• Cap: 03.

    La lluvia revivió un recuerdo, el único que él tenía; el frío hasta las rodillas, haciéndole peso a sus pies y brindando el lujo de sentir algo. Pero ese charco, dónde se encuentra ahora mismo, apenas tapa sus pies, el agua es más cálida que aquella de su memoria, está sucia y el fondo se escurre entre los dedos de sus pies con un lodo pegajoso.

    El sol hace esfuerzos para iluminar el bosque, pero la densidad de las nubes se lo niegan. Destellos emergen de ellas, blancos, fugaces. Un brillo diferente al de las estrellas que parece tener su propia gracia y fuerza.

    El impacto de cada gota en conjunto generó ruido infernal, ensordecedor, capaz de abarcar cada centímetro de bosque.

    Empezó la noche anterior, luego de seis días de intenso calor. El ambiente se siente pesado, sofocante, incluso podría jurar que estaba sudando y que el sudor se fundía con la lluvia. Tal vez se debía al vapor, sumado a la falta de viento.

    El cabello lo trae pegado a la cara, mojado, pesado y desordenado. Parecía una melena caprichosa, de esas que parecen empeorar en cuanto más intentas darle orden. Dio un mordisco al fruto que traía en su mano, de color rojo y textura jugosa con patrones circulares, antes de continuar con su caminata entre los árboles.

    Las horas transcurrieron sin que la lluvia quisiera dar tregua. Los charcos se convirtieron en lagunas y los espacios entre raíces en ríos.

    —Que bonito es el cielo.

    Escuchó una voz desde atrás de un árbol, justo después de pasar frente a él. Volteó a ver y lo que encontró fueron dos orbes de brillante color dorado.

    El ruido de la lluvia pareció desvanecerse, pero persistía con una presencia sumamente inferior. Él era la razón, ese hombre que apareció tan repentinamente.

    El intercambio de miradas carecía de igualdad.

    El pelirrojo refleja perplejidad en los ojos, mezclado con algo de temor.
    El morocho tenía una mirada intensa, casi de depredador.

    Lo último que escuchó fueron crujidos.
    Lo último que vio fue un brazo izquierdo que se desplazó como una ráfaga de viento.
    Lo último que sintió fue frío, junto con la perdida de sensibilidad en todo el cuerpo.
    Cap: 03. La lluvia revivió un recuerdo, el único que él tenía; el frío hasta las rodillas, haciéndole peso a sus pies y brindando el lujo de sentir algo. Pero ese charco, dónde se encuentra ahora mismo, apenas tapa sus pies, el agua es más cálida que aquella de su memoria, está sucia y el fondo se escurre entre los dedos de sus pies con un lodo pegajoso. El sol hace esfuerzos para iluminar el bosque, pero la densidad de las nubes se lo niegan. Destellos emergen de ellas, blancos, fugaces. Un brillo diferente al de las estrellas que parece tener su propia gracia y fuerza. El impacto de cada gota en conjunto generó ruido infernal, ensordecedor, capaz de abarcar cada centímetro de bosque. Empezó la noche anterior, luego de seis días de intenso calor. El ambiente se siente pesado, sofocante, incluso podría jurar que estaba sudando y que el sudor se fundía con la lluvia. Tal vez se debía al vapor, sumado a la falta de viento. El cabello lo trae pegado a la cara, mojado, pesado y desordenado. Parecía una melena caprichosa, de esas que parecen empeorar en cuanto más intentas darle orden. Dio un mordisco al fruto que traía en su mano, de color rojo y textura jugosa con patrones circulares, antes de continuar con su caminata entre los árboles. Las horas transcurrieron sin que la lluvia quisiera dar tregua. Los charcos se convirtieron en lagunas y los espacios entre raíces en ríos. —Que bonito es el cielo. Escuchó una voz desde atrás de un árbol, justo después de pasar frente a él. Volteó a ver y lo que encontró fueron dos orbes de brillante color dorado. El ruido de la lluvia pareció desvanecerse, pero persistía con una presencia sumamente inferior. Él era la razón, ese hombre que apareció tan repentinamente. El intercambio de miradas carecía de igualdad. El pelirrojo refleja perplejidad en los ojos, mezclado con algo de temor. El morocho tenía una mirada intensa, casi de depredador. Lo último que escuchó fueron crujidos. Lo último que vio fue un brazo izquierdo que se desplazó como una ráfaga de viento. Lo último que sintió fue frío, junto con la perdida de sensibilidad en todo el cuerpo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    —Tras el caos de las hamburguesas y las amenazas de lluvia de sangre, la adrenalina de la Gran Power finalmente colapsó.

    ​Se había desplomado en un enorme y anticuado sillón de terciopelo oscuro, un trono demasiado grande para ella que, irónicamente, se adaptaba a su ego. Aún vestía su uniforme, pero estaba visiblemente arrugado, y los lazos de su cabello rosado se habían deshecho parcialmente.

    ​En lugar de recostarse con dignidad, se acurrucó en una posición defensiva y completamente infantil: las rodillas pegadas al pecho, los brazos rodeando sus piernas, la cabeza enterrada en la tela oscura del sillón.
    ​Sus gloriosos cuernos sobresalían cómicamente por encima de su cabello suelto. Parecía una niña pequeña, vulnerable y agotada, totalmente desprovista de su arrogancia habitual. Si no fuera por la amenaza latente de que despertara y te acusara de robarle su manta invisible, la escena sería casi tierna. El único indicio de su naturaleza caótica era un pequeño hilo de sangre seca en la comisura de sus labios, la firma silenciosa de sus sueños.
    —Tras el caos de las hamburguesas y las amenazas de lluvia de sangre, la adrenalina de la Gran Power finalmente colapsó. ​Se había desplomado en un enorme y anticuado sillón de terciopelo oscuro, un trono demasiado grande para ella que, irónicamente, se adaptaba a su ego. Aún vestía su uniforme, pero estaba visiblemente arrugado, y los lazos de su cabello rosado se habían deshecho parcialmente. ​En lugar de recostarse con dignidad, se acurrucó en una posición defensiva y completamente infantil: las rodillas pegadas al pecho, los brazos rodeando sus piernas, la cabeza enterrada en la tela oscura del sillón. ​Sus gloriosos cuernos sobresalían cómicamente por encima de su cabello suelto. Parecía una niña pequeña, vulnerable y agotada, totalmente desprovista de su arrogancia habitual. Si no fuera por la amenaza latente de que despertara y te acusara de robarle su manta invisible, la escena sería casi tierna. El único indicio de su naturaleza caótica era un pequeño hilo de sangre seca en la comisura de sus labios, la firma silenciosa de sus sueños.
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  • - Una noche de recuerdo. -

    [• El hombre estaría en el exterior de su hogar, mete la mano derecha en su bolsillo y luego de buscar por unos instantes, sacaría un cigarrillo. pone el filtro entre los labios, luego saca un encendedor del mismo bolsillo para encenderlo y darle suficiente calor a la punta del cigarro para dar la primera calda y soltarlo ligeramente. •]

    - Hmm... Parece que se humedecido en algún momento.. está algo feo ésto.

    [• da un pequeño suspiro y sigue funcionando por unos minutos más, antes de agarrarlo con el pulgar y anular justo en la zona entre el filtro y lo que se "consume", sacarlo de su boca y tirarlo a un costado. •]

    - si, está algo horrible..

    [• pone las manos en los bolsillos y luego mira ligeramente hacia arriba, viendo el cielo de la noche, ligeramente nublado gracias por una lluvia que pasó hace horas.

    Al ver el cielo, este le pasa por sus ojos y mente un pequeño recuerdo:

    -Una noche como aquel actual, una más oscura, fría y húmeda gracias a los árboles y también por el la estación, siendo invierno.

    El hombre estaba recostado de espaldas contra un árbol, haciendo de seguridad en una trincheras improvisadas, sin poder fumar algo para evitar cualquier inconveniente. Sentía el peso de su ropa húmeda, el de su arma colgada por un tirante de cuero en su hombro y el chaleco antibalas que tenía. Todo aquel peso y la humedad parecía quererlo tumbar hacia abajo, pero solo se mantiene de pie.

    Su líder le informo en ir hacia una ubicación hacia el norte para armar una pequeña base y tener cierta ventaja en una guerrilla que estaba pasando en aquellos momentos... Supuestamente en un pueblo abandonado, dónde llegarían a la noche.-

    Luego de unos segundos, este se queda en blanco, parecía que quería borrar algo de su recuerdo su cerebro, pero luego de unos segundos, recordaría que aquel momento tranquilo solo era un momento antes de una gran tormenta que pasaría.

    Luego de recordar nuevamente aquel momento de las bengalas y explosiones, este se le escapa una cara de cierta molestia, pero luego de un suspiro, este mira hacia abajo, luego a un costado y vería el cigarro, aún tirando humo. •]

    - creo que no estabas tan mal al final de todo... Quizás el siguiente cigarro si me matará aunque me dee un momento de alegría.

    [• luego de unos segundos y caer en cuenta que estaba hablando hacia un cigarro, esté rie ligeramente por la situación, antes de ir hacia la puerta nuevamente y entrar a su casa. •]



    •|| meee quedó sin ideas mi gente •||
    - Una noche de recuerdo. - [• El hombre estaría en el exterior de su hogar, mete la mano derecha en su bolsillo y luego de buscar por unos instantes, sacaría un cigarrillo. pone el filtro entre los labios, luego saca un encendedor del mismo bolsillo para encenderlo y darle suficiente calor a la punta del cigarro para dar la primera calda y soltarlo ligeramente. •] - Hmm... Parece que se humedecido en algún momento.. está algo feo ésto. [• da un pequeño suspiro y sigue funcionando por unos minutos más, antes de agarrarlo con el pulgar y anular justo en la zona entre el filtro y lo que se "consume", sacarlo de su boca y tirarlo a un costado. •] - si, está algo horrible.. [• pone las manos en los bolsillos y luego mira ligeramente hacia arriba, viendo el cielo de la noche, ligeramente nublado gracias por una lluvia que pasó hace horas. Al ver el cielo, este le pasa por sus ojos y mente un pequeño recuerdo: -Una noche como aquel actual, una más oscura, fría y húmeda gracias a los árboles y también por el la estación, siendo invierno. El hombre estaba recostado de espaldas contra un árbol, haciendo de seguridad en una trincheras improvisadas, sin poder fumar algo para evitar cualquier inconveniente. Sentía el peso de su ropa húmeda, el de su arma colgada por un tirante de cuero en su hombro y el chaleco antibalas que tenía. Todo aquel peso y la humedad parecía quererlo tumbar hacia abajo, pero solo se mantiene de pie. Su líder le informo en ir hacia una ubicación hacia el norte para armar una pequeña base y tener cierta ventaja en una guerrilla que estaba pasando en aquellos momentos... Supuestamente en un pueblo abandonado, dónde llegarían a la noche.- Luego de unos segundos, este se queda en blanco, parecía que quería borrar algo de su recuerdo su cerebro, pero luego de unos segundos, recordaría que aquel momento tranquilo solo era un momento antes de una gran tormenta que pasaría. Luego de recordar nuevamente aquel momento de las bengalas y explosiones, este se le escapa una cara de cierta molestia, pero luego de un suspiro, este mira hacia abajo, luego a un costado y vería el cigarro, aún tirando humo. •] - creo que no estabas tan mal al final de todo... Quizás el siguiente cigarro si me matará aunque me dee un momento de alegría. [• luego de unos segundos y caer en cuenta que estaba hablando hacia un cigarro, esté rie ligeramente por la situación, antes de ir hacia la puerta nuevamente y entrar a su casa. •] •|| meee quedó sin ideas mi gente 🗣️🗣️🗣️ •||
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  • La lluvia caía suave sobre el tejado oxidado del viejo vagón donde la Puercoespín Roja se había refugiado aquella noche. Las gotas golpeaban el metal con ritmo tranquilo, cómo si el cielo tocara una melodía de campanas de viento para ella.

    Dentro del vagón, la Roedora estaba sentada con las piernas cruzadas.

    La lluvia siguió sonando, pero dentro del vagón, el aire estaba tibio.
    La lluvia caía suave sobre el tejado oxidado del viejo vagón donde la Puercoespín Roja se había refugiado aquella noche. Las gotas golpeaban el metal con ritmo tranquilo, cómo si el cielo tocara una melodía de campanas de viento para ella. Dentro del vagón, la Roedora estaba sentada con las piernas cruzadas. La lluvia siguió sonando, pero dentro del vagón, el aire estaba tibio.
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  • En cuanto le dijeron que se avecinaban lluvias y climas fríos, el no se lo pensó, compró los vuelos mas prontos y el hotel mas agradable para irse de vacaciones.

    Mientras que otros se quejaban, él se iba a retomar uno de sus pasatiempos; el surf ~
    En cuanto le dijeron que se avecinaban lluvias y climas fríos, el no se lo pensó, compró los vuelos mas prontos y el hotel mas agradable para irse de vacaciones. Mientras que otros se quejaban, él se iba a retomar uno de sus pasatiempos; el surf ~
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    —𝕿𝖍𝖊 𝕶𝖎𝖓𝖌'𝖘 𝕭𝖚𝖗𝖉𝖊𝖓.

    El aire en Camlann era pesado, no por la lluvia que pronto caería, sino por el peso de las vidas que había tomado y el peso del futuro que yo, como Rey, debía cargar.
    Me llamaron el "Rey de los Caballeros". No era un título que buscara, sino una carga que acepté. Desde el momento en que saqué a Caliburn de la piedra, dejé de ser una persona. Dejé de ser una niña, una mujer, o cualquier cosa que pudiera sentir calidez. Me convertí en un símbolo, en la espada. Y la espada no tiene emociones.
    Mi primer sentimiento fue la soledad. Al tomar la corona, el mundo de los humanos se cerró para mí. Los vi sonreír, amar, llorar por cosas pequeñas, y yo solo podía mirarlos desde la distancia, envuelta en mi armadura plateada. Debía ser fuerte, inquebrantable, por ellos. Si yo mostraba debilidad, el reino caería. Por eso, enterré mi corazón bajo promesas de hierro.
    Luego vino la esperanza. Cuando reuní a mis Caballeros de la Mesa Redonda, pensé que mi sueño era posible. Lancelot, Gawain, Bedivere... eran los pilares de Camelot, la prueba de que la nobleza existía. Por un tiempo, creí que ese momento dorado duraría para siempre. Creí que podríamos crear una utopía donde la gente no sufriera.
    Pero la esperanza dio paso al dolor. Vi a Lancelot caer, a Gawain perder la fe, y, finalmente, vi la traición de Mordred, mi propia sangre. Me esforcé tanto en ser el rey perfecto, en seguir cada norma, en no cometer ni un solo error, que fallé en lo más importante: la humanidad. Fui un rey, pero nunca fui un padre, ni una amiga, ni una esposa. Solo fui una máquina para dirigir.
    Enfrentar a Mordred en Camlann no fue una batalla; fue la ejecución de mi propio ideal. Mientras alzaba a Excalibur, no sentía ira, solo una profunda y desgarradora tristeza. La luz de mi espada era la luz que borraba mi error, el error de haber creído que podía negar mi propia naturaleza para salvar a otros.

    《("El deseo de ganar ya no estaba allí. Solo la necesidad de terminar. De pagar el precio por el sueño roto.")》


    Cuando la luz de Excalibur se desvaneció, y yo caí, herida de muerte, sentí, por primera y última vez bajo la armadura, una punzada de alivio. Alivio de que el trabajo había terminado. Alivio de poder devolver la espada, el símbolo de mi carga, al lago.

    Y al final, mientras Bedivere me veía morir, no lamenté la muerte. Lamenté mi vida. Mi último pensamiento no fue para el reino o la gloria, sino un simple y vano deseo:

    —Ojalá nunca hubiera sido Rey. Ojalá hubiera podido vivir como una persona normal, y no como una espada.—

    Morí en paz, al menos, sabiendo que, aunque mi sueño fue una tragedia, cumplí mi juramento. Y ese es el único consuelo que un rey puede llevarse.
    —𝕿𝖍𝖊 𝕶𝖎𝖓𝖌'𝖘 𝕭𝖚𝖗𝖉𝖊𝖓. El aire en Camlann era pesado, no por la lluvia que pronto caería, sino por el peso de las vidas que había tomado y el peso del futuro que yo, como Rey, debía cargar. Me llamaron el "Rey de los Caballeros". No era un título que buscara, sino una carga que acepté. Desde el momento en que saqué a Caliburn de la piedra, dejé de ser una persona. Dejé de ser una niña, una mujer, o cualquier cosa que pudiera sentir calidez. Me convertí en un símbolo, en la espada. Y la espada no tiene emociones. Mi primer sentimiento fue la soledad. Al tomar la corona, el mundo de los humanos se cerró para mí. Los vi sonreír, amar, llorar por cosas pequeñas, y yo solo podía mirarlos desde la distancia, envuelta en mi armadura plateada. Debía ser fuerte, inquebrantable, por ellos. Si yo mostraba debilidad, el reino caería. Por eso, enterré mi corazón bajo promesas de hierro. Luego vino la esperanza. Cuando reuní a mis Caballeros de la Mesa Redonda, pensé que mi sueño era posible. Lancelot, Gawain, Bedivere... eran los pilares de Camelot, la prueba de que la nobleza existía. Por un tiempo, creí que ese momento dorado duraría para siempre. Creí que podríamos crear una utopía donde la gente no sufriera. Pero la esperanza dio paso al dolor. Vi a Lancelot caer, a Gawain perder la fe, y, finalmente, vi la traición de Mordred, mi propia sangre. Me esforcé tanto en ser el rey perfecto, en seguir cada norma, en no cometer ni un solo error, que fallé en lo más importante: la humanidad. Fui un rey, pero nunca fui un padre, ni una amiga, ni una esposa. Solo fui una máquina para dirigir. Enfrentar a Mordred en Camlann no fue una batalla; fue la ejecución de mi propio ideal. Mientras alzaba a Excalibur, no sentía ira, solo una profunda y desgarradora tristeza. La luz de mi espada era la luz que borraba mi error, el error de haber creído que podía negar mi propia naturaleza para salvar a otros. 《("El deseo de ganar ya no estaba allí. Solo la necesidad de terminar. De pagar el precio por el sueño roto.")》 Cuando la luz de Excalibur se desvaneció, y yo caí, herida de muerte, sentí, por primera y última vez bajo la armadura, una punzada de alivio. Alivio de que el trabajo había terminado. Alivio de poder devolver la espada, el símbolo de mi carga, al lago. Y al final, mientras Bedivere me veía morir, no lamenté la muerte. Lamenté mi vida. Mi último pensamiento no fue para el reino o la gloria, sino un simple y vano deseo: —Ojalá nunca hubiera sido Rey. Ojalá hubiera podido vivir como una persona normal, y no como una espada.— Morí en paz, al menos, sabiendo que, aunque mi sueño fue una tragedia, cumplí mi juramento. Y ese es el único consuelo que un rey puede llevarse.
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  • Kael subió el último escalón con la respiración un poco acelerada y la caja de herramientas golpeándole el muslo. La llamada había sido hacía menos de veinte minutos: *“Che, hermano, te tiro un laburito rápido. Estoy tapado. Es en tal dirección. Andá ya si podés.”*
    Y acá estaba.

    Frunció el ceño para leer bien el número del departamento y, cuando lo encontró, golpeó dos veces con los nudillos, directo y sin rodeos.

    —Buenas —saludó cuando la puerta se abrió, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia de camino—. Soy Kael… un amigo tuyo o de tu contratista—hizo un gesto con la mano—…me pidió que lo cubra con este trabajo.

    Levantó un poco la caja de herramientas, como si fuera una explicación suficiente.

    —No me dieron muchos detalles, solo que había algo que arreglar o instalar, y que era urgente.

    Se le notaba algo nervioso e incómodo, llamar a una persona y que otra totalmente distinta llegue a tu puerta es por decir poco, extraño, una parte de él estaba preparado para ser rechazado y retirarse.

    —Si querés, paso y lo veo. Ya estoy acá, así que…

    La media sonrisa apareció apenas, cansada pero genuina.

    —Prometo no dejarte la casa peor de lo que la encontré. Sólo decime por dónde empiezo.
    Kael subió el último escalón con la respiración un poco acelerada y la caja de herramientas golpeándole el muslo. La llamada había sido hacía menos de veinte minutos: *“Che, hermano, te tiro un laburito rápido. Estoy tapado. Es en tal dirección. Andá ya si podés.”* Y acá estaba. Frunció el ceño para leer bien el número del departamento y, cuando lo encontró, golpeó dos veces con los nudillos, directo y sin rodeos. —Buenas —saludó cuando la puerta se abrió, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo por la lluvia de camino—. Soy Kael… un amigo tuyo o de tu contratista—hizo un gesto con la mano—…me pidió que lo cubra con este trabajo. Levantó un poco la caja de herramientas, como si fuera una explicación suficiente. —No me dieron muchos detalles, solo que había algo que arreglar o instalar, y que era urgente. Se le notaba algo nervioso e incómodo, llamar a una persona y que otra totalmente distinta llegue a tu puerta es por decir poco, extraño, una parte de él estaba preparado para ser rechazado y retirarse. —Si querés, paso y lo veo. Ya estoy acá, así que… La media sonrisa apareció apenas, cansada pero genuina. —Prometo no dejarte la casa peor de lo que la encontré. Sólo decime por dónde empiezo.
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  • 𝐒abía que volver con heridas no sería fácil de explicar. Más de una vez, durante el camino de regreso, intentó despertar su poder para cerrar los cortes… pero algo dentro de ella se lo impedía. Tal vez era el miedo a perder el control, o quizá esa fuerza dormida simplemente se negaba a auxiliarla. Fuera lo que fuese, no tuvo éxito, y solo le quedó aceptar que tendría que enfrentar el momento tal cual estaba.

    𝐏ara suavizar la preocupación y el enojo que seguro vendría, pensó que un pequeño obsequio podría ayudar. En el trayecto reunió un ramillete de flores, compró onigiris rellenos de pescado conservado, cuatro brochetas de dangos de mijo y unas batatas asadas cuyo calor seguía atrapado bajo el pañuelo que las envolvía. Aunque el cuerpo le ardía de dolor, cargó la pequeña cesta de bambú con una sonrisa tibia, esperando que eso, al menos, lo alegrara un poco.

    𝐄l día entero había pasado lejos de la casa. Tras subir esas interminables escaleras del templo, continuó su camino hasta llegar al porche. La madera crujió bajo su peso. Se quitó los zapatos y se detuvo en la entrada; inclinó apenas el rostro, escondiendo la herida de la mejilla bajo la cortina rojiza de su cabello. Aun así, no dejó que desapareciera la chispa de emoción por, por fin, estar de vuelta.

    — ¡He vuelto! Traje mucha comida calentita y rica. Parece que la nieve todavía se hace desear y la lluvia no tiene piedad, pero… qué bonito día igual, ¿no crees? —dijo, intentando que el cansancio no se le filtrara en la voz. El entusiasmo seguía ahí, sostenido por pura terquedad, y de algún modo estar en casa la hacía respirar un poco mejor.

    𝐄scuchó pasos rápidos desde el interior, ese ritmo apurado que siempre anunciaba la clase de recibimiento que le esperaba. Apoyó el hombro en el marco de la puerta y acomodó su cabello con prisa, dejándolo caer sobre el costado lastimado, cruzando los dedos para que él no lo notara.

    Kazuo
    𝐒abía que volver con heridas no sería fácil de explicar. Más de una vez, durante el camino de regreso, intentó despertar su poder para cerrar los cortes… pero algo dentro de ella se lo impedía. Tal vez era el miedo a perder el control, o quizá esa fuerza dormida simplemente se negaba a auxiliarla. Fuera lo que fuese, no tuvo éxito, y solo le quedó aceptar que tendría que enfrentar el momento tal cual estaba. 𝐏ara suavizar la preocupación y el enojo que seguro vendría, pensó que un pequeño obsequio podría ayudar. En el trayecto reunió un ramillete de flores, compró onigiris rellenos de pescado conservado, cuatro brochetas de dangos de mijo y unas batatas asadas cuyo calor seguía atrapado bajo el pañuelo que las envolvía. Aunque el cuerpo le ardía de dolor, cargó la pequeña cesta de bambú con una sonrisa tibia, esperando que eso, al menos, lo alegrara un poco. 𝐄l día entero había pasado lejos de la casa. Tras subir esas interminables escaleras del templo, continuó su camino hasta llegar al porche. La madera crujió bajo su peso. Se quitó los zapatos y se detuvo en la entrada; inclinó apenas el rostro, escondiendo la herida de la mejilla bajo la cortina rojiza de su cabello. Aun así, no dejó que desapareciera la chispa de emoción por, por fin, estar de vuelta. — ¡He vuelto! Traje mucha comida calentita y rica. Parece que la nieve todavía se hace desear y la lluvia no tiene piedad, pero… qué bonito día igual, ¿no crees? —dijo, intentando que el cansancio no se le filtrara en la voz. El entusiasmo seguía ahí, sostenido por pura terquedad, y de algún modo estar en casa la hacía respirar un poco mejor. 𝐄scuchó pasos rápidos desde el interior, ese ritmo apurado que siempre anunciaba la clase de recibimiento que le esperaba. Apoyó el hombro en el marco de la puerta y acomodó su cabello con prisa, dejándolo caer sobre el costado lastimado, cruzando los dedos para que él no lo notara. [8KazuoAihara8]
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  • NUEVA ORLEANS — DOS DÍAS DESPUÉS
    Fandom Resident evil y hazbin hotel
    Categoría Acción
    El aire era espeso, húmedo, cargado de jazz callejero mezclado con conversaciones, carcajadas y algo más oscuro que reptaba entre las sombras como un eco antiguo. Camino por las calles angostas, observando altares improvisados, murales de vudú, collares de cuentas colgando de los balcones.

    Cada paso parecía más… dirigido.
    Como si alguien—o algo—empujara sus talones.

    Lleguo a un barrio viejo, casi abandonado, donde los turistas no entraban. El suelo estaba húmedo por una lluvia que no recordaba haber visto caer. Un farol parpadeaba.

    Y entonces la radio en su bolsillo cobró vida.
    La estática no era normal; tenía ritmo… tenía intención.

    La saco y lo levanto a la altura del casco de una motocicleta abandonada.

    —Bien… ya estoy aquí —dijo, mirando la calle vacía frente a mí—. Nueva Orleans, como pediste.
    Así que dime…
    Se quedo quieto, sintiendo cómo un escalofrío subía por su columna.

    —¿Estoy caliente… o frío?

    ꧁༒☬𝓐𝓛𝓐𝓢𝓣𝓞𝓡 𝓡𝓔𝓓 𝓓𝓔𝓜𝓞𝓝 𝓞𝓥𝓔𝓡𝓛𝓞𝓡𝓓☬༒꧂
    El aire era espeso, húmedo, cargado de jazz callejero mezclado con conversaciones, carcajadas y algo más oscuro que reptaba entre las sombras como un eco antiguo. Camino por las calles angostas, observando altares improvisados, murales de vudú, collares de cuentas colgando de los balcones. Cada paso parecía más… dirigido. Como si alguien—o algo—empujara sus talones. Lleguo a un barrio viejo, casi abandonado, donde los turistas no entraban. El suelo estaba húmedo por una lluvia que no recordaba haber visto caer. Un farol parpadeaba. Y entonces la radio en su bolsillo cobró vida. La estática no era normal; tenía ritmo… tenía intención. La saco y lo levanto a la altura del casco de una motocicleta abandonada. —Bien… ya estoy aquí —dijo, mirando la calle vacía frente a mí—. Nueva Orleans, como pediste. Así que dime… Se quedo quieto, sintiendo cómo un escalofrío subía por su columna. —¿Estoy caliente… o frío? [Alastor_rabbit]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    5
    Estado
    Disponible
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  • Sus alas se estiraron, somnoliento, antes de continuar durmiendo.
    Después de todo, la lluvia fuera y el tranquilo hotel no invitaban a más que dormir durante todo el día.

    #Seductivesunday
    Sus alas se estiraron, somnoliento, antes de continuar durmiendo. Después de todo, la lluvia fuera y el tranquilo hotel no invitaban a más que dormir durante todo el día. #Seductivesunday
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