• 𝙏𝙃𝙀 𝙆𝙄𝙉𝙂 𝙊𝙁 𝙏𝙍𝘼𝙎𝙃
    Fandom The walking dead
    Categoría Acción
    Se suponía que las carreras en un mundo apocalíptico no debían existir. No solo eran peligrosas por la evidente ausencia de hospitales en funcionamiento, también representaban un enorme riesgo para los pilotos, sus acompañantes y para quienes acudian a ver el espectáculo desde las gradas.

    Gavin, el líder de la comunidad llamada los carroñeros, era el creador y responsable de ese evento. Dos veces a la semana y sin importar las condiciones climáticas, él y su gente se trasladaban desde el basurero hasta "El coliseo" el lugar que habían adaptado para usarlo como circuito de carreras y que en el pasado fue un estadio de fútbol americano. Localizado a las afueras de Virginia, lo bastante lejos para evitar que los muertos asomaran sus putrefactas cabezas a lo que consideraba su hogar.

    El coliseo era un enorme llamador de caminantes. El rugir de al menos ocho motores los atraía como abejas a la miel, pero nada de eso le importaba. El lugar era seguro, dentro de lo cabía y los premios en base a las apuestas hacia que cualquiera mirase a un costado con tal de disfrutar de un poco de entretenimiento o de llevarse algunos suministros a su comunidad si el coche al que le apostaban salía ganador.

    Todo indicaba que sería un buen día para llevar a cabo el evento. Las nubes grises estaban sobre sus cabezas pero se dejarían espantar por un par de gotas de agua, era de día y todo lo unico que necesitaban era luz natural.

    Al llegar, eliminaron a seis caminantes que habían caído en las trampas de la primera entrada y al mismo tiempo comenzaron a llegar las personas en sus propios vehículos, aparcando en el estacionamiento que por medidas de seguridad, tenía la apariencia de una jaula enorme. Gavin fue el primero en acercarse a saludar, conocía a todos los miembros de las demás comunidades pero cada tanto solía ver alguna que otra cara nueva, como hoy.

    Casper y Fred, miembros de Hilltop caminaban adelante y detrás de ellos estaban Nora, Annie, Leah; miembros de la comunidad de Alexandria, y los últimos eran tres personas que no había visto antes.

    ──No me hago responsable de los problemas que esto les pueda ocasionar con sus respectivos líderes, dicho eso, gracias por venir. Mis hombres se encargaran de llevar lo que hayan traído para el pozo de las apuestas── Hablaba y se desembolvia como alguien que ha memorizado un speech de ventas, decía lo mismo cada la semana pero por alguna razón era agradable de oír.

    Saludo con un apretón de manos a cada uno de los presentes y cuando llego hasta la chica que había llegado con el nuevo grupo, Annie habló.

    ──Hice una amiga nueva, ella no quería venir pero la convencimos. ¿Verdad que si, Issy? ── La chica le dio un codazo amistoso a su amiga para animarla a hablar y Gavin extendío el brazo en su dirección para estrecharle la mano también.

    ──En este nuevo mundo no hay lugar para los aburridos, ni tampoco para los cobardes── Menciono entre risas con total intención de burlarse de aquellos que no veían con buenos ojos ese evento y prosiguió. ──Soy Gavin, líder de los carroñeros y dueño de este enorme circo de hojalata. Bienvenida ¿Issy? ¿Es tu apodo o te llamas así?.

    Isabella
    Se suponía que las carreras en un mundo apocalíptico no debían existir. No solo eran peligrosas por la evidente ausencia de hospitales en funcionamiento, también representaban un enorme riesgo para los pilotos, sus acompañantes y para quienes acudian a ver el espectáculo desde las gradas. Gavin, el líder de la comunidad llamada los carroñeros, era el creador y responsable de ese evento. Dos veces a la semana y sin importar las condiciones climáticas, él y su gente se trasladaban desde el basurero hasta "El coliseo" el lugar que habían adaptado para usarlo como circuito de carreras y que en el pasado fue un estadio de fútbol americano. Localizado a las afueras de Virginia, lo bastante lejos para evitar que los muertos asomaran sus putrefactas cabezas a lo que consideraba su hogar. El coliseo era un enorme llamador de caminantes. El rugir de al menos ocho motores los atraía como abejas a la miel, pero nada de eso le importaba. El lugar era seguro, dentro de lo cabía y los premios en base a las apuestas hacia que cualquiera mirase a un costado con tal de disfrutar de un poco de entretenimiento o de llevarse algunos suministros a su comunidad si el coche al que le apostaban salía ganador. Todo indicaba que sería un buen día para llevar a cabo el evento. Las nubes grises estaban sobre sus cabezas pero se dejarían espantar por un par de gotas de agua, era de día y todo lo unico que necesitaban era luz natural. Al llegar, eliminaron a seis caminantes que habían caído en las trampas de la primera entrada y al mismo tiempo comenzaron a llegar las personas en sus propios vehículos, aparcando en el estacionamiento que por medidas de seguridad, tenía la apariencia de una jaula enorme. Gavin fue el primero en acercarse a saludar, conocía a todos los miembros de las demás comunidades pero cada tanto solía ver alguna que otra cara nueva, como hoy. Casper y Fred, miembros de Hilltop caminaban adelante y detrás de ellos estaban Nora, Annie, Leah; miembros de la comunidad de Alexandria, y los últimos eran tres personas que no había visto antes. ──No me hago responsable de los problemas que esto les pueda ocasionar con sus respectivos líderes, dicho eso, gracias por venir. Mis hombres se encargaran de llevar lo que hayan traído para el pozo de las apuestas── Hablaba y se desembolvia como alguien que ha memorizado un speech de ventas, decía lo mismo cada la semana pero por alguna razón era agradable de oír. Saludo con un apretón de manos a cada uno de los presentes y cuando llego hasta la chica que había llegado con el nuevo grupo, Annie habló. ──Hice una amiga nueva, ella no quería venir pero la convencimos. ¿Verdad que si, Issy? ── La chica le dio un codazo amistoso a su amiga para animarla a hablar y Gavin extendío el brazo en su dirección para estrecharle la mano también. ──En este nuevo mundo no hay lugar para los aburridos, ni tampoco para los cobardes── Menciono entre risas con total intención de burlarse de aquellos que no veían con buenos ojos ese evento y prosiguió. ──Soy Gavin, líder de los carroñeros y dueño de este enorme circo de hojalata. Bienvenida ¿Issy? ¿Es tu apodo o te llamas así?. [isabella_rossi]
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    Grupal
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    El tirón no fue físico.
    Fue direccional.

    El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí.

    Parpadeé.

    Y la visión se quebró.

    La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar.

    El tiempo me lo dijo sin palabras:
    no perteneces a este momento.

    Crucé las puertas.

    Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo.

    Excepto uno.

    En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción.

    Tharésh’Kael.

    Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo.

    —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—.
    ¿A Jennifer?

    Ese nombre atravesó algo en mí.

    Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad.

    Era deseo de combate.

    Luchar contra ella… contra mi hermana…
    la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía.

    Me giré sin responder.

    Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial.
    Pero cuando la golpeé contra el suelo…

    La piedra resonó.

    La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron.

    Mis labios se movieron por primera vez.

    —Jennifer Queen…

    El nombre no fue un reto.
    Fue una invocación.

    Y en algún punto del tiempo, lo supe:
    ella iba a sentirlo.
    El tirón no fue físico. Fue direccional. El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí. Parpadeé. Y la visión se quebró. La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar. El tiempo me lo dijo sin palabras: no perteneces a este momento. Crucé las puertas. Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo. Excepto uno. En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción. Tharésh’Kael. Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo. —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—. ¿A Jennifer? Ese nombre atravesó algo en mí. Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad. Era deseo de combate. Luchar contra ella… contra mi hermana… la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía. Me giré sin responder. Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial. Pero cuando la golpeé contra el suelo… La piedra resonó. La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron. Mis labios se movieron por primera vez. —Jennifer Queen… El nombre no fue un reto. Fue una invocación. Y en algún punto del tiempo, lo supe: ella iba a sentirlo.
    El tirón no fue físico.
    Fue direccional.

    El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí.

    Parpadeé.

    Y la visión se quebró.

    La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar.

    El tiempo me lo dijo sin palabras:
    no perteneces a este momento.

    Crucé las puertas.

    Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo.

    Excepto uno.

    En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción.

    Tharésh’Kael.

    Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo.

    —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—.
    ¿A Jennifer?

    Ese nombre atravesó algo en mí.

    Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad.

    Era deseo de combate.

    Luchar contra ella… contra mi hermana…
    la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía.

    Me giré sin responder.

    Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial.
    Pero cuando la golpeé contra el suelo…

    La piedra resonó.

    La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron.

    Mis labios se movieron por primera vez.

    —Jennifer Queen…

    El nombre no fue un reto.
    Fue una invocación.

    Y en algún punto del tiempo, lo supe:
    ella iba a sentirlo.
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    El tirón no fue físico.
    Fue direccional.

    El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí.

    Parpadeé.

    Y la visión se quebró.

    La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar.

    El tiempo me lo dijo sin palabras:
    no perteneces a este momento.

    Crucé las puertas.

    Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo.

    Excepto uno.

    En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción.

    Tharésh’Kael.

    Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo.

    —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—.
    ¿A Jennifer?

    Ese nombre atravesó algo en mí.

    Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad.

    Era deseo de combate.

    Luchar contra ella… contra mi hermana…
    la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía.

    Me giré sin responder.

    Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial.
    Pero cuando la golpeé contra el suelo…

    La piedra resonó.

    La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron.

    Mis labios se movieron por primera vez.

    —Jennifer Queen…

    El nombre no fue un reto.
    Fue una invocación.

    Y en algún punto del tiempo, lo supe:
    ella iba a sentirlo.
    El tirón no fue físico. Fue direccional. El mundo se plegó a un lado y me vi arrastrada hacia una ciudadela. Durante un instante —solo uno— mi mente proyectó un edificio imposible: cristal, luz, lujo. Un hotel que no debería existir aquí. Parpadeé. Y la visión se quebró. La realidad corrigió el error con violencia. El mármol se volvió piedra oscura, las lámparas se transformaron en antorchas, y el aire se llenó de hierro y disciplina. Una fortaleza. No un refugio. No un hogar. El tiempo me lo dijo sin palabras: no perteneces a este momento. Crucé las puertas. Los reclutas me rodearon, hablándome en una lengua fragmentada, áspera, llena de órdenes y jerarquías. Entendía palabras sueltas, gestos, intenciones… pero no el significado completo. Excepto uno. En mi mente, claro como una cicatriz antigua, emergió un idioma que no necesitaba traducción. Tharésh’Kael. Las voces dejaron de importarme cuando el general se acercó. Su armadura estaba marcada por campañas largas, y sus ojos no mostraban miedo, solo cálculo. —¿Has venido a combatir a la hija del monstruo? —preguntó—. ¿A Jennifer? Ese nombre atravesó algo en mí. Mis sentidos se afilaron. El pulso se aceleró. Una atracción oscura, casi obscena, se deslizó por mi pecho. No era odio. No era lealtad. Era deseo de combate. Luchar contra ella… contra mi hermana… la idea me sedujo más que la promesa de estabilidad, más que la urgencia de mantener este cuerpo que apenas me sostenía. Me giré sin responder. Tomé una lanza de un estante cercano. Era roma, sin historia, sin gloria. Nada especial. Pero cuando la golpeé contra el suelo… La piedra resonó. La magia Elunai brotó como un reflejo involuntario, clara, pura, incorrecta para este lugar y este tiempo. Las antorchas titilaron. Algunos retrocedieron. Mis labios se movieron por primera vez. —Jennifer Queen… El nombre no fue un reto. Fue una invocación. Y en algún punto del tiempo, lo supe: ella iba a sentirlo.
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  • ──"He roto muchas cadenas sin mirar atrás, sin importarme las consecuencias, valore la ambición por sobre todo lo demás. Pero las cadenas de la existencia se aferran a mi brazo derecho recordándome que por cada paso que dé, será un momento más en que esas almas cubiertas por carne encienden su chispa, emiten sus primeros ruidos y crecen, para luego marchitarse y pudrirse hasta convertirse en carroña y comida para insectos.

    Todo eso termina siendo tan vano y poco significativo como las palabras de esa maldita tejedora que solo quiere morir, pero no puede hacerlo.

    Seguiré caminando por estos vacíos paramos, conseguiré las piezas y jugaré con ellas, cuando se marchiten y se vuelvan carroña, usaré otras, así veré cual es el intento fallido y quién es la carta ganadora digna de quebrantar todo su mundo."
    ──"He roto muchas cadenas sin mirar atrás, sin importarme las consecuencias, valore la ambición por sobre todo lo demás. Pero las cadenas de la existencia se aferran a mi brazo derecho recordándome que por cada paso que dé, será un momento más en que esas almas cubiertas por carne encienden su chispa, emiten sus primeros ruidos y crecen, para luego marchitarse y pudrirse hasta convertirse en carroña y comida para insectos. Todo eso termina siendo tan vano y poco significativo como las palabras de esa maldita tejedora que solo quiere morir, pero no puede hacerlo. Seguiré caminando por estos vacíos paramos, conseguiré las piezas y jugaré con ellas, cuando se marchiten y se vuelvan carroña, usaré otras, así veré cual es el intento fallido y quién es la carta ganadora digna de quebrantar todo su mundo."
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  • -ante la extraña situación donde el agua cae en el cuarto de baño un rápido movimiento tras escuchar la puerta abrirse detiene esa actividad-
    "ejem, te importaría? es de mala educación espiar"
    -ni siquiera sabes quien es pero te habla con tal igualdad y en este caso ofendido mientras terminaba de ajustarse la bata-
    "quizás es una sorpresa mi presencia aquí pero no te preocupes solo me cambiare y me iré, no es mi elección donde aparezco y bueno, necesitaba esto... ahora me permites terminar? esto se esta haciendo incomodo y comienza a hacer frio"
    -como si nada tomo una de las toallas que había para secarse el cabello-
    -ante la extraña situación donde el agua cae en el cuarto de baño un rápido movimiento tras escuchar la puerta abrirse detiene esa actividad- "ejem, te importaría? es de mala educación espiar" -ni siquiera sabes quien es pero te habla con tal igualdad y en este caso ofendido mientras terminaba de ajustarse la bata- "quizás es una sorpresa mi presencia aquí pero no te preocupes solo me cambiare y me iré, no es mi elección donde aparezco y bueno, necesitaba esto... ahora me permites terminar? esto se esta haciendo incomodo y comienza a hacer frio" -como si nada tomo una de las toallas que había para secarse el cabello-
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  • Siguió tarareando mientras caminaba, claramente alegre, casi que hasta su habitual sonrisa parecía más genuina.
    Giraba su bastón de forma distraída entre una de sus manos antes de dejarlo quieto, con ambas manos y el bastón detrás de la espalda.
    Postura erguida mientras estaba de pie frente a una puerta.

    Su sombra apareció en la pared al lado de la entrada, casi invitándole a pasar primero con cortesía.

    — ¡Oh, tan amable como siempre! —

    Le dijo de forma risueña antes de fundirse en las sombras bajo sus pies y traspasar la puerta al otro lado, reapareciendo después.
    Observó el cuarto alzando una ceja.

    — Alguien necesita cambiar sus gustos por la decoración — Comentó por lo bajo, su sombra rió detrás de él.

    Retomó su andar tarareando por lo bajo, sin importarle pisar algún patito de hule tirado por ahí.
    Sí, se había escabullido en la habitación de Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 , y no solo eso.
    Sino que se había recostado a su lado en el lecho, observándole dormir. Recostado boca abajo con su mentón apoyado en sus dos manos mientras distraídamente sus pies se tambaleaban hacia delante y atrás.

    — Tal parece que ser el rey del infierno no exige demasiado trabajo — Comentó en un tono burlón, en un tono de voz alto para que el otro lo escuchase y despertase
    Siguió tarareando mientras caminaba, claramente alegre, casi que hasta su habitual sonrisa parecía más genuina. Giraba su bastón de forma distraída entre una de sus manos antes de dejarlo quieto, con ambas manos y el bastón detrás de la espalda. Postura erguida mientras estaba de pie frente a una puerta. Su sombra apareció en la pared al lado de la entrada, casi invitándole a pasar primero con cortesía. — ¡Oh, tan amable como siempre! — Le dijo de forma risueña antes de fundirse en las sombras bajo sus pies y traspasar la puerta al otro lado, reapareciendo después. Observó el cuarto alzando una ceja. — Alguien necesita cambiar sus gustos por la decoración — Comentó por lo bajo, su sombra rió detrás de él. Retomó su andar tarareando por lo bajo, sin importarle pisar algún patito de hule tirado por ahí. Sí, se había escabullido en la habitación de [LuciHe11] , y no solo eso. Sino que se había recostado a su lado en el lecho, observándole dormir. Recostado boca abajo con su mentón apoyado en sus dos manos mientras distraídamente sus pies se tambaleaban hacia delante y atrás. — Tal parece que ser el rey del infierno no exige demasiado trabajo — Comentó en un tono burlón, en un tono de voz alto para que el otro lo escuchase y despertase
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  • -pss, pss..-l@ llamó suavemente desde la puerta del baño-...oye...¿te importaría pasarme un jabón?




    (Ignoren los ojos azules, los ojos de Kyoko son amarillos o color miel, pero me dió flojera editar la foto como suelo hacer)
    -pss, pss..-l@ llamó suavemente desde la puerta del baño-...oye...¿te importaría pasarme un jabón? (Ignoren los ojos azules, los ojos de Kyoko son amarillos o color miel, pero me dió flojera editar la foto como suelo hacer)
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  • Pasaron semanas desde que empecé a buscar a mi hermano y mi historia. Fue solo tiempo perdido que me hace querer destrozar todo a mi paso.

    No conforme con el fracaso, he vuelto a la boca del lobo, a la mansión de mis "padres", en busca de la verdad, antes de ello recolecte inflamación por si se les ocurría mentirme. Mis investigaciones en internet solo confirmaron la brutalidad de la época: Un sistema podrido del que probablemente mi hermano formó parte.

    Finalmente, nos sentamos a "platicar". Mi madre me miraba con esa culpa y arrepentimiento tan típicos de ella, una sentimentalidad que me irrita. Mi padre, por otro lado, mantenía la misma mirada vacía y distante de siempre, teñida de un sutil desprecio.

    Yo, acostumbrada a su frialdad, rompí el silencio con irritación contenida, esforzándome por mantener la neutralidad:

    —Hablen. Y quiero la verdad. ¿Cómo llegué a su vida? ¿Por qué me recogieron?

    Mi madre, temblorosa, habló primero:

    —Tu padre y yo queríamos una bebé, pero sabrás que la procreación en nuestra especie es imposible.

    Mi padre la interrumpió de inmediato, con voz firme:

    —Por ese capricho de tu madre, decidimos buscar a alguien. Me negué al principio, pero su insistencia fue tanta que terminé aceptando con una condición: la huérfana nos serviría en el futuro. Como inmortales, yo me encargaría de asegurar esos intereses.

    Lo interrumpí sin importarme los modales:

    —Entonces, ¿fue tu idea condenarme a una vida de matrimonios por conveniencia?

    Mi padre respondió con total indiferencia:

    —Tú nos perteneces. Te compramos y te concedimos un don. No tienes más opción que obedecer el trato. Si lo rompes, tu vida acabará y tu hija ocupará tu puesto, Lianna. No sera difícil encontrar su paradero, después de todo le brindaste a tu madre suficiente información del padre y con su ayuda quizás lleguemos a un buen acuerdo.

    Ahora lo miraba con un odio puro. El desprecio de antes por su lejanía se transformó en repudio absoluto.

    El señor Benedetti continuó, levantándose para servirse una copa de vino con sangre:

    —Tenerte fue suerte, coincidencia o como quieras llamarlo. Eras apenas una recién nacida abandonada en las calles. Tu madre y yo decidimos llevarte con nosotros. A tu hermano, lo entregamos al sistema parroquial para que se encargan de el.

    Escuché la historia con sentimientos encontrados. Ya ni siquiera sabía cómo reaccionar. Pregunté por el nombre de aquel chico desconocido:

    —¿Recuerdan su nombre? —pregunté con cautela, queriendo saberlo todo sobre mi vida pasada.

    Mi madre respondió:

    —Recuerdo que el niño nos dijo que se llamaba Lian, y tú Lianna. No llevaban apellido. Hasta la fecha no sabemos nada de tu verdadera familia, cielo.

    Mi padre, con tono de fastidio, se alejó.

    —Tampoco veo la necesidad de preguntar. Él probablemente ya esté muerto, y los muertos no son nuestro problema. Somos los condenados a vivir por siempre los que importamos.

    Sus palabras fueron una losa de cemento sobre la poca esperanza que me quedaba. Mataron cualquier atisbo de ilusión con cada palabra.

    —Céntrate en las riquezas —ordenó mi "padre".

    —Olvídate del polvo del que vienes. Eres una Benedetti ahora.

    Me levanté del sofá sin decir nada una vez acabada toda la charla , los cabos sueltos aún seguían sin resolverse , luego les di la espalda y me retire.

    Han cerrado toda esperanza en mi. Ya no sé dónde buscar, y francamente, no perderé más tiempo en esto. Me concentraré en mi vida.
    A partir de ahora, solo soy una Benedetti que busca poder.

    Ignorando la molestia persistente por el rompecabezas sin armar, me dirigí a mi habitación en aquel castillo donde me crié.
    Pasaron semanas desde que empecé a buscar a mi hermano y mi historia. Fue solo tiempo perdido que me hace querer destrozar todo a mi paso. No conforme con el fracaso, he vuelto a la boca del lobo, a la mansión de mis "padres", en busca de la verdad, antes de ello recolecte inflamación por si se les ocurría mentirme. Mis investigaciones en internet solo confirmaron la brutalidad de la época: Un sistema podrido del que probablemente mi hermano formó parte. Finalmente, nos sentamos a "platicar". Mi madre me miraba con esa culpa y arrepentimiento tan típicos de ella, una sentimentalidad que me irrita. Mi padre, por otro lado, mantenía la misma mirada vacía y distante de siempre, teñida de un sutil desprecio. Yo, acostumbrada a su frialdad, rompí el silencio con irritación contenida, esforzándome por mantener la neutralidad: —Hablen. Y quiero la verdad. ¿Cómo llegué a su vida? ¿Por qué me recogieron? Mi madre, temblorosa, habló primero: —Tu padre y yo queríamos una bebé, pero sabrás que la procreación en nuestra especie es imposible. Mi padre la interrumpió de inmediato, con voz firme: —Por ese capricho de tu madre, decidimos buscar a alguien. Me negué al principio, pero su insistencia fue tanta que terminé aceptando con una condición: la huérfana nos serviría en el futuro. Como inmortales, yo me encargaría de asegurar esos intereses. Lo interrumpí sin importarme los modales: —Entonces, ¿fue tu idea condenarme a una vida de matrimonios por conveniencia? Mi padre respondió con total indiferencia: —Tú nos perteneces. Te compramos y te concedimos un don. No tienes más opción que obedecer el trato. Si lo rompes, tu vida acabará y tu hija ocupará tu puesto, Lianna. No sera difícil encontrar su paradero, después de todo le brindaste a tu madre suficiente información del padre y con su ayuda quizás lleguemos a un buen acuerdo. Ahora lo miraba con un odio puro. El desprecio de antes por su lejanía se transformó en repudio absoluto. El señor Benedetti continuó, levantándose para servirse una copa de vino con sangre: —Tenerte fue suerte, coincidencia o como quieras llamarlo. Eras apenas una recién nacida abandonada en las calles. Tu madre y yo decidimos llevarte con nosotros. A tu hermano, lo entregamos al sistema parroquial para que se encargan de el. Escuché la historia con sentimientos encontrados. Ya ni siquiera sabía cómo reaccionar. Pregunté por el nombre de aquel chico desconocido: —¿Recuerdan su nombre? —pregunté con cautela, queriendo saberlo todo sobre mi vida pasada. Mi madre respondió: —Recuerdo que el niño nos dijo que se llamaba Lian, y tú Lianna. No llevaban apellido. Hasta la fecha no sabemos nada de tu verdadera familia, cielo. Mi padre, con tono de fastidio, se alejó. —Tampoco veo la necesidad de preguntar. Él probablemente ya esté muerto, y los muertos no son nuestro problema. Somos los condenados a vivir por siempre los que importamos. Sus palabras fueron una losa de cemento sobre la poca esperanza que me quedaba. Mataron cualquier atisbo de ilusión con cada palabra. —Céntrate en las riquezas —ordenó mi "padre". —Olvídate del polvo del que vienes. Eres una Benedetti ahora. Me levanté del sofá sin decir nada una vez acabada toda la charla , los cabos sueltos aún seguían sin resolverse , luego les di la espalda y me retire. Han cerrado toda esperanza en mi. Ya no sé dónde buscar, y francamente, no perderé más tiempo en esto. Me concentraré en mi vida. A partir de ahora, solo soy una Benedetti que busca poder. Ignorando la molestia persistente por el rompecabezas sin armar, me dirigí a mi habitación en aquel castillo donde me crié.
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  • El calor de la chimenea llena la sala.
    El calor del té recorre mi cuerpo con cada trago.
    El sol golpea con fuerza.

    Entonces... ¿De dónde sale este frío...?

    ¿Por qué tengo frío?
    Camino por los pasillos de la casa y parecen interminables.
    El papel de la pared se funde con la oscuridad.
    ¿A dónde fue el brillo que tenía antes este lugar?

    Tu ausencia se siente.
    La casa parece más grande.
    Las noches más largas.
    Los días más fríos... Sin importar lo que haga.

    Entro en tu habitación, vacía, ordenada, la quietud se ha adueñado de ella.
    La cama está hecha, esperando que vuelvas.
    Hiciste una promesa... ¿Dónde estás?

    Cuándo estabas hacía calor.
    Cuando te fuiste, el frío se adueñó de la casa.
    Me pregunto... ¿Por qué...?
    El calor de la chimenea llena la sala. El calor del té recorre mi cuerpo con cada trago. El sol golpea con fuerza. Entonces... ¿De dónde sale este frío...? ¿Por qué tengo frío? Camino por los pasillos de la casa y parecen interminables. El papel de la pared se funde con la oscuridad. ¿A dónde fue el brillo que tenía antes este lugar? Tu ausencia se siente. La casa parece más grande. Las noches más largas. Los días más fríos... Sin importar lo que haga. Entro en tu habitación, vacía, ordenada, la quietud se ha adueñado de ella. La cama está hecha, esperando que vuelvas. Hiciste una promesa... ¿Dónde estás? Cuándo estabas hacía calor. Cuando te fuiste, el frío se adueñó de la casa. Me pregunto... ¿Por qué...?
    Me entristece
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  • Dicen que las polillas son presagio de la muerte .... Será por eso que últimamente me duele tanto la cabeza ?

    -recostado en la barra extendió los brazos apoyando todo lo que podía de su piel sobre la fría barra buscando aliviar un poco el malestar con el frío... Miro en silencio la silla vacía donde antiguamente cierta pantalla le solía hacer compañía escuchando su parloteo sin sentido pero haciéndole sentir a Valentino que al menos a alguien le importaba lo que dijera por más estúpido o caliente que fuera lo que saliera de sus labios....
    Resopló cerrando los ojos acariciando la silla vacía, la imagen de Vicente siendo torturado a muerte aún resonaba en su cabeza y la impotencia por no poder haber hecho nada lo consumía....
    Se abrazo a su mismo abriendo los ojos mirando en ese mismo silencio las botellas ¿Si se embriaga esa soledad será menos dolorosa ?
    Ya perdió tío a la muñequita y la pantalla, no es como si a esas alturas importará su imagen -
    Dicen que las polillas son presagio de la muerte .... Será por eso que últimamente me duele tanto la cabeza ? -recostado en la barra extendió los brazos apoyando todo lo que podía de su piel sobre la fría barra buscando aliviar un poco el malestar con el frío... Miro en silencio la silla vacía donde antiguamente cierta pantalla le solía hacer compañía escuchando su parloteo sin sentido pero haciéndole sentir a Valentino que al menos a alguien le importaba lo que dijera por más estúpido o caliente que fuera lo que saliera de sus labios.... Resopló cerrando los ojos acariciando la silla vacía, la imagen de Vicente siendo torturado a muerte aún resonaba en su cabeza y la impotencia por no poder haber hecho nada lo consumía.... Se abrazo a su mismo abriendo los ojos mirando en ese mismo silencio las botellas ¿Si se embriaga esa soledad será menos dolorosa ? Ya perdió tío a la muñequita y la pantalla, no es como si a esas alturas importará su imagen -
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