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    A veces por hacer lo correcto... La vida te da un giro de 360°... sin importarle un carajo
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  • El es tan perfecto, tan precioso, me tiene fascinado, es que nos complementamos pese a ser muy tercos nos comemos a besos, sin importar el lugar, es que el es lo mejor que me pasó en la vida~ Hikaru Yamada
    El es tan perfecto, tan precioso, me tiene fascinado, es que nos complementamos pese a ser muy tercos nos comemos a besos, sin importar el lugar, es que el es lo mejor que me pasó en la vida~ [Yami_08]
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  • — ¡Estoy harto! Primero me dice que soy una amenaza para la humanidad y luego actúa como si pudiera darme órdenes a su puto antojo. —protestó con la voz cargada de indignación, mientras arrancaba su mascara del rostro y la arrojaba lejos; sin realmente importarle donde caiga.

    — Esto se acabó. Cecil puede irse a la mierda. —remató con un tono de fastidio, cruzándose de brazos para dar el toque final a su arranque de furia.
    — ¡Estoy harto! Primero me dice que soy una amenaza para la humanidad y luego actúa como si pudiera darme órdenes a su puto antojo. —protestó con la voz cargada de indignación, mientras arrancaba su mascara del rostro y la arrojaba lejos; sin realmente importarle donde caiga. — Esto se acabó. Cecil puede irse a la mierda. —remató con un tono de fastidio, cruzándose de brazos para dar el toque final a su arranque de furia.
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    Hoy me doy cuenta de una gran diferencia al dormir. Antes podía dormir tranquilo porque la Reina de las flores me juraba que estaría ahí al despertar... Pero hoy sé que, incluso en sueños, la musa del año estará ahí... En el sueño y en la vigilia, ella permanece.
    La gran diferencia es que la flor se pudrió, pero la estrella sigue brillando en el cielo, sin importar si duermo o estoy despierto. Ella siempre está ahí...
    Hoy me doy cuenta de una gran diferencia al dormir. Antes podía dormir tranquilo porque la Reina de las flores me juraba que estaría ahí al despertar... Pero hoy sé que, incluso en sueños, la musa del año estará ahí... En el sueño y en la vigilia, ella permanece. La gran diferencia es que la flor se pudrió, pero la estrella sigue brillando en el cielo, sin importar si duermo o estoy despierto. Ella siempre está ahí...
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  • “Hasta que las estrellas caigan”
    Luna se quedó quieta en medio del estudio, con los dedos acariciando una caja pequeña de terciopelo blanco. Dentro, las dos argollas descansaban aún, como si el tiempo no hubiera podido marchitarlas.

    "La derecha fue la suya..." —pensó, mientras su pulgar rozaba el metal templado con un temblor involuntario.

    En su mente, todo regresó de golpe.

    La terraza del salón flotaba sobre un lago de cristal. Las luces tenues colgaban como luciérnagas eternas, y las flores blancas parecían susurrar entre sí.
    Elian le sostenía la mano por debajo de la mesa, justo como en la foto que aún guardaba.
    Ella, vestida de marfil, con los hombros descubiertos y el corazón lleno.
    Él, en traje oscuro, con los ojos encendidos solo para ella.

    —“Luna,” —le había susurrado al oído, con una sonrisa cálida—
    “si alguna vez me olvidas... prométeme que al menos recordarás cómo te temblaba el alma cuando dijiste ‘sí’.”

    Y tembló.

    Tembló cuando él la miró como si los dioses no importaran, como si la maldición no existiera. Tembló cuando sus tres caras dejaron de luchar entre sí, y por primera vez, fue solo una: la mujer enamorada.

    Volvieron a su mesa, donde compartieron una cena sencilla, las manos entrelazadas bajo el mantel. Fue un instante fugaz, robado al universo.

    Ahora, años después, Luna sentía esas mismas manos ausentes y tibias en la piel de su memoria. Su vestido dormía en el fondo de un armario. La copa que usó él aún estaba guardada, como una reliquia.
    Y el juramento…
    el juramento aún ardía en su pecho.

    —“Hasta que las estrellas caigan...” —murmuró Luna al aire vacío—
    —“...y aún así, te buscaré en cada sombra.”

    Porque ese día, aunque breve, fue su eternidad.
    “Hasta que las estrellas caigan” Luna se quedó quieta en medio del estudio, con los dedos acariciando una caja pequeña de terciopelo blanco. Dentro, las dos argollas descansaban aún, como si el tiempo no hubiera podido marchitarlas. "La derecha fue la suya..." —pensó, mientras su pulgar rozaba el metal templado con un temblor involuntario. En su mente, todo regresó de golpe. 🌸 La terraza del salón flotaba sobre un lago de cristal. Las luces tenues colgaban como luciérnagas eternas, y las flores blancas parecían susurrar entre sí. Elian le sostenía la mano por debajo de la mesa, justo como en la foto que aún guardaba. Ella, vestida de marfil, con los hombros descubiertos y el corazón lleno. Él, en traje oscuro, con los ojos encendidos solo para ella. —“Luna,” —le había susurrado al oído, con una sonrisa cálida— “si alguna vez me olvidas... prométeme que al menos recordarás cómo te temblaba el alma cuando dijiste ‘sí’.” Y tembló. Tembló cuando él la miró como si los dioses no importaran, como si la maldición no existiera. Tembló cuando sus tres caras dejaron de luchar entre sí, y por primera vez, fue solo una: la mujer enamorada. Volvieron a su mesa, donde compartieron una cena sencilla, las manos entrelazadas bajo el mantel. Fue un instante fugaz, robado al universo. Ahora, años después, Luna sentía esas mismas manos ausentes y tibias en la piel de su memoria. Su vestido dormía en el fondo de un armario. La copa que usó él aún estaba guardada, como una reliquia. Y el juramento… el juramento aún ardía en su pecho. —“Hasta que las estrellas caigan...” —murmuró Luna al aire vacío— —“...y aún así, te buscaré en cada sombra.” Porque ese día, aunque breve, fue su eternidad.
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  • - Maldito... A ver si te quedas tranquilo de una buena vez.

    Fue lo último que Mika le murmuró a aquel cobarde que se empeñaba en molestar a su novio, luego de una última patada, se fue del lugar tranquilamente.
    Las manos lastimadas del jóven dolían con el frío de la tarde, pero no parecía importarle en lo absoluto, lo único que le importaba era que ese sujeto dejara de molestarlos.

    Más tarde llegó a su casa y fue por su novio [Park_space12] entrando a la cocina sin tocar nada y con cuidado de que su hijo no lo viera. Sus nudillos sangraban y tenía la ropa hecha un desastre.
    - Maldito... A ver si te quedas tranquilo de una buena vez. Fue lo último que Mika le murmuró a aquel cobarde que se empeñaba en molestar a su novio, luego de una última patada, se fue del lugar tranquilamente. Las manos lastimadas del jóven dolían con el frío de la tarde, pero no parecía importarle en lo absoluto, lo único que le importaba era que ese sujeto dejara de molestarlos. Más tarde llegó a su casa y fue por su novio [Park_space12] entrando a la cocina sin tocar nada y con cuidado de que su hijo no lo viera. Sus nudillos sangraban y tenía la ropa hecha un desastre.
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  • Residente 1: doctora en la sala uno hay un paciente que le está dando un paro cardíaco.

    - la mujer estaba pasando por las salas de observaciones viendo a los pacientes y leyendo su historial al escuchar al residente lo miro de reojo mientras acercó la mesa a un paciente que lo habían operado recién-

    Y eso debería importarme ... ¿Por qué?

    Residente 1: por qué es la jefa de cirugía, y un paciente se está muriendo.

    - la mujer abrió la sabana del paciendo que estaba recién operado vio el parche que tenía en el esternón, y de un tirón se lo saco, el paciente despertó casi de dolor, mientras la mujer le apunto con el parche al residente -

    Solo veo dos opciones o lo revives o te envío a qué lo traigas de vuelta.. la segunda opción es un pequeño pinchazo

    - el residente trago saliva y asintió, mientras la mujer tomo otro parche nuevo y se lo pegó como si fuera dardo al paciente quien aún se retorcía de dolor-

    Residente 1: de acuerdo doctora lo revivire..

    No quiero que ningún paciente fallezca si no está autorizado por mi, si uno muere desearan irse con él , y créanme los enviaré a buscarlo, ¿quedó claro?

    Residentes: si doctora!!

    - dijo la mujer y los residentes afirmaron unisono , mientras la mujer seguía paseando por las salas-

    Residente 1: doctora en la sala uno hay un paciente que le está dando un paro cardíaco. - la mujer estaba pasando por las salas de observaciones viendo a los pacientes y leyendo su historial al escuchar al residente lo miro de reojo mientras acercó la mesa a un paciente que lo habían operado recién- Y eso debería importarme ... ¿Por qué? Residente 1: por qué es la jefa de cirugía, y un paciente se está muriendo. - la mujer abrió la sabana del paciendo que estaba recién operado vio el parche que tenía en el esternón, y de un tirón se lo saco, el paciente despertó casi de dolor, mientras la mujer le apunto con el parche al residente - Solo veo dos opciones o lo revives o te envío a qué lo traigas de vuelta.. la segunda opción es un pequeño pinchazo - el residente trago saliva y asintió, mientras la mujer tomo otro parche nuevo y se lo pegó como si fuera dardo al paciente quien aún se retorcía de dolor- Residente 1: de acuerdo doctora lo revivire.. No quiero que ningún paciente fallezca si no está autorizado por mi, si uno muere desearan irse con él , y créanme los enviaré a buscarlo, ¿quedó claro? Residentes: si doctora!! - dijo la mujer y los residentes afirmaron unisono , mientras la mujer seguía paseando por las salas-
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  • — jejeje que alma tan pecadora, seguro tu muerte no importara...a mí señor le gustará tu corazón o eso espero

    Pensando felizmente mientras mata a una pecadora
    — jejeje que alma tan pecadora, seguro tu muerte no importara...a mí señor le gustará tu corazón o eso espero Pensando felizmente mientras mata a una pecadora
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  • [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ]



    Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían.

    A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea.

    Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad.

    Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia?

    Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente.

    Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas.

    Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo.

    Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados.

    — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría.

    Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada:

    —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko.

    La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró.

    Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo.

    —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni.

    Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó.

    Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte.

    —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza.

    —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso.

    La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas.

    —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor.

    —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos.

    Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas.

    —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó.

    Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó.

    El sonido resonó en la sala como un final inevitable.

    Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato.

    Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto.

    —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto.

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    || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora.

    Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ] Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían. A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea. Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad. Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia? Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente. Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas. Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo. Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría. Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada: —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko. La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró. Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo. —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni. Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó. Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte. —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza. —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso. La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas. —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor. —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos. Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas. —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó. Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó. El sonido resonó en la sala como un final inevitable. Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato. Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto. —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto. 10 9 8 || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora. Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
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  • Mortis: Diario de un Gato Superior
    Entrada #38

    "El ritual del reflejo humano."

    Hoy… lo volvió a hacer.

    Luna se paró frente al espejo con esa expresión de superioridad milimétrica. Sujetó su teléfono con una garra negra bien afilada —ah, perdón, uña, ellos les dicen así— y se quedó ahí, posando como si estuviera enfrentando a un ejército invisible.

    —"Mortis, dime si me veo bien."

    ¿Bien?
    Te ves exactamente igual que hace 7 minutos, Luna.

    Pero claro, uno no puede decir la verdad en esta casa.
    Porque si no, luego se ofende y no me sirve cena doble.

    Así que fingí interés.
    Maullé con tono medio. Hice como si me importara.
    Y ella, feliz. Tomó más fotos.

    Al fondo, el muñeco pálido de sonrisa siniestra la observa.
    Yo también lo observo.
    Creo que compartimos el mismo cansancio mental.

    Por cierto, me eché una siesta de 6 horas sobre sus pantalones de cuadros. Ella chilló. Me valió.
    Porque si ella puede posar como reina, yo también puedo dormir como emperador.

    Mañana planeo esconderle el delineador.
    Por puro entretenimiento felino.

    —Mortis.
    Félido. Juez de estilo. Entidad con garra.
    Mortis: Diario de un Gato Superior Entrada #38 "El ritual del reflejo humano." Hoy… lo volvió a hacer. Luna se paró frente al espejo con esa expresión de superioridad milimétrica. Sujetó su teléfono con una garra negra bien afilada —ah, perdón, uña, ellos les dicen así— y se quedó ahí, posando como si estuviera enfrentando a un ejército invisible. —"Mortis, dime si me veo bien." ¿Bien? Te ves exactamente igual que hace 7 minutos, Luna. Pero claro, uno no puede decir la verdad en esta casa. Porque si no, luego se ofende y no me sirve cena doble. Así que fingí interés. Maullé con tono medio. Hice como si me importara. Y ella, feliz. Tomó más fotos. Al fondo, el muñeco pálido de sonrisa siniestra la observa. Yo también lo observo. Creo que compartimos el mismo cansancio mental. Por cierto, me eché una siesta de 6 horas sobre sus pantalones de cuadros. Ella chilló. Me valió. Porque si ella puede posar como reina, yo también puedo dormir como emperador. Mañana planeo esconderle el delineador. Por puro entretenimiento felino. —Mortis. Félido. Juez de estilo. Entidad con garra.
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