El sol apenas entraba por las cortinas cuando Thalya bajó a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible. La abuela de Masthian ya estaba despierta, sentada con su taza de té, observándola con esa media sonrisa cómplice que la caracterizaba.
—¿Hoy es el gran día, eh? —dijo la mujer, en voz baja para no despertar a nadie.
—Sí —respondió Thalya, tratando de contener su entusiasmo mientras dejaba sobre la encimera los ingredientes—. Quiero que se despierte con algo bonito… y que no tenga que hacer nada por una vez.
Kora, aún medio dormida, movía la cola a cada paso de Thalya, mientras las dos gatas de Masthian observaban la escena desde un poco más lejos.
Thalya preparó unas tortitas, huevos revueltos con hierbas frescas y café para la abuela. Como toque personal, añadió una pequeña nota con rotulador negro para su novio: “Feliz cumpleaños, amor. Hoy te toca dejarte mimar, aprovéchalo.”
La abuela, divertida, se ofreció a ayudar, aunque Thalya prefirió encargarse de la gran mayoría. Hasta se aseguró de llevar su guitarra eléctrica a la mesa del comedor para usarla más tarde.
Con la bandeja lista, subió despacio las escaleras. Su corazón latía rápido, no por nervios, sino por la emoción de verlo dormir, ajeno a la sorpresa. Se acercó a la cama sin hacer ruido, viendo cómo él estaba de lado, con el pelo revuelto y una expresión tranquila.
Thalya sonrió, inclinándose hasta rozar su nariz con la de él. Primero le dio un beso suave en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios, apenas en un pequeño roce.
— Buenos dias guapo —Le susurró sobre sus labios acariciando su pelo con suavidad, esperando que despertara. — Creo que es hora de que el cumpleañero despierte.
Masthian Lauguez El sol apenas entraba por las cortinas cuando Thalya bajó a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible. La abuela de Masthian ya estaba despierta, sentada con su taza de té, observándola con esa media sonrisa cómplice que la caracterizaba.
—¿Hoy es el gran día, eh? —dijo la mujer, en voz baja para no despertar a nadie.
—Sí —respondió Thalya, tratando de contener su entusiasmo mientras dejaba sobre la encimera los ingredientes—. Quiero que se despierte con algo bonito… y que no tenga que hacer nada por una vez.
Kora, aún medio dormida, movía la cola a cada paso de Thalya, mientras las dos gatas de Masthian observaban la escena desde un poco más lejos.
Thalya preparó unas tortitas, huevos revueltos con hierbas frescas y café para la abuela. Como toque personal, añadió una pequeña nota con rotulador negro para su novio: “Feliz cumpleaños, amor. Hoy te toca dejarte mimar, aprovéchalo.”
La abuela, divertida, se ofreció a ayudar, aunque Thalya prefirió encargarse de la gran mayoría. Hasta se aseguró de llevar su guitarra eléctrica a la mesa del comedor para usarla más tarde.
Con la bandeja lista, subió despacio las escaleras. Su corazón latía rápido, no por nervios, sino por la emoción de verlo dormir, ajeno a la sorpresa. Se acercó a la cama sin hacer ruido, viendo cómo él estaba de lado, con el pelo revuelto y una expresión tranquila.
Thalya sonrió, inclinándose hasta rozar su nariz con la de él. Primero le dio un beso suave en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios, apenas en un pequeño roce.
— Buenos dias guapo —Le susurró sobre sus labios acariciando su pelo con suavidad, esperando que despertara. — Creo que es hora de que el cumpleañero despierte.
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