Reito: Capítulo I
"Ecos de Sangre"
La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual.
El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente.
Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana.
El silencio fue roto por un rugido grave.
No humano.
No natural.
—Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra.
De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego.
Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano.
Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces.
La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí.
El aire tembló.
Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse.
Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva.
Los colmillos emergieron.
Los ojos se encendieron como brasas.
☯ *Forma Oni activada.*
Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio.
El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde.
Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana.
El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma.
Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas.
Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia.
Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás.
—No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla.
La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos.
Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto.
─────────────────────────────
El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia.
Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse.
La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa.
Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado.
—Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz.
Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*.
Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno.
─────────────────────────────
Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m.
La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado.
Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés.
Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio.
Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta.
El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado.
—Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir.
El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos.
Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio.
A su lado, un cartel gastado decía:
*“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”*
Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación.
Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda...
porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual.
El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente.
Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana.
El silencio fue roto por un rugido grave.
No humano.
No natural.
—Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra.
De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego.
Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano.
Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces.
La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí.
El aire tembló.
Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse.
Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva.
Los colmillos emergieron.
Los ojos se encendieron como brasas.
☯ *Forma Oni activada.*
Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio.
El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde.
Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana.
El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma.
Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas.
Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia.
Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás.
—No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla.
La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos.
Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto.
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El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia.
Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse.
La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa.
Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado.
—Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz.
Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*.
Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno.
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Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m.
La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado.
Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés.
Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio.
Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta.
El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado.
—Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir.
El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos.
Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio.
A su lado, un cartel gastado decía:
*“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”*
Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación.
Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda...
porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
"Ecos de Sangre"
La lluvia caía sobre los callejones de Shinjuku con un ritmo casi ritual.
El olor a óxido y sake viejo se mezclaba con el hedor metálico de la sangre reciente.
Rei Arakawa avanzó entre los charcos, su abrigo oscuro pegado al cuerpo, la mano derecha firme sobre la empuñadura de su katana.
El silencio fue roto por un rugido grave.
No humano.
No natural.
—Otra bestia sin nombre… —murmuró con voz seca, sus ojos brillando levemente bajo la penumbra.
De la sombra emergió un yokai deformado: piel gris, múltiples bocas, ojos que lloraban fuego.
Un resto de pesadilla perdida en el mundo humano.
Rei lo observó sin miedo, con el cansancio de quien ha visto esto demasiadas veces.
La katana "Akai Tsume" brilló con un destello carmesí.
El aire tembló.
Y el rostro de Rei comenzó a distorsionarse.
Su piel se resquebrajó como porcelana rota, revelando bajo ella una armadura viva.
Los colmillos emergieron.
Los ojos se encendieron como brasas.
☯ *Forma Oni activada.*
Un rugido desgarró la lluvia, quebrando el silencio.
El yokai intentó retroceder, pero ya era tarde.
Rei se lanzó hacia adelante, moviéndose con velocidad inhumana.
El primer corte partió el aire, el segundo la carne, y el tercero el alma.
Los gritos de la criatura fueron arrastrados por el viento nocturno, mientras la energía espiritual se disolvía en chispas rojas.
Por un instante, el Oni respiró con violencia, su cuerpo vibrando con poder y rabia.
Su máscara se agrietó, dejando ver los ojos del hombre detrás.
—No todos los demonios merecen morir… pero esta ciudad no distingue la diferencia —susurró, limpiando la hoja antes de envainarla.
La lluvia siguió cayendo, como si intentara lavar el pecado de ambos mundos.
Y Rei desapareció entre la niebla, dejando solo ecos de sangre en el asfalto.
─────────────────────────────
El eco del rugido se desvaneció entre la lluvia.
Poco a poco, la energía carmesí que envolvía su cuerpo comenzó a apagarse.
La armadura orgánica se quebró en fragmentos de humo rojo, disipándose hasta revelar nuevamente el rostro humano de Rei Arakawa.
Su respiración era pesada, los ojos aún brillaban con ese fulgor salvaje que tardaba en apagarse cada vez que regresaba del otro lado.
—Otra noche más —susurró, como si intentara convencerse de que aún quedaba algo de humanidad en su voz.
Envainó su katana y caminó hasta donde había dejado su motocicleta, bajo un letrero parpadeante que decía *“Ramen & Spirits”*.
Encendió el motor, y la lluvia se reflejó en sus ojos mientras el ruido del escape se mezclaba con el del trueno.
─────────────────────────────
Horas más tarde, el reloj de pared marcaba las 3:47 a.m.
La oficina olía a incienso barato y a tabaco apagado.
Montones de expedientes abiertos cubrían el escritorio de madera oscura, junto a una botella medio vacía de whisky japonés.
Rei se dejó caer en la silla, soltando un suspiro largo que cargaba siglos de cansancio.
Su mirada se perdió en el ventanal, donde las luces de Shinjuku temblaban bajo la tormenta.
El reflejo en el vidrio le devolvía su rostro humano… pero por un instante, creyó ver la máscara Oni observándolo desde el otro lado.
—Siempre ahí, ¿eh? —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. Supongo que ya no me vas a dejar dormir.
El humo formó espirales que se confundían con los recuerdos.
Su teléfono antiguo, de disco, permanecía inmóvil sobre el escritorio.
A su lado, un cartel gastado decía:
🩸 *“Rei Arakawa — Casos imposibles, precios negociables.”*
Rei apoyó los pies sobre la mesa, dejando que el silencio llenara la habitación.
Sabía que no tardaría mucho antes de que alguien golpeara esa puerta para suplicar por ayuda...
porque en Tokio, las sombras nunca duermen.
Tipo
Grupal
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible


