devorado por un negro espeso que parecía escucharlo todo.
    A cada metro, la oscuridad cambiaba de forma.
    Entonces llegó el primer sonido metálico.
    Como si algo chocara contra sí mismo con un ritmo irregular, casi inquietantemente suave.
    No era música, pero tenía esa cualidad hipnótica que obligaba a prestar atención.
    El segundo sonido lo siguió de inmediato:
    un golpe hueco, breve, como si algo más pesado hubiese tocado tierra para después arrastrarse medio centímetro.
    Los dos sonidos volvieron, más cerca:
    el tintineo sutil de piezas pequeñas moviéndose entre sí,
    y después el impacto seco de algo que no tenía por qué estar allí.

    —Sé exactamente dónde estás.
    La luz tenue de los faroles apenas alcanzaba a mojar el suelo; todo lo demás quedaba devorado por un negro espeso que parecía escucharlo todo. A cada metro, la oscuridad cambiaba de forma. Entonces llegó el primer sonido metálico. Como si algo chocara contra sí mismo con un ritmo irregular, casi inquietantemente suave. No era música, pero tenía esa cualidad hipnótica que obligaba a prestar atención. El segundo sonido lo siguió de inmediato: un golpe hueco, breve, como si algo más pesado hubiese tocado tierra para después arrastrarse medio centímetro. Los dos sonidos volvieron, más cerca: el tintineo sutil de piezas pequeñas moviéndose entre sí, y después el impacto seco de algo que no tenía por qué estar allí. —Sé exactamente dónde estás.
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  • La belleza del cuerpo humano difuminado por una sabana , y solo una luz de mesa.


    #seductivesunday
    La belleza del cuerpo humano difuminado por una sabana , y solo una luz de mesa. #seductivesunday
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  • ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖

    𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰𝑰: 𝑳𝒐𝒔 𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 𝑨𝒏𝒊𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑨𝒅𝒊ó𝒔

    Querido diario…

    Dicen que todo fugitivo deja un rastro.
    
Yo dejé cuatro….
    
Y algo más… un reflejo roto que ya no quería cargar.

    La noche en que escapé de la Mansión Moretti, el silencio se estiraba entre las paredes como un animal dormido que podía despertar en cualquier momento.

    Mis pasos eran tímidos, pero mi decisión ardía como un incendio.

    En el vestíbulo principal, antes de cruzar la puerta que solo se abría en nacimientos, bodas o muertes, dejé sobre la mesa de mármol un pequeño cofre de madera oscura.

    
Mi renuncia.
    
Mi acto final como hija de esa casa.

    Dentro acomodé los cuatro anillos que representaban los destinos que nunca pedimos.

    El anillo de Luca:
Oro pálido con el escudo Moretti.
    El peso del deber que él jamás cuestionó… aunque sus ojos lo hicieran.

    El anillo de Adriano:
    
Sencillo, con un rubí oculto en el interior.
La rebeldía que él escondía mejor que sus temores.

    El anillo de Giulia:
    
Perlas blancas, frías como el papel en el que se firmarán sus votos
    Una pureza forzada… no elegida.

    Y mi anillo.
    
El compromiso con Nikolai Romanov.


    La corona que debía cargar sin haberla pedido.

    Los dejé juntos, como si así pudiera entregarles la vida que rechazaba.

    Pero había algo más que debía abandonar.
    A un lado del cofre dejé mi espejo de mano, aquel que mi madre me entregó cuando cumplí trece años.
    
Un espejo de oro, tallado con filigranas delicadas y pequeñas rosas grabadas en su borde.

    Ella solía decirme:

    "Una Moretti siempre debe recordar quién es."

    Esa noche lo dejé abierto, con la superficie rota en tres fragmentos, cada uno reflejando una parte distinta de mí.
    
Sobre ellos puse rosas rosadas, frescas, recién cortadas del invernadero.

    El contraste entre el oro brillando bajo la luz tenue, las grietas del cristal y el color suave de los pétalos decía todo lo que yo no quería escribirles en una carta:

    La mujer que ustedes intentaron forjar en oro ya no existe.
La rompí yo misma.

    Huir fue dolor.
Frío.
Silencio.
    
La libertad no huele a victoria… huele a miedo y a madrugada

    Viajé con lo mínimo, ocultando mi apellido como si fuera un pecado.

    Cada ciudad me recibió con indiferencia, cada tren con incertidumbre.

    Hasta llegar a Londres.
    La lluvia era un látigo.
    El viento, un verdugo.
    
Mis manos se entumecieron, mis piernas fallaron y mi respiración se volvió un susurro agonizante.

    Me desplomé en un callejón húmedo, abrazando mi propio cuerpo como si pudiera calentarme a mí misma.
    
Me pregunté si la libertad valía morir en un país donde nadie sabía pronunciar Scarlett…

    sin acento.

    Entonces… ella apareció.

    Una mujer alta, elegante, un abrigo negro envolviéndola como un secreto.
    
Ojos filosos.

    Labios rojos.
    
Presencia que imponía respeto sin pedirlo.

    —Niña —dijo con voz grave, segura—

    así no se muere.
    Vamos.
    Te levantarás.

    No sé si yo tomé su mano… o si la vida lo hizo por mí.

    Se llamaba Mirena Blackwood, dueña de uno de los burdeles más influyentes y discretos de Londres.
    
Una mujer que había sobrevivido al mundo… y que había aprendido a dominarlo.
    Me llevó a su refugio.

    Me alimentó.

    Me dio un baño caliente.

    Ropa limpia.
    Una cama que no juzgaba.

    Y, sobre todo, me dio algo que nadie en mi vida me había dado:
    Tiempo.
    Esa noche, mientras escuchaba la música sensual detrás de las paredes rojas del burdel y el murmullo de voces que vivían al margen del mundo elegante, entendí que la libertad no empieza cuando uno huye.

    Empieza cuando uno se permite renacer.


    — Scarlett Moretti

    ~(o tal vez, pronto… solo Scarlett (?)…

    ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖ 𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰𝑰: 𝑳𝒐𝒔 𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 𝑨𝒏𝒊𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑨𝒅𝒊ó𝒔 Querido diario… Dicen que todo fugitivo deja un rastro. 
Yo dejé cuatro…. 
Y algo más… un reflejo roto que ya no quería cargar. La noche en que escapé de la Mansión Moretti, el silencio se estiraba entre las paredes como un animal dormido que podía despertar en cualquier momento. Mis pasos eran tímidos, pero mi decisión ardía como un incendio. En el vestíbulo principal, antes de cruzar la puerta que solo se abría en nacimientos, bodas o muertes, dejé sobre la mesa de mármol un pequeño cofre de madera oscura. … 
Mi renuncia. 
Mi acto final como hija de esa casa. … Dentro acomodé los cuatro anillos que representaban los destinos que nunca pedimos. El anillo de Luca:
Oro pálido con el escudo Moretti. El peso del deber que él jamás cuestionó… aunque sus ojos lo hicieran. El anillo de Adriano: 
Sencillo, con un rubí oculto en el interior.
La rebeldía que él escondía mejor que sus temores. El anillo de Giulia: 
Perlas blancas, frías como el papel en el que se firmarán sus votos Una pureza forzada… no elegida. Y mi anillo. 
El compromiso con Nikolai Romanov.
 La corona que debía cargar sin haberla pedido. Los dejé juntos, como si así pudiera entregarles la vida que rechazaba. Pero había algo más que debía abandonar. A un lado del cofre dejé mi espejo de mano, aquel que mi madre me entregó cuando cumplí trece años. 
Un espejo de oro, tallado con filigranas delicadas y pequeñas rosas grabadas en su borde. Ella solía decirme: "Una Moretti siempre debe recordar quién es." Esa noche lo dejé abierto, con la superficie rota en tres fragmentos, cada uno reflejando una parte distinta de mí. 
Sobre ellos puse rosas rosadas, frescas, recién cortadas del invernadero. El contraste entre el oro brillando bajo la luz tenue, las grietas del cristal y el color suave de los pétalos decía todo lo que yo no quería escribirles en una carta: La mujer que ustedes intentaron forjar en oro ya no existe.
La rompí yo misma. Huir fue dolor.
Frío.
Silencio. 
La libertad no huele a victoria… huele a miedo y a madrugada Viajé con lo mínimo, ocultando mi apellido como si fuera un pecado. Cada ciudad me recibió con indiferencia, cada tren con incertidumbre. Hasta llegar a Londres. La lluvia era un látigo. El viento, un verdugo. 
Mis manos se entumecieron, mis piernas fallaron y mi respiración se volvió un susurro agonizante. Me desplomé en un callejón húmedo, abrazando mi propio cuerpo como si pudiera calentarme a mí misma. 
Me pregunté si la libertad valía morir en un país donde nadie sabía pronunciar Scarlett… sin acento. Entonces… ella apareció. Una mujer alta, elegante, un abrigo negro envolviéndola como un secreto. 
Ojos filosos.
 Labios rojos. 
Presencia que imponía respeto sin pedirlo. —Niña —dijo con voz grave, segura— así no se muere. Vamos. Te levantarás. No sé si yo tomé su mano… o si la vida lo hizo por mí. Se llamaba Mirena Blackwood, dueña de uno de los burdeles más influyentes y discretos de Londres. 
Una mujer que había sobrevivido al mundo… y que había aprendido a dominarlo. Me llevó a su refugio.
 Me alimentó.
 Me dio un baño caliente.
 Ropa limpia. Una cama que no juzgaba. Y, sobre todo, me dio algo que nadie en mi vida me había dado: Tiempo. Esa noche, mientras escuchaba la música sensual detrás de las paredes rojas del burdel y el murmullo de voces que vivían al margen del mundo elegante, entendí que la libertad no empieza cuando uno huye. Empieza cuando uno se permite renacer. — Scarlett Moretti
 ~(o tal vez, pronto… solo Scarlett (?)…
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