• El dojo principal estaba más ruidoso de lo normal. Sin la presencia de Takeru, sus ayudantes intentaban mantener el orden, guiando a los alumnos en sus entrenamientos, resolviendo dudas y asegurándose de que todo siguiera funcionando. Para algunos, era la primera vez que tenían que manejarlo sin la supervisión de su estricto pero confiable mentor.

    Mientras tanto, en una habitación apartada del dojo, Takeru dormía profundamente. Su cuerpo, agotado después de días de esfuerzo y de la brutal paliza que había recibido, simplemente había cedido al descanso. Ni el ruido del dojo ni el bullicio de la mañana lograban sacarlo de su sueño profundo.

    Junto a él, un pequeño gato descansaba, acurrucado contra su costado, su respiración acompasada con la de su dueño. La luz del mediodía entraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor cálido.

    Entonces, con un susurro en japonés, Takeru comenzó a despertar.

    (十分な休息だ… 起きないと… クソッ…)

    Parpadeó lentamente, sintiendo el peso del cansancio aún en su cuerpo, pero su mente ya estaba clara. Sus músculos protestaban cuando intentó incorporarse, pero ignoró la sensación. Miró al gato, que lo observaba con desinterés antes de estirarse y volver a dormirse.

    Takeru soltó un resoplido y se pasó una mano por el rostro.

    —¿Hasta los gatos tienen más disciplina que yo ahora?

    Con un suspiro, se levantó. Era hora de volver al trabajo.
    El dojo principal estaba más ruidoso de lo normal. Sin la presencia de Takeru, sus ayudantes intentaban mantener el orden, guiando a los alumnos en sus entrenamientos, resolviendo dudas y asegurándose de que todo siguiera funcionando. Para algunos, era la primera vez que tenían que manejarlo sin la supervisión de su estricto pero confiable mentor. Mientras tanto, en una habitación apartada del dojo, Takeru dormía profundamente. Su cuerpo, agotado después de días de esfuerzo y de la brutal paliza que había recibido, simplemente había cedido al descanso. Ni el ruido del dojo ni el bullicio de la mañana lograban sacarlo de su sueño profundo. Junto a él, un pequeño gato descansaba, acurrucado contra su costado, su respiración acompasada con la de su dueño. La luz del mediodía entraba por la ventana, iluminando la habitación con un resplandor cálido. Entonces, con un susurro en japonés, Takeru comenzó a despertar. (十分な休息だ… 起きないと… クソッ…) Parpadeó lentamente, sintiendo el peso del cansancio aún en su cuerpo, pero su mente ya estaba clara. Sus músculos protestaban cuando intentó incorporarse, pero ignoró la sensación. Miró al gato, que lo observaba con desinterés antes de estirarse y volver a dormirse. Takeru soltó un resoplido y se pasó una mano por el rostro. —¿Hasta los gatos tienen más disciplina que yo ahora? Con un suspiro, se levantó. Era hora de volver al trabajo.
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  • Los pasillos del hotel estaban casi vacíos a esa hora. Solo algunos trabajadores y unos pocos peleadores caminaban en silencio, preparándose mentalmente para lo que vendría. Takeru avanzaba con calma, las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir negro, aún saboreando el desayuno que acababa de comer.

    Pero entonces, su paso se detuvo.

    Frente a él, bloqueando el pasillo, había un hombre alto y corpulento, vestido con un traje oscuro. El tipo tenía el pelo rubio corto, cicatrices en los nudillos y una mirada fría.

    —Takeru Arakawa. —Su japonés tenía un leve acento extranjero. Ruso, sin duda.

    Takeru lo miró con desinterés.

    —¿Y tú quién se supone que eres?

    El ruso sonrió de lado.

    —Solo alguien con un mensaje. La oferta sigue en pie. Puedes cooperar con nosotros… o podemos asegurarnos de que tu alumno no pase de la primera ronda.

    Takeru suspiró, rascándose la nuca.

    —En serio, qué decepción… ya ni siquiera tienen la decencia de hacer estas amenazas de frente.

    El ruso frunció el ceño.

    —No estás en posición de—

    No terminó la frase. Su puño ya estaba en camino, buscando la mandíbula de Takeru con una rapidez sorprendente para su tamaño. Pero Takeru ni siquiera parecía tomárselo en serio. Con un mínimo movimiento de cabeza, esquivó el golpe por centímetros.

    El ruso apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió el derechazo de Takeru estrellarse contra su rostro. Un golpe seco, directo, ejecutado con una precisión quirúrgica. El impacto fue suficiente para hacer que el gigante diera dos pasos hacia atrás, tambaleándose.

    Takeru dejó escapar un suspiro.

    —Si esto es lo mejor que tienen, deberían replantearse su negocio de seguridad.

    El ruso lo miró con rabia, pero no avanzó. Sabía que otro ataque terminaría peor para él.

    —Dile a tu jefe que no me interesa su oferta. —Takeru se dio media vuelta, metiendo las manos en los bolsillos otra vez—. Y la próxima vez, mándame a alguien que al menos pueda hacerme calentar.

    Sin decir más, siguió su camino, mientras el ruso se quedaba ahí, sosteniéndose la mandíbula con una expresión de pura frustración.
    Los pasillos del hotel estaban casi vacíos a esa hora. Solo algunos trabajadores y unos pocos peleadores caminaban en silencio, preparándose mentalmente para lo que vendría. Takeru avanzaba con calma, las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir negro, aún saboreando el desayuno que acababa de comer. Pero entonces, su paso se detuvo. Frente a él, bloqueando el pasillo, había un hombre alto y corpulento, vestido con un traje oscuro. El tipo tenía el pelo rubio corto, cicatrices en los nudillos y una mirada fría. —Takeru Arakawa. —Su japonés tenía un leve acento extranjero. Ruso, sin duda. Takeru lo miró con desinterés. —¿Y tú quién se supone que eres? El ruso sonrió de lado. —Solo alguien con un mensaje. La oferta sigue en pie. Puedes cooperar con nosotros… o podemos asegurarnos de que tu alumno no pase de la primera ronda. Takeru suspiró, rascándose la nuca. —En serio, qué decepción… ya ni siquiera tienen la decencia de hacer estas amenazas de frente. El ruso frunció el ceño. —No estás en posición de— No terminó la frase. Su puño ya estaba en camino, buscando la mandíbula de Takeru con una rapidez sorprendente para su tamaño. Pero Takeru ni siquiera parecía tomárselo en serio. Con un mínimo movimiento de cabeza, esquivó el golpe por centímetros. El ruso apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió el derechazo de Takeru estrellarse contra su rostro. Un golpe seco, directo, ejecutado con una precisión quirúrgica. El impacto fue suficiente para hacer que el gigante diera dos pasos hacia atrás, tambaleándose. Takeru dejó escapar un suspiro. —Si esto es lo mejor que tienen, deberían replantearse su negocio de seguridad. El ruso lo miró con rabia, pero no avanzó. Sabía que otro ataque terminaría peor para él. —Dile a tu jefe que no me interesa su oferta. —Takeru se dio media vuelta, metiendo las manos en los bolsillos otra vez—. Y la próxima vez, mándame a alguien que al menos pueda hacerme calentar. Sin decir más, siguió su camino, mientras el ruso se quedaba ahí, sosteniéndose la mandíbula con una expresión de pura frustración.
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  • — No recuerdo tanto como me gustaría, después de todo, solo tenía seis años.
    Mi madre me sonrió aquel día y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Con mucho cuidado, guardó en mi mochila algo de ropa, mis juguetes favoritos y algunos bocadillos. Viajamos juntos en autobús, luego en tren, y después caminamos bastante hasta llegar a un túnel largo, muy largo, fuera de un pueblo.

    "Vamos a jugar un juego", me dijo con dulzura. "Si corres hasta el otro extremo, ganarás."

    Yo confiaba en ella, así que salí corriendo con todas mis fuerzas, riendo y gritando: "¡Mírame, mamá! ¡Mírame!" Pero cuando llegué al otro lado… ella ya no estaba ahí.

    Me di la vuelta de inmediato, con el corazón latiendo fuerte, y corrí de regreso. Pero no había nadie. La llamé una y otra vez, sin respuesta.

    En algún momento, al otro lado del túnel, una señora mayor llamó mi atención, yo corrí y ella tomó de la mano con ternura. No recuerdo muchas palabras, pero sí la calidez con la que me guió hasta una escuela, donde había más niños.

    Me tomó años comprender lo que realmente había sucedido. Sé que mi madre me dejó atrás porque la vergüenza y la culpa de haber tenido un hijo con un Americano fueron demasiado para ella.

    Pero guardar rencor no cambiaría el pasado, y yo no quiero vivir con odio en mi corazón. Así que... paso a paso, día a día, con cada persona que conozco, con cada japonés con el que cruzo caminos, les demostraré que más allá de mi apariencia o mi estatura, mi corazón siempre ha pertenecido a este país.
    — No recuerdo tanto como me gustaría, después de todo, solo tenía seis años. Mi madre me sonrió aquel día y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Con mucho cuidado, guardó en mi mochila algo de ropa, mis juguetes favoritos y algunos bocadillos. Viajamos juntos en autobús, luego en tren, y después caminamos bastante hasta llegar a un túnel largo, muy largo, fuera de un pueblo. "Vamos a jugar un juego", me dijo con dulzura. "Si corres hasta el otro extremo, ganarás." Yo confiaba en ella, así que salí corriendo con todas mis fuerzas, riendo y gritando: "¡Mírame, mamá! ¡Mírame!" Pero cuando llegué al otro lado… ella ya no estaba ahí. Me di la vuelta de inmediato, con el corazón latiendo fuerte, y corrí de regreso. Pero no había nadie. La llamé una y otra vez, sin respuesta. En algún momento, al otro lado del túnel, una señora mayor llamó mi atención, yo corrí y ella tomó de la mano con ternura. No recuerdo muchas palabras, pero sí la calidez con la que me guió hasta una escuela, donde había más niños. Me tomó años comprender lo que realmente había sucedido. Sé que mi madre me dejó atrás porque la vergüenza y la culpa de haber tenido un hijo con un Americano fueron demasiado para ella. Pero guardar rencor no cambiaría el pasado, y yo no quiero vivir con odio en mi corazón. Así que... paso a paso, día a día, con cada persona que conozco, con cada japonés con el que cruzo caminos, les demostraré que más allá de mi apariencia o mi estatura, mi corazón siempre ha pertenecido a este país.
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  • 𝐋𝐚 𝐦𝐞𝐭𝐚𝐦𝐨𝐫𝐟𝐨𝐬𝐢𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐢𝐭𝐚

    En un resquicio del asfalto, donde el gris devora la vida, nació una margarita. Pequeña, frágil, solitaria, resistía el inclemente sol y la sed insaciable de la tierra reseca. Soñaba con un imposible: que en lugar de raíces le crecieran pies, para huir de aquel páramo de indiferencia.

    Pero un día, el destino la traicionó. Un paso descuidado, un peso inmenso, y su existencia casi se extinguió. Doblegada, con pétalos mutilados y su talle inclinado hacia la nada, sintió que su vida se desvanecía.

    Fue entonces cuando unas manos se posaron sobre ella con ternura inesperada. La alzaron con delicadeza, la llevaron lejos del asfalto cruel y la sembraron en un jardín japonés, donde el murmullo del agua y la danza del viento acariciaban las hojas con dulzura.

    Aquel hombre la regó con paciencia, la nutrió con palabras, la protegió del frío y la abrazó con su sombra en los días de sol ardiente. La margarita, agradecida, floreció con renovado esplendor. Pero constantemente se preguntaba:

    ¿Lo quiero porque me salvó?
    ¿O porque me enseñó que este mundo también sabe ser amable?
    ¿Sus manos me sostienen por cariño, o solo por compasión?

    Quiso cambiar, quiso dejar de ser margarita. Luchó contra su naturaleza, pero su reflejo en el estanque seguía siendo el mismo. Se entristeció, hasta que un día ocurrió el milagro.

    Su tallo se alzó con fuerza, sus pétalos se tornaron dorados como el sol, su esencia se transformó. Dejó de ser una margarita. Se convirtió en un girasol.

    Se dio cuenta que esa clase de milagros sólo eran por gracia del amor: Pues no pide, no exige, no arrastra… simplemente transforma. No importaba el cómo ni el porqué de su encuentro, sino la belleza de lo que ahora era. Un girasol radiante, de raíces profundas, nacido del milagro de haber sido querida
    𝐋𝐚 𝐦𝐞𝐭𝐚𝐦𝐨𝐫𝐟𝐨𝐬𝐢𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐢𝐭𝐚 En un resquicio del asfalto, donde el gris devora la vida, nació una margarita. Pequeña, frágil, solitaria, resistía el inclemente sol y la sed insaciable de la tierra reseca. Soñaba con un imposible: que en lugar de raíces le crecieran pies, para huir de aquel páramo de indiferencia. Pero un día, el destino la traicionó. Un paso descuidado, un peso inmenso, y su existencia casi se extinguió. Doblegada, con pétalos mutilados y su talle inclinado hacia la nada, sintió que su vida se desvanecía. Fue entonces cuando unas manos se posaron sobre ella con ternura inesperada. La alzaron con delicadeza, la llevaron lejos del asfalto cruel y la sembraron en un jardín japonés, donde el murmullo del agua y la danza del viento acariciaban las hojas con dulzura. Aquel hombre la regó con paciencia, la nutrió con palabras, la protegió del frío y la abrazó con su sombra en los días de sol ardiente. La margarita, agradecida, floreció con renovado esplendor. Pero constantemente se preguntaba: ¿Lo quiero porque me salvó? ¿O porque me enseñó que este mundo también sabe ser amable? ¿Sus manos me sostienen por cariño, o solo por compasión? Quiso cambiar, quiso dejar de ser margarita. Luchó contra su naturaleza, pero su reflejo en el estanque seguía siendo el mismo. Se entristeció, hasta que un día ocurrió el milagro. Su tallo se alzó con fuerza, sus pétalos se tornaron dorados como el sol, su esencia se transformó. Dejó de ser una margarita. Se convirtió en un girasol. Se dio cuenta que esa clase de milagros sólo eran por gracia del amor: Pues no pide, no exige, no arrastra… simplemente transforma. No importaba el cómo ni el porqué de su encuentro, sino la belleza de lo que ahora era. Un girasol radiante, de raíces profundas, nacido del milagro de haber sido querida
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  • ### **Prueba de Fuego**

    El viejo almacén industrial tenía un aire denso, cargado con el aroma de óxido, aceite y sudor. Estanterías metálicas cubiertas de polvo rodeaban la zona de combate, formando un círculo improvisado donde los empresarios y mafiosos observaban con atención. Algunos fumaban puros caros, otros bebían whisky en vasos de cristal mientras apostaban cifras obscenas por el resultado del combate.

    Takeru respiró hondo. Sus puños envueltos en vendas se cerraron con fuerza. No había árbitros, no había reglas. Solo victoria o aniquilación.

    Su oponente, Harold Smith, un canadiense alto y fibroso, vestía un dobok negro con detalles dorados. Su postura era ligera, flotante, la de un hombre que confiaba en sus piernas más que en sus brazos. Un especialista en Taekwondo.

    Desde el borde del círculo, Christopher, su entrenador, escupió el cigarro al suelo y pisó la colilla con desgana.

    —Mantén la distancia, chaval. Es un pateador, no dejes que te encierre en su ritmo. Usa tu jab y hazlo perseguirte.

    Takeru asintió sin apartar la vista de su rival.

    Un hombre trajeado levantó la mano y la bajó de golpe.

    **¡DING!**

    El combate comenzó.

    Harold se movió primero, desplazándose con agilidad. Su pierna derecha se alzó como un látigo.

    **¡WHAM!**

    Takeru apenas logró retroceder a tiempo, sintiendo el viento de la patada rozarle la barbilla. Respondió con un rápido **jab** directo al rostro, pero Harold inclinó la cabeza y giró en el aire.

    **¡BAM!**

    Una patada descendente cortó el aire donde Takeru había estado un segundo antes. El japonés se deslizó hacia atrás, manteniendo la distancia.

    **"No voy a jugar a su ritmo."**

    Takeru bailó sobre la punta de sus pies, lanzando jabs constantes. Harold intentó cerrarle el paso, pero cada vez que avanzaba, recibía un golpe en la nariz o en la sien.

    **¡BAM! ¡BAM!**

    El canadiense gruñó y giró con un **spinning heel kick**.

    **¡WHAM!**

    Takeru se inclinó hacia atrás, esquivando la patada por centímetros. La multitud rugió.

    Pero Harold no dejó que se escapara.

    Apretó los dientes y cargó hacia adelante, lanzando una patada lateral que impactó de lleno en el costado de Takeru.

    **¡THUD!**

    El dolor explotó en su torso. Takeru trastabilló, pero se forzó a girar y lanzar un **directo al hígado**.

    **¡BAM!**

    Harold gruñó y se dobló un poco, pero aún tenía fuerzas. Con un grito, levantó la pierna y la bajó como un martillo.

    —¡AXE KICK!

    **¡WHAM!**

    La patada descendente le golpeó el hombro, haciéndolo tambalearse.

    Takeru escupió saliva. Le ardía todo el cuerpo. Harold sonrió.

    —No eres nada mal—dijo con burla—. Pero eres un boxeador, no puedes ganarme en un combate sin reglas.

    Takeru jadeó, limpiándose el sudor de la frente. Luego, alzó la guardia de nuevo.

    —Dilo cuando aún puedas hablar.

    Harold frunció el ceño y cargó de nuevo, girando con una patada giratoria.

    Takeru sonrió.

    **"Te tengo."**

    En el momento exacto en que la pierna de Harold pasó frente a él, Takeru dio un paso lateral y golpeó con toda su fuerza.

    **¡BAM!**

    Un **cross** de derecha le impactó directamente en la mandíbula.

    **¡CRACK!**

    El canadiense se tambaleó. Sus piernas fallaron. Su cuerpo cayó de espaldas como un árbol derribado.

    Silencio.

    Luego, la multitud explotó en vítores y apuestas cerrándose de golpe.

    Takeru jadeó, con el puño aún en el aire. Apenas podía mantenerse de pie.

    Christopher chasqueó la lengua y encendió otro cigarro.

    —No fue bonito, pero lo lograste. Bienvenido al Torneo Kengan.
    ### **Prueba de Fuego** El viejo almacén industrial tenía un aire denso, cargado con el aroma de óxido, aceite y sudor. Estanterías metálicas cubiertas de polvo rodeaban la zona de combate, formando un círculo improvisado donde los empresarios y mafiosos observaban con atención. Algunos fumaban puros caros, otros bebían whisky en vasos de cristal mientras apostaban cifras obscenas por el resultado del combate. Takeru respiró hondo. Sus puños envueltos en vendas se cerraron con fuerza. No había árbitros, no había reglas. Solo victoria o aniquilación. Su oponente, Harold Smith, un canadiense alto y fibroso, vestía un dobok negro con detalles dorados. Su postura era ligera, flotante, la de un hombre que confiaba en sus piernas más que en sus brazos. Un especialista en Taekwondo. Desde el borde del círculo, Christopher, su entrenador, escupió el cigarro al suelo y pisó la colilla con desgana. —Mantén la distancia, chaval. Es un pateador, no dejes que te encierre en su ritmo. Usa tu jab y hazlo perseguirte. Takeru asintió sin apartar la vista de su rival. Un hombre trajeado levantó la mano y la bajó de golpe. **¡DING!** El combate comenzó. Harold se movió primero, desplazándose con agilidad. Su pierna derecha se alzó como un látigo. **¡WHAM!** Takeru apenas logró retroceder a tiempo, sintiendo el viento de la patada rozarle la barbilla. Respondió con un rápido **jab** directo al rostro, pero Harold inclinó la cabeza y giró en el aire. **¡BAM!** Una patada descendente cortó el aire donde Takeru había estado un segundo antes. El japonés se deslizó hacia atrás, manteniendo la distancia. **"No voy a jugar a su ritmo."** Takeru bailó sobre la punta de sus pies, lanzando jabs constantes. Harold intentó cerrarle el paso, pero cada vez que avanzaba, recibía un golpe en la nariz o en la sien. **¡BAM! ¡BAM!** El canadiense gruñó y giró con un **spinning heel kick**. **¡WHAM!** Takeru se inclinó hacia atrás, esquivando la patada por centímetros. La multitud rugió. Pero Harold no dejó que se escapara. Apretó los dientes y cargó hacia adelante, lanzando una patada lateral que impactó de lleno en el costado de Takeru. **¡THUD!** El dolor explotó en su torso. Takeru trastabilló, pero se forzó a girar y lanzar un **directo al hígado**. **¡BAM!** Harold gruñó y se dobló un poco, pero aún tenía fuerzas. Con un grito, levantó la pierna y la bajó como un martillo. —¡AXE KICK! **¡WHAM!** La patada descendente le golpeó el hombro, haciéndolo tambalearse. Takeru escupió saliva. Le ardía todo el cuerpo. Harold sonrió. —No eres nada mal—dijo con burla—. Pero eres un boxeador, no puedes ganarme en un combate sin reglas. Takeru jadeó, limpiándose el sudor de la frente. Luego, alzó la guardia de nuevo. —Dilo cuando aún puedas hablar. Harold frunció el ceño y cargó de nuevo, girando con una patada giratoria. Takeru sonrió. **"Te tengo."** En el momento exacto en que la pierna de Harold pasó frente a él, Takeru dio un paso lateral y golpeó con toda su fuerza. **¡BAM!** Un **cross** de derecha le impactó directamente en la mandíbula. **¡CRACK!** El canadiense se tambaleó. Sus piernas fallaron. Su cuerpo cayó de espaldas como un árbol derribado. Silencio. Luego, la multitud explotó en vítores y apuestas cerrándose de golpe. Takeru jadeó, con el puño aún en el aire. Apenas podía mantenerse de pie. Christopher chasqueó la lengua y encendió otro cigarro. —No fue bonito, pero lo lograste. Bienvenido al Torneo Kengan.
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  • *El Camino a la Pelea*

    El gimnasio resonaba con el eco de los guantes golpeando los costales, los gritos de los entrenadores y el sonido rítmico de la cuerda al chocar contra el suelo. Takeru, con el torso cubierto de sudor, lanzaba jabs precisos al aire mientras su entrenador lo observaba con atención. Su próximo rival, Huang Chang, era un infighter agresivo, alguien que buscaba acortar la distancia y aplastar con combinaciones de golpes al cuerpo. Pero esta vez, Takeru no se dejaría arrastrar a un duelo en la corta distancia.

    "Velocidad, distancia, control," le repetía su entrenador mientras movía los focos de golpeo. "Si te dejas encerrar, estás acabado. Mantente en movimiento, usa tu jab como un látigo."

    Durante semanas, su entrenamiento se centró en perfeccionar su estilo Out-Fighter. Aprendió a bailar en el ring con ligereza, a lanzar golpes desde ángulos inesperados y, sobre todo, a no dejarse atrapar. El saco de boxeo era su adversario imaginario, al que golpeaba con rectos precisos y ganchos en retirada. Las sesiones de sparring eran con peleadores que imitaban el estilo de Huang, buscando acorralarlo contra las cuerdas.

    Takeru corría al amanecer, sintiendo el viento contra su rostro, entrenando la resistencia de sus piernas para estar siempre un paso adelante. Practicaba contragolpes veloces y mortales, dejando que su rival entrara en su zona de ataque solo para castigarlo con rapidez.

    Para cuando llegó el día de la pelea, su cuerpo era puro acero y su mente un filo implacable.

    *El Combate: Danza y Dominio*

    El estadio vibraba con la energía de los espectadores. Huang Chang subió al ring con la confianza de quien ha destrozado a rivales en la corta distancia. Su mirada reflejaba la certeza de que, una vez dentro de su zona de ataque, Takeru no tendría escapatoria.

    Pero Takeru ya estaba un paso adelante.

    Desde el primer campanazo, su estrategia quedó clara. Bailaba alrededor de Huang, su jab actuando como una lanza que impedía cualquier acercamiento. Cada vez que el taiwanés intentaba acortar la distancia, Takeru lo castigaba con un recto veloz y se deslizaba fuera de peligro.

    Huang lanzó un gancho devastador, pero golpeó aire. Antes de que pudiera reaccionar, Takeru le clavó un uno-dos directo al rostro. La frustración en los ojos de Huang era evidente.

    El segundo asalto comenzó con Huang lanzándose con fiereza, buscando atrapar a Takeru en una esquina. Pero el japonés no le dio ni una fracción de segundo. Se desplazó con fluidez, esquivó con un sutil juego de pies y respondió con un cruzado demoledor que sacudió la cabeza de Huang.

    Y entonces llegó el golpe decisivo.

    En un instante de desesperación, Huang intentó un último avance, pero Takeru ya lo había leído. Lo recibió con un contragolpe fulminante que lo hizo tambalear. Antes de que pudiera recuperarse, un gancho de derecha explotó en su rostro. Huang cayó como un árbol derribado.

    El árbitro comenzó la cuenta, pero era inútil. Huang no podía levantarse.

    ¡Knockout en el segundo asalto!

    La arena rugió mientras Takeru alzaba los brazos en señal de victoria. Su estrategia había sido perfecta. No solo había vencido a su oponente, sino que lo había dominado por completo.

    Esta victoria no solo era un paso más en su carrera, sino una declaración. Takeru ya no era solo un boxeador talentoso. Ahora era un peleador imparable.
    *El Camino a la Pelea* El gimnasio resonaba con el eco de los guantes golpeando los costales, los gritos de los entrenadores y el sonido rítmico de la cuerda al chocar contra el suelo. Takeru, con el torso cubierto de sudor, lanzaba jabs precisos al aire mientras su entrenador lo observaba con atención. Su próximo rival, Huang Chang, era un infighter agresivo, alguien que buscaba acortar la distancia y aplastar con combinaciones de golpes al cuerpo. Pero esta vez, Takeru no se dejaría arrastrar a un duelo en la corta distancia. "Velocidad, distancia, control," le repetía su entrenador mientras movía los focos de golpeo. "Si te dejas encerrar, estás acabado. Mantente en movimiento, usa tu jab como un látigo." Durante semanas, su entrenamiento se centró en perfeccionar su estilo Out-Fighter. Aprendió a bailar en el ring con ligereza, a lanzar golpes desde ángulos inesperados y, sobre todo, a no dejarse atrapar. El saco de boxeo era su adversario imaginario, al que golpeaba con rectos precisos y ganchos en retirada. Las sesiones de sparring eran con peleadores que imitaban el estilo de Huang, buscando acorralarlo contra las cuerdas. Takeru corría al amanecer, sintiendo el viento contra su rostro, entrenando la resistencia de sus piernas para estar siempre un paso adelante. Practicaba contragolpes veloces y mortales, dejando que su rival entrara en su zona de ataque solo para castigarlo con rapidez. Para cuando llegó el día de la pelea, su cuerpo era puro acero y su mente un filo implacable. *El Combate: Danza y Dominio* El estadio vibraba con la energía de los espectadores. Huang Chang subió al ring con la confianza de quien ha destrozado a rivales en la corta distancia. Su mirada reflejaba la certeza de que, una vez dentro de su zona de ataque, Takeru no tendría escapatoria. Pero Takeru ya estaba un paso adelante. Desde el primer campanazo, su estrategia quedó clara. Bailaba alrededor de Huang, su jab actuando como una lanza que impedía cualquier acercamiento. Cada vez que el taiwanés intentaba acortar la distancia, Takeru lo castigaba con un recto veloz y se deslizaba fuera de peligro. Huang lanzó un gancho devastador, pero golpeó aire. Antes de que pudiera reaccionar, Takeru le clavó un uno-dos directo al rostro. La frustración en los ojos de Huang era evidente. El segundo asalto comenzó con Huang lanzándose con fiereza, buscando atrapar a Takeru en una esquina. Pero el japonés no le dio ni una fracción de segundo. Se desplazó con fluidez, esquivó con un sutil juego de pies y respondió con un cruzado demoledor que sacudió la cabeza de Huang. Y entonces llegó el golpe decisivo. En un instante de desesperación, Huang intentó un último avance, pero Takeru ya lo había leído. Lo recibió con un contragolpe fulminante que lo hizo tambalear. Antes de que pudiera recuperarse, un gancho de derecha explotó en su rostro. Huang cayó como un árbol derribado. El árbitro comenzó la cuenta, pero era inútil. Huang no podía levantarse. ¡Knockout en el segundo asalto! La arena rugió mientras Takeru alzaba los brazos en señal de victoria. Su estrategia había sido perfecta. No solo había vencido a su oponente, sino que lo había dominado por completo. Esta victoria no solo era un paso más en su carrera, sino una declaración. Takeru ya no era solo un boxeador talentoso. Ahora era un peleador imparable.
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  • **La Pelea: Takeru Arakawa contra James Vulture**

    El estadio estaba repleto, la tensión palpable en el aire. El rugido del público resonaba en todo el recinto, iluminado por reflectores que enfocaban el cuadrilátero. En una esquina, Takeru Arakawa respiraba hondo, ajustando los guantes, con la mirada afilada y el cuerpo tenso. En la otra, James Vulture, un coloso estadounidense, observaba con ojos fríos y confiados, como si ya hubiera ganado la pelea antes de que comenzara.

    La campana sonó.

    ### **Primer asalto: la tormenta se desata**

    Takeru salió con rapidez, usando su velocidad para medir la distancia. Vulture, paciente, levantó su guardia, esperando el momento adecuado. Takeru lanzó los primeros golpes, un uno-dos directo al rostro, pero el estadounidense los bloqueó con facilidad.

    —¡Muévete, Takeru! —gritó "X" desde las gradas, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

    El japonés se desplazó con agilidad, esquivando un brutal gancho de Vulture. Su velocidad le permitía evitar los golpes más peligrosos, pero no encontraba una apertura. El estadounidense, aunque no atacaba con frecuencia, cada vez que lo hacía, obligaba a Takeru a retroceder.

    Cuando el asalto terminó, ambos boxeadores se dirigieron a sus esquinas. Takeru sintió el ardor en los brazos. Vulture era fuerte, y cada bloqueo desgastaba su resistencia.

    —No te precipites, usa tu velocidad —le aconsejó su entrenador Sugawara, dándole un trago de agua—. Encuentra su punto débil.

    ### **Segundo asalto: el poder de Vulture**

    El combate reanudó, y Vulture cambió su estrategia. En vez de esperar, empezó a presionar.

    Takeru intentó esquivar, pero el estadounidense era como una pared imparable. Un gancho al cuerpo lo hizo tambalear. Takeru apretó los dientes, pero no pudo reaccionar antes de que un derechazo cruzado lo impactara de lleno en la cara.

    Todo se volvió borroso.

    Cayó al suelo con un estruendo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Su protector bucal salió disparado, aterrizando en la lona. La multitud contuvo el aliento.

    —¡Vamos, Takeru! ¡Levántate! —"X" gritó con desesperación.

    El árbitro empezó la cuenta.

    **Uno… Dos…**

    El sonido de los gritos lo trajo de vuelta. Se incorporó lentamente, tomando aire. El árbitro le preguntó si podía seguir. Takeru asintió con firmeza, aunque su cabeza aún daba vueltas.

    Vulture sonrió. Sabía que lo tenía donde quería.

    ### **Tercer asalto: la sombra de la derrota**

    Takeru intentó mantener la distancia, pero Vulture lo cazaba con precisión quirúrgica. Un gancho al hígado lo hizo doblarse. No había tiempo para respirar. Otro golpe a la mandíbula lo mandó a las cuerdas.

    Las piernas le flaquearon. Si caía una vez más, la pelea se acabaría.

    El árbitro se acercó, listo para intervenir, pero entonces…

    —¡¡Takeru, NO!! —la voz de "X" atravesó el ruido ensordecedor del estadio—. ¡Recuerda todo por lo que has peleado! ¡No te rindas!

    Las palabras retumbaron en su mente. Su visión borrosa se aclaró. Su respiración, pesada, se volvió más estable. **No podía perder. No ahora.**

    Vulture avanzó confiado, preparando el golpe final, pero Takeru lo vio. **Lo leyó.**

    Cuando el estadounidense lanzó su derechazo, Takeru esquivó con una inclinación mínima, sintiendo el viento del puño pasar a centímetros de su rostro. Y en ese instante…

    **BOOM.**

    Un **uppercut** perfecto impactó en el mentón de Vulture.

    El público enmudeció.

    Vulture quedó congelado por un segundo, sus ojos en blanco, su mandíbula sacudida con brutalidad. Luego, su gigantesco cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona.

    El árbitro comenzó la cuenta.

    **Uno… Dos… Tres…**

    No se movía.

    **Ocho… Nueve… ¡Diez!**

    La campana sonó.

    Takeru, jadeando, con los nudillos ardiendo, levantó los brazos en señal de victoria.

    "X" gritaba su nombre desde las gradas, con lágrimas en los ojos. El estadio explotó en vítores.

    Vulture seguía en el suelo, noqueado.

    Takeru, con el cuerpo al borde del colapso, miró a su amigo/a y esbozó una sonrisa. **Lo había logrado.**
    **La Pelea: Takeru Arakawa contra James Vulture** El estadio estaba repleto, la tensión palpable en el aire. El rugido del público resonaba en todo el recinto, iluminado por reflectores que enfocaban el cuadrilátero. En una esquina, Takeru Arakawa respiraba hondo, ajustando los guantes, con la mirada afilada y el cuerpo tenso. En la otra, James Vulture, un coloso estadounidense, observaba con ojos fríos y confiados, como si ya hubiera ganado la pelea antes de que comenzara. La campana sonó. ### **Primer asalto: la tormenta se desata** Takeru salió con rapidez, usando su velocidad para medir la distancia. Vulture, paciente, levantó su guardia, esperando el momento adecuado. Takeru lanzó los primeros golpes, un uno-dos directo al rostro, pero el estadounidense los bloqueó con facilidad. —¡Muévete, Takeru! —gritó "X" desde las gradas, con una mezcla de emoción y nerviosismo. El japonés se desplazó con agilidad, esquivando un brutal gancho de Vulture. Su velocidad le permitía evitar los golpes más peligrosos, pero no encontraba una apertura. El estadounidense, aunque no atacaba con frecuencia, cada vez que lo hacía, obligaba a Takeru a retroceder. Cuando el asalto terminó, ambos boxeadores se dirigieron a sus esquinas. Takeru sintió el ardor en los brazos. Vulture era fuerte, y cada bloqueo desgastaba su resistencia. —No te precipites, usa tu velocidad —le aconsejó su entrenador Sugawara, dándole un trago de agua—. Encuentra su punto débil. ### **Segundo asalto: el poder de Vulture** El combate reanudó, y Vulture cambió su estrategia. En vez de esperar, empezó a presionar. Takeru intentó esquivar, pero el estadounidense era como una pared imparable. Un gancho al cuerpo lo hizo tambalear. Takeru apretó los dientes, pero no pudo reaccionar antes de que un derechazo cruzado lo impactara de lleno en la cara. Todo se volvió borroso. Cayó al suelo con un estruendo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Su protector bucal salió disparado, aterrizando en la lona. La multitud contuvo el aliento. —¡Vamos, Takeru! ¡Levántate! —"X" gritó con desesperación. El árbitro empezó la cuenta. **Uno… Dos…** El sonido de los gritos lo trajo de vuelta. Se incorporó lentamente, tomando aire. El árbitro le preguntó si podía seguir. Takeru asintió con firmeza, aunque su cabeza aún daba vueltas. Vulture sonrió. Sabía que lo tenía donde quería. ### **Tercer asalto: la sombra de la derrota** Takeru intentó mantener la distancia, pero Vulture lo cazaba con precisión quirúrgica. Un gancho al hígado lo hizo doblarse. No había tiempo para respirar. Otro golpe a la mandíbula lo mandó a las cuerdas. Las piernas le flaquearon. Si caía una vez más, la pelea se acabaría. El árbitro se acercó, listo para intervenir, pero entonces… —¡¡Takeru, NO!! —la voz de "X" atravesó el ruido ensordecedor del estadio—. ¡Recuerda todo por lo que has peleado! ¡No te rindas! Las palabras retumbaron en su mente. Su visión borrosa se aclaró. Su respiración, pesada, se volvió más estable. **No podía perder. No ahora.** Vulture avanzó confiado, preparando el golpe final, pero Takeru lo vio. **Lo leyó.** Cuando el estadounidense lanzó su derechazo, Takeru esquivó con una inclinación mínima, sintiendo el viento del puño pasar a centímetros de su rostro. Y en ese instante… **BOOM.** Un **uppercut** perfecto impactó en el mentón de Vulture. El público enmudeció. Vulture quedó congelado por un segundo, sus ojos en blanco, su mandíbula sacudida con brutalidad. Luego, su gigantesco cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona. El árbitro comenzó la cuenta. **Uno… Dos… Tres…** No se movía. **Ocho… Nueve… ¡Diez!** La campana sonó. Takeru, jadeando, con los nudillos ardiendo, levantó los brazos en señal de victoria. "X" gritaba su nombre desde las gradas, con lágrimas en los ojos. El estadio explotó en vítores. Vulture seguía en el suelo, noqueado. Takeru, con el cuerpo al borde del colapso, miró a su amigo/a y esbozó una sonrisa. **Lo había logrado.**
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  • 50 a 200 líneas por Semana
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    Cerrado
    Se busca personaje para ship de tipo Slice of Life.

    Personaje al que se le busca el ship:
    Kagehiro → https://ficrol.com/Lonesome_writer

    Resumen de personaje:

    •Hombre Japonés de 42~45 años aprox.
    •Viudo, sin hijos, ni mascotas.
    •Escritor de novelas para adultos. (En secreto)
    •Escritor, Editor y Asesor privado.
    •Ex profesor de Universidad.
    •Fanático del café y adicto al cigarro.

    Tipo de personaje
    2D (De preferencia) puede ser algunas fotos en 3D

    Longitud narrativa
    Párrafo , Multi-párrafo

    Categorías de rol:
    Drama , Romance , Slice of Life , Original, Sex Rol
    Se acepta paranormal y fantasía urbana.

    Conectividad minima de 3 ~ 4 veces a semana.
    Indiferencia a personaje masculino o femenino.
    Ok con Yaoi o Hetero,
    OK con Poligamia o Monogamia
    Creatividad, no se busca rol espejo.
    Posibilidad de drama del tipo de infidelidad, discusiones, líos. (Todo planeado)
    Ship cerrado a menos de que todos los involucrados acepten una tercera persona.
    Se busca personaje para ship de tipo Slice of Life. Personaje al que se le busca el ship: Kagehiro → https://ficrol.com/Lonesome_writer Resumen de personaje: •Hombre Japonés de 42~45 años aprox. •Viudo, sin hijos, ni mascotas. •Escritor de novelas para adultos. (En secreto) •Escritor, Editor y Asesor privado. •Ex profesor de Universidad. •Fanático del café y adicto al cigarro. Tipo de personaje 2D (De preferencia) puede ser algunas fotos en 3D Longitud narrativa Párrafo , Multi-párrafo Categorías de rol: Drama , Romance , Slice of Life , Original, Sex Rol Se acepta paranormal y fantasía urbana. Conectividad minima de 3 ~ 4 veces a semana. Indiferencia a personaje masculino o femenino. Ok con Yaoi o Hetero, OK con Poligamia o Monogamia Creatividad, no se busca rol espejo. Posibilidad de drama del tipo de infidelidad, discusiones, líos. (Todo planeado) Ship cerrado a menos de que todos los involucrados acepten una tercera persona.
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  • Una vida acaba y la otra empieza.
    Fandom Ninguno.
    Categoría Original
    "Introduction"

    -A veces las consecuencias de los actos que nos llevan a estar donde estamos. Son algo que nosotros mismos nos buscamos.-

    *Eso es culpa de no tener un ejemplo qué seguir*

    -Eso se decía Niles a sí mismo sentado en ese lugar.
    Lleno de humedad; Sucio, lleno de goteras, con apenas luz, una bandeja de comida tirada en el suelo con un engrudo sin gracia y un pan más duro que las paredes.
    Si ropa estaba sucia, olía tal cual que una persona que no se había bañado en unas semanas... ¿Puede que un mes?-

    *Maldita suerte*

    -Cosas que Murmuraba entre dientes, esperando así desahogar su frustración... ¿Pero quien cojones le había mandado a robarle 14 millones de dólares a ese maldito Yakuza?
    Sin duda alguna era un gilipollas de manual.
    Muy arrogante para ver la soga al cuello que se estaba poniendo... Porque no le iban a dejar ahí, no señor. Estaban esperando recuperar el dinero con la información que les había dado.

    Una vez tengan todo el dinero de vuelta no le iban a soltar. Tenía su sentencia de muerte pintada en la cara; todos esos golpes a diario. La sangre seca en su ropa, la tela rajada y sobre todo el par de costillas rotas que le provocaban un dolor insoportable al gritar por golpes que divertían a sus captores.-

    *Sí me golpeo la cabeza contra la pared, con suerte me rompa el cuello y acabo con todo*

    -Lagrimas rodaban por sus mejillas. Empañando sus ojos y haciendo más amarga su espera.
    Habría sido mejor morir de un disparo en la frente. Así no sentir nada más... Solo dejarse caer en la oscuridad y en la nada.
    Porque no creía en un Dios que no ve ni intercede por nadie. Solo en lo que sus manos podían hacer.-

    *Puede que la policía me busque y venga a por mí... Tienen buenos agentes en sus agencias federales.*

    -Ríe amargamente pensando que esos cabrones solo saben rascarse los huevos y rogar que por suerte den con quien buscan antes de encontrar su fiambre en una cuneta o flotando en un lago helado.-

    *Solo espero que mi hermana no sepa nunca lo que me pasó. Que no tenga que pasar por otra muerte más. Ya perdimos a nuestros padres hace poco y ahora yo... ¡JODER!*

    -Días pasaron, o eso creía, la puta ventana estaba cerrada, solo una bombilla que chisporrotea, enciende y apaga, le da luz.

    Un hombre de unos 50 años entra con una cara de pocos amigos. Le ata las manos a la espalda con una bridas. Le levanta por el cuello sin ninguna delicadeza. Le empuja y le saca de la celda.
    Hacía mucho que no veía otra cosa que esa celda en la que estaba.
    Le llevan hasta una sala amplia, con una silla en el centro, un foco que apunta a la misma, una cámara de vídeo en frente y unos tipos parados en la penumbra.-

    *Ya está, este es mi fin...*

    -Se dijo para sí mismo en un susurro.
    Pensando en que solo le quedaba resignarse, no había como escapar.
    Le sientan en la silla, le ponen unos grilletes en los pies. Una cinta en el pecho y una bolsa de tela negra en la cabeza.

    Un profundo gemido ahogado en miedo sale de su garganta con la boca entre abierta.
    Cierra los ojos y busca el recuerdo más feliz que pueda evocar.-

    *Cariño no corras cerca de la piscina, te puedes caer*

    -Recuerda la voz de su madre cuando él era pequeño...-

    *Deja que se divierta y si se cae, aprenderá solo qué es lo que debe y no hacer*

    -Ahora suena la voz de su padre. El mismo que sentado desde una tumbona estaba leyendo una revista de motos.-

    *Bueno ahora puede que me reúna con ellos... Que esta pesadilla acabe y todo esté bien... ¿No? *

    -La aceptación era lo único que le quedaba en su lista de fases por pasar.

    Se escuchan voces en japonés. Se notaban molestos, no sabía lo que estaba diciendo pero sonaban molestos...
    Nota un sonido metálico y sordo. Un arma de fuego. Por tener la cabeza tapada no supo qué era. Pero qué más daba saberlo o no.

    Su momento estaba marcado. No había mas...

    Quiso suplicar que le perdonasen la vida, prometer que nunca iba a volver a hacerlo y que no le iba a contar nada a nadie de lo que había pasado... Pero son Yakuzas... De nada le iba a servir suplicar por su vida.-

    *Solo espero que sea rápido... No podría aguantar otro agonico día. *

    -Siente en la gente que algo se apoya y le empuja levemente la cabeza para atrás. La garganta se le hace un nudo, la mente se le llena de cosas... Su vida pasa como los carretes de película de esos filmes antiguos, todo en color sepia, con un sonido lejano y difuminado.

    Los cumpleaños; Los momentos felices y tristes, las risas, los abrazos, las excursiones y los castigos.

    Todo aquello parecía desvanecerse en una bruma densa y se iba a perder en el olvido.-

    *Yego tu ola maldito vastaldo, vas a molil como el pelo que eles... Con nosotlos no se juega y menos se le puede lobal sin pagal con la vida.*

    -Dice la voz en una mala entonación del idioma. Puede que en otro momento hubiera arrancado en risas y hecho la burla. Pero esas eran las últimas palabras que iba a escuchar... Maldita ironia... Su muerte iba a ser una puta burla.

    Podria jurar que esos segundos le parecieron horas. Quería que se acabe, pero también que no lo haga.
    Hasta que a lo lejos se escuchan unos gritos, luego unos disparos y finalmente un golpe en la puerta de la sala donde se encuentra.

    Lo que supone que es el cañón de la pistola que tiene en la frente se desvía un poco ante el giro que hace su verdugo.
    Se escucha el disparo justo contra su oreja. Y un ardor le pasa por el lado de cabeza, por encima de la oreja.
    Un pitido hace que no pueda escuchar bien los gritos y disparos que se producen y hacen eco en esa sala.

    Finalmente se hace el silencio, algo que dura poco. Luego unos pasos acercarse.
    Le toman por la cabeza y lo mueven.
    Le quitan la bolsa de la cabeza y con los ojos entrecerrados, intenta enfocar y solo ve a un tipo en frente suyo.
    Le grita cosas, las entiende, solo sacude la cabeza asíntiendo y todo se apaga.-

    *¡SIGUE VIVO, ESTÁ HERIDO, ESTABA CONSCIENTE PERO AHORA SE HA DESMAYADO, LLEVEMOSLO AHORA!*

    -Fue lo último que pudo escuchar antes de que todo se apagase, no escuchara nada y a los pocos días despierte en una cama lleno de vendas, con una gasa en la cabeza y tapado hasta el cuello con una manta.
    No sentía su ropa, aunque ya no olía como un establo lleno de cerdos.
    Mira con dificultad ya que la luz le molesta, intentando enfocar y reconocer donde está.
    Estaba solo en aquel lugar.

    Pero estaba vivo, estaba curado y tenía otro día para poder vivir.-


    "Esto es el comienzo de su vida anterior y de su nueva vida, solo queda esperar que su pasado no le reclame aquello que se le escapó."


    Monorol 1 de varios.
    "Introduction" -A veces las consecuencias de los actos que nos llevan a estar donde estamos. Son algo que nosotros mismos nos buscamos.- *Eso es culpa de no tener un ejemplo qué seguir* -Eso se decía Niles a sí mismo sentado en ese lugar. Lleno de humedad; Sucio, lleno de goteras, con apenas luz, una bandeja de comida tirada en el suelo con un engrudo sin gracia y un pan más duro que las paredes. Si ropa estaba sucia, olía tal cual que una persona que no se había bañado en unas semanas... ¿Puede que un mes?- *Maldita suerte* -Cosas que Murmuraba entre dientes, esperando así desahogar su frustración... ¿Pero quien cojones le había mandado a robarle 14 millones de dólares a ese maldito Yakuza? Sin duda alguna era un gilipollas de manual. Muy arrogante para ver la soga al cuello que se estaba poniendo... Porque no le iban a dejar ahí, no señor. Estaban esperando recuperar el dinero con la información que les había dado. Una vez tengan todo el dinero de vuelta no le iban a soltar. Tenía su sentencia de muerte pintada en la cara; todos esos golpes a diario. La sangre seca en su ropa, la tela rajada y sobre todo el par de costillas rotas que le provocaban un dolor insoportable al gritar por golpes que divertían a sus captores.- *Sí me golpeo la cabeza contra la pared, con suerte me rompa el cuello y acabo con todo* -Lagrimas rodaban por sus mejillas. Empañando sus ojos y haciendo más amarga su espera. Habría sido mejor morir de un disparo en la frente. Así no sentir nada más... Solo dejarse caer en la oscuridad y en la nada. Porque no creía en un Dios que no ve ni intercede por nadie. Solo en lo que sus manos podían hacer.- *Puede que la policía me busque y venga a por mí... Tienen buenos agentes en sus agencias federales.* -Ríe amargamente pensando que esos cabrones solo saben rascarse los huevos y rogar que por suerte den con quien buscan antes de encontrar su fiambre en una cuneta o flotando en un lago helado.- *Solo espero que mi hermana no sepa nunca lo que me pasó. Que no tenga que pasar por otra muerte más. Ya perdimos a nuestros padres hace poco y ahora yo... ¡JODER!* -Días pasaron, o eso creía, la puta ventana estaba cerrada, solo una bombilla que chisporrotea, enciende y apaga, le da luz. Un hombre de unos 50 años entra con una cara de pocos amigos. Le ata las manos a la espalda con una bridas. Le levanta por el cuello sin ninguna delicadeza. Le empuja y le saca de la celda. Hacía mucho que no veía otra cosa que esa celda en la que estaba. Le llevan hasta una sala amplia, con una silla en el centro, un foco que apunta a la misma, una cámara de vídeo en frente y unos tipos parados en la penumbra.- *Ya está, este es mi fin...* -Se dijo para sí mismo en un susurro. Pensando en que solo le quedaba resignarse, no había como escapar. Le sientan en la silla, le ponen unos grilletes en los pies. Una cinta en el pecho y una bolsa de tela negra en la cabeza. Un profundo gemido ahogado en miedo sale de su garganta con la boca entre abierta. Cierra los ojos y busca el recuerdo más feliz que pueda evocar.- *Cariño no corras cerca de la piscina, te puedes caer* -Recuerda la voz de su madre cuando él era pequeño...- *Deja que se divierta y si se cae, aprenderá solo qué es lo que debe y no hacer* -Ahora suena la voz de su padre. El mismo que sentado desde una tumbona estaba leyendo una revista de motos.- *Bueno ahora puede que me reúna con ellos... Que esta pesadilla acabe y todo esté bien... ¿No? * -La aceptación era lo único que le quedaba en su lista de fases por pasar. Se escuchan voces en japonés. Se notaban molestos, no sabía lo que estaba diciendo pero sonaban molestos... Nota un sonido metálico y sordo. Un arma de fuego. Por tener la cabeza tapada no supo qué era. Pero qué más daba saberlo o no. Su momento estaba marcado. No había mas... Quiso suplicar que le perdonasen la vida, prometer que nunca iba a volver a hacerlo y que no le iba a contar nada a nadie de lo que había pasado... Pero son Yakuzas... De nada le iba a servir suplicar por su vida.- *Solo espero que sea rápido... No podría aguantar otro agonico día. * -Siente en la gente que algo se apoya y le empuja levemente la cabeza para atrás. La garganta se le hace un nudo, la mente se le llena de cosas... Su vida pasa como los carretes de película de esos filmes antiguos, todo en color sepia, con un sonido lejano y difuminado. Los cumpleaños; Los momentos felices y tristes, las risas, los abrazos, las excursiones y los castigos. Todo aquello parecía desvanecerse en una bruma densa y se iba a perder en el olvido.- *Yego tu ola maldito vastaldo, vas a molil como el pelo que eles... Con nosotlos no se juega y menos se le puede lobal sin pagal con la vida.* -Dice la voz en una mala entonación del idioma. Puede que en otro momento hubiera arrancado en risas y hecho la burla. Pero esas eran las últimas palabras que iba a escuchar... Maldita ironia... Su muerte iba a ser una puta burla. Podria jurar que esos segundos le parecieron horas. Quería que se acabe, pero también que no lo haga. Hasta que a lo lejos se escuchan unos gritos, luego unos disparos y finalmente un golpe en la puerta de la sala donde se encuentra. Lo que supone que es el cañón de la pistola que tiene en la frente se desvía un poco ante el giro que hace su verdugo. Se escucha el disparo justo contra su oreja. Y un ardor le pasa por el lado de cabeza, por encima de la oreja. Un pitido hace que no pueda escuchar bien los gritos y disparos que se producen y hacen eco en esa sala. Finalmente se hace el silencio, algo que dura poco. Luego unos pasos acercarse. Le toman por la cabeza y lo mueven. Le quitan la bolsa de la cabeza y con los ojos entrecerrados, intenta enfocar y solo ve a un tipo en frente suyo. Le grita cosas, las entiende, solo sacude la cabeza asíntiendo y todo se apaga.- *¡SIGUE VIVO, ESTÁ HERIDO, ESTABA CONSCIENTE PERO AHORA SE HA DESMAYADO, LLEVEMOSLO AHORA!* -Fue lo último que pudo escuchar antes de que todo se apagase, no escuchara nada y a los pocos días despierte en una cama lleno de vendas, con una gasa en la cabeza y tapado hasta el cuello con una manta. No sentía su ropa, aunque ya no olía como un establo lleno de cerdos. Mira con dificultad ya que la luz le molesta, intentando enfocar y reconocer donde está. Estaba solo en aquel lugar. Pero estaba vivo, estaba curado y tenía otro día para poder vivir.- "Esto es el comienzo de su vida anterior y de su nueva vida, solo queda esperar que su pasado no le reclame aquello que se le escapó." Monorol 1 de varios.
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