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    A penas me estoy enterando de que existe un live action de King Of Fighters...
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    Me enjaja
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


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    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


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    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Me entristece
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  • A Dream... I remember my Dream...
    Fandom Stranger Things
    Categoría Romance
    STARTER PARA Eddie Munson

    Hubiera jurado y proclamado a los cuatro vientos que ella, Allyson Johnson, jamás podría fijarse en un tipo como él.

    Tal vez, si hubiera podido anticiparse, si aquello no hubiera sucedido de la noche a la mañana, habría hecho algo para impedirlo. Porque sí, Ally era de esas personas convencidas de que los sentimientos sí podían controlarse. Más aún si eras plenamente consciente de los tuyos. Y ella lo era. O le gustaba creer que lo era.

    Ally había tenido que crecer demasiado pronto. Su cabeza corría siempre un par de pasos por delante del resto: pensaba demasiado, analizaba todo, le dedicaba tiempo a cada gesto, a cada palabra, a cada silencio incómodo. Necesitaba comprenderlo todo, tenerlo bajo control, ordenar el mundo en cajitas mentales donde nada se saliera del guion.

    Pero una cosa había aprendido con los años —a fuerza de golpes que aún le dolían en rincones de la memoria que prefería no mirar—: no se puede tener todo bajo control.

    Y, mucho menos, los sueños.

    ________________________________________

    Había visto a ese tío, Eddie Munson, subido sobre una mesa del comedor del instituto, desgañitándose delante de todo el mundo como si la cafetería fuera su maldito escenario privado. Recorría los tablones con las botas mientras gritaba algo sobre ovejas, ovejeros y Hellfire, ganándose miradas de asco, risas y un par de “otra vez el puto Munson” susurrados entre bandejas grasientas.

    Ally recordaba haber rodado los ojos, apoyando el codo en la mesa.

    "¿Qué demonios hace? Menudo ridículo."

    Su ceño se arrugó, el labio se le frunció con esa expresión suya de juicio silencioso. Todo en su cuerpo decía “qué vergüenza ajena”. Y sin embargo, no consiguió apartar la mirada. Se quedó mirándolo, atrapada en una mezcla rara de rechazo y fascinación, como cuando no puedes dejar de mirar un accidente aunque sepas que te va a impresionar.

    El resto del día transcurrió con normalidad. Quedó con Ashley Thompson, su mejor amiga, hablaron de tonterías y deberes, y luego se fue a casa a estudiar. O a intentarlo.
    Nada fuera de lo habitual.

    ¿Quién iba a decirle que esa misma noche soñaría con el tipo que había caminado sobre la mesa como si fuera suya?
    ¿Y que al despertar, algo en ella ya no estaría en el mismo sitio?

    ________________________________________

    Al principio no entendió qué pasaba.

    Lo supo de verdad al volver a verlo, a la mañana siguiente, en clase de ciencias.
    Él llegó tarde, cómo no: la puerta se abrió con un golpe seco, el profesor hizo ese suspiro de resignación de siempre, y el murmullo de la clase se cortó un segundo.

    Allí estaba otra vez. Chaqueta de cuero, parches, pelo rizado cayéndole por la cara, el walkman colgando, esa sonrisa que siempre parecía ir a decir algo que no tocaba. El maldito Eddie Munson.

    El corazón de Ally reaccionó antes que su cabeza. Un latido seco, distinto, como si hubiera un eco. Como si algo se hubiera movido dentro de ella la noche anterior y solo ahora se estuviera despertando. Hubo un momento en el que sintió que se le aflojaban los dedos del bolígrafo. Y entonces, como un flash, como una diapositiva, el sueño regresó de golpe.

    Eddie.

    El mismo Eddie que en la vida real era exactamente el tipo de tío que Ally decía detestar: ruidoso, caótico, sin filtro, con fama de rarito y de fracasado repetidor. Todo lo que ella había aprendido a evitar.

    ¿Entonces por qué se le calentaban las mejillas ahora, sentada en su pupitre, cuando él cruzó la clase con total descaro?

    ¿Por qué sus piernas, siempre cruzadas bajo la mesa, se descruzaron inquietas, los pies tamborileando contra el suelo?

    Se apartó el pelo de la oreja en un gesto automático y dejó caer la melena rubia hacia delante, ocultando parte de su rostro, en un intento desesperado por esconderse. Desde allí, donde él estaba, si se giraba, podría verla de perfil. Y ella no estaba preparada para sostenerle la mirada sabiendo lo que había soñado.

    ________________________________________

    Ally no era una chica cualquiera. Al menos no por dentro.

    A simple vista, en Hawkins, era una buena alumna, pocas palabras, mirada que lo observa todo. El tipo de chica a la que nadie se atrevería a llamar friki, pero que tampoco encajaba con las animadoras. Un punto medio.

    Lo que nadie allí sabía es que aquel no era el único lugar raro en el que ella había estado.

    Antes de Hawkins hubo otro sitio.

    Derry, Maine.

    Un nombre que a veces le venía a la cabeza como una mancha y del que enseguida se olvidaba, como cuando intentabas recordar una palabra en otro idioma y se escapaba justo en el último segundo. Sabía que había vivido allí. Sabía que algo importante había pasado. Pero cuanto más intentaba reconstruirlo, más se desdibujaban los recuerdos.

    Recordaba cosas sueltas, fragmentos, sensaciones que no encajaban con nada que pudiera llamar “normal”.

    Un payaso en un desagüe, la voz de alguien susurrándole que fuera a bailar, el olor a óxido y alcantarilla mezclado con algo dulzón y nauseabundo.

    Flashes: Un globo rojo flotando donde no debería, una escalera hacia un sótano…

    Y luego estaban ellos.

    Un grupo de chicos y una chica pelirroja.

    Bicicletas. Un pequeño claro en el bosque que olía a verano, a barro y a sangre seca. Una caseta improvisada bajo tierra, llena de cómics, revistas viejas y botellas de refresco vacías…

    “Beep beep, Richie.”

    Recordaba una voz concreta, aguda y rápida, disparando chistes. Unas gafas enormes. Una camiseta siempre arrugada.

    Pero nunca conseguía ver bien su cara. Cuando intentaba enfocarla, el recuerdo se difuminaba. Solo quedaba la sensación: aquel cosquilleo caliente en el estómago, la mezcla rara entre el miedo, el deseo y la seguridad.

    Pero Ally decidió que todo aquello solo fueron pesadillas de cría y una imaginación demasiado activa. Era más fácil así. Más cómodo.

    Todo eso… había quedado atrás…

    ________________________________________

    Ahora, sentada en aquel pupitre, podía escuchar cómo el profesor empezaba a escribir fórmulas en la pizarra, agradeciendo que nadie pudiera escuchar sus pensamientos.

    Se obligó a mirar al frente. A copiar el título en el cuaderno. A tomar apuntes como si todo fuera normal. Como si el corazón no le estuviera golpeando las costillas cada vez que él se movía, cada vez que sus botas chocaban contra la pata de su silla.

    Intentó convencerse:
    Es solo un chico. Un chico que no te gusta. Alguien que representa todo lo que no quieres en tu vida. Punto.

    Pero el sueño volvía. Cada noche. Cada día.

    ________________________________________

    Al día siguiente, ella volvía a estar sentada en aquel pupitre.

    El profesor llegó, dejó la carpeta sobre la mesa y saludó a los alumnos.

    —Muy bien, clase. Antes de empezar —anunció, ajustándose las gafas—, os recuerdo que hoy se publican las parejas para el trabajo trimestral. Como sabéis, es obligatorio, cuenta el treinta por ciento de la nota final y tendrá que entregarse en dos semanas.

    Quejas, risas… Todos sabían que aquel trabajo era un suplicio.

    Ally sintió un nudo en el estómago.

    No era buena trabajando con otros. Nunca lo había sido. Prefería controlar cada detalle, cada página, cada palabra. Y la idea de depender de alguien le incomodaba más que cualquier examen.

    El profesor empezó a leer la lista.

    Apellidos, nombres. Alumnos que chocaban las manos cuando les tocaban con sus amigos. Otros que resoplaban resignados…

    Y entonces, llegó el momento.

    —Munson, Edward.

    Ally no respiró.

    —Johnson, Allyson.

    Lo escuchó antes de procesarlo.

    Su primera reacción fue automática: apretar los muslos bajo la mesa, esconder la cara tras el pelo, bajar la vista a la madera gastada del pupitre.

    Pero el profesor continuó, sin detenerse. Sin darles opción a negarse.

    —Los trabajos deberán tener una parte teórica y otra práctica. Podéis elegir temática dentro del temario de este trimestre. No se permiten cambios de pareja. Y, por favor… evitad copiaros entre vosotros; lo sabré.

    Hubo risas por detrás. Alguno soltó un comentario que no alcanzó a escuchar.

    —Al igual que sabré si el trabajo sólo lo hace uno de vosotros. ¿Entendido?

    Ella seguía petrificada. No quería mirarlo, pero acabó haciéndolo, y se encontró que él… ya la estaba mirando.

    Ally tragó saliva.

    Toda la sangre derramándosele a los pies.

    El sueño volvió como un latigazo.

    La sensación de haber cruzado un límite que ni siquiera comprendía.

    El profesor siguió hablando, dando instrucciones, detallando fechas, insistiendo en la importancia del trabajo. Pero ella apenas oía nada.

    “Trabajo en pareja.”
    “Dos semanas.”
    “Munson y Johnson.”

    Cuando por fin llegó el momento, cuando los demás empezaron a moverse para buscar a sus compañeros, Ally permaneció quieta, como si el asiento la estuviera aprisionando.

    Supo que debía mirarlo, que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero fue incapaz.

    Giró la cabeza apenas unos centímetros.
    Y lo encontró. Ahí.
    Codo apoyado en la mesa, cuerpo ladeado hacia ella, mirada paciente. Como si estuviera esperando que reaccionara.

    STARTER PARA [eclipse_platinum_elephant_535] Hubiera jurado y proclamado a los cuatro vientos que ella, Allyson Johnson, jamás podría fijarse en un tipo como él. Tal vez, si hubiera podido anticiparse, si aquello no hubiera sucedido de la noche a la mañana, habría hecho algo para impedirlo. Porque sí, Ally era de esas personas convencidas de que los sentimientos sí podían controlarse. Más aún si eras plenamente consciente de los tuyos. Y ella lo era. O le gustaba creer que lo era. Ally había tenido que crecer demasiado pronto. Su cabeza corría siempre un par de pasos por delante del resto: pensaba demasiado, analizaba todo, le dedicaba tiempo a cada gesto, a cada palabra, a cada silencio incómodo. Necesitaba comprenderlo todo, tenerlo bajo control, ordenar el mundo en cajitas mentales donde nada se saliera del guion. Pero una cosa había aprendido con los años —a fuerza de golpes que aún le dolían en rincones de la memoria que prefería no mirar—: no se puede tener todo bajo control. Y, mucho menos, los sueños. ________________________________________ Había visto a ese tío, Eddie Munson, subido sobre una mesa del comedor del instituto, desgañitándose delante de todo el mundo como si la cafetería fuera su maldito escenario privado. Recorría los tablones con las botas mientras gritaba algo sobre ovejas, ovejeros y Hellfire, ganándose miradas de asco, risas y un par de “otra vez el puto Munson” susurrados entre bandejas grasientas. Ally recordaba haber rodado los ojos, apoyando el codo en la mesa. "¿Qué demonios hace? Menudo ridículo." Su ceño se arrugó, el labio se le frunció con esa expresión suya de juicio silencioso. Todo en su cuerpo decía “qué vergüenza ajena”. Y sin embargo, no consiguió apartar la mirada. Se quedó mirándolo, atrapada en una mezcla rara de rechazo y fascinación, como cuando no puedes dejar de mirar un accidente aunque sepas que te va a impresionar. El resto del día transcurrió con normalidad. Quedó con Ashley Thompson, su mejor amiga, hablaron de tonterías y deberes, y luego se fue a casa a estudiar. O a intentarlo. Nada fuera de lo habitual. ¿Quién iba a decirle que esa misma noche soñaría con el tipo que había caminado sobre la mesa como si fuera suya? ¿Y que al despertar, algo en ella ya no estaría en el mismo sitio? ________________________________________ Al principio no entendió qué pasaba. Lo supo de verdad al volver a verlo, a la mañana siguiente, en clase de ciencias. Él llegó tarde, cómo no: la puerta se abrió con un golpe seco, el profesor hizo ese suspiro de resignación de siempre, y el murmullo de la clase se cortó un segundo. Allí estaba otra vez. Chaqueta de cuero, parches, pelo rizado cayéndole por la cara, el walkman colgando, esa sonrisa que siempre parecía ir a decir algo que no tocaba. El maldito Eddie Munson. El corazón de Ally reaccionó antes que su cabeza. Un latido seco, distinto, como si hubiera un eco. Como si algo se hubiera movido dentro de ella la noche anterior y solo ahora se estuviera despertando. Hubo un momento en el que sintió que se le aflojaban los dedos del bolígrafo. Y entonces, como un flash, como una diapositiva, el sueño regresó de golpe. Eddie. El mismo Eddie que en la vida real era exactamente el tipo de tío que Ally decía detestar: ruidoso, caótico, sin filtro, con fama de rarito y de fracasado repetidor. Todo lo que ella había aprendido a evitar. ¿Entonces por qué se le calentaban las mejillas ahora, sentada en su pupitre, cuando él cruzó la clase con total descaro? ¿Por qué sus piernas, siempre cruzadas bajo la mesa, se descruzaron inquietas, los pies tamborileando contra el suelo? Se apartó el pelo de la oreja en un gesto automático y dejó caer la melena rubia hacia delante, ocultando parte de su rostro, en un intento desesperado por esconderse. Desde allí, donde él estaba, si se giraba, podría verla de perfil. Y ella no estaba preparada para sostenerle la mirada sabiendo lo que había soñado. ________________________________________ Ally no era una chica cualquiera. Al menos no por dentro. A simple vista, en Hawkins, era una buena alumna, pocas palabras, mirada que lo observa todo. El tipo de chica a la que nadie se atrevería a llamar friki, pero que tampoco encajaba con las animadoras. Un punto medio. Lo que nadie allí sabía es que aquel no era el único lugar raro en el que ella había estado. Antes de Hawkins hubo otro sitio. Derry, Maine. Un nombre que a veces le venía a la cabeza como una mancha y del que enseguida se olvidaba, como cuando intentabas recordar una palabra en otro idioma y se escapaba justo en el último segundo. Sabía que había vivido allí. Sabía que algo importante había pasado. Pero cuanto más intentaba reconstruirlo, más se desdibujaban los recuerdos. Recordaba cosas sueltas, fragmentos, sensaciones que no encajaban con nada que pudiera llamar “normal”. Un payaso en un desagüe, la voz de alguien susurrándole que fuera a bailar, el olor a óxido y alcantarilla mezclado con algo dulzón y nauseabundo. Flashes: Un globo rojo flotando donde no debería, una escalera hacia un sótano… Y luego estaban ellos. Un grupo de chicos y una chica pelirroja. Bicicletas. Un pequeño claro en el bosque que olía a verano, a barro y a sangre seca. Una caseta improvisada bajo tierra, llena de cómics, revistas viejas y botellas de refresco vacías… “Beep beep, Richie.” Recordaba una voz concreta, aguda y rápida, disparando chistes. Unas gafas enormes. Una camiseta siempre arrugada. Pero nunca conseguía ver bien su cara. Cuando intentaba enfocarla, el recuerdo se difuminaba. Solo quedaba la sensación: aquel cosquilleo caliente en el estómago, la mezcla rara entre el miedo, el deseo y la seguridad. Pero Ally decidió que todo aquello solo fueron pesadillas de cría y una imaginación demasiado activa. Era más fácil así. Más cómodo. Todo eso… había quedado atrás… ________________________________________ Ahora, sentada en aquel pupitre, podía escuchar cómo el profesor empezaba a escribir fórmulas en la pizarra, agradeciendo que nadie pudiera escuchar sus pensamientos. Se obligó a mirar al frente. A copiar el título en el cuaderno. A tomar apuntes como si todo fuera normal. Como si el corazón no le estuviera golpeando las costillas cada vez que él se movía, cada vez que sus botas chocaban contra la pata de su silla. Intentó convencerse: Es solo un chico. Un chico que no te gusta. Alguien que representa todo lo que no quieres en tu vida. Punto. Pero el sueño volvía. Cada noche. Cada día. ________________________________________ Al día siguiente, ella volvía a estar sentada en aquel pupitre. El profesor llegó, dejó la carpeta sobre la mesa y saludó a los alumnos. —Muy bien, clase. Antes de empezar —anunció, ajustándose las gafas—, os recuerdo que hoy se publican las parejas para el trabajo trimestral. Como sabéis, es obligatorio, cuenta el treinta por ciento de la nota final y tendrá que entregarse en dos semanas. Quejas, risas… Todos sabían que aquel trabajo era un suplicio. Ally sintió un nudo en el estómago. No era buena trabajando con otros. Nunca lo había sido. Prefería controlar cada detalle, cada página, cada palabra. Y la idea de depender de alguien le incomodaba más que cualquier examen. El profesor empezó a leer la lista. Apellidos, nombres. Alumnos que chocaban las manos cuando les tocaban con sus amigos. Otros que resoplaban resignados… Y entonces, llegó el momento. —Munson, Edward. Ally no respiró. —Johnson, Allyson. Lo escuchó antes de procesarlo. Su primera reacción fue automática: apretar los muslos bajo la mesa, esconder la cara tras el pelo, bajar la vista a la madera gastada del pupitre. Pero el profesor continuó, sin detenerse. Sin darles opción a negarse. —Los trabajos deberán tener una parte teórica y otra práctica. Podéis elegir temática dentro del temario de este trimestre. No se permiten cambios de pareja. Y, por favor… evitad copiaros entre vosotros; lo sabré. Hubo risas por detrás. Alguno soltó un comentario que no alcanzó a escuchar. —Al igual que sabré si el trabajo sólo lo hace uno de vosotros. ¿Entendido? Ella seguía petrificada. No quería mirarlo, pero acabó haciéndolo, y se encontró que él… ya la estaba mirando. Ally tragó saliva. Toda la sangre derramándosele a los pies. El sueño volvió como un latigazo. La sensación de haber cruzado un límite que ni siquiera comprendía. El profesor siguió hablando, dando instrucciones, detallando fechas, insistiendo en la importancia del trabajo. Pero ella apenas oía nada. “Trabajo en pareja.” “Dos semanas.” “Munson y Johnson.” Cuando por fin llegó el momento, cuando los demás empezaron a moverse para buscar a sus compañeros, Ally permaneció quieta, como si el asiento la estuviera aprisionando. Supo que debía mirarlo, que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero fue incapaz. Giró la cabeza apenas unos centímetros. Y lo encontró. Ahí. Codo apoyado en la mesa, cuerpo ladeado hacia ella, mirada paciente. Como si estuviera esperando que reaccionara.
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  • Cap: 01

    Intentó abrir los párpados, pero enseguida arrugó el rostro al ser recibido por los azotes de los rayos del sol. Otra vez tuvo que frotarse con el dorso de las manos, solo que esta vez tendría una molestia mayor; ardor, el ardor provocado por el agua salada que se filtra entre los párpados y llega hasta los ojos.

    Varios fueron los minutos de rodar y patalear, entre gruñidos y gimoteos. No fue hasta que la arena entró en sus narices que se levantó del suelo, tan fuerte como la tos que hacía doler su garganta.
    ¿Lágrimas? Si, deslizándose lentamente por las esquinas de aquellos dorados ojos. Respiró profundo hasta que sus jadeos lograron penetrar muy levemente el agua que tapaba sus alargadas orejas.

    Decir que se veía deplorable era poco; su rostro pálido llevaba un tono rojizo por la agitación y su largo cabello lacio estaba despeinado, enredado y reseco por las sales del mar que lo arrastró hasta aquella orilla, y en su espalda yacen extendidas las heridas de su violento aterrizaje. Sanó lesiones a velocidades vertiginosa para un humano ordinario, pero para él se sintió lento y horrible ¿Por qué? Porque cada segundo parecía eterno por culpa de las partículas que la carne creciente arrastra sobre sus nervios expuestos. Las sintió salir una por una.

    Descansó de rodillas, con los antebrazos sobre la arena. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, pero poco a poco la respiración fue tomando un ritmo apropiado. Los ojos los tenía rojos, culpa de la sal y las lágrimas producidas por el dolor. Al rato tomó una postura erguida, con la cabeza tirada hacia atrás, y respiró profundo. Se sentía mejor, el alivio había tomado asiló en su cuerpo. Su recuperación estaba completa, y fue un total éxito; ni una marca, ni siquiera una costra que pudiera servir de recuerdo.

    El sol ya avanzó más allá de su punto más alto, anunciando así su intención de perderse en el horizonte. Así que el chico de cabello rojo decidió ponerse de pie para emprender su camino a... A ningún lado en particular. Es incapaz de ubicar el área de donde proviene, mucho menos reconoce su paradero actual. Su única opción es seguir al gigante dorado, aquel que avanza sin esperar a nadie, ese que toma asiento en su trono en el punto más alto del firmamento.

    Dejó atrás las arenas y se adentró en la hierba, plantas tan altas que acarician sus piernas hasta producirle comezón. Podría haber avanzado más pero cada tantos pasos se detenía a rascarse pies, rodillas y gemelos.

    Un viaje sin destino u origen. Incierto, pero era suyo. Solo debía de seguir la guía del sol y consultar al viento cuando sienta inseguridad.
    Cap: 01 Intentó abrir los párpados, pero enseguida arrugó el rostro al ser recibido por los azotes de los rayos del sol. Otra vez tuvo que frotarse con el dorso de las manos, solo que esta vez tendría una molestia mayor; ardor, el ardor provocado por el agua salada que se filtra entre los párpados y llega hasta los ojos. Varios fueron los minutos de rodar y patalear, entre gruñidos y gimoteos. No fue hasta que la arena entró en sus narices que se levantó del suelo, tan fuerte como la tos que hacía doler su garganta. ¿Lágrimas? Si, deslizándose lentamente por las esquinas de aquellos dorados ojos. Respiró profundo hasta que sus jadeos lograron penetrar muy levemente el agua que tapaba sus alargadas orejas. Decir que se veía deplorable era poco; su rostro pálido llevaba un tono rojizo por la agitación y su largo cabello lacio estaba despeinado, enredado y reseco por las sales del mar que lo arrastró hasta aquella orilla, y en su espalda yacen extendidas las heridas de su violento aterrizaje. Sanó lesiones a velocidades vertiginosa para un humano ordinario, pero para él se sintió lento y horrible ¿Por qué? Porque cada segundo parecía eterno por culpa de las partículas que la carne creciente arrastra sobre sus nervios expuestos. Las sintió salir una por una. Descansó de rodillas, con los antebrazos sobre la arena. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, pero poco a poco la respiración fue tomando un ritmo apropiado. Los ojos los tenía rojos, culpa de la sal y las lágrimas producidas por el dolor. Al rato tomó una postura erguida, con la cabeza tirada hacia atrás, y respiró profundo. Se sentía mejor, el alivio había tomado asiló en su cuerpo. Su recuperación estaba completa, y fue un total éxito; ni una marca, ni siquiera una costra que pudiera servir de recuerdo. El sol ya avanzó más allá de su punto más alto, anunciando así su intención de perderse en el horizonte. Así que el chico de cabello rojo decidió ponerse de pie para emprender su camino a... A ningún lado en particular. Es incapaz de ubicar el área de donde proviene, mucho menos reconoce su paradero actual. Su única opción es seguir al gigante dorado, aquel que avanza sin esperar a nadie, ese que toma asiento en su trono en el punto más alto del firmamento. Dejó atrás las arenas y se adentró en la hierba, plantas tan altas que acarician sus piernas hasta producirle comezón. Podría haber avanzado más pero cada tantos pasos se detenía a rascarse pies, rodillas y gemelos. Un viaje sin destino u origen. Incierto, pero era suyo. Solo debía de seguir la guía del sol y consultar al viento cuando sienta inseguridad.
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  • Primer baile
    Fandom Los Bridgerton
    Categoría Drama
    Simon llegó al primer baile de la temporada sintiendo el peso de cada mirada que se desviaba hacia él. No era miedo, pero sí incomodidad, como si todo el salón esperara que hiciera algo que no tenía intención de hacer. Entre los vestidos brillantes, los abanicos que se abrían y los saludos amables pero interesados, vio a Daphne. Ella estaba rodeada, atrapada en conversaciones que claramente no deseaba. Simon no estaba mejor. Varias madres ya habían calculado la distancia exacta para interceptarlo apenas se quedara quieto un segundo. Tragó aire, no muy seguro de por qué se dirigía hacia ella, solo sabiendo que era lo único que tenía sentido en ese instante. Y tal vez, aunque jamás lo admitiría en voz alta, verla era como encontrar un rincón de calma entre tanto ruido.

    Se detuvo a su lado y ella lo miró con una mezcla de alivio y fastidio, como si también hubiera esperado un rescate, pero estuviera demasiado agotada para disimularlo. Simon se pasó una mano por la nuca, un gesto casi imperceptible, pero que delataba que tampoco sabía del todo cómo empezar. El ambiente estaba tan tenso como cargado de perfume dulce y luces cálidas, y aun así, era más soportable que enfrentarse a otra presentación forzada. Respiró profundo, casi resignado, casi divertido, y por fin habló.

    —No voy a fingir que esto no es incómodo para los dos. Pareces querer desaparecer tanto como yo… y lo entiendo. Si doy un paso más, alguien me arrastrará a conocer a otra señorita que apenas recuerda mi nombre. Y tú… bueno, no necesitas que te lo diga, llevas toda la noche huyendo con la mirada. No pienso competir con tres docenas de pretendientes. Así que te propongo algo. No elegante, no ingenioso, solo… práctico. Fingimos interés mutuo. Fingimos que ya estamos ocupados el uno con el otro. Solo por esta noche. Solo para poder respirar un poco sin que todos nos persigan. Si no te parece del todo terrible, claro.
    Simon llegó al primer baile de la temporada sintiendo el peso de cada mirada que se desviaba hacia él. No era miedo, pero sí incomodidad, como si todo el salón esperara que hiciera algo que no tenía intención de hacer. Entre los vestidos brillantes, los abanicos que se abrían y los saludos amables pero interesados, vio a Daphne. Ella estaba rodeada, atrapada en conversaciones que claramente no deseaba. Simon no estaba mejor. Varias madres ya habían calculado la distancia exacta para interceptarlo apenas se quedara quieto un segundo. Tragó aire, no muy seguro de por qué se dirigía hacia ella, solo sabiendo que era lo único que tenía sentido en ese instante. Y tal vez, aunque jamás lo admitiría en voz alta, verla era como encontrar un rincón de calma entre tanto ruido. Se detuvo a su lado y ella lo miró con una mezcla de alivio y fastidio, como si también hubiera esperado un rescate, pero estuviera demasiado agotada para disimularlo. Simon se pasó una mano por la nuca, un gesto casi imperceptible, pero que delataba que tampoco sabía del todo cómo empezar. El ambiente estaba tan tenso como cargado de perfume dulce y luces cálidas, y aun así, era más soportable que enfrentarse a otra presentación forzada. Respiró profundo, casi resignado, casi divertido, y por fin habló. —No voy a fingir que esto no es incómodo para los dos. Pareces querer desaparecer tanto como yo… y lo entiendo. Si doy un paso más, alguien me arrastrará a conocer a otra señorita que apenas recuerda mi nombre. Y tú… bueno, no necesitas que te lo diga, llevas toda la noche huyendo con la mirada. No pienso competir con tres docenas de pretendientes. Así que te propongo algo. No elegante, no ingenioso, solo… práctico. Fingimos interés mutuo. Fingimos que ya estamos ocupados el uno con el otro. Solo por esta noche. Solo para poder respirar un poco sin que todos nos persigan. Si no te parece del todo terrible, claro.
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  • — Dulce alivio de fin de semana...
    — Dulce alivio de fin de semana...
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  • 《 No no no no no no no no. 》

    Voltea hacia todos lados.

    《 Es mi dia libre.》

    Da varios pisotones contra el suelo, voltea a ambos lados y saca su celular, para confirmar que la cosa si esta ahi.

    《 anomalias...chgh》

    De los nervios, le da un tick nervioso de pasar saliva y casi chasquear la lengua contra su paladar, le sudan las manos y empieza a necesitar arrancarse las pestañas.

    《Chgj.... Me ire por otra calle. Chgjjj... 》
    《 No no no no no no no no. 》 Voltea hacia todos lados. 《 Es mi dia libre.》 Da varios pisotones contra el suelo, voltea a ambos lados y saca su celular, para confirmar que la cosa si esta ahi. 《 anomalias...chgh》 De los nervios, le da un tick nervioso de pasar saliva y casi chasquear la lengua contra su paladar, le sudan las manos y empieza a necesitar arrancarse las pestañas. 《Chgj.... Me ire por otra calle. Chgjjj... 》
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[glimmer_olive_sheep_859]!
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Vampira + diablesa
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤFandom: No pertenece a ninguno
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Empresaria

    ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

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    #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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  • "𝙀𝒔𝙩𝒐... 𝙥𝒂𝙧𝒆𝙘𝒆.. 𝒊𝙧𝒓𝙚𝒂𝙡... ¿𝙇𝒐 𝒆𝙨? ¿𝙀𝒔 𝒓𝙚𝒂𝙡?
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama

    ㅤㅤㅤㅤ 𝙉𝙤 𝙨𝙚́ 𝙨𝙞 𝙥𝙤𝙙𝙧𝙚́ 𝙖𝙘𝙤𝙨𝙩𝙪𝙢𝙗𝙧𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙖... 𝙚𝙨𝙩𝙤...
    ㅤㅤㅤㅤ𝙏𝙤𝙙𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙚𝙘𝙚... 𝙣𝙤𝙧𝙢𝙖𝙡
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ 𝑨𝘼𝑹𝙊𝑵 ᴬᵁ


    ㅤㅤㅤㅤ #𝑓l𝑎sℎf𝑜r𝑤a𝑟d #𝑠e𝑎s𝑜n5

    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤDespués de más de dos años dando tumbos por el estado de Georgia. Después de peleas, guerras y pérdidas sus pasos los habían llevado hasta Alexandria. Aquel lugar parecía totalmente irreal. Liv se sentía sacada de su propia vida, de nuevo. Otra vez, tenía la sensación que tuvo cuando salía de King County en el coche de Shane y dejaba atrás su vida y todo lo que conocía.

    Los ojos verdes de la hija del sheriff estaban perdidos en aquellas limpias calles, casi como viera el velo de un sueño sacado de su propia imaginación. Sus dedos se entretenían en retirar un hilo suelto de uno de sus guantes, como si sintiera que era demasiado imperfecto, demasiado sucio para un lugar como aquel. Llevaba haciéndolo desde que se había sentado en el sillón de la casa de Deanna y se había encontrado tan gris, tan sucia, tan cansada, en mitad de aquel salón tan elegante, tan limpio… Y había sentido que desentonaba por completo. Ni siquiera recordaba qué le había preguntado la líder de Alexandria y tampoco recordaba qué había respondido y si había sido coherente…

    Las entrevistas todavia continuaban con algunos de los miembros de su grupo, pero su padre le había comentado que les habían asignado dos de aquellas lujosas casas, por lo que mientras su gente se instalaba en el interior de una de ellas, Liv estaba sentada en las escaleras del porche sin encontrar su sitio todavia en aquel pueblo mientras esperaba a que Daryl saliera de la entrevista con Deanna.



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheWalkingDead

    credits: Pinterest y LovArt
    psd: tuschen psd 13
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤ 𝙉𝙤 𝙨𝙚́ 𝙨𝙞 𝙥𝙤𝙙𝙧𝙚́ 𝙖𝙘𝙤𝙨𝙩𝙪𝙢𝙗𝙧𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙖... 𝙚𝙨𝙩𝙤... ㅤㅤㅤㅤ𝙏𝙤𝙙𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙚𝙘𝙚... 𝙣𝙤𝙧𝙢𝙖𝙡 ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [AAR0N] ㅤㅤㅤㅤ #𝑓l𝑎sℎf𝑜r𝑤a𝑟d #𝑠e𝑎s𝑜n5 ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤDespués de más de dos años dando tumbos por el estado de Georgia. Después de peleas, guerras y pérdidas sus pasos los habían llevado hasta Alexandria. Aquel lugar parecía totalmente irreal. Liv se sentía sacada de su propia vida, de nuevo. Otra vez, tenía la sensación que tuvo cuando salía de King County en el coche de Shane y dejaba atrás su vida y todo lo que conocía. Los ojos verdes de la hija del sheriff estaban perdidos en aquellas limpias calles, casi como viera el velo de un sueño sacado de su propia imaginación. Sus dedos se entretenían en retirar un hilo suelto de uno de sus guantes, como si sintiera que era demasiado imperfecto, demasiado sucio para un lugar como aquel. Llevaba haciéndolo desde que se había sentado en el sillón de la casa de Deanna y se había encontrado tan gris, tan sucia, tan cansada, en mitad de aquel salón tan elegante, tan limpio… Y había sentido que desentonaba por completo. Ni siquiera recordaba qué le había preguntado la líder de Alexandria y tampoco recordaba qué había respondido y si había sido coherente… Las entrevistas todavia continuaban con algunos de los miembros de su grupo, pero su padre le había comentado que les habían asignado dos de aquellas lujosas casas, por lo que mientras su gente se instalaba en el interior de una de ellas, Liv estaba sentada en las escaleras del porche sin encontrar su sitio todavia en aquel pueblo mientras esperaba a que Daryl saliera de la entrevista con Deanna. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheWalkingDead credits: Pinterest y LovArt psd: tuschen psd 13
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