• //Mono rol: Una pesadilla mas del monton. hecho unica y exclusivamente para el evento ese de halloween #OctubreConSonic (para que Sonic no se enoje conmigo)//

    *- Ahí se encontraba Shadow, en la colonia espacial ARK, reviviendo todos los momentos de felicidad que tuvo con su mejor amiga, Maria Robotnik; hasta que, tal y como había ocurrido en el pasado, el caos cayó sobre la colonia espacial cuando agentes de GUN irrumpieron, buscando eliminar todo lo relacionado con el proyecto Shadow. Al final terminó reviviendo el mismo trauma que tuvo: Ver morir a María frente a sus ojos, aunque esta vez sus últimas palabras no fueron pidiéndole a Shadow que trajera esperanza a la humanidad.

    "Todo esto es tu culpa, Shadow…"

    *- Pronunciaría María sonriendo escalofriantemente mientras los soldados de GUN a sus espaldas comenzaban a dispararle de nuevo, llenando su cuerpo de agujeros. -*

    *- Luego todo se oscurece y Shadow aparece parado al borde de un enorme edificio; intenta retroceder; sin embargo, alguien lo empuja, haciéndolo caer. Antes de estamparse contra el suelo, puede notar que hay algo escrito. -*

    "¡FELIZ HALLOWEEN!"

    *- Decían las letras. Y entonces, termina de caer.-*

    "─ ¡¡AH!!"

    *- Grita Shadow al ser despertado por un rayo; se sienta a la orilla de la cama con las manos en la cara. -*

    "─ Solo… Solo fue una pesadilla… Otra más del montón…"

    //Se que fue super cortito y que ya no es Halloween XD, pero pues su querido user tiene muchas mierdas ahora mismo asi que pido perdon (?). Nos vemos hasta la proxima semana cuando termine mis examenes de la U. Tenia planeado terminar con un "feliz halloween" pero pues...... Adios gente, feliz navidad (?), se les quiere //
    //Mono rol: Una pesadilla mas del monton. hecho unica y exclusivamente para el evento ese de halloween #OctubreConSonic (para que Sonic no se enoje conmigo)// *- Ahí se encontraba Shadow, en la colonia espacial ARK, reviviendo todos los momentos de felicidad que tuvo con su mejor amiga, Maria Robotnik; hasta que, tal y como había ocurrido en el pasado, el caos cayó sobre la colonia espacial cuando agentes de GUN irrumpieron, buscando eliminar todo lo relacionado con el proyecto Shadow. Al final terminó reviviendo el mismo trauma que tuvo: Ver morir a María frente a sus ojos, aunque esta vez sus últimas palabras no fueron pidiéndole a Shadow que trajera esperanza a la humanidad. "Todo esto es tu culpa, Shadow…" *- Pronunciaría María sonriendo escalofriantemente mientras los soldados de GUN a sus espaldas comenzaban a dispararle de nuevo, llenando su cuerpo de agujeros. -* *- Luego todo se oscurece y Shadow aparece parado al borde de un enorme edificio; intenta retroceder; sin embargo, alguien lo empuja, haciéndolo caer. Antes de estamparse contra el suelo, puede notar que hay algo escrito. -* "¡FELIZ HALLOWEEN!" *- Decían las letras. Y entonces, termina de caer.-* "─ ¡¡AH!!" *- Grita Shadow al ser despertado por un rayo; se sienta a la orilla de la cama con las manos en la cara. -* "─ Solo… Solo fue una pesadilla… Otra más del montón…" //Se que fue super cortito y que ya no es Halloween XD, pero pues su querido user tiene muchas mierdas ahora mismo asi que pido perdon (?). Nos vemos hasta la proxima semana cuando termine mis examenes de la U. Tenia planeado terminar con un "feliz halloween" pero pues...... Adios gente, feliz navidad (?), se les quiere :STK-25: //
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  • "Invitación del Infierno"

    La casa estaba en penumbra.
    Solo el resplandor tenue de la brasa moribunda de un cigarrillo sobre el cenicero le daba vida al lugar. Afuera, la lluvia golpeaba los ventanales con una cadencia irregular, como si el mundo contuviera la respiración antes de una tragedia.

    Rei había pasado la noche revisando informes de asesinatos, desapariciones y sucesos que desafiaban toda lógica humana. El cansancio se dibujaba en su mirada, hasta que algo en su escritorio lo obligó a detenerse.

    Una carta.

    No recordaba haberla dejado ahí.

    El sobre, negro y de textura aterciopelada, estaba sellado con cera roja marcada con un pentagrama. Un leve aroma a incienso y fuego emanaba de él, acompañado por algo más… una vibración antigua, casi sagrada y profana a la vez.

    Rei ladeó la cabeza, desconfiando. Su instinto gritaba que no la tocara, pero la curiosidad —su más vieja maldición— habló primero.
    Tomó la carta. La cera se quebró sola, como si hubiese estado esperando el roce de su mano.

    El papel era grueso, casi vivo. Las letras negras parecían reptar bajo la luz del escritorio mientras las leía.

    A cada palabra, la temperatura descendía.
    El reloj del despacho marcaba el tiempo con una lentitud antinatural.

    > “Dancing With the Devil.”
    Una noche para perder el alma con estilo…

    —Tch… —murmuró Rei con una sonrisa ladeada—. Big Brother House. Suena como una trampa... o como una broma del infierno.

    Pero sabía que no lo era.

    El aire olía a azufre. Las sombras de las esquinas parecían moverse, observándolo en silencio. Había lidiado con demasiadas entidades como para no reconocer una firma infernal.
    Esa carta no la había traído un mensajero. El sello aún estaba tibio.

    Se levantó. Caminó hacia la ventana.
    La ciudad seguía envuelta en lluvia. Un relámpago iluminó fugazmente una figura en la calle: alta, cubierta por un sombrero, sosteniendo una rosa negra.
    Un parpadeo, y ya no estaba.

    Rei exhaló despacio.
    —Así que me invitas tú… ¿eh? —susurró, deslizando la carta en el escritorio—. Muy bien. Si el diablo quiere bailar, que prepare la pista.

    Apagó el cigarrillo, fue al baño y dejó que el agua fría lo golpeara mientras meditaba. Sabía que no se trataba de una fiesta común.
    Envuelto en una toalla, caminó al vestidor. Entre abrigos, trajes y reliquias de siglos, halló uno que no usaba desde hacía demasiado: un traje azúl oscuro, perfectamente conservado, regalo de una condesa inmortal a la que alguna vez salvó —o maldijo—, según la versión de la historia.

    Mientras se lo colocaba, cada movimiento tenía la precisión ritual de un hombre que se prepara para una batalla elegante.
    Luego, en el fondo del armario, descubrió una máscara dorada. Su superficie parecía respirar una magia antigua, cálida y protectora. La había recibido de una bruja hace siglos, como escudo contra un dios caído.

    Esta noche, la usaría para el mismo propósito…
    y, de paso, como su disfraz improvisado para bailar con el diablo.

    Antes de salir, bebió una pócima que guardaba para casos extremos. El líquido tenía un brillo carmesí, casi sanguíneo.
    Apenas lo bebió, un tatuaje se extendió bajo su piel, emergiendo como fuego negro. Nació en su cuello, recorrió su torso y se ramificó hasta sus manos, con símbolos que pulsaban suavemente, como si respiraran.
    Era una marca de poder.
    Una bendición... y una advertencia.

    Solo podía usarla una vez.

    Frente al espejo, Rei ajustó los guantes y la máscara.
    Su reflejo le devolvió la imagen de un demonio elegante, listo para entrar al infierno con paso firme.

    Tomó su bastón, aquel cuya empuñadura ocultaba una daga de acero espiritual.
    Una sonrisa leve curvó sus labios.

    —Listo —susurró—. Hora del baile.

    La puerta se cerró con un clic seco.
    La lluvia cesó.
    Y sobre el escritorio vacío, la carta quedó un instante antes de arder por sí sola, desvaneciéndose en humo rojo.

    En el aire, como una burla sutil, flotó la frase final:

    > “Todos bailan con el diablo, tarde o temprano…”

    https://ficrol.com/posts/315686
    "Invitación del Infierno" La casa estaba en penumbra. Solo el resplandor tenue de la brasa moribunda de un cigarrillo sobre el cenicero le daba vida al lugar. Afuera, la lluvia golpeaba los ventanales con una cadencia irregular, como si el mundo contuviera la respiración antes de una tragedia. Rei había pasado la noche revisando informes de asesinatos, desapariciones y sucesos que desafiaban toda lógica humana. El cansancio se dibujaba en su mirada, hasta que algo en su escritorio lo obligó a detenerse. Una carta. No recordaba haberla dejado ahí. El sobre, negro y de textura aterciopelada, estaba sellado con cera roja marcada con un pentagrama. Un leve aroma a incienso y fuego emanaba de él, acompañado por algo más… una vibración antigua, casi sagrada y profana a la vez. Rei ladeó la cabeza, desconfiando. Su instinto gritaba que no la tocara, pero la curiosidad —su más vieja maldición— habló primero. Tomó la carta. La cera se quebró sola, como si hubiese estado esperando el roce de su mano. El papel era grueso, casi vivo. Las letras negras parecían reptar bajo la luz del escritorio mientras las leía. A cada palabra, la temperatura descendía. El reloj del despacho marcaba el tiempo con una lentitud antinatural. > “Dancing With the Devil.” Una noche para perder el alma con estilo… —Tch… —murmuró Rei con una sonrisa ladeada—. Big Brother House. Suena como una trampa... o como una broma del infierno. Pero sabía que no lo era. El aire olía a azufre. Las sombras de las esquinas parecían moverse, observándolo en silencio. Había lidiado con demasiadas entidades como para no reconocer una firma infernal. Esa carta no la había traído un mensajero. El sello aún estaba tibio. Se levantó. Caminó hacia la ventana. La ciudad seguía envuelta en lluvia. Un relámpago iluminó fugazmente una figura en la calle: alta, cubierta por un sombrero, sosteniendo una rosa negra. Un parpadeo, y ya no estaba. Rei exhaló despacio. —Así que me invitas tú… ¿eh? —susurró, deslizando la carta en el escritorio—. Muy bien. Si el diablo quiere bailar, que prepare la pista. Apagó el cigarrillo, fue al baño y dejó que el agua fría lo golpeara mientras meditaba. Sabía que no se trataba de una fiesta común. Envuelto en una toalla, caminó al vestidor. Entre abrigos, trajes y reliquias de siglos, halló uno que no usaba desde hacía demasiado: un traje azúl oscuro, perfectamente conservado, regalo de una condesa inmortal a la que alguna vez salvó —o maldijo—, según la versión de la historia. Mientras se lo colocaba, cada movimiento tenía la precisión ritual de un hombre que se prepara para una batalla elegante. Luego, en el fondo del armario, descubrió una máscara dorada. Su superficie parecía respirar una magia antigua, cálida y protectora. La había recibido de una bruja hace siglos, como escudo contra un dios caído. Esta noche, la usaría para el mismo propósito… y, de paso, como su disfraz improvisado para bailar con el diablo. Antes de salir, bebió una pócima que guardaba para casos extremos. El líquido tenía un brillo carmesí, casi sanguíneo. Apenas lo bebió, un tatuaje se extendió bajo su piel, emergiendo como fuego negro. Nació en su cuello, recorrió su torso y se ramificó hasta sus manos, con símbolos que pulsaban suavemente, como si respiraran. Era una marca de poder. Una bendición... y una advertencia. Solo podía usarla una vez. Frente al espejo, Rei ajustó los guantes y la máscara. Su reflejo le devolvió la imagen de un demonio elegante, listo para entrar al infierno con paso firme. Tomó su bastón, aquel cuya empuñadura ocultaba una daga de acero espiritual. Una sonrisa leve curvó sus labios. —Listo —susurró—. Hora del baile. La puerta se cerró con un clic seco. La lluvia cesó. Y sobre el escritorio vacío, la carta quedó un instante antes de arder por sí sola, desvaneciéndose en humo rojo. En el aire, como una burla sutil, flotó la frase final: > “Todos bailan con el diablo, tarde o temprano…” https://ficrol.com/posts/315686
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  • 🎃 ᴀᴍᴏɴɢ ꜱʜᴀᴅᴏᴡꜱ: ʟᴀ ɴᴏᴄʜᴇ ᴅᴇʟ ᴊᴜᴇɢᴏ ꜱɪʟᴇɴᴄɪᴏꜱᴏ
    Fandom Scream x Original
    Categoría Suspenso
    Reglas simples: Nadie revela su identidad, todos usan máscara, y solo uno sabrá la verdad.

    La noche de Halloween cayó con un aire distinto, casi eléctrico. En el antiguo edificio del campus, los estudiantes se reunían bajo un mismo pretexto: Una fiesta exclusiva, un “juego” inventado por la fraternidad más excéntrica del lugar.
    Luces anaranjadas, humo artificial, y un cartel en la entrada que decía en letras rojas:
    “Among Shadows — Solo los valientes entran.”

    A medianoche, la voz del anfitrión resonó en los altavoces:

    “Entre nosotros se esconde alguien. Encuéntrenlo… antes de que él los encuentre a ustedes.”

    Las luces titilaron. Un grito se ahogó entre risas nerviosas.
    Cuando la música volvió, una máscara yacía en el suelo, rota. Nadie supo si era parte del juego o el inicio de algo más real.

    Entre los asistentes, una figura pelirroja observaba desde el fondo.
    Su disfraz: elegante, oscuro, y coronado con una máscara blanca decorada con cristales carmesí.
    Sadie Macher no participaba para ganar. Observaba, medía, analizaba. El miedo era su tablero, y todos los demás, simples piezas.

    —This will be fun, murmuró con una sonrisa apenas visible.

    Reglas del rol:
    — Cualquier personaje puede unirse.
    — Todos deben llevar disfraz.
    — Nadie conoce las identidades reales.
    — Se fomenta el suspenso, la manipulación social y la tensión psicológica.
    — El miedo, la sospecha y el juego mental son el eje principal.

    Bienvenido al juego. No confíes en nadie.
    Reglas simples: Nadie revela su identidad, todos usan máscara, y solo uno sabrá la verdad. La noche de Halloween cayó con un aire distinto, casi eléctrico. En el antiguo edificio del campus, los estudiantes se reunían bajo un mismo pretexto: Una fiesta exclusiva, un “juego” inventado por la fraternidad más excéntrica del lugar. Luces anaranjadas, humo artificial, y un cartel en la entrada que decía en letras rojas: “Among Shadows — Solo los valientes entran.” A medianoche, la voz del anfitrión resonó en los altavoces: “Entre nosotros se esconde alguien. Encuéntrenlo… antes de que él los encuentre a ustedes.” Las luces titilaron. Un grito se ahogó entre risas nerviosas. Cuando la música volvió, una máscara yacía en el suelo, rota. Nadie supo si era parte del juego o el inicio de algo más real. Entre los asistentes, una figura pelirroja observaba desde el fondo. Su disfraz: elegante, oscuro, y coronado con una máscara blanca decorada con cristales carmesí. Sadie Macher no participaba para ganar. Observaba, medía, analizaba. El miedo era su tablero, y todos los demás, simples piezas. —This will be fun, murmuró con una sonrisa apenas visible. 🔪 Reglas del rol: — Cualquier personaje puede unirse. — Todos deben llevar disfraz. — Nadie conoce las identidades reales. — Se fomenta el suspenso, la manipulación social y la tensión psicológica. — El miedo, la sospecha y el juego mental son el eje principal. 🎭 Bienvenido al juego. No confíes en nadie.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    20
    Estado
    Disponible
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    MEMORIAS.

    OFF: Recuerdan el momento en que todo inició?, no hablo del origen de la tierra, tampoco sobre la evolución propiamente.

    Hablo por supuesto del origen de las ideas; del instante en que pasamos de los juegos infantiles que cada uno tuvo en su infancia, para muchas niñas, jugar con muñecas, y para los varones el jugar a los super heroes, o ser caballeros, etc.
    Esos instantes en que la imaginación era nuestro recurso mas valioso, donde podiamos ser todo lo que quisieramos, no existía límite alguno.

    Las peleas podrian surgir en ocasiones, pues como todo niño (a) deseaba participar y ser parte de algo bonito, formar asi una hermosa historia en un mundo de fantasía.

    Con el tiempo, muchos fueron superando esas etapas de la vida, sin embargo muy en el fondo no dejamos de ser ese niño que jugaba y soñaba con un mundo mejor.
    Muchas circunstancias externas suelen deprimirnos, pero no dejamos de creer. Muchos tambien recurrieron a un mundo de fantasía donde podremos ser lo que en nuestra niñez siempre quisimos ser.
    Aprendimos que la imaginacion es un motor de esperanza que une no solo letras, sino tambien corazones.

    Muchos llegamos de otras plataformas donde no dejamos de escribir, de aumentar nuestro acervo cultural por medio de bellas y fantasticas historias.

    Mi único propósito es seguir compartiendo con todos aquellos que deseen mis historias, mis sueños, y de algun modo dejar tambien mis propias enseñanzas y experiencias. Buenos o malos momentos, lo mas importante es la compañía. Muchas gracias a todos aquellos que hacen posible que exista este sitio y tambien los que no dejan que acabe.

    Muchos lo llaman pasatiempo, otros tienen sus vidas hechas o estan en proceso y se van alejando para dedicarse a un nuevo propósito.
    Solo les pido que nunca dejen de compartir y aun mas, les deseo prosperidad.

    Muchas gracias a todos y espero sigamos juntos en estas historias leyendas personales.

    On: Daozhang Xiao Xingchen.
    MEMORIAS. OFF: Recuerdan el momento en que todo inició?, no hablo del origen de la tierra, tampoco sobre la evolución propiamente. Hablo por supuesto del origen de las ideas; del instante en que pasamos de los juegos infantiles que cada uno tuvo en su infancia, para muchas niñas, jugar con muñecas, y para los varones el jugar a los super heroes, o ser caballeros, etc. Esos instantes en que la imaginación era nuestro recurso mas valioso, donde podiamos ser todo lo que quisieramos, no existía límite alguno. Las peleas podrian surgir en ocasiones, pues como todo niño (a) deseaba participar y ser parte de algo bonito, formar asi una hermosa historia en un mundo de fantasía. Con el tiempo, muchos fueron superando esas etapas de la vida, sin embargo muy en el fondo no dejamos de ser ese niño que jugaba y soñaba con un mundo mejor. Muchas circunstancias externas suelen deprimirnos, pero no dejamos de creer. Muchos tambien recurrieron a un mundo de fantasía donde podremos ser lo que en nuestra niñez siempre quisimos ser. Aprendimos que la imaginacion es un motor de esperanza que une no solo letras, sino tambien corazones. Muchos llegamos de otras plataformas donde no dejamos de escribir, de aumentar nuestro acervo cultural por medio de bellas y fantasticas historias. Mi único propósito es seguir compartiendo con todos aquellos que deseen mis historias, mis sueños, y de algun modo dejar tambien mis propias enseñanzas y experiencias. Buenos o malos momentos, lo mas importante es la compañía. Muchas gracias a todos aquellos que hacen posible que exista este sitio y tambien los que no dejan que acabe. Muchos lo llaman pasatiempo, otros tienen sus vidas hechas o estan en proceso y se van alejando para dedicarse a un nuevo propósito. Solo les pido que nunca dejen de compartir y aun mas, les deseo prosperidad. Muchas gracias a todos y espero sigamos juntos en estas historias leyendas personales. On: Daozhang Xiao Xingchen.
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  • Escena: “El Humo de la Medianoche”

    La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba.
    Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos.

    Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio.

    —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control.

    El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí.

    A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos.

    —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono.

    —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo.

    Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido.

    —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna.

    El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival.
    Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma.

    —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos.

    De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado.

    —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar.

    Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice.
    Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento.

    > “El poder no se gana… se toma.”



    Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo.


    ---
    🌙 Escena: “El Humo de la Medianoche” La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba. Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos. Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio. —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control. El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí. A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos. —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono. —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo. Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido. —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna. El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival. Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma. —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos. De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado. —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar. Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice. Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento. > “El poder no se gana… se toma.” Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo. ---
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  • -Ohita häntä, hän on täällä vain nähdäkseen, että sopimus on täysin voimassa... nyt... kerroitko minulle mitä halusit?

    En su mano había un pergamino, un pergamino hecho de piel con unas letras en un idioma que pocos conocían, pero que, al leerse, sin importar el idioma se entendía claramente, era un contrato de ceder el derecho de toda pertenencia del contratante al finalizar su vida. A cambio, tendría el poder de conseguir CASI lo que fuese.

    Tras un momento, se dio una ligera palmada en la frente, riendo un poco, y tras ese pequeño ademan de su propia torpeza, volvió a hablar con aquella persona.

    -Perdona mis modales, hablaré en un idioma que si puedas entender…. Decía que ignores al ser que se encuentra atrás de mí, el solo está aquí para ver que el contrato sea completamente valido... ahora... me decías ¿qué es lo que querías?
    -Ohita häntä, hän on täällä vain nähdäkseen, että sopimus on täysin voimassa... nyt... kerroitko minulle mitä halusit? En su mano había un pergamino, un pergamino hecho de piel con unas letras en un idioma que pocos conocían, pero que, al leerse, sin importar el idioma se entendía claramente, era un contrato de ceder el derecho de toda pertenencia del contratante al finalizar su vida. A cambio, tendría el poder de conseguir CASI lo que fuese. Tras un momento, se dio una ligera palmada en la frente, riendo un poco, y tras ese pequeño ademan de su propia torpeza, volvió a hablar con aquella persona. -Perdona mis modales, hablaré en un idioma que si puedas entender…. Decía que ignores al ser que se encuentra atrás de mí, el solo está aquí para ver que el contrato sea completamente valido... ahora... me decías ¿qué es lo que querías?
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  • Pesadilla de Eliana

    La habitación estaba a oscuras, salvo por la luz tenue de la pantalla del celular. Un mensaje brillaba entre las gotas de agua que no debía estar ahí: “I miss you”. Las letras parecían sangrar en cada parpadeo, repitiéndose una y otra vez en su mente como un eco que no la dejaba respirar. El nombre del remitente se borraba y reaparecía, deformándose hasta convertirse en la figura de su padre, alejándose entre sombras.

    Eliana intentaba escribir una respuesta, pero sus dedos temblaban y el teclado se deshacía como ceniza. La pantalla se quebró en mil pedazos, reflejando sus propios ojos apagados, vacíos.

    De pronto, el sonido metálico la envolvió. Cadenas pesadas emergían del suelo, serpenteando como serpientes oxidadas. Se enredaban en su cuello, en sus muñecas, en su pecho. Cada eslabón llevaba grabado un recuerdo: la sonrisa de Sain cubierta de sombras, la silueta de su madre llorando, el rostro severo de su padre dándole la espalda.

    Ella gritaba, pero la voz no salía. Solo un humo negro escapaba de sus labios.

    La Diosa de la Vida estaba atrapada en cadenas que no podía romper. Su poder se descontrolaba en destellos verdes, pero lejos de sanar, marchitaba todo lo que tocaba: sus manos convertían las flores en polvo, su respiración quemaba el aire, su corazón latía con un veneno que no reconocía.

    El dolor se mezclaba con un placer extraño. Pastillas caían del cielo como lluvia, estallando en luces que la cegaban. Eliana las tragaba sin pensar, buscando silencio, buscando olvidar. Pero en vez de calmarla, la arrastraban más profundo al abismo, donde los susurros de su hermano la acusaban, y la figura de su padre se alejaba para siempre.

    Las cadenas se tensaron hasta quebrar sus huesos, y en el último instante, Eliana alcanzó a ver su propio reflejo en la oscuridad: no era la diosa de la vida… era una sombra rota, consumida por los excesos, incapaz de salvarse siquiera a sí misma.

    Y cuando abrió los ojos, empapada en sudor, las marcas de las cadenas seguían rojas en su piel.


    ---
    🌑 Pesadilla de Eliana 🌑 La habitación estaba a oscuras, salvo por la luz tenue de la pantalla del celular. Un mensaje brillaba entre las gotas de agua que no debía estar ahí: “I miss you”. Las letras parecían sangrar en cada parpadeo, repitiéndose una y otra vez en su mente como un eco que no la dejaba respirar. El nombre del remitente se borraba y reaparecía, deformándose hasta convertirse en la figura de su padre, alejándose entre sombras. Eliana intentaba escribir una respuesta, pero sus dedos temblaban y el teclado se deshacía como ceniza. La pantalla se quebró en mil pedazos, reflejando sus propios ojos apagados, vacíos. De pronto, el sonido metálico la envolvió. Cadenas pesadas emergían del suelo, serpenteando como serpientes oxidadas. Se enredaban en su cuello, en sus muñecas, en su pecho. Cada eslabón llevaba grabado un recuerdo: la sonrisa de Sain cubierta de sombras, la silueta de su madre llorando, el rostro severo de su padre dándole la espalda. Ella gritaba, pero la voz no salía. Solo un humo negro escapaba de sus labios. La Diosa de la Vida estaba atrapada en cadenas que no podía romper. Su poder se descontrolaba en destellos verdes, pero lejos de sanar, marchitaba todo lo que tocaba: sus manos convertían las flores en polvo, su respiración quemaba el aire, su corazón latía con un veneno que no reconocía. El dolor se mezclaba con un placer extraño. Pastillas caían del cielo como lluvia, estallando en luces que la cegaban. Eliana las tragaba sin pensar, buscando silencio, buscando olvidar. Pero en vez de calmarla, la arrastraban más profundo al abismo, donde los susurros de su hermano la acusaban, y la figura de su padre se alejaba para siempre. Las cadenas se tensaron hasta quebrar sus huesos, y en el último instante, Eliana alcanzó a ver su propio reflejo en la oscuridad: no era la diosa de la vida… era una sombra rota, consumida por los excesos, incapaz de salvarse siquiera a sí misma. Y cuando abrió los ojos, empapada en sudor, las marcas de las cadenas seguían rojas en su piel. ---
    Me entristece
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  • El taxi avanzaba despacio por la autopista, el murmullo de la radio llenando el silencio que Thalya no lograba romper. Miraba por la ventana, con los dedos entrelazados sobre su regazo, apretando y soltando las manos sin darse cuenta.

    El billete de avión descansaba en el bolsillo interior de su chaqueta. Solo uno. Los otros dos los había dejado en la mesa del salón de Masthian, el día anterior antes de volver a su casa.

    ¿Vendrán?
    La pregunta no dejaba de repetirse en su cabeza.

    Habían discutido. Y aunque lo arreglaron de alguna forma, ninguno de los dos mencionó otra vez Grecia. No quiso presionar, no quiso arrastrarlos en medio de su culpa ni de sus miedos, pero también sabía que sin ellos el viaje se sentiría vacío.

    El taxista carraspeó, mirándola un instante por el retrovisor.
    —¿Vuelo internacional, verdad?

    —Sí. —La voz de Thalya sonó más débil de lo que esperaba.

    El coche tomó la salida hacia el aeropuerto. A lo lejos ya se veían las torres de control iluminadas contra el cielo grisáceo del amanecer. Ella respiró hondo, apoyando la frente en el cristal frío.

    Sacó el móvil, desbloqueó la pantalla y volvió a mirar la conversación con Masthian. El último mensaje era de la noche anterior: un simple “Descansa”. Sus dedos temblaron sobre el teclado, pero no escribió nada. No quería suplicar.

    El taxi se detuvo frente a la terminal. Thalya bajó con la mochila al hombro, pagó la carrera y entró arrastrando la maleta.

    Se detuvo frente al panel de salidas. Su vuelo aparecía en letras azules: Atenas – Embarque en 45 minutos. Tragó saliva, mirando hacia las puertas de entrada. Cada vez que se abrían, esperaba reconocerlos.

    Pero el tiempo avanzaba. Y ellos no aparecían.
    El taxi avanzaba despacio por la autopista, el murmullo de la radio llenando el silencio que Thalya no lograba romper. Miraba por la ventana, con los dedos entrelazados sobre su regazo, apretando y soltando las manos sin darse cuenta. El billete de avión descansaba en el bolsillo interior de su chaqueta. Solo uno. Los otros dos los había dejado en la mesa del salón de Masthian, el día anterior antes de volver a su casa. ¿Vendrán? La pregunta no dejaba de repetirse en su cabeza. Habían discutido. Y aunque lo arreglaron de alguna forma, ninguno de los dos mencionó otra vez Grecia. No quiso presionar, no quiso arrastrarlos en medio de su culpa ni de sus miedos, pero también sabía que sin ellos el viaje se sentiría vacío. El taxista carraspeó, mirándola un instante por el retrovisor. —¿Vuelo internacional, verdad? —Sí. —La voz de Thalya sonó más débil de lo que esperaba. El coche tomó la salida hacia el aeropuerto. A lo lejos ya se veían las torres de control iluminadas contra el cielo grisáceo del amanecer. Ella respiró hondo, apoyando la frente en el cristal frío. Sacó el móvil, desbloqueó la pantalla y volvió a mirar la conversación con Masthian. El último mensaje era de la noche anterior: un simple “Descansa”. Sus dedos temblaron sobre el teclado, pero no escribió nada. No quería suplicar. El taxi se detuvo frente a la terminal. Thalya bajó con la mochila al hombro, pagó la carrera y entró arrastrando la maleta. Se detuvo frente al panel de salidas. Su vuelo aparecía en letras azules: Atenas – Embarque en 45 minutos. Tragó saliva, mirando hacia las puertas de entrada. Cada vez que se abrían, esperaba reconocerlos. Pero el tiempo avanzaba. Y ellos no aparecían.
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  • https://www.tiktok.com/@nochedletras/video/7464019726650363178

    Porque el mundo no es amable...
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  • El móvil vibró sobre la mesa de la sala mientras Thalya recogía los platos de la cena. Miró la pantalla distraída, pero al ver el nombre que aparecía en letras claras, se quedó congelada: “Yaya”. Su abuela materna.

    El corazón se le encogió de golpe. Llevaba años sin verla, desde antes de que la guerra lo arrasara todo y sus padres murieran en aquel atentado. Había llamado un par de veces, siempre con excusas rápidas, siempre prometiendo que “cuando tuviera un hueco” iría a Grecia. Nunca lo cumplió.

    Con las manos aún húmedas, contestó al fin.

    —Yaya… —su voz salió baja, casi quebrada.

    Del otro lado sonó la risa cálida y cansada de la anciana, un sonido que la devolvió a su infancia, a aquellos veranos en la isla donde el olor a café recién hecho y a pan caliente parecía eterno.

    —Mi corazón… mi niña. ¿Cómo estás? Hace tanto que no escucho tu voz…

    Thalya tragó saliva. Cerró los ojos, intentando mantener la compostura.

    —Estoy… bien. Un poco cansada, ya sabes. Pero… bien. ¿Y tú? ¿Y el abuelo?

    —Viejos, como siempre —rió su abuela, aunque con un tono nostálgico—. Te echamos de menos, Thalya. Tu madre estaría enfadada si supiera que no vienes a vernos ni siquiera en verano.

    Aquellas palabras la golpearon como un puñal. Sintió que la garganta se le cerraba. Imaginó a su madre tras la barra de la cafetería, sirviendo pasteles con esa sonrisa paciente, y a su padre entrando después, con su andar firme y la chaqueta militar colgada del hombro. Imaginó que todavía podía escucharlos.

    —Lo sé… —murmuró, llevándose una mano al rostro—. Lo sé, y lo siento. De verdad lo siento.

    Hubo un silencio breve, roto solo por la respiración pausada de la anciana.

    —No tienes que pedir perdón, niña. Pero recuerda que mientras sigas huyendo, nunca vas a curar lo que llevas dentro. No nos has perdido a nosotros. Estamos aquí.

    Thalya no pudo responder enseguida. Se dejó caer en la cama, apretando el teléfono contra la oreja, con los ojos llenos de lágrimas. Le dolía la culpa, le dolía la ausencia, y le dolía más aún darse cuenta de que tenía miedo de volver, de enfrentarse a los recuerdos.

    —Te prometo que iré… —susurró al fin, con un nudo en la voz.

    La anciana suspiró, suave, como quien acaricia a distancia.

    —Eso espero, mi corazón. Te esperamos con los brazos abiertos.

    Cuando la llamada terminó, Thalya permaneció quieta en la penumbra de la habitación, con el móvil apoyado en su regazo. Sentía que aún no había superado nada, que el pasado seguía atándola, pero al menos ahora sabía que alguien, en algún lugar, seguía esperándola.
    El móvil vibró sobre la mesa de la sala mientras Thalya recogía los platos de la cena. Miró la pantalla distraída, pero al ver el nombre que aparecía en letras claras, se quedó congelada: “Yaya”. Su abuela materna. El corazón se le encogió de golpe. Llevaba años sin verla, desde antes de que la guerra lo arrasara todo y sus padres murieran en aquel atentado. Había llamado un par de veces, siempre con excusas rápidas, siempre prometiendo que “cuando tuviera un hueco” iría a Grecia. Nunca lo cumplió. Con las manos aún húmedas, contestó al fin. —Yaya… —su voz salió baja, casi quebrada. Del otro lado sonó la risa cálida y cansada de la anciana, un sonido que la devolvió a su infancia, a aquellos veranos en la isla donde el olor a café recién hecho y a pan caliente parecía eterno. —Mi corazón… mi niña. ¿Cómo estás? Hace tanto que no escucho tu voz… Thalya tragó saliva. Cerró los ojos, intentando mantener la compostura. —Estoy… bien. Un poco cansada, ya sabes. Pero… bien. ¿Y tú? ¿Y el abuelo? —Viejos, como siempre —rió su abuela, aunque con un tono nostálgico—. Te echamos de menos, Thalya. Tu madre estaría enfadada si supiera que no vienes a vernos ni siquiera en verano. Aquellas palabras la golpearon como un puñal. Sintió que la garganta se le cerraba. Imaginó a su madre tras la barra de la cafetería, sirviendo pasteles con esa sonrisa paciente, y a su padre entrando después, con su andar firme y la chaqueta militar colgada del hombro. Imaginó que todavía podía escucharlos. —Lo sé… —murmuró, llevándose una mano al rostro—. Lo sé, y lo siento. De verdad lo siento. Hubo un silencio breve, roto solo por la respiración pausada de la anciana. —No tienes que pedir perdón, niña. Pero recuerda que mientras sigas huyendo, nunca vas a curar lo que llevas dentro. No nos has perdido a nosotros. Estamos aquí. Thalya no pudo responder enseguida. Se dejó caer en la cama, apretando el teléfono contra la oreja, con los ojos llenos de lágrimas. Le dolía la culpa, le dolía la ausencia, y le dolía más aún darse cuenta de que tenía miedo de volver, de enfrentarse a los recuerdos. —Te prometo que iré… —susurró al fin, con un nudo en la voz. La anciana suspiró, suave, como quien acaricia a distancia. —Eso espero, mi corazón. Te esperamos con los brazos abiertos. Cuando la llamada terminó, Thalya permaneció quieta en la penumbra de la habitación, con el móvil apoyado en su regazo. Sentía que aún no había superado nada, que el pasado seguía atándola, pero al menos ahora sabía que alguien, en algún lugar, seguía esperándola.
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